A mi inolvidable amigo,
el intrépido, fiel, noble paladín del proletariado
WILHELM WOLFF
Nació en Tarnau, el 21 de junio de 1809.
Murió en Manchester, en el exilio,
el 9 de mayo de 1864.
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
[1]
[a]
La obra cuyo primer tomo entrego al público es la continuación de mi trabajo "Contribución a la crítica de la economía política", publicado en 1859.
La prolongada pausa entre comienzo y continuación se debió a una enfermedad que me ha aquejado durante años e interrumpido una y otra vez mi labor.
En el primer capítulo del presente tomo se resume el contenido de ese
escrito anterior [2]. Y ello,
no sólo para ofrecer una presentación continua y completa. Se ha mejorado la
exposición. En la medida en que las circunstancias lo permitieron, ampliamos
el desarrollo de muchos puntos que antes sólo se bosquejaban, mientras que,
a la inversa, aquí meramente se alude a aspectos desarrollados allí con detenimiento.
Se suprimen ahora por entero, naturalmente, las secciones sobre la historia
de la teoría del valor y del dinero. Con todo, el lector del escrito precedente
encontrará, en las notas del capítulo primero, nuevas fuentes para la historia
de dicha teoría.
Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias. La
comprensión del primer capítulo, y en especial de la parte dedicada al
análisis de la mercancía, presentará por tanto la dificultad mayor. He
dado el carácter más popular posible a lo que se refiere más concretamente al
análisis de la sustancia y magnitud del valor [3b].
[6] La forma de valor, cuya figura acabada es la forma de dinero,
es sumamente simple y desprovista de contenido.No obstante, hace más de dos
mil años que la inteligencia humana procura en vano desentrañar su secreto,
mientras que ha logrado hacerlo, cuando menos aproximadamente, en el caso de
formas mucho más complejas y llenas de contenido. ¿Por qué? Porque es más fácil
estudiar el organismo desarrollado que las células que lo componen. Cuando
analizamos las formas económicas, por otra parte, no podemos servirnos del microscopio
ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces del uno
y los otros.
Para la sociedad burguesa la forma de mercancía, adoptada por el producto del trabajo, o la forma de valor de la mercancía, es la forma celular económica.
Al profano le parece que analizarla no es más que perderse en meras minucias y sutileza.
Se trata, en efecto, de minucias y sutilezas, pero de la misma manera que es a ellas a que se consagra la anatomía micrológica.
Exceptuando el apartado referente a la forma de valor, a esta obra no se la podrá acusar de ser difícilmente comprensible.
Confío, naturalmente, en que sus lectores serán personas deseosas de aprender algo nuevo y, por tanto, también de pensar por su propia cuenta.
El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma
más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es
posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado
del proceso. Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción
capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes.
La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy, Inglaterra. Es éste
el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo de ese país como principal
fuente de ejemplos. [7] Pero si el lector alemán se encogiera farisaicamente
de hombros ante la situación de los trabajadores industriales o agrícolas ingleses,
o si se consolara con la idea optimista de que en Alemania las cosas distan
aún de haberse deteriorado tanto, me vería obligado a advertirle: De te fabula
narratur! [¡A ti se refiere la historia!] [4].
En sí, y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado, en su desarrollo, por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales de la producción capitalista.
Se trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad.
El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro.
Pero dejemos esto a un lado. Donde la producción capitalista se ha aclimatado
plenamente entre nosotros, por ejemplo en las fábricas propiamente dichas, las
condiciones son mucho peores que en Inglaterra, pues falta el contrapeso
de las leyes fabriles. En todas las demás esferas nos atormenta, al igual que
en los restantes países occidentales del continente europeo, no sólo el desarrollo
de la producción capitalista, sino la falta de ese desarrollo. Además de las
miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, resultantes
de que siguen vegetando modos de producción vetustos, meras supervivencias,
con su cohorte de relaciones sociales y políticas anacrónicas. No sólo
padecemos a causa de los vivos, sino también de los muertos. Le mort saisit
le vif! [¡El muerto atrapa al vivo!] [5]bis
Comparada con la inglesa, la estadística social de Alemania y de los demás países
occidentales del continente europeo es paupérrima. Aun así, descorre el velo
lo suficiente para que podamos vislumbrar detrás del mismo una cabeza de Medusa.
Nuestras propias condiciones nos llenarían de horror si nuestros gobiernos
y parlamentos, como en Inglaterra, designaran periódicamente comisiones investigadoras
de la situación económica; si a esas comisiones se les confirieran los mismos
plenos poderes de que gozan en Inglaterra para investigar la verdad; si a tales
efectos se pudiera encontrar hombres tan competentes, imparciales e inflexibles
como los inspectores fabriles ingleses, como sus autores de informes médicos
acerca de la "Public Health" (salud pública), sus funcionarios encargados
de investigar la explotación de las mujeres y los niños y las [8] condiciones
de vivienda y de alimentación, etc. Perseo se cubría con un yelmo de niebla
para perseguir a los monstruos [6].
Nosotros nos encasquetamos el yelmo de niebla, cubriéndonos ojos y oídos para
poder negar la existencia de los monstruos.
No debemos engañarnos.
Así como la guerra norteamericana por la independencia, en el siglo XVIII, tocó a rebato para la clase media europea, la guerra civil norteamericana del siglo XIX hizo otro tanto con la clase obrera europea.
En Inglaterra el proceso de trastocamiento es tangible.
Al alcanzar cierto nivel, habrá de repercutir en el continente.
Revestirá allí formas más brutales o más humanas, conforme al grado de desarrollo alcanzado por la clase obrera misma.
Prescindiendo de motivos más elevados, pues, su propio y particularísimo interés exige de las clases hoy dominantes la remoción de todos los obstáculos legalmente fiscalizables que traban el desarrollo de la clase obrera.
Es por eso que en este tomo he asignado un lugar tan relevante, entre otras cosas, a la historia, el contenido y los resultados de la legislación fabril inglesa.
Una nación debe y puede aprender de las otras.
Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna , no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto.
Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto.
Dos palabras para evitar posibles equívocos.
No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente.
Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase.
Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas.
En el dominio de la economía política, la investigación científica libre
no solamente enfrenta al mismo enemigo que en todos los demás campos. La naturaleza
peculiar de su objeto convoca a la lid contra ella a las más violentas, mezquinas
y aborrecibles pasiones del corazón [9] humano: las furias del interés
privado. La Alta Iglesia de Inglaterra [7],
por ejemplo, antes perdonará el ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve
artículos de fe que a un treintainueveavo de sus ingresos. Hoy en día el propio
ateísmo es culpa levis [pecado venial] si se lo compara con la crítica
a las relaciones de propiedad tradicionales. No se puede desconocer, con todo,
que en este aspecto ha habido cierto progreso. Me remito, por ejemplo, al libro
azul [8] publicado hace pocas
semanas: "Correspondence with Her Majesty's Missions Abroad, Regarding
Industrial Questions and Trade Unions". Los representantes de la corona
inglesa en el extranjero manifiestan aquí, sin circunloquios, que en Alemania,
Francia, en una palabra, en todos los estados civilizados del continente europeo,
la transformación de las relaciones existentes entre el capital y el trabajo
es tan perceptible e inevitable como en Inglaterra. Al mismo tiempo, allende
el Océano Atlántico, el señor Wade, vicepresidente de los Estados Unidos de
Norteamérica, declaraba en mítines públicos: tras la abolición de la esclavitud,
pasa al orden del día la transformación de las relaciones del capital y las
de la propiedad de la tierra. Son signos de la época, que no se dejan encubrir
ni por mantos de púrpura ni con negras sotanas. No anuncian que ya mañana vayan
a ocurrir milagros. Revelan cómo hasta en las clases dominantes apunta el presentimiento
de que la sociedad actual no es un inalterable cristal, sino un organismo sujeto
a cambios y constantemente en proceso de transformación.
El segundo tomo de esta obra versará en torno al proceso de circulación
del capital (libro segundo) y a las configuraciones del proceso en su
conjunto (libro tercero); el tercero y final (libro cuarto), a la
historia de la teoría[9].
Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica.
En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones, será mi divisa, como siempre, la del gran florentino:
Segui il tuo corso, e lascia dir le genti!
[¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!][10]
KARL MARX
Londres, 25 de julio de 1867.
[11]
EPILOGO A LA SEGUNDA EDICION
Debo, para empezar, informar a los lectores de la primera edición sobre las modificaciones introducidas en la segunda.
Salta a la vista la mejor subdivisión de la obra.
En todos los casos, las notas suplementarias están indicadas como notas de la segunda edición.
En lo referente al texto mismo, lo más importante es lo siguiente:
Capítulo I, 1:
hemos efectuado con mayor rigor científico la derivación del valor mediante el análisis de las ecuaciones en las que se expresa todo valor de cambio; del mismo modo, se ha destacado de manera expresa el nexo, en la primera edición apenas indicado, entre la sustancia del valor y la determinación de la magnitud de éste por el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Se ha reelaborado íntegramente el capítulo I, 3 (La forma de valor), tal como ya lo exigía la exposición doble de la primera edición.
Dejo constancia, de paso, que esa exposición doble me la había sugerido en Hanóver mi amigo el doctor Ludwig Kugelmann.
Me encontraba de visita en su casa, en la primavera de 1867, cuando llegaron de Hamburgo las primeras galeras, y fue él quien me persuadió de que hacía falta, para la mayor parte de los lectores, una exposición suplementaria y más didáctica de la forma de valor.
Se ha modificado en gran parte el último apartado del capítulo I, "El carácter fetichista de la mercancía, etc." Hemos revisado cuidadosamente el capítulo III, 1 (La medida de los valores), puesto que en la primera edición, en la que nos remitíamos al estudio que del punto habíamos efectuado en la "Contribución a la [12] crítica de la economía política", Berlín, 1859, tratamos con negligencia ese apartado.
Reelaboramos considerablemente el capítulo VII, y en especial el apartado 2.
No sería provechoso referirse en detalle a las modificaciones incidentales, a menudo puramente estilísticas, efectuadas en el texto.
Están dispersas por todo el libro.
No obstante, al revisar la traducción francesa que se está publicando en París, he llegado a la conclusión de que más de una parte del original alemán haría requerido una reelaboración radical aquí, allí una mayor corrección de estilo, o también una supresión más cuidadosa de ocasionales inexactitudes.
Faltó el tiempo para ello, pues la noticia de que se había agotado el libro y debía comenzarse a imprimir la segunda edición ya en enero de 1872, no la recibí hasta el otoño de 1871, en momentos en que me hallaba, además, ocupado en otros trabajos urgentes.
La rápida comprensión con que amplios círculos de la clase obrera alemana recibieron
"El capital" es la mejor recompensa por mi trabajo. Un hombre que
en lo económico representa el punto de vista burgués, el fabricante vienés señor
Mayer, expuso certeramente en un folleto [11]
publicado durante la guerra franco-prusiana que la gran capacidad teórica que
pasa por ser el patrimonio alemán, ha abandonado totalmente a las clases presuntamente
cultas de Alemania y renace, por el contrario, en su clase obrera [c].
La economía política ha seguido siendo en Alemania, hasta la hora actual, una
ciencia extranjera. En su "Geschichtliche Darstellung des Handels, der
Gewerbe usw.", y particularmente en los dos primeros tomos de la obra,
publicados en 1830, Gustav von Gülich examinó ya las circunstancias históricas
que obstruyeron, entre nosotros, el desarrollo del modo de producción capitalista,
y por tanto también el que se constituyera la sociedad burguesa moderna. Faltaba,
pues, el suelo nutricio de la economía política. Se la importó, en calidad de
mercancía ya terminada, de Inglaterra y Francia; los profesores alemanes de
esa ciencia siguieron siendo discípulos. En sus manos, la expresión teórica
de una realidad extranjera se transformó en colección de dogmas, interpretados
por ellos conforme al espíritu del mundo pequeñoburgués que los [13]
rodeaba, y en consecuencia mal interpretados. Se procuraba ocultar el sentimiento
de impotencia científica no totalmente reprimible , la conciencia poco tranquilizadora
de tener que oficiar de dómines en un territorio que en realidad les era extraño,
bajo el relumbrón de la sapiencia histórico-literaria o mediante la mezcla de
ingredientes extraños, tomados en préstamo de las llamadas ciencias de cámara
[12], un revoltijo de conocimientos
a cuyo purgatorio debe someterse el esperanzado [d]
candidato a la burocracia alemana.
A partir de 1848 la producción capitalista se desarrolló rápidamente en Alemania, y hoy en día ha llegado ya a su habitual floración de fraudes y estafas.
Pero la suerte sigue siendo esquiva a nuestros especialistas.
Mientras pudieron cultivar desprejuiciadamente la economía política, faltaban en la realidad alemana las modernas relaciones económicas.
Y no bien surgieron dichas relaciones, ello ocurrió en circunstancias que ya no permitían su estudio sin prejuicios dentro de los confines del horizonte intelectual burgués.
En la medida en que es burguesa, esto es, en la medida en que se considera el orden capitalista no como fase de desarrollo históricamente transitoria, sino, a la inversa, como figura absoluta y definitiva de la producción social, la economía política sólo puede seguir siendo una ciencia mientras la lucha de clases se mantenga latente o se manifieste tan sólo episódicamente.
Veamos el caso de Inglaterra. Su economía política clásica coincide con el período
en que la lucha de clases no se había desarrollado. Su último gran representante,
Ricardo, convierte por fin, conscientemente, la antítesis entre los intereses
de clase, entre el salario y la ganancia, entre la ganancia y la renta de la
tierra, en punto de partida de sus investigaciones, concibiendo ingenuamente
esa antítesis como ley natural de la sociedad. Pero con ello la ciencia burguesa
de la economía había alcanzado sus propios e infranqueables límites. La crítica,
en la persona de Sismondi, se enfrentó a aquélla ya en vida de Ricardo, y en
oposición a él [13].
La época subsiguiente, 1820-1830, se distingue en Inglaterra por la vitalidad científica que se manifiesta en [14] el dominio de la economía política.
Fue el período tanto de la vulgarización y difusión de la teoría ricardiana como de su lucha con la vieja escuela.
Se celebraron brillantes torneos.
Las contribuciones efectuadas entonces son poco conocidas en el continente europeo, ya que en gran parte la polémica está diseminada en artículos de revistas, escritos ocasionales y folletos.
El carácter desprejuiciado de esta polémica aunque la teoría ricardiana sirve excepcionalmente, también, como arma de ataque contra la economía burguesa se explica por las circunstancias de la época.
Por una parte, la gran industria salía apenas de su infancia, como lo demuestra el mero hecho de que el ciclo periódico de su vida moderna no es inaugurado sino por la crisis de 1825.
Por otra parte, la lucha de clases entre el capital y el trabajo quedaba relegada a un segundo plano:
políticamente por la contienda que oponía el bando formado por los gobiernos y los señores feudales congregados en la Santa Alianza, a las masas populares, acaudilladas por la burguesía, económicamente, por la querella entre el capital industrial y la propiedad aristocrática de la tierra, pendencia que en Francia se ocultaba tras el antagonismo entre la propiedad parcelaria y la gran propiedad rural, y que en Inglaterra irrumpió abiertamente con las leyes cerealeras.
La literatura económica inglesa correspondiente a esa época recuerda el período de efervescencia polémica que sobrevino en Francia tras la muerte del doctor Quesnay, pero sólo de la manera en que el veranillo de San Martín recuerda la primavera.
Con el año 1830 se inicia la crisis definitiva, concluyente.
La burguesía, en Francia e Inglaterra, había conquistado el poder político.
Desde ese momento la lucha de clases, tanto en lo práctico como en lo teórico,
revistió formas cada vez más acentuadas y amenazadoras. Las campanas tocaron
a muerto por la economía burguesa científica. Ya no se trataba de si este o
aquel teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba útil o perjudicial,
cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines
a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada, y la mala conciencia
y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la investigación
científica sin prejuicios. De todos modos, hasta los machacones opúsculos que
la Anti-CornLaw League [14],
encabezada por los fabricantes Cobden [15] y Bright, sembró a todos los
vientos, presentaban aunque no un interés científico cuando menos un interés
histórico por su polémica contra la aristocracia terrateniente. Pero la legislación
librecambista, de sir Robert Peel en adelante, arrancó este último aguijón a
la economía vulgar.
La revolución continental de 1845-1849 [e]
repercutió también en Inglaterra. Quienes aspiraban aún a tener cierta relevancia
científica y se resistían a ser simples sofistas y sicofantes de las clases
dominantes, procuraron compaginar la economía política del capital con las reivindicaciones
del proletariado, a las que ya no era posible seguir desconociendo. De ahí ese
insípido sincretismo cuyo representante más destacado es John Stuart Mill. Trátase
de una declaración de bancarrota por parte de la economía "burguesa"
[15], tal como lo ha esclarecido
magistralmente el gran sabio y crítico ruso Nikolái Chernishevski en su obra
"Lineamientos de la economía política, según Mill".
En Alemania, pues, el modo de producción capitalista alcanzó su madurez después que su carácter antagónico se hubiera revelado tumultuosamente en Francia e Inglaterra a través de luchas históricas y cuando el proletariado alemán tenía ya una conciencia teórica de clase mucho más arraigada que la burguesía del país.
Por lo tanto, apenas pareció que aquí ilegaría a ser posible una ciencia burguesa de la economía política, la misma se había vuelto, una vez más, imposible.
En estas circunstancias, sus portavoces se escindieron en dos bandos.
Unos gente sagaz, ávida de lucro, práctica se congregaron bajo la bandera de Bastiat, el representante más pedestre y por lo tanto más cabal de la apologética economía vulgar, los otros, orgullosos de la dignidad profesoral de su ciencia, siguieron a John Stuart Mill en el intento de conciliar lo inconciliable.
Tal como en la época clásica de la economía burguesa, al producirse la decadencia de ésta los alemanes siguieron siendo meros aprendices, reiteradores e imitadores, vendedores ambulantes y al pormenor de los mayoristas extranjeros.
El peculiar desarrollo histórico de la sociedad alemana, pues, cerraba las puertas
del país a todo desarrollo original de la economía "burguesa" [16],
pero no a su crítica. En la medida en que tal crítica representa, en general,
a una [16] clase, no puede representar sino a la clase cuya misión histórica
consiste en trastocar el modo de producción capitalista y finalmente abolir
las clases: el proletariado.
En un principio, los portavoces cultos e ignaros de la burguesía alemana procuraron
aniquilar "El capital" por medio del silencio, tal como habían logrado
hacer con mis obras anteriores. Cuando esa táctica ya no se ajustó a las demandas
de la época, se pusieron a redactar, con el pretexto de criticar mi libro, instrucciones
"para tranquilizar la conciencia burguesa", pero encontraron en la
prensa obrera véanse por ejemplo los artículos de Joseph Dietzgen en el "Volksstaat"
[17] paladines superiores, a
los que aun hoy deben la respuesta [18].
En la primavera de 1872 apareció en San Petersburgo una excelente traducción rusa de "El capital".
La edición, de 3.000 ejemplares, ya está prácticamente agotada.
En 1871 el señor Nikolái Sieber, profesor de economía política en la Universidad de Kíev, había presentado ya, en su obra "Teoríia tsénnosti i kapitala D.
Ricardo" ("La teoría de David Ricardo sobre el valor y el capital), mi teoría del valor, del dinero y del capital, en sus lineamientos fundamentales, como desenvolvimiento necesario de la doctrina de Smith-Ricardo.
En la lectura de esta meritoria obra, lo que sorprende al europeo occidental es que el autor mantenga consecuentemente un punto de vista teórico puro.
[17] El método aplicado en "El capital" ha sido poco comprendido, como lo demuestran ya las apreciaciones, contradictorias entre sí, acerca del mismo.
Así, la "Revue Positiviste" [19]
de París me echa en cara, por una parte, que enfoque metafísicamente la economía,
y por la otra ¡adivínese! que me limite estrictamente al análisis crítico de
lo real, en vez de formular recetas de cocina (¿comtistas?) para el bodegón
del porvenir. En cuanto a la inculpación de metafísica, observa el profesor
Sieber: "En lo que respecta a la teoría propiamente dicha, el método de
Marx es el método deductivo de toda la escuela inglesa, cuyos defectos y ventajas
son comunes a los mejores economistas teóricos" [20].
El señor Maurice Block "Les théoriciens du socialisme en Allemagne".
"Extrait du Journal des Économistes, juillet et août 1872 descubre que
mi método es analítico y dice, entre otras cosas: "Con esta obra, el señor
Marx se coloca al nivel de las mentes analíticas más eminentes". Los críticos
literarios alemanes alborotan, naturalmente, acusándome de sofistería hegueliana.
La revista de San Petersburgo "Viéstñik levropi" ("El Mensajero
de Europa"), en un artículo dedicado exclusivamente al método de "El
capital" (número de mayo de 1872, pp. 427-436), encuentra que mi método
de investigación es estrictamente realista, pero el de exposición, por desgracia,
dialéctico-alemán. Dice así: "A primera vista, y si juzgamos por la forma
externa de la exposición, Marx es el más idealista de los filósofos, y precisamente
en el sentido alemán, esto es, en el mal sentido de la palabra. Pero en rigor
es infinitamente más realista que todos sus predecesores en el campo de la crítica
económica... En modo alguno se lo puede llamar idealista". No puedo dar
más cumplida respuesta al autor de ese artículo [21]
que transcribir algunos extractos de su propia crítica, que tal vez interesen,
además, a no pocos de los lectores para los cuales es inaccesible el original
ruso.
Luego de citar un pasaje de mi Prólogo a la "Crítica de la economía política" (Berlín, 1859, pp.
IV-VII), en el que discuto la base materialista de mi método, prosigue el autor:
"Para Marx, sólo una cosa es importante:
encontrar la ley de los fenómenos en cuya investigación se ocupa.
Y no sólo le resulta importante la ley que los rige cuando han adquirido una forma acabada y se hallan en la interrelación que se observa en un período determinado.
Para él [18] es importante, además, y sobre todo, la ley que gobierna su transformación, su desarrollo, vale decir, la transición de una a otra forma, de un orden de interrelación a otro.
No bien ha descubierto esa ley, investiga circunstanciadamente los efectos a través de los cuales se manifiesta en la vida social...
Conforme a ello, Marx sólo se empeña en una cosa:
en demostrar, mediante una rigurosa investigación científica, la necesidad de determinados órdenes de las relaciones sociales y, en la medida de lo posible, comprobar de manera inobjetable los hechos que le sirven de puntos de partida y de apoyo.
A tal efecto, basta plenamente que demuestre, al tiempo que la necesidad del orden actual, la necesidad de otro orden en que aquél tiene que transformarse inevitablemente, siendo por entero indiferente que los hombres lo crean o no, que sean o no conscientes de ello.
Marx concibe el movimiento social como un proceso de historia natural, regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, por el contrario, determinan su querer, conciencia e intenciones...
Si el elemento consciente desempeña en la historia de la civilización un papel tan subalterno, ni qué decir tiene que la crítica cuyo objeto es la civilización misma, menos que ninguna otra puede tener como base una forma o un resultado cualquiera de la conciencia.
O sea, no es la idea, sino únicamente el fenómeno externo lo que puede servirle de punto de partida.
La crítica habrá de reducirse a cotejar o confrontar un hecho no con la idea sino on otro hecho.
Lo importante para ella, sencillamente, es que se investiguen ambos hechos con la mayor precisión posible y que éstos constituyan en realidad, el uno con respecto al otro, diversas fases de desarrollo, le importa, ante todo, que no se escudriñe con menor exactitud la serie de los órdenes, la sucesión y concatenación en que se presentan las etapas de desarrollo.
Pero, se dirá, las leyes generales de la vida económica son unas, siempre las mismas, siendo de todo punto indiferente que se las aplique al pasado o al presente.
Es esto, precisamente, lo que niega Marx.
Según él no existen tales leyes abstractas...
En su opinión, por el contrario, cada período histórico tiene sus propias leyes...
Una vez que la vida ha hecho que caduque determinado período de desarrollo, pasando de un estadio a otro, comienza a ser regida por otras leyes.
En una palabra, la [19] vida económica nos ofrece un fenómeno análogo al que la historia de la evolución nos brinda en otros dominios de la biología...
Al equipararlas a las de la física y las de la química, los antiguos economistas desconocían la naturaleza de las leyes económicas...
Un análisis más profundo de los fenómenos demuestra que los organismos sociales se diferencian entre sí tan radicalmente como los organismos vegetales de los animales...
Es más:
exactamente el mismo fenómeno está sometido a leyes por entero diferentes debido a la distinta estructura general de aquellos organismos, a la diferenciación de sus diversos órganos, a la diversidad de las condiciones en que funcionan, etcétera.
Marx niega, a modo de ejemplo, que la ley de la población sea la misma en todas las épocas y todos los lugares.
Asegura, por el contrario, que cada etapa de desarrollo tiene su propia ley de la población...
Con el diferente desarrollo de la fuerza productiva se modifican las relaciones y las leyes que las rigen.
Al fijarse como objetivo el de investigar y dilucidar, desde este punto de vista, el orden económico capitalista, no hace sino formular con rigor científico la met que debe proponerse toda investigación exacta de la vida económica...
El valor científico de tal investigación radica en la elucidación de las leyes particulares que rigen el surgimiento, existencia, desarrollo y muerte de un organismo social determinado y su remplazo por otro, superior al primero.
Y es éste el valor que, de hecho, tiene la obra de Marx."
Al caracterizar lo que él llama mi verdadero método de una manera tan certera, y tan benévola en lo que atañe a mi empleo personal del mismo, ¿qué hace el articulista sino describir el método dialéctico?
Ciertamente, el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal, del modo de investigación.
La investigación debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno.
Tan sólo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real.
Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística.
Mi método dialéctico no sólo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos, sino que es su antítesis directa.
Para Hegel el proceso del pensar, al que convierte [20] incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación externa.
Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material traspuesto y traducido en la mente humana.
Hace casi treinta años sometí a crítica el aspecto mistificador de la dialéctica
hegueliana, en tiempos en que todavía estaba de moda. Pero precisamente cuando
trabajaba en la preparación del primer tomo de "El Capital", los irascibles,
presuntuosos y mediocres epígonos que llevan hoy la voz cantante en la Alemania
culta [22], dieron en tratar
a Hegel como el bueno de Moses Mendelssohn trataba a Spinoza en tiempos de Lessing:
como a un "perro muerto". Me declaré abiertamente, pues, discípulo
de aquel gran pensador, y llegué incluso a coquetear aquí y allá, en el capítulo
acerca de la teoría del valor, con el modo de expresión que le es peculiar.
La mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta
para que haya sido él quien, por vez primera, expuso de manera amplia y consciente
las formas generales del movimiento de aquélla. En él la dialéctica está puesta
al revés. Es necesario darla vuelta, para descubrir así el núcleo racional que
se oculta bajo la envoltura mística.
En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar lo existente.
En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina, porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero, porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria.
El movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se le revela al burgués práctico, de la manera más contundente, durante las vicisitudes del ciclo periódico que recorre la industria moderna y en su punto culminante:
la crisis general.
Esta crisis nuevamente se aproxima, aunque aún se halle en sus prolegómenos, y por la universalidad de su escenario y la intensidad de sus efectos, atiborrará de dialéctica hasta a los afortunados advenedizos del nuevo Sacro Imperio prusiano-germánico.
KARL MARX
Londres, 24 de enero de 1873.
[21]
PROLOGO Y EPILOGO
A LA EDICION FRANCESA
[f]
Londres, 18 de marzo de 1872.
Al ciudadano Maurice La Châtre.
Estimado ciudadano:
Aplaudo su idea de publicar por entregas periódicas la traducción de "Das Kapital".
En esta forma la obra será más accesible a la clase obrera, consideración que para mí prevalece sobre cualquier otra.
Es ése el lado bueno de la medalla, pero veamos el reverso:
el método de análisis empleado por mí, y que hasta el presente no había sido aplicado a las cuestiones económicas, hace que la lectura de los primeros capítulos resulte no poco ardua, y es de temer que el público francés, siempre impaciente por llegar a las conclusiones, ávido de conocer la relación entre los principios generales y los problemas inmediatos que lo apasionan, se desaliente al ver que no puede pasar adelante de buenas a primeras.
Nada puedo contra ese inconveniente, sin embargo, salvo advertir y prevenir acerca de él a los lectores que buscan la verdad.
En la ciencia no hay caminos reales, y sólo tendrán esperanzas de acceder a sus cumbres luminosas aquellos que no teman fatigarse al escalar por senderos escarpados.
Reciba usted, estimado ciudadano, las seguridades de mi devoto aprecio.
KARL MARX
Traducidos del original francés.
[22]
AL LECTOR
El señor Joseph Roy se había comprometido a efectuar una traducción lo más exacta, e incluso lo más literal que fuera posible; ha cumplido escrupulosamente su tarea.
Pero esa misma escrupulosidad me ha obligado a alterar la redacción, a fin de volverla más accesible al lector.
Estos retoques, introducidos en el correr de los días porque el libro se publicó por entregas, se efectuaron con despareja atención y, seguramente, fueron causa de discordancias estilísticas.
Habiendo emprendido ese trabajo de revisión, terminé por extenderlo también al cuerpo del texto original (la segunda edición alemana), simplificando algunos análisis, completando otros, incluyendo materiales históricos o estadísticos suplementarios, agregando apreciaciones críticas, etcétera.
Sean cuales fueren las imperfecciones literarias de la presente edición francesa, la misma posee un valor científico independiente del original y deben consultarla incluso los lectores familiarizados con la lengua alemana.
Reproduzco a continuación aquellos pasajes del epílogo a la segunda edición
alemana dedicados al desarrollo de la economía política en Alemania y al método
empleado en esta obra [g].
KARL MARX
Londres, 25 de abril de 1875.
[23]
PROLOGO A LA TERCERA EDICION
[ALEMANA]
No le fue posible a Marx dejar lista para la imprenta esta tercera edición.
El formidable pensador ante cuya grandeza se inclinan hoy hasta sus propios adversarios, murió el 14 de marzo de 1883.
Sobre mí, que he perdido con él al amigo de cuatro decenios, al amigo mejor y más constante y a quien debo más de lo que pueda expresarse con palabras, recae ahora el deber de preparar tanto esta tercera edición como la del tomo segundo, cuyo manuscrito dejó al morir.
De cómo he cumplido con la parte primera de ese deber, he de rendir cuenta al lector en este lugar.
Marx, en un principio, proyectaba reelaborar en gran parte el texto del primer
tomo, elucidar con más rigor diversos puntos teóricos, añadir otros nuevos,
completar el material histórico y estadístico con datos recientes y actuales.
Su precario estado de salud y la necesidad imperiosa de emprender la redacción
definitiva del segundo tomo, lo indujeron a renunciar a aquel propósito. Sólo
había que modificar lo estrictamente necesario, y no incorporar mas que las
adiciones contenidas ya en la edición francesa (Karl Marx, "Le capital",
París, Lachâtre, 1873) [23],
publicada en el ínterin.
Entre los papeles dejados por Marx se encontró luego un ejemplar de la edición alemana, corregido en algunas partes por el autor y provisto de referencias a la edición francesa; asimismo, un ejemplar de ésta en el que había señalado con precisión los pasajes que se debía utilizar.
Estas modificaciones y agregados se limitan, con escasas [24] excepciones a la última parte del libro, a la sección intitulada "El proceso de acumulación del capital".
En este caso el texto publicado se ajustaba, más que en otros, al proyecto original, mientras que las secciones precedentes habían sido objeto de una reelaboración más sustancial.
El estilo era, por tal motivo, más vigoroso y homogéneo, pero también menos esmerado; el texto estaba salpicado de anglicismos y en ciertos pasajes era oscuro; en el curso de la exposición aparecían, aquí y allá, ciertas lagunas, puesto que determinados puntos importantes estaban apenas bosquejados.
En lo que toca al estilo, el propio Marx había revisado a fondo varios capítulos, dándome con ello, así como en frecuentes indicaciones verbales, la pauta de hasta dónde debía proceder yo en la supresión de términos técnicos ingleses y demás anglicismos.
Sin duda, Marx habría reelaborado más los agregados y complementos y sustituido el pulido francés por su conciso alemán; tuve que contentarme con traducirlos ajustándome lo más posible al texto original.
En esta tercera edición, por ende, no se ha modificado una sola palabra de la
que yo no sepa con certeza que el propio autor la habría cambiado. No podía
ocurrírseme siquiera introducir en "El capital" la difundida jerga
en que suelen expresarse los economistas alemanes, ese galimatías según el cual,
por ejemplo la persona que, contra pago en dinero, hace que otro le dé trabajo,
se denomina Arbeitgeber [dador de trabajo] [h],
y Arbeitnehmer [tomador de trabajo] [i]
aquel cuyo trabajo se recibe a cambio de un salario. También en francés se usa
la palabra "travail", en la vida corriente, en el sentido de "ocupación".
Pero los franceses tildarían de loco, y con razón, al economista que quisiera
llamar al capitalista "donneur de travail" [dador de trabajo] y al
obrero "receveur de travail" [receptor de trabajo].
Tampoco me tomé la libertad de reducir a sus equivalentes alemanes modernos
las unidades inglesas de moneda, peso y medida. Cuando salió a luz la primera
edición, en Alemania había tantos tipos de pesos y medidas como días en el año,
y por añadidura dos clases de marcos (el Reichsmark sólo circulaba por
entonces en la cabeza de Soetbeer, quien lo había inventado a fines del decenio
de 1830), otras dos de florines y como mínimo tres clases de táleros, entre
ellos uno cuya unidad era el "nuevo dos tercios" [24].
En las ciencias naturales prevalecía el sistema métrico decimal; en el mercado
mundial, los pesos y medidas ingleses. En tales circunstancias, estas últimas
unidades de medida eran de rigor en una obra que se veía obligada a tomar sus
datos fácticos, casi exclusivamente, de las condiciones imperantes en la industria
inglesa. Y esta razón sigue siendo aun hoy la de más peso, y tanto más por cuanto,
prácticamente, las condiciones referidas no han variado en el mercado mundial:
precisamente en las industrias decisivas las del hierro y el algodón imperan
aun hoy de manera casi exclusiva los pesos y medidas ingleses [25].
Una última palabra, para concluir, en torno al modo, poco comprendido, en que Marx hacía sus citas.
Tratándose de datos y descripciones fácticos, las citas, por ejemplo las tomadas de los libros azules ingleses, desempeñan obviamente la función de simples referencias testimoniales.
No ocurre lo mismo cuando se transcriben opiniones teóricas de otros economistas.
Aquí la sola finalidad de la cita es dejar constancia de dónde, cuándo y por quién fue enunciado claramente, por vez primera, un pensamiento económico surgido en el curso del desarrollo histórico.
Lo único que importa en estos casos es que la idea económica de que se trata tenga relevancia para la historia de la ciencia, que sea la expresión teórica más o menos adecuada de la situación económica de su época.
Pero que se lo cite no significa en modo alguno que ese pensamiento, desde el punto de vista del autor, tenga vigencia absoluta o relativa, o que su interés sea ya puramente histórico.
Estas citas, pues, constituyen simplemente un comentario vivo del texto tomado de la historia de la ciencia económica, y dejan establecido, por fecha y autor, los progresos más importantes de la teoría económica.
Era esto muy necesario en una ciencia cuyos historiadores, hasta el presente, sólo han descollado por su ignorancia tendenciosa, propia casi de advenedizos.
Se comprenderá ahora, [26] asimismo, por qué Marx, en consonancia con el epílogo a la segunda edición, sólo muy excepcionalmente se vio en el caso de citar a economistas alemanes.
El segundo tomo, espero, podrá aparecer en el curso del año 1884.
FRIEDRICH ENGELS
Londres, 7 de noviembre de 1883.
PROLOGO A LA EDICION INGLESA
[j]
El hecho de que se publique una versión inglesa de "Das Kapital" no requiere justificación alguna.
Por el contrario, bien podría esperarse que explicáramos por qué esta edición inglesa se ha retrasado tanto, si se observa que desde hace algunos años las teorías sostenidas en este libro son incesantemente citadas, combatidas y defendidas, explicadas y tergiversadas en la prensa y en la literatura de actualidad, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.
Poco después de la muerte del autor, acaecida en 1883, se hizo evidente que una edición inglesa de la obra se había vuelto realmente imprescindible.
Fue entonces cuando el señor Samuel Moore, durante muchos años amigo de Marx y del autor de estas líneas y persona que conocía a fondo el libro tal vez más que ninguna otra , aceptó efectuar la traducción que a los albaceas literarios de Marx urgía poner en manos del público.
Se convino que yo habría de compulsar el manuscrito con el original y sugerir las modificaciones que entendiera aconsejables.
Cuando advertimos, poco a poco, que las ocupaciones profesionales del señor Moore le impedían concluir la traducción con la prontitud que todos deseábamos, aceptamos de buena gana el ofrecimiento formulado por el doctor Aveling, dispuesto a ejecutar una parte del trabajo; al mismo tiempo la señora Aveling, hija menor de Marx, se ofreció para verificar las citas y restaurar el texto [28] original de los muchos pasajes tomados por Marx de autores y libros azules ingleses, y traducidos por él al alemán.
Esta tarea se llevó a cabo con todo éxito, salvo contadas e inevitables excepciones.
El doctor Aveling tradujo las siguientes partes de la obra: 1) los capítulos
X ("La jornada laboral") y XI ("Tasa y masa del plusvalor"),
2) la sección sexta ("El salario", que abarca los capítulos XIX a
XXII); 3) desde el capítulo XXIV, apartado 4 ("Circunstancias que",
etc.), hasta el final del libro, inclusive la última parte del capítulo XXIV,
el capítulo XXV y toda la sección octava (capítulos XXVI a XXXIII); 4) los do
prólogos del autor [26]. El
señor Moore vertió el resto de la obra. Si bien, pues, cada uno de los traductores
sólo es responsable de su aporte personal al trabajo, yo asumo una responsabilidad
global por el conjunto de la obra.
La tercera edición alemana, que hemos tomado en todo como base de nuestro trabajo,
fue preparada por mí, en 1883, con el auxilio de los apuntes dejados por el
autor, en los cuales se indicaban los pasajes de la segunda edición que debían
sustituirse por determinados fragmentos del texto francés publicado en 1873
[27]. Las modificaciones así
efectuadas con respecto al texto de la segunda edición, coinciden en general
con las enmiendas incluidas por Marx en una serie de instrucciones manuscritas
para una versión inglesa que, hace diez años, se proyectaba en Estados Unidos,
pero que se dejó a un lado principalmente por falta de traductor idóneo y apropiado.
Puso el manuscrito a nuestra disposición nuestro viejo amigo el señor Friedrich
Adolf Sorge, que reside en Hoboken, Nueva Jersey. Se especificaban allí otras
inserciones que debían realizarse tomando como base la edición francesa; pero
como dicho manuscrito es anterior en muchos años a las instrucciones finales
para la tercera edición, sólo me juzgué facultado para hacer uso de él en raras
ocasiones, especialmente cuando nos ayudaba a superar dificultades. De igual
modo, en la mayor parte de los pasajes difíciles hemos recurrido al texto francés
como indicio respecto a [29] lo que el propio autor estaba dispuesto
a sacrificar, allí donde era inevitable dejar fuera de la traducción algo del
cabal sentido del original.
Subsiste, empero, una dificultad que no pudimos ahorrarle al lector:
el empleo de ciertos términos en un sentido que no sólo difiere del que se les da en la vida corriente, sino también en la economía política al uso.
Pero esto era inevitable.
Toda nueva concepción de una ciencia lleva en sí una revolución en los términos técnicos de aquélla.
Esto nos lo demuestra inmejorablemente la química, cuya terminología íntegra se modifica radicalmente cada veinte años, poco más o menos, y en la que apenas puede citarse una sola combinación orgánica que no haya recibido sucesivamente toda una serie de nombres diferentes.
La economía política, en general, se ha dado por satisfecha con adueñarse sin modificarlos de los términos usuales en la vida comercial e industrial y operar con ellos, pasando de tal modo totalmente por alto que se enclaustraba así en el estrecho ámbito de las ideas expresadas por esas palabras.
De esta suerte, incluso la economía política clásica, aunque perfectamente consciente de que tanto la ganancia como la renta sólo son subdivisiones, fragmentos de esa parte impaga del producto que el obrero ha de proporcionar a su patrón (al primer apropiador de esa parte no retribuida, aunque no a su poseedor último y exclusivo), nunca fue más allá de las ideas usuales acerca de la ganancia y la renta, nunca examinó en su conjunto, como un todo, esa parte impaga del producto (llamada plusproducto por Marx), y de ahí que jamás pudiera comprender claramente el origen y naturaleza de tal plusproducto ni tampoco las leyes que regulan la posterior distribución de su valor.
De manera similar, engloba indiscriminadamente bajo el término de manufactura a toda industria que no sea agraria o artesanal , con lo cual se borra la distinción entre dos grandes períodos, esencialmente diferentes, de la historia económica:
el período de la manufactura propiamente dicha, fundada e la división del trabajo manual, y el período de la industria moderna, que se basa en la maquinaria.
Pero se cae de su peso que una teoría según la cual la moderna producción capitalista es una mera fase transitoria en la historia económica de la humanidad, habrá de emplear término [30] diferentes de los habituales en escritores que consideran imperecedera y definitiva esa forma de producción.
Tal vez no esté de más decir dos palabras acerca del método aplicado por el autor en las citas.
En la mayor parte de los casos, aquéllas sirven, según se acostumbra, como prueba documental de las tesis expuestas en el texto.
Pero en muchas ocasiones se transcriben pasajes de diversos economistas para indicar cuándo, dónde y por quién fue enunciada claramente, la primera vez, determinada proposición.
Ocurre ello en los casos en que la tesis citada tiene relevancia por expresar, más o menos adecuadamente, las condiciones de producción e intercambio sociales que predominaban en determinada época, y esto completamente al margen de que Marx admita esa tesis o bien la considere de validez general.
Estas citas, por consiguiente, proveen al texto de un comentario vivo tomado de la historia de la ciencia.
Nuestra traducción comprende tan sólo el primer tomo de la obra.
Pero este primer tomo constituye en considerable medida, un todo en sí mismo y se lo ha considerado durante veinte años como obra autónoma.
El segundo tomo, editado por mí en alemán, en 1885, es decididamente incompleto sin el tercero, que no podrá publicarse antes de fines de 1857.
Cuando vea la luz la edición original del tercer tomo en alemán, habrá tiempo de pensar en preparar una versión inglesa de ambos volúmenes.
Suele llamarse a "Das Kapital" en el continente "la Biblia de
la clase obrera". Nadie que conozca bien el gran movimiento de la clase
obrera negará que las conclusiones a que llega esa obra se convierten, de día
en día y cada vez más, en los principios fundamentales de ese movimiento, no
sólo en Alemania y Suiza, sino también en Francia, en Holana y Bélgica, en Estados
Unidos e incluso en Italia y España, ni que en todas partes la clase obrera
reconoce más y más en dichas conclusiones la expresión más adecuada de su situación
y sus aspiraciones. Y también en Inglaterra, en este momento preciso, las teorías
de Marx ejercen un influjo poderoso sobre el movimiento socialista, el cual
no se propaga menos entre las filas de la gente "culta" que en las
de la clase obrera. [31] Pero esto no es todo. Rápidamente se aproxima
el instante en que se impondrá, como necesidad nacional inevitable, la de investigar
a fondo la situación económica de Inglaterra. La marcha del sistema industrial
de Inglaterra, imposible sin una expansión constante y rápida de la producción
y por ende de los mercados, tiende a paralizarse. El librecambio ha agotado
ya sus arbitrios; hasta Manchester pone en duda a ese su añejo evangelio económico
[28]. La industria extranjera,
en rápido desarrollo, por todas partes mira con gesto de desafío a la producción
inglesa, y no sólo en las zonas protegidas por aranceles aduaneros, sino también
en los mercados neutrales y hasta de este lado del Canal. Mientras que la fuerza
productiva crece en progresión geométrica, la expansión de los mercados avanza,
en el mejor de los casos, conforme a una progresión aritmética. Es verdad que
el ciclo decenal de estancamiento, prosperidad, sobreproducción y crisis que
se repitió constantemente de 1825 a 1867 parece haber concluido, pero sólo para
sumirnos en la cenagosa desesperanza de una depresión permanente, crónica. El
anhelado período de prosperidad no termina de llegar; cada vez que nos parece
vislumbrar sus signos precursores, éstos se desvanecen en el aire. Entretanto,
cada nuevo invierno replantea la gran cuestión: "¿Qué hacer con los desocupados?";
pero mientras que el número de éstos va en aumento de año en año, no hay nadie
que responda a la pregunta, y casi es posible calcular el momento en que los
desocupados, perdiendo la paciencia, tomarán su destino en sus propias manos.
En tales momentos tendrá que escucharse, sin duda, la voz de un hombre cuya
teoría íntegra es el resultado del estudio, efectuado durante toda una vida,
de la historia y situación económicas de Inglaterra, y al que ese estudio lo
indujo a la conclusión de que, cuando menos en Europa, Inglaterra es el único
país en el que la [32] inevitable revolución social podrá llevarse a
cabo enteramente por medios pacíficos y legales. No se olvidaba de añadir, ciertamente,
que consideraba muy improbable que las clases dominantes inglesas se sometieran,
sin una "rebelión a favor de la esclavitud" [29],
a esa revolución pacífica y legal.
FRIEDRICH ENGELS
5 de noviembre de 1886.
PROLOGO A LA CUARTA EDICION
[ALEMANA]
La cuarta edición me ha obligado a fijar definitivamente, en lo posible, tanto la forma del texto como la de las notas.
Daré breve cuenta, a continuación, de cómo he respondido a esa exigencia.
Tras una nueva compulsa de la edición francesa y de las anotaciones manuscritas
de Marx, he insertado en el texto alemán algunas nuevas adiciones tomadas de
aquélla. Se encuentran en la p. 80 (3ª ed., p. 88), pp. 458-460 (3ª ed., pp.
509-510), pp. 547-55l (3ª ed., p. 600), pp. 591-593 (3ª ed., p. 644) y en la
nota 79 de la p. 596 (3ª ed., p. 648) [k].
De igual manera, y ajustándome al precedente de las ediciones francesa e inglesa,
incorporé al texto la extensa nota acerca de los mineros (3ª ed., páginas 509-515;
4ª ed., pp. 461-467 [l]). Las
demás modificaciones, de escasa importancia, son de índole puramente técnica.
Introduje, además, algunas notas explicativas, principalmente cuando el cambio
de las circunstancias históricas así parecía aconsejarlo. En su totalidad, esas
notas adicionales van entre corchetes y acompañadas de mis iniciales o de la
referencia "N. del ed." [m].
La edición inglesa, aparecida en el ínterin, hizo necesaria una revisión completa
de las numerosas citas. La hija [34] menor de Marx, Eleanor, se tomó
el trabajo de cotejar con los originales todos los pasajes citados, de suerte
que en las citas de fuente inglesa, que son con mucho las que predominan, no
se brinda allí una retraducción del alemán, sino el propio texto original inglés.
Me correspondió, pues, consultar ese texto al preparar la cuarta edición, y
encontré no pocas inexactitudes de menor cuantía. Referencias a páginas mal
indicadas, en parte por errores cometidos al copiar de los cuadernos y en parte
por la acumulación de erratas a lo largo de tres ediciones. Comillas traspuestas
y cortes mal indicados, cosa inevitable al tomar de cuadernos de apuntes infinidad
de citas. Aquí y allá, en la traducción, algún término no muy felizmente escogido.
Pasajes citados de los viejos cuadernos que Marx había utilizado en París en
1843-1845, cuando aún no entendía inglés y leía a los economistas ingleses en
versiones francesas, motivando pues la doble traducción una ligera mudanza de
los matices, ocurría esto, por ejemplo, en los casos de Steuart y Ure, entre
otros, mientras que ahora hubo que emplear el texto inglés. Y una serie de inexactitudes
y negligencias por el estilo, de poca importancia. Pero quien confronte la cuarta
edición con las precedentes se convencerá de que todo ese laborioso proceso
de corrección no ha modificado en el libro absolutamente nada que valga la pena
referir. Hay una sola cita que no ha sido dable ubicar, la de Richard Jones
(4ª ed., p. 563, nota 47) [n],[30]
es probable que Marx se equivocara al consignar el título del libro. Todas las
demás, en la forma exacta actual, conservan o robustecen su valor demostrativo.
Pero aquí me veo obligado a volver sobre una vieja historia.
Sólo ha llegado a mi conocimiento un caso en que se pusiera en duda la fidelidad
de una cita hecha por Marx. Como este caso siguió ventilándose incluso después
de la muerte de Marx, no cabría que aquí lo pasara por alto [31].
En la "Concordia" berlinesa, órgano de la Liga Alemana de Fabricantes,
apareció el 7 de marzo de 1872 un artículo anónimo: "Cómo cita Karl Marx".
Se aseveraba allí, con exuberante despliegue de indignación moral y de expresiones
poco académicas que la cita tomada del [35] discurso con que Gladstone
presentó el presupuesto el 16 de abril de 1863 (la cual figura en la alocución
inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores y se reitera en "El
capital", t. I, p. 617 en la 4ª ed., pp. 670-671 en la 3ª ed.[o])
había sido falsificada. De la frase: "Ese embriagador aumento de riqueza
y poder... se restringe enteramente a las clases poseedoras", no aparecerían
ni rastros en las actas taquigráficas reproducidas por el (oficioso) "Hansard".
"Dicha frase no se encuentra, empero, en ninguna parte del discurso de
Gladstone. En el mismo se afirma precisamente lo contrario." (Y en negrita:)
"¡Marx ha fraguado e interpolado la frase, formal y materialmente!"
Marx, a quien se le envió en el mes de mayo ese número de la "Concordia", respondió en el "Volksstaat" del 1º de junio al anónimo objetor.
Como ya no recordaba de qué reseña periodística había tomado la cita, se limitó primero a reproducirla conforme a la redacción idéntica brindada en dos textos ingleses, citando luego la reseña del "Times", según el cual Gladstone había dicho:
"That is the state of the case as regards the wealth of this country.
I must say for one, I should look almost with apprehension and with pain upon this intoxicating augmentation of wealth and power, if it were my belief that it was confined to classes who are in easy circumstances.
This takes no cognizance at all of the condition of the labouring population.
The augmentation I have described and which is founded, I think, upon accurate returns, is an augmentation entirely confined to classes of property".
[Tal es el estado de cosas en lo tocante a la riqueza de este país.
Debo decir, por mi parte, que contemplaría casi con aprensión y pena ese embriagador aumento de riqueza y poder si creyera que se restringe a las clases acomodadas.
Esto en absoluto tiene en cuenta la situación de la población trabajadora.
El aumento que he descrito fundándome, creo, en informes fidedignos es un aumento que se restringe enteramente a las clases poseedoras.]
Gladstone, pues, dice aquí que lamentaría que eso fuese así, pero que es
así. Ese embriagador aumento de poder y riqueza se restringe enteramente
a las clases poseedoras. Y en lo tocante al oficioso "Hansard", añade
Marx: "En su versión mañosamete aderezada a posteriori, el señor Gladstone
se las ingenió para escamotear un pasaje harto comprometedor en labios de un
ministro inglés del tesoro. Se trata, por lo demás, de una costumbre parlamentaria
tradicional en Inglaterra, y en modo alguno de un invento de Lasker, el pequeño,
contra Bebel" [32].
El anónimo impugnador se encoleriza cada vez más.
En su réplica "Concordia" del 4 de julio , poniendo a un lado las fuentes de segunda mano, da a entender de manera vergonzante que es "usanza" citar los discursos parlamentarios conforme a la versión taquigráfica, pero también que la reseña del "Times" (en la que figura la frase "fraguada e interpolada") y la de "Hansard" (en la que no figura) "concuerdan materialmente en todo", y asimismo que la reseña del "Times" incluye "todo lo contrario de lo que dice aquel famoso pasaje de la alocución inaugural", ¡a cuyos efectos el buen hombre encubre con esmero que al lado de ese presunto "lo contrario", consta precisamente, de manera expresa, "aquel famoso pasaje"! Pese a todo, el anónimo crítico echa de ver que se ha metido en un atolladero y que sólo puede salvarlo un nuevo subterfugio.
Al paso, pues, que mecha en su artículo, henchido de "desfachatada mendacidad", como acabamos de demostrar, toda clase de edificantes dicterios "mala fides" [mala fe], "fullerías", "mención falaz", "aquella cita embustera", "desfachatada mendacidad", "una cita falsificada de arriba abajo", "esta patraña", "sencillamente infame", etc.
, cree necesario llevar la polémica a otro terreno, y por eso promete "analizar en un segundo artículo el significado que nosotros" (el anónimo no "embustero") "atribuimos a las palabras de Gladstone".
¡Como si esa opinión suya, que a nadie le va ni le viene, tuviese algo que ver con el asunto! Ese segundo artículo se publicó en la "Concordia" del 11 de julio.
Marx replicó una vez más en el "Volksstaat", el 7 de agosto, reproduciendo también las reseñas que del consabido pasaje habían publicado el "Morning Star" y el "Morning Advertiser" del 17 de abril de 1863.
Según ambas dice Gladstone que contemplaría con aprensión, etc., ese embriagador aumento de riqueza y poder si creyera que se restringe a las clases realmente acomodadas (classes in easy circumstances).
Pero que ese aumento se restringe a las clases poseedoras de propiedad (entirely confined to [37] classes possessed of property).
De modo que también estas reseñas incluyen, de manera textual, la frase presuntamente "fraguada e interpolada".
Marx volvió a demostrar, comparando los textos del "Times" y de "Hansard", que la frase corroborada como auténtica por tres reseñas periodísticas independientes entre sí, textualmente coincidentes y aparecidas a la mañana siguiente faltaba en la reseña de "Hansard" corregida según la conocida "usanza", o sea que Gladstone, para decirlo con palabras de Marx, "la había escamoteado a posteriori".
Finalmente, aclaró que no disponía de tiempo para seguir debatiendo con su anónimo antagonista.
Éste, al parecer, también se dio por satisfecho, o por lo menos nadie envió a Marx nuevos números de la "Concordia".
Con ello, el asunto parecía estar muerto y enterrado. Ahora bien, desde aquel
entonces personas que tenían relación con la Universidad de Cambridge nos comunicaron,
una o dos veces, misteriosos rumores sobre una indescriptible fechoría literaria
que Marx habría cometido en "El capital"; pero a despecho de todas
las pesquisas, fue absolutamente imposible averiguar algo más concreto. En eso
estábamos cuando el 29 de noviembre de 1883, ocho meses espués de la muerte
de Marx, apareció en el "Times" una carta fechada en el Trinity College
de Cambridge y suscrita por un tal Sedley Taylor, en la cual, aprovechando una
oportunidad traída de los pelos, ese hombrecito que cultiva el cooperativismo
más apacible [33] nos ilustró
por fin no sólo con respecto a las hablillas de Cambridge, sino también sobre
el anónimo articulista de la "Concordia".
"Lo que resulta extrañísimo", dice el hombrecito del Trinity College, "es que estuviera reservado al Professor Brentano (en ese entonces en la Universidad de Breslau, ahora en la de Estrasburgo)...
revelar la mala fe que, evidentemente, dictó la cita del discurso de Gladstone hecha en la alocución" (inaugural).
"El señor Karl Marx, que...
intentó defender la cita, tuvo la temeridad, en los espasmos agónicos (deadly shifts) a que lo dejaron rapidísimamente reducido los magistralmente llevados ataques de Brentano, de afirmar que el señor Gladstone antes de que apareciera en "Hansard" había aderezado astutamente la reseña de su discurso publicada por el "Times" el 17 de abril de 1863, a fin de escamotear un pasaje harto comprometedor para un ministro inglés del tesoro.
Cuando [38] Brentano, mediante una pormenorizada compulsa de textos, demostró que las reseñas del "Times" y de "Hansard" coincidían en cuanto a excluir de manera absoluta el sentido que la cita mañosamente desgajada del contexto, había colgado a las palabras de Gladstone, ¡Marx se batió en retirada, pretextando carencias de tiempo!"
¡Conque era ésa la madre del borrego! ¡Y qué gloriosamente se refleja, en la
fantasía cooperativista-productiva de Cambridge, la campaña anónima del señor
Brentano en la "Concordia"! ¡Así se erguía, y así blandía su acero
[34], en "magistralmente
llevados ataques", este San Jorge de la Liga Alemana de Fabricantes, mientras
el infernal dragón Marx, a sus pies, reducido "rapidísimamente a espasmos
agónicos", lanza los últimos estertores!
Pero toda esta narración épica, propia de un Ariosto, sólo sirve para disimular los subterfugios de nuestro San Jorge.
Aquí ya no se habla de "fraguar e interpolar", de "falsificación", sino de "cita mañosamente desgajada del contexto" (craftily isolated quotation).
La polémica entera cambiaba de terreno, y San Jorge y su escudero de Cambridge conocían con toda exactitud el porqué.
Como el "Times" rehusara acoger su réplica, Eleanor Marx la publicó en la revista mensual "To-day", en febrero de 1884, volviendo a llevar el debate al único punto que lo había motivado:
¿Marx había, o no, "fraguado e interpolado" aquella frase?
A ello respondió el señor Sedley Taylor:
"La cuestión de si cierta frase figura o no en el discurso del señor Gladstone" sería, en su opinión "de importancia muy secundaria" en la controversia entre Marx y Brentano, "comparada con la cuestión de si la consabida cita se efectuó con el propósito de comunicar o tergiversar el sentido de las palabras de Gladstone".
Admite luego que la reseña del "Times" "contiene en realidad una contradicción verbal", pero...
pero que el resto del texto, interpretado correctamente es decir, en un sentido gladstoniano-liberal , denota lo que el señor Gladstone había querido decir ("To-day", marzo de 1884).
Lo más cómico del caso es que nuestro hombrecito de Cambridge se obstina en no basarse para sus citas en "Hansard", aunque según el anónimo Brentano tal es la "usanza", sino en la reseña del "Times", que el susodicho Brentano había calificado de "inevitablemente defectuosa".
¡Por supuesto, ya que en "Hansard" falta la frase fatídica!
[39] A Eleanor Marx, en el mismo número de "To-day", poco le
costó pulverizar esa argumentación. O bien el señor Taylor había leído la controversia
de 1872, en cuyo caso se dedicaba ahora a "fraguar", no sólo "interpolando",
sino también "suprimiendo". O no la había leído, y entonces estaba
obligado a callarse la boca. De todos modos, quedaba claro que no se atrevió
a sostener ni por un momento la acusación de su amigo Brentano, según el cual
Marx había "fraguado e interpolado" una frase. Por el contrario, ahora
Marx no habría fraguado e interpolado nada, sin suprimido una frase importante.
Pero sucede que esta misma frase aparece citada en la página 5 de la alocución
inaugural, pocas líneas más arriba de la presuntamente "fraguada e interpolada".
Y en lo tocante a la "contradicción" en el discurso de Gladstone,
¡acaso no es precisamente Marx quien en "El capital", p. 618 (3ª ed.,
p. 672), nota 105 [p], se refiere
a las "continuas y clamorosas contradicciones en los discursos con que
Gladstone presentara los presupuestos de 1863 y 1864"! Sólo que Marx no
incurre en la audacia de disolver esas contradicciones, a lo Sedley Taylor,
en una atmósfera de complacencia liberal. La recapitulación final, en la réplica
de Eleanor Marx, está concebida en estos términos: "Por el contrario, Marx
no ha suprimido nada digno de mención ni fraguado o interpolado lo más mínimo.
Rescata del olvido y restaura, sí, el texto primitivo de cierta frase de un
discurso gladstoniano, la cual indudablemente fue pronunciada, pero, de una
manera u otra... se escabulló de la versión de "Hansard".
Con esto, también el señor Sedley Taylor consideró que había recibido lo suyo, y el resultado de toda esta trenza profesoral, urdida a lo largo de dos decenios y en dos grandes naciones, fue el de que nadie osara ya poner en duda la escrupulosidad literaria de Marx, y que desde ese entonces el señor Sedley Taylor tuviera que otorgar tan poca confianza a los partes de batalla literarios del señor Brentano, como el señor Brentano a la infalibilidad papal de "Hansard".
F.
ENGELS
Londres, 25 de junio de 1890.
[1]
1 Se encontrará, más adelante, un epílogo a la segunda edición (a).
[a] a Nota suprimida en la 3ª
y 4ª ediciones.
[2] [1] En la primera edición
del tomo I Marx denominó capítulos las subdivisiones que de la segunda
edición en adelante llevaron el nombre de secciones. El capítulo I de
la primera edición, pues, "Mercancía y dinero", corresponde a lo que
en la segunda edición y siguientes se denominó "Sección primera" (capítulos
I, II y III). En el apéndice de nuestra edición, pp. 971 a 1016 del volumen
3 del tomo 1, el lector encontrará la parte de ese capítulo originario ("La
mercancía") que corresponde al capítulo I de la edición segunda y siguientes.--
5.
[3] 2 (b) Esto pareció
tanto más necesario, por cuanto la obra de Ferdinand Lasalle contra Schulze-Delitzsch,
hasta en la parte en que su autor proclama brindar "la quintaesencia intelectual"
de mis concepciones sobre esos temas, contiene errores de importancia. En
passant [incidentalmente]. El que Lasalle haya tomado casi textualmente
de mis escritos, y por cierto sin consignar las fuentes, todas las tesis teóricas
generales de sus trabajos económicos por ejemplo las relativas al carácter histórico
del capital, a la conexión entre las relaciones de producción y el modo de producción,
etc., etc., valiéndose incluso de la terminología creada por mí , ha de deberse
seguramente a razones de orden propagandístico. No me refiero, naturalmente,
a sus explicaciones de detalle y aplicaciones prácticas, con las cuales nada
tengo que ver.
[b] b Nota 1 en la 3ª y 4ª ediciones.
[4] [2] Mutato nomine
de te fabula narratur! (¡Bajo otro nombre, a ti se refiere la historia!)--
Horacio, "Sátiras", libro I, sátira 1, verso 69 y s.-- 7; 321.
[5] [2bis] Le mort saisit
le vif! (¡El muerto atrapa al vivo!)-- Vertimos literalmente la frase proverbial
francesa porque Marx, con seguridad, la emplea en ese sentido. En rigor, el
verbo saisir conserva aquí su acepción arcaica y la locución significa:
"el muerto inviste al vivo", "pone en posesión al vivo";
vale decir, en el mismo momento en que el propietario muere, su heredero entra
a disfrutar de los bienes sin necesidad de formalidad judicial alguna. Es éste
el sentido en que figura la frase en viejos textos jurídicos franceses como
"Coutumes de Beauvoisis" (segunda mitad del siglo XIII), de Philippe
de Rémi, sire de Beaumanoir, y "Maximes du droit français" (1614),
de Pierre de l'Hommeau.-- 7.
[6] [3] Yelmo de niebla.--
Marx emplea aquí el término Nebelkappe (capucha o caperuza de niebla).
La palabra griega correspondiente a Kappe (kyné) tanto puede significar
yelmo como caperuza de cuero, pero optamos por yelmo porque así suele
traducirse el término en obras sobre mitología helénica (véase por ejemplo Robert
Graves, "The Greek Myths", Middlesex, 1960, t. I, p. 239: Perseo usó
"the dark helmet of invisibility, which belonged to Hades").-- 8.
[7] [4] Alta Iglesia de
Inglaterra (High Church, Anglo-Catholics).-- Sector de la Iglesia
Anglicana que después de la ruptura con el papado conservó, a diferencia de
los calvinistas y otras iglesias protestantes, lo esencial de la estructura
jerárquica y de la liturgia de la Iglesia Católica.-- 9; 764; 806.
[8] [5] Libros azules.--
Se denominan así, por el color de sus tapas, las publicaciones oficiales de
informes y materiales del parlamento inglés, del Privy Council (véase
nuestra nota 107) y del Ministerio de Relaciones Exteriores (Foreign Office).
Estos informes, que comenzaron a publicarse en el siglo XVII (aunque la denominación
libros azules no parece haberse usado antes de 1720) constituyen una
fuente importante para el estudio de la economía y la sociedad inglesas.-- 9.
[9] [6] En realidad,
los libros segundo y tercero, publicados por Engels, ocuparon un volumen cada
uno, y el cuarto, editado por Kautsky, tres.-- 9.
[10] [7] Segui il
tuo corso, e lascia dir le genti! (¡Sigue tu camino y deja que la gente
hable!)-- Cita modificada de Dante, "La divina comedia", "El
purgatorio", canto V, verso 63. Virgilio le ordena a Dante: "Vien
dietro a me, e lascia dir le genti" ("Sígueme, y deja que la gente
hable"). Cfr. "La Commedia di Dante Alighieri", con el comentario
de Stefano Talice da Ricaldone, vol. II, Milán, 1888, p. 61.-- 9.
[11] [8] Marx se refiere
al folleto de Sigmund Mayer, "Die sociale Frage in Wien. Studie eines "Arbeitgebers".
Dem Niederösterreichischen Gewerbeverein gewidmet". Viena, 1871.-- 12.
[c] c En la 4ª edición no se
incluyeron los cuatro primeros párrafos de este epílogo.
[12] [9] Ciencias
de cámara.-- En los pequeños estados alemanes absolutistas de los siglos
XVIII y XIX tal era el nombre que recibía el estudio de su economía, finanzas
y administración. Las ciencias de cámara se inspiraban, por lo general, en el
espíritu de un mercantilismo estrecho.-- 13.
[d] d 3ª y 4ª ediciones: "desesperanzado".
[13] 1 Véase mi obra "Contribución
a la crítica..., p. 39.
[14] [10] Anti-Corn-Law
League (Liga contra las Leyes Cerealeras).-- El objetivo de esta asociación
--fundada en 1838 y dirigida por grandes fabricantes como Cobden y Bright--
era la derogación de las leyes cerealeras de 1815, que por medio de aranceles
proteccionistas impedían la importación de trigo en Inglaterra. En su lucha
contra los grandes terratenientes la liga trató de obtener, con promesas demagógicas,
el apoyo de la clase obrera inglesa. Las leyes impugnadas por los librecambistas
se derogaron parcialmente en 1842 y por entero en junio de 1846.-- 14.
[e] e En la 3ª y 4ª ediciones:
"1848".
[15] [11] Es muy posible
que estas comillas sólo tengan sentido en alemán: el adjetivo "bürgerlich"
tanto puede significar "burgués" como "civil". Lo más probable
es que Marx quiera dar a entender, con las comillas, que está hablando de economía
burguesa, no de economía civil. La confusión resultaría hoy casi
imposible, pero recuérdese que en italiano, por ejemplo, lo que actualmente
llamamos economía política se denominó en un principio "economia pubblica"
o "civile". En las versiones francesa e inglesa de "El capital"
no se mantienen estas comillas.--15.
[16] [11] Es muy posible
que estas comillas sólo tengan sentido en alemán: el adjetivo "bürgerlich"
tanto puede significar "burgués" como "civil". Lo más probable
es que Marx quiera dar a entender, con las comillas, que está hablando de economía
burguesa, no de economía civil. La confusión resultaría hoy casi
imposible, pero recuérdese que en italiano, por ejemplo, lo que actualmente
llamamos economía política se denominó en un principio "economia pubblica"
o "civile". En las versiones francesa e inglesa de "El capital"
no se mantienen estas comillas.--15.
[17] [12] (W) El artículo
de Joseph Dietzgen, "Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie von Karl
Marx, Hamburg, 1867", se publicó en los números 31, 34, 35 y 36 (1868)
del "Demokratisches Wochenblatt". Este periódico apareció de 1869
a 1876 bajo el nombre de "Der Volksstaat".--16.
[18] 2 Los tartajosos parlanchines
de la economía vulgar alemana reprueban el estilo de mi obra y mi sistema expositivo.
Nadie puede juzgar más severamente que yo las deficiencias literarias de "El
capital". No obstante, para provecho y gozo de estos señores y de su público,
quiero traer aquí a colación un juicio inglés y otro ruso. La "Saturday
Review", hostil por entero a mis opiniones, dijo al informar sobre la primera
edición alemana: el sistema expositivo "confiere un encanto (charm) peculiar
aun a los más áridos problemas económicos". El S. P. "Viédomosti"
(un diario de San Petersburgo) observa en el número del 20 de abril de 1872:
"La exposición, salvo unas pocas partes excesivamente especializadas, se
distingue por ser accesible a todas las inteligencias, por la claridad y, pese
a la elevación científica del tema, por su extraordinaria vivacidad. En este
aspecto el autor... ni de lejos se parece a la mayor parte de los sabios alemanes,
que... redactan sus libros en un lenguaje tan ininteligible y árido como para
romper la cabeza al mortal común y corriente". Lo que se les rompe a los
lectores de la literatura que hoy en día producen los profesores nacional-liberales
de Alemania es, empero, algo muy distinto de la cabeza.
[19] [13] (W) "La
Philosophie Positive. Revue".-- Revista publicada en París de 1867 a 1883.
En el número 3 (noviembre-diciembre de 1868) se incluyó una breve recensión
sobre el primer tomo de "El capital" escrita por Eugen De Roberty,
partidario del filósofo positivista Auguste Comte.-- 17.
[20] [14] (W) Nikolái
Sieber, "Teoríia tsénnosti i kapitala D. Ricardo v sviazi s pózdñeishimi
dopolñéñiiami i raziasñéñiiami", Kíev, 1871, p. 170.-- 17.
[21] [15] Se trata de
Ilarión Ignátievich Kaufmann, economista ruso que enseñaba en la Universidad
de San Petersburgo. Un libro posterior de Kaufmann ("Teoría y práctica
de los bancos", aparecido en 1873) fue objeto de severa crítica por Marx.--
17.
[22] [16] El autor alude,
seguramente, a filósofos como Eugen Dühring, Rudolf Haym, Ludwig Büchner y Friedrich
Lange.-- 20.
[f] f Traducidos del original
francés.
[g] g Ver las pp. 12-15, 16-20
de la presente edición.
[23] [17] La fecha del
texto es imprecisa. La edición francesa del tomo I se publicó por entregas de
agosto de 1872 a noviembre de 1875.-- 23.
[h] h "Patrón"; literalmente,
"dador de trabajo".
[i] i "Obrero", "empleado";
literalmente, "tomador de trabajo".
[24] [18] Reichsmark.--
Conforme a leyes de diciembre de 1871 y julio de 1873, a partir del 1-I-1876
el Mark (ocasionalmente denominado Reichsmark), equivalente a
0,36 gramos de oro, fue la única unidad monetaria del Imperio Alemán. El nuevo
dos tercios era una moneda de plata que valía 2/3 de tálero; circuló de
fines del siglo XVII a mediados del XIX en diversos estados alemanes.-- 25.
[25] [19] En la presente
edición de "El capital" hemos optado por dar en notas al pie las equivalencias
métricas de los pesos y medidas ingleses. Como contribuyen a demostrarlo los
errores cometidos en otras versiones de la obra (al francés, italiano, español)
en la traducción de expresiones como "Fuss im Quadrat", "Fuss
Kubik" (véase nuestra "Advertencia", p. XXIV, n. 22), en los
países latinos no son pocas las personas cultas que no tienen una idea ni siquiera
aproximada de a cuánto equivale, por ejemplo, un pie cuadrado o un pie cúbico.--
25.
[j] j Traducido del original
inglés.
[26] [20] La subdivisión
de la versión inglesa en capítulos no coincide con la de las ediciones alemanas
segunda a cuarta, sino con la de la versión francesa: los tres apartados del
capítulo IV de la segunda edición alemana se convierten en capítulos (IV, V
y VI) en la versión inglesa; otro tanto ocurre con los siete apartados del capítulo
XXIV (capítulos XXVI a XXXII en la versión inglesa).-- 28.
[27] 1 Karl Marx, "Le capital",
trad. del señor Joseph Roy, enteramente revisada por el autor, París, Lachâtre.
Esta versión, sobre todo en su parte final, presenta considerables modificaciones
y adiciones con respecto al texto de la segunda edición alemana.
[28] 2 En la asamblea trimestral
que la Cámara de Comercio de Manchester celebró esta tarde, se suscitó un acalorado
debate sobre el problema del librecambio. Se presentó una moción según la cual,
como "se ha esperado en vano, durante cuarenta años, que otras naciones
sigan el ejemplo librecambista dado por Inglaterra, esta cámara entiende que
ha llegado la hora de reconsiderar esa posición". Por sólo un voto de diferencia
se rechazó la propuesta, la votación fue de 21 a favor y 22 en contra ("Evening
Standard", 1º de noviembre de 1886).
[29] [21] "Proslavery
rebellion" ("rebelión a favor de la esclavitud").-- Se alude
aquí a la insurrección y guerra de los esclavistas sureños contra el gobierno
federal norteamericano (1861-1865).-- 32; 345; 520.
[k] k La numeración de las páginas
correspondientes en esta edición será indicada en el volumen 3.
[l] l Véase nota a.
[m] m En esta edición, en vez
de "N. del ed.", estos pasajes se distinguen siempre con las iniciales
"F. E." y van entre llaves { }.
[n] n Véase la nota 47 de la
sección séptima.
[30] [22] Según una nota
en TI 27, "Marx no se equivocó en el título del libro, sino en la página:
escribió 36 en vez de 37". Pero como lo que escribió Marx no fue "36",
sino "36 y siguiente" ("36 sq."), el desliz habría sido
aun más desdeñable.-- 34; 739.
[31] [23] En 1891 Engels
publicó en un volumen especial el conjunto de críticas de Brentano y Sedley
Taylor contra Marx --a quien éstos acusaban de haber deformado un pasaje de
un discurso de Gladstone-- y las réplicas respectivas de Marx, Engels y Eleanor
Marx: "In Sachen Brentano contra Marx wegen angeblicher Citatsfälschung,
Geschichterzählung und Dokumente", Hamburgo, año 1891.-- 34.
[o] o O sea, en el punto 5,
a), del capítulo XXIII.
[32] [24] (W) En la sesión
del Reichstag del 8 de noviembre de 1871, el diputado liberal-nacionalista Eduard
Lasker declaró, polemizando contra Bebel, que si a los obreros alemanes se les
ocurría imitar el ejemplo de los comuneros de París, "el ciudadano honesto
y acomodado los mataría a palos". El orador no se decidió a publicar esas
expresiones, sin embargo, y en las actas de la cámara, en vez de "los mataría
a palos", figuran las palabras: "los mantendría a raya con sus propias
fuerzas". Bebel puso al descubierto la falsificación. [...] A causa de
su pequeña talla a Lasker se lo denominaba "Lasker, el pequeño".--
37.
[33] [25] Taylor preconizaba
la creación de cooperativas de producción y consumo.-- 37.
[34] [26] Engels parafrasea
las fanfarronas palabras ("Here I lay, and thus [...] I bore my point")
con que Falstaff describe sus hazañas en "Henry IV", de Shakespeare
(parte I, acto II, escena 4).-- 38.
[p] p Nota 105 de la sección
séptima.