Lenin, que tenía muy presente en su memoria el resultado de los sucesos de 1848/49 a través de las obras políticas de Marx y Engels ―desde el “Manifiesto” hasta la “Circular al Comité Central de la Liga de los Comunistas” de marzo de 1850― quería evitar la reedición del ya tradicional contubernio tramposo entre burgueses y terratenientes, que habían dado al traste con la revolución burguesa europea en 1848/49 y la española de 1873/74. Para eso, entendió necesario luchar por un gobierno provisional revolucionario que garantizara la libre convocatoria de una Asamblea General Constituyente, cuya elección reflejara políticamente a las mayorías sociales del país. Por tanto, propuso que la lucha contra la autocracia desembocara en la “dictadura revolucionaria democrática de obreros y campesinos”; para Lenin y los “bolcheviques”, esta era la única fórmula de poder social efectivo, capaz de realizar la democracia política en Rusia a la vez que avanzar en el terreno económico social hacia los umbrales del socialismo según los obligados condicionamientos del capitalismo en ese momento.

En efecto, si se trataba de remover los obstáculos antidemocráticos burgueses inmediatos para el desarrollo de la sociedad en dirección del socialismo. Había que identificarlos. Según Lenin, en ese momento eran dos: la autocracia, cuya esencia era la conculcación de toda libertad política, de acceso a las decisiones políticas de las mayorías sociales en Rusia, y los terratenientes, cuya esencia era la conculcación de toda libertad económica de acceso al trabajo de esas mismas mayorías sociales ―los campesinos― sobre las tierras de labor en poder de los terratenientes. Sin la conquista previa de estas dos libertades burguesas esenciales ―según Lenin― era imposible pisar firmemente en el terreno de la lucha por el socialismo. Nótese que, hasta aquí, Lenin no saca los pies del tiesto en que Marx y Engels plantaron las raíces políticas tácticas del “Manifiesto” en su capítulo IV, respecto de que, en aquellas condiciones históricas, y hasta donde la experiencia política del movimiento les había permitido discernir, los obreros debían resignar sus propios objetivos estratégicos a los de la pequeñoburguesía radicalizada: los campesinos. Como hemos visto, según el planteo de Lenin en “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, se trataba de que, a través de la democratización de la propiedad rural, el proceso de diferenciación social y la consecuente proletarización del campesinado, se llevaran a cabo con la mayor rapidez posible, para acercar el horizonte en que los asalariados llegaran a constituirse en mayoría absoluta de la población, premisa que le permitiría pasar de la lucha por las libertades democrático-burguesas a la lucha por su emancipación social como clase, a la lucha por el socialismo.

Ahora bien, para elegir la táctica conducente a tal estrategia de poder, lo primero que hay que determinar es la correlación de fuerzas sociales fundamentales o básicas, es decir, si el proletariado es suficientemente numeroso como para encargarse de llevar adelante la tarea de acaudillar al campesinado arrastrándolo tras de sí hacia la revolución democrático-burguesa. En caso afirmativo, la segunda premisa consiste determinar la correlación de fuerzas políticas entre esas mismas clases, o sea, la capacidad del partido revolucionario para hacerse cargo de educar y dirigir la lucha política de las fuerzas proletarias disponibles para la lucha. 

Con ese propósito, Lenin apeló a la memoria histórica del movimiento revolucionario del proletariado, a lo actuado por la “Liga de los comunistas” en Alemania durante la revolución europea de 1848. Consultando los escritos de la época firmados por Marx y Engels en la Nueva Gaceta Renana”, observó que, en aquel momento, la correlación de fuerzas sociales fundamentales en Alemania, distaba todavía bastante de acercarse a la de Rusia en 1905 [54] ; no así la situación del partido revolucionario respecto del partido de la pequeñoburguesía, que fortalecía su caudal militante y su proyección política hacia la sociedad, en tanto que las fuerzas revolucionarias estaban en franca dispersión y  debilitamiento orgánico. Citando la “Circular” de Marx y Engels al Comité Central de la “Liga” en marzo de 1850, Lenin dice lo siguiente:

<<El documento que comentamos fue escrito tomando como base la experiencia de dos años de una época revolucionaria, los de 1848 y 1849. Marx formula los resultados de dicha experiencia en los siguientes términos: Por aquél tiempo (es decir, en 1848 y 1849), “la primitiva y sólida organización de la Liga se ha debilitado considerablemente. Gran parte de sus miembros ―los que participaron de manera directa en el movimiento revolucionario― creían que ya había pasado la época de las sociedades secretas y que bastaba con la sola actividad pública. Algunos distritos y comunidades [Gemeinden] han ido debilitando poco a poco sus conexiones con el Comité Central y terminaron por romperlas. Así, pues, mientras el partido democrático, el partido de la pequeñoburguesía, fortalecía su organización en Alemania, el partido obrero perdía su única base firme, a lo sumo conservaba su organización en algunas localidades, para fines puramente locales, y por eso, en el movimiento general cayó por entero bajo la influencia y la dirección de los demócratas pequeñoburgueses. ¡Hay que meditar muy bien sobre el significado de estas afirmaciones categóricas!>> (V.I. Lenin: “Sobre el gobierno provisional revolucionario” Artículo primero. 3 y 9 de junio de 1905)

Marx razonaba de este modo en medio de la ola revolucionaria, después de la rebelión triunfante en Berlín y la convocatoria de un parlamento revolucionario, cuando buena parte del país se encontraba insurreccionado y el poder había pasado temporalmente a manos de gobiernos insurgentes. Sin embargo, en ese ambiente de euforia, Marx había llegado a la conclusión de que las fuerzas revolucionarias habían sufrido una derrota. ¿Por qué? Porque en términos de organización, el partido de la pequeñoburguesía había ganado peso social e influencia política a expensas del partido obrero, que evidenciaba no haber podido ganarse la voluntad política del campesinado ni de la pequeñoburguesía urbana, sino que se verificaba la tendencia inversa. “¿No nos señala esto con la mayor claridad ―pregunta Lenin― una situación política en la que no existía el menor margen para formular siquiera el problema de la participación del partido obrero en el gobierno?:

<<¡Después de dos años de una época revolucionaria, durante la cual Marx pudo publicar, por espacio de nueve meses, el periódico más revolucionario del partido obrero, fue preciso reconocer que dicho partido se hallaba desorganizado por completo, que no existía en parte alguna ―dentro de la corriente general― una tendencia proletaria más o menos claramente expresada (la “Confraternidades obreras” de Stephan Born [55] era harto insignificante) y que el proletariado había caído, no sólo bajo el dominio, sino inclusive bajo la dirección de la burguesía!>> (Op. Cit.)

En semejantes condiciones, sólo a politicastros pequeñoburgueses oportunistas y arribistas, ayunos de toda vocación de poder revolucionario, se les podía ocurrir participar en un gobierno provisional. Es natural que frente a esas circunstancias ―las de Alemania y las de su propio partido― Marx y Engels debieran con toda decisión y firmeza sacar a la luz verdades para combatir la fraseología democrática que trataba de presentar la acción programática revolucionaria independiente de los obreros como divisionista y sectaria, “como una escisión del partido democrático”...:

<<...(¡fijémonos  bien en esto! ¡Sólo puede escindirse lo que antes formaba una unidad y sigue formándola en el sentido ideológico). Tenían que poner a los miembros de la “Liga de los Comunistas” en guardia  contra el peligro de dejarse aturdir por esta fraseología>> (Op. Cit.)

Tras el cobarde papel que la burguesía liberal había desempeñado durante el primer acto de la revolución que acababa de finalizar, y teniendo en cuenta la inmadurez demostrada por el proletariado, que le impedía convertirse de inmediato en fuerza hegemónica dentro del bloque de poder obrero-campesino, la perspectiva revolucionaria desde la que Marx y Engels observaban los acontecimientos para que el proletariado pudiera encontrar en ellos su lugar adecuado, les hacía ver con toda claridad que, si en el curso del próximo ascenso de las luchas políticas, el proletariado alemán no conseguía superar su atraso político, la pequeñoburguesía democrática haría con él lo que la burguesía había hecho en 1848; y advertían de que el partido pequeñoburgués democrático es el enemigo más peligroso, porque durante los primeros momentos de la lucha ―los más decisivos que determinan el signo político de su resultado final, en que el “árbol” del enemigo común no deja ver el “bosque” del enemigo estratégico― los demócratas pequeñoburgueses utilizarán esa opacidad engañosa en que la lucha de clases aparece ante los obreros como puro instinto de masa ideológicamente informe y orgánicamente dispersa ―sin educación política de clase ni partido propio― para convocarles a la unidad orgánica en pos de la lucha por los intereses democráticos generales, induciéndoles a entrar en el gran partido democrático de oposición a la burguesía. Conseguido ese objetivo táctico de desorganizar a los obreros organizándoles en su propia opción política, utilizarían su valentía, decisión y espíritu de sacrificio, cediéndoles el protagonismo en la primera línea de combate, mientras ellos, en la retaguardia, convertirían esa fuerza en moneda de cambio ante la mesa de negociaciones con el “enemigo común”. Y tan pronto hayan alcanzado el mejor acuerdo favorable a sus intereses, exhortarán a los obreros a que cesen la lucha y regresen a su trabajo:

<<El papel de traición que los liberales burgueses alemanes desempeñaron respecto al pueblo en 1848, lo desempeñarán en la próxima revolución los pequeños burgueses demócratas, que ocupan hoy, en la oposición, el mismo lugar que ocupaban los liberales burgueses antes de 1848.>> (K.Marx-F.Engels: “Circular al CC de la Liga de los Comunistas” Marzo de 1850) [56]

Para evitar esta probable posibilidad, Marx y Engels proponían a los militantes de la ”Liga” imponerse de inmediato abandonar las organizaciones democráticas y dedicar todas sus energías al frente de trabajo político en los clubes obreros, para fortalecer la organización del partido proletario, no ya como organización de propaganda sino como organización de combate. Al mismo tiempo, para hacer frente a la previsible traición de la pequeñoburguesía, los revolucionarios debían hacer comprender a las bases obreras, la necesidad de organizarse en clubes políticos, sino en organizaciones paramilitares, procurándose de todo tipo de armamento y munición, para empezar a actuar en prevención de nuevas formaciones “cívicas” pequeñoburguesas dirigidas contra los obreros. Todas estas medidas iban, en lo inmediato dirigidas a crear y fortalecer el espíritu de independencia política y militar del proletariado, combatiendo el espíritu remanente de tutelaje ideológico y político de la pequeñoburguesía sobre el movimiento:

<<Hay que imponer inmediatamente el armamento de todo el proletariado con carabinas, fusiles, cañones y munición, evitando que renazca la vieja Milicia cívica, dirigida contra los obreros. Pero donde esto no pueda impedirse, los obreros deberán organizarse por su cuenta como Guardia proletaria, con jefes y Estados mayores de su propia elección y bajo el mando, no del poder del Estado, sino de los consejos municipales revolucionarios impuestos por los mismos obreros. Los sectores obreros que trabajan por cuenta del Estado, deberán imponer su armamento y su organización en cuerpo especial, con jefes de su propia elección, o como parte integrante de la Guardia proletaria. Bajo ningún pretexto deberán soltar las armas y municiones, y se resistirán, si necesario fuese por la fuerza, a todo intento de desarme. Acabar con la influencia de los demócratas burgueses sobre los obreros, inmediata organización (política) independiente y armada de estos, e imposición de las condiciones más gravosas y comprometedoras para la hegemonía ―momentáneamente inevitable― de la democracia burguesa: he ahí los puntos fundamentales que, durante la insurrección que se avecina y en el transcurso de ella, deberá tener presentes el proletariado y también, por consiguiente, la Liga.>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Fijémonos que, ante la previsión ―posteriormente desmentida por los hechos― de una próxima revolución en Europa, Marx y Engels en modo alguno se plantean ―como partido― formar parte del gobierno provisional revolucionario resultante de esa lucha por el poder. Por eso ni siquiera se plantean el problema. Por tanto, tampoco propusieron al movimiento obrero la consigna de Asamblea constituyente. Sencillamente porque, dadas las condiciones en que se encontraba la “Liga”, eso sería hacer el más rastrero seguidismo oportunista a la pequeñoburguesía, limitar el papel del proletariado a la función de simples ordenanzas al servicio del pequeño capital y, por extensión, del Estado burgués. En este punto Lenin volvía a insistir ―y nosotros con el, porque, después de lo que ha llovido desde entonces, hasta bien avanzada la transición al socialismo nunca se insistirá demasiado― sobre las razones por las cuales el proletariado debía plantearse otras tareas que no eran, precisamente, las de su participación en el gobierno provisional resultante de la próxima insurrección triunfante en Alemania. Esas tareas consistían en formar un partido ideológica y políticamente independiente de la burguesía en su conjunto, incluida la pequeñoburguesía (rural y urbana: comerciantes, artesanos, campesinos pobres, y semiproletarios) cosa que no había sido el caso hasta ese momento con la “Liga”, tal como lo estaba demostrando el debate ―que motivó la “Circular” entre la fracción de los autoproclamados “hombres de acción” comandados por Willich y Schapper [57] , y los que éstos llamaban despectivamente “hombres de la pluma” dirigidos por Marx y Engels:

<<La conclusión que de ello se extrae es clara: en su famoso Mensaje, Marx no toca para nada el problema de si, en principio, es admisible la participación del proletariado en un gobierno revolucionario provisional. Se limita a analizar la situación concreta de Alemania en 1850. Y no dice una palabra acerca de una posible participación de la “Liga de los Comunistas” en un gobierno revolucionario, por la sencilla razón de que, en la situación de entonces, ni siquiera podía plantearse la idea de semejante participación en nombre del partido obrero y con la finalidad de llegar a la dictadura democrática.

La idea de Marx era la siguiente: nosotros, los socialdemócratas de 1850, no estamos organizados (como partido con influencia suficiente de masas), hemos sufrido una derrota en el primer período de la revolución, nos encontramos (en cuanto a posibilidades de incidir en la lucha política) completamente a remolque de la burguesía; debemos organizarnos de modo independiente, indefectiblemente y pase lo que pase, pues, si no lo hacemos, cuando se produzca la victoria del nuevo partido pequeñoburgués, orgánicamente fortalecido y poderoso, volveremos a marchar a la zaga.>> (V.I. Lenin: “Sobre el gobierno provisional revolucionario”. Artículo primero)

A esta idea de Marx sobre la necesidad del partido ―ideológica, política y organizativamente― independiente del proletariado, así como a su metodología de construcción, ya nos hemos referido en el  capítulo correspondiente a “La constitución política de la burguesía en Francia” [apartado III, parágrafo d) “Del Manifiesto Comunista como guía para la acción al Manifiesto Comunista como tópico”], donde se advierte con toda claridad la línea de continuidad conceptual entre Marx, desde 1846 y Lenin desde 1902, sobre la concepción del partido.

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[54] Aunque la Rusia de 1905 seguía siendo ―como Alemania en 1848― un país eminentemente agrario, su industria había alcanzado un desarrollo muy superior al de la burguesía alemana en tiempos de Marx, cuya gran industria era casi inexistente; por tanto, el proletariado ruso era relativamente mucho más numeroso que el alemán en una y otra época.  

[55] Organización fundada en 1848 por S. Born, quien pertenecía a la tendencia reformista dentro del movimiento obrero alemán. Se limitó a la lucha económica, desviando de esa manera a los obreros de la lucha política y de los objetivos fundamentales de la revolución. F. Engels se refirió a las actividades de esa organización en los siguientes términos: “Las publicaciones oficiales de su confraternidad, confunden y mezclan continuamente las concepciones del ‘Manifiesto Comunista’ con reminiscencias y deseos gremiales, fragmentos de las ideas de Luis Blanc y Proudhon, la defensa del proteccionismo, etc.; en pocas palabras, esa gente quería contentar a todos”. Durante la revolución de 1848/49, la “confraternidad obrera” se mantuvo al margen del movimiento político del proletariado; existió sólo en el papel y su importancia fue tan escasa, que en 1850 fue disuelta por la reacción. (Nota de la Edición) 

[56] Como hemos visto, tal fue el comportamiento contrarrevolucionario cómplice con la burguesía liberal, que la pequeñoburguesía francesa tuvo en 1848 durante la insurrección obrera de junio, cuya derrota significó la pérdida de buena parte de las reivindicaciones democráticas conquistadas por la revolución de febrero, poniendo a Francia en el camino de regreso de la república burguesa al segundo imperio bajo el dominio de la burguesía financiera.

[57] Cfr.: F.Engels: “Contribución a la historia de la Liga de los  Comunistas”