b) Lenin ante la contradicción del gobierno provisional obrero-campesino

Por supuesto que Lenin fue consciente del potencial peligro de divergencia política que se cernía sobre la “dictadura democrática del proletariado y de los campesinos”, sobre la consecuente inestabilidad relativa que esa fórmula de poder podía transmitir al Estado que debería surgir de la Asamblea Nacional Constituyente. Pero en su afán de evitar el “aventurerismo revolucionario”, pensaba ―y decía― que ese peligro era inevitable y que el arte político revolucionario consistía en conjurarlo; para eso apelaba al “instinto revolucionario de clase”, a la inteligencia política de sus dirigentes, a su conocimiento de las relaciones entre el proletariado y el campesinado, a su “concepción del mundo coherente y científica”:

<<Por supuesto, estamos lejos de la idea de afirmar que nuestra participación en un gobierno provisional esté exenta de peligros para la socialdemocracia. No hay ni puede haber formas de lucha ni situaciones políticas que no impliquen peligros. (...)

Desde luego, si la socialdemocracia olvidara aunque sólo fuese por un momento la peculiaridad de clase del proletariado con respecto a la pequeña burguesía, si estableciera una alianza inoportuna o desfavorable para nosotros con tal o cual partido pequeñoburgués o de la intelectualidad, indignos de confianza, si perdiera de vista, aunque sólo fuera por un instante, sus objetivos propios e independientes, y la necesidad de colocar en primer plano el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado y de su organización política propia (en todas las situaciones y coyunturas políticas imaginables, en todos los posibles virajes y desplazamientos políticos), entonces la participación en un gobierno provisional revolucionario llegaría a ser muy peligrosa.>> (V.I. Lenin: “La dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado” 12/04/1905)

 El único argumento que Lenin oponía en contra de la tesis “marxista” de Plejanov, de la variante menchevique de Martínov y de la “ultraizquierdista” de Trotsky, era que el campesinado, como clase intermedia, no estaba dispuesto a apoyar una revolución socialista, pero en tanto mantenía contradicciones con la burguesía, sí estaba en condiciones de asumir “formas políticas” que se limiten a garantizar la revolución democrática en el campo, aun y precisamente contra el sector terrateniente del Partido Liberal Constitucionalista, es decir, contra la burguesía. Y Lenin se manifestaba seguro de que esa posibilidad era probable.

Otras serían las circunstancias y, por tanto, la táctica a emplear por el proletariado revolucionario, cuando la revolución democrática hubiera agotado su desarrollo. Pero ese no era el caso. Por tanto:

<<Precisamente porque la revolución democrática no ha llegado aún a su término, esta inmensa capa (campesina) tiene, en la implantación de las formas políticas, muchos más intereses comunes con el proletariado que con la “burguesía”, en el sentido propio y estricto de la palabra. La incomprensión de este sencillo problema es una de las fuentes principales de la confusión de Martínov.>> (V.I. Lenin: “La socialdemocracia y el gobierno provisional revolucionario” II. Abril de 1905)

Esto no significa que el concepto marxista de “revolución permanente” no estuviera presente en el pensamiento y las previsiones políticas de Lenin. En su obra: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática” señala dos condiciones para iniciar y llevar a término la revolución democrático-burguesa, en que la primera es, a la vez condición de la segunda. La primera se refiere al comienzo del proceso, al cambio político revolucionario en Rusia, que deberá ser protagonizado por el bloque histórico de poder obrero-campesino bajo la dirección del proletariado: “aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía” para implantar la “dictadura democrática de los obreros y los campesinos”. La segunda condición era que, en el curso de la revolución democrática, esto es, del “programa mínimo” del proletariado ruso en el seno del gobierno obrero-campesino, estallara la revolución socialista en los países más desarrollados de Europa, lo cual permitiría al bloque obrero campesino en Rusia, llevar a término la etapa democrática de la revolución mucho más pronto, para poder iniciar así la etapa socialista:

<<En vísperas de la revolución (al socialdemócrata revolucionario) no se le ocurre señalar lo que ocurrirá en el peor de los casos [61] . No; señala también la posibilidad del caso mejor. Sueña ―está obligado a soñar, a menos que sea un filisteo incorregible― con que después de la gigantesca experiencia de Europa (se refiere a las revoluciones de 1848 y 1871), después del enorme despliegue de la clase obrera de Rusia, lograremos como jamás hasta el presente, encender la antorcha de la luz revolucionaria ante la masa ignorante y oprimida, lograremos realizar ―gracias al hecho de que tenemos detrás de nosotros toda una serie de generaciones revolucionarias de Europa― con una plenitud hasta ahora nunca vista, todas las reformas democráticas de nuestro programa mínimo; conseguiremos que nuestra revolución no sea un movimiento de unos cuantos meses, sino un movimiento de muchos años, que no conduzca sólo a algunas concesiones de quienes detentan el poder, sino a su total derrocamiento. Y si esto se consigue (en Rusia)...el incendio revolucionario envolverá a toda Europa; el obrero europeo, aplastado ahora por la reacción burguesa, se revelará, a su vez y nos enseñará “cómo hay que hacerlo”; y entonces el ascenso revolucionario de Europa repercutirá sobre Rusia y el período de unos cuantos años de revolución se convertirá en una época de varios decenios revolucionarios, y entonces...>> (V.I. Lenin: “La socialdemocracia y el gobierno provisional revolucionario” III. Fines de marzo de 1905. Lo entre paréntesis es nuestro)

¿En qué consistía, según Lenin, la táctica para llevar adelante la revolución democrática? En sintetizar o superar la doble y contradictoria tendencia del campesino: a expropiar a los terratenientes para disponer de las tierras de labor, por un lado, y a convertirse ellos mismos en propietarios parcelarios de esas tierras. Esta lógica de la lucha de clases prevista por Lenin, fue la que le llevó a coincidir con Trotsky en la teoría de la revolución permanente, pero sobre condiciones diferentes, tesis que formuló en setiembre ratificando lo resuelto en el III Congreso del POSDR celebrado entre abril y mayo de 1905. Allí, Lenin plantea con toda claridad que la revolución democrática respecto del agro ruso sólo consiste en realizar la tendencia campesina a la expropiación sin compensación de los terratenientes. Remitiéndose a la resolución del III Congreso, Lenin decía que, para la socialdemocracia revolucionaria, de momento la revolución democrática no podía consistir en ningún proyecto de redistribución de la tierra confiscada, sino sólo en ejecutar la confiscación. ¿Por qué? Pues, porque en virtud de esa doble y contradictoria tendencia del campesino, se daba la aparente paradoja de que la redistribución de las tierras confiscadas entre los campesinos en carácter de propietarios (como proponían los socialistas revolucionarios), conduciría inevitablemente ―por vía de los hechos económicos― a una regresión contrarrevolucionaria, a una nueva centralización de la propiedad en pocas manos, convirtiendo aquella decisión democrática en un completo despropósito político de naturaleza objetivamente antidemocrática. Para referirse a la propensión del campesino (salido de la comuna rural) por la propiedad privada de sus tierras, Lenin hablaba de “las impurezas reaccionarias del movimiento campesino”. Así aparecía esta acepción en el punto 3 de la resolución 33 del III Congreso, sobre “La actitud de los revolucionarios hacia el movimiento campesino”:

<<3) Que en virtud de ello, la socialdemocracia debe esforzarse por limpiar el contenido revolucionario democrático del movimiento campesino de todas las impurezas reaccionarias, desarrollando la conciencia revolucionaria de los campesinos, y llevando a feliz término sus demandas democráticas>>  (V.I. Lenin: Op.cit. 20/04/1905)  

O sea que, tal redistribución igualitaria según las aspiraciones pequeñoburguesas de los campesinos, aunque democrática ―porque era una decisión de las mayorías sociales del país― dejaba de ser objetivamente revolucionaria en tanto que, dadas las desiguales condiciones en que producían los distintos propietarios, los mecanismos del mercado ―incluyendo el financiero usurario― se encargarían de volver a centralizar esa propiedad repartida en manos de unos pocos. La dificultad política residía en la condición ideológica preexistente, de que una mayoría absoluta de la sociedad rusa ―los campesinos― aspiraban a ser propietarios privados de las tierras que le corresponderían en ese reparto democráticamente decidido. Y esta condición no se podía transformar sino con tiempo de trabajo político suficiente con arreglo al propósito de transformar la conciencia de los campesinos, para que se avengan a abandonar el concepto contrarrevolucionario de propietarios privados, por el de propietarios comunitarios o colectivos, que era lo que estaba exigiendo la revolución técnica de los medios de producción en el agro. Así como el POSDR había necesitado tiempo para que los campesinos perdieran el respeto por la autocracia y su base de apoyo en los terratenientes ―como condición de la decisión mayoritaria de expropiarles para consumar la revolución democrática― necesitaría tiempo para preparar las condiciones económicas y políticas que permitieran iniciar la revolución socialista “limpiando de impurezas reaccionarias al movimiento campesino”; tiempo para convencer a sus aliados políticos ―dentro de los “comités revolucionarios campesinos”― de la necesidad de hacer irreversible la desaparición del latifundio en el campo ruso, impidiendo que se repitiera el lento y doloroso proceso de diferenciación traumática del campesinado ruso desde los tiempos del zar Alejandro II, que condujo a la degradación de la pequeña producción agraria en favor del campesinado medio y rico, en una sucesión de ruina creciente, miseria insostenible, abandono forzoso de la tierra y migración desesperada hacia los suburbios urbanos, para ir a engrosar allí el ejército obrero industrial de reserva.

Dado que la revolución democrática se consumaría con la caída de la autocracia y la expropiación de los terratenientes, a partir de ese momento los socialdemócratas revolucionarios no podían congelar indefinidamente la decisión del reparto; pero tampoco podían ceder a las impurezas ideológicas reaccionarias producto del instinto propietario de los campesinos, sin provocar la involución del proceso democrático mismo y la pérdida de todas las conquistas económicas y sociales vinculadas a la necesaria transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución democrático-socialista. Los socialdemócratas revolucionarios no debían, pues, “atarse las manos” ante esas asechanzas de la contrarrevolución monárquico-burguesa a caballo del criterio de reparto en régimen de propiedad como querían los campesinos y el Partido Socialista Revolucionario. Pero desde el punto de vista práctico de la razón revolucionaria inmediatamente antes de la lucha por el poder, tampoco era “razonable” definir el criterio revolucionario del reparto antes de consumarse la confiscación, la revolución democrática. De ahí la indefinición del POSDR en su III Congreso respecto a este asunto: 

<<En la resolución no se dice ni una palabra acerca de que el Partido Socialdemócrata se comprometa a poyar el paso de las tierras confiscadas precisamente a manos de los propietarios pequeñoburgueses. La resolución dice que apoyamos “hasta la confiscación”, es decir, hasta la expropiación sin indemnización, pero no decide en modo alguno la cuestión de a quién entregar lo expropiado. No es casual que se haya dejado en pie esta cuestión: los artículos del periódico “Vperiod”(números 11, 12 y 15) [62] muestran que se consideraba poco razonable decidir de antemano este problema. Allí se consideraba, por ejemplo, que en la república democrática, la socialdemocracia no puede comprometerse y atarse las manos en lo que se refiere a la nacionalización de la tierra>> (V.I. Lenin: “Posición de la socialdemocracia ante el movimiento campesino” 14/09/1905)   

¿Por qué no era razonable definir de ante mano el criterio del reparto? Lenin entendía que la “impureza reaccionaria” del pequeño propietario en la revolución democrática, constituía el virtual o potencial “antagonismo de clase” entre el proletariado agrícola y el campesino parcelario en tanto que burgués agrario explotador de trabajo ajeno. Y el criterio político objetiva y estratégicamente revolucionario a emplear en el reparto de las tierras una vez expropiados los terratenientes, era lo que estaba en el centro de este antagonismo social potencial. [63] . Para Lenin, la resolución de este antagonismo era inevitable, aunque en setiembre de 1905 todavía era imposible prever exactamente en qué grado y por qué causa tal antagonismo se pondría a la orden del día. Pero advertía que “bien podía ser” por causa del criterio político respecto del reparto de las tierras, esto es, probablemente muy pronto, dado el brusco cambio en la correlación política de fuerzas que se estaba operando en favor de las fuerzas revolucionarias. Precisamente por eso Lenin entendía que no era “razonable” adelantar nada sobre el criterio del reparto, dado que en ese momento se trataba de garantizar la unidad de acción revolucionaria contra la autocracia por la toma del poder, como condición necesaria previa de la confiscación. Pero, sobre todo, porque ese criterio dependía de la correlación política de fuerzas dentro del propio bloque de poder entre el proletariado y el campesinado antes y después de la conquista del poder, así como de la capacidad de reagrupamiento y reacción del contubernio contrarrevolucionario entre burgueses, terratenientes y agentes políticos y militares de la autocracia desplazados del poder. Y fue en esta instancia del desarrollo de su pensamiento, cuando se abrió paso la lógica de la revolución permanente:

  <<El antagonismo de clase entre el proletariado agrícola y la burguesía campesina es inevitable, y nosotros lo ponemos al descubierto por antelación, lo explicamos y nos preparamos para luchar en este terreno. Uno de los motivos de esta lucha, puede muy bien ser la cuestión de a quién y cómo entregar las tierras confiscadas. Y nosotros no velamos esta cuestión, no prometemos el reparto igualitario, la “socialización”, etc., sino que decimos que, entonces, volveremos a luchar, lucharemos en un nuevo plano y con otros aliados (se refiere a los campesinos pobres y al semiproletariado del campo); que entonces estaremos sin reservas con el proletariado rural, con toda la clase obrera, contra  la burguesía agraria.>> (V.I. Lenin: Op. Cit. Lo entre paréntesis y el subrayado es nuestro)

Ante esa hipotética emergencia, Lenin señalaba la necesidad de tener que luchar más o menos violentamente y más temprano que tarde “contra” el resabio ideológico burgués de los campesinos, para que el reparto de la gran propiedad feudal se hiciera según el siguiente criterio: la entrega en propiedad a pequeños campesinos allí donde “predomine la gran propiedad opresora, feudal, y no existan aún las condiciones materiales para la gran producción socialista”, pero que con el triunfo de la revolución democrática serían nacionalizadas para ser entregadas en carácter de posesión hereditaria, en cuanto se completara la revolución democrática; respecto de las grandes haciendas capitalistas ya en funcionamiento, serían entregadas a “asociaciones de obreros”, lo cual significaría trascender los límites de la revolución democrático-burguesa para pisar los umbrales del socialismo....

<<...pues de la revolución democrática comenzaremos en seguida, y precisamente en la medida de nuestras fuerzas, de las fuerzas del proletariado con conciencia de clase y organizado, a la revolución socialista. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida [64] . No nos quedaremos a mitad de camino. (como hizo posteriormente Stalin) Si no prometemos desde ahora e inmediatamente todo género de “socializaciones”, es porque conocemos las verdaderas condiciones para esta tarea y, lejos de disimular la nueva lucha de clases que madura en el seno del campesinado, la ponemos al descubierto.>> (V.I. Lenin: Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En tal sentido, Lenin estableció claramente los límites entre la terminación de la revolución democrática (derrota de la autocracia y consiguiente expropiación de los terratenientes) y el principio o no de la revolución socialista según los criterios de reparto que finalmente se adopten. Ambos en términos de lucha de clases en el agro, que impidan en todo lo posible la involución del proceso revolucionario, volviendo a insistir en que el reparto se haría no de acuerdo con un criterio prefijado, sino según los condicionamientos históricos de la lucha de clases en el seno del bloque de poder obrero-campesino triunfante y fuera de él, esto es, según la correlación de fuerzas entre el proletariado y el campesinado incluida la lucha ideológica del proletariado revolucionario bajo la forma de propaganda contra las impurezas reaccionarias de los campesinos― y contra el hostigamiento de los  residuos políticos y militares contrarrevolucionarios desalojados del poder. Todo ello según el principio histórico inamovible de “mitigar y abreviar los dolores del parto socialista” [65] y con el siguiente criterio táctico:

<<Primero apoyaremos hasta el fin, por todos los medios, hasta la confiscación, al campesinado en general contra el terrateniente; después (e inclusive no después, sino al mismo tiempo), apoyaremos al proletariado contra el campesinado en general. Predecir ahora la combinación de fuerzas que se operará en el seno del campesinado “al día siguiente” de la revolución [democrática], es vana utopía. Sin caer en el aventurerismo, sin traicionar nuestra conciencia científica, sin buscar popularidad barata, podemos decir y decimos solamente una cosa: ayudaremos con todas nuestras fuerzas a todo el campesinado a hacer la revolución democrática, para que a nosotros, al partido del proletariado, nos sea más fácil pasar lo antes posible a un objetivo nuevo y superior: la revolución socialista. No prometemos ninguna armonía, ningún “igualitarismo”, ninguna “socialización” después de la victoria de la insurrección campesina actual; por el contrario, “prometemos” una nueva lucha, una nueva desigualdad, una nueva revolución a la cual aspiramos. Nuestra doctrina es menos “dulce” que las fábulas de los socialistas revolucionarios, pero quienes deseen que les ofrezcan sólo cosas dulces, que acudan a los socialistas revolucionarios; nosotros les diremos ¡buen viaje!>> (V.I. Lenin: Op.cit. Lo entre corchetes y el subrayado es nuestro)

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[62] Se refiere a sus trabajos: “El proletariado y el campesinado” (23/03/1905), “Sobre nuestro programa agrario” (29/03/1905) y “El programa agrario de los liberales” (20/04/1905)

[63] En “Del populismo al marxismo” (24/01/1905),  Lenin vuelve sobre lo demostrado en “el desarrollo del capitalismo en Rusia”, para desmentir a los intelectuales populistas, que definían como “trabajadores” a esta categoría social de pequeñoburgueses rurales.

[64] Como hemos visto, Marx empleó la expresión “revolución permanente”. En  el capítulo 3 de “La revolución bolchevique (1917-1923)”, E.H. Carr dice que “los autores rusos empleaban ‘permanentnaya’. En la controversia posterior se hizo el intento de distinguir entre la revolución ‘permanente’ por que abogaba Trotsky, y la revolución ‘ininterrumpida’ que Lenin aceptaba. Pero la variación terminológica no tiene ningún significado”.  

[65] Cf.: K. Marx: “El Capital” Prólogo a la primera edición.