LAS CONTRADICCIONES DEL MAXIMALISMO ELECTORAL
(De «Avanti!», 14-9-1 91 9)

Los compañeros de la fracción maximalista eleccionista sostienen que para ellos la cuestión electoral es de hecho secundaria, y no es tal como para dividir a los comunistas! No parece que sea así a juzgar por el hecho de que ha bastado fijar la propuesta de la abstención para que se agolpasen los defensores de la participación electoral, que por lo demás no hacen más que pasarse entre sí algunos argumentos muy discutibles.

Y la fracción maximalista se preocupa más de polemizar con nosotros sobre este argumento «secundario» que de rebatir las objeciones que le hacen -que nos hacen- los reformistas. Nosotros nos reservamos la réplica, en el lugar oportuno, a las argumentaciones de Turati, Ciccotti, Zibordi, etc., y nos limitamos por ahora a rebatir la incongruencia del maximalismo eleccionista en base a las premisas comunes. Todos nosotros, maximalistas, creemos que sea posible -y por tanto necesario- pasar en el período actual a organizar la conquista del poder por parte del proletariado italiano, y vemos en la revolución comunista rusa sólo el primer acto de la Revolución mundial. Estamos pues, sobre el terreno de la IIIª Internacional y aceptamos la tarea programática y táctica de ésta: difundir en las masas la conciencia del proceso de realización revolucionaria, y preparar los medios de acción para la conquista violenta del poder y la explicación sucesiva de la gestión social por parte del proletariado. ¿Es esta preparación algo sencillo? Al contrario. ¿Qué se ha hecho por la segunda parte (para la preparación material)? Nada. Los compañeros no se preocupan ni siquiera de discutir sobre la conveniencia de la conclusión táctica de Lenin acerca de la formación de Soviets y la conquista de mayorías comunistas en ellos. ¿Qué se ha hecho por la primera parte (digamos preparación espiritual)? Poco, y con escasa claridad programática. La dirección había hecho suya la formula de la «dictadura proletaria», adoptando después la imprecisa de «Huelga expropiadora»; creando en el partido y en las masas más una esperanza confusa de no se sabe qué, que una conciencia orgánica de la tarea que se debía explicar. La culpa no es de la dirección, sino del Partido, que aún no había realizado la necesaria revisión programática para orientarse y «seleccionarse» -sin lo cual la preparación táctica orgánica es imposible, y es probable en el caso de acontecimientos imprevistos que seamos sorprendidos y superados. Aún más: muchos compañeros creen que estar convencidos de la necesidad de un choque violento entre las clases autorice a dejar de lado la orientación orgánico programática, «antes», durante» y «después» de la insurrección. En realidad son anarcoides y merecen la crítica de atribuir al acto violento taumatúrgicas virtudes. Además lo limitan en el tiempo y hacen culminar en el mismo la esperanza y el triunfo proletario, no ven por qué la preparación del partido y del proletariado para la revolución estén invalidadas por la intervención en la campaña electoral y parlamentaria. El congreso debería establecer las bases para la explicación ulterior de esta preparación revolucionaria. ¿Lo hará? Academia: replican muchísimos entre nosotros. Y mientras tanto, Lenin espera en vano en Moscú nuestro «documento». Se ve que también él es un emborronador de cartas. Definida sumariamente esta doble preparación: espiritual y material, nosotros declaramos que la acción electoral y parlamentaria del partido la disminuye y la compromete. Así como no se puede comprender la revolución en las jornadas de la insurrección, tampoco puede comprenderse la participación electoral el día de la votación. He aquí por qué es absurda la objeción que dice: renunciaremos a la papeleta de voto sólo en el momento de la lucha armada. La elección es un acto político del partido que se refleja durante cuatro o cinco años sucesivos y en algunos meses de total y febril actividad precedente.

Por el contrario, es necesario renunciar a tal método en cuanto se esté en condiciones de sustituirlo con la preparación orgánica de la conquista de la dictadura proletaria. El inscrito que... tiene menos prisa que muchos otros, piensa que el momento puede estar más cercano que la duración de la próxima asamblea legislativa burguesa.

Aquellos que afirman que el destino de la revolución rusa no será seguida por la revolución en otros países y en Italia, son lógicos como para ir tranquilamente a las urnas. Pero aquellos que quieren -en la IIIª Internacional- practicar la solidaridad activa con el proletariado ruso y de otros países «subordinando las exigencias nacionales del movimiento a las generales», deben estar por la movilización de las fuerzas comunistas para poder abrir las hostilidades en el momento oportuno. Es por sí mismo evidente, que la acción de la papeleta de voto sea incompatible en el período de las hostilidades; lo que nosotros sostenemos es muy distinto: la acción electoral es incompatible con la movilización del proletariado para conseguir su doctrina. Ahora bien: o se hace esta movilización o se renuncia a ella, y entonces es necesario decirlo claramente a los compañeros de otros paises que esperan nuestra entrada en acción.

Volviendo a la preparación: la espiritual consiste en la propaganda activa e intensa del programa comunista, criticando al sistema de gobierno burgués sobre la base de las fundamentales argumentaciones marxistas, la democracia parlamentaria, y vulgarizando los audaces conceptos innovadores de la dictadura del proletariado, del sistema socialista de organización del proletariado en clase dominante- sosteniendo que la crisis de desarrollo de la sociedad es tal que ha llegado el momento de quebrantar con la acción violenta de las masas al primer sistema para sustituirlo con el segundo. ¿Se puede hacer esto con los comicios convocados precisamente para elegir a los representantes en los organismos representativos burgueses? Es una estúpida contradicción. Si se tratase sólo de la critica a estas instituciones podría ser aceptable; por todo lo que enseña el pasado que se ha deslizado siempre sobre tal vía. Pero cuando no sólo se trata de criticar, sino de demoler, reuniendo de forma marxista teoría y acción, superando la antítesis entre programa y realización que el reformismo ha introducido en las mentes de tantos revolucionarios, entonces el absurdo deviene evidente. Nosotros criticamos el sistema político burgués y os decimos: preparaos para suprimirlo; sin embargo, os pedimos que nos elijáis para participar en él, en su estructura y en sus funciones ¡Es una barbaridad! Así se crea el confusionismo, no la conciencia y la claridad programática en las masas. Se interviene en el engranaje del sistema democrático, en la práctica se reconoce implícitamente sus leyes funcionales; se debe reclamar la votación, el escrutinio, la marcha de las discusiones parlamentarias se desarrollan según las leyes y las reglas establecidas por la constitución vigente, y se refuerza todo el sistema en su funcionalidad.

El programa maximalista habla de ayudar «desde dentro» a la demolición. Un teorema de mecánica enseña que un sistema no puede moverse en el espacio por la acción de fuerzas internas del mismo. Pero la física no nos interesa.

Sin embargo nos interesa la lógica y la experiencia, que demuestran ampliamente cómo los parlamentarios socialistas han hecho siempre una defensa de las prerrogativas y de las normas parlamentarias y de todo el sistema.

Sólo proponer votar a los proletarios ya destruye todas las más elocuentes exposiciones del programa comunista. Votar quiere decir, en el régimen actual, delegar durante un cierto período la propia parte de pretendida soberanía, agotar la intervención del individuo en la política durante todo ese tiempo. Pero se dice a los electores que esto no debe ser as!. Y entonces es necesario concluir: no votar. La propaganda del programa y del método comunista no es algo simple, sus conceptos fundamentales no son adquiridos fácilmente por la conciencia colectiva. La antítesis entre ellos y los principios de la democracia burguesa debe ser expuesta con la más lúcida evidencia. Entonces el partido debe colocarse en una condición de hecho que demuestre cómo su propaganda no sea más que la proyección anticipada de acontecimientos que deben realizarse. Sólo el abstencionismo en las elecciones puede responder a esta delicada exigencia. De otro modo, la objeción ingenua de que el maximalismo no es más que una fraseología para entusiasmar a las masas y obtener los votos, si no fuera verdadero, sin embargo será la traducción de una verdad más completa pero análoga. ¿La abstención es un acto negativo? No, si ella equivale a proclamar tangiblemente el pasaje de las fuerzas del partido al terreno de la realización de la conquista del poder político. La abstención parece negativa sólo a quien ve erróneamente la fase positiva de la acción revolucionaria tan sólo en el momento insurreccionar no a quien se da cuenta de que éste debe estar precedido por todo un período de actividad política del partido, tal como para requerir todas sus fuerzas. Como votar está en deplorable contradicción con la preparación espiritual de la dictadura proletaria (también en ésta se votará, es verdad: pero sin burgueses) es pues, esencial, negar no el voto sino el sistema de votar en igualdad de derechos burgueses y proletarios, y por esto es necesaria la abstención; también lo es la existencia de una representación parlamentaria del partido.

Los diputados dirán lo que quieran; pero lo dirán exactamente con el mismo título de un diputado burgués, y el efecto de su propaganda será el de confundir y no el de clarificar los conceptos del programa comunista.

Hasta ahora la propaganda socialista se ha hecho (convergiendo en esto las formas de imperfección programática del reformismo y del utopismo anarquista) sobre todo contraponiendo la estructura racional de la economía comunista a la irracional y preñada de nefastas consecuencias, de la economía capitalista. Los dos sistemas estaban contrapuestos abstractamente, y por ellos se podía realizar tal propaganda sobre cualquier plataforma. Hoy que vivimos el período de la transformación es necesario llevar nuestra propaganda (acompañándola de la maravillosa «divinización» de la doctrina marxista) al campo del proceso histórico concreto que desde el régimen de la economía burguesa conduce al comunismo, ilustrando este traspaso. Esta propaganda realista, preludio de la acción inminente, no puede hacerse más que con las armas en la mano, frente al enemigo. Si la clave esencial del pasaje revolucionario es el abatimiento del sistema democrático burgués, la preparación programática de las masas se debe hacer fuera y no dentro de los organismos del sistema -la eliminación del cual es la primera condición histórica de la emancipación del proletariado.

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