4.-Revolución de 1917.
Ratificación de la tesis de Trotsky por la prueba de la práctica como criterio de verdad política
a) De la guerra a la revolución de febrero

En 1917, las contradicciones del capitalismo se habían agudizado en todos los países beligerantes. Pero mucho más e Rusia, país que, tal como se había repetido en numerosas ocasiones, constituía el eslabón más débil de la cadena imperialista. La economía de guerra había dejado al país en una grave penuria de  suministros para la supervivencia de la población, al tiempo que aumentaba los sentimientos de rebeldía entre las familias rusas desechas por la matanza de sus seres queridos en el frente.

Habiendo previsto la potencialidad revolucionaria de semejante situación, Lenin había venido preconizando desde 1914 la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria. Evocaba el manifiesto del Congreso Socialista de la II internacional reunido en Basilea, donde se declaraba en forma expresa que la guerra era peligrosa para los gobiernos sin excepción implicados en ella, haciendo notar el temor que la burguesía internacional siente en estos casos por la revolución proletaria. Y Lenin ponía como ejemplo el estallido de la “Comuna de París” a raíz de la guerra franco-prusiana de 1871.

En esos momentos iniciales de la guerra, Lenin previó lo que en 1917 ocurriría en Rusia. Decía que a fuerza de sus atroces sufrimientos, las masas llegan a sentir el carácter profundamente reaccionario de las guerras intercapitalistas. Y proponía acompañar esa experiencia haciendo palanca con la racionalidad revolucionaria sobre la evolución de ese estado de ánimo, para convertirlo en conciencia política firme acerca de la necesidad de acabar con el capitalismo como único modo de acabar con la explotación, la opresión y las guerras:

<<Es deber de todos los socialdemócratas utilizar ese estado de ánimo. Estos participarán con el mayor entusiasmo en cualquier movimiento y en cualquier demostración en este sentido, pero no engañarán al pueblo haciéndole creer que si no existe movimiento revolucionario se puede alcanzar la paz sin anexiones, sin opresión de las naciones, sin saqueos, sin gérmenes de nuevas guerras entre los gobiernos y las clases dominantes actuales. Semejante engaño al pueblo convendría sólo a la diplomacia secreta de los gobiernos beligerantes y a sus planes contrarrevolucionarios. Quien desee una paz firme y democrática, debe estar por la guerra civil y la burguesía.>> (V.I. Lenin: “El socialismo y la guerra” El pacifismo y la consigna de la paz.  Julio-agosto de 1915) 

Durante los dos primeros años, de la guerra el imperio Ruso no había cosechado más que desastres militares, desmoralización de la tropa y penuria aguda creciente para el pueblo en la retaguardia de las ciudades. A partir de 1916, las exigencias del frente acabaron por desorganizar toda la vida económica y social del país. Los transportes que funcionaban con un material desgastado se volvieron cada vez más ineficaces e inseguros. La escasez de víveres, tanto para la población urbana como para los ejércitos, agravaba sus consecuencias: los precios de los medios de vida iniciaron un ascenso vertiginoso, y en el invierno de 1916/17 la moral de la tropa se relajó, y las bajas se distribuyeron por igual entre las causadas por el frío, el hambre y el fuego enemigo. 

Un año y medio después, en diciembre de 1916, Lenin reconocía que ese estado de ánimo estaba siendo sofocado —como hoy día— por los grandes partidos obreros europeos dirigidos por socialpacifistas y socialimperialistas defensistas de la patria, como Scheidemann, Kautsky, Turatti, Plejánov, Lembat, Longuet y Merrheim, con su influencia contrarrevolucionaria sobre la vanguardia amplia del movimiento de masas. Por eso Lenin insistía ante el movimiento revolucionario todavía minoritario, en la necesidad imperiosa de redoblar los esfuerzos en el trabajo de propaganda y agitación explicando a las masas que si la expresión “paz democrática” ha de asumirse con seriedad, sinceridad y honradez, y no como una falsa frase cristiana en que se disfraza la guerra imperialista, entonces los obreros en los distintos frentes de guerra y en la retaguardia de las fábricas tienen una sola manera de lograr realmente esa paz ahora mismo: volviendo las armas contra sus propios gobiernos:

<<El principal obstáculo para iniciar una propaganda y agitación sistemáticas de ese carácter en todos los países, no es en absoluto el “cansancio de las masas”, como alegan falsamente los Sheidemann, más Kaustsky, etc. Las masas no están cansadas de hacer fuego y harán más fuego aún en la primavera, a no ser que sus enemigos de clase lleguen a algún acuerdo sobre el reparto de Turquía, Rumania, Armenia, África, etc. El principal obstáculo es la confianza que una parte de los obreros con conciencia de clase tiene en los socialimperialistas y socialpacifistas, y, por ello, la principal tarea de hoy, debe ser destruir la confianza en estas tendencias, ideas, métodos políticos. Hasta dónde es esto realizable desde el punto de vista del estado de ánimo de las amplias masas, sólo puede demostrarse emprendiendo en todas partes de la manera más decisiva y enérgica, este tipo de agitación y propaganda; prestando el apoyo más sincero y ferviente a todas las demostraciones revolucionarias de la creciente irritación de las masas, a las huelgas y manifestaciones que obligan a la burguesía en Rusia a reconocer abiertamente que la revolución está en marcha y que obligaron a Helfferich a declarar en el Reichstag: “Es mejor encarcelar a los socialdemócratas de izquierda que ver cadáveres en la plaza de Potsdam, vale decir, a reconocer que  las masas están respondiendo a la agitación de los izquierdistas.>> (V.I. Lenin: “Borrador del proyecto de tesis para un llamamiento a la comisión socialista internacional y a todos los partidos socialistas”Antes del 25/12/1916)

Poco antes del estallido de la revolución de febrero de 1917, Lenin escribió un informe sobre la revolución de 1905 que leyó en alemán para un auditorio suizo reunido en la Casa del Pueblo de Zurich el 9 (22) de enero. Al final de su exposición dijo que, tal como el proletariado ruso en 1905 había protagonizado la insurrección popular contra el gobierno zarista cuyo objetivo fue la revolución democrático-burguesa, durante los próximos años la guerra imperialista conduciría en Europa a insurrecciones populares dirigidas por el proletariado contra el poder del capital financiero y los Estados burgueses, y que esos cataclismos sociales sólo podían acabar con el triunfo del socialismo.

Como si hubiera estado haciendo una profecía, días después de esta disertación estalló la revolución en Rusia y fue precisamente el proletariado de ese país quien inició el proceso revolucionario europeo, cuando las masas proletarias rusas acabaron con el dominio secular del zarismo implantando la dictadura democrática de los obreros y los campesinos organizados en soviets.

La crisis revolucionaria estalló en febrero. El 13 20.000 obreros dejaron de trabajar en celebración del segundo aniversario del procesamiento a los diputados bolcheviques. El 16 se racionó el pan y se agotaron las reservas disponibles de carbón. El 18 de despidió a los obreros de la fábrica Putilov. El 19 varias panaderías fueron asaltadas. El 23, las obreras textiles de Petrogrado iniciaron las primeras manifestaciones callejeras en conmemoración del día internacional de la mujer. El 24 la huelga se generalizó espontáneamente, y en las manifestaciones se impusieron las consignas antigubernamentales y pacifistas, junto con las demandas por el abastecimiento de víveres. En esos momentos sonaron los primeros disparos. El 25, aparecieron entre los soldados —que ese día disparaban al aire— los primeros indicios de simpatía hacia los manifestantes. Durante toda la jornada del 26, se produjeron numerosos motines en los diferentes regimientos de guarnición de la capital. Por último, el 27, la sublevación de los soldados se unió a la insurrección de los obreros y la bandera roja ondeó por primera vez en el Palacio de Invierno.

Tal como los revolucionarios de hoy estamos siendo objeto de desprecio por parte de socialreformistas y pacifistas de toda la vida, lo mismo sucedió con los revolucionarios europeos, que durante la primera guerra mundial difundían incansablemente la consigna de transformar toda guerra interburguesa en guerra revolucionaria contra los Estados de los países beligerantes. Así evocaba Lenin la situación en su carta de despedida a los obreros suizos en abril de 1917, pocos días antes de partir hacia Rusia:

<<Cuando en noviembre de 1914 nuestro partido lanzó la consigna de “transformar la guerra imperialista en guerra civil” de los oprimidos contra los opresores por la conquista del socialismo, los socialpatriotas recibieron esta consigna con hostilidad y burla maligna, y el “centro” socialdemócrata, con un silencio incrédulo, escéptico, expectante y manso. El socialchovinista y socialimperialista alemán, David, la calificó de “locura”, y el  representante del socialchovinismo ruso (y anglofrancés) del socialismo de palabra y del imperialismo de hecho, Plejánov, la llamó: “mezcla de sueño y farsa” (Mittteldiing  zwischen Traum un Kömödie). Los representantes del centro callaban o se limitaban a hacer chistes cursis sobre esta “línea recta trazada en el vacío”

Hoy, después de marzo de 1917, sólo un ciego puede no ver la exactitud de nuestra consigna. La transformación de la guerra imperialista en guerra civil se está convirtiendo en un hecho>> (V.I. Lenin Op. Cit.)   

 Cuenta Trotsky en el punto 4 de “El giro de la Internacional comunista y la situación en Alemania”, que durante la guerra la clase obrera rusa se había renovado aproximadamente en un 40%. Su gran mayoría no conocía a los bolcheviques, ni siquiera había oído hablar de ellos. El voto por los mencheviques y los socialistas revolucionarios que les dio la mayoría en la Asamblea Constituyente, en marzo y en junio, fue la expresión de sus primeros pasos vacilantes después del despertar. En este voto, no había ni la sombra de una decepción con respecto a los bolcheviques, ni de una desconfianza acumulada, que no puede ser más que el resultado de reiterados errores o traiciones de un partido, verificados concretamente por las masas:

 <<Por el contrario, cada día de experiencia revolucionaria del año 1917 separaba a las masas de los conciliadores y las empujaba del lado de los bolcheviques. De ahí el crecimiento tumultuoso e irresistible del partido y, sobre todo, de su influencia.>>  (Op. Cit.)

Lo primero que saltó a la vista de todo el mundo, fue que volvió a surgir en Rusia un doble poder antagónico e irreconciliable, como en 1905. Por un lado, el Gobierno provisional de la burguesía demócrata constitucionalista, el partido “Kadete”, que había venido haciendo contubernio con la nobleza desde una oposición formal a ella, y que el aparato zarista todavía a cargo del Estado no tuvo más remedio que aceptar para dotarse de una base social de sustentación en su intento por mantener su control del Estado.

Por otro lado estaban los soviets y los consejos de obreros, campesinos y soldados, que se habían vuelto a reconstituir después de 1905 resurgiendo de sus cenizas durante las jornadas revolucionarias de febrero, y que constituían un poder político realmente revolucionario en la ciudad y el campo, en cuya composición predominaban los socialistas revolucionarios y los mencheviques frente a los bolcheviques que todavía eran minoría.

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