La estrategia revolucionaria

Dicen al respecto los compañeros del CIS:

<<La teoría leninista de la "revolución ininterrumpida" y la de Trotsky de "revolución permanente" fueron intentos de los socialistas rusos por romper con las estrategias reformistas de la Segunda Internacional. La Segunda Internacional (inclusive Lenin-hasta abril del 17’-, Trotsky y los mencheviques) creyó que la revolución inminente en Rusia era simplemente una revolución democrático-burguesa, simplemente porque tal revolución no había ocurrido todavía en Rusia y por tanto se dijo que la fuerza que llevaba adelante la revolución era la contradicción entre las nuevas fuerzas capitalistas de producción y la dictadura absolutista de los Zares. [Por tanto, era la contradicción entre un modo de producción (capitalista) y un régimen político (aristocrático-feudal]. Los mencheviques concluyeron [de esto] que el proletariado ruso debía jugar un papel de oposición de izquierda en la revolución que vendría y no llevar adelante tareas que le impidieran a los burgueses dirigir la revolución. [Habiendo abrevado en el Manifiesto y no en la memoria histórica de las luchas en 1848,] Lenin [tenía la convicción de que, y no] creía que como la burguesía rusa le tenía mas miedo al proletariado que a los Zares y compartía muchos intereses con el feudalismo, no seria capaz, al final, de jugar un papel progresivo. Pensó por tanto, que el proletariado ruso debía buscar alianzas con los campesinos (medios y pobres) para dirigir la revolución democrática y luego, si las condiciones en Europa occidental se lo permitían, aliarse con el proletariado europeo y continuar su avance hacia el socialismo.

Trotsky tampoco pensaba que los burgueses pudieran dirigir esta revolución, pero argumentaba que aunque el proletariado debía apoyarse en los campesinos era la única clase capaz de sostener una posición mayoritaria en el futuro gobierno. De ahí que en su lucha contra la burguesía no pudiera restringirse a un programa mínimo. En su opinión la victoria de la revolución democrática con el liderazgo del proletariado no significaba otra cosa que su continuación hacia la revolución socialista.(ver La Revolución permanente).

Ambas teorías eran revolucionarias y la experiencia de la revolución rusa por sí misma prueba el acierto de la combinación de ambas. Creemos, sin embargo, que por un lado, ambas teorías están desfasadas y por el otro que incluso en su propio tiempo no expresaron una ruptura completa con las posiciones de la Segunda Internacional.

El error de ambas teorías es que no van mas allá del marco evolucionista de la Segunda Internacional.

No es cierto que porque una revolución(política) burguesa no haya nunca ocurrido en un país la revolución que se produzca tenga que ser inevitablemente burguesa. No existe la determinación en la historia de que todos los países deban pasar por una revolución(política) democrático-burguesa.

[Esto significa que, el establecimiento de relaciones sociales capitalistas en la base, no necesariamente tienen su correlato en la “superestructura” política institucional].

Esta posición marxista debe ser desenterrada después de décadas de desviación.

Bajo particulares circunstancias, un país puede convertirse en capitalista desde arriba (sin pasar por una revolución democrático-burguesa), y puede pasar directamente –revolución mediante- a la dictadura del proletariado sin haberse establecido previamente un estado burgués. O, como es el caso de Argentina, constituirse casi originariamente en estado nación políticamente burgués, con relaciones sociales capitalistas, dependientes económicamente, establecidas desde el vamos por el imperialismo. Lenin la caracteriza como:“ formalmente independiente políticamente”y “anexada económicamente”(al Imperialismo).

Del mismo modo, toda una gama de países semicoloniales y capitalistas dependientes, latinoamericanos.

En la tradición marxista la estrategia revolucionaria se determina por el análisis de tres factores principales: la naturaleza de clase del estado, las tareas históricas/ sociales de la revolución y el carácter de la clase revolucionaria y sus aliados.

En todas las formaciones económico sociales y en todas las fases de su desarrollo, estos tres factores no se corresponden entre ellos simultáneamente.  

Por ejemplo, uno puede imaginar una sociedad en la que el poder político este en manos de una clase o clases precapitalistas mientras que un potente proletariado ya haya tomado forma antes de que los burgueses hayan alcanzado el poder político. Alemania en 1848 y Rusia en 1905 son claros ejemplos. En esa sociedad, hay inevitablemente tareas democráticas de gran importancia por finalizar, sin embargo estas no son necesariamente más importantes que las tareas directamente anticapitalistas. En su inicio, la revolución social puede incluso concentrarse en esas tareas democráticas, pero pronto deberá incorporar las tareas anticapitalistas a su agenda. Además en muchos casos la solución de lo primero depende de la solución de lo segundo. Por ejemplo, en esa sociedad: ¿Cómo se puede resolver la cuestión de la tierra sin ocuparse primero de la nacionalización de los bancos?

En ese tipo de sociedad, aun si la burguesía estuviera en contra del estado existente, preferiría una transferencia gradual del poder a una revolución, para así detener el progreso de la revolución socialista. La magnitud de la colaboración de la clase burguesa dependerá del nivel de miedo al proletariado y de la profundidad de los intereses comunes con las clases precapitalistas. En el caso de la pequeño burguesía, la situación puede ser muy distinta para las diferentes capas. En muchas ocasiones esta clase puede mantener su radicalismo hasta la destitución del viejo régimen y este es el fenómeno que convenció a muchas fuerzas de aliarse con la totalidad de la pequeño burguesía. Sin embargo, en cuanto el proletariado da unos pasos en serio hacia la solución de sus tareas anticapitalistas, las capas superiores de esta clase se unen a la contrarrevolución.

Por tanto, en esas sociedades no puede haber otra estrategia revolucionaria que la de la revolución socialista liderada por el proletariado contando con el apoyo de las capas mas bajas de la pequeño burguesía con una combinación de tareas democráticas y socialistas. La posición clásica de Marx es en nuestra opinión mucho mas clara que la adoptada por la revolución rusa. Aunque las opiniones de Lenin y Trotsky durante la Revolución de Octubre eran revolucionarias en contraposición a la reformista de la Segunda Internacional, en realidad, estaban todavía atados ideológicamente al evolucionismo de la Segunda Internacional y esto allanó el camino para la justificación de futuras desviaciones.

El estado burgués está por definición basado en esos dos grupos. Si el sistema de producción En cualquier caso, esos argumentos eran sólo necesarios o validos en las sociedades del pasado. Quizá durante la primera guerra mundial se pudiera argumentar que en China o en India la revolución permanente o ininterrumpida presentaba una solución valida a la cuestión de estrategia revolucionaria. Pero hoy en día: ¿Dónde podemos encontrar ese tipo de estado precapitalista? ¿Existe algún país en el que las relaciones sociales capitalistas no sean dominantes? Si el estado es un estado burgués, está claro que uno no se puede unir con fracciones de la burguesía o de las capas más altas de la pequeña burguesía. . El estado burgués está por definición basado en esos dos grupos. Si el sistema de producción capitalista domina: ¿Cómo puede negarse la predominancia de las tareas anticapitalistas por sobre las democrático-burguesas? Por lo tanto, en la mayoría, si no en todas las sociedades hoy en día, no puede haber otra estrategia revolucionaria que la de una revolución socialista, y no es necesario referirse constantemente a discusiones sobre la democracia social rusa para probarlo.>> (CIS: Op.Cit. Estrategia revolucionaria. Lo entre corchetes y el subrayado es nuestro)

En todo este apartado, observamos varias confusiones conceptuales. La más general, que sólo se exponen unos pocos argumentos limitados a considerar la estrategia de lucha para la toma del poder. Nada sobre lo que hay que hacer a partir del día siguiente y por qué. En este sentido, las posiciones del CIS para observar en este apartado son las siguientes:

1)       La estrategia revolucionaria se determina "por el análisis de tres factores principales: la naturaleza de clase del Estado, las tareas históricas/sociales de la revolución y el carácter de la clase revolucionaria y sus aliados".

2)       La estrategia de poder bolchevique para la construcción del socialismo en Rusia, no rompió con el "evolucionismo" reformista de la IIª Internacional. Por toda justificación, dicen que las tesis de Marx al respecto les parecen "mucho más claras". Pero nada más. Por "evolucionismo" se supone que entienden la política bolchevique de incorporar los campesinos medios (pequeñobuerguesía agraria) a la revolución.

3)       Dado que en el mundo actual no quedan ya reminiscencias políticas ni económicas de la sociedad feudal, no vale la pena detenerse a estudiar la experiencia bolchevique como elemento de polémica, porque la estrategia de revolución ininterrumpida de Lenin, o de revolución permanente de Trotsky, han quedado superadas por el desarrollo de la acumulación capitalista.

4)       En el sentido de lo dicho en el punto anterior, el CIS opina que la política de los bolcheviques tras la toma del poder, "allanó el camino para la justificación de futuras desviaciones", en clara alusión a que, en este aspecto, entre leninismo y stalinismo no hubo solución de continuidad.

Respecto de lo primero, decir que antes de delinear la estrategia de poder, es necesario definir el carácter de la revolución. Y esto depende de factores económicos, sociales y políticos objetivados, materiales, que es necesario transformar políticamente mediante la acción de los explotados a instancias de su vanguardia política. Acción que no tiene por qué tener siempre el carácter de enfrentamiento directo y físico con sus enemigos visibles, algo que a la mayoría de los militantes prácticos tradicionales, muchos de ellos autoproclamados antistalinistas --que ignoran haber sido formados en el espíritu del más puro stalinismo-- no les cabe en la cabeza. Estos factores son los siguientes:

·         la llamada "correlación fundamental de fuerzas sociales" o magnitud social comparada entre las dos clases universales estratégica y tácticamente antagónicas: hoy día, la burguesía (grande y media) por un lado, y el proletariado por otro;

·         la magnitud social correspondiente a los explotadores de trabajo ajeno en pequeña escala,

·         el grado de socialización del trabajo, 

·         el carácter de clase del Estado, y,

·         sus formas de gobierno.

El carácter de la revolución determinado por las condiciones económicas y políticas objetivas, determina, a su vez, la estrategia de poder, sujeta a cambios según evolucionan las condiciones objetivas. Con esta explicación pasamos a observar el segundo punto de las proposiciones del CIS en este apartado.

Por ejemplo, en la Alemania de 1848, tanto como en Rusia a principios del siglo pasado, la correlación fundamental de fuerzas sociales era totalmente desfavorable al proletariado urbano relativamente minoritario dado el desarrollo lento de una burguesía incipiente. Países ambos de mayoría pequeñoburguesa aplastante, un campesinado pobre sujeto a relaciones semifeudales y la sociedad toda bajo el dominio político de la nobleza en un Estado teocrático y despótico, semejantes condiciones económicas, sociales y políticas objetivas, dieron a la revolución allí un carácter democrático burgués. Por tanto, la estrategia de poder del proletariado, limitada a los objetivos sociales de la burguesía --en conjunto mayoritaria-- no podía pasar de la lucha contra los privilegios de los distintos estamentos feudales y  por la conquista de la democracia formal capitalista.

¿Qué hicieron los bolcheviques hasta octubre de 1917 en materia de estrategia de poder?. Pues, antes que nada, aprender de lo experimentado por la "Liga de los Comunistas" a instancias del liderazgo político y legado teórico de Marx y Engels, actuando como aconsejaron ellos después de sufrir por primera vez la intrínseca cobardía política de la burguesía internacional en las condiciones históricas de 1848, y que, como se ha vuelto a demostrar, repitió durante todo el período revolucionario en Rusia.

¿Y cómo hubieran actuado Marx y Engels de haber triunfado la revolución de 1848? Lo dejaron dicho en enero de ese mismo año, dos meses antes de la insurrección en Berlín, cuando presentaron al mundo el primer programa de transición al comunismo en toda la historia del movimiento político del proletariado, que delineó su estrategia de poder para el período revolucionario determinado por el carácter democrático-burgués de la revolución en Alemania; fue un programa similar al elaborado por Lenin antes de la toma del poder en Rusia, y que los bolcheviques no pudieron llevar a término porque cambiaron radicalmente las condiciones al desatarse el hambre en las ciudades por causa de la semiparálisis del aparato productivo ante el caos producido por el imprevisto apoderamiento de las tierras por parte de los campesinos pobres, la falta de transportes y la interrupción de los suministros industriales provocado por el bloqueo de las potencias enemigas, obligando a adoptar el programa del llamado "comunismo de guerra".

 Si los compañeros se toman el trabajo de volver a leer el programa que Lenin expuso a consideración del partido en abril de 1917, publicado en septiembre bajo el título: "Las tareas del proletariado en nuestra revolución", y comparan lo que aparece allí con lo que Marx y Engels propusieron en el programa que incluyeron en el "Manifiesto comunista", verán que ambos se inclinan por el mismo presunto "evolucionismo" que el CIS reprocha a los bolcheviques ¿De qué modo presentaron su programa los creadores del Materialismo Histórico? Diciendo lo siguiente:

<<Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera, es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia.

El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los medios de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas.>> (K.Marx-F.Engels: "Manifiesto del Partido Comunista" Cap. II)  

Y podrán, además, comprobar, que Marx y Engels parece que fueron bastante más "evolucionistas" que los Bolcheviques, porque sólo se plantearon allí "expropiar la propiedad territorial y emplear la renta territorial para los gastos del Estado". O sea, que ni siquiera hablan ahí  de confiscar directamente y sin compensación a la burguesía industrial, sólo a los emigrados y los "rebeldes contra la mayoría del pueblo". Dos meses antes, en noviembre de 1847, el propio Engels en sus "Principios del comunismo" había sido programáticamente más explícito y ajustado a la literalidad del "Manifiesto", proponiendo:

<<expropiar gradualmente a los propietarios agrarios, fabricantes, propietarios de ferrocarriles y buques, parcialmente con ayuda de la competencia por parte de la industria estatal y, parcialmente de modo directo con indemnización>> (Op.cit. Principio XVIII)

    ¿Por qué este gradualismo supuestamente asimilado al reformismo de la IIª Internacional? Esta pregunta se la formula a sí mismo y contesta Engels en el "principio" Nº XVII de la obra que acabamos de citar:

<<¿Será posible suprimir de golpe la propiedad privada?

No, no será posible, del mismo modo que no se pueden aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la medida necesaria para crear una economía colectiva. Por eso, la revolución del proletariado, que se avecina todos los indicios, sólo podrá transformar paulatinamente la sociedad actual. Y acabará con la propiedad privada únicamente cuando haya creado la necesaria cantidad de medios de producción>> (F. Engels: Op.cit.)

¿Cómo es posible concebir que el respeto siquiera parcial por la ley del valor y la propiedad privada capitalista sea un principio comunista? Porque, científicamente, nada se puede crear de la nada. Sólo los utopistas pudieron llegar a creer que la sociedad comunista podría construirse desde la imaginación de unos cuantos bienintencionados reformadores sociales. La imaginación sólo puede aportar a la construcción del comunismo, si ya se sabe de qué y cómo está hecho y funciona el capitalismo, si se conocen sus leyes de desarrollo. Y las leyes del capitalismo determinan que no se puede socializar una estructura productiva que no esté suficientemente desarrollada, porque lógicamente no se pueden saltar etapas de desarrollo de las fuerzas productivas por decreto. Esto no obsta para que se empiecen a socializar las estructuras productivas o unidades empresariales capitalistas de mayor desarrollo que, bajo las nuevas relaciones de producción comunistas más eficientes, a través mismo de la ley del valor y la competencia, vayan dejando sin sentido económico a las empresas capitalistas de menor desarrollo relativo y puedan así ser absorbidas por las respectivas empresas estatales sin los traumas sociales derivados del paro. 

Marx decía que a la naturaleza, cuando no se sabe como transformarla para un fin determinado y se la quiere expulsar por la puerta de la sociedad, se vuelve a colar por la ventana. Y en este sentido no se puede olvidar que el modo de producción capitalista es un organismo "histórico-natural" vivo, donde el mercado es el que determina la composición técnica y orgánica del capital en funciones, esto es, la proporción de medios de producción afectados al trabajo de cada asalariado, lo cual determina el grado de desarrollo de la fuerza social productiva en cada unidad empresarial, a la que el mercado también le asigna una ganancia y unos determinados costes y precios de producción o de venta (si se trata de una empresa comercial o de servicios). Y esto no se puede alterar a voluntad sin consecuencias para la productividad media de la sociedad y, por tanto, para la vida de los seres humanos que viven en ella.

En tales condiciones, para hacer valer la superioridad del comunismo bajo el principio de la obligación de trabajar legitimando democráticamente la consigna de que "quien no trabaja no come", la nueva organización social adquiere ipso facto la responsabilidad de posibilitar trabajo y salario histórico a todo el mundo según su capacidad. ¿Cómo hacer esto si no se dispone de medios de producción y materias primas adicionales, porque el capitalismo legó esta situación de penuria relativa general y paro masivo? Los comunistas de izquierda responden inmediatamente: "reduciendo la jornada de labor", repartiendo las horas de trabajo totales de cada unidad de trabajo entre los obreros disponibles. Esto se puede llegar a realizar y está teóricamente previsto que se realice. Pero, ¿hasta dónde es posible al principio? Todo depende del grado de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por el capitalismo antes de la toma del poder. Para  que esta proposición se justifique económicamente, el aumento de la producción adicional,  deberá ser equivalente a los salarios adicionales de los nuevos trabajadores incorporados a esa empresa, más la parte proporcional del fondo de amortización necesario para reemplazar en su momento los medios de producción gastados, ahora en un tiempo sensiblemente menor que antes, a raíz de la introducción de un turno o dos más de trabajo. ¿Será posible esto sin un aumento en la productividad del trabajo mediante la incorporación de mejores y, por tanto más costosos medios de trabajo? Un poco más adelante volveremos sobre este asunto. Todos estos son factores cuyo análisis corresponde al diseño de la táctica política de los revolucionarios, de las tareas coyunturales o históricas para alcanzar los objetivos estratégicos.

El hecho de que un Estado nacional sea burgués, y que el proletariado haya alcanzado a ser mayoría social absoluta, no quiere decir que la revolución social deba ser proletaria pura, esto es, comunista. Todo depende de la estructuración social de las clases y sectores de clase minoritarios, especialmente de la magnitud económica y social de la pequeñoburguesía y del semiproletariado que alterna su condición de parado, con actividades temporales en relación de dependencia y como cuentapropista en régimen de producción o cambio mercantil simple.

El error es considerar a la pequeñoburguesía, como parte políticamente inseparable del capital. Como si constituyeran entre todos ellos una sola masa reaccionaria permanente. Marx descalificó por esto a Lassalle en su "Crítica del Programa de Gotha". Y es un error, en primer lugar, porque estos sectores, aunque capitalicen plusvalor, no se rigen por la tasa media de ganancia; sólo dependen de ella por los efectos que provoca sobre ellos la evolución económica a instancias de la escala de la producción y la estructura de costes y precios de las grandes y medianas empresas reflejados en el mercado, cambios que repercuten sobre su masa, determinando, en parte, el aumento o disminución en el ejército industrial de reserva, según se explicará un poco más adelante. En segundo lugar, porque siendo un sector de clase burguesa intermedio entre la burguesía propiamente dicha y el proletariado, la pequeñoburguesía fluctúa históricamente entre la burguesía y el proletariado según los cambios en la correlación política de fuerzas entre las dos clases universales antagónicas. En una situación de doble poder favorable al proletariado, la pequeñoburguesía tiende a orientar su voluntad política hacia las posiciones del proletariado según las perspectivas de supervivencia qué, de momento, les ofrece el programa revolucionario. 

Si con la crítica al supuesto "evolucionismo" de Lenin lo compañeros están proponiendo que no sólo hay que expropiar a los terratenientes, a la gran burguesía y a la burguesía media --como hicieron los Bolcheviques-- sino también a la pequeñoburguesía que explota a un número irrisorio de asalariados, como sostenían los "comunistas de izquierda" en la URSS, con esta cuestión estratégica o programática no estamos de acuerdo, por la misma razón que cuestionamos la voluntad política de disminuir la jornada laboral sin saber si las condiciones objetivas legadas por el capitalismo lo permiten. 

En primer lugar, sentimos defraudar a los compañeros del CIS diciendo que el proceso iniciado en octubre de 1917 en modo alguno fue "evolucionista", sino de revolución social permanente, en proceso de ruptura radical con la propiedad privada capitalista y, por tanto, con las concepciones meramente reformistas de la socialdemocracia. Esta confusión del CIS, es la consecuencia lógica del reduccionismo de la lucha de clases a la forma política cruenta entre dos enemigos declarados en un conflicto abierto con las trincheras perfectamente delimitadas y visibles. Esta concepción de la lucha de clases es la única válida y posible para el militantismo practicista tradicional, por lo general, sin vocación de poder alguno, que no ve más allá de la lucha meramente contestataria, de la conciencia puramente negativa que se adquiere luchando contra lo que no se quiere, sin saber exactamente lo que se quiere.

Los practicistas revolucionarios no comprenden que la lucha de clases pueda en determinado momento no estar planteada en términos de confrontación social física, de unos frente a otros por objetivos explícitos y evidentes, como en la guerra; no comprenden que pueda ser una lucha sorda, soterrada, no manifiesta, tenaz pero incruenta, aparentemente inexistente e intrascendente y, sin embargo, tan decisiva como cualquiera otra, dependiendo siempre de las condiciones a transformar y de la capacidad de las fuerzas disponibles. Los practicistas revolucionarios jamás se atienen a las condiciones. Para ellos, la lucha proletaria es primordial y exclusivamente una cuestión de voluntad política; dicho llanamente, de algo que se hace "por huevos", como proponía el "Che" Guevara. De este modo, a los practicistas la lucha siempre les sorprende, no piensan ni creen que se puede prever. Y menos aún se les puede pasar por la cabeza ni la imaginación, plantearse luchar contra alguien a través de una alianza con él, como hicieron los bolcheviques con la burguesía alemana durante la guerra, o con la pequeñoburguesía durante la NEP.

Como si la lucha económica por el control y el registro en las empresas confiscadas, contra el sabotaje del individualismo pequeñoburgués residual en el grueso de la clase obrera, lucha que se impone desde el día siguiente a la toma del poder, no fuera una lucha política estratégicamente decisiva; como si al principio de la construcción del socialismo, el necesario desarrollo de las fuerzas sociales productivas no descansara casi exclusivamente en el esfuerzo de su componente fundamental: el factor humano en términos de esfuerzo, organización y disciplina en el trabajo:

 <<Hay que desarrollar el capital, pues sólo un capital llevado hasta el último estadio de su  desarrollo podrá ser socializado>> (Friedrich Ebert. Enero de 1918)

Este evolucionismo capitalista de la IIª Internacional está en las antípodas políticas de lo que hicieron los bolcheviques rusos entre octubre de 1917 y enero de 1924. Ya hemos explicado sumariamente más arriba en qué consistió la táctica de los bolcheviques con la pequeñoburguesía. Nosotros estamos de acuerdo con ella. ¿Por qué razón está hoy día "desfasada" esta táctica, porque el proletariado se ha convertido en mayoría absoluta de la población en casi todo el mundo? La construcción del socialismo no consiste en esto, sino en el comportamiento del proletariado tras la toma del poder, lo cual depende, decisivamente, de la cantidad y calidad de los miembros del partido para garantizar que ese comportamiento discurra por los cauces efectivamente revolucionarios.

Acerquémonos más tangiblemente al problema. Actualmente, las pequeñas empresas constituyen el 99% del tejido empresarial europeo, empleando al 53% de los explotados (65 millones). Las "muy pequeñas empresas", que no explotan trabajo asalariado, ascienden a 7.848.000; las que explotan entre 1 y 9 asalariados son 6.783.000. Finalmente, las "pequeñas empresas" que explotan entre 10 y 49 asalariados no exceden del millón llegando a las 971.000. O sea, que 7.754.000 empresas productoras de plusvalor en pequeña escala, emplean a más de la mitad de los asalariados europeos. Como puede apreciarse en el siguiente cuadro elaborado en base a datos de "Eurostat" para 1996:

  

Muy pequeñas empresas

Pequeñas Empresas

Medianas Empresas

Grandes Empresas

 


Número de
Empleados

0

1 - 9

10 - 49

50 - 249

> 250

TOTAL


Número de Empresas
(en miles)

7.848

6.783

971

146

31

15.777

Fuente: Eurostat, Empresas en Europa, sexto informe. Cifras clave para 1996, 2001.

¿Qué hacer con estos explotadores en pequeña escala, expropiarlos? Analicemos esta proposición. Suponiendo una media de 2 patrones por empresa entre las dos categorías de pequeños explotadores, si la dictadura del proletariado procediera a expropiarles despóticamente, tendría ipso facto 15.508.000 enemigos con sus respectivas familias repartidos entre el interior y el exterior de las fronteras de la UE.

¿Cuál ha sido y sigue siendo la doctrina marxista al respecto? Transformar la sociedad democrático-social burguesa en socialista, expropiando lo efectivamente socializable según las condiciones objetivas específicas al momento de la toma del poder.  En este asunto, lo único que ha cambiado respecto de la sociedad Rusa en 1917, es que el proletariado se ha constituido en la clase absolutamente mayoritaria de la población, y, en virtud de ese hecho consumado, su dictadura política deviene automáticamente en una democracia. 

Ahora bien, si lo que se quiere --como debiera ser-- es demostrar de entrada la superioridad social y política de las nuevas relaciones de producción de tipo comunista, para consolidar la revolución habrá que prioritar inmediatamente el desarrollo de las fuerzas productivas a partir de la estructura económico-social heredada del capitalismo, asignándole el índice histórico = 100.

Siguiendo el modelo soviético, la primera medida consistirá en estatizar mediante expropiación sin compensación, toda la grande y mediana burguesía industrial, agraria, comercial, y de servicios -incluidos los transportes-, más todo el sistema bancario. Dado el grado de desarrollo de las fuerzas productivas contenido en estos sectores, pueden ser efectivamente socializados bajo las nuevas relaciones de producción de tipo comunista al margen de la propiedad privada capitalista. Para esto, el papel dirigente del partido deberá ser reconocido por las masas asalariadas y semiasalariadas (trabajadores autónomos), con suficiente extensión y alcance sobre ellos como para ejercer esa función hegemónica, no simplemente dominante, a fin de garantizar que la gestión del control obrero no derive en simple autogestión empresarial privada. De lo contrario, el proceso se complica, como sucedió en la URSS.[1]

El ejercicio del poder en los primeros momentos, sin duda contribuye a que el proletariado siegue a cada paso que da en este sentido, la maleza de los prejuicios de clase que durante años y años vino cultivando la burguesía en su conciencia colectiva, especialmente el prejuicio del mercado como única alternativa para la distribución racional de recursos productivos y riqueza; pero esto sólo es válido para el proletariado de las grandes empresas. Teniendo en cuenta, además, que, ante cualquier dificultad o error de previsión en la consecución de los objetivos revolucionarios propuestos, cuyas consecuencias se trasladan inmediatamente del bolsillo y el estómago a la conciencia del proletariado sin partido, esa misma conciencia ve crecer muy pronto la misma maraña ideológica donde habían empezado a brotar los retoños de la racionalidad comunista.

Como los revolucionarios rusos han podido experimentar en muchos frentes, el desarrollo ideológico y político desigual del movimiento, determina que la burguesía, aun habiendo desaparecido físicamente de las nuevas relaciones de producción, su fantasma, el espíritu objetivo de su concepción del mundo sigue allí, en la realidad de la sociedad de transición, en el mercado, para continuar ejerciendo un doble poder en la conciencia de muchos asalariados que apoyaron a la revolución y que pasaron a defenderla, pero que, una vez en el poder, se aprovechan de ella como reminiscentes pequeños propietarios, una reminiscencia que no deja de hegemonizar el espíritu de sus sectores más atrasados, amenazando con cobrar nueva fuerza material contrarrevolucionaria a instancias de ellos, de sus vacilaciones, y hasta de su rebelión encubierta.

Durante el discurso que pronunció el 29 de abril de 1918 en el "Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista Bolchevique", Lenin alertaba contra la insuficiencia de la disciplina y las ideas pequeñoburguesas de una mayoría de asalariados no comunistas todavía en condiciones de penuria, al tiempo que criticaba las ideas de los "Comunistas de izquierda", que creían posible desembarazarse de la burguesía por el sólo hecho de derrotarla y expropiarla, sin haber reemplazado en la conciencia de muchos asalariados la picaresca burguesa por la disciplina revolucionaria, observando que la tarea más difícil en semejantes circunstancias no consiste en derrocar a la burguesía quitándole su base material de sustentación, sino arrancar su espíritu rapiñoso de la conciencia de muchos asalariados, asegurando "el orden, la disciplina, la productividad del trabajo, la contabilidad y el control" de la producción con esos medios expropiados. Así habló seis días antes frente a los diputados de los soviets:

<<Estos pequeños kulaks, pequeños patronos y pequeños propietarios (que seguían subyugando el alma de muchos obreros) dicen: "toda la vida nos han oprimido, toda la vida nos han aplastado, por qué no sacar partido de tan propicia oportunidad? Este fenómeno constituye un serio obstáculo y sin superarlo es imposible pensar en el triunfo, ya que de todo pequeño propietario, de todo individuo codicioso y rapaz puede surgir un nuevo Kornilov>> (V.I. Lenin: "Discurso ante soviet de diputados, obreros, campesinos y del Ejército Rojo de Moscú. Lo entre paréntesis es nuestro)  

La segunda medida del proletariado revolucionario tras la toma del poder, debe consistir en decidir utilizar la parte del plustrabajo confiscado que los burgueses destinaban a su fondo de consumo, según el siguiente orden de prioridad:

1)       para ampliar de inmediato la escala de la producción en todo lo que la herencia de parados exceda las posibilidades de empleo que brinda la capacidad instalada ociosa de las empresas capitalistas, expropiadas o no; Al contrario, la capacidad instalada ociosa que excediera la herencia de parados, debería servir para disminuir porcentualmente la jornada de labor entre el total de los asalariados existentes.

2)       para acercar los salarios reales al salario histórico correspondiente al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad anterior.

3)       para poner inmediatamente en funciones, los resultados de la más alta investigación tecnológica aplicada al sector I (producción de medios de producción), que el capitalismo retarda, a la espera de que el coste de su incorporación al aparato productivo de la sociedad, sea inferior al coste de la mano de obra que reemplaza, esto es, al tiempo de trabajo necesario de la jornada de labor correspondiente al valor de los salarios de esa mano de obra que la mejora tecnológica permite reemplazar; un problema que no tiene el sistema basado en las relaciones de producción comunistas, donde el coste social del trabajo empleado comprende la jornada de labor entera, lo cual acelera la aplicación de las innovaciones tecnológicas al aparato productivo.

4)       Para ayudar crediticiamente a la pequeñoburguesía en la puesta al día de los salarios históricos según el criterio expuesto más adelante, bajo la condición garantizada por el control obrero, de que el bajo coste de la tasa de interés no se traslade al precio de los productos.

La propensión planificada al aumento de las fuerzas productivas, consiste en dedicar más recursos a la ampliación del fondo de acumulación técnica en el sector I, esto es, en medios de producción de las empresas productoras de medios de producción -al nivel tecnológico más alto correspondiente a las grandes empresas que emplean más de 250 asalariados- a expensas de las empresas del sector II, productoras de bienes de consumo.

Esta prioridad en el desarrollo de las fuerzas productivas en la nueva sociedad salta a la vista, porque es la premisa necesaria para cohesionar al conjunto de la sociedad en torno a las nuevas relaciones de producción dominantes. En efecto, dado que la composición técnica en cada una de las empresas socializadas determina la masa de trabajo vivo a emplear en cada jornada, cuanto mayor es el coeficiente tecnológico de los medios de producción menor será el contingente necesario de asalariados a emplear, mayor el numero de turnos de cada jornada, menor el número de horas de cada turno, mayor la productividad y la producción global, menores sus costes unitarios en términos de tiempo de trabajo y mayor el poder adquisitivo de los salarios.

De lo contrario, si las fuerzas productivas de la sociedad socialista no crecen y el empleo en ella -que naturalmente aumenta según el crecimiento vegetativo de la población- lo hace por encima de lo que exige la composición técnica media anterior a la revolución, la productividad del trabajo remite o desciende por debajo del índice 100 inmediatamente anterior a la primera fase socialista. 

Bajo tales condiciones, la sociedad de transición comienza a perder justificación histórica, hasta que, una vez agotados los fondos burgueses de consumo destinados al aumento del nivel de vida asalariado, los resultados adversos del descenso en la productividad sobre el nivel de vida de una sociedad de pleno empleo, comienzan a pesar sobre la conciencia socialista de sus productores hasta quedar aplastada por la cada vez más impaciente añoranza en el capitalismo, sentida muy especialmente por los asalariados de mayor cualificación relativa, de cuyo nivel de conciencia política depende en gran medida el fortalecimiento del capitalismo de Estado proletario y del control obrero sobre el capitalismo privado en pequeña escala, condición para dar el siguiente paso hacia la primera fase del comunismo.

Ante un continuado retroceso en la productividad y la consecuente menor participación creciente de los asalariados en el producto de su trabajo, llega un momento no muy lejano, en que el proceso de contrarrevolución interna se pone a la orden del día.

 Volviendo al ejemplo de la UE, los empleados en la actualidad son 122.641.509. El paro durante el primer semestre de 2002 (últimos datos disponibles) ascendió al 8,5%, o sea 10.424.528 desempleados. Ahora bien, en realidad, a estos parados oficialmente reconocidos hay que agregar el 53% del total de los empleados = 65.000.000, que trabajan a tiempo parcial. De estos sólo sabemos que la cuarta parte, o sea 16.250.000 corresponden a contratos de menos de 25 horas por semana, esto es, menos de cien horas por mes, cuando los contratos normales a mes entero de ocho horas diarias llegan a las 160 horas mensuales. Suponiendo que los 65.000.000 trabajen un parcial medio de 80 hs. mensuales (20 por semana), a los 10.424.528 parados hay que sumar el 50% de 65.000.000, o sea, 32.500.000, de modo que, en este supuesto (muy optimista para la burguesía), el total de parados asciende a 10.424.528 + 32.500.000 = 42.924.528 una tasa del 35,00%. Y los empleados trabajando 8 hs descenderían en 32.500.000 o sea: 122.641.509 -- -- 32.500.000 = 90.141.509. Así, la tasa real de paro sube al 47,62%

A estos parados, teóricamente habría que agregar los correspondientes a la expropiación de la burguesía media y gran burguesía, esto es: 971.000 + 31.000 = 1.002.000, de lo que resulta un paro total teórico de 43.926.000. Decimos teórico y lo despreciamos, porque muchos de esta parte minoritaria de la población no son quienes gestionan sus empresas; y aun cuando las gestionaran, a diferencia de lo que pasó en la URSS, en este caso muy bien se les podría reemplazar por asalariados en paro especializados en esa tarea, de modo que, desde el punto de vista económico su incidencia es nula y no es necesario mantenerles en sus puestos; desde el punto de vista político tampoco tendría sentido incluirles en la estadística del paro, porque su exilio es más que seguro.       

Ahora bien, para emplear a los 90.141.509 asalariados, la burguesía europea utiliza hoy día entre el 60/70% -digamos 65%- de su capacidad industrial instalada. Esta capacidad viene directamente determinada por la composición técnica media del trabajo social, que, bajo el capitalismo, es una variable dependiente del llamado "break even point" (punto de producción y de precios regulad@s por la tasa media de beneficio), y que, en el caso de la UE, no permite emplear más que entre el 60 y el 70% de la capacidad industrial instalada. Esto quiere decir que el paro actual en la UE = 42.924.528, puede ser totalmente absorbido por el 35% de su capacidad ociosa, con un potencial de empleo igual a 48.537.735 asalariados. Dado que esta capacidad ociosa excede en un 11,56% a la absorción de los 42.924.528 asalariados actualmente en paro, la producción puede aumentar en un 47,62% sin menoscabo de la productividad, quedando un remanente de capacidad ociosa del 11,56%.

¿Qué pasaría de optarse por la alternativa ultraizquierdista de expropiar a las dos categorías de la pequeñoburguesía que emplean entre 1 y 49 asalariados? Que estos 15.508.000 trabajadores que explotan trabajo ajeno en pequeña escala, se volverían contra la revolución, soterradamente unos, y más o menos abiertamente otros. Esta situación, sin duda agrega un sensible grado de dificultad a los fines de la estabilidad política del nuevo sistema de vida. Sin el consenso o la neutralidad de esa minoría de la población activa, más una parte indeterminada pero nada desdeñable de asalariados que, al principio, no dejarían de seguir pensando con la cabeza de sus antiguos patrones, la revolución comenzaría su andadura con algunas piedras más en el camino.  

En tal sentido, esta política rompe con la doctrina sentada por el hilo teórico conductor entre Marx y Lenin, en cuanto a la política de los revolucionarios con la pequeñoburguesía tras la toma del poder en cualquier sitio. ¿En qué consiste esta doctrina?

En noviembre de 1850, Marx decía con plena razón que:

<<Los obreros franceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no sublevase contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación --campesinos y pequeñoburgueses-- que se interponía entre el proletariado y la burguesía; mientras no la obligase a unirse al proletariado como a su vanguardia.>> (K. Marx: "Las luchas de clases en Francia, de 1848 a 1850". Punto I)

Desde la experiencia de la revolución Rusa hasta hoy, aunque no con tanta fuerza, pensamos que este principio sigue todavía vigente. El mismo que siguió Lenin al frente de los Bolcheviques, en cuanto a que el proletariado no puede empezar una nueva andadura revolucionaria efectiva tras la toma del poder, sin contar con la pequeñoburguesía urbana y rural en cualquier país, hasta que la revolución se extienda y se logre acabar con la gran burguesía internacional. Después, la integración de estos sectores al socialismo será más una cuestión económica que política propiamente dicha.

En lo inmediato, además de la ayuda crediticia a bajo interés para pagar el plus que suponga actualizar el salario histórico, o para renovar el capital fijo, subvencionado con parte del fondo de consumo confiscado a la gran burguesía expropiada, el control obrero sobre estos sectores debe ejercerse:

1)       para  autorizar la ampliación en la escala de su producción sólo en caso de que la oferta de trabajo de los jóvenes asalariados que se incorporan por primera vez al trabajo social, no sobrepase la demanda de empleo en las empresas del Estado;

2)       para supervisar la contabilidad de esas empresas; acordar el calendario laboral con arreglo al límite máximo de horas anuales de trabajo fijado por ley; cuidar que cumplan las directivas del poder soviético en cuanto a la seguridad en el trabajo, a la duración de la jornada de labor y de los ritmos de producción autorizados, así como a la preservación del medio ambiente, al pago regular del impuesto a la renta diferencial respecto del salario medio interprofesional vigente (impuesto que deberá ser proporcionalmente menor al actual impuesto de sociedades según cada categoría de empresa en función de la plantilla de personal entre 1 y 49 asalariados), además de su contribución a la seguridad social.   

Como ya hemos visto, coherente con el principio anunciado en 1850, en 1875 Marx se opuso a Lassalle en eso de que, frente a la clase obrera todas las otras clases y sectores de clase constituyen "una sola masa reaccionaria". Lassalle hizo aquí un corte político radical de izquierdas entre trabajadores proletarios y no proletarios, en el único pasaje ultraizquierdista que contenía su proyecto de programa de cara al Congreso de Gotha. Un corte político bajo el supuesto de que la toma del poder ponía al proletariado a las puertas de la primera fase del transito al comunismo, demostrando que no había hecho el estudio pertinente de las condiciones históricas específicas a transformar antes de pisar esos umbrales; Lassalle no se había puesto a pensar un solo instante acerca de las dificultades del proceso de construcción comunista en tales condiciones. Por tanto, ignoró también la diferencia en cuanto a génesis y concepto entre las categorías de pequeñoburguesía y burguesía propiamente dicha.

Fue Marx quien se tomó el trabajo de fundamentar estas diferencias en el primer Libro de "El Capital". Fundamento que Lenin tuvo muy en cuenta a la hora de formular el programa y las tareas inmediatas del poder soviético inmediatamente después de la toma del poder. Según su investigación, son capitalistas propiamente dichos sólo los que individualmente disponen de una masa de capital mínimo en funciones que les permite independizarse de la producción directa:

<<Para vivir apenas el doble de bien que un obrero común y reconvertir en capital la mitad del plusvalor producido, el capitalista tendría que multiplicar por ocho el número de obreros y el mínimo de capital adelantado. Es cierto que él mismo puede, al igual que su obrero, participar directamente en el proceso de producción, pero, en ese caso, sólo será un híbrido de capitalista y obrero, un "pequeño patrón". Cierto nivel de la producción capitalista hace necesario que el capitalista pueda dedicar todo el tiempo que funciona como tal, es decir, como capital personificado, a la apropiación y, por tanto, al control del trabajo ajeno y a la venta de los productos de este trabajo (...) Se confirma aquí, como en las ciencias naturales, la exactitud de la ley descubierta por Hegel en su "Lógica", según la cual, cambios meramente cuantitativos, al llegar a cierto punto se truecan en diferencias cualitativas (...)

La suma mínima de valor de la que debe disponer el poseedor individual de dinero o de mercancías (medios de producción) para  convertirse en capitalista, varía con las diversas etapas de la producción capitalista, y, en una etapa de desarrollo dada, difiere entre las diversas esferas de la producción, según sus condiciones técnicas específicas.>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. IX)

Para resumir, siguiendo a Marx, digamos que pequeñoburgués es el capitalista que no cuenta con la masa de capital mínimo que le permita liberarse de la producción directa y que, por tanto, comparte el trabajo con sus asalariados. Esto en cuanto a su estructuración tal como persiste en la sociedad actual. En cuanto a su génesis, estos actuales pequeños explotadores de trabajo ajeno son la adaptación al capitalismo de los originarios productores mercantiles simples, los campesinos y artesanos libres, dos categorías sociales precapitalistas encarnadas en los siervos de la gleba, quienes en gran parte serían expropiados, los campesinos por los propios señores feudales, convertidos en simples terratenientes una vez que las distintas guerras dinásticas disolvieron los vínculos de vasallaje que les ataban a las viejas noblezas; los artesanos por los "burgos" , así llamados originariamente en alusión a las ciudades pequeñas de los distintos feudos que ellos se dedicaban a vincular comercialmente. Ambas categorías irían a dar origen al moderno proletariado y su correspondiente dialéctica con la burguesía. Así describió Marx a los "productores libres propietarios de sus condiciones materiales de trabajo, base social cuya expropiación dio origen a los modernos conceptos de "libertad" e "igualdad", a instancias de la relación entre las nuevas categorías del "capitalista" (propietario "libre" de los medios de producción expropiados a campesinos y artesanos) y de los asalariados (propietarios "libres" de su fuerza de trabajo): 

<<¿En qué se resuelve la acumulación originaria del capital, esto es, su génesis histórica? En tanto no es transformación directa de esclavos y siervos de la gleba en asalariados, o sea, mero cambio de forma, no significa más que la expropiación del productor directo, esto es, la disolución de la propiedad privada fundada en el trabajo propio. La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción es el fundamento de la pequeña industria, y la pequeña industria es una condición necesaria para el desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del trabajador mismo. Ciertamente, este modo de producción existió también dentro de la esclavitud, de la servidumbre de la gleba y de otras dependencias. Pero sólo florece, sólo libera toda su energía, allí donde el trabajador es libre propietario privado de sus condiciones de trabajo, manejadas por él mismo: el campesino, de la tierra que cultiva, el artesano, del instrumento que manipula como un virtuoso (desarrollando él mismo todas las etapas de la producción de un mismo artículo). Este modo de producción supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de producción. Excluye su centralización (bajo el mando de distintos pero únicos y pocos propietarios capitalistas) y, también, la división del trabajo dentro de los mismos procesos de producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo libre de las fuerzas productivas sociales. Sólo es compatible con limites estrechos (los de cada feudo y de cada artesano o campesino parcelario), espontáneos, naturales, de la producción y de la sociedad. Al alcanzar cierto grado de su desarrollo, (la sociedad) genera los medios materiales de su propia destrucción (la ampliación del comercio a instancias de los burgos). A partir de ese instante, en las entrañas de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten trabadas por ese modo de producción (ya definitiva y totalmente anacrónico). Su aniquilamiento, la transformación de los medios de producción individuales y dispersos en socialmente concentrados, y, por consiguiente, la propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y, por tanto, la expropiación que despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e instrumentos de trabajo a la gran masa del pueblo, esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, constituye la prehistoria del capital....>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIV punto 7. Lo entre paréntesis es nuestro)

Tal es el fundamento científico que explica la transformación más o menos violenta de los productores propietarios libres de sus condiciones de trabajo en proletarios, fundamento que los bolcheviques tuvieron en cuenta al adoptar la política respecto de la pequeñoburguesía, de los capitalistas que trabajan, en tanto adaptación histórica al capitalismo, de las categorías residuales del modo de producción precapitalista basado en los "trabajadores libres propietarios de sus condiciones de producción". Una negación que no es definitiva, dado que con el aumento del ejército industrial de reserva durante las recesiones cíclicas, buena parte de los asalariados en paro se transforman en trabajadores autónomos propietarios de sus condiciones de producción, y, de ellos, una minoría, suben un peldaño en la jerarquía social del capitalismo, convertidos en pequeños explotadores de trabajo ajeno que, a su vez, trabajan.

Pero durante los períodos de expansión que acompañan el alza general de la tasa de ganancia, el consecuente aumento progresivo en la escala de la producción, incrementa la demanda de fuerza de trabajo y, por tanto, los salarios, al tiempo que la mayor productividad del gran capital baja los precios de los productos dejando sin sentido económico a numerosos trabajadores autónomos y pequeñas empresas ineficientes de menos de diez asalariados, cuyos mayores costes relativos deprimen sus ganancias por debajo de los salarios reales corrientes, por lo que, muchos de estos trabajadores y "empresarios" eventuales, la mayoría, son reconvertidos a la condición asalariada.

Según el Departamento de Industria y Comercio del Reino Unido (DTI), de las pequeñas y medianas empresas nacidas entre 1976 y 1978, en 1986 sólo habían sobrevivido el 37,3% y el 49,2% respectivamente.

Las estadísticas de la States of Small Business (SBA), como también otros estudios, muestran que en los años 80 se operó una redistribución del empleo hacia las unidades más pequeñas, revirtiéndose así la tendencia del período de posguerra, cuando el empleo se volcó hacia las unidades más grandes. En efecto, el censo manufacturero de los Estados Unidos de 1977 muestra que la participación relativa en el valor agregado de las 200 compañías más grandes de los Estados Unidos, había crecido continuamente desde 1947. Berney y Owens[2], analizan el período 1963-1977, y muestran que la participación de las PYME en el PBI de los Estados Unidos se redujo en este lapso desde el 43,1% en 1963, al 39,9% en 1972 y al 38,6% en 1977. La reversión de la tendencia en los años 80 fue muy clara a nivel de establecimientos, y se debió a que la participación en el empleo de los establecimientos con 250 o más empleados cayó en favor de los establecimientos con menos de 100 empleados. Pero cuando se toma en cuenta a las empresas, la participación de las grandes continuó creciendo en detrimento de las pequeñas hasta 1982. Desde entonces, esta tendencia también se revirtió. Este fenómeno, en parte obedeció a una mayor descentralización organizativa de las empresas con más de 250 empleados entre un mayor número de establecimientos:

<<...La lucha de la industria media con el gran capital no debe considerarse como una batalla formal en que las tropas de la parte más débil quedan diezmadas cada vez más, sino como una siega periódica de los pequeños capitales, que no cesan de brotar para ser de nuevo seccionados por la guadaña de la gran industria>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o revolución"  Cap. II)  

Como ya hemos citado más arriba, dadas las condiciones históricas en que el proletariado se hizo cargo de la sociedad en la Rusia soviética, según Lenin, la lucha en la primera fase de la transición no estaba planteada entre la revolución y el capitalismo de Estado, sino que debía dirigirse contra las estructuras 2) y 3), esto es, contra las categorías sociales de los capitalistas que trabajan, es decir, los campesinos medios y los estratos más bajos de la pequeñoburguesía urbana. Pero considerando, con Marx, que estos sectores sociales no proletarios seguían -y nosotros decimos que siguen- manteniendo el vínculo con sus antepasados artesanos y campesinos precapitalistas libres, terriblemente expropiados por la burguesía propiamente dicha, Marx implícitamente sostenía que, en virtud de ese origen histórico y de su carácter de clase intermedia, estos sectores podían y debían ser incorporados a la revolución socialista, no por la expropiación despótica sino por la educación política y el consenso democrático. De ahí su conclusión de que la lucha contra estas dos estructuras entrelazadas con el modo de producción capitalista típico y el capitalismo de Estado proletario, debía ser una lucha "bajo nuevas formas".

Según hemos visto, Marx y Engels, antes que Lenin, sentaron doctrina en que, por su ubicación en el aparato productivo, los pequeños explotadores de trabajo ajeno fluctúan necesariamente entre la burguesía y el proletariado según cual sea la correlación política de fuerzas, y que, por tanto, ni social ni políticamente puede considerárseles incondicionalmente emblocados con la burguesía propiamente dicha.

Cierto es que bajo el dominio capitalista en condiciones de estabilidad del sistema, y dados los prejuicios que les inculca su propia situación económica y jurídica de propietarios privados, y que sus ascendientes gran burgueses consagran constitucionalmente y a través de la prensa, como el non plus ultra de la vida social, estos sectores permanecen bajo el ala política de la burguesía. Se identifican con ella, se sienten arrullados y reconocidos por la idea del "himself made man". Pero cuando la correlación política de fuerzas sociales se inclina a favor del proletariado, que a través de su partido cuestiona de raíz la legitimidad del sistema de vida burgués, y ante los movimientos de masa de magnitud, estos sectores medios vacilan. Para inclinar al menos a una buena parte de ellos a la lucha conjunta con el proletariado por el socialismo, en primer lugar hay que distinguir a los pequeñoburgueses del campo, respecto de los que tienen por objeto de su trabajo y de la explotación de trabajo ajeno a la industria urbana. Porque, dado que el factor tierra es de una dotación fija, que no se la puede extender reproduciéndola a voluntad, como es el caso de las máquinas y herramientas, con el desarrollo de la fuerza productiva aplicada a este factor, la masa de población afectada al trabajo agrícola desciende necesariamente en términos absolutos:

<<Es una tendencia inherente al modo capitalista de producción, que la población agrícola disminuya constantemente en relación a la no agrícola, ya que en la industria (en sentido estricto), el desarrollo del capital constante con respecto al variable va unido al aumento absoluto del capital variable paralelo a su descenso relativo, mientras que en la agricultura, el capital variable necesario para la explotación de determinada porción de tierra, disminuye en términos absolutos, y, por tanto, sólo puede aumentar a medida que se pongan en explotación nuevas tierras, lo cual presupone, a su vez, un crecimiento mayor de la población no agrícola>> (K.Marx: "El Capital" Libro III Cap. XXXVII)

Esto quiere decir que, con el progreso técnico aplicado al trabajo sobre la tierra, los pequeños campesinos explotadores de trabajo ajeno están condenados a desaparecer antes que los pequeñoburgueses urbanos. Porque su existencia se agota con la puesta en explotación del trabajo ajeno sobre los límites infranqueables de la frontera agropecuaria, mientras que el aumento o disminución de los pequeños explotadores de trabajo ajeno en la industria dependen de los ciclos del capital; se reproducen o menguan en relación inversa al sentido en que varía la tasa de ganancia. De ahí que ya en el programa revolucionario debe quedar muy clara la política del futuro poder soviético con estos dos sectores.

En primer lugar, que aun en el conocimiento de la previsión científica en cuanto a la inevitable desaparición de los pequeñoburgueses campesinos, no debe ser el proletariado revolucionario quien contribuya a acelerarla, pero tampoco a convertir su preservación en una bandera de lucha:    

<<En primer lugar, es absolutamente exacta la afirmación concebida en el programa francés, de que, aun previendo la inevitable desaparición de los pequeños campesinos, no somos nosotros, ni mucho menos, los llamados a acelerarlas con nuestras injerencias.  Y, en segundo lugar, es asimismo evidente que cuando estemos en posesión del poder del Estado, no podremos pensar en expropiar violentamente a los pequeños campesinos (sea con indemnización o sin ella), como nos veremos obligados a hacerlo con los terratenientes. Nuestra misión respecto de los pequeños campesinos, consistirá ante todo en encauzar su producción individual y su propiedad privada, hacia un régimen cooperativo, no por la fuerza sino por el ejemplo y brindando la ayuda social para este fin>> (F.Engels: "El problema campesino en Francia y Alemania". Noviembre de 1894)

¿Y respecto de los pequeños explotadores rurales y urbanos de trabajo ajeno?. Engels denostaba a los socialistas franceses que, por razones electorales, habían incluido en su programa la defensa de los intereses reclamados por los pequeños explotadores de trabajo ajeno, en su lucha contra el expolio de que eran objeto por parte de los usureros, de los gobiernos recaudadores de impuestos y de los especuladores de cereales y ganado. Aun con la cautela de quien no está ante las condiciones históricas que señalan al científico revolucionario con más claridad el camino a tomar, en esta misma obra Engels también fue un precursor de Lenin, prediciendo lo que "probablemente" habría que hacer posible con esos trabajadores capitalistas una vez que los obreros hubieran conquistado el poder:

<<...Es probable que también aquí tendremos que prescindir de una expropiación violenta, contando, por lo demás, con que la evolución económica se encargue de hacer también entrar en razón a estas cabezas más obstinadas>> (F. Engels: Op.cit. Punto II)

Fue Lenin quien llevó a la práctica lo que Marx y Engels sólo pudieron sugerir. En este sentido, apelando a la memoria histórica de lo actuado por la "Liga de los Comunistas" durante la revolución europea de 1848, Lenin hizo suyos los resultados de esa experiencia legada en los escritos de Marx y Engels, proponiendo proceder de acuerdo con ellos en cuanto a que, antes de la toma del poder, el proletariado revolucionario debe rechazar cualquier alianza estratégica con la pequeñoburguesía, porque en tales condiciones, teniendo por referente al Estado burgués en funciones, es imposible conseguir que, por sí mismos, estos sectores trasciendan los límites económicos y políticos del capitalismo; el proletariado revolucionario debe arrastrarlos hacia sus posiciones poniéndose al frente de la lucha por ese objetivo; de ahí la importancia estratégica de la independencia política y organizativa del proletariado; pero, al mismo tiempo, el partido revolucionario debe dotarse de una política propagandística para con la pequeñoburguesía; y si es eventualmente necesario, llegar a acuerdos tácticos con ella; tanto más, cuanto más subdesarrollado sea un país y mayor peso social supongan estos sectores.

Una vez constituido como clase dominante en el Estado soviético, aprovechando el factor político y psicológico que confiere el ejercicio efectivo del poder, en esas nuevas condiciones políticas y con el apoyo de los campesinos pobres, el proletariado debe tratar de establecer inmediatamente una alianza política de clases con la pequeñoburguesía urbana y los campesinos medios, alianza que se mantendrá según la actitud de estos sectores para con el poder soviético en la lucha contra el gran capital en las ciudades y los terratenientes en el campo; se trata de que se sumen a esta lucha, o al menos impedir que se echen en brazos de la reacción.

Pero, al mismo tiempo, esa alianza política táctica basada en la lucha contra la resistencia del gran capital y los terratenientes, debe ir encaminada estratégicamente a conseguir la negación de la negación de su originaria condición de propietarios libres de sus condiciones de trabajo. ¿Cómo? En primer lugar, apoyándose en el proletariado para sacudirse definitivamente el dominio del gran capital expoliador; en segundo lugar, acompañar el progreso de las fuerzas productivas impulsado por la economía en manos del Estado soviético, para recuperar su libertad perdida como propietarios de su medios de producción, mas esta vez no ya como propietarios privados fragmentados, aislados unos de otros, sino como propietarios individuales libremente asociados a la propiedad colectiva. Un proceso que, hoy día, necesariamente deberá ser más corto que el previsto por los bolcheviques, dado el progreso de las fuerzas productivas alcanzado desde entonces, verificándose así la dialéctica histórico-social --que determina el cambio de esencia en la sociedad humana-- prevista científicamente por Marx:

<<El modo capitalista de producción y de apropiación, y, por tanto, la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual fundada en el trabajo propio. La negación de la producción capitalista se produce por sí misma, con la necesidad de un proceso natural (Por necesidad se refiere a la virtualmente contenida en la lógica objetiva del capitalismo, en la tendencia al derrumbe económico del sistema de vida burgués  (Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia\04.htm) Es la negación de la negación. Ésta restaura la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la conquista alcanzada por la era capitalista (que da sentido y posibilidad real a la sociedad socialista): la cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción producidos por el trabajo mismo. (...) En aquél caso se trataba de la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores; aquí se trata de la expropiación de unos pocos por la masa del pueblo. (K.Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIV punto 7. Lo entre paréntesis y el subrayado es nuestro)

El vocablo "pueblo" para Marx, siempre tuvo un significado policlasista inequívoco, el mismo que  en el contexto que acabamos de citar. Antes de la Gran Revolución Francesa, "pueblo" fue la masa de campesinos pobres y artesanos de las ciudades cuya expropiación parcial dio nacimiento al proletariado moderno. En la toma de la Bastilla, como en la revolución de julio de 1830 y en la de Febrero de 1848, "pueblo" fue el conglomerado político de clases formado por el proletariado, el campesinado pobre y la pequeñoburguesía, acaudillados por la burguesía en lucha triunfante contra la nobleza. En la revolución alemana de marzo del mismo año, fue, en principio, el frente oficioso entre la masa de asalariados, campesinos pobres y pequeñoburgueses de la ciudad y el campo, que la burguesía dividió y desbarató en noviembre, gravitando sobre los demócratas pequeñoburgueses al aceptar la "constitución otorgada" por el monarca prusiano.

Esta claro que la Revolución rusa de octubre no hubiera sido posible sin el apoyo del campesinado pobre y medio. En este sentido, puede decirse que, en 1917, el segundo y más prolongado  intento de "expropiación de los expropiadores" liderado por el proletariado, también fue ejecutado por "el pueblo". Tal fue la alianza social objetiva que se prolongó tras la toma del poder y el consiguiente intervalo del "comunismo de guerra". Una alianza de clases dentro del Estado soviético dirigido por el proletariado a cargo del Estado soviético, para acabar, en lo inmediato, con la resistencia del gran capital y los terratenientes. Y, en segunda instancia, para tratar de integrar gradual y pacíficamente la estructura 2) al socialismo por medio de la educación política y el consenso democrático sobre la base del desarrollo de las fuerzas productivas adscritas al sector estatal de la economía, sin renunciar, en última instancia, a la represión contra estos sectores, como sucedió en Kronstadt. Finalmente, en la medida en que la pequeñoburguesía se incorpore a las relaciones de producción comunistas convertidos en productores libres asociados, el capitalismo monopolista de Estado dejaría paso al Estado socialista. Así definía Lenin las "nuevas formas" de la lucha de clases contra las estructuras 2 y 3 en noviembre de 1918:

<<El proletariado revolucionario (en el poder) debe saber a quién hay que reprimir y con quién -cuando y cómo- concluir un acuerdo. Sería ridículo y absurdo renunciar al empleo del terror y de la represión contra los terratenientes y capitalistas y sus lacayos. (...) Sería ridículo intentar "convencerles" y, en general, "influir psicológicamente" sobre ellos. Pero sería igualmente absurdo y ridículo -si no más- insistir sólo en la táctica de la represión y el terror con relación a los demócratas pequeñoburgueses, cuando la marcha de los acontecimientos los obliga a volverse hacia nosotros. (...) En el campo, nuestra tarea es destruir al terrateniente y aplastar la resistencia de los kulaks y especuladores; para ello sólo podemos apoyarnos firmemente en los semiproletarios, en los "pobres". Pero el campesino medio (explotador de trabajo asalariado) no es enemigo nuestro. Ha vacilado, vacila y seguirá vacilando; la tarea de influir sobre los vacilantes no es la misma que la de derrocar al  explotador y vencer al enemigo activo>> (V.I. Lenin: “Las valiosas declaraciones de Pitirim Sorokin”(20/11/918)

Y en un documento de junio de 1919: "Prólogo a la edición del discurso sobre el engaño al pueblo con consignas de libertad e igualdad", tras explicar que la democracia formal burguesa favorece y preserva el poder del capital y la explotación del obrero y la "opresión del trabajo sobre el capital", esto es, de los trabajadores autónomos y pequeños explotadores de trabajo ajeno que también trabajan, Lenin se refiere implícitamente a la necesidad de forjar una alianza entre el "pueblo" integrado por este conglomerado de "trabajadores" no proletarios, para fortalecer el Capitalismo de Estado proletario dirigido por el partido revolucionario en la lucha contra la gran burguesía y los terratenientes, porque esos sectores intermedios vacilan entre plegarse a uno u otro de esos dos "campos", afirmando que "éste es el abece del socialismo" en la nueva sociedad soviética rusa. En este contexto de la lucha contra la resistencia del gran capital y los terratenientes en el nuevo Estado soviético, Lenin propuso dar simultáneamente comienzo a la lucha contra las estructuras 1) y 2), pero no poniendo al Estado proletario frente a ellas, sino tratando de atraerlas al campo de la revolución, para que dejaran de desconfiar en las fuerzas del proletariado y se volvieran conjuntamente contra la gran burguesía y los terratenientes. Y en esta tarea de ganarse la confianza de estos sectores, el triunfo del proletariado contra la reacción gran burguesa y terrateniente y el verse protegidos dentro del flamante Estado soviético que, en la práctica respetaba sus propiedades -aunque bajo control obrero- en principio fue una baza o partida ganada por los revolucionarios rusos en esa tarea.

Tal fue la "nueva forma" de lucha --que los compañeros del CIS llaman "evolucionismo"-- y que consistió en forjar la alianza entre los trabajadores proletarios y no proletarios de la Rusia soviética, para eliminar definitivamente la amenaza de involución capitalista, con base económico- social en la estructura 2). Para eso Lenin remitía a los numerosos pasajes de "El Capital", donde Marx se refiere al carácter de clase vacilante de la pequeñoburguesía y a sus antecedentes históricos que le vinculan estratégicamente al proletariado por medio del trabajo directo, vínculo que sólo puede restablecer en sentido histórico progresivo un Estado proletario, en lucha efectiva por la emancipación humana universal, como lo fue el Estado soviético hasta 1924, dejando meridianamente claro que, dado el rol decisivo de estos sectores en el futuro de la revolución, la dictadura del proletariado en esta parte crucial de la transición, es "esta forma especial de alianza de clases":

<<De este abece se deduce que durante la revolución proletaria, cuando [tras la toma del poder] la lucha de clases se agudiza hasta transformarse en guerra civil, (...) todo depende del resultado de la lucha entre el proletariado y la burguesía; y las clases medias, intermedias (incluyendo a toda la pequeñoburguesía, y, por consiguiente, a todo el "campesinado"), inevitablemente vacilan entre los dos campos.

Se trata de lo siguiente: por cual de las dos fuerzas principales, el proletariado o la burguesía, se inclinarán esos sectores intermedios. No hay un tercer camino; quien no haya comprendido esto leyendo El Capital de Marx, no ha comprendido para nada a Marx, no ha comprendido nada del socialismo. (...) Por otra parte, quien haya comprendido todo esto (...) pensará y hablará de cosas prácticas, es decir, de las condiciones concretas para un acercamiento entre los campesinos y los obreros, de su alianza contra los capitalistas, de un acuerdo entre ellos contra los explotadores, los ricos y los especuladores. (...)

La dictadura del proletariado no es el final de la lucha de clases, sino su continuación por nuevas formas. La dictadura del proletariado es la lucha que libra el proletariado que ha triunfado y que ha tomado en sus manos el poder político, contra la burguesía que ha sido derrotada pero no destruida, la burguesía que no ha desaparecido, que no ha dejado de ofrecer resistencia, sino que ha intensificado su resistencia. La dictadura del proletariado es una forma especial de alianza de clase entre el proletariado, vanguardia de los trabajadores, y las numerosas capas de trabajadores no proletarios (pequeñaburguesía, pequeños propietarios, el campesinado, la intelectualidad, etc.), o la mayoría de esas capas. (...) Este tipo especial , en medio de una violenta guerra civil, es una alianza entre los firmes partidarios del socialismo y sus vacilantes aliados (a veces "neutrales", en cuyo caso, en lugar de un acuerdo sobre la lucha, la alianza se convierte en una alianza sobre la neutralidad); una alianza entre clases económica, política, social y económicamente diferentes.>> (V.I. Lenin: Op. Cit. 23/06/919 Lo entre corchetes es nuestro)

Ya vimos cuantos trabajadores no proletarios hay en la UE y cómo se distribuyen entre distintas categorías de empresas según el número de asalariados empleados. ¿Cuántos hay en EE.UU.? Según el mismo informe de "The State of Small Bussiness" (SBA) de 1993, en 1990 las microempresas que empleaban entre 1 y 4 asalariados representaban el 59,5% del total (5.073.795 para 114.000.000 de asalariados), o sea: 3.018.908 empresas; las pequeñas empresas que empleaban entre 5 y 9 asalariados, el 18,8%, es decir, 953.873 empresas. Entre estas dos categorías, suman casi 4 millones de empresas, nada menos que el 80%; las de entre 10 y 19 empleados, el 11,1% (558.117); las de entre 20 y 99, el 8,9% (451.568); las de entre 100 y 499, el 1,4% (71.033); y las de más de 500, el 0,3% (15.221).

Evidentemente, el problema de la lucha contra las estructuras 2 y 3  era mucho más difícil en la Rusia soviética que hoy día en la UE o en EE.UU. Pero ¿se ha operado un cambio cualitativo en cuanto a la conformación de la estructura económica entre aquellos tiempos y hoy como para decir que la política de los bolcheviques durante la NEP estuvo "desfasada"? Los "comunistas de izquierda" acusaban a los bolcheviques de preparar las condiciones para una regresión al capitalismo. Ya expusimos sumariamente el pensamiento de Lenin sobre el asunto. ¿Cómo explicaba Trotsky las "nuevas formas" que había adquirido la lucha de clases tras el triunfo del proletariado en la guerra civil? En su informe ante el IV Congreso de la Internacional las describía así:

<<Las hostilidades se han desplazado de campo, ya no se desarrollan en el campo militar sino en el de la economía. Mientras que, durante la guerra civil, se producía un duelo entre el Ejército Rojo y el blanco para influir sobre los campesinos, actualmente la lucha tiene lugar entre el capital estatal y el privado sobre el mercado agrícola>> (L.D. Trotsky: "Informe sobre la Nueva Política Económica y las perspectivas de la revolución". 14/11/922)

Con otras palabras, Lenin decía esto mismo dos años antes.[3] En esa misma intervención, Trotsky decía que había en ese momento en Rusia 22.000.000 de pequeñas empresas rurales, de las cuales las de propiedad estatal, las cooperativas y las "comunas" campesinas, constituían una "minoría insignificante". En las ciudades, dado que desde la implantación del "comunismo de guerra" la propiedad del suelo había pasado íntegramente a manos del Estado, existían unas cuatro mil empresas arrendadas al capital privado que daban trabajo a unos ochenta mil obreros. Solamente empresas medianas y pequeñas en el sector de la industria ligera han sido arrendadas. Entre ellas, únicamente el 51% eran explotadas por capitalistas privados. Las restantes se encontraban bajo la dirección de los ministerios y de las cooperativas de distribución que el Estado les alquilaba para ponerlas en funcionamiento por su cuenta. De modo que, propiamente privadas, había menos de 2.000 pequeñas empresas que empleaban a cuarenta o cincuenta mil personas.

Por otro lado, además de la red ferroviaria en manos del Estado soviético, factor decisivo en la vida económica de cualquier país, que se extendía sobre 67.221 Km. de vías y empleaba a ochocientas mil personas, había más de 4.000 empresas industriales también estatizadas que empleaban a casi un millón de personas. Finalmente, en las empresas arrendadas, la media de obreros empleados por empresa no pasaban de 17, mientras que en el sector estatal era como media de 207 empleados por empresa. En síntesis, que en la Rusia soviética ya entrada en la década de los años veinte, existían dos mil pequeñas empresas que empleaban a cuarenta o cincuenta mil personas explotadas por capital privado, con una media de 17 obreros por empresa. Por otra parte, existían cuatro mil empresas estatales poderosas y bien equipadas, que daban trabajo a a casi un millón de obreros, con una media de 207 empleados por empresa. Al respecto, Trotsky decía lo siguiente:

<<Ante tales cifras y hechos, es ridículo hablar del triunfo del capitalismo "de un modo general". Naturalmente, las empresas privadas entran en competencia entre sí con las empresas estatales, y de modo abstracto se puede llegar a decir que si las empresas arrendadas se encontraran muy bien dirigidas y las empresas estatales muy mal, al cabo de algunos años el capital privado devoraría al capital estatal. Pero nos encontramos muy lejos de que esto ocurra. El control del proceso permanece en manos del poder estatal; y éste se encuentra en manos de la clase obrera.>> (L. D. Trotsky: Op.cit.)

                Y a renglon seguido señalaba en dirección a la superestructura jurídica, para decir algo que ha venido pasando desapercibido a quienes, demostrando un total desprecio por el materialismo histórico, creen que la socialización de la economía bajo el poder soviético es sólo cuestión de voluntad política de masas. Y lo que dice Trotsky, de acuerdo con Lenin, es que, debido al restablecimiento del mercado, el Estado obrero debió introducir "cierto número de cambios indispensables para conseguir una transformación del mercado" en dirección a su paulatina sustitución por la economía socializada, reconociendo que "estas reformas jurídico administrativas dan paso a la posibilidad de una acumulación capitalista, dado que "otorgan a la burguesía concesiones indirectas muy importantes". Los compañeros del C.I.S. sostienen que esto es "evolucionismo". Llámese como se le quiera llamar, lo que estaban haciendo los bolcheviques no era más que cumplir uno de los corolarios científicos del Materialismo Histórico, en el sentido de que:

<<El derecho (instaurado como producto de la decisión política) no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella (por la estructura económica) condicionado.>> (K. Marx: Crítica del Programa de Gotha" punto I. El subrrayado y lo entre paréntesis es nuestro)

Es decir, que ni el derecho ni la política deben ir por delante de lo que --y cómo-- las condiciones objetivas de la realidad social exigen que se actúe y legisle en sentido efectivamente revolucionario. De lo contrario, --como decía Marx en "crítica moralizante y moral critizante" (1847)--, "cuando se arroja a la naturaleza por la puerta, vuelve a colarse por la ventana". O sea, que la cultura de las relaciones mercantiles y monetarias sólo se puede superar allí donde ya estén cuasi superadas espontáneamente por el propio capital, como es el caso de las empresas capitalistas medianas y multinacionales, donde la socialización objetiva del trabajo prevalece sobre el mercado.

Los compañeros del C.I.S. distinguen entre socializar y nacionalizar, para criticar al stalinismo que se había instalado en el nacionalismo pequeñoburgués, pero caen en el voluntarismo afirmando que la condición necesaria y suficiente para socializar, es exclusivamente política, reside exclusivamente en la existencia del poder soviético, en su voluntad política, al márgen de las condiciones objetivas heredadas por el capitalismo. Este es su error. El proceso revolucionario no consiste en simples actos colectivos de voluntad política al margen de las condiciones económico-sociales. Para socializar, para implantar en --¿qué parte de?-- la sociedad las relaciones de producción típicas del comunismo, el "determinante de última instancia" no es la acción política, sino las condiciones objetivas que aconsejan y permiten efectivizarla; Y entre esas condiciones objetivas está la capacidad del partido y el desarrollo desigual del capitalismo; no se puede socializar lo que todavía no es socializable:

<<La desventura de nuestras "izquierdas" es no haber comprendido la esencia misma de la "situación actual", el tránsito de la confiscación (para realizar la cual se requiere sobre todo decisión del político) a la socialización (para realizar la cual se requiere del revolucionario otra cualidad).

               Ayer, la tarea principal del momento era nacionalizar, confiscar, abatir y aniquilar a la burguesía y terminar con el sabotaje; todo con la mayor decisión posible. Hoy, sólo los ciegos no ven que hemos nacionalizado, confiscado, abatido y terminado más de lo que hemos tenido tiempo de calcular. La diferencia entre la socialización y la simple confiscación, está en que es posible confiscar solo con "decisión", sin capacidad de calcular y distribuir correctamente, mientras que sin esta capacidad no se puede socializar.>> (V.I. Lenin: "Infantilismo de "izquierda" y la mentalidad pequeñoburguesa" Punto III. Mayo de 1918. El subrrayado es nuestro)    

En este sentido, las condiciones objetivas para socializar la economía expropiada y, por tanto, los límites fijados a la expropiación, son alternativamente dos, a saber:

1)       Las unidades productivas donde el desarrollo de las fuerzas sociales productivas ya hayan cumplido este requisito.

2)       Un partido revolucionario cuya masa de miembros garanticen un control obrero de la producción socializada en las empresas cuyo atraso relativo les ha impedido cumplir ese requisito espontáneamente.

Si los bolcheviques con la NEP, han dado marcha atrás respecto del intento de "socializar las pequeñas empresas capitalistas expropiadas durante el "comunismo de guerra", es no sólo por una previsión teórica que en ese momento no pudieron llevar adelante obligados por las excepcionales condiciones, sino porque, además, comprobaron la justeza de esas previsiones teóricas del marxismo por la práctica, debiendo tenerlas que arrendar tras expropiarlas y "haber intentado que funcionaran en manos del Estado" más eficientemente que con sus antiguos dueños. Sobre esto hemos de volver un poco más adelante. Por ahora nos quedamos en que, la socialización del trabajo en pequeña escala no se puede conseguir sólo confiscando por decreto.

Para acordar en lo que acabamos de decir, es necesario contestar correctamente a la siguiente pregunta: ¿Qué es y en qué consiste la socialización objetiva del trabajo? Es el resultado del más alto grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas sociales productivas bajo el capitalismo, y consiste en una interdependencia técnica creciente entre distintos y cada vez más diversos procesos del trabajo social al interior de una misma estructura productiva. En el sector de la inyección de plástico al que corresponden las fábricas de envases en ese material, supone la centralización y división del trabajo de miles de asalariados en una misma unidad productiva, para la fabricación de la gama más completa posible de mercancías en esa rama de la producción social, incluida la materia prima intermedia. En los orígenes del capitalismo, la dispersión y multiplicidad de los propietarios del capital, determinó que esos múltiples procesos discurrieran aislados los unos de los otros, a cargo de otros tantos productores privados, y que, por tanto, su  interdependencia (la de los procesos de trabajo) no fuera técnica sino social --la llamada división social del trabajo--, concretándose sólo a través del mercado. Finalmente por efecto de esta interdependencia social a instancias de la competencia, la propiedad del capital se fue centralizando en cada vez menos propietarios para dar lugar a grandes complejos industriales de tipo oligopólico, donde los distintos procesos se integran no ya a través del mercado, sino con absoluta independencia de él, de modo que lo que hasta entonces había venido siendo una interdependencia social, pasa a ser una interdependencia técnica. En el siglo XIV, esta interdependencia técnica --la llamada división manufacturera del trabajo-- sólo afectaba a unos cientos de personas de la población media en un país de Europa o Asia, mientras que hoy compromete a millones de personas.

Cuando aumenta el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo y la industrialización progresa bajo el capitalismo, la cantidad de capital acumulado llega a un punto en que provoca un cambio cualitativo en su organización y la competencia pura muta en competencia oligopólica. La consecuencia es que el mercado deja de determinar la producción de parcelas crecientes del proceso global de trabajo en la sociedad, que así pasan cada vez más a estar en función de la organización planificada de la producción predominante en un número creciente de grandes empresas. Cuanto mayor es el aumento de la masa de capital en funciones en cada empresa, mayor es la escala y el volumen de la producción de diversos productos resultante de la planificación en el seno de una sola empresa. Con la aparición del capitalismo monopolista, el plan se extiende de fabricas que producen distintas mercancías a la empresa propietaria que centraliza las decisiones de inversión en cada una de esas fábricas y la cantidad y calidad de los productos a fabricar en cada una de ellas según un plan de producción global para la empresa. En la época de las sociedades multinacionales, el plan se hace internacional y afecta en el terreno jurídico y técnico a numerosas y diversas empresas de distintas ramas de la producción social en distintos países.

La consecuencia a largo plazo de este proceso en el capitalismo tardío, es una reducción drástica del trabajo social asignado por el mercado capitalista en relación a la creciente asignación directa por las grandes empresas. La causa de este cambio radica, como acabamos de explicar, en la lógica interna del capitalismo, en su dinámica propia de acumulación, competencia y aceleración de la unidad y centralización de los capitales incluso a escala internacional. Por ejemplo: cuando la Empresa multinacional Renault produce las piezas sueltas de sus camiones en una de sus factorías A, en otra B, procede a unir mecánicamente esas piezas de las que resultan las autopartes, y, finalmente, en otra C realiza el montaje, el hecho de que el ordenador que calcula los costes parciales de forma minuciosa elabore seudofacturas que acompañan respectivamente al transporte de las piezas sueltas de A a B, y de ésta última los componentes a C, esto no quiere decir que la fábrica A venda las piezas sueltas a B y ésta las autopartes a C. Aquí no hay intercambio sino simple traslado, donde no es el mercado -sino el objetivo planificado de la producción de camiones dentro de la Renault- lo que determina la asignación de factores o recursos productivos para el número de piezas sueltas y autopartes que deben ser fabricadas con arreglo a ese plan. Estas factorías A y B no pueden "quebrar" porque "suministren" demasiados productos parciales a la factoría C que los monta. Sólo pueden quebrar porque producen demasiados coches.

Obviamente, grandes empresas multinacionales, que, independientemente las unas de las otras planifican su producción en gran escala, fabrican y compiten entre sí para vender sus productos terminados a consumidores finales, como la Renault, la General Motors o la Volkswagen, hay muchas en otras muy diversas ramas de la industria; cada una con un plan de producción particular decidido por una pequeña elite de directivos. Cuanto mayor es la masa de productos resultantes de esta socialización objetiva del trabajo en un mayor número de grandes empresas, aunque concentrada en relativamente menores puntos de compra-venta, la anarquía de la producción persiste y se vuelve potencialmente más explosiva, por esto y porque la fusión del gran capital con el Estado, determina en muchos casos que el volumen de la producción de estas empresas no dependa del mercado sino de decisiones políticas. De este modo, el divorcio entre producción y consumo sigue regimentando el proceso global del trabajo social, dado que la socialización objetiva del trabajo en las grandes empresas, se limita a planificar la producción de bienes intermedios que no llegan al consumidor final sino como partes de un todo.

A nadie mínimamente informado sobre la historia de la Revolución Rusa se le puede escapar, que el comunismo implantado por decisión política institucional en ese país inmediatamente después de la toma del poder, no fue producto de la pura voluntad política de los bolcheviques, sino de la aguda penuria causada por la guerra; fue una imposición de las circunstancias, para impedir que gran parte de la población muriera de hambre. En este sentido, la NEP no fue una retirada ni un retroceso hacia el capitalismo como piensan todavía muchos, sino una política que Lenin y los bolcheviques tenían teóricamente prevista y que debieron suspender precisamente por causa de la guerra imperialista y la subsiguiente guerra civil. Pero una vez acabadas las hostilidades internacionales y el triunfo del proletariado en la guerra civil, la aplicaron con mayor razón histórica ante un retroceso de más de diez años en el desarrollo de la estructura económico social del país[4] cuando cambiaron las condiciones objetivas. La previsión teórica de los bolcheviques había sido hecha teniendo en cuenta el grado de "socialización objetiva del trabajo" como condición de la política de expropiaciones, concepto que Trotsky definió según el grado de centralización de la propiedad capitalista, que es su correlato social:

<<En teoría, hemos mantenido siempre que, tras haber conquistado el poder, el proletariado debería tolerar la existencia de estas empresas (privadas) al lado de las empresas estatales, debido a que sean tecnológicamente menos avanzadas o menos adaptadas a la centralización.>> (L.D. Trotsky: Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)[5]

En síntesis, que es necesario distinguir entre la estrategia revolucionaria antes y después de la toma del poder y, para juzgar lo actuado por los bolcheviques, tener en cuenta para cada momento las exigencias políticas determinadas por las condiciones objetivas específicas a transformar. En el proceso revolucionario previo a la toma del poder, cuando el proletariado lucha por constituirse en clase dominante de la sociedad, ante todo debe garantizar su independencia de acción a instancias del partido y no supeditar los objetivos políticos revolucionarios de esa acción a los de la pequeñoburguesía, rechazando toda alianza estratégica con ella. En todo caso, debe tratar de arrastrar a estos sectores mediante su lucha decidida por un programa de gobierno que garantice su emancipación respecto del gran capital, preparando al mismo tiempo las condiciones para que en el futuro más próximo posible, poner a la sociedad ante una situación económica que les induzca a dar el paso hacia su emancipación humana respecto de la propiedad privada capitalista.

                Ahora veamos las condiciones objetivas necesarias que deben preexistir en manos del proletariado para expropiar y poder socializar las empresas capitalistas pequeñas, esto es, que explotan entre 1 y 50 asalariados.

Haciendo memoria histórica, ya vimos la conclusión a que habían llegado los Bolcheviques tras el período previo del "comunismo de guerra" en la URSS, en el sentido de que no pudieron ser capaces de administrar las pequeñas empresas expropiadas, siquiera con la misma eficiencia económica en que lo habían venido haciendo sus antiguos patronos, y que, por eso, durante la NEP decidieron devolverlas a sus antiguos dueños, esta vez bajo el régimen de arriendo. Ya lo hemos citado y vale la pena volver sobre lo que decía Lenin en mayo de 1918: "Hoy, sólo los ciegos no ven que hemos nacionalizado, confiscado, (...) más de lo que hemos tenido tiempo de calcular" Bien. ¿Se podría hoy socializar el entramado de las pequeñas empresas capitalistas? Sí, pero, a condición de que el partido revolucionario disponga de un acervo militante teóricamente preparado y moralmente probado en los avatares de la lucha de clases, en suficiente número como para garantizar que el control obrero se cumpla eficazmente en el conjunto de la economía confiscada.

Para que nos podamos empezar a poner de acuerdo acerca de la masa social de militantes que el Partido Comunista debe disponer para que --en el marco de la ley del valor y el mercado capitalista como distribuidor de recursos productivos y valores mercantiles-- el control obrero garantice la socialización del trabajo en las pequeñas empresas actualmente existentes en la UE, es necesario previamente comprender antes la naturaleza económica y social de esta fracción del capital social global.

¿En qué consiste esa naturaleza? Precisamente en la dispersión de esos capitales; en la interacción de unos sobre otros a través del mercado; cada uno con sus propios proveedores y sus propios clientes que, a su vez, son proveedores y clientes de otros, en otros tantos decenas de miles de ramos de la industria, el comercio y los servicios. Un complejo entramado competencial regulado por la ley del valor, en el que cada pequeño capital tiende hasta cierto punto muy limitado, a restarle clientela a los demás mediante la oferta de calidad, precio y servicio de sus respectivos productos, al tiempo que cada uno selecciona a sus proveedores en función de los mismos factores competenciales.

Así, por mediación de la competencia en términos de precio, calidad y servicio, presidida por las fases del movimiento cíclico del gran capital regulado por la tasa de ganancia media, una parte de estos pequeñoburgueses progresan a expensas de otra, y dentro de esta última unos consiguen mantenerse en el sector mientras que otros se proletarizan. Multipliquemos esta realidad por los miles de ramos industriales, comerciales y de servicios entre los que circula el pequeño capital global de un país. Tal es la complejísima realidad a transformar.

¿Qué hacer y cómo para socializar estas relaciones de producción capitalistas en semejante entramado mercantil?. Y lo que es más: ¿cómo integrar el modo de producción capitalista en pequeña escala dentro del modo de producción socialista de la economía estatalizada? Y finalmente: ¿cómo hacerlo al margen del mercado sin menoscabo para el desarrollo preexistente de las fuerzas sociales productivas y la cohesión del partido revolucionario? 

¿Puede hacerse al margen del mercado, se puede estatalizar estos sectores sin que se constituyan en una rémora para el necesario desarrollo de las fuerzas sociales productivas que permitan elevar en el más corto plazo las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados en tanto parte del poder soviético? Veamos.

Al momento de expropiar estas empresas, nos encontramos, entre otras cosas, con su cartera de clientes y proveedores; los clientes, casi en su totalidad lo serán de otras tantas pequeñas empresas, industriales, comerciales o de servicios --también expropiadas-- o bien consumidores directos; los proveedores, en su mayor parte pertenecerán a pequeños capitales comerciales distribuidores (también expropiados) de productos fabricados por grandes o medianas empresas capitalistas ahora en manos del poder soviético.

Partiendo de semejantes condiciones ¿Se puede socializar esta pequeña producción y comercialización de empresas con distinta organización del trabajo, distintas técnicas de producción y distintas calidades y cantidades de productos en la industria, el comercio y los servicios, prescindiendo del mercado como medio de asignación de recursos y valores sin perjuicio de la eficacia en la producción y distribución de esos productos? No se puede.

¿Es posible que esas mismas empresas sean gestionadas por sus propios trabajadores a través del mercado? En teoría es posible, pero siempre que por la sola experiencia de la toma del poder, el conjunto del proletariado a cargo de esas empresas adquiera plena conciencia de clase y conocimiento de la realidad a transformar, única condición de que estas operaciones puedan centralizarse por control obrero en una especie de Vesenja[6] que se constituya y funcione de abajo arriba y no al revés, como la realidad impuso que sucediera en la URSS.

Pero esta posibilidad es muy poco probable, porque supone conseguir que desaparezcan de un solo golpe prejuicios burgueses en distinto grado arraigados en los asalariados, entre otros, el sueño de convertirse en su propio patrón; estos prejuicios que han venido prevaleciendo en la conciencia de los explotados durante centenas de años, parece que arden hasta desaparecer en el fragor de las luchas por la conquista del poder y el acto de expropiar a los explotadores, pero renacen de sus cenizas ante lo que hay que hacer al día siguiente; cuando se comprueba que las nuevas relaciones sociales empiezan a funcionar con los viejos conceptos propios del individualista pequeñoburgués, porque los "mandados", obreros no comunistas de toda la vida, que no entran en la revolución por sí mismos sino que son devorados por ella y se encuentran de golpe ante la oportunidad de hacer realidad el sueño embrutecedor de llegar a ser ellos mismos sus propios propietarios privados de la empresa que acaban de expropiar y a esto le llaman "comunismo". Estos prejuicios que anidan en el alma de cada obrero sin partido, van adquiriendo por la práctica tanto más vigor en su conciencia, cuanto más se agrandan las ignotas y normales dificultades del control y registro de lo que se recepciona, produce y socializa, que, entre otros inconvenientes, naturalmente añaden muchas preocupaciones --sobre todo al principio-- además de prolongar las horas de trabajo para esa tarea adicional.

Según la memoria histórica de la Revolución Rusa, contrariamente a las ilusiones y exigencias de los "comunistas de izquierda" con Bujarin al frente, los bolcheviques y la mayoría del PC(B), sabían perfectamente que, de no darse las condiciones ideológicas y políticas para emprender la socialización efectiva del trabajo entre las empresas pequeñas, su confiscación no hace avanzar hacia el socialismo sino al contrario. En lo inmediato, las expropiaciones tienden a debilitar objetivamente el poder de resistencia de la gran burguesía, pero --como hemos dicho-- si no se cuenta con el número suficiente de efectivos con capacidad (conciencia de clase y preparación) a los efectos de llevar adelante el registro y control de la distribución correcta de lo producido por cada empresa, esa ineficacia redunda en un retroceso respecto de las condiciones anteriores a la toma del poder, preparando las condiciones objetivas, no precisamente para la socialización, sino al contrario, para la contrarrevolución. No por casualidad Lenin decía en marzo de 1918 que:

<<Podemos ser decididos o indecisos cuando se trata de nacionalizar o de confiscar. Pero justamente la clave del asunto está en que no basta ni siquiera la mayor "decisión" del mundo para pasar de la nacionalización y la confiscación a la socialización. La desventura de nuestras "izquierdas", es que con su ingenua y pueril combinación de palabras "la más decidida política de socialización", revelan una incomprensión absoluta del fondo del problema, de la clave de la situación "actual">> (V.I. Lenin: "Sobre el infantilismo de izquierda" Punto III)

Y el problema radica en que, a falta de una dirección revolucionaria en el control obrero de las pequeñas empresas confiscadas, la propia dispersión entre ellas crea y acrecienta objetivamente la posibilidad real de que cada comité de empresa tienda subjetivamente a considerar la suya como una unidad "socialista para sí", independiente de las demás, que es como a la conciencia (burguesa) inmediata de cada asalariado no comunista, esto es, sin pleno conocimiento asumido de lo que es necesario hacer según determinadas condiciones en cada momento, así se le presentan las cosas. Y así es como se consuma el despropósito político de que arraigue todavía más en ellos la idea de la propiedad privada entendida como propiedad colectiva por el sólo hecho de la expropiación del patrón o los patrones capitalistas en cada unidad empresarial, sólo vinculadas con las demás por la competencia a instancias de los intercambios mercantiles que componen ese entramado post capitalista; propiedad privada colectiva que gestiona la herencia de lo que sigue apareciendo como "ventas" a sus propios clientes, que, a la vez, parecen determinar "por sí mismas" lo que demandan de "sus" propios proveedores. Así como lo que se produce, para quién, con qué calidad y a qué precio: todo suyo "para sí" una realidad que tiende a convertir a cada trabajador de cada empresa y --a través suyo-- a cada miembro del comité de control, en el mismo pequeñoburgués que se ha expropiado, y que, dado su conocimiento técnico y experiencia mercantil, deviene en su líder natural.

Y el caso es que el PC(b) carecía de suficientes efectivos capaces, como para estar presentes --porque hay que estarlo como conditio sine qua non-- en los 22.000.000 de pequeñas empresas a lo largo y ancho de ese basto territorio, cumpliendo con eficacia lo que era necesario hacer en ese momento. Bajo semejantes condiciones de imposibilidad material del partido, la posibilidad de la contrarrevolución se torna en la realidad más probable. That's the question y esto es lo que amenazó con pasar en la URSS tras los hechos de Kronstadt, donde al frente de cada obrero hambriento estaban sus antiguos patrones y, detrás de éstos últimos, el gran capital con sus Guardias Blancos esperando que se debilitaran las fuerzas revolucionarias en esa zona estratégica de la Rusia soviética, para atravesar la frontera y ponerse a la vanguardia de la contrarrevolución interna.

Cuando Trotsky decía en 1922 que hubo que arrendar las antiguas empresas confiscadas a sus antiguos dueños, tenía en su sesera la impresión muy reciente de esta experiencia. ¿Contará el partido revolucionario internacional en Europa con efectivos suficientes y capaces para supervisar las tareas de control y registro necesarias para socializar las 7.754.000 pequeñas empresas existentes en ese territorio --además de las medianas y grandes-- sin perjuicio para el desarrollo de las fuerzas productivas y la cohesión ideológica y política de la organización? ¿Y en Argentina, qué hay hecho y debidamente socializado para saber previamente qué hacer al día siguiente de la toma del poder? Esto es lo que hay que prever antes de confiscar; saber lo que hay que hacer según las condiciones objetivas a transformar, y con qué efectivos de capacidad suficiente se cuenta para ello realmente.

Hay que pensar, también, en la posibilidad más que probable de un supuesto que no hemos considerado hasta aquí para no complicar el análisis, cual es, el de una acción contrarrevolucionaria desde el exterior. Entonces, de cualquier modo ¿estaría mal ir pensando en que, quizás, quienes protagonicen la próxima experiencia revolucionaria mundial estarán condenados a pasar por las mismas "horcas caudinas" del "evolucionismo" bolchevique? Nosotros, desde luego somos de la opinión que no estaría mal darse una vuelta por la memoria histórica de aquella portentosa experiencia, y confrontarla con los datos de la realidad económica, social y cultural actual.

De todo debate donde prevalezca el espíritu revolucionario por encima de cualquier otra consideración, surge necesariamente la luz que señala por dónde deberemos ir todos. Pero a condición de que se proceda con la teoría revolucionaria y la memoria histórica por delante, como armas insustituibles de la revolución, de lo contrario, a la derrota segura para volver a sufrirla y después llorar otra vez ocultando nuestra responsabilidad en la filosofía de los DD.HH, en lo buenos que somos los explotados y lo malísimos que son los explotadores.

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[1] El hecho de que antes de la toma del poder el POSDR no tuviera apenas implantación e influencia entre el campesinado, determinó, a la postre, la imposibilidad de integrarlo a la revolución.

[2] Berney, R. y Owens, E.: “A Model for Contemporary Small Business Issues”, en Small Business in a Regulated Economy, editado por Judd, R., Greenwood, W. y Becker, F., Nueva York, 1988. En este estudio las PYME se definen como las empresas con  menos de 500 empleados

 

[3] Cfr.: "Discurso ante la reunión de secretarios de célula del PC(b) de Moscú" 26/11/920

[4] Hacia 1921, la producción industrial había descendido hasta menos de un tercio de la de 1913. Si tomamos como índice 100 a la producción de 1913, la de 1917 y 1921 bajó al 75 y al 33% de la producción industrial total respectivamente. (Raimond Hutchings: "El desarrollo económico soviético 1917-1970" Cap. IV)

[5] <<Durante el "comunismo de guerra", Lenin es, de hecho, el dirigente bolchevique que sigue viendo más claramente (aunque siendo ganado a veces por las ilusiones de la época), que las medidas adoptadas tienen un carácter excepcional, están dictadas por la guerra. Por el contrario, otros, como Trotsky, Bujarin o Preoobrayenski --aparentemente seguidos por numerosos cuadros y militantes--, ven en esas medidas un "paso directo al comunismo">> (Ch. Bettelheim: "Las luchas de clases en la URSS 1917-1923" Quinta parte Cap. II)

[6] VSNJ: Consejo supremo de la economía nacional, creado el 5 de diciembre de 1917, veinte días después de haberse promulgado el decreto sobre el control obrero. Charles Bettelheim dice que, en realidad, este "Consejo Central" fue creado para reemplazar al control obrero ante la escasez de verdaderos organizadores del partido con presencia en las fábricas, capaces de "tomar realmente los problemas en sus manos".