Marx y Engels ante la revolución burguesa en España

 

a) Origen del conflicto entre las cortes ciudadanas y la realeza

En agosto-septiembre de 1854, Marx se dedicó a exponer el resultado de sus estudios sobre el proceso revolucionario burgués en España, que escribió para el New York Daily Tribune” bajo el título «La España Revolucionaria». Para comprender mejor el carácter específico del movimiento revolucionario iniciado en España, Marx estudió detalladamente la historia de las tres revoluciones periódicas en ese país durante la primera mitad del siglo XIX, el primer período entre 1808 y 1814, el segundo entre 1820 y 1823, y el tercero entre 1834 y 1843, que reunió en un cuaderno de notas. El periódico norteamericano sólo publicó el análisis correspondiente al primer período (hasta 1820). Los restantes, consagrados a los acontecimientos de 1820-1822 y de 1833, no vieron la luz pública, salvo un fragmento en el que se refirió a las causas de la derrota revolucionaria en el segundo período.

La especificidad económica, social y política de España, que definió el carácter de su revolución burguesa desde el siglo XV, estuvo determinada, en primer lugar, por las consecuencias económicas y sociales de la lucha política de la Cortes españolas contra la invasión musulmana, compuestas por los representantes de la burguesía urbana, el clero y la nobleza. Esta lucha, que duró cerca de ochocientos años, a medida que alcanzaba la lenta reconquista del territorio nacional, confirió a la Cortes de la península un carácter político muy diferente al predominante en el resto de Europa, destacando por su relativa independencia respecto del poder de la realeza, y porque la burguesía de las ciudades tenía en ellas el mayor peso político específico potencial.

Por un lado, en el curso de los combates, la península era reconquistada en pequeños trozos, que se constituían en reinos separados, donde se promulgaban leyes y adquirían costumbres populares de reafirmación patriótica. Las conquistas sucesivas, efectuadas principalmente por los nobles vasallos, otorgaron a éstos un poder excesivo, que disminuyeron el poder de la realeza. De otro lado, las ciudades y poblaciones del interior alcanzaron una gran importancia económica y social, debido a la necesidad en que las gentes se encontraban de residir en plazas fuertes, como medida de seguridad frente a las continuas incursiones de los moros; al mismo tiempo, la configuración peninsular del país y el constante intercambio con Provenza y con Italia, dieron lugar a la creación, en las costas, de ciudades comerciales y marítimas de primera categoría.

Este proceso de incipiente preponderancia de las ciudades, tuvo lugar en el marco de los conflictos permanentes entre el poder feudal descentralizador de los nobles vasallos y la tendencia al absolutismo de la realeza. A fines del siglo XV, los reyes católicos crearon la “Santa hermandad” entre las distintas Cortes ciudadanas de España, con la finalidad, por un lado, de acelerar la reconquista del territorio nacional ocupado por los moros[1] y, por otro, de fortalecer a la burguesía en sus crecientes conflictos y enfrentamientos frente a la nobleza,[2] con la finalidad de debilitar a ambas clases en favor del absolutismo real. 

Para dar una idea del poder creciente de las Cortes ciudadanas, Marx describe la situación planteada entre Carlos I y las Cortes de Valladolid:

 <<Cuando Carlos I volvió de Alemania, donde le había sido conferida la dignidad imperial, las Cortes se reunieron en Valladolid para recibir su juramento a las antiguas leyes y para coronarlo. Carlos se negó a comparecer y envió representantes suyos que habían de recibir, según sus pretensiones, el juramento de lealtad de parte de las Cortes. Las Cortes se negaron a recibir a esosrepresentantes y comunicaron al monarca que si no se presentaba ante ellas y juraba las leyes del país, no sería reconocido jamás como rey de España. Carlos se sometió; se presentó ante las Cortes y prestó juramento, como dicen los historiadores, de muy mala gana. Las Cortes con este motivo le dijeron: «Habéis de saber, señor, que el rey no es más que un servidor retribuido de la nación». (K. Marx: “New York Daily Tribune” 09/09/1854)

Esta situación insostenible fue el principio de las hostilidades entre Carlos I (V de Alemania) y las ciudades, para lo cual contó con el apoyo de la nobleza. Como reacción frente a las intrigas reales, estallaron en Castilla numerosas insurrecciones triunfantes, como resultado de las cuales se creó la “Junta Santa de Ávila”, y las ciudades unidas convocaron la Asamblea de las Cortes en Tordesillas, donde el 20 de octubre de 1520 dirigieron al rey una “protesta contra los abusos” de la nobleza. Las reclamaciones principales del movimiento eran: el regreso a España de Carlos V, la limitación de los excesos de los consejeros flamencos en sus cargos, la reducción de impuestos y gastos de la Corona, la prohibición de la salida de oro, plata y lana y un mayor protagonismo político de las Cortes.

Éste respondió privando a todos los diputados reunidos en Tordesillas de sus derechos personales. La guerra civil se había hecho inevitable. Al principio, la alta aristocracia se mantuvo al margen hasta que los comuneros, para ganar apoyo popular, agitaron a los movimientos antiseñoriales. Entonces, la alta nobleza cerró filas con los representantes del monarca. Los comuneros llamaron a las armas: sustituyeron el poder municipal por comunas, integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza y del bajo clero. Sus soldados, mandados por Padilla, se apoderaron de la fortaleza de Torrelobatón, pero fueron derrotados finalmente por fuerzas superiores en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Tras rodar las cabezas de los principales conspiradores (Bravo, Padilla y Maldonado) en el patíbulo, Carlos redujo drásticamente los privilegios municipales y las ciudades declinaron en población, riqueza y preponderancia política en las Cortes a favor de la nobleza. La principal consecuencia de la revuelta comunera fue la alianza entre la monarquía y la alta nobleza que dejaría a Castilla anclada en el conservadurismo social y económico de los valores medievales, frustrando los objetivos más innovadores de la burguesía. Cumplida la tarea:

<<Carlos se volvió entonces contra los nobles que lo habían ayudado a destruir las libertades de las ciudades, pero que conservaban, por su parte, una influencia política considerable. Un motín en su ejército por falta de paga lo obligó en 1539 a reunir las Cortes para obtener fondos de ellas. Pero las Cortes, indignadas por el hecho de que subsidios otorgados anteriormente por ellas habían sido malgastados en operaciones ajenas a los intereses de España, se negaron a aprobar otros nuevos. Carlos las disolvió colérico; a los nobles que insistían en su privilegio de ser eximidos de impuestos, les contestó que al reclamar tal privilegio, perdían el derecho a figurar en las Cortes, y en consecuencia los excluyó de dicha asamblea.>> (K.Marx: Op. Cit.)

Estos hechos constituyeron un golpe mortal para las Cortes, cuyas reuniones se redujeron desde entonces a la realización de una simple ceremonia palaciega. Por su parte, el tercer elemento constitutivo de esas antiguas Cortes: el clero católico, que desde los tiempos de Fernando el Católico había puesto el tribunal de la Santa Inquisición al servicio de la España señorial, a partir de ese momento decidió convertir a la Iglesia en el más potente instrumento del absolutismo real.




[1] La “Santa hermandad” fue decisiva en la “Guerra de Granada”, última etapa de la reconquista llevada a cabo por los reinos cristianos en lucha para expulsar a los musulmanes. Después, tuvo una función esencial a la necesidad histórica de la unidad política de España a instancias de la libre circulación de la riqueza, al encargársele la función de perseguir el delito en las poblaciones y caminos, y de árbitro jurídico en las diversas transacciones. En tal sentido, la “Santa hermandad” daba posesión de la tierra, se encargaba de la venta de bienes embargados y de difuntos, ante él se realizaban los testamentos, realizaba mensuras, etc.; además de cuidar el orden público entre la población. La “Santa Hermandad” está en los antecedentes históricos inmediatos de la actual Guardia Civil: http://www.tnsejerespa.galeon.com/aficiones934806.html

[2] Los nobles acusaban a las ciudades de intrusiones en sus antiguos privilegios y jurisdicciones territoriales (impuestos de peaje y demás restricciones a la circulación de la riqueza) que menoscababan las ganancias comerciales en los intercambios interregionales.