Principios políticos, experiencia  y tendencia revolucionaria

En la "Introducción" del documento que comentamos aquí, los compañeros empiezan diciendo:

<<No cabe duda que la izquierda Argentina, al igual que otros grupos y tendencias de la izquierda en todo el mundo, está sufriendo una crisis grave. En nuestra opinión la salida de la crisis actual, reside en comenzar a romper con las concepciones teóricas y prácticas  “tradicionales”,a fin de reiniciar de inmediato el  reagrupamiento de la izquierda socialista revolucionaria. Creemos que todas las organizaciones, círculos, corrientes, tendencias y / o militantes socialistas debemos revisar nuestras posiciones políticas y teóricas básicas a fin de  tomar decisiones y actuar en dirección hacia tal reagrupamiento.>> (CIS: Op.cit. Introducción. Lo subrayado es nuestro)

¿Con qué "concepciones teóricas y prácticas `tradicionales´" habría que romper y qué "posiciones políticas y teóricas básicas" habría que revisar? Según se desprende de la lectura del documento, el CIS propone romper con las concepciones stalinistas y nacionalistas burguesas (que es lo mismo), con lo cual estamos de acuerdo. Pero parece que también propone revisar las posiciones de Marx y los bolcheviques respecto de la teoría de construcción del partido, de la política para la transición y de la relación vanguardia masa, con lo cual estamos rotundamente en contra, cuyas razones fundadas en el Materialismo Histórico hemos de exponer en esta sección.

Y seguidamente:

<<Además, los individuos y grupos que conformaríamos las diversas corrientes de esta tendencia “potencialmente” naciente, seguramente hemos pasado por experiencias específicas y antes de que podamos iniciar cualquier proyecto nuevo deberíamos aceptar y valorar un conjunto de principios que resalten los aspectos más sobresalientes de esas experiencias anteriores (...) porque precisamente como resultado de la ausencia de una tendencia revolucionaria socialista organizada y la dispersión de sus fuerzas potenciales, no existe un programa o propuesta únicos que puedan definir o que sean aceptables a todas las partes. Este tipo de programa no puede ser ideado en la mente de éste o aquél individuo, sino que tiene que ser el resultado de los esfuerzos conjuntos de todos los que decidan pertenecer a esta tendencia, en el proceso de su reconstrucción.>> (CIS: Ibíd)

Los principios no surgen de la experiencia sino de la ciencia aplicada a la sociedad. Otra cosa son las tácticas, que surgen del estudio de la correlación política de fuerzas sociales y de la memoria histórica del movimiento político proletario incorporada orgánicamente al partido. Además, la experiencia no sólo se agota en la que protagoniza una generación de militantes. Es incluso inexistente mientras no se deja testimonio autocrítico que permita superar los propios errores, como, en general, es el vicio de la militancia desde los tiempos de Stalin.

Por otra parte, sólo cabe hablar de una tendencia política revolucionaria,

1)       cuando un colectivo de asalariados es suficientemente numeroso como para incidir en la lucha de clases;

2)       cuando ha conseguido homogenizarse ideológicamente organizándose en torno a principios estratégicos únicos determinados por la moderna ciencia social aplicada al contenido de la realidad capitalista mundial;

3)       cuando tiene por norma de comportamiento recurrir ineludible y permanentemente, a la memoria histórica del movimiento, confrontada con las condiciones de la lucha política en cada contexto económico-social de esa lucha, como metodología para adoptar en cada caso la táctica adecuada a los fines estratégicos.

En este sentido, la tendencia revolucionaria no puede surgir simplemente de "un programa único" en función de lo que "las partes" estén en condiciones subjetivas de "definir o aceptar" según su libre albedrío. La vanguardia revolucionaria, como tal, no debe tener otra "libertad de acción" o libre albedrío, que no sea hacer lo que le dicta férreamente el "conocimiento de la necesidad" objetiva de actuar de determinada manera y no de cualquier otra:

<<...Y esto es muy natural, pues, nuestra "teoría", es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines, como a los medios de lucha a emplear y a la forma de combatir...>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o revolución" Cap. V: "El oportunismo en la teoría y en la práctica"

Lo demás, es un error propiciado por la tendencia dominante a separar la práctica de la teoría, y, consecuentemente, por la impaciencia de cerrar cuanto antes la unidad política de los revolucionarios en falso para empezar a "hacer política". Nosotros pensamos que el referente o común denominador de quienes aspiran a liderar el movimiento político del proletariado y a combatir con toda eficacia las desviaciones oportunistas, centristas y reformistas, es tratar de unificarse orgánicamente en torno a la ciencia económico-social y la memoria histórica del proletariado, aplicadas a cada realidad económica, social y política específicas. Entre esto y la movilización revolucionaria del proletariado, no caben "puntos" ideológicos y políticos "mínimos" exentos de deslizarse por el nefasto oportunismo que condujo al movimiento obrero latinoamericano y mundial de derrota en derrota. Porque en los intersticios de la indefinición y de la ambigüedad teórica que dejan esos "puntos", anida la imposibilidad de alcanzar una unidad política orgánica verdaderamente revolucionaria, porque se pone el carro de la práctica política delante de los caballos enjaezados a los principios del socialismo científico que deben tirar de él, precisamente en esa dirección.

Se sabe que en los orígenes del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (SPD), fundado en 1869 durante el Congreso de Eisenach, estuvieron las decisivas negociaciones de Karl Liebnekcht con el "Partido Popular Sajón", de base mayoritariamente obrera, que, junto con el "Partido Popular Alemán", propugnaban como elemento central de sus programas, la unificación de Alemania en un Estado capitalista federal, por vía democrático-burguesa, y que este programa pasó a ser adoptado como objetivo programático inmediatamente prioritario del SPD. En carta a W. Brake del 05/05/1875, Marx se declaró radicalmente contrario a este programa. Al exponer las razones de su oposición, empezó dejando meridianamente claro que:

<<Cada paso del movimiento real vale más que una docena de programas>> (K. Marx: “Crítica del Programa de Gotha”

¿Qué han significado y significan estas palabras en su contexto? En primer lugar, que antes, durante y después de cada lucha decisiva, el movimiento real comprende la acción orgánica o inorgánica de los revolucionarios; en segundo lugar, que, a instancias de los revolucionarios organizados en torno a su "programa de principios", la lucha permite a ese movimiento real trascender las limitaciones ideológicas y políticas previas a esa lucha. Contribuir a que el movimiento real del capitalismo de un paso hacia su descomposición en la lucha de clases final. De este razonamiento implícito en el citado aforismo, Marx concluyó, una vez más con el mismo énfasis y determinación, que la premisa para que las luchas futuras del movimiento real trasciendan sus propias limitaciones políticas y no se malogren ahogándose una y otra vez en la charca reformista, está en que los revolucionarios no abdiquen su propio programa a esas limitaciones; en el caso de Alemania en 1875, a las condiciones históricas subjetivas, estado de conciencia o "correlación política de fuerzas sociales" que impedían a los revolucionarios ir más allá del programa de principios adoptado por el Congreso de Eisenach.

Y para eso propuso que, en vez de unificarse políticamente en torno a los "puntos" programáticos "mínimos" de la pequeñoburguesía organizada políticamente en el "Partido de los lassalleanos", que supondría poner al SPD kilómetros por detrás de lo que ya había avanzado en términos estratégicos, los revolucionarios alemanes debieran demostrar estar hechos de esa madera política organizándose en torno a los principios programáticos determinados por la "correlación fundamental de fuerzas sociales", esto es, por las "condiciones objetivas" científicamente descubiertas, no por lo que el proletariado y sus direcciones oportunistas estén dispuestos a hacer en cada momento. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta la daba Lenin en 1902, cuando el movimiento estaba en Rusia, en condiciones poco más favorables que hoy en Argentina y el resto del Mundo:

<<Quien conozca por poco que sea el estado efectivo de nuestro movimiento, verá forzosamente que la vasta difusión del marxismo, ha ido acompañada de cierto menosprecio del nivel teórico. Son muchas las personas muy poco preparadas, e incluso sin preparación teórica alguna, que se han adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos. Este hecho permite juzgar cuán grande es la falta de tacto de R. Dielo al lanzar con aire triunfal la sentencia de Marx: "cada paso del movimiento efectivo es más importante que una docena de programas". Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: "¡Ojalá tengáis siempre uno que llevar!" Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha en la cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al formular los principios: si hace falta unirse --escribía Marx a los dirigentes del partido-- , pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas.>> (V.I. Lenin: "¿Qué hacer?"

Porque a los fines revolucionarios efectivos, es necesario poner el listón político de esos principios a la vista de todo el mundo --como a la vista está el record mundial de salto de altura-- para que el movimiento real sepa en todo momento el nivel político en que se encuentra --porque ahí le mantiene la burguesía a instancias de sus agentes políticos oficiales y oficiosos-- y el salto que deberá dar sobre ese obstáculo, lo quiera o no, porque el propio capital le impulsará cada vez más irresistiblemente a ello, obligándolo a ponerse a la altura que la historia le exige. Tal como le dijo Marx a Ruge en septiembre de 1843:

<<Nosotros no decimos al mundo: "deja de luchar, toda tu lucha no vale nada". Nosotros le damos la verdadera consigna de su lucha. Sólo mostramos al mundo por qué lucha realmente: pero la conciencia es una cosa que el mundo debe adquirir, quiéralo o no>> (Op.cit.)

Y la función primordial de los revolucionarios organizados consiste en lastrar todo peso político que les impida actuar libremente, con la única y verdadera libertad, la de hacer políticamente posible la necesidad histórica descubierta por el saber científico, actuando en el sentido que empujan las férreas leyes de la acumulación capitalista; sin condicionamientos políticos objetivamente reaccionarios que tienden a retardar el cumplimento de esas leyes y que, en cualquier caso, impiden que el agudizamiento de las contradicciones sociales según avanza el proceso de acumulación, tengan su correspondiente reflejo en la conciencia y la acción consecuente de los explotados:

<<Por lo tanto, si no era posible -y las circunstancias del momento no lo consentían- ir más allá del programa de Eisenach, había que haberse limitado a concertar un acuerdo para la acción contra el enemigo común en ese preciso momento). Pero, cuando se redacta un programa de principios (en vez de aplazarlo hasta el momento en que una prolongada actuación conjunta lo prepare), se colocan ante todo el mundo los jalones por los que se mide el nivel del movimiento del partido (siempre más avanzados respecto a lo que está dispuesto a hacer el movimiento espontáneo del proletariado, exactamente hasta donde lo exigen las condiciones objetivas, esto es, la correlación fundamental de fuerzas sociales, esto es, la capacidad del proletariado para consolidar su poder de clase dentro del proceso revolucionario permanente).

Los jefes de los lassalleanos han venido a nosotros porque las circunstancias les obligaron a venir. Y si desde el primer momento se les hubiera hecho saber que no se admitía ningún chalaneo con los principios, habrían tenido que contentarse con un programa de acción [partidario de principios] o con un plan de organización [coyuntural] para la actuación conjunta [contra el gobierno de los aristócratas terratenientes prusianos] (...) Sabido es que el mero hecho de la unificación [con los lassalleanos] satisface de por sí a los obreros, pero se equivoca quien piense que este éxito efímero no ha costado demasiado caro>> (K.Marx: "Carta a W. Bracke" El subrayado y lo entre corchetes es nuestro) [1]

En este punto, no podemos pasar por alto el concepto evolucionista, tanto de la lucha de clases como del partido, que Engels mantuvo desde 1884 ("El Origen de la familia..." Cap IX) hasta su prólogo de 1895 a "Las Luchas de clases en Francia", pasando por su carta del 28 de diciembre de 1886 a Florence Kelley-Wischnewetzky. En todos estos trabajos, Engels da a entender que el grado de maduración política del proletariado no se mide por los resultados prácticos de la teoría revolucionaria aplicada al movimiento espontáneo de sus luchas, sino por la experiencia del movimiento, especialmente por el sufragio universal dentro de las instituciones burguesas de Estado, esto es, por la cantidad de votos que obtienen sus direcciones partidarias, proceso en el que, cuando "el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición" de la sociedad burguesa, "ellos (...) sabrán qué deben hacer"[2]. Los comicios no sólo miden sino que deforman lo que miden. El fracaso de la revolución alemana del 18 lo ha dicho todo al respecto.

Todavía en 1874, Engels pensaba distinto. Una vez disuelta la Primera Internacional, explicaba en carta escrita entre el 12 y el 17 de septiembre a Friedrich Adolph Sorge, que las razones del fracaso de esa importante experiencia radicaron en que, desde su creación en 1864, el "carácter teórico" del movimiento "era todavía muy confuso en toda Europa", y que de semejante confusión teórica no podía sino resultar el revoltijo político que acabó con esa organización. Seguidamente, Engels concluyó esta carta mostrando su convencimiento y esperanza en que, durante el próximo futuro, la teoría revolucionaria adquiriría expresión político-organizativa como garantía suficiente de cohesión y eficacia militante, capaz de conducir al movimiento espontáneo durante sus momentos de alza, según los principios de la práctica científica, respecto de los cuales, Engels nunca negó que fueran los verdaderos y únicos principios por los que debe regirse la práctica política efectivamente comunista:

<<Estimo que la nueva internacional será --después de que las obras de Marx hayan ejercido su influencia durante una serie de años-- una Internacional netamente comunista y proclamará unos principios que serán precisamente los nuestros>> (F. Engels: Op.cit.)

Pero, para eso, hacía falta que los militantes revolucionarios accedieran al conocimiento del Materialismo Histórico, que lo asumieran como herramienta insustituible de efectiva transformación revolucionaria y lo fundieran prácticamente con el movimiento espontáneo no como teoría en sí misma, sino a través de su aplicación a la lucha de clases. Pero esto no sucedió. A pesar de conocer su publicación en 1867, el Libro I de "El Capital" no tuvo la influencia que generalmente se le ha atribuido, más que nada inducida por el entusiasmo de Marx ante el hecho de que esa edición "se agotara entre los obreros". August Bebel, de los coetáneos de Marx tal vez el más afecto seguidor de su obra exceptuando a Engels, esperó dos años para empezar a leerlo. En cuanto a Liebnektch, no pasó jamás de las primeras quince páginas. En cuanto a la opinión pública en los ambientes de la militancia obrera, los pocos periódicos socialistas que mencionaron el libro no abordaron de él más que la Introducción, sin haber comprendido su trascendencia política. Lo han tomado como una denuncia contra el capitalismo, como si no tuviera nada que ver con el programa político revolucionario.

Respecto de lo que venimos comentando sobre esta parte del documento del CIS, el más valioso y consecuente continuador del pensamiento y la memoria histórica de lo actuado por Marx en el movimiento obrero después de su muerte, fue la práctica teórica y política que Lenin desplegó en toda su vida militante, muy especialmente entre 1898 y 1912, período de lucha contra las concepciones populistas y economicistas; las primeras en cuanto al complejo modo de producción y a la no menos complicada formación social de Rusia en esa época, a fin de fundamentar el programa del futuro partido; las segundas respecto al carácter de su organización y las tareas inmediatas de la militancia. A este último respecto sólo hemos de referirnos a un solo pasaje del "¿Qué Hacer?" que, según puede apreciarse en nuestro website, está en el centro del debate que venimos sosteniendo desde hace ya cinco años, y que Lenin resumió en el siguiente pasaje que viene a la militancia actual como anillo al dedo:

<<Mucha gente, muy poco preparada e incluso sin preparación teórica alguna, se ha adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos. Por este hecho, se puede juzgar qué falta de tacto manifiesta Rab. Dielo al lanzar con aire victorioso la sentencia de Marx: "cada paso del movimiento efectivo es más importante que una docena de programas". Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: "¡ojalá tengáis siempre algo que llevar!" Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el programa de Gotha, en la que censura duramente el eclecticismo admitido en la formulación de los principios: ya que hace falta unirse -- escribía Marx a los dirigentes del Partido --, pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Este era el pensamiento de Marx, ¡y he aquí que entre nosotros hay gentes que en su nombre tratan de aminorar la importancia de la teoría!

Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. Y, para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia, a saber: primeramente, por el hecho de que nuestro Partido sólo ha empezado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente estos últimos tiempos se han distinguido (como hace ya mucho lo predijo Axelrod a los economistas) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no-socialdemócratas. En estas condiciones, un error (teórico), "sin importancia" a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos (políticos), y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años.>> (V.I. Lenin: Op. Cit. Cap I)

Insistimos: el aforismo de Marx en cuanto a que "cada paso del movimiento real es más importante que media docena de programas", es válido cuando el movimiento obrero de cualquier país está en sus inicios, como dijo --por lo demás incorrectamente-- Engels del movimiento obrero norteamericano en 1874; o para un país como Alemania en 1871, que, no obstante, ya contaba con una organización y un programa. Pero no vale para un país como Argentina, donde el movimiento obrero tiene una solera de cien años, y, sin embargo, tanto la organización política de vanguardia como el programa revolucionario comunista siguen brillando por su ausencia. Y la tarea para contar con estos dos requisitos fundamentales es imposible de realizar sin el herramental teórico del Materialismo Histórico aplicado a la realidad económico-social y política de este último país. Nosotros pensamos, con Marx y con Lenin, que no hay alternativa posible a semejante exigencia de la realidad actual de la lucha de clases mundial, porque, hoy día, la situación es la misma en todas partes, de modo que los puntos programáticos en que es necesario acordar, no pueden ser otros que los definidos por la aplicación de estas dos herramientas o armas revolucionarias, a la realidad económica, social y política de cualquier país. Todo el tiempo en que resistamos esta línea de comportamiento, nos impedirá salir de la charca a la que fuimos arrojados por el menchevismo stalinista.

                        En ste punto es necesario volver sobre los “puntos mínimos” que, en la misma “Introducción” de su documento, los compañeros del CIS estiman condición suficiente para proceder a la unificación de la vanguardia revolucionaria proclamada:

<<Estos puntos mínimos nos permitirán dar los primeros pasos para distinguir esta tendencia de otras y también nos ayudará a encontrar e incorporar a los posibles miembros. Creemos firmemente que tal acuerdo es posible y que con la cooperación y la discusión podemos colectivamente reconstruir esta alternativa y desarrollar su programa.>> (CIS: Op.Cit. Introducción)

Insistimos, no se trata sólo de "distinguir una tendencia de otras" para llegar a un acuerdo, sino de contribuir a definir la tendencia objetiva de la sociedad capitalista y ajustar la táctica política a esa lógica de la realidad objetiva. Esto es lo que determina la necesidad histórica de la lucha de clases, que debe ser científicamente descubierta y acordada como una cuestión de principios (sin mínimos ni máximos) a instancias de la confrontación de ideas. Y en esto, repetimos, no sólo habrá que tomar obligatoriamente en consideración las previsiones teóricas de Marx en el "Programa de Gotha", sino toda su obra, incluida la práctica teórica y política de los bolcheviques presidida por Lenin entre 1893 y 1924.

Los compañeros advierten como “probable” la posibilidad real futura de que la unidad en base a los “puntos mínimos” desemboquen en diferencias y rupturas:

 <<Durante ese proceso, es probable que algunos de los que en este momento están de acuerdo con los puntos mínimos inevitablemente desarrollen diferencias. Sabemos también que algunas de estas diferencias pueden incluso llevar a rupturas. Al empezar con ideas generales este proceso se hace inevitable. Sin embargo, no podemos posponer el inicio del arduo camino del reagrupamiento para siempre, debemos empezar por alguna parte. Sinceramente creemos que los posicionamientos que se alcancen, a la vez que constituirían una base ancha para el inicio, pondrán limites claros al reformismo y el oportunismo>> (Ibíd.)

Pero no parecen ser conscientes de la desutilización que hacen del arsenal de recursos que contiene la Teoría Revolucionaria y de la Memoria Histórica del movimiento, para cerrar al día de hoy en todo lo posible, el necesario horizonte de diferencias y rupturas que la vida abre a los revolucionarios. El verdadero reagrupamiento revolucionario se hará con más rapidez y eficacia revolucionaria, cuanto menos expuesto esté a la intemperie  de la lucha de clases elemental y a los terremotos de la burguesía, cuanto más a cubierto se ponga de tales inclemencias propias de la naturaleza del capital. Y semejantes condiciones sólo se consiguen construyendo un partido con la mejor técnica arquitectónica antisísmica y los mejores materiales desde sus mismos cimientos. Pero esta tarea depende, en última instancia, del cambio de cualidad en cantidad, de cuantos más sean los que exijan hacerlo así, esto es, según el conocimiento de la reales condiciones económicas estructurales, sociales fundamentales y políticas coyunturales de la lucha de clases, y no según lo que a cada parte le "parezca" sobre estas últimas o "convenga" a sus respectivas organizaciones-partido que son sus "ideas generales". Los únicos que pueden pactar según ciertas "ideas generales" son los políticos burgueses.

Dado que los asalariados son la clase revolucionaria fundamental --porque, al estar despojados de la propiedad sobre los medios de producción no tienen intereses materiales específicos que reclamar dentro de esta sociedad--, lo único a que pueden aspirar dentro de este sistema de vida, es a gozar circunstancialmente de mejores condiciones de vida, pero a expensas de peores condiciones de trabajo y de más paro.

Respecto de su emancipación como clase,  lo único que les puede llegar a unir, aunque hasta cierto punto del proceso no lo sepan, es la ciencia social aplicada y la memoria histórica de sus luchas. Pero los revolucionarios no pueden empezar a actuar con eficacia, sino en base a una unidad de criterio orgánico que respete las exigencias de la realidad económica, social y política actual en cada país en sentido subversivo. Por lo tanto, quienes aspiren a ser vanguardia y se nieguen a actuar según estos requisitos, crean todas las condiciones para contribuir irresponsablemente a que el movimiento vuelva a deslizarse imperceptiblemente por la pendiente del oportunismo y el reformismo burgués, cuando no del voluntarismo utópico, armado y no armado. Para llegar a ser oportunista o voluntarista, no se trata de evitar serlo demasiado, como si de cualquier mujer se pudiera decir que está un "poquito" embarazada.  

                Entrando en el segundo punto de este apartado, los compañeros hacen una clara profesión de fe premarxista, empirista del saber político:

<<Las posiciones de este documento son el resultado de nuestra experiencia; otros compañeros probablemente pondrán más énfasis en otras cuestiones, o en las mismas pero desde distintos puntos de vista. Considerando la necesidad imperiosa de intentar avanzar en tal sentido, hemos intentado formular lo que entendemos podrían constituir las cuestiones esenciales para la unidad inicial de esta tendencia.>>  (Ibíd.)

El saber por experiencia (individual o colectiva), se agota en la particularidad de directamente vivenciado. En tal sentido, el saber político resultante de unas organizaciones que llegan a acuerdos exclusivamente basados en la confrontación de sus respectivas experiencias particulares, por completo al margen de la ciencia y de la memoria histórica del proletariado, es un saber que no puede dejar de ser muy limitado, cuando no equívoco, expuesto a múltiples errores teóricos de consecuencias políticas inmediata o mediatamente nefastas e inevitables. Permítasenos decir, sin arrogancia, pero también sin compasión ninguna y con el más sincero y fraternal espíritu de colaboración, que nuestra experiencia está escarmentada de andaduras políticas que comenzaron como los compañeros del C.I.S. han literalmente expuesto y nos están proponiendo. Seguidamente vamos a exponer las razones que aconsejan abandonar el punto de vista de los compañeros del CIS

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[1] El programa de Eisenach que dio nacimiento al Parido Obrero Socialdemócrata Alemán (SDAP), si bien no pasó de ser democrático burgués, debe tenerse en cuenta que, en 1875, las estructuras económica, social y política de Alemania, no habían todavía cambiado respecto de las condiciones de 1848. Tampoco la correlación fundamental de fuerzas, que también seguía siendo la misma; por tanto la estrategia de revolución permanente del poder proletario continuaba pasando por la fórmula de la "revolución republicano-social", como Marx la definió el 29 de diciembre de 1848 en el número 183 de la "Nueva Gaceta Renana".  

[2] "Y, por último, la clase poseedora impera de un modo directo por medio del sufragio universal. Mientras la clase oprimida --en nuestro caso el proletariado-- no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer." (F. Engels: Op. Cit. Cap. IX "Barbarie y civilización")