12 Mayo 99

Queridos camaradas:

Hemos leído atentamente vuestro análisis sobre Yugoslavia.

En el actual debate entre marxistas, nos parece fundamental no caer en las polémicas estériles o hirientes que nada aclaran ni conducen a ninguna parte. No lo decimos por vuestro texto que en este sentido nos parece muy correcto. Procuraremos centrarnos en lo fundamental y de forma breve y clara para poder agilizar los debates.

Antes de entrar en materia, os recomendamos la lectura de los análisis y resolución que 38 organizaciones comunistas, de diferentes partes del mundo, han sacado al final de un seminario en Bélgica con el PTB. Si no lo habéis tenido, decídnoslo y os lo enviaremos. La importancia de esos análisis y de esa resolución, reside en dos cuestiones bastante serias:

Por un lado tratan ya desde hace tiempo, el PTB y sus aliados, de convertirse en un nuevo vaticano marxista-leninista-maoista.

Y por otra parte, los análisis que han publicado son de una miseria teórica que espanta.

El dogmatismo, el sectarismo y el idealismo atraviesan de parte a parte esos análisis, y en un momento dado que citan a Marx, se vuelve contra ellos. Para ellos la historia de la Unión Soviética y del campo socialista es un cuento de buenos y malos. En fin, una historia maniquea. No ha habido errores, solo ha habido traiciones. Nos gustaría que lo leyerais y nos dierais vuestra opinión. Nosotros no sabíamos que había un análisis, primero nos mandaron la resolución contra la agresión a Yugoslavia y la firmamos pero haciendo públicas tres objeciones. Al enviarnos el análisis les hemos pedido que no pongan nuestro nombre ya que tenemos divergencias serias que les daremos a conocer.

Entrando en el texto vuestro diríamos que hay un exceso de celo marxista histórico en cuanto a la apreciación de la situación actual y en particular sobre el desarrollo de las fuerzas productivas en esta etapa final y caótica del capitalismo. Vosotros reemprendéis y aplicáis a las circunstancias actuales el viejo análisis marxista, justo para aquella época. en que se critican los obstáculos que suponen para el desarrollo del capitalismo, y por lo tanto del proletariado y de su lucha de clases, la existencia de las trabas feudales que persisten o de la pequeña producción capitalista que impide las grandes concentraciones proletarias en las grandes fábricas y por tanto el desarrollo capitalista a una escala cada vez más amplia. .

Y ahora fijémonos en la situación real que hay tanto en Yugoslavia como en los antiguos países del campo socialista, si exceptuamos unos pocos muy próximos a la Europa occidental y a su cultura. ¿Qué tipo de desarrollo de fuerzas productivas se esta dando en la Unión Soviética y otros países, no solo del antiguo campo socialista sino del tercer mundo, e incluso en los países del primer mundo? Hay una destrucción sistemática de fuerzas productivas como no se había conocido nunca en la historia del capitalismo. Es indudable que se están creando nuevos centros industriales cada día y con la misma facilidad que aparecen, vuelven a desaparecer para trasladarse a otro lugar, acelerándose la creación y la destrucción de puestos de trabajo y por lo tanto de concentraciones proletarias. Nos parece que son rasgos que caracterizan muy bien -junto a otros elementos del análisis económico- esta etapa final, depredadora y especulativa financiera del capitalismo.

Nadie podrá negar que Catalunya tiene un buen desarrollo industrial moderno y sin embargo nunca floreció tanto como ahora la pequeña empresa familiar en la que cada una de ellas explota un puñado de obreros en condiciones realmente increíbles de no pagarles siquiera las horas extraordinarias que les obligan a hacer. En estas empresas está trabajando la mayor parte de los obreros catalanes con una gran flexibilidad, dado el paro y la legislación vigente. La mayoría de ellas trabajan para los grandes consorcios industriales y de todo tipo. Y no olvidemos que Catalunya ha entrado, al igual que España, y del brazo de ella en muchas ocasiones, en la etapa imperialista del capitalismo. Basta echar una ojeada a sus inversiones y sus transnacionales en latino-américa a donde van, como todos los imperialistas, para esquilmar a aquellos países destruyendo muchos más puestos de trabajo de los que crean, aliados eso sí, en la mayoría de los casos, con las burguesías locales, que no nacionales, que se convierten en lacayos del imperialismo. Colombia es un caso típico. En cambio, Venezuela es un caso atípico que estamos siguiendo con mucho interés porque hay un intento de un sector de las clases medias (burguesía, indudablemente y nacional) que trata de oponerse a la política imperialista. Claro que esa vía no tendrá salida alguna de tipo histórico en la etapa actual pero puede permitir a la clase obrera y a las masas en general organizarse y luchar en mejores condiciones e incluso contar con un aliado circunstancial.

Vamos a Yugoslavia: no puede enfocarse el desarrollo económico de Yugoslavia sin tener en cuenta los elementos que aún subsisten desde le punto de vista económico e industrial. 50 fábricas destruidas por la aviación de los imperialistas han dejado en paro a 750.000 trabajadores.

A los imperialistas no les interesan los Balcanes para que haya un desarrollo de las fuerzas productivas y por tanto del proletariado allí. Nada más lejos de sus planes. Lo que les interesa es el dominio de una zona de alta importancia estratégica, tanto para hacerse con las materias primas esenciales como para sus planes militares imperialistas contra la Unión Soviética y quizás después contra China.

No olvidemos que en esta etapa del capitalismo y del imperialismo, la reproducción del capitalismo se realiza sobre todo sobre la base de la explotación de unos países sobre otros. Cada vez es mayor le número de la aristocracia obrera en los países imperialistas que no solamente ya no producen plusvalía sino que las empresas tienen que poner una parte de los superbeneficios imperialistas para pagarles. Sobre todo esta ocurriendo en las empresas transnacionales imperialistas. Eso no impide que al mismo tiempo se esté contratando obreros en condiciones de precariedad, de tiempo y de salario.

Volviendo a Yugoslavia: dadas las tendencias actuales del imperialismo y lo que está pasando en todo el mundo podemos afirmar, sin lugar a dudas, que no volverá a haber allí una concentración proletaria y una tasa de empleo como la que tenia antes de los bombardeos. Entonces la pregunta que nos hacemos nosotros y que os pedimos que reflexionéis en ella, es muy sencilla: ¿Por qué el proletariado en su estrategia internacional hacia el triunfo de la revolución social, no debe, bajo determinadas condiciones y circunstancias, tener como aliado circunstancial ciertas burguesías nacionales?.

Nos parece que ésta puede ser una cuestión clave y muy importante de cara a una estrategia efectiva. Creemos que tan importante como dominar todo el bagaje teórico comunista es esforzarnos también en dominar la actual realidad cambiante y nueva que se está dando es esta etapa final del capitalismo y que adquiere unas características que eran imposibles de prever no solo hace 150 años, sino hace tan solo 15 o 20 años.

Sinceramente creemos que la consigna de ¡Convirtamos cualquier guerra inter-burguesa en guerra revolucionaria contra el capitalismo! aplicada a la agresión imperialista a Yugoslavia es un transplante mecánico de consignas bolcheviques de la primera guerra mundial. ¿Qué significa esta consigna para los obreros yugoslavos en estos momentos?

Y nos parece importante el no caer en posiciones eurocentristas y tener presente que el centro de gravedad de la revolución mundial se desplaza hacia los países del tercer mundo saqueados por los países imperialistas. En este sentido creemos que a los comunistas de estos países imperialistas nos corresponden tareas muy difíciles y complejas sobre todo aquí en la Europa occidental dado el hundimiento de la izquierda o mejor dicho el paso de esa izquierda a las filas del imperialismo, incluidos amplios sectores del comunismo europeo. Y creemos que lo que queda del comunismo, en general, se mueve o entre posiciones revisionistas todavía bien afianzadas, o en base a un dogmatismo no superado que procede de la época del "marxismo-leninismo" que buscaba la cobertura oficial de Tirana, o de Pekín o de quien fuera. Como comunistas pensamos desde hace ya mucho tiempo que hay que hacer un ajuste de cuentas implacable tanto con los errores del pasado como con las concepciones dogmáticas que inevitablemente engendró la gran crisis del comunismo y de las que el seminario de Bélgica es, a nuestro parecer, un buen exponente.

Estamos seguros de que tendremos más ocasiones para seguir ciendo estos temas con vosotros.

Creemos que que hay una coincidencia entre nosotros sobre los problemas de fondo.

Recibid un saludo comunista fraternal.

12 de mayo de 1999


 

GPM: 4 Junio 1999

Compañeros:

Lo que habéis dejado planteado en vuestra última comunicación, como dicen los andaluces "tiene tela".

Por lo visto, vosotros coincidís con esa especie de relativismo histórico neomarxista que desde principios de la década de los ochenta conquistó la conciencia de una gran mayoría de militantes contestatarios al sistema. Según esa predominante opinión, la tradición del pensamiento revolucionario desde Marx hasta el movimiento bolchevique, incluida la oposición de izquierda a la corriente stalinista posterior a la muerte de Lenin, se ha vuelto insuficiente, tanto para explicar los fenómenos del capitalismo tardío como para darles respuesta satisfactoria. Nosotros estamos entre quienes -según vosotros- pecan de esa insuficiencia que compasivamente llamáis "exceso de celo marxista histórico". Y os creéis ver justificados en lo que pensáis respecto de varias cuestiones que son las siguientes:

a) Desarrollo de las fuerzas productivas.

Según lo que se desprende de vuestro razonamiento, dais a entender que en la actual etapa "final y caótica" del capitalismo las fuerzas productivas han dejado de crecer porque "se destruyen más puestos de trabajo de los que se crean".

b) Reproducción del capital.

Sobre este asunto afirmáis que la reproducción del capital se realiza en gran parte "sobre la base de la explotación de unos países sobre otros", porque "cada vez es mayor el número de la aristocracia obrera en los países imperialistas que no solamente no producen plusvalía, sino que las empresas tienen que poner una parte de los superbeneficios imperialistas para pagarles". Si la aristocracia obrera es cada vez mayor y no tiene ningún interés objetivo en hacer la revolución porque vive a expensas de los superbeneficios del gran capital, de este razonamiento parece inferirse que la parte de los asalariados que pueden estar interesado en la revolución son relativamente cada vez menos.

c) Política de alianzas del proletariado.

De lo anterior -y a propósito del actual conflicto yugoslavo- sacáis la conclusión de que "bajo determinadas condiciones y circunstancias" -que al parecer hacéis depender de la pura voluntad política ("intento" decís vosotros) de ciertos sectores de la pequeña burguesía a luchar consecuentemente contra el imperialismo en países como Venezuela o Yugoslavia- el proletariado "debe...tener como aliado circunstancial a ciertas burguesías nacionales".

LAS FUERZAS PRODUCTIVAS BAJO EL CAPITALISMO

¿En qué consiste el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo? Según el "viejo marxismo", en la capacidad del trabajo social para poner en movimiento mayor cantidad de más perfeccionados medios de producción por unidad de tiempo empleado.

¿Qué es lo impulsa este desarrollo en las sociedades donde imperan las relaciones de producción capitalistas? Según el "viejo marxismo", la tendencia del capital social global a apoderarse de la mayor cantidad de trajo necesario (salarios) para convertirla en excedente (plusvalor) a los fines de la acumulación. ¿De qué modo o a través de qué mecanismo? A través de la competencia intercapitalista en el mercado.

Para que su capital se renueve y acumule o crezca, cada empresario debe vender o realizar la suma del valor invertido más el plusvalor producido, contenida en el producto de su empresa. En condiciones normales, el precio de cada mercancía está fijado por el trabajo socialmente necesario contenido en ella, que se corresponde con un nivel de desarrollo medio de la fuerza productiva del trabajo aplicada a su producción vigente en el mercado. Pero si aparece un productor que ha logrado producir una misma mercancía, en mayor cantidad y de igual o mejor calidad pero en un tiempo menor que el promedio vigente en el mercado -digamos un 10% menos- podrá bajar el precio de venta en un 5% respecto del conjunto de sus competidores, con lo que conseguirá no sólo un 5% de ganancia extra por cada unidad vendida, sino que además acaparará una mayor cuota parte de la demanda solvente sobre ese producto.

De este modo se opera una transferencia de plusvalor desde las empresas menos tecnificadas que producen con una menor composición orgánica del capital y mayores costes relativos, hacia las de mayor desarrollo tecnológico que producen con una mayor composición orgánica del capital y menores costes relativos. Esta misma ley del desarrollo desigual expuesta por Marx en "El Capital" para los mercados nacionales se cumple a nivel internacional.

Esto no quiere decir que las empresas de composición orgánica más baja pierdan siempre. Si así fuera, el capitalismo hubiera caído en la inercia hace ya mucho. En condiciones normales o de expansión de los negocios, las empresas menos eficientes siguen operando con ganancia, sólo que dejan de ganar ese plus que pasan a ganar de modo extraordinario las de mayor composición orgánica del capital.

Otra cosa sucede durante las llamadas ondas largas depresivas o de crecimiento lento, como la que viene atravesando el capitalismo desde fines de la década de los sesenta. En estos momentos, la tarta del reparto se achica, la competencia intercapitalista se agudiza, y en tales condiciones no se trata ya de repartir las ganancias sino las pérdidas. Durante estos períodos se registra efectivamente una destrucción de fuerzas productivas ya creadas, lo cual se expresa en capacidad instalada ociosa y paro obrero. A este fenómeno os referís vosotros cuando escogéis impropiamente como ejemplo lo que está pasando en la ex Unión Soviética. Impropiamente porque si bien es cierto que allí también se hacen sentir los efectos de la crisis capitalista, la destrucción de fuerzas productivas no es tanto a causa de los mecanismos de la ley del valor, como al hecho de haber querido reimplantar el capitalismo puro y duro a velocidad de vértigo.

Pero lo que se trata de aclarar aquí, es que durante los períodos de mayor destrucción de fuerzas productivas, estas no dejan de crecer. Crecen menos y más lentamente, pero siguen creciendo. Suponer que en algún momento del desarrollo histórico capitalista las fuerzas productivas dejan de crecer, implica que el pulso vital social por la ganancia deja de latir y que la burguesía es una clase social autotanática.

Vosotros presentáis el ejemplo del florecimiento de la pequeña empresa familiar en Catalunya, donde los asalariados son sometidos a las más altas tasas de explotación. Si hubierais tenido sólo un poco del "celo marxista histórico" que tan compasivamente nos atribuís", podríais haber hecho inteligible este fenómeno típico de los tiempos de crisis. Nosotros, siguiendo a Marx, hemos tratado este asunto en un trabajo de divulgación que aparece en nuestra página bajo el título: "Teoría Marxista de las crisis económicas capitalistas", y que desarrollamos brevemente en el apartado que trata acerca de la "Sobreacumulación absoluta del capital".

Sintetizando venimos a decir allí que durante las depresiones que siguen a las crisis, la competencia se agudiza y aun cuando el capital social global no deja de crecer, ciertos capitales particulares que no están a la altura de las nuevas circunstancias del mercado, caen en el estancamiento, la paralización y en muchos casos la desaparición por quiebra. Entre estos capitales hay ciertamente muchos medianos y pequeños.

Pero al mismo tiempo, las crisis permiten sobrevivir y entrar momentáneamente en juego a otros que en esa fase del ciclo toman el testigo del progreso técnico abandonado momentáneamente por las grandes empresas. En efecto durante el curso descendente de la tasa de ganancia llega el punto de la crisis, donde para los capitales más grandes, la tasa de ganancia en vigor les anuncia que la masa de plusvalor prevista para sus capitales incrementados, es igual o menor que antes de su incremento. A partir de ese momento, los grandes conglomerados capitalistas retraen parte del capital adicional o plusvalor obtenido, de modo que la inversión aumenta, pero en proporción sucesivamente menor todo el tiempo que la tasa de ganancia permanezca deprimida.

Semejante desinversión de los grandes capitales provoca un exceso de oferta, tanto en el mercado de bienes de producción como en el de fuerza de trabajo. Esta nueva situación se traduce en un descenso en el precio de los factores objetivos (maquinaria, materias primas y auxiliares) y subjetivos (salarios) de la producción. Por otro lado, la contracción del mercado supone un descenso en la escala de la producción. Estas dos circunstancias concurren para que disminuya el capital mínimo exigible para competir. Bajo estas condiciones es posible la entrada en el mercado de pequeños y medianos capitales, cuya existencia no está determinada por el nivel de la tasa media de ganancia, sino que son capaces de sobrevivir en medio de la crisis, produciendo incluso con una remuneración equivalente a un salario medio en tiempos normales.

<<La compensación de la mengua en la tasa de ganancia mediante el incremento de la masa de plusvalor sólo tiene validez para el capital global de la sociedad y para los grandes capitalistas sólidamente instalados. El nuevo capital adicional que funciona en forma autónoma, no se encuentra con ninguna de esta clase de condiciones supletorias, debe luchar por conquistarlas, y de ese modo, la baja de la tasa de ganancia suscita la lucha de competencia entre los capitales y no a la inversa.>> (K.Marx: "El Capital" Libro III cap.XV)

Estos capitales medianos y pequeños que se agrupan por su cuenta, son los que en períodos de crisis toman el relevo del progreso técnico que en condiciones normales es liderado por las grandes empresas oligopólicas. El pasaje del "Manifiesto Comunista" donde Marx y Engels dicen que <<El capitalismo no puede sobrevivir sin revolucionar constantemente los medios de producción>>, se explica por este análisis presupuesto allí. Quien más claramente expuso este fenómeno fue Rosa Luxemburgo en "Reforma o revolución":

<<Los grandes capitales, según la tesis de Marx, juegan en el curso del desarrollo capitalista precisamente el papel de pioneros de la revolución técnica, y ciertamente en un doble sentido, tanto en los nuevos métodos aplicados a ramas de la producción antiguas pero fuertemente arraigadas, como también respecto a la creación de nuevas ramas todavía no explotadas por los grandes capitales (...) al igual que la clase obrera la clase media capitalista encuéntrase bajo la influencia de dos tendencias contrapuestas: una que la eleva y otra que la oprime. esta tendencia opresora es el alza continua en la escala de la producción, la cual periódicamente devasta los dominios del capital medio, descartándolo y eliminándolo una y otra vez de la competencia. En cambio, la tendencia elevadora es la desvalorización periódica del capital ya empleado, que motiva que la escala de la producción según el capital mínimo necesario descienda continuamente y durante cierto tiempo, ocasionando también la entrada en la producción capitalista en nuevas ramas productivas. (...) Si los pequeños capitales son, pues, la vanguardia del progreso técnico, y el progreso técnico es la pulsación vital de la producción capitalista, tendremos claramente que los pequeños capitales constituyen un fenómeno inseparable del desarrollo capitalista y que sólo con éste podrá desaparecer.>> (Rosa Luxemburgo Op.cit. Cap. II)

Para salir de la depresión, tanto el precio de los elementos del capital constante como el salario deberán bajar y el plusvalor subir, en magnitud suficiente como para elevar la tasa de ganancia hasta un nivel en que la inversión del capital adicional creado compense al capital ya acumulado. Es el momento en que los grandes capitales se apropian de los adelantos tecnológicos sólo aplicados a pequeña escala durante la depresión, para generalizar su implementación durante la fase de expansión. Por tanto, bajo el capitalismo hay un desarrollo constante de la fuerza productiva del trabajo. Unas épocas más lento, otras más acelerado.

El hecho de que en Catalunya como en otras partes del mundo...

<<nunca floreció tanto como ahora la pequeña empresa familiar en la que cada una de ellas explota a un puñado de obreros en condiciones realmente increíbles de no pagarles siquiera las horas extraordinarias que les obligan a hacer>>,

sólo se explica científicamente por esta unidad dialéctica particular entre la grande y la pequeñoburguesía determinada por la ley general del desarrollo capitalista expuesta por Marx en "El Capital".

Desde el punto de vista de los productores directos, de los trabajadores, es tan realmente paradójico que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social coincida con la mayor destrucción de los factores que la componen, como que en momentos de mayor abundancia y despilfarro de riqueza se registren los mayores índices de penuria relativa. Ambas realidades son sólo dos de las numerosas paradojas sociales cada vez más insoportables de la irracionalidad capitalista. Y sólo del proletariado, de su necesaria unidad política y de su programa socialista, cabe esperar la superación histórica de esas miserables paradojas.

EL PLUSVALOR Y LOS TRABAJADORES DEL SECTOR SERVICIOS

Al parecer, vuestra posición al respecto es la siguiente:

<<Cada vez es mayor el número de la aristocracia obrera en los países imperialistas que no solamente ya no producen plusvalía sino que las empresas tienen que poner una parte de los superbeneficios imperialistas para pagarles>>

Es de suponer que os referís a los trabajadores de una parte del sector servicios, como son los que pertenecen a la esfera del comercio, la banca o la publicidad. Cierto, en los países de la cadena imperialista, los asalariados de estos sectores parecen crecer más rápidamente que los afectados a la creación directa de plusvalor. La idea de que este crecimiento supone un descenso de los sectores que producen plusvalor, y de que responden a los intereses de la burguesía, es un embeleco que viene desde los tiempos de Bernstein, pero cuyo mérito mayor tal vez haya que atribuirselo a Baran y Sweezy. En el capitulo de su conocida obra titulada "El capital monopolista", donde reflexionan acerca del fenómeno del imperialismo, estos autores combinan la ilusoria capacidad del capitalismo monopolista de producir un plusvalor ilimitado, con el supuesto de los costes de distribución crecientes, para llegar a concebir la posibilidad de un <<crecimiento desproporcionado de la esfera distributiva>> respecto de las ramas productoras de valor. De esta conclusión deducen una creciente desagregación del proletariado reforzada por el supuesto de que los trabajadores de la esfera de la circulación del capital (servicios) devienen en "nuevas clases medias".

Esta impugnación del proletariado como clase revolucionaria fundamental en los países imperialistas, apoyada en su disminución respecto de las "nuevas clases medias", aparece por primera vez expresada por Sweezy en su "Teoría del Desarrollo Capitalista". Aquí Sweezy introduce esa denominación para referirse a trabajadores de las esfera de la circulación y del aparato de Estado que considera aliados objetivos del capital monopólico y del Estado imperialista, como un elemento de diferenciación social en el seno del proletariado tradicional:

<<El ascenso en la productividad del trabajo y el crecimiento desproporcionado de la esfera distributiva a que conduce bajo el capitalismo de monopolio, constituye una evolución con implicaciones sociales y políticas de gran alcance. La llamada "nueva clase media" de burócratas industriales, profesionales, maestros, empleados de gobierno, etc., que inevitablemente se desarrolla como fruto de la centralización y el ascenso del nivel de vida, es acrecentada por el ejército de vendedores, agentes de anuncios, publicaciones y empleados que forman una proporción tan grande de aquellos que se dedican a actividades de distribución. Estos elementos de la población están relativamente bien pagados y, por lo tanto, disfrutan de un nivel de vida que, desde el punto de vista subjetivo, los liga más o menos estrechamente a la clase gobernante de los capitalistas y propietarios. Más aun, como bajo el capitalismo una gran parte de ellos derivan sus ingresos directa o indirectamente de la plusvalía, de modo que una disminución de la plusvalía repercutiría necesariamente sobre ellos de forma desfavorable, existe también un lazo objetivo que liga sus intereses a los de la clase gobernante. Por esas dos razones la nueva clase media tiende a dar apoyo social y político a los capitalistas más bien que a los trabajadores; sus miembros constituyen, por así decirlo, un ejército de masas que acepta fácilmente la dirección de los generales capitalistas.>> (P.M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV:"El Monopolio y las Leyes del Movimiento del Capitalismo" 4. "El monopolio y los costos de distribución ascendentes".)

Baran muere en 1964. En 1966 aparece "El Capital Monopolista". Un año después, Sweezy publicó un ensayo titulado "Marx y el Proletariado". Tras señalar allí que el proletariado recién se convirtió en una clase revolucionaria con el pasaje de la manufactura a la gran industria, Sweezy sostiene que posteriormente -durante el desarrollo de la etapa basada en la plusvalía relativa- el adelanto tecnológico redujo la proporción de trabajadores manuales llamados "blue collar", dando lugar a la aparición de una gran variedad de categorías laborales que tiende a <<enterrar la conciencia de clase>> del proletariado:

<<En pocas palabras, los primeros efectos de la introducción de maquinaria automática -el aumento y homogeneización de la fuerza de trabajo, y la reducción de los costos de producción (valor) de ésta- en gran medida se han invertido. Una vez más, al igual que en el período manufacturero, el proletariado está altamente diferenciado; y una vez más, la conciencia profesional y de estatus ha tendido a enterrar la conciencia de clase.>> (P.M. Sweezy: "Marx y el Proletariado" Citado de Richard Edwards: "Sweezy y el Proletariado"

Para apuntalar este razonamiento, Sweezy apela a un pasaje de "Teorías sobre la Plusvalía" -donde Marx hace la crítica a la teoría de la maquinaria de Ricardo que dice:

<<"Lo que (Ricardo) se olvida de destacar [es] el constante aumento de las clases medias, [situadas] entre los trabajadores de una parte, y de otra el capitalista, que se [hallan] en el centro y se extienden cada vez más, directamente alimentados en gran parte por el ingreso, que gravitan como una carga sobre la base trabajadora y que viene a aumetnar la seguridad social y el poder los diez mil de arriba.>> (K.Marx: Op.cit.T 2 cap.XVIII: "Miscelánea Ricardiana". Lo entre corchetes es nuestro). <<Si ésta era ya una tendencia muy importante en los tiempos de Marx -comenta Sweezy- ¡cuanto más ha venido a serlo en el período del capital de monopolio! .>>(P.M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV)

Por lo tanto, una de dos: o en este pasaje de las "Mehrwert" Marx se ha puesto él sólo contra sí mismo, o Sweezy le ha citado con un descuido intelectual rayano en la grosería, por no decir en la deshonestidad intelectual. Y para nosotros la opción es muy clara. En el pasaje de "Teorías sobre la plusvalía" citado por Sweezy, Marx ha venido a decir lo siguiente: los argumentos de Ricardo se debaten entre dos tendencias del capitalismo que se entrecruzan constantemente. La primera consiste en emplear la menor cantidad posible de trabajo para producir la misma o una cantidad mayor de mercancías. La segunda, emplear el mayor número posible de trabajadores productivos o clase obrera industrial productora de plusvalor (aunque los menos posibles en relación a la cantidad de mercancías por ellos producidas), ya que al aumentar la masa de trabjadores empleados, aumenta tanto el plusvalor como el plusproducto. La primera tendencia arroja parte de los trabjadores a la calle aumentando el ejército de reserva, la otra los reabsorbe al tiempo que amplía en términos absolutos, tanto el trabajo servil como las llamadas clases medias o pequeños propietarios que fluctúan entre la clase obrera y los burgueses propiamente dichos. Pero ni aquí ni en ninguna parte de su obra dice Marx que estas clases medias sean asalariados que trabajan al servicio directo del capital, ni que puedan aumentar hasta el punto de sobrepujar el aumento de los obreros que producen directamente plusvalor. (Cfr. K.Marx: Op.cit. Cap. XVIII: "Miscelánea ricardiana"·: parágrafo B. Ed.FCE/59 P.527)

a.Trabajadores de la publicidad

Veamos ahora qué son en realidad los trabajadores que Baran y Sweezy tildan de "nuevas clases medias" y qué función cumplen los "faux frais" o falsos costos de la producción capitalista.

Pongamos por caso una empresa de publicidad con un capital de veinte millones de pesetas que su dueño montó con el dinero proveniente del cobro de una herencia. En esta actividad intervienen los mismos componentes del capital que en cualquier otra, esto es, capital constante y capital variable, en una proporción aproximadamente igual a la composición orgánica del capital promedio en esa rama de la producción capitalista, que supondremos arbitrariamente es de 70: 30. Así, si el capital originario es de veinte millones de pesetas, la inversión originaria en capital constante será igual a catorce millones, de los cuales supondremos que diez corresponden a capital fijo, supuesto razonable ya que en este negocio, la inversión en materias primas es siempre menor que en medios de trabajo. Suponendo un grado de explotacion del 100% el capital adelantado en salarios = 30% del total invertido, ascenderá a seis millones y el plusvalor previsto a otros seis Por otro lado imaginemos una empresa fabricante de jabones, con un capital de mil millones, una composición orgníca del capital de 80 a 20 y una tasa de explotación del 120%. Luego, el capital constante de esta empresa será de ochocientos millones, de los cuales suponemos que el capital fijo asciende a doscientos cuarenta millones (560.000.000 de capital circulante), mientras que el capital variable está fijado en doscientos millones y el plusvalor ascenderá a doscientos cuarenta millones.

Si aplicamos un salario medio de 200.000 pesetas mensuales para ambas empresas, de ello se infiere que en la empresa de publicidad trabajan 70 empleados y en la fábrica de jabones 1.000. Por último, para simplificar supondremos una tasa de amortización anual del capital fijo del 10%. Bajo estos supuestos, el capital adelantado de once millones en la empresa de publicidad (1.000.000 en capital fijo amortizado +4.000.000 en capital circulante +6.000.000 en salarios), arrojará un plusvalor o capital adicional anual disponible de seis millones. Por tanto, el precio de producción de sus servicios ascenderá a la suma de los componentes anteriores más el plusvalor, o sea, a diecisiete millones de pesetas, que es lo que la empresa de jabones se compromete a pagar a cambio de los servicios anuales de publicidad de nuestra empresa.

Estos diecisiete millones, obviamente tienen su origen en la plusvalía generada por los trabajadores de la empresa de jabones, cuyos propietarios verán disminuido su capital adicional disponible para reinversión, por el valor de esa masa. Por lo tanto los doscientos cuarenta millones de plusvalor quedarán reducidos a doscientos veintitrés millones (240.000.000 - 17.000.000). Aunque es de suponer que esta merma se verá más que compensada por los efectos esperados de la publicidad que, a través de la mayor popularidad de sus productos conseguirán una mayor aceptación de la marca, una cuota de mercado más amplia, una mayor producción y un aumento en su masa de ganancia. Y no sólo a expensas de sus competidores, sino por una ampliación del consumo, que no es consecuencia de la publicidad, sino al contrario, tal como veremos enseguida.

Una vez cobrado el importe del contrato, y tras reponer el desgaste de su capital constante, como es natural, de los seis millones de plusvalor o capital adicional disponible obtenido, nuestro capitalista de la publicidad deberá destinar una parte para su consumo personal y el de su familia.

Para simplificar supondremos que vive del aire, virtud que le permite destinar todo el capital adicional o plusvalor a fondo de inversión para la acumulación. Manteniéndose la misma composición orgánica del capital, de estos seis millones de pesetas, el capitalista publicitario destinará el 70% (cuatro millones doscientas mil pesetas) para engrosar su inversión en capital

constante (que al principio fue de diez millones) y el 30% (un millón ochocientas mil) para ampliar

su plantilla de trabajadores, que sumadas a los seis millones del capital original invertido en salarios, ahora pasan a conformar un capital variable de siete millones ochocientas mil pesetas, y

la masa de trabajo explotable pasa de 30 a 39 empleados. A una tasa de plusvalor del 100%, el

plusvalor a generar por los trabajadores de la empresa de publicidad en siguiente período de rotación será un millón ochocientas mil pesetas mayor que en el período precedente.

¿Sobre quienes recae este coste de publicidad que supuestamente permite a los fabricantes de

jabón ampliar su cuota de mercado? Una parte sobre los trabajadores productores directos de

plusvalor que compren esas mercancías promocionadas. El salario real de estos trabajadores se

reduce contribuyendo a que aumente en la misma medida la masa de plusvalor general. Otra parte de esos costos serán sufragados por la renta los capitalistas y trabajadores de la circulación exceptuando los de la empresa encargada de publicitar esa marca de jabón. Esta parte de los costos, al no recaer sobre los productores directos de plusvalor, no agrega más plusvalor a la masa, pero contribuye a redistribuir en esa proporción el plusvalor global asignado a los agentes de la circulación del capital. Así, los trabajadores de la esfera de la circulación que compren esos productos promocionados, contribuirán a la acumulación del capital de la fracción de capitalistas que diseñaron y fabricaron la publicidad de esa marca de jabones. Por lo tanto, los trabajadores de la publicidad producen plusvalor para sus patrones y, aun cuando no directamente, aumentan el plusvalor de la clase capitalista en su conjunto.

b.trabajadores del comercio y la banca

Trasladémonos ahora a la esfera del comercio y de la banca. Para apreciar qué función cumplen los trabajadores de estas dos actividades económicas, es necesario analizar la cuestión desde el punto de vista de la rotación de un capital cualquiera. La sociedad capitalista es un complejísimo conglomerado existencial de relaciones sociales e interpersonales, en el que intervienen una multipicidad de factores de tipo económico, jurídico, político, sociológico, psicológico, moral, etc. Pero su consistencia más básica, sustancial y específica, está en la producción de plusvalor. Sin la producción de plusvalor mediante trabajo ajeno, todo ese complejo de relaciones y esa multiplicidad de factores característicos o distintivos del capitalismo como forma de vida respecto de sociedades anteriores, se viene abajo.

¿Cómo se procesa la producción del plusvalor? Para responder a esta pregunta, hay que empezar por comprender que el proceso de producción de plusvalía no se reduce a la dimensión espacio-temporal en que la fuerza de trabajo se pone en acción. En realidad, este proceso tiene lugar en un espacio más amplio y durante un tiempo mayor que el de la fábrica o lugar de trabajo en el que el plusvalor se produce físicamente. Esta dimensión espacio-temporal fue definida por los clásicos como esfera de la circulación del capital. Para ello no hace falta más que remitirse a la fórmula general del capital que en el capítulo IV Marx expone así:

D-M....P...M’-D’

Esta fórmula describe un proceso que comprende el acto de la producción material del plusvalor, pero está precedido por otro acto sin el cual dicha producción es imposible. Es el acto de compra de los llamados factores de la producción por parte del capitalista -especialmente la fuerza de trabajo- representado por la primera parte de la fórmula: D-M. La producción de plusvalor tiene, pues, por condición previa el intercambio. La segunda fase de la circulación M’-D’, donde D’ = D+D D y D D = P constituye no ya la condición de la producción de plusvalor sino la posibilidad de acumularlo. En efecto, analizando y descomponiendo la fórmula, podemos comprobar que el porceso de producción se resuelve, efectivamente, en un valor bajo la forma de producto M’ = M+D M que contiene el plusvalor P. Este valor del producto contiene el valor de los factores de la producción empleados, luego M’ = Cc+ Cv + P, donde Cc. representa la inversión en capital constante (maquinas, materias primas y materias auxiliares), Cv el capital "adelantado" en salarios. (Cc. + Cv) equivale a D en la fórmula general y Pal plusvalor. Pero en ese momento del proceso de valorización o acumulación, dicho valor M’ = Cc +Cv +P es sólo virtual. En realidad, todavía no ha dejado de ser un producto, un simple valor de uso. Invirtiendo el sentido del probervio que aconseja no vender la piel del oso antes de cazarlo, podemos observar que el proceso de producción del plusvalor se corresponde con la caza del animal. Pero para que el plusvalor producido se pueda capitalizar, es necesario que la piel se venda: que M’= M+D M se liquide o realice en dinero.

Decíamos más arriba que el desarrollo de la fuerza productiva consiste en la capacidad del trabajo de poner en movimiento la mayor cantidad de medios de trabajo más tecnificados por unidad de tiempo empleado. Obviamente, la tendencia del capital consiste en desarrollar la fuerza productiva del trabajo para disminuir al máximo posible el tiempo de las tres fases por las que atraviesa una masa determinada de valor capital. Ahora bien, si el capital tiene por fuerza que atravesar las tres fases de cada rotación, mientras se encuentra en cualquiera de las dos fases circulatorias no produce plusvalor. Por lo tanto, desde el punto de vista de la producción de plusvalor, la producción y la circulación están en una relación dialéctica, de oposición una respecto de la otra::

El tiempo de circulación y el tiempo de producción se excluyen mutuamente. Durante su tiempo de circulación el capital no funciona como capital productivo, y por eso no produce ni mercancía ni plusvalor. (... ) Por tanto, el tiempo de circulación del capital limita en general su tiempo de producción y en consecuencia su proceso de valorización. Y los limita precisamente en proporción a lo que él mismo dura> >(K. Marx: "El Capital" Libro II cap. V: "El tiempo de circulación". Lo entre paréntesis es nuestro)

Según vimos, la rotación del capital es igual a la duración de la fase de producción más la duración de la circulación. Dicho de otro modo es la suma del tiempo de producción y del tiempo de circulación. Luego, la rotación se aproxima tanto más al tiempo de producción, cuanto menor sea el tiempo de circulación, es decir, cuanto menor sea el tiempo (no productor de plusvalor) que transcurre entre la masa de capital que sale de la producción y vuelve a entrar en ella (tiempo de reproducción): Por lo tanto, cuanto menor sea el tiempo de circulación, mayor será el número de rotaciones y mayor la masa de plusvalor resultante:

< <En un ciclo determinado, el valor global (y consiguientemente también la suma de los plusvalores creados) es igual al tiempo de trabajo (en la fase productiva) multiplicado por el número de rotaciones del capital. La plusvalía creada por el capital no aparece ahora determinada simplemente por el plustrabajo apropiado por el capital en el proceso e producción, sino por el coeficiente del proceso de prouduccíón; es decir, por el número que expresa la frecuencia con que es repetido en un período de tiempo dado. Pero este coeficiente es determinado por el tiempo de circulación que el capital necesita en una rotación. la suma de los valores (plusvalores) es, por tanto, determinada por el valor creado en una rotación, multiplicado por el número de rotaciones en un espacio de tiempo determinado. Una rotación del capital es igual al tiempo de producción + el tiempo de circulación. Presupuesto el tiempo de circulación como algo dado, el tiempo global que necesita una rotación depende del tiempo de producción. Presupuesto el tiempo de producción, la duración de la rotación depende del tiempo de circulación> > (K.Marx: "Grundrísse ": "El proceso de circulación del capital")

Cuanto menor sea el tiempo de circulación, más rápida será la frecuencia entre las sucesivas fases de la producción y mayor, por tanto, la masa de plusvalía producida en un período de tiempo dado.

Formulando algebraicamente este razonamiento, la plusvalía global resulta ser, por lo tanto = P x nR (siendo n el número de rotaciones).Según esta fórmula, si un capital de 1.000.000 pesetas necesita tres meses para producir un plusvalor de doscientas mil y un mes para realizarlo, podrá rotar tres veces al año. En este caso, la masa de plusvalor creada será de seiscientas mil (200.000 x 3). Si el tiempo de circulación es nulo, el mismo millón de pesetas rotará 4 veces al año:

<<El comerciante, al ejecutar estas operaciones o al seguir mediando las funciones del capital dentro de la esfera de la circulación luego de que el capitalista productivo ha dejado de hacerlo, se reduce a ocupar el lugar del capitalista industrial. El tiempo de trabajo que cuestan estas operaciones se emplea en operaciones necesarias en el proceso de reproducción del capital, pero no añaden valor alguno > > (K.Marx: "El Capítal’ Libro III cap. XVII "La ganancia comercial")

Con lo cual se demuestra, efectivamente, que el tiempo de la circulación es una detracción del tiempo de la producción que se traduce en una masa de valor no creado, y que por tal razón Marx denomina costes de circulación.

Ahora bien: según vimos, los agentes de la circulación de mercancías se justifican por el hecho de que es éste un momento tan esencial a la reproducción ampliada como la producción. Pero no sólo se justifican por eso, sino porque, aun representando una detracción de la ganancia general, su participación en el proceso hace que dicha detracción sea menor que en cualquier otra circunstancia que prescindiera de ellos. Por tanto, puede decirse que, aun cuando en su esfera de actividad no se genere plusvalor, los agentes de la circulación contribuyen al proceso de acumulación en tanto su cometido consiste en lograr que los tiempos de circulación sean más breves, más frecuentes los períodos de rotación y mayor, por tanto, la ganancia del capital social global. Marx expresa esta afirmación del modo siguiente:

< <En la medida en que el capital comercial permanezca restringido dentro de los límites en los cuales es necesario, la única diferencia es que en virtud de esa misma división de la función del capital (social global) se emplea menos tiempo exclusivamente para el proceso de circulación, se adelanta menos capital adicional para él, y la pérdida de ganancia global que se revela en la figura de la ganancia comercial es menor de lo que sería en otras condiciones> > (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Esas otras condiciones serían las que se presentarían si, en vez de autonomizar una parte de su masa para asignarle la actiividad de la circulación (M-D+DD) bajo la figura de capital comercial, fuera el propio capital industrial quien se reservara esta tarea. Pongámonos por un momento en semejante supuesto, es decir, que cada capitalista industrial dispusiera de una parte de su capital para gestionar el tiempo de la circulación de sus propios productos.

El empleado comercial de una empresa industrial En primer lugar, hay que señalar que no por eso dejaría de ser capital comercial, sólo que no sería autónomo sino adjunto al capital industrial. Al principio sería muy pequeño en comparación con la inversión productiva, y el tiempo de circulación puede ser atendido por el propio capitalista industrial sin necesidad de que este capital comercial tenga que adquirir forma orgánica dentro de la empresa. Pero a medida que se amplía la escala de la producción aumentan las operaciones comerciales, tanto para vender el producto como para contratar los factores de la producción. Llega un momento en que si no quisiera ver seriamente mermado su tiempo dedicado a dirigir la producción, el capitalista industrial se vería precisado a emplear personal especializado en operaciones mercantiles, asalariados que darían a este capital adjunto la forma orgánica de sección o departamento comercial. Y aquí se presenta el problema a resolver, porque resulta que la significación económica de estos salarios comerciales sufragados por el capitalista industrial difieren del capital variable invertido en los trabajadores del departamento fabril. Incrementa los desembolsos del capital empresarial sin incrementar directamente el plusvalor. Así lo dice textualmente Marx:

< <El desembolso por ellos (los empleados comerciales) aunque se lo efectúa en la forma de salarios, difiere del capital variable desembolsado en la compra del trabajo productivo. Incrementa los desembolsos del capitalista industrial, la masa del capital que hay que adelantar, sin incrementar directamente el plusvalor. Pues es un desembolso, pagado por trabajo, que sólo se emplea en la realización de valores ya creados» (Ibíd)

Fijémosnos que Marx no niega que los empleados comerciales incrementen el plusvalor del capital, dice que no lo incrementan directamente, con lo cual está significando que contribuyen de algún modo a incrementarlo. El razonamiento en que se apoya esta afirmación implícita es el siguiente:

1.Está claro que desde el punto de vista de la producción directa, estos trabajadores constituyen una pura detracción o deducción del plusvalor generado en esa fase del proceso de acumulación. De ahí que, al mismo tiempo que trata de emplear la mayor cantidad posible de trabajadores de fárica, el capitalista industrial reduce al mínimo posible los empleados de su oficina comercial.

Esta distinta relación que mantienen con su patrón, es una de las características que distingue a los trabajadores del comercio dependientes del capital industrial.

2.Pero la sociedad capitalista consiste en la acumulación de capital, y si como es cierto que estos

trabajadores cumplen una función no sólo necesaria sino imprescindible en ese proceso, la conclusión lógica es que,

3.de algún modo contribuyen a la producción de plusvalor y al proceso de acumulación en su conjunto. ¿De qué modo? Detengámosnos un poco más en los tres puntos del razonamiento precedente: los trabajadores comerciales no producen valores; el resultado de su trabajo no se traduce en producto de valor alguno. Por lo tanto, no se trata sólo de que no producen plusvalor, sino que, con su trabajo, no aportan siquiera un sólo céntimo de valor a los medios de consumo con los que reponen diariamente su fuerza de trabajo. Desde este punto de vista, los trabajadores

comerciales parecen no tener ninguna razón económica de existencia social. Pero a juzgar por lo que les dicta la ley del valor y así lo reflejan las estadísticas, la burguesía no deja de contar con sus servicios y cada vez en mayor número. Esto nos obliga a penetrar un poco más en esta aparente paradoja. Si los trabajadores comerciales no producen valor ni plusvalor alguno, su trabajo "improductivo" debe ser pagado con cargo a una parte del plusvalor producido por los trabajadores fabriles. Como el resto de los asalariados, reciben diariamente el producto de valor digamos- de seis horas, en concepto de salario; también, al igual que los demás, trabajan ocho.

Pero ni en estas dos horas adicionales ni en el resto de la jornada laboral producen valor alguno.

Los trabajadores de la sección fabril, cumplen las mismas ocho horas y también reciben como salario el producto de seis horas. Pero durante cada jornada reproducen con su trabajo tanto el valor de su fuerza de trabajo como el plusvalor para su patrón. El precio de su trabajo es de ocho horas, mientras que el valor de su fuerza de trabajo insume seis de ellas. Pero ya vimos que el trabajo, es decir, el ejercicio de la fuerza de trabajo de estos empleados -en cuanto a tensión, despliegue y desgaste- no puede exceder el valor de los medios de subsistencia que consumen para reponerla. Están, pues, en condiciones de producir plusvalor para su patrón, sólo hasta el punto en que trabajando agotan la energía o capacidad laboral que diariamente le proporcionan los medios de subsistencia de su correspondiente asignación salarial. En síntesis: el trabajo de estos empleados tiene su límite en el valor de su fuerza de trabajo.

El caso de los trabajadores de la oficina comercial es distinto. Al no producir plusvalor, el precio de su trabajo coincide con el valor de su fuerza de trabajo. Por lo tanto, el trabajo que pueden realizar -y de hecho realizan- no está limitado por el valor de su fuerza de trabajo sino por menos de ese coste. La sociedad usa y consume su fuerza de trabajo en la esfera de la circulación durante ocho horas, pero le paga por lo que representan sólo seis. No paga esas dos horas, aunque el que las cumple las gasta.

Tampoco se apropia de plusproducto ni de plusvalor alguno. Pero esas dos horas que el trabajador comercial dedica a realizar el capital productivo, constituyen una reducción de los costes de circulación, que así disminuyen en ¼, de ocho horas a seis.

Como ocurre con los asalariados de la sección fabril, lo que el empleado comercial aporta a supatrón industrial, es más de lo que le cuesta. Pero a diferencia del resto de los trabajadores productivos, ese aporte no consiste en gastar su fuerza de trabajo creando más valor que el que representa su coste de reposición o salario, sino en reducir este costo salarial del capital, abreviando con su trabajo -que resulta ser así, en parte, impago- el tiempo de las operaciones comerciales de venta y de compra, con lo que, sin producir directamente plusvalor, contribuye al aumento de su masa por unidad de tiempo empleado en cada rotación. Tal es lo que significa el párrafo siguiente:

< <El trabajador de comercio no produce plusvalor en forma directa. Pero el precio de su trabajo está determinado por el valor de su fuerza de trabajo, es decir de sus costos de producción, mientras que el ejercicio de esa fuerza de trabajo, en cuanto tensión, despliegue y desgaste de dicha fuerza, no se halla limitado en modo alguno, como en el caso de cualquier otro asalariado, por el valor de su fuerza de trabajo. Por ello, su salario no guarda relación necesaria alguna con la masa de la ganancia que ayuda a realizar al capitalista (no disminuye históricamente en relación con el plusvalor que crea, sino que está en función de la tendencia del capital a reducir los costes de circulacíón). Lo que le cuesta al capitalista y lo que le reporta son dos magnitudes diferentes (de un mismo rubro: el plusvalor creado en la producción). Le reporta algo no por el hecho de crear directamente plusvalor para él, sino porque lo ayuda a disminuir los costos de la realización del plusvalor, en la medida en la que efectúa trabajo, en parte impago (en nuestro ejemplo, 1 /4 de la jornada laboral). > > (K.Marx: lbíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

 

Empleados del comercio al servicio del capital comercial

Como hemos visto ya, la circulación de mercancías no hace más que mediar en la modificación formal de masas de valores o trasmutación del capital mercantil en capital dinerario, tarea que nada tiene que ver con el aumento o la creación de valor alguno. Al contrario, en la medida en que esas necesarias mutaciones de forma insumen tiempo durante el cual -para decirlo de modo fetichistadichos valores no producen más valor ni plusvalor, constituyen una limitación del tiempo de la producción, de la creación de plusvalor, del trabajo directamente productivo. Ese límite está determinado por el tiempo que el capital mercantil tarde en convertirse en capital dinerario. Dedicado a comprar y vender multitud de productos, es decir, a intermediar la división del trabajo entre otros tantos capitales industriales, la función del capital comercial consiste en achicar ese límite, en acortar el tiempo de la circulación ampliando así el tiempo de producción de plusvalor:

< <Por consiguiente, el capital comercial no crea valor ni plusvalor, es decir no lo hace directamente. En la medida en que contribuye a la abreviación del tiempo de circulación, puede ayudar indirectamente a aumentar el plusvalor producido por el capitalista industrial. En la medida en que ayuda a expandir el mercado y en que media la división del trabajo entre los capitales, es decir, que capacita al capital para trabajar en mayor escala, su función promueve la productividad del capital industrial y su acumulación. En la medida en que abrevia el tiempo de circulación, eleva la proporción entre el plusvalor y el capital adelantado, es decir, la tasa de ganancia. En la medida en que reduce la parte del capital confinada como capital dinerario dentro de la esfera de la circulación, hace aumentar la parte del capital directamente empleada en la producción. > > (K.Marx: "El Capítal" libro III Sección cuarta Cap. XVI: "El capital dedicado al tráfico de mercancías")

¿Cual es, pues, la situación de los asalariados que trabajan para el capital comercial? Se asemejan a sus colegas dependientes del capital industruial en los mismo que los distingue del resto de los proletarios: en que no producen plusvalor directamentemente, Pero a diferencia del asalariado comercial empleado por el capital imndustrial estos trabajadores comerciales se asemejan al resto de los que producen plusvalor directamente, no sólo porque trabajan para un capitalista, sino porque el precio de su trabajo (que pagan los capitalistas industriales) no coincide con el coste salarial o valor de su fuerza de trabajo. O sea, que anunque no produzcan valor alguno ni plusvalor directamente, los asalariados comerciales dependientes del capital comercial producen plusvalor para su patrón. De lo contrario, desaparecería la razón de existencia del capital comercial y, con él sus empleados:

< <El trabajo impago de estos dependientes, a pesar de no crear plusvalor, crea empero para él apropiación de plusvalor, lo cual es exactamente lo mismo para este capital, en cuanto a su resultado; en consecuencia, es para él fuente de la ganancia. De otro modo, jamás podría desarrollarse la actividad comercial en gran escala, a la manera capitalista. Así como el trabajo impago del obrero crea directamente plusvalor para el capital productivo, así el trabajo impago de los asalariados comerciales crea para el capital comercial una participación en dicho plusvalor.> > (K.Marx: Op.cit. Cap. XVII: "La ganancia comercial")

c)Los asalariados de la intermediación financiera

Desde el punto de vista de la acumulación del capital, el tiempo de circulación es la pura negación del tiempo de la producción; es un tiempo muerto en tanto no produce plusvalor. No aumenta la masa de capital sino que se limita a operar con él y en él una metamorfosis necesaria. De su forma de producto determinada por el proceso de trabajo, el capital invertido pasa a revestir la forma de mercancía (cuando es adquirida por el capitalista comercial), y de ésta a la de dinero (cuando es vendida al consumidor final). Tal es la trasmutación mediante la cual el precio de producción, que en la mercancía es sólo una entidad ideal, se realiza o liquida (se convierte en dinero contante y sonante o líquido).

El tiempo de circulación, por lo tanto, cambia la determinación formal del capital. No produce valor ni plusvalor. Pero la genética del capital consiste en la producción e plusvalor. Por lo tanto, el capital tiende a un tiempo de circulación nulo, a un tiempo de producción sin tiempode circulación. Tal es la función del crédito o capital de préstamo: convertir el tiempo de circulación en tiempo de producción. ¿De qué naturaleza es esta conversión? Como vimos, el capital comercial tiene su razón de existencia en que lleva a cabo el proceso necesario de la circulación en el menor tiempo posible. Pero no es su función reducir ese tiempo realmente a cero; en primer lugar porque es materialmente imposible; en segundo lugar, porque haría desaparecer automáticamente la categoría social del comerciante. Ahora bien, en diversos pasajes de su obra Marx insiste en que los límites del capital están en el propio capital, pero mientras se mantenga intacto el principio activo de su lógica -la propiedad privada sobre los medios de producción- el capital pasa por encima de cualquier límite. ¿Cómo remueve el capital los límites de la circulación? Anulándola ideal o artificialmente mediante el dinero a crédito:

< <La circulación del capital es realizadora del plusvalor, de la misma forma que el trabajo vivo es creador de valor. El tiempo de circulación es sólo un límite de esta realización del valor, y, por tanto, de la creación de valor; es un límite que procede no de la producción en general, sino que es un límite específico de la producción del capital, cuya superación -o al menos la lucha con él- entra por lo tanto, en el desarrollo económico específico del capital, e impulsa al desarrollo de sus formas en el crédito, etc. > > (K.Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital")

Pero, ¿de qué naturaleza es esta superación? Si el tiempo de la circulación es un límite real, no puede ser anulado realmente. Mientras la mercancía no se vende, el capital incrementado contenido en ella permanece necesariamente confinado e improductivo. Es imposible contar con él para la producción de nuevo plusvalor:

< <En tanto el capital está fijado en la forma de producto acabado no puede actuar como capital, es un capital negado.> > (K.Marx :Grundrísse ": "El proceso de circulación del capital")

Así, a un capital que esta realmente "negado" para la producción de plusvalor mientras permanece en la circulación, solo se lo puede rehabilitar idealmente o reemplazar artificialmente. Esto es lo que hace el dinero a crédito que resulta ser así, capital ficticio. En tanto no anula realmente el tiempo de circulación, deja subsistir el capital comercial; pero en la medida en que lo anula idealmente permitiendo continuar el proceso de producción de plusvalor, da lugar a una nueva división del capital: el capital que devenga interés. Pero este capital-dinero sólo puede funcionar en la medida en que el capital productivo que viene a reemplazar -mientras permanece confinado en la esfera de la circulación- llegue a realizarse, mediante de la trasmutación del capital-mercancía en capital dinero.De ahí que el interés -al igual que la ganancia comercial- constituya una pura detracción de la ganancia industrial. Los trabajadores bancarios, pues, no producen directamente plusvalor aunque lo producen para el banquero a través de la tasa de interés, de la misma forma que los asalariados comerciales lo producen para su patrón a través de la ganancia comercial.

d) Ejemplos de trabajador productivo inmaterial

Imaginemos a un maestro de escuela que saca la quiniela y decide realizar el sueño de la escuela propia. Deberá adquirir un edificio, mesas, pupitres y demás materiales necesarios para la enseñanza.

En suma, todo lo que se entiende por medios de trabajo. ¿Dónde se localiza la materia prima objeto del trabajo educativo? En la naturaleza humana. En este caso, a diferencia de industrias como la extractiva que está en la tierra, la materia prima de la enseñanza se encuentra en la mente inculta de los alumnos. Algo que al capitalista de la enseñanza -como al empresario de la minería- le resulta completamente gratis, ya que no le exige ningún adelanto en capital circulante, si se exceptúan algunos útiles escolares, papel, materias auxiliares como el combustible para calefacción o ciertos líquidos de limpieza:

< <En la industria extractiva, por ejemplo, en las minas, las materias primas no forman parte del adelanto de capital. El objeto de trabajo no es aquí producto del trabajo precedente, sino gratuito obsequio de la naturaleza- Así ocurre con los minerales metalíferos, los minerales en general, la hulla, la piedra, etc. El capital constante se compone aquí casi exclusivamente de medios de trabajo... »(K.Marx: "El capital" Cap. XXII punto 4 en el tercer y cuarto párrafos correspondientes a la 3ª y 4ª ediciones. Citado en la versión crítica de P. Scaron publicada por Siglo XXI Tomo 2)

Como parte de su nuevo proyecto de vida, nuestro maestro vocacional convertido en empresario de la enseñanza, deberá proceder a la contratación de un número determinado de colegas suyos que pasarán ipso facto a trabajar para él con arreglo a una paga mensual de acuerdo con el estatuto del docente. Por último, hará pública oferta del servicio anunciando a los probables usuarios cuanto ha de costarles cada curso. El coste del comprador es equivalente al precio de producción del vendedor llamado "matrícula", que lógicamente incluye la parte proporcional del valor del producto para reproducir o reponer lo invertido en la atención anual de cada alumno, más una plusvalía o fondo de capital adicional disponible, de la que nuestro empresario decidirá qué parte consumirá y cuanto destinará a ampliar su capital originario.

Cierto: para que un trabajo pueda considerarse productivo, no basta con que sea útil, que su producto satisfaga una necesidad, que sea un valor de uso; tampoco es suficiente con que tenga valor, que sea una mercancía. Para que un trabajo sea productivo, además de concretarse en una mercancía, esa mercancía debe contener un plusvalor. Y aquí es completamente irrelevante que la mercancía producto del trabajo a considerar sea o no algo tangible, que se pueda ver o tocar. En el segundo párrafo de "El Capital" correspondiente al capítulo primero del libro 1, Marx lo dejo dicho con suficiente claridad refiriéndose a las necesidades asociadas a cada mercancía:

<<La naturaleza de esas necesidades, el que se, originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema> > (Op. cit.)

En este sentido, como cualquier operario industrial en su ámbito fabril, el actor teatral ejecuta su trabajo sobre el escenario, el poeta sobre las páginas de un libro, el pintor sobre una tela y el maestro en un aula. Pero a diferencia del operario, el trabajo artístico del actor, del poeta y del pintor, lo mismo que el intelectual del maestro, no consisten en nada que sea material, porque responden a necesidades del espíritu. Son, por tanto, trabajos útiles y, como útiles que son, susceptibles de convertirse en mercancías. Para ello sólo basta con que sus propietarios decidan venderlas. Si los que venden el producto de su trabajo son los trabajadores mismos, serán meros vendedores, como es el caso del operario de sastrería que contratarnos para que nos confecciones una chaqueta. Es éste un trabajo que, desde el punto de vista de la sociedad capitalista, resulta ser improductivo. No porque su producto deje de ser mercancía -que no deja de serio- sino porque no contiene plusvalor; y esto es así porque en este último caso, el trabajo no se cambia por capital sino por un ingreso: el de los que pagan para ver al actor, para leer los versos del poeta, recrearse en la pintura o aprender del maestro; una forma de intercambio que, como vimos, se corresponde con diversos modos de producción precapitalistas, el más cercano de ellos en la historia: la producción mercantil simple. Pero si venden su capacidad de trabajo a un empresario capitalista, ya no son meros productores de mercancías, sino que, al mismo tiempo, estarán produciendo plusvalor, convirtiéndose, por ese sólo hecho, en trabajadores productivos, o sea, en proletarios. Esto es lo que Marx quiere decir cuando excluye la "determinabilidad material" del trabajo como requisito del trabajo productivo. Volvemos aquí sobre el mismo párrafo del punto 3 en "Teorías sobre la Plusvalía" donde lo dice así:

< <Estas determinaciones (del trabajo productivo) no se derivan, por tanto, de la determinación material del trabajo (no de la naturaleza de su producto ni de la determinabilídad del trabajo como trabajo concreto), sino de la forma social determinada, de la relaciones sociales de producción en que se realiza. Por ejemplo, un actor teatral, incluso un clown, es según esto, un trabajador productivo, siempre y cuando que trabaje al servicio de un capitalista (del entrepreneur), a quien restituya más trabajo del que recibe de él en forma de salario; en cambio, el sastre remendón que trabaja en la casa del capitalista, repasándole los pantalones, se limita a suministrarle un valor de uso y es, por tanto, un trabajador improductivo. El trabajo del primero se cambia por capital (variable), el segundo por un ingreso. El primero crea una plusvalía (que es la especificidad de la sociedad capitalista), El segundo consume un ingreso (como en cualquier otro modo de producción precedente>> (Op.cit. Lo entre paréntesis en letra normal es nuestro)

También queremos insistir en la cita correspondiente al capítulo XIV de "El Capital", donde Marx nos vuelve a poner frente a su criterio de excluir la determinabilidad material del trabajo para distinguir entre trabajo productivo e improductivo:

< <La producción capitalista no sólo es producción de mercancía; es, en esencia, producción de plusvalor. El obrero no produce para sí, sino para el capital. Por tanto, ya no basta con que produzca en general. Tiene que producir plusvalor. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalor para el capitalista o que sirve para la autovalorización del capital. Si se nos permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material, digamos que un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y producto del trabajo, sino, además, una relación de producción específicamente social que pone en el trabajador la impronta de medio directo de valorización del capital. de ahí que ser trabajador productivo no constituya ninguna dicha, sino una maldición> > (Op.cit. El subrayado esnuestro)

En este gremio se encuadran también todos los trabajadores de las telecomunicaciones y, en parte, los empleados del correo y de mensajería. En cuanto a los trabajadores de la enseñanza a cargo de los presupuestos del Estado burgués, esta categoría de trabajadores no fue considerada por Marx debido a que en su época la enseñanza era íntegramente privada, y porque la estatalización de trabajos como éste y la sanidad constituyen excepciones históricas a la lógica del capital que las necesidades de la propia acumulación se están encargando de corregir, reconvirtiendo paulatinamente estos trabajos en fuentes de producción directa de plusvalor.

Ciertamente, los asalariados que ustedes llaman "aristocracia obrera" gozan de un mayor nivel de vida respecto de sus homólogos en los países dependientes. Pero esto también vale para el resto de las categorías laborales. Marx trata sobre este punto en el capítulo XX del primer libro bajo el titulo de "diversidad nacional de los salarios" precisando allí que la ley del valor vigente en el territorio de cualquier país, fija el desarrollo desigual de los distintos sectores de la economía nacional determinando distintos niveles salariales según las diversas comoposiciones orgánicas del capital entre distintas amas de la producción y aun dentro de una misma rama. Lo mismo ocurre a nivel internacional, donde el desarrollo desigual entre países según el diverso grado de desarrollo de las fuerzas productivas, los países más desarrollados cambian menos trabajo por más, lo cual fija la diferenciación salarial entre países pobres y países ricos. La vigencia de la ley del valor para distintas jornadas laborales nacionales, implica que la jornada laboral considerada más intensa y productiva de una nación de mayor desarrrollo de su fuerza productiva, se representa en una expresión dineraria de más poder adquisitivo que la jornada menos intensa e improductiva respecto de otra de menor desarrollo relativo Esto que la jet-set y los capitalistas dedicados al negocio de exportación e importación saben desde siempre, no deja de sorprender a cualquier trabajador del primer mundo que por primera vez pone los pies sobre un país de menor desarrollo relativo:

<<Las diversas cantidades de mercancías del mismo tipo,producidas en países diferentes en el mismo tiempo de trabajo, tienen por consiguiente valores internacionales desiguales, que se expresan en precios diferentes, o sea, en sumas de dinero que difieren según los valores internacionales. El valor relativo del dinero (expresado en oro), pues, será menor (respecto del valor de la fuerza de trabajo) en la nación con un modo capitalista de producción más desarrollado, que en aquella donde éste se haya desarrollado menos.>> (K.Marx: op.cit.Lo entre paréntesis es nuestro)

Pero, insistimos, esto vale tanto para lo que ustedes llaman "aristocracia obrera" como para el resto de los asalariados productores directos de plusvalor. Aquí y en cualquier parte del mundo. Como podrán inferir, el concepto de aristocracia obrera es tan relativo como la diversidad de ingresos entre distintos sectores de asalariados, tanto a nivel nacional como internacional.

e) Los trabajadores del transporte.

Al estudiar la mercancía, habíamos visto que la condición necesaria de todo valor consiste en tener valor de uso, y que todo valor de uso se efectiviza en el consumo. Pero hay productos que para efectivizar su valor de uso, necesitan previamente un traslado. No experimentan ningún cambio, ninguna transformación material, pero aumentan de valor: el que le transfieren los medios de trasporte, y el que le agregan los asalariados de este gremio en concepto de salario y de plusvalor:

< <El capital productivo invertido en ésta, agrega, pues, valor a los productos transportados, en parte por transferencia de los medios de transporte, en parte por adición de valor (producto de valor) mediante el trabajo de transporte. Esta última adición de valor se divide, como ocurre en toda producción capitalista, en reposición de salario y plusvalor. > > (K.Marx: "El Capital" Libro II Cap. V: "Los costos de circulación". Lo entre paréntesis es nuestro)

g) Supervisores, administradores y gerentes.

En el capítulo IX del primer libro ("Tasa y Masa del plusvalor"), a propósito del mínimo de capital dinero necesario para que pueda ser convertido en capital, Marx distingue las categorías sociales de trabajador por cuenta propia, pequeño patrón y capitalista propiamente dicho. El razonamiento que emplea es el siguiente.

1.El mínimo de capital variable es lo que cuesta emplear a un obrero medio.

2.Si este trabajador fuera propietario de sus propios medios de producción (medios de trabajo y materias primas) y se contentara con vivir como "trabajador independiente", le bastaría con trabajar el tiempo necesario para reproducir sus propios medios de subsistencia, digamos 4 horas diarias. En ese caso, únicamente necesitaría diariamente medios de producción para utilizar durante esas cuatro horas de trabajo.

3.El capitalista con un obrero a su cargo, que además de esas cuatro horas de trabajo necesario le hace ejecutar, digamos , otras cuatro horas de plustrabajo, necesita una suma adicional de dinero para adquirir los medios de producción adicionales a emplear durante las cuatro horas de plustrabajo. En este caso, con el plusvalor que se apropia, el capitalista tendría que utilizar dos obreros para poder vivir al mismo nivel de un obrero, esto es, para satisfacer sus necesidades mínimas. Pero, en ese caso, no estaríamos en presencia de un capitalista, porque el dinero adelantado o invertido no se acrecentaría, es decir, no se convertiría en capital.

4.Para vivir apenas el doble de bien que un obrero común y poder reinvertir la mitad del plusvalor

producido, el capitalista tendría que emplear ocho obreros multiplicando por igual cifra el mínimo

de capital adelantado. Siendo que él mismo, al igual que su obrero, participa directamente en el

proceso productivo, sólo será un híbrido de capitalista y obrero, un "pequeño patrón". Para Marx,

la condición necesaria y suficiente que define a un capitalista propiamente dicho, consiste en que

el plusvalor que obtiene de sus obreros le permita liberarse por completo de participar en el proceso directo de trabajo, para dedicar todo su tiempo al control de la producción y venta de sus

productos:

< < Cierto nivel de la producción capitalista hace necesario que el capitalista pueda dedicar todo el tiempo en que funciona como tal, es decir, como capital personificado, a la apropiación y por tanto al control (supervisión) del trabajo ajeno y a la venta del producto de estetrabajo la suma mínima de valor de la que debe disponer el poseedor individual de dinero o de mercancías para metamorfosearse en capitalista, varía con las diversas etapas de desarrollo de la producción capitalista y, en una etapa de desarrollo dada, difiere entre las diversas esferas de la producción, según sus condiciones técnicas específicas>> (K.Marx: op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

En la sociedad capitalista, pues, el trabajo de supervisión aparece allí donde determinada masa de capital permite a su propietario independizarse de la producción directa de plusvalor, y tiende a generalizarse según avanza el proceso de acumulación. Pero este tipo de trabajo ya existía en la sociedad esclavista y Marx se encarga de dejar testimonio de ello en el capítulo XXIII del Libro III citando al prestigioso historiador de la época, Teodoro Mommsen, especialista en historia antigua:

< <El Villicus en tiempos de Catón: "Al frente de los esclavos rústicos (familia rústica) se hallaba el administrador (villicus, de villa [finca rural]), quien cobraba y pagaba, compraba y vendía, recibía las instrucciones del señor, y en ausencia de éste disponía y castigaba ... El administraddor era, naturalmente, más libre que los restantes esclavos; los libros de Magón aconsejan permitirle que se case, que engendre hijos y posea su propio peculio, y Catón recomienda casarlo con la administradora [de las esclavas]; también habría sido el único con perspectivas de obtener de su amo la libertad, en caso de buen comportamiento. Por lo demás, todos constituían una comunidad doméstica...Todos los esclavos, inclusive el propio administrador, obtenían la satisfacción de sus necesidades por cuenta del amo, en plazos determinados y de acuerdo con normas fijas, con lo cual debían componérselas ... La cantidad dependía del trabajo, por lo cual el administrador, por ejemplo, cuyo trabajo era más liviano que el de los siervos recibía una ración menor que éstos. (Mommsen: "Römische Geschichte", segunda edición, 1856, 1, pp. 809, 810 (K.Marx: op.cit.)

Por lo tanto, si el trabajo de supervisión es común a diversos modos de producción no puede considerarse característico, propio o exclusivo del capitalismo. En realidad, este tipo de trabajo tiene una doble naturaleza, o sea, que tiene su razón de ser en dos condiciones que no necesariamente deben coincidir o cumplirse al mismo tiempo. Una es de orden técnico y, por tanto, común a todos los modos de producción; otra de orden social -puramente de dominio- que se corresponde con la sociedad dividida en clases. La primera es propia de todo proceso laborioso de carácter colectivo y socialmente combinado; colectivo porque intervienen numerosos individuos; socialmente combinado porque su producto resulta de trabajos parciales racionalmente articulados de acuerdo con un plan de producción global: la segunda obedece a la necesidad de las clases dominantes de regimentar el trabajo de las clases subalternas. En la sociedad capitalista, la necesidad de coordinación se presenta cuando cierta masa de capital en funciones pone en movimiento un gran número de trabajadores concentrados en un mismo ámbito de trabajo, con lo que esta nueva tarea se integra o compagina con la tradicional de control y regimentación compulsivo de la disciplina laboral. Tal es la síntesis que se encarna en la moderna figura del supervisor.

< <El trabajo de supervisión y dirección se origina necesariamente en todos aquellos lugares en los que el proceso directo de la producción tiene la figura de un proceso socialmente combinado, y no se manifiesta como trabajo aislado de los productores autónomos (dueños de sus propios medios de producción). Pero su naturaleza es dual. Por una parte, en todos aquellos trabajos en los cuales cooperan muchos individuos, la cohesión y unidad del proceso se representan necesairamente en una voluntad dirigente, y en funciones que no afectan a las labores parciales sino a la actividad global de ese lugar de trabajo, como es el caso del director de una orquesta. Este es un trabajo productivo, que debe efectuarse en cualquier modo de producción combinado. Por otra parte -y con total prescindencia del sector comercial- este trabajo de supervisión se origina necesariamente en todos los modos de producción que se basan en el antagonismo entre el trabajador, en cuanto productor directo, y el propietario de los medios de producción. cuanto mayor sea este antagonismo, tanto mayor será el papel que desempeña este trabajo de supervisión. Por eso alcanza su máximo en el sistema esclavista. Pero también es imprescindible en el modo capitalista de producción, puesto que en él, el proceso de producción es, al mismo tiempo, proceso de consumo de la fuerza de trabajo (creación de plusvalor) por parte del capitalista.> > (K.Marx: lbíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

De aquí se desprende, lógicamente, en primer lugar, que en tanto produce plusvalor -que al mismo tiempo no es plusvalor- el trabajo de supervisión, control o dirección, es productivo; en segundo lugar, en tanto es una necesidad de todo proceso de producción combinado, este trabajo es independiente de su carácter capitalista y de que sea ejecutado por capitalistas. El hecho de que en la sociedad actual sea ejercido por capitalistas oculta que este trabajo trasciende el modo de producción capitalista. El efecto ideológico de subordinación del proceso de trabajo social al proceso de valorización del capital, es lo que hace que este trabajo parezca ser propio de la clase burguesa, y el plusvalor pueda ser así presentado como una especie de retribución salarial del capitalista por el trabajo de explotar. Una vez más, la forma social dominante del capital impide ver su contenido real. Así,

< <Las funciones especiales (de supervisión) que debe desempeñar el capitalista en cuanto tal, y que le corresponden precisamente en contraposición a los obreros, se presentan como meras funciones laborales(del capital). (Lo que ocurre es que) Este capitalista crea plusvalor no porque trabaje como capitalista, sino porque, con prescindencia de su condición de capitalista también trabaja. Por lo tanto, esta parte del plusvalor (creada por el capitalista que trabaja) ya no es plusvalor sino su contrario, el equivalente de trabajo llevado a cabo (por sus obreros). (...) De modo que el trabajo de explotar y el trabajo explotado son idénticos ambos en cuanto trabajo. El trabajo de explotar es tan trabajo como el trabajo que explota. > > (K.Marx: "El Capítal".- Libro III Cap. XXIII: "El interés y la ganancia comercial". Lo entre paréntesis es nuestro)

Distinguiendo entre el interés del capital y la ganancia empresarial, para luego presentar ésta última en su forma pura, Marx destaca dos hechos: el primero, que el trabajo de los capitalistas consistente en hacer trabajar a los obreros, forma parte del proceso productivo y, por tanto, de la ganancia industrial, porque el plusvalor se produce allí. La segunda, que según avanza el proceso de acumulación, el capitalista que trabaja va desapareciendo hasta convertirse en capitalista puro, desligado del proceso de producción, lo que le convierte en una categoría social totalmente superflua y parasitaria. Ello demuestra que el trabajo de supervisión no es propio o privativo de la clase burguesa. Hasta tal punto que este desentendimiento de los capitalistas del trabajo de supervisión para convertirlo en trabajo asalariado, no debilita sino que refuerza el dominio del capital sobre el trabajo; por consiguiente, la función o trabajo de supervisión en el capitalismo, en primer lugar no es una cualidad humana de los burgueses; en segundo lugar no hace a su dominio de clase. Aun cuando se encarne en la figura del burgués, el mando del capital sobre el trabajo es esencialmente impersonal, objetivo. Y necesariamente transitorio, a no ser que el capitalismo pudiera funcionar sin revolucionar constantemente los medios de producción, cosa que se demuestra imposible, tanto teórica como históricamente. Esta última aclaración no es en modo alguno baladí, porque si no se pudiera demostrar que el capitalismo es un modo de producción históricamente transitorio -de ahí la importancia decisiva de la teoría marxista del derrumbe- entonces habría que aceptar por absolutamente necesario y eterno el dominio burgués sobre el trabajo social.

Para aclarar esta cuestión, Márx ha debido previamente analizar en profundidad las categorías economías de interés del capital y ganancia empresarial. No porque se lo propusiera deliberadamente, sino porque se lo impuso la investigación científica que llevó a cabo con total desprejuicio de clase. El razonamiento sumariamente expuesto es el siguiente: La tasa de interés es lo que el capitalista financiero obtiene por prestar capital-dinero al capitalista activo o empresario industrial. En realidad, el interés es una deducción de la ganancia industrial resultante del proceso de trabajo, pero el hecho de que el prestamista o intermediario financiero sea del todo extraño al proceso que genera esa ganancia industrial, hace que -aun siendo en realidad parte de la relación de explotación y de dominio de la burguesía sobre el proletariado- el interés del capital aparezca o se presente como si no brotara del acto de la producción sino del capital por sí mismo, entendido como ajeno toda relación con los obreros. De este modo, el interés resulta de la relación entre el prestamista -considerado como capitalista- y el empresario industrial, que pasa a ser un trabajador especial: En efecto, el interés...

< <No representa esto por oposición al trabajo, sino, por el contrario, sin relación [alguna] con éste y como mera relación entre un capitalista y otro. Es decir, como una determinación de por sí ajena a la relación entre el capital y el trabajo... > > (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía " Apéndice 4)

Esta división entre el capital bancario y el capital industrial según su distinta esfera económica de actuación (el interés del capital en la esfera de la circulación, la ganancia en la esfera de la producción), ha permitido a los ideólogos de la burguesía presentar la ganancia industrial no como ganancia del capital sino como una virtud personal del empresario, como un producto directo de su trabajo de supervisión:

< <Realmente, entre los obstáculos en el camino de ascensión de una familia industrial, lo de menos es la eventual carencia de capital. Si posee buenas condiciones de otra índole, esta familia encontrará en tiempos normales que el capital va tras de ella. Podemos decir, con Marshall, que el tamaño de una empresa -y aquí esto equivale a posición de una familia- tiende a adaptarse a la habilidad del empresario. Si el tamaño de la empresa excede las limitaciones personales de¡ empresario, su tamaño se verá reducido; si, por el contrario, carece de capital para explotar sus recursos personales, es probable que encuentre el crédito suficiente>>. (Joseph A. Schumpeter: "Imperíalismo. Clases socíales ". Cap. lI)

Según la apologética capitalista, pues, la diferencia entre la ganancia industrial y el interés está comprendida en el llamado trabajo de supervisión (labour of superintendence) del capitalista activo:

< <Por otra parte, esta forma del interés infunde a la otra parte de la ganancia la forma cualitativa del interés industrial, no en cuanto capitalista, sino en cuanto trabajador (industrial)» > (K. Marx: ‘"Teorías sobre la plusvalía" Apéndice 4)

Marx empezó a discernir sobre el fundamento material de los mecanismos ideológicos que pretenden justificar el dominio burgués sobre el obrero ya en 1 844, a poco de iniciarse en el estudio de la economía política:

< < Por medio del trabajo enajenado, el hombre no sólo engendra su relación con el objeto y con el acto de la producción en cuanto a fuerzas que le son extrañas y hostiles; también engendra la relación en la que otros hombres están con su producción y su producto, y la relación que él mantiene con estos hombres (...) así como engendra su propio producto como una pérdida, como un producto que no le pertenece, así engendra el dominio de aquél que no produce sobre la producción y sobre el producto. Al mismo tiempo que enajena de sí su propia actividad, confiere a un extraño una actividad que tampoco le pertenece> > (K. Marx: "Manuscritos Económíco-Filosófícos ")

No obstante, surge aquí un aspecto de importancia ideológica y política fundamental prácticamente desconocido o desatendido en los círculos intelectuales del movimiento obrero. Y es que, desde el punto de vista del proceso de producción de plusvalor, el trabajo de supervisión también cuenta, aunque quien lo ejecute sea un capitalista. Por tanto, en lo que dicen teóricos apologetas del capitalismo como Schumpeter hay un grano de verdad:

< <Las funciones especiales que el capitalista en cuanto tal debe desempeñar en el proceso de trabajo y que le corresponde precisamente a él a diferencia del obrero, se presentan como meras funciones del trabajo. Crea plusvalía no porque trabaje en cuanto capitalista, sino porque también él, el capitalista, trabaja> > (K. Marx: "Teorías sobre la Plusvalía " Apéndice 4)

También es cierto lo que dice Schumpeter en el sentido de que un empresario torpe lleva necesariamente su empresa a la ruina. Pero desde el punto de vista del capital social global -que es lo que interesa a los efectos de determinar el carácter y comportamiento de la burguesía como clase- las distintas aptitudes o capacidades en el trabajo de supervisión capitalista se compensan unas con otras, sintetizándose en el empresario "medio" fijado por la tasa media de ganancia, que igualmente determina el trabajo socialmente necesario a instancias de esa especie de "selección natural" que es la competencia. Por tanto, a los fines rigurosamente científico-sociales, esta relevancia que Schumpeter atribuye al empresario individual es absolutamente irrelevante.

Sea como fuere, el caso es que la maniobra apologética de los ideólogos burgueses consiste en computar la plusvalía creada en el proceso productivo como "salario de supervisión" y sólo como capital lo que pagan en concepto de interés al prestamista. De este modo desaparece la explotación, el trabajador puede considerarse gratificado por el producto íntegro de su trabajo y entender la ganancia como una virtud personal exclusiva del "empresario-trabajador":

< <El trabajo de explotar se identifica aquí con el trabajo explotado> > (K. Marx: ibíd)

Pero esta maniobra queda al descubierto cuando se comprueba que el salario de supervisión de los capitalistas activos (wage of labour of superintendence) varía estadísticamente en relación inversa al salario real de los trabajadores: cuando aumenta uno disminuye el otro, con lo cual queda demostrado que la ganancia industrial incluye trabajo no pagado, un plusvalor que nada tiene que ver con el trabajo de supervisión (labour of superintendence). La absoluta desproporción entre el esfuerzo de supervisar y la ganancia obtenida, se pone de manifiesto en el momento en que el capitalista se ve precisado a convertir esta función en trabajo asalariado:

< <Frente al capitalista financiero, el capitalista industrial es un trabajador, pero trabajador como capitalista, es decir, como explotador de trabajo ajeno. El salario que reclama y obtiene por ese trabajo es exactamente igual a la cantidad de trabajo ajeno apropiada, y depende directamente -en la medida en que se somete al esfuerzo necesario de la explotación- del grado de explotación de dicho trabajo, pero no del grado del esfuerzo que le cuesta (supervisar) esta explotación, y que puede derivar, a cambio de un módico pago, hacía un director.> > (K. Marx: "El Capital" Libro III cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro

Ya en tiempos de Marx, la progresión alcanzada por la centralización del capital por mediación de las crisis periódicas, había conseguido:

< < [... ] que el trabajo de dirección superior, totalmente separado de la propiedad del capital, ande deambulando por la calle. (se refiere a antiguos capitalistas proletarizados por las crisis) De ahí que se haya tornado inútil que el propio capitalista desempeñe esta tarea de dirección superior. Un director musical no tiene por qué ser, en absoluto, propietario de los instrumentos de la orquesta, ni pertenece a sus funciones como director el que tenga algo que ver con el "salario" de los músicos restantes. Las fábricas cooperativas suministran la prueba de que el capitalista, en cuanto funcionario de la producción, se ha tornado tan superfluo, como él mismo, llegado al cenit de su perfección, considera superfluo al gran terrateniente> > (K. Marx: ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En este sentido, la difusión de las sociedades anónimas en el marco del desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad -especialmente en el campo inforrnático- demuestra cada vez con mayor contundencia, que los trabajadores podemos prescindir de los burgueses -no como individuos sino como clase social- sin perjuicio para el proceso de trabajo ni -qué decir tiene- para la racional y más equitativa distribución de un producto creciente en condiciones de pleno empleo y mayor tiempo libre, con prescindencia creciente de los mecanismos de mercado.

En efecto, la sociedad por acciones o sociedad anónima, es la forma organizativa del "capitalista combinado". La combinación de capitales supone que, mediante el juego bursátil, un capital que hoy participa de la propiedad de una empresa horas después recale en otra, conformando así el proceso de centralización de capitales singulares o individuales, no importando de quien sea su titularidad. El primer efecto de la sociedad anónima o por acciones, es que convierte al capitalista que comparte el trabajo con sus obreros en simple dirigente, y al propietario del capital en mero rentista especulador. Las grandes combinaciones de capital, liberan totalmente a los burgueses de la dirección empresarial, cuya gerencia administrativa y técnica delegan en personal asalariado. La implantación de la carrera universitaria de ciencias empresariales constituye la ratificación más palmaria de este fenómeno, con la misma fijeza en que los capitalistas industriales devienen más y más en meros rentistas, en simples parásitos sociales.

La importancia de determinar el carácter proletario del trabajo de supervisión, no está precisamente en lo que pueda significar de progresivo para la revolución en términos de significación social y política, sino al contrario. Socialmente porque en modo alguno es un sector numeroso; políticamente porque nada o casi nada cabe esperar de gentes como nuestro famoso "superLópez", ubicados sin duda en la cima de lo que desde Lenin -o para ser justos desde Jack London- se conoce por "aristocracia obrera". La importancia nada desdeñable de encuadrar el trabajo de supervisión en las filas del proletariado es ideológico-política, en tanto se demuestra que nada tiene que ver con la forma social transitoriamente dominante sobre la producción, esto es, con la burguesía, con la lógica del capital, con el proceso de valorización, sino con el contenido material de ese proceso, con el proletariado, con la lógica del socialismo, con el proceso de trabajo.

< < ... las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de los primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de hacer> > (K. Marx: "El 18 Brumarío de Luis Bonaparte" Cap.I)

La evidencia empírica del dominio social continuado que los burgueses ejercen en la sociedad capitalista, sugiere la creencia de que los trabajadores no podemos pasar de ser unos mandados, y que la racionalidad y eficacia de cualquier proceso productivo es obra exclusiva de ellos, una cualidad innata de la burguesía. Esto es lo que sostienen los intelectuales orgánicos del sistema y su séquito de ideólogos a sueldo para justificar el capitalismo y la existencia de los burgueses, no como individuos sino como categoría social. Posición que parece verse confirmada ante la reciente debacle del llamado "socialismo real". El grado de profundidad alcanzado por la actual ofensiva del capital sobre las condiciones de vida y de trabajo del movimiento obrero internacional, sin duda no hubiera sido posible de no mediar ese hecho. He aquí la importancia política del factor ideológico que hace a las señas de identidad del proletariado.

Si aceptamos esta "realidad", si los burgueses nos convencen -como parece ocurrir ahora más que nunca- de que ellos y sólo ellos pueden y deben pilotar el barco de la humanidad, entonces, por más odio que la explotación capitalista nos haga destilar contra la patronal, jamás podremos canalizar ese justo rechazo en sentido político-estratégicode triunfo. Difundir los argumentos que demuestran teóricamente el carácter proletario del trabajo de supervisión, constituye todo un baluarte en campo enemigo, la penetración y reafirmación vigorosa de la revolución en los dominios que la burguesía ejerce hoy al interior de la conciencia obrera de vanguardia en retroceso.

POLÍTICA DE ALIANZAS DEL PROLETARIADO

A vuestro razonamiento no se le puede negar cierta coherencia. En efecto, teniendo en cuenta que sin democracia no puede haber socialismo, de ser cierto que la burguesía marginal y sus presuntas aliadas, las "nuevas clases medias", el proletariado que según vosotros no produce plusvalor, devienen mayoría social en la etapa del capitalismo tardío, entonces es imposible que el proletariado por sí solo pueda erigirse en clase dominante de la nueva sociedad socialista en tránsito al comunismo. En ese supuesto, la ruptura objetiva con la ley del valor que el "viejo marxismo" veía en la dialéctica GENERAL entre burguesía y proletariado, como producto de las leyes económicas invariables del sistema capitalista, debe dejar paso a la más "moderna" dialectica PARTICULAR que han venido preconizando al parecer con todo éxito los neomarxistas de la escuela universitaria americana de Harward y Stanford, en coincidencia con la reminiscente escuela soviética de la Academia de Ciencias de la ex-URSS. Es la dialéctica política por la que vosotros apostais, basada en la contradicción económico-social DENTRO DEL SISTEMA, entre los intereses de la burguesía imperialista y sus opuestos representados por la alianza de la burguesía no monopólica con la supuesta minoría proletaria.

Pero vosotros os autoproclamais comunistas y eso ya no nos parece que mantenga coherencia con lo anterior, porque no vemos que este objetivo compartido tenga la más débil conexión lógica ni con el supuesto de que el proletariado pase a ser una minoría social cada vez más irrisoria, ni con el consecuente camino que habeis elegido de apoyaros en el polo más débil de la contradicción interburguesa. ¿O acaso pensais vosotros que las leyes del capitalismo tiran en dirección a una mayor dispersión y debilitamiento de la propiedad, y que el desarrollo de las fuerzas productivas es económicamente gestionable por la pequeña y mediana burguesia? De responder afirmativamente a esta pregunta, tendríais que dar una razón distinta de la que ofrece el "viejo marxismo" para explicar por qué siendo la pionera del progreso técnico en épocas de crisis, la pequeña y mediana burguesía se "sale de pista" en la fase expansiva de cada ciclo entregando el testigo del desarrollo a la burguesía monopólica.

Tendrías que explicar qué dialéctica revolucionaria puede haber entre dos opuestos tan complementarios; tendrías que explicar qué tiene que ver hoy con el objetivo de los comunistas el apoyo incondicional a un país presidido por un sector de la burguesa que no puede cortar sus vínculos con el desarrollo desigual porque eso le supondría suicidarse como clase; tendrías que explicar qué tiene que ver la lucha por el comunismo con ese antiimperialismo pacato que se aferra a la propiedad burguesa pero no quiere sufrir sus consecuencias, y que por eso no va más allá de solidarizarse eventualmente con unos países cuyos dirigentes no aspiran más que a preservar a su propia burguesía dependiente de la rapiña del gran capital; tendríais que explicar qué tiene que ver la táctica de los frentes populares con la estrategia de quitarle al tiburón imperialista el agua del desarrollo desigual internacional, y cómo es posible cumplir esta tarea revolucionaria que exige eliminar la propiedad privada de los medios de producción en todo el mundo, sin cortar todo vínculo político con burguesías como la yugoslava.

Tendríais que explicar, en fin, cómo en la etapa del capitalismo trasnacional se puede luchar consecuentemente contra la dependencia relegando el objetivo socialista, tal como vosotros estais haciendo en el actual conflicto bélico en los balcanes. Pero antes tendríais que demostrar teórica y estadísticamente, que los supuestos en que os basais a despecho del "viejo marxismo" son ciertos, algo en lo que, según se ve, no habeis rascado lo suficiente para descubrir la sorpresa.

Nos observais que :

<<(...) tan importante como dominar todo el bagaje teórico comunista

es esforzarnos también en dominar la actual realidad cambiante y

nueva que se está dando en esta etapa actual del capitalismo y que

adquiere una características que eran imposibles de prever no sólo

hace 150 años, sino hace tan sólo 15 o veinte años>>

De no haberos dejado seducir por los prejuicios del neomarxismo, jamás se os hubiera podido ocurrir esto que habeis dicho. Suponemos que estareis de acuerdo con nosotros en que uno de los dos cambios de mayor trascendencia social y política operados por el movimiento del capital social global sobre la realidad económica durante la última década,es la irrefrenable privatización de las empresas estatales a nivel mundial. En el Capítulo XXVII del libro III, Marx atribuye al crédito la <<descomunal expansión de la escala de la producción>> y el hecho de que <<empresas que antes eran gubernamentales ahora se convierten en sociales>>. Como es sabido, las privatizaciones que se están operando bajo la modalidad de "capitalización de la deuda externa" o conversión en propiedad privada del patrimonio nacional, de los países dependientes, han tenido su casusa en el enorme monto de los créditos impagos concedidos por el capital financiero internacional durante la década de los ochenta. Este fenómeno fue previsto por Marx entre 1863 y 1867, período en el cual escribió en borrador los dos últimos libros de "El Capital".De esto hace ya más de 130 años.

El otro cambio de trascendencia social y política ocurrido en está década es la concresión de la unidad política internacional del capital a nivel europeo. Desde luego, las consecuencias políticas de esta realidad no pudieron haber sido previstas con exactitud científica por el "bagaje teórico comunista" de los últimos 15 o veinte años. Y no lo fueron porque habían sido ya hechas por Lenin en 1913. Lo que pasa es que de esas previsiones no interesó sacar las debidas consecuencias politicas. Sencillamente porque este "bagaje" nada tuvo ni tiene que ver con la ciencia, con la búsqueda de la verdad sobre la historia.¿Qué sentido pueden tener las previsiones de los teóricos bolcheviques para formaciones políticas totalmente integradas en los aparatos de Estado de países imperialistas como el P.C.E.?

Sobre las previsiones de Lenin nos hemos extendido en el "Anexo" a nuestro trabajo sobre la guerra en Yugoslavia que les remitimos el pasado día 11.

La OTAN es el brazo armado de esa realidad, de esa unión internacional del capital. Y a esa realidad no se la puede transformar si no es oponiéndole la fuerza organizada del prolerariado a nivel internacional.

El hecho de que en esta guerra sigais aplicando la táctica de lucha antiimperialista de los tiempos en que la nueva realidad todavía era una tendencia, cuando el capital trasnacional estaba en pañales y numerosos países de la periferia capitalista permanecían política y militarmente reducidas a la categoría de colonias en poder de una u otra fracción del capital monopólico, es la prueba más elocuente de que los esquemáticos y anacrónicos no somos precisamente nosotros, y que no habeis sacado todas las consecuencias políticas de ese cambio cualitativo en las formas organizativas del capitalismo, que no en sus leyes fundamenteales.

A propósito de Chaves y el proceso abierto en Venezuela, vosotros decís que estais siguiendo este que calificais de "caso atípico"respecto de las burguesías dependientes convertidas en "lacayos del imperialismo". Hemos dado una lectura preliminar a su programa de gobierno y el único aspecto "atípico" que advertimos respecto del nacionalismo populista trágicamente fracasado que atravesó la América Latina de la segunda postguerra, es el que contempla la "capitalización de la deuda", esto es, la entrega de las empresas estatales al capital imperialista a cambio de la cancelación de la deuda que Venezuela mantiene con esos capitales. Lo atípico respecto de lo que se está haciendo en el resto de las "nuevas democracias" deudoras surgidas del "equilibrio catastrófico" provocado por el genocidio de dictaduras como la argentina y la chilena, está en que el proyecrto de Chavez contempla la posibilidad de que la pequeña y mediana burguesía asociada, pueda repartirse las migajas del botín.

No hay duda de que la clase obrera y el pueblo serbios están demostrando al mundo un admirable espíritu de resistencia digno de mejor causa. Pero el daño sufrido por ese país ha sido enorme. A tres meses de iniciados los bombardeos, se calcula que la destrucción provocada por la OTAN ha hecho retroceder el progreso de esa región balcánica en más de 50 años. No pasará mucho tiempo sin que podamos ver quiénes y cómo decidirán en definitiva traducir esta actitud política ejemplar de la población serbia a la hora de empezar a reconstruir el país. Y en el caso más favorable a vuestros deseos, de que el actual régimen yugoslavo rechazara las propuestas de integración a la comunidad europea y aun así lograra sobrevivir políticamente a la actual etapa púramente bélica de este conflicto, con Milosevik o sin él para nosotros está claro que la burguesía serbia no lograría superar la prueba de las duras dificultades que tendría que enfrentar los próximos años en medio de una aguda penuria relativa. Puede que la coalición internacional no salga como único bando vencedor de esta guerra, pero es seguro que ganará la postguerra. Tal es el fundamento político de los bombardeos. Las burguesías nacionales dependientes jamás han tenido el valor político ni la capacidad económica para conducir una lucha contra el imperialismo sin capitular o negociar con él en condiciones de franco retroceso histórico de sus posiciones.

UN EXITOSO TRABAJO DE PINZA

Nosotros no tenemos ningún interés material en ser marxistas-leninistas. No vivimos de ello. Tampoco nos entusiasma soportar lo ingrato de ser minoría de minorías.¿Qué es lo que explica entonces este "exceso de celo marxista histórico" que apreciais en nosotros? Nos explicamos. A diferencia de la jóven intelectualidad revolucionaria de las tres primeras décadas de este siglo, la inmensa mayoría de las generaciones posteriores, mas extendidamente desde la década de los cicuenta y sesenta, "conocimos" a Marx y a Lenin no a través de ellos mismos, sino de presitigiados catedráticos como Sweezy, Marcuse, Althusser o Petras. Esta nueva vía de acceso al conocimiento del marxismo coincidió en el tiempo con dos procesos históricos fuertemente correlacionados.

El primer proceso se operó en los partidos obreros dominados por la corriente stalinista, donde el oficioso abandono del marxismo subrepticiamente impuesto desde arriba, abrió cauce a dos tendencias contrarrevolucionarias complementarias que operaron a espaldas de una militancia políticamente inculta e incauta. Una de ellas derivó de la política de participación en las instituciones de Estado de la burguesía. Tomada esta decisión, se impuso naturalmente la motivación política de alcanzar la mayoría electoral para llegar al gobierno. Esta sensualidad político-electoralista que se fue apoderando de las direcciones, planteó la necesidad de flexibilizar los principios políticos del proletariado para permitir que la "pluralidad" consustancial a la democracia de mercado se trasmita al interior de la vida partidaria. Este afán por conseguir la mayor cantidad de votos redundó en detrimento de la calidad ideológica y política de las bases obreras partidarias. Esto explica el recorte de las exigencias de clase en la política de captación y, consecuentemente, el relajamiento con tendencia al abandono de la disciplina militante y de los espacios políticos partidarios dedicados al estudio de la teoría revolucionaria, así como al necesariodebate interno en torno a las cuestiones ideológicas y políticas de actualidad. Todo ello acabó abriendo las puertas de los partidos comunistas a sectores sociales no proletarios pequeñoburgueses.

La otra tendencia, complementaria de la anterior, consistió en resolver las diferencias ideológicas y políticas de modo organizativo y burocrático, a través de medidas que han ido desde la marginación interna y la suspensión de militancia disidente de la línea oficial, hasta la expulsión. El extremo de esta lógica política se ha revelado en los países del llamado socialismo real, donde la magnitud de los intereses materiales en juego ha convertido el asesinato político en recurso de última instancia para resolver las diferencias políticas entre fracciones partidarias.

El segundo proceso que posibilito la política de manipulación destructiva del materialismo histórico en la conciencia coletiva del proletariado, se operó en la estructura de los aparatos ideológicos del Estado.

Ocurrió durante la onda larga expansiva del capitalismo a partir de la segunda postguerra. El relanzamiento del capital sobre bases científico-técnicas mucho más avanzadas respecto del período de preguerra, pasó a exigir una masa asalariada con conocimientos superiores a la educación media existente hasta entonces. Bajo la pulsión de esta exigencia, la reabsorción del ejército industrial de reserva a raíz de la creciente ampliación del aparato productivo y de la esfera de la circulación del capital, indujo a pasar de la unversidad de élites a la universidad de masas, con un cambio paulatino y sostenido en la composición de clase de la población universitaria, cada vez más en favor de los hijos de la clase obrera.

Tal como Marx relata que ocurrió durante la primera mitad del siglo pasado, cuando el crecimiento numérico y las luchas obreras obligaron a <<compaginar la economía política del capital con las reivindicaciones del proletariado>>, algo parecido sucedió tras la segunda postguerra mundial en este siglo. La diferencia entre estos dos períodos históricos está en que el proletariado que protagonizó la revolución de 1848, careció de una filosofía política alternativa al capitalismo. La "Liga de los Comunistas" nunca llegó a sobrepasar los 500 militantes en toda Europa. En la década de los años cincuenta y sesenta de este siglo, en cambio, el llamado campo socialista, en especial la URSS y China, pudieron hostentar la representación exitosa del marxismo en el terreno de las conquistas económicas, sociales y hasta tecnológicas. En ese mismo período, el ascenso de la rebelión anticolonial que culminó con la revolución triunfante en países como Argelia, Cuba, Angola o Vietnam, fué también un proceso que las masas obreras del mundo entero interpretaron en clave marxista-leninista.

Habiendo adquirido carta de ciudadanía universal como concepción del mundo distinta de la ofrecida por la burguesía, el marxismo menos que nunca podía ser ignorado como lo fue hasta bien entrados los años sesenta del siglo anterior. Paradójicamente, sin embargo, al mismo tiempo que exaltaban las figuras de Marx y Lenin, los dirigentes de los partidos comunistas de occidente, como parte de la politica de coexistencia pacífica y del mantenimiento del estatu quo con el capitalismo, alejaban cada vez más a su militancia de la teoría y la práctica del materialismo histórico. Fue así como la burguesía consiguio que la teoría revolucionaria cambiara de residencia.

De tal modo expulsada del movimiento político del proletariado, fue a recalar en las universidades y centros de investigación social a cargo de los aparatos ideológicos de los Estados imperialistas que actúan a modo de laboratorios experimentales de la apologética capitalista disfrazada de revolucionaria.

Allí fue donde los teóricos estancacionistas norteamericanos de la Monthly Review, en colaboración con la escuela de Frankfort hicieron una verdadera operación quirúrgica de trasplante ideológico. Llevaron los cuerpos doctrinales de Marx y Keynes al quiirófano de las determinaciones abstractas, y tras seccionar los nervios y músculos que unen el "tiempo de trabajo excedente" con el "tiempo de trabajo necesario", terminaron arrojando la noción marxista de plusvalía al cubo de los desperdicios quirúrgicos. Hecho ésto, extrajeron de Keynes el concepto de "ahorro" entendido como "ingreso corriente destinado a inversión" y lo implantaron en la teoría salarial de Marx en reemplazo de la plusvalía. Realizado el trasplante, la "la tendencia decreciente de la tasa de ganancia" ha podido ser presentada como "ley del excedente históricamente creciente" respecto del capital en funciones, que anula las contradicciones económicas insolubles del sistema. Bajo este punto de vista, el curso de la sociedad capitalista en su etapa tardía corta sus vínculos con las leyes expuestas por Marx y el sistema deja de ser tendencialmente explosivo en los reductos del capital monopólico. Pasó con estos presuntos teóricos revolucionarios en relación con la economía política, lo que con los astrónomos precopernicanos con la mecánica celeste:

<<...les sucedió como si alguien tomase de diversos lugares manos, pies, cabeza, y otros miembros auténticamente óptimos, pero no representativos en relación a un sólo cuerpo, no correspondiéndose entre sí, de modo que con ellos se compondría más un monstruo que un hombre...>> (Nicolás Copérnico:"La revolución en el orbe celeste", Prefacio)

En el supuesto de no estar férreamente constreñido dentro de los límites absolutos de la jornada laboral media y del tiempo de trabajo necesario, el plusvalor quedaría convertido en una variable exclusivamente dependiente de la fuerza productiva del trabajo, es decir, del flujo históricamente creciente de riqueza.

Hasta el punto de compensar los efectos del aumento en la composición orgánica del capital. Tal es la premisa de la que Baran y Sweezy partieron en "El Capital Monopolista" . Si el plusvalor se puede extender al infinito, el descenso histórico tedencial de la tasa de ganancia queda en entredicho, y la burguesía de los países imperialistas tiene todo a su favor para integrar consensualmente a sus clases subalternas. La idea del "eurocentrismo" tiene su fundamento en este infundio neomarxista.

¿Quien podía sustraerse a semejante trabajo de pinza entre el stalinismo y el imperialismo? Durante bastante tiempo ninguno de los actuales componentes del GPM, desde luego. Como podrais imaginar, pues, las ideas y construcciones argumentales que habeis empleado para formular vuestras observaciones a los análisis del GPM sobre el actual conflicto yugoslavo, nos han parecido familiares.

Venimos de ahí, pero ya no estamos en eso. ¿Por qué? Pues, porque se nos ha ocurrido empezar a conocer a Marx, Engels y Lenin por lo que ellos mismos han legado a la humanidad. De ahí que en "Quienes somos" llegamos a decir que los asalariados no tenemos al enemigo enfrente sino dentro de nuestro propio movimiento y en cada uno de nosotros.

Saludos comunistas:

GPM

Junio de 1999.


5 Junio 99

Queridos camaradas:

Excusarnos. Estamos mas desbordados que nunca. Por lo tanto vamos a haceros brevemente una observacion de tipo general que creemos puede cubrir todo vuestro planteamiento. Esto no impedira que cuando tengamos vuestra respuesta a esta observacion, hayamos estudiado vuestro material y tengamos un cierto tiempo para responderos entremos en mas detalles concretos . Nos ha llegado bien el material que adjuntais por attach, aun no lo hemos podido ver. En cualquier caso si que hemos leido bien y analizado toda vuestra correspondencia incluida esta ultima. Hay un error en vuestro enfoque que atraviesa todos vuestros planteamientos y posiciones. La raiz teorica de ese error es el determinismo economico, exagerado o burdo, en el que incluso los grandes maestros como Marx y Engels cayeron en un momento determinado. Ese error consiste en olvidar, como señalo muy bien Marx al autocriticarse, que la economia lo determina todo PERO EN ULTIMA INSTANCIA. Pero antes de la ultima instancia hay muchas otras instancias en las que la politica o la ideologia juegan un papel bien determinante en momentos muy concretos. En vuestros escritos salta a la vista la contradiccion entre ese determinismo economico y lo que deberia ser la posicion politica comunista en una situacion concreta. Entendemos que es natural caer en ese error como reaccion contraria al abandono total que ha habido, desde hace muchisimos años, del materialismo dialectico. Pero lo que no se puede hacer, ante cada una de las diversas situaciones politicas concretas que se van dando, es basar nuestras posiciones y actuaciones en la ultima instancia de la ley del valor, por ejemplo, porque esto nos puede llevar o a la paralisis politica o a posiciones objetivas que hagan el juego a la reaccion. No sabemos exactamente a partir de que momento empezais a conocer nuestros materiales. Seria interesante, a efectos de este debate el saberlo para facilitaros algunos esenciales que os puedan faltar y que os podrian aclarar como tenemos en cuenta el materialismo dialectico e historico y luchamos continuamente contra el resurgir del idealismo en toda la politica y filosofia de la izquierda y dentro del movimiento comunista. Por hoy creemos que hay materia para reflexionar y os rogamos que desde el angulo de esta critica que os hacemos hagais una nueva lectura de vuestros propios materiales. Creemos sobre todo que el error mas grave en el que estais cayendo, y ese ya es practico, es vuestra posicion ante la guerra continua de agresiones, destrucciones y conquistas militares y economicas que esta llevando el imperialismo contra la humanidad y que determina la contradiccion principal en estos momentos, sin que por ello los comunistas debamos olvidar, ni por un instante nuestro analisis de clase sobre la naturaleza del imperialismo y los objetivos de la revolucion social mundial.

Pero toda revolucion tiene que encontrar su punto de partida que no es, ni hay que confundirlo, con el punto de llegada. Y creemos que es aqui donde errais. Conoceis suficientemente la teoria de Marx y de Lenin, y la practica de este ultimo, como tambien la de Marx, como para saber que no nos estamos sacando nada de la manga nuestra y tampoco empleamos citas sacadas del contexto historico, sino orientaciones fundamentales del pensamiento y la practica del marxismo-leninismo. Algunos llevamos ya mas de 35 años luchando contra el revisionismo sin admitir ningun centro del comunismo al estilo vaticano. Alguna experiencia teorica y practica hemos adquirido.

Una saludo comunista fraternal


Estimado camarada Vallseca:

Has dicho tu:

<<Hay un error en vuestro enfoque que atraviesa todos vuestros planteamientos y posiciones. La raíz teórica de ese error es el determinismo económico, exagerado o burdo, en el que incluso los grandes maestros como Marx y Engels cayeron en un momento determinado. Ese error consiste en olvidar, como señalo muy bien Marx al autocriticarse, que la economía lo determina todo PERO EN ULTIMA INSTANCIA. Pero antes de la ultima instancia hay muchas otras instancias en las que la política o la ideología juegan un papel bien determinante en momentos muy concretos. En vuestros escritos salta a la vista la contradicción entre ese determinismo económico y lo que debería ser la posición política comunista en una situación concreta. Entendemos que es natural caer en ese error como reacción contraria al abandono total que ha habido, desde hace machismos años, del materialismo dialéctico. Pero lo que no se puede hacer, ante cada una de las diversas situaciones políticas concretas que se van dando, es basar nuestras posiciones y actuaciones en la ultima instancia de la ley del valor, por ejemplo, porque esto nos puede llevar o a la parálisis política o a posiciones objetivas que hagan el juego a la reacción. >>

Según lo sugerido aquí, parece que de la obsolescencia que le atribuisteis en vuestras primeras observaciones, el "viejo análisis marxista" ha pasado a recuperar la vigencia científica, la que nunca ha dejado de tener, lo cual debe ser motivo de mutua congratulación. En cuanto a que los compañeros del "G.P.M." incurrimos en un

<<...determinismo económico, exagerado o burdo, en el que incluso los grandes maestros como Marx y Engels cayeron en un momento determinado>>,

Esto merece el siguiente comentario: Fue Engels quien de modo directo y explícito más espacio dedicó en su obra a la interacción entre estructura y superestructura. En carta a José Bloch fechada en Londres el 21-22 de setiembre de 1880 dice lo siguiente:

<<...según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta -las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una guerra, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplica la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado

Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia. Pero la hacemos, en primer lugar, con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas y hasta la tradición, que merodea como un duende en la cabeza de los hombres>> (F.Engels Op.cit.)

¿Qué significa en este contexto la expresión "ultima instancia"? ¿Es una cuestión de prioridad temporal donde primeramente son determinantes los factores superestructurales hasta que finalmente influye el factor económico? :

<<...antes de la ultima instancia -decís vosotros- hay muchas otras instancias en las que la política o la ideología juegan un papel bien determinante en momentos muy concretos>>.

No. Ambos factores interactúan permanentemente. En esa unidad dialéctica particular entre el contenido de la realidad capitalista y sus formas filosóficas, jurídicas o políticas, el factor económico es la fuerza interior que tira constantemente de esa realidad hacia la realización de los fines previstos en la estructura, en tanto que las instancias superestructurales constituyen las formas externas variables a veces incluso caóticas que la realidad adopta en el curso de su desarrollo, en el sentido inequívoco de la realización impuesta por su naturaleza específica. Así, la fuerza de una especie vegetal cualquiera está potencialmente comprendida en la naturaleza contradictoria de la semilla, mientras que la raíz, el tronco, los tallos y sus hojas constituyen distintas formas "superestructurales" de esa realidad con arreglo a la lógica o finalidad específica que la reproduce: el fruto. La semilla del capitalismo es el doble carácter del trabajo contenido en la mercancía; el simil de la raíz, el tronco, tallo y hojas es el proceso de producción; su fruto, es el plusvalor. La historia del capital -los vegetales no la tienen- está en la última fase de cada período de rotación. El ámbito de esta historia es el mercado, donde el plusvalor abandona su forma mercantil para volver a doptar la forma dineraria que permite reanudar el proceso de acumulación. Finalmente, lo que desde el punto de vista de su lógica distingue al capital de las especies naturales, está en que este tipo de organismo lleva dentro el germen de su propia destrucción. Ese germen es el proletariado, las fuerzas sociales productivas.

Estructura y superestructura entre 1789 y 1851 en Francia.

En su carta a Bloch, tras recomendarle que estudie el materialismo histórico acudiendo a "las fuentes originales y no a obras de segunda mano" -consejo muy poco seguido, por cierto- Engels cita al "18 Brumario de Luis Bonaparte" como la obra donde Marx ha expuesto de modo más logrado la teoría del materialismo histórico teoría. Marx explica allí la Segunda Revolución francesa, proceso que va desde la caída de Luis Felipe en febrero de 1848, hasta el golpe del 2 de diciembre de 1851. Según Marx, las distintas formas políticas de la revolución social en Francia -desde la toma de la Bastilla hasta el adevenimiento del imperio- sintetizaron o llevaron a la práctica la fuerza potencial contenida en la dialéctica material de la sociedad feudal francesa. En un primer acto, permitieron legitimar, aunque de momento sólo socialmente, el hecho de que los campesinos semisiervos se convirtieran en propietarios libres de su tierra y los aprendices y artesanos pasaran a la condición de proletarios. Esta realidad social que los jacobinos hicieron políticamente posible, fue jurídicamente legitimada a instancias de Napoleón Bonaparte. Fue el segundo acto concretado en el código napoleónico, forma política superior que para sí se dio la ley del valor, legalizando aquella realidad social del primer acto a instancias de leyes orgánicas que permitieron consolidar y reglamentar las condiciones sociales de actuación del campesino parcelario en el campo y la libre competencia que impulsó el desarrollo incipiente de la burguesía industrial en las ciudades.

La revolución de febrero de 1848 protagonizada por el proletariado de París, salió del vientre de la crisis capitalista de 1847. Viéndo limitado su desarrollo por los propios límites de una gran burguesía industrial que aun distaba de haber extendido sus dominios al conjunto del territorio nacional francés, el proletariado tampoco había podido ampliar geográficamente su existencia como para estar en condiciones de extender socialmente su acción revolucionaria a escala nacional. Aislado en un mar de campesinos y pequeñoburgueses urbanos, al carecer aun de una concepción del mundo propia de su clase, el proletariado tampoco podía tener una estrategia de poder. Era lógico, pues, que len tales condiciones, los obreros de París hayan sido un apéndice del partido pequeñoburgués democrático-republicano que no se había propuesto ir más allá de derribar a la oligarquía financiera dentro del mismo régimen monárquico. Pero cuando estallo el conflicto, la lucha de barricadas imprimió el sello ideológico de la revolución en su conciencia, y el proletariado triunfante llegó a proclamar la república social:

<<Con esto -dice Marx- se indica el contenido general de la moderna revolución (proletaria), el cual se hallaba en la contradicción más peregrina con todo lo que por el momento podía ponerse en práctica directamente, con el material disponible, bajo las circunstancias y relaciones dadas y el grado de desarrollo alcanzado por la masa.>> (K. Marx: op.cit. Cap.I. El subrayado y lo entre paréntesis es nuestro)

La república social fue el síntoma, o de un contenido general: la dialéctica entre proletariado y burguesía, que ya desde entonces pugnaba por resolverse en el socialismo. Pero dada la debilidad numérica, ideológica y política del proletrariado, el mayoritario "espíritu reaccionario de la nación" expresado en la Asamblea Nacional surgida de los comicios, pudo rechazar las pretensiones del proletariado de París calificándolas de "paparruchadas utópicas". El proletariado de París contestó con la insurrección de junio que, para Marx, fue "el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas". Con la derrota de la insurrección, el proletariado pasó al fondo de la escena política francesa hasta 1871. Pero merced a su intrepidez, la sociedad de ese país pudo sacudirse definitivamente el dominio político de nobleza, En semajantes condiciones materiales (económicas, sociales) el protagonismo del proletariado no podía ir más allá de contribuir a instaurar la república burguesa y esto es lo que sucedió.

Pero la tendencia objetiva al predominio de la burguesía industrial suponía el relativo empeoramiento progresivo del pequeño agricultor para convertirlo en mano de obra asalariada, de modo que las condiciones materiales que convirtieron al siervo de la gleba en libre campesino parcelario, fueron las mismas que le condujeron a la ruina. Así fue como en el curso de dos generaciones desde que se implantara el código napoleónico, el usurero pasó a ocupar el puesto de los señores feudales, la hipoteca remplazó a las diversas servidumbres señoriales, la renta sustituyó al diezmo, y el capital suplantó a la propiedad territorial de cuño aristocrático en tanto base material de dominio social:

<<La forma (política) "napoleónica" de propiedad, que a comienzos del siglo XIX era la condición para la liberación y el enriquecimiento de la población campesina francesa, se ha desarrollado en el transcurso de este siglo como la ley de su esclavitud y de su pauperización (...) La parcela del campesino sólo ya es el pretexto que permite al capitalista sacar de la tierra ganancia, intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar como pueda su salario.>> (K.Marx: op.cit. Cap. VII. Lo entre paréntesis es nuestro ).

Nótese que Marx ha puesto aquí la palabra "napoleónica" entre comillas para evitar todo subjetivismo histórico. Con ello ha querido significar, ni más ni menos, que la historia de Francia entre 1789 y 1851, fue la sucesión de formas políticas externas o empíricas sujetas a fuerzas materiales internas o no directamente perceptibles actuantes al interior de la sociedad, respecto de las cuales la lucha de clases, incluídos sus personajes más relevantes -como en este caso los Bonaparte-no han sido más que su casual encarnación. Marx volverá sobre esta misma idea central del materialismo histórico en "El Capital" :

<<Dos palabras para evitar posibles equívocos. No pinto del color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y del terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas>> (K.Marx: Op.cit. Prólogo a la primera edición alemana).

Todos los actos políticos de este episodio de la historia, desde la toma de la Bastilla en 1789 hasta el golpe del 2 de diciembre de 1851, pasando por la revolución triunfante de febrero, la Asamblea Constituyente del 4 de mayo y la derrota de la revolución proletaria de junio de 1848, fueron las formas políticas que, dadas las condiciones de la época, permitieron concretar la tendencia interna del capitalismo emergente como sistema de vida dominante, correspondiente al grado de desarrollo histórico alcanzado por las fuerzas sociales productivas, que ya no tenían cabida en el viejo modo de producción feudal.

En 1895 Engels completó la escueta explicación de Marx en "El 18 Brumario..." acerca de por qué debía fracasar y fracasó la insurreción de junio en 1848. En su introducción a "Las luchas de clases en Francia", Engels dice que aquella derrota había puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el capital en Europa distaba mucho de haberse acumulado en la extensión y con la intensidad requerida, como para crear una fuerza social proletaria suficientemente numerosa, capaz de convertir las contradicciones cada vez más agudas del sistema burgués en revolución socialista triunfante. Lo mismo estaba pensando Marx cuando en "El 18 Brumario..." decía que la revolución proletaria en 1848 <<estaba en la contradicción más peregrina con todo lo que por el momento podía ponerse en práctica>>.

Lógica económica e historia política

Ahora bien, que la insurrección de junio de 1848 se haya producido en contra de la fuerza interna del capital a erigir a la burguesía francesa en clase dominante a nivel nacional, a los efectos de nuestra polémica demuestra que la determinación de la historia por el factor económico no es de naturaleza mecánica ni automática; que la relación entre lógica económica e historia política, entre estructura y superestructura, no se agota en el sentido unilateral de causa-efecto, como sostienen los positivistas, sino que es una relación dialéctica cuyo contenido antagónico incluye ciertas formas políticas que aun cuando no pueden anular la tendencia general, contradicen esa fuerza. Por lo tanto, esto en modo alguno autoriza en ningún momento a desvincular las formas políticas de su contenido, a explicar la historia por los conflictos sociales y a estos por las razones que las clases esgrimen y las formas de lucha que adoptan en cada momento de su desarrollo. Estos errores teóricos de interpretación son los que inducen al erróneo criterio práctico de independizar la acción política de las tendencias internas del sistema.

La dirección y el sentido de la lucha de clases no se rige por las ideas en general o por las formas políticas en que se manifiesta, ni lleva en la frente escrito hacia dónde va; no puede ser explicada contemplativamente, ni se explica por sí misma. La historia no es más que la forma de manifestación a menudo caótica y contradictoria de fuerzas materiales internas que pugnan por sintetizarse en un resultado. Los factores de la superestructura, las luchas sociales y políticas, las guerras, la legislación, las teorías políticas, filosóficas, etc., lo que hacen es modificar en el sentido de retardar o acelerar su curso. Pero lo que no pueden es anular ni la fuerza ni el sentido de esas tendencias objetivas. Por su propia situación en la historia, además de la acción política directa a través de los aparatos ideológicos del Estado, de su policía y de su ejército, e indirecta a través de los partidos políticos afines en la sociedad civil, la burguesía en la etapa del capitalismo tardío es maestra en utilizar actividades superestructurales como la filosofía en general y la filosofía política en especial, todas las ciencias sociales, así como la literatura y hasta el deporte, para ralentizar la tendencia al derrumbe de su sistema. Una de sus argucias de mayor eficacia y resultado ha consistido y consiste en haber utilizado a la intelectualidad pseudomarxista para inculcar en el movimiento político proletario la concepción idealista que conduce a sustantivar la práctica política, a independizarla por completo de la teoría revolucionaria, de la economía política marxista, a desvincular la lucha de clases de su base material. La intelectualidad pseudamarxista pugna para que el proletariado piense y se comporte en política como piensa y actúa la burguesía.

Por ejemplo, en el terreno de la economía política, es sabido que los economistas burgueses explican la ganancia por los avatares históricos del plusvalor en el mercado, es decir, en la esfera de la circulación a instancias de la competencia. Pero la circulación del capital, su historia, no explica nada sino que, como afirma Marx:

<<es el fenómeno de la competencia lo que tiene que ser explicado (...) Todas las concepciones superficiales y erróneas del proceso global de la reproducción han sido deducidas del examen del capital comercial y de las ideas que suscitan sus movimientos peculiares en las mentes de los agentes de la circulación"(91)

La competencia -incluida la lucha por el salario- es la historia de la plusvalía. Pero su principio, su fuerza, su lógica, no está ahí sino en la esfera de la producción. Ambas categorías (historia y lógica) en relación dialéctica inescindible, son objeto para la ciencia de la economía política. Pero el núcleo lógico que convierte a esta disciplina en ciencia que hace posible la intelección del capital está en la producción de pluisvalor. Tal como el principio activo de la fotosíntesis se impone a través del proceso químico de la transformación del anhídrido carbónico en azúcar, la lógica del valor se impone a través de la competencia entre las distintas fracciones del capital y de estas con la clase obrera expresada en los precios del mercado, cuyas oscilaciones permanente parecen contradecirle por completo. Pero ni la vida vegetal se explica por la transformación química de sus elementos, ni la explicación del valor y de la ganancia se agota en el comportamiento de los precios. Para la burguesía, en cambio, el valor no se crea en el acto de la producción social sino en el acto del intercambio, por eso sacraliza al mercado, a la competencia, a la ley de la oferta y la demanda, donde la ganancia aparece como el excedente del precio de venta sobre el precio de costo.

Para la determinación de la naturaleza del valor y del plusvalor, o lo que es lo mismo, del capital y de la ganancia, Marx hace abstracción de la competencia, esto es, de la materia, de la historia del capital -incluso de la lucha de clases- para quedarse con su fuerza interna, con los elementos puros de su lógica. Abstraerse de la historia del capital metodológicamente implica suponer una situación de equilibrio en el que la oferta y la demanda coinciden y, por tanto, se anulan:

<<Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente -dice Marx en el Libro III de "El Capital"- dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor de mercado, y con más razón aun nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en una suma de dinero y no en otra. Las leyes internas reales de la producción capitalista obviamente no pueden explicarse a través de la interacción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes sólo aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda cesan de actuar, es decir, cuando coinciden>>.(92)

Sólo así se puede hallar el secreto de la explotación capitalista y el vector de su historia. Y sólo desentrañando este secreto es posible acabar cuanto antes con la historia del capital como proceso histórico natural donde el producto domina a sus productores, para iniciar la verdadera historia, la historia como proceso plenamente consciente por parte de quienes la protagonizan:

<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento -y el objetivo último de esta obra, es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna, no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto>> (K. Marx: El Capital" Prólogo a la primera edición alemana)

En suma, la competencia sólo permite ver la interacción entre las diversas fracciones del capital, cuando de lo que se trata es de descubrir y explicar el comportamiento del capital social global, del capital como totalidad estructurada. Quienes -como vosotros- se han implicado prácticamente con a burguesía dependiente serbia en lucha contra el capital multinacional coligado, han procedido como quienes exponen su capital creyendo que el valor y la ganancia surgen de su interacción con las demás fracciones del capital en el mercado. Las peregrinas elucubraciones acerca de lo que supuestamente persigue una fracción u otra del capital transnacional respecto de las demás, se quedan en los epifenómenos políticos del mercado capitalista dentro del sistema. Se pierde así así toda posibilidad de elaborar una táctica y estrategia independientes, revolucionarias, contribuyendo a ese desvarío dentro del movimiento obrero.

Ontológicamente hablando, fenómenos como los precios, las huelgas y las guerras se encuentran comprendidos en la realidad social y dan al movimiento histórico su cambiante fisonomía, en tanrto formas de manifestación de esa realidad. En este sentido "coinciden" o "concurren" con ella. Pero desde el punto de vista lógico son su antítesis o negación. El principio lógico de un objeto cualquiera está en la organización de su materia, en tanto que su forma de manifestación, "corriendo siempre por delante" de su razón, aunque parezca negarle en su mera tangibilidad deja, sin embargo, enigmáticamente, la señal de su devenir necesario. En menos palabras, la materialidad o forma en que la realidad se muestra, no es más que el devenir de su logos íntimo tendiendo a su realización. Así como el síndrome de Down tiene su principio activo en la existencia de un cromosoma 21 que sobra, los síndromes del capitalismo, sus formas superestructurales, tienen su principio activo en el doble carácter del trabajo, o lo que es lo mismo, en la existencia de una clase que sobra. Es tarea de la ciencia social hacer abstracción de todos los "influjos perturbadores" que puedan oscurecer la naturaleza del objeto investigado. Tal es el método de investigación de Marx que le ha permitido descubrir el valor oculto en la forma del valor o valor de cambio y, a instancias del descubrimiento del doble carácter del trabajo contenido en la mercancía, poder formular las leyes generales de la acumulación del capital para poder predecir así el desarrollo del capitalismo ulterior a su época. Este mismo método es el que permitió a Lenin prever para predecir lo que en su tiempo sólo era una tendencia sin pizca todavía de evidencia empírica: la multinacionalidad y unidad internacional de los grandes capitales.

Tal como ocurre con la evolución de los precios en economía política, las marchas y contramarchas de la lucha de clases tampoco explican nada, sino que son esos hechos, precisamente, los que necesitan ser explicados. Los historiadores al uso, sólo entienden la historia tautológicamente, como un proceso dinamizado por ella misma, esto es, por la sucesión de actos políticos, religiosos, culturales, raciales, etc.:

<<Por ejemplo, si una época se imagina que se mueve por motivos "políticos" o "religiosos", a pesar de que la "religión" o la "política" son simplemente las formas de sus motivos reales, el historiador de la época de que se trate acepta sin más tales opiniones. Lo que estos determinados hombres se "figuran", se "imaginan" acerca de su práctica real se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres. Y así, cuando la forma tosca con que se presenta la división del trabajo entre los indios y los egipcios provoca en estos pueblos el régimen de castas propio de su Estado y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas fue la fuerza que engendró aquella forma social>> (93)

Autonomía relativa de la superestructura

Volvamos al análisis de Marx en "El 18 Brumario..." . Desde la puesta en práctica del código napoléonico que liberó al trabajo agrícola del yugo feudal, hasta la insurrección de junio de 1848 habían pasado dos generaciones. En todo ese tiempo, el despliegue de la lógica del capital había llevado la ruina al moderno campesino parcelario:

<<Después de que la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos en propietarios libres de su tierra, Napoleón consolidó y reglamentó las condiciones bajo las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les acababa de asignar, satisfaciendo su afán juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de propiedad consolidada en Francia por Napoleón. (...) Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado inevitable: empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del agricultor>> (K. Marx: Op.cit. Cap. VII)

Marx describe las mayoriatrias condiciones miserables de vida en el campo: dieciseis millones de campesinos (inclluyendo las mujeres y los niños) vivían en cuevas, una gran parte de las cuales con sólo una abertura, otra parte dos y las "privilegiadas" tres:

<<Por tanto, el interés de los campesinos no se halla ya, como bajo Napoleón, en consonancia sino en contraposición con los intereses de la burguesía, con el capital. Por eso los campesinos encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués>> (ibíd)

Sin embargo, en la insurreción de junio el campesinado francés dio la espalda al proletariado. ¿Por qué? Por la autonomía relativa de la superestructura ideológica; en este caso, jurídica y política. Los campesinos pobres habían visto todas las posiblidades de su emancipación social no en sus propias luchas sino en su producto: el Código napoleónico y el Imperio. Procedieron según quienes profesan la religión, que se hacen a la creencia de un Dios creador para luego afirmar que Dios les creó a ellos. Las condiciones materiales que a instancias de las luchas sociales determinaron la emancipación política del campesinado habían desparecido, pero las formas jurídica y política en que esa emancipación se expresó seguían vigentes. Por tanto, vigente también la creencia de que el Código de Napoleón y el Imperio darían solución a sus males.

Según el materialismo histórico, este mecanismo ideológico se explica mediante el siguiente razonamiento: El derecho privado, tanto en la sociedad esclavista como en la sociedad feudal, era un privilegio del que sólo gozaban quienes eran reconocidos hereditariamente como amos o señores. Esta aparente determinación política del derecho a la propiedad, conformó un tipo de Estado en el que los intereses económicos aparecían confundidos con las funciones políticas exclusivas de las clases dominantes. El acceso a la propiedad estaba condicionado políticamente y las relaciones sociales lo eran de dependencia política directa de una clases sobre otras y de los individuos entre sí. El propietario de una cosa no lo era por su libre y directo derecho sobre ella sino por la condición de tal que el Estado confería políticamente a unos y negaba a otros según una estricta jerarquía social fijada de modo hereditario. De este modo, el Estado era la representación de determinados intereses particulares propios de una parte de la sociedad, de las clases dominantes. Era un Estado excluyente y parcial.

La revolución burguesa consistió en establecer la propiedad privada pura, libre de todo vínculo o condicionamiento político. Este hecho transformó las relaciones sociales de dependiencia política directa de unos sobre otros, en relaciones sociales materiales, esto es, mediadas por cosas, donde cada cual tiene derecho a disponer libremente de lo que es suyo. Esto es lo que el Código Napoleónico hizo entrar por la mollera del campesinado en relación con la tierra.

El derecho humano a la propiedad privada es, pues, el fundamento burgués de la libertad. Es el derecho a que cada cual se dedique a disfrutar de su patrimonio libre y voluntariamente sin preocuparse de los demás. Pero en tanto que el derecho individual al libre ejercicio de la propiedad no descansa en la unión de las personas sino en su separación, en el hecho de que cada cual trata de ejercer su libertad en provecho propio, se plantea aquí un conflicto entre la libertad de unos y otros, porque en semejante concepción del mundo y de la vida, cada persona encuentra en la otra no la realización sino la limitación de su propia libertad. De ahí la máxima del derecho burgués moderno: la libertad de cada uno termina donde comienza la libertad de los demás.

Estos límites los fija la ley que regula el ejercicio de la libertad entre los individuos que componen la sociedad civil, según el peso específico o montante dinerario de su propiedad, del mismo modo que el valor de los productos se calcula según el tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en ellos. Y en tanto todos los individuos aceptan esta ley reguladora se igualan ante ella, en cada situación tal como cada mercancía con sus equivalentes a través de una medida común de valor: "Tanto monta monta tanto". Finalmente, quien corre a cargo de promulgar las leyes y administrar justicia es el Estado, que así aparece a la conciencia colectiva como el representante de los intereses generales y la instancia donde todos los individuos en tanto ciudadanos se igualan entre sí.

De este modo, la sociedad quedó funcional y orgánicamente separada o dividida entre el Estado o esfera de los intereses generales y la sociedad civil o esfera de los intereses particulares, donde el Estado formalmente igualitario se convirtíó en incumbencia no sólo de algunos sino de todos los individuos de la sociedad convertidos así en ciudadanos, mientras que el funcionamiento de la sociedad civil siguió esencialmente sin ser incumbencia de nadie, quedando al ciego e incontrolable arbitrio de la ley del valor.

Con el desarrollo progresivo de la sociedad, la legislación se extiende a un número cada vez más complejo de situaciones y conflictos en que se expresan las incomprensibles condiciones economicas de vida de la sociedad . Siendo el reflejo de un reflejo, es decir, la expresión compendiada y codificada de distintas expresiones, cuanto más compleja se vuelve la sociedad, el discurso jurídico se aleja cada vez más de las ya incomprensibles condiciones económicas de vida de la sociedad. En medio de esta creciente opacidad del entendimiento, el hecho de que la ley se cumple aparece a la conciencia colectiva -sobre todo de las clases subalternas- como que la legislación, la política y el Estado son el fundamento de la sociedad civil y no al revés:

<<Los hombres olvidan que su derecho se origina en sus condiciones económicas de vida, como han olvidado que ellos mismos proceden del reino animal. Una vez la legislación se ha desarrollado y convertido en un conjunto complejo y extenso, se hace sentir la necesidad de una nueva división social del trabajo: se constituye un cuerpo de juristas profesionales, y con él, una ciencia jurídica. Ésta, al desarrollarse, compara los sistemas jurídicos de los diferentes pueblos y de las diferentes épocas, no como un reflejo de las relaciones económicas correspondientes, sino como sistemas que encuentran su fundamento en ellos mismos.>> (F. Engels: "Contribución al problema de la vivienda" 3ª parte II)

La comparación se hace reduciendo toda la legislación comparada a un común denominador: el derecho natural tan caro a la pequeñoburguesía. Y esa media por la que se dictamina lo que pertenece o no al derecho natural es lo que se entiende por justicia . A partir de aquí, la vigencia del derecho, en nuestro caso el Código de napoleón, reside...

<<En la aspiración aproximar cada día más la condición de los hombres, en la medida en que está expresada jurídicamente, al ideal de la justicia, a la justicia eterna >> (F.Engels: op.cit).

Por lo visto, esa ilusoria aspiración a ser beneficiarios de la justicia eterna pudo más en los campesinos parcelarios de 1848 que la terrible experiencia directa de las miserables condiciones reales de vida a las que habían sido arrojados por la lógica del capital prevista en el propio Código de Napoleón. Esas condiciones de existencia le impulsaban a plegarse a la revolución proletaria. Pero su conciencia, la que ganó con sus luchas contra el yugo feudal pero enajenó en el concepto de justicia eterna representada por el Código de Napoleón y el Estado burgués naciente, pudo más, y eso determinó el triunfo de la república burguesa:

<<A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeñoburgueses, el ejército, el infraproletariado (lumpenproletariat) organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población rural. Al lado del proletariado de París no estaba más que él sólo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportafdos sin juicio. Con esta derrota, el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria>> (K. Marx. Op.cit.)

¿Qué tenía que haber hecho el proletariado francés de entonces: renunciar al intento de vencer la resistencia ideológica del campesinado a completar su revolución agraria integrando sus aspiraciones en la lógica de la revolución socialista? Esta pregunta es ociosa porque fue contestada por la historia, y nosotros, con Marx, nos congratulamos de contar con ese grandioso patrimonio político en la memoria histórica del movimiento obrero revolucionario. Nada que ver con el estrecho y andrajoso patrimonio nacionalista burgués por el que que acaban de inmolarse los asalariados serbios y albanokosovares, enfrentados de modo tan sangriento como absurdo en este conflicto.

Acabamos de decir que el Estado bajo Luis Bonaparte alcanzó la máxima autonomía que el poder político puede alcanzar sobre el poder económico de la sociedad en el sistema capitalista: la que confiere la forma política del golpe militar bonapartista. Ahora bien, en primer lugar, todo poder político, independientemente de la clase a la que represente, ha descansado siempre sobre una función económico-social de carácter general o público y ha existido mientras cumplió con eficacia esa función.

En segundo lugar, la creciente separación o autonomía del poder político fue hasta cierto punto producto del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo y de su división dentro de la sociedad. Cuanto mayor es la fuerza social productiva del trabajo, mayor y más diverso es el excedente de riqueza y más compejo el entramado economico, social y político de la sociedad. El excedente hace necesario y a la vez posible, que una parte creciente de la población se separe de la producción directa para ocuparse exclusivamente de atender los asuntos generales de la sociedad.

En tercer lugar, la separación y relativa autonomía del poder político se explica en razón de que el desarrollo alcanzado por la fuerza productiva del trabajo no deja tiempo libre a los que realmente trabajan para ocuparse de hacer política, por lo que deben delegar esa función a una parte de la población liberada del trabajo real que resuelva esas cuestiones: la burocracia estatal.

Pero la acción política sólo tiene justificación, eficacia y vigencia histórica mientras vaya en el sentido que marcan las leyes del desarrollo real. En el caso de la primera Revolución francesa, por ejemplo, lo decisivo no estuvo en las circunstancias que llevaron a los interregnos del terror y del imperio napoleónico sino en determinar por qué ninguna de esas dos alternativas pudieron conservar el poder, del mismo modo que al lanzar un falso dado, lo decisivo no es que se mueva en una u otra dirección sino el hecho de que siempre se detiene sobre su base más pesada. ¿Podía la fracción política del Terror -basado en la exaltación de las virtudes cívicas de los esclavistas romanos- estabilizar su poder y presidir el proceso histórico de una época movida por la energía del vapor, y donde la ética o "sentido común" ciudadano estaba ya firmemente implantado en la práctica del contrato mercantil, en una formación social de hombres "libres" y formalmente iguales, algo que nada tenía que ver con las bases enconómico-sociales, jurídicas y políticas del esclavismo?

<<Qué los hombres revolucionarios sean romanos>> exigía Saint-Just a los encargados de dirigir el nuevo Estado, evocando los ejemplos de Codro, Licurgo, César, Catón, Catilina, Bruto, Antonio y Casio. ¿A qué resultado podía conducir una política que pretendía combatir a la burguesía en nombre de "los pobres" con una moral espartana, al mismo tiempo que aceptaba unos derechos humanos que eran la expresión de una convivencia basada en la propiedad privada pura y el mercado capitalista?

<<....Robespierre, Saint-Just y su partido perecieron por haber confundido la antigua comunidad realista democrática basada en la real esclavitud, con el moderno Estado representativo espiritualista-democrático que descansa sobre la esclavitud emancipada, sobre la sociedad burguesa. ¡Qué gigantesca ilusión, la de tener que reconocer y sancionar en los Derechos del hombre la moderna sociedad burguesa, la sociedad de la industria, de la competencia general, de los intereses privados que persigue libremente sus propios fines, de la anarquía, de la individualidad natural y espiritual enajenada de si misma y, al mismo tiempo y a posteriori, anular en los individuos concretos las manifestaciones de vida de esta sociedad a la manera antigua!

Esta ilusión cobra tintes trágicos cuando Saint-Just, el día de su ejecución, apuntando al gran cartel sobre los Derechos del Hombre colgado en la Conciergerie, exclama con orgulloso amor propio: "C'est pourtant moi qui ai fait cela" (Y, sin embargo, soy yo quien ha hecho eso). En aquel cartel se proclamaba precisamente el derecho de un hombre que no puede ser el hombre de la comunidad antigua, del mismo modo que sus relaciones económicas e industriales no son ya las de la antigüedad...>> (K.Marx-F.Engels: "La Sagrada Familia".)

En cuanto al imperio de Napoleón Bonaparte, a diferencia de Robespierre que luchó contra la burguesía en nombre de ideales anacrónicos, Napoleón se vio enfrentado a ella porque en lugar de poner el Estado al servicio del interés privado, pretendió que los intereses privados se pusieran al servicio del Estado, al que consideró como un fin en sí mismo. Napoleón no era un iluso como Robespierre. Había comprendido y aceptado todas las consecuencias de que la sociedad capitalista se rija por el interés privado y estuvo siempre dispuesto a defenderla de las tentaciones revolucionarias. Pero al mismo tiempo quería convertir a esa sociedad en sirviente del orgullo nacional francés que vio simbolizado en el Estado Imperial y en su propia persona, algo que, a la postre, fue a contrapelo de las crecientes necesidades de valorización del capital en ese país. Con su política dio satisfacción al nacionalismo francés. Pero sus prolongadas y costosas guerras acabaron lesionando los intereses no sólo políticos, sino también económicos de la burguesía. Fue así como se llegó a una situación en que los agiotistas provocaron una crisis de desabastecimiento de tal magnitud que obligaron a Napoleón a demorar en cerca de dos meses su campaña contra Rusia, lo cual hizo que ésta fuese lanzada en una época militarmente desfavorable, preparando su derrota y posterior caída:

<<Es cierto que Napoleón había sabido penetrar ya en la esencia del Estado moderno y comprender que éste tiene como base el desarrollo sin trabas de la sociedad burguesa, el libre juego de los intereses privados, etc. Napoleón se decidió a reconocer estos fundamentos y a protegerlos. Él no era ningún terrorista fanático y soñador. Pero al mismo tiempo, Napoleón seguía considerando al Estado como un fin en sí mismo y veía en la vida burguesa solamente un tesorero y un subalterno suyo, que no tenía derecho a poseer una voluntad propia. Y puso por obra el terrorismo, al sustituir la revolución permanente por la guerra permanente. Satisfizo hasta la saciedad el egoísmo de la nacionalidad francesa, pero reclamó también el sacrificio de los negocios, del disfrute, de la riqueza, etc. de la burguesía, siempre que ello fuera necesario para alcanzar las finalidades políticas de la conquista. Reprimió despóticamente el liberalismo de la sociedad burguesa -el idealismo político de su práctica cotidiana- pero sin preocuparse ya tampoco de sus intereses materiales más sustanciales, del comercio, ni de la industria, cuando estos entraban en colisión con sus intereses políticos. K.Marx-F.Engels: "La Sagrada Familia")

En 1878, Engels volvió sobre este asunto de la Revolución francesa a propósito de las ideas de un tal Dühring quien, como vosotros según habeis procedido, también creía en la autonomía de la política, hasta el extremo de afirmar que <<la situación política es la causa decisiva de la situación económica>>. Engels respondió diciendo lo siguiente:

<<Todo el mundo sabe que lo que ha ocurrido es lo contrario. El estamento burgués, inicialmente tributario de la nobleza feudal, compuesto de vasallos y siervos de todo tipo, ha conquistado una posición de poder tras otras a lo largo de una duradera lucha contra la nobleza, y en los países más desarrollados ha acabado por tomar el poder en vez de ésta; en Francia lo hizo derribando a la nobleza de un modo directo; en Inglaterra, aburguesándola progresivamente y asimilándola como encaje ornamental de la burguesía misma. Mas, ¿cómo ha conseguido eso la burguesía? Simplemente, transformando la "situación económica" de tal modo que esa transformación acarreó, antes o después, voluntariamente o mediante lucha, una modificación de la situación política- La lucha de la burguesía contra la nobleza feudal es la lucha de la ciudad contra la tierra, de la industria contra la propiedad rural, de la economía monetaria contra la natural, y las armas decisivas de los burgueses en esa lucha fueron sus medios económicos en continuo aumento, por el desarrollo de la industria, que empezó artesanalmente para progresar luego hasta la manufactura, y por la extensión del comercio. Durante toda esta lucha el poder político estuvo de parte de la nobleza, con la excepción de un período en el que el poder real (la monarquía) puso a la burguesía contra la nobleza para mantener en jaque a un estamento por medio del otro; pero a partir del momento en que la burguesía, aun impotente políticamente, empezó a hacerse peligrosa con la nobleza a causa de su creciente poder económico, la monarquía volvió a aliarse con la nobleza y provocó así, primero en Inglaterra y luego en Francia, la revolución de la burguesía. (F. Engels: "Anti-Dühring" Secc. II cap. IV: "La teoría de la violencia y el poder")

Si observamos el proceso histórico de la humanidad en su conjunto, es cierto que habiendo empezado descansando en determinadas funciones económicas, a medida que se fueron disolviendo las comunidades primitivas y la sociedad se hizo más compleja por efecto del desarrollo de la fuerza productiva y la creciente división del trabajo, el consecuente excedente económico permitió mantener a una burocracia improductiva de gestores y administradores de las funciones sociales colectivas. Es así como en los aledaños de la economía nace la política. Luego, en todo el período que va desde el despotismo oriental hasta las monarquías absolutas feudales -excepción hecha de las democracias esclavistas antiguas- ese poder político se "independizó" frente a la sociedad <<convirtiéndose de servidor en señor>>. Es entonces cuando el poder político puede actuar en dos sentidos:

<<O bien lo hace en el sentido y la dirección del desarrollo económico objetivo, en cuyo caso no existe roce entre ambos y se acelera el desarrollo económico, o bien obra contra este desarrollo, y entonces sucumbe, con pocas excepciones al desarrollo económico...>> (F.Engels: Op. cit.)

Y Engels cita brevemente entre estas excepciones casos aislados de conquistas en que los salvajes conquistadores más atrasados destruyen los avances de las fuerzas productivas del país conquistado porque no saben qué hacer con ellas. Tal es lo que hicieron los cristianos españoles con la mayor parte de las obras de irrigación tras su conquista de la España musulmana. No obstante, <<en la inmensa mayoría de los casos de conquista duradera>>, el conquistador más atrasado termina adaptándose a la situación económica más desarrollada del país conquistado. Y en especial referencia a la revolución francesa de 1789 y a la alemana de 1848 Engels afirma:

<<Pero cuando -aparte de los casos de conquista- el poder estatal interno de un país entra en contraposición con su desarrollo económico, como ha ocurrido hasta ahora, alcanzando cierto estadio, con casi todo poder político, la lucha ha terminado siempre con la caída del poder político. Sin excepciones e inflexiblemente, la evolución económica se ha abierto camino. Hemos citado ya el último ejemplo categórico: la revolución francesa. Si la situación económica y, con ella, la constitución económica de un determinado país dependieran, como quiere el señor Dühring, simplemente del poder político, no podría entenderse por qué, a pesar de su "magnífico ejército" no consiguió Federico Guillermo III, luego de 1848, injertar los gremios medievales y otras manías románticas en los ferrocarriles, las máquinas de vapor y la gran industria de su país, en pleno desarrollo...>> (F.Engels: ibíd.)

Autonomía relativa de la política y libertad como idea absoluta

Con la intervención de la OTAN en Yugoslavia se ha repetido la misma lógica. ¿Cuál es esa lógica? Apoderarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirlo en excedente a los fines de la cumulación.

Pero las condiciones históricas son hoy bien distintas respecto de 1848. No estamos ahora en la etapa infantil sino tardía del capitalismo, caracterizada por:

  1. El enorme desarrollo de las fuerzas productivas que coincide con un excedente crónico de capital, cuya contraparte social es el paro estructural masivo y la persistencia de la sociedad en la onda larga depresiva;
  2. La transnacionalidad y unidad política del capital.
  3. Tal como lo previeron Marx y Engels en el "Manifiesto Comunista", el proletariado de hoy día ha pasado a constituirse en mayoría absoluta de la sociedad a nivel planetario.

De la lógica invariable del capital y de las condiciones históricas objetivas sobre las que actúa, se desprenden las necesidades de cada clase universal. Desde el punto de vista de la burguesía en su conjunto, esta clase necesita hoy convertir las decenas de billones de dolares que circulan por el mundo bajo la forma de capital ocioso, en capital producivo, en capital que produce directamente plusvalor. Esta necesidad le induce a pugnar por apoderarse de millones de asalariados técnica e intelectualmente preparados, activos e inteligentes, que el capitalismo de Estado subsistente en países "postcomunistas" y/o dependientes, con proyectos anacrónicos de desarrollo autosostenido del capital nacional, impiden transformar en fuente de aprovisionamiento directo de plusvalor. Esta necesidad material del capital trasnacional políticamente unificado, determina el empleo de nuevas formas políticas de intervención, donde la hasta hace unos años intangible vigencia de la soberanía nacional nacida de la Revolución Francesa, es violada sin contemplaciones allí donde como en Yugoslavia, encuentra resistencia a las necesidades de valorización del capital a escala internacional.

¿Qué demuestra este comportamiento? Lo que Marx y Engels describieron ya hace más de 150 años:

<<Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más erxtensas y más violentas.>> (K. Marx-F.Engels: Manifiesto comunista" Cap. I)

Desde el punrto de vista del proletariado, las condiciones objetivas (y subjetivas de la burguesía) determinadas por la ley del valor, están planteando la necesidad de la revolución proletaria a gritos, los gritos del paro estructural masivo, de la participación cada vez menor del proletariado en el producto de su trabajo, del ahondamiento de las desigualdades sociales a nivel planetario y de la amenaza de otra guerra mundial de consecuencias catastróficas inauditas. De ahí que la crisis de la humanidad sea la crisis ideológica del movimiento político del proletariado. En tal sentido, proyectos políticos de acumulación del capital como el sostenido por el régimen encabezado por Milosevik, no tienen nada que ver ni con las necesidades del proletariado ni con las necesidades del capital social global.

Interpretar que la expresión "última instancia" prescribe y autoriza a postergar la consideración científica del factor económico, conduce a plantear la táctica y la formulación de las consignas de lucha con independencia de sus condiciones objetivas, a deducirlas directamente de la lucha misma. Algo así como tomarse la "libertad" de construir una casa empezando por el tejado. Cuando se entiende y asume la libertad política de un modo tan absoluto, la necesidad se encarga de poner las cosas en su sitio. La libertad política consiste en el conocimiento de la necesidad material, del orden de cosas a transformar, tarea sólo posible a través de la ciencia:

<<Por consiguiente, la tarea directa de la ciencia, según Marx, consiste en dar una verdadera consigna de la lucha, es decir, saber presentar objetivamente dicha lucha como producto de determinado sistema de relaciones de producción, saber comprender la necesidad de esa lucha, su contenido, el curso y las condiciones de su desarrollo. No se puede dar "una consigna de lucha" sin estudiar en todos sus detalles cada una de sus formas, sin seguir cada uno de sus pasos, en su tránsito de una forma a otra, para saber determinar la situación en cada momento concreto, sin perder de vista el carácter general de la lucha, su objetivo general: la destrucción completa y definitiva de toda explotación y de toda opresión.>> (V.I. Lenin: "Quiénes son los amigos del Pueblo y cómo luchas contra los socialdemócratas" . Apéndice III. En "Obras Completas" Tomo I).

Lenin polemiza en este trabajo con los populistas de su tiempo, demostrando que el único fundamento de su política consistía en un inventario de las calamidades que atribuian a la inmoral e injusta conducta del zarismo:

<<El régimen de servidumbre es presentado, no como una forma determinada de organización económica, que engendró una explotación determinada, determinadas clases antagónicas, determinadas instituciones políticas, jurídicas, etc., sino simplemente como abusos de los terratenientes y como una injusticia respecto de los campesinos. La reforma campesina es presentada, no como el choque de determinadas formas y clases económicas, sino como una medida de las autoridades, "que eligieron" por error "un camino equivocado", a pesar de sus inmejorables intenciones. La Rusia de los tiempos posteriores a la reforma es presentada como una desviación (política) del verdadero camino, acompañada por calamidades para el trabajador, y no como determinado sistema de relaciones antagónicas de producción quie tiene determinado desarrollo. (determinado en el sentido de que es independiente de la voluntad política de nadie, en tanto no se revolucione semejante orden de cosas, en tanto no se cambie la organización social del trabajo)>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En el conflicto yugoslavo acabaís de repetir exactamente la conducta y el criterio de los populistas a principios de siglo. No hay más que leer vuestros manifiestos, informes y comunicados, para comprobar que la posición política que habies adoptado, tan voluble como el curso de los acontecmintos, ha estado decisivamente influída por consideraciones superestructurales de tipo moral, humanitarias, jurídicas y políticas. Para vosotros, al parecer, en nada ha tenido que ver el hecho de que Yugoslavia no sea un colonia ni una semicolonia; que en ese país no haya tareas democrático-burguesas que cumplir y que, por tanto, la lucha contra el imperialismo allí sólo sea de posible solución efectiva mediante el programa socialista. Tampoco habeis reparado en el cambio cualitativo que la masa de capital acumulado a nivel planetario ha operado en la organización política del capital imperialista. Nos referimos a la internacionalidad y unidad política del capital imperialista en bloques transnacionales, realidad con que la burguesía abandona el concepto de autodeterminación y soberanía nacional, que hasta la intervención de la OTAN en Yugoslavia parecía todavía configurar todo el orden de relaciones internacionales. No vinculasteis para nada este cambio en la organización política del capital a la necesidad organizativa del proletariado para cumplir con eficacia su cometido de clase bajo estas nuevas condiciones objetivas. ¿Cómo ibais a hacerlo si os habeis tragado el infundio burgués de que el proletariado mundial está en franco proceso de regresión social?

Aun cuando el "viejo topo" ha venido haciendo lo suyo hace ya más de 50 años sobre la sociedad balcánica que triunfó sobre la ocupación nazi, para las actuales generaciones el telón de todo este drama histórico en los Balcanes pareció levantarse cuando en junio de 1991 Alemania reconoció la independencia de Croacia y Eslovenia. En realidad, no fue éste el primer acto político ni tampoco el último en la serie histórica que dibujó con trazos de sangre la contrarrevolución en Yugoslavia. Éste, el de Kosovo, con seguridad sí lo ha sido. Y aquí estamos de acuerdo con vosotros en que esta guerra marca un antes y un después, porque más bajo no se puede caer.

Las bombas de la OTAN han acabado por destrozar el anacrónico proyecto político burgués nacionalista dependiente serbio que impedía la libre penetración del capital imperialista en territorio Yugoslavo. Pero esta historia acabó así, porque

  1. el proletariado balcánico se sacudió el yugo nazi bajo la dirección del Partido Comunista Yugoslavo y ese éxito escamoteó en su conciencia que desde fines de los años veinte ese partido había abandonado el socialismo;
  2. aquella generación de trabajadores revolucionarios se durmieron sobre los laureles de su propia victoria, renunciando a la responsabilidad histórica de hacerse cargo de las grandes cuestiones políticas, dando así pábulo al sustitucionismo burocrático de las bases por las direcciones;
  3. semejante dinámica contrarrevolucionaria en encarnó en figuras como Tito y Milosevik, a través de cuya autonomía política relativa se pudo cortar todo vinculo político y memoria histórica entre el espíritu internacionalista que culminó en 1945 y el cretinismo nacionalista que acabó ahora por provocar la absurda matanza entre serbios y albaneses. La clave del éxito imperialista en esa parte del mundo no estuvo, pues, en el poderío económico y militar del capital internacional coligado, sino en la estupidez política del proletariado balcánico. Aunque parezca inmisericorde y arrogante, así hay que decirlo porque es verdad y la verdad siempre es revolucionaria.

El criterio idealista de la lucha de clases, científicamente impugnado con categórica autoridad por los creadores del materialismo histórico, es el que una vez más ha prevalecido entre los militantes prácticos del movimiento; en esta ocasión, a la hora de fijar posiciones ante la intervención de la OTAN en Yugoslavia, en general tan variadas y volubles como la "forma tosca" en que a cada cual se le dio espontáneamente por combinar en su cabeza el uso discrecional de la propaganda de guerra con principios abstractos acerca de la autodeterminación, la paz, la democracia, la justicia internacional y los DD.HH, así como con interpretaciones igualmente abstractas y diversas acerca de ciertos intereses particulares encontrados de las distintas potencias imperialistas intervinientes en el conflicto. La generalización de este criterio hace pensar que este episodio de la lucha de clases a nivel internacional, se explica por ese variado complejo de combinaciones superestructurales subalternas, y no por la objetiva tendencia del capital social global hoy más vigente que nunca, a apoderarse de la mano de obra explotable en países como Yugoslavia, para dar ocupación productiva a la ingente masa de capital ocioso que todavía mantiene peligrosamente al sistema en la onda larga de crecimiento lento iniciada a fines de la década de los sesenta. Para eso no hacía falta más que saber leer entre líneas los discursos y declaraciones de los dirigentes políticos y gobernantes más o menos implicados en este conflicto.

Por ejemplo: En su calidad de "representante especial de la Unión Europea para la RFY" Felipe González presentó en marzo pasado ante ese organismo multinacional un documento que tituló: "Ideas para una estrategia europea con vistas a la democratización de la República Federal de Yugoslavia y la estabilidad de la región". Desbrozando la forma eufemística típica de los políticos profesionales de la burguesía, de este documento se desprende con toda claridad la estrategia del capital imperialista para los Balcanes. Según Felipe González se trata de fomentar:

<<...la apertura y la transformación de las economías de los países de la región para facilitar su inserción en la economía internacional>> ("El País" 8/4/99 P.8)

Durante el breve discurso pronunciado la noche del 24 de marzo para anunciar el inicio de los bombardeos, Javier Solana sintetizó de forma igualmente eufemística el "pensamiento único" de las burguesías "nacionales" integrantes de la OTAN, acusando al régimen de Milosevk de "impedir la integración de Yugoslavia en Europa", o sea, de evitar la libre explotación del trabajo asalariado en ese país, donde, según datos proporcionados por Lorenzo Peña, sólo el 2% del PBI se produce y gestiona mediante la propiedad privada capitalista pura. El 27 de abril, el Secretario de Estado de asuntos Exteriores rumano sumaba a su país en este propósito de la burguesía internacional diciendo que:

<<No hay solución a la crisis de los Balcanes mientras siga en el poder Milosevik. Esta zona de Europa tiene que lograr una homogeneidad en la democracia y en la economía de mercado para prosperar, abrirse e integrarse en E. Y esto excluye la existencia de dictaduras, sistemas de partido único y sociedades cerradas. Estaremos muy contentos de poder cooperar cuanto antes con un nuevo equipo de gobierno en Serbia y Yugoslavia que esté decidido a poner fin a esta política demencial y quiere llevar a su pueblo hacia Europa>> ("El País": 28/4/99 Pp.10)

El 13 de mayo último, mientras vosotros llamabais a formar brigadas internacionales para combatir bajo la dirección política de gentes como Bogoljub Karik y Milan Mitrovik, los integrantes del GPM publicamos un documento que les hemos remitido donde previendo lo que ha pasado decíamos lo siguiente:

<<Por tanto, quienes en esta guerra se manifiestan por la defensa incondicional de Yugoslavia, no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués que induce a defender al débil frente al fuerte, anteponiendo la defensa de un antiimperialismo burgués pacato necesariamente perdedor, a la construcción de una eficaz estrategia de poder obrero contra el capitalismo internacional. Y el primer paso de esa estrategia debe consistir en una política conducente a la unidad internacional del proletariado, que ya tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital. Esto no tiene nada que ver con la defensa del nacionalismo colonialista que esgrime el actual régimen yugoslavo. Tampoco con el neutralismo pacifista. Sí con la conversión de esta guerra interburguesa en guerra revolucionaria contra el capitalismo.

Que esta consigna sea, de momento, imposible, hay que atribuírselo a la política internacional de la URSS tras la muerte de Lenin, que basó la construcción mundial del socialismo en poner al proletariado de los países dependientes al servicio de la pequeñoburguesía autóctona en lucha por utilizar la soberanía nacional para evitar o negociar la penetración del imperialismo en el territorio bajo su condominio, que es lo que está haciendo el régimen yugoslavo.>>

El 7 de junio seguían cayendo bombas sobre Serbia, vosotros habíais pasado a movilizaros por la paz y el régimen de Milosevik guardaba silencio ante la propuesta del G8 que acabó por aceptar poco después. Ese día, el periodista Juan Carlos Gumucio, enviado especial de "El País" en Belgrado, revelaba unas declaraciones de Bogoljub Karik, "poderoso y multimillonario ministro de Desarrollo Económico de Serbia":

<<Tranquilamente, desayunando en la terraza de su oficina, desde donde controla grandes sectores de la economía serbia, se manifiesta leal a Milosevik. Lo llama el "pilar central" del futuro yugoslavo. Pero Karik, que niega tener ambiciones políticas, debe saber secretamente que tiene un papel fundamental que jugar en el nuevo escenario político de Yugoslavia. Karik es considerado el motor real de las privatizaciones, del movimiento hacia un modelo económico ansioso de ser aceptado como parte de Europa. En la pared de su despacho existe una fotografía de Hillary Clinton, sonriente, junto a este hombre de 45 años, bigote amplio y hospitalario. Bogoljub Karik es una figura en la cual comienzan a fijarse algunos sectores que le atribuyen madera de líder. El problema es que no tiene partido político. Su jefe de estrategia, un economista llamado Milan Mitrovic, ha salido con una idea audaz: que los países de la Alianza Atlántica, los mismos países que han destruido con bombas la infraestructura económica de Yugoslavia, se embarquen ahora en una empresa de reconstrucción conjunta. Planteaba, por ejemplo, que se encarguen de hacer nuevos puentes y proponía que cada pasaje sobre los espectaculares ríos de este país llevaran nombres de ciudades de EE.UU y de Europa. En suma, una reconciliación poética. Moitrovic se echó a reír cuando se le preguntó si algún día habrá un puente -el mejor símbolo de unificación, contacto entre orillas distantes y alianza entre los que quieren proximidad, no bombas- que lleve el nombre de Rambouillet.>> ("El País" : 7/6/99 Pp. 4)

Nos falta opinar sobre los dos últimos párrafos de vuestras observaciones a la política propuesta por el GPM con relación al conflicto yugoslavo. Decís allí vosotros lo siguiente:

<<No sabemos exactamente a partir de qué momento empezáis a conocer nuestros materiales. Sería interesante, a efectos de este debate el saberlo para facilitaros algunos esenciales que os puedan faltar y que os podrían aclarar cómo tenemos en cuenta el materialismo dialéctico e histórico y luchamos continuamente contra el resurgir del idealismo en toda la política y filosofía de la izquierda y dentro del movimiento comunista. Por hoy creemos que hay materia para reflexionar y os rogamos que desde el ángulo de esta crítica que os hacemos hagáis una nueva lectura de vuestros propios materiales. Creemos sobre todo que el error más grave en el que estáis cayendo, y ese ya es práctico, es vuestra posición ante la guerra continua de agresiones, destrucciones y conquistas militares y económicas que esta llevando el imperialismo contra la humanidad y que determina la contradicción principal en estos momentos, sin que por ello los comunistas debamos olvidar, ni por un instante nuestro análisis de clase sobre la naturaleza del imperialismo y los objetivos de la revolución social mundial.

Pero toda revolución tiene que encontrar su punto de partida que no es, ni hay que confundirlo, con el punto de llegada. Y creemos que es aquí donde erráis. Conocéis suficientemente la teoría de Marx y de Lenin, y la práctica de este último, como también la de Marx, como para saber que no nos estamos sacando nada de la manga nuestra y tampoco empleamos citas sacadas del contexto histórico, sino orientaciones fundamentales del pensamiento y la práctica del marxismo-leninismo. Algunos llevamos ya mas de 35 años luchando contra el revisionismo sin admitir ningún centro del comunismo al estilo vaticano. Alguna experiencia teórica y práctica hemos adquirido>>.

De vuestra organización sólo conocemos lo que a través del correo electrónico nos habéis remitido sobre el conflicto yugoslavo, y no es necesario que aludáis a vuestra moral de compromiso con los ideales del comunismo porque no tenemos ninguna razón ni motivo para dudar de ello. Pero lamentamos sinceramente deciros que de vuestros argumentos y posiciones no nos parece que vayáis por ese camino, y a través de ésta y anteriores comunicaciones creemos haber aportado suficientes elementos de juicio en tal sentido.

Se ve que tenemos dos maneras distintas de razonar: Para nosotros, <<la guerra continua de agresiones, destrucciones y conquistas militares y económicas...>>, en modo alguno <<determina la contradicción principal>>, sino que es la forma extrema que tiene el capital imperialista de resolverla transitoriamente en épocas de crisis. Comprendemos vuestra sana indignación contra la barbarie y la mentira, pero volvemos a insistir con Lenin: desde el punto de vista de la eficacia política comunista en la etapa imperialista de la unidad internacional del capital, la contradicción principal está determinada no por la dialéctica particular entre las burguesías nacionales dependientes y el capital imperialista coligado -como insistís vosotros en sostener- sino por la dialéctica universal entre burguesía y proletariado. El resultado de este conflicto de clases en Yugoslavia acaba de aportar una vez más la prueba de la práctica del modo más rotundo. Por tanto, sin la unidad política comunista del proletariado a escala internacional, no hay posibilidad alguna de triunfo contra el imperialismo. Para eso trabajamos nosotros.

¿Qué esta consigna era de imposible realización? Lo sabemos. Pero, ¿qué sentido tiene hacer seguidismo de lo que el proletariado está dispuesto a hacer declinando lo que la historia exige en una determinada etapa de la lucha de clases? Esta fue la pregunta que Lenin le hacía a los partidarios de la nueva "Iskra" tras la derrota de la revolución de 1905. Después de citar el texto de un manifiesto escrito por un grupo de obreros de San Petersburgo tras el domingo sangriento, llamando al proletariado ruso a derrocar el zarismo y a implantar el gobierno de los obreros, Lenin dijo lo siguiente:

<<El llamamiento a la insurrección lanzado por este puñado de obreros de vanguardia que tomaron la iniciativa, quedó sin respuesta. Pero a nosotros no nos sorprenderían ni abatirían varios llamamientos infructuosos a la insurrección o varias "fijaciones" fracasadas de ésta. Dejemos que la nueva Iskra charle, con este motivo, de la necesidad de "una profunda transformación de las relaciones sociales" y condene con frases grandielocuentes "el utopismo" de los obreros que lanzaron el grito de ¡Hay que drerrocar al gobierno zarista e instituir nuestro propio gobierno! ¡Viva la revolución! ¡Viva la Asamblea Constituyente de los representantes del pueblo! (...) Lo importante para nosotros es registrar y subrayar esta notable e intrépida iniciativa de la solución del problema que tenemos directamente ante nosotros.

El llamamiento de los obreros petersburgueses no se ha realizado ni podía realizarse con la rapidez con que ellos deseaban. Más de una vez volverá a escucharse este llamamiento, y es posible que vuelva a pasar desapercibido, no una, sino repetidas veces. Pero el hecho de que los mismos obreros se tracen este objetivo encierra una importancia inmensa. Nada ni nadie arrebatará ya al proletariado la conquista del movimiento obrero que supone él haber cobrado la conciencia de la urgencia práctica de esta tarea y de proponérsela como la tarea inmediata y la más apremiante, en todo el movimiento popular>> (V.I. Lenin: "Dos Tácticas" en Obras Completas Tomo 8. El subrayado es nuestro)

En 1917, el proletariado Ruso tomó el poder siguiendo las consignas levantadas por este grupo de proletarios petersburgueses doce años antes. Fijémonos que al vincular el espíritu de "iniciativa" con la "solución del problema", Lenin da a entender aquí que las consignas políticas deben responder inequívocamente a lo que el proletariado necesita realizar según lo exigen las condiciones objetivas o materiales, no a lo que subjetivamente quiere, le gusta o está dispuesto a hacer en un momento determinado. Y las condiciones objetivas sólo se pueden hacer políticamente inteligibles teóricamente, mediante la aplicación de la teoría revolucionaria. Volvemos aquí a la disección que los reformistas han practicado con la máxima de Disraeli, a la diferencia que media entre reforma y revolución, entre la política entendida como "arte de lo posible" y como "arte de hacer posible lo necesario". Este seguidismo reformista de hoy tanto o más grave y contrario a los fines del comunismo que en la Rusia de 1905 y todavía más que cuando Stalin impuso esa disciplina a los partidos comunistas de occidente. Porque ni siquiera existe hoy un partido revolucionario. Hay que construirlo. Y ya nos direis vosotros qué táctica de construcción de una alternativa de unidad orgánica independiente del proletariado es esa de meter a los trabajadores sin partido bajo el ala política furiosamente anticomunista de burguesías nacionales enfrentadas por el imperialismo, como es el caso de la Serbia y la Albanesa. El resultado no puede ser otro que el odio, la división y el enfrentamiento sangriento al interior de la clase obrera de ambos países por causas que nada tienen que ver con sus intereses. Odio y división de clase que esta guerra -tal como vosotros habeis alentado que se lleve adelante y así ha sido- no ha hecho más que ahondar, como se está viendo.

Por todo lo dicho hasta aquí, os reiteramos que no podemos acordar con lo pensado y actuado por vosotros. Conste que estamos para aprender y que ese talante nos ha vacunado contra ciertas cosas. De modo que os agradecemos el consejo en la seguridad de que no volveremos a caer víctimas de <<ningún centro del comunismo al estilo vaticano>>. De ninguno. Menos aun del impuesto en Alemania por el revisionismo de Bernstein, cuya esencia fue desplegada por Stalin tras la muerte de Lenin para llevar a término su teoría del socialismo en su sólo país, a través de la táctica contrarrevolucionaria de los frentes policlasistas a la que vosotros por lo visto seguís abrazados. Insistimos con Marx: en política, la libertad no consiste en hacer lo que a cada cual le sale hacer de las narices. "La libertad es el conocimiento de la necesidad" o, lo que es lo mismo según Lenin: "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario".

Hace ya casi un mes les hemos remitido un correo para que nos dijerais si acordabais en que incluyéramos en nuestra página los textos donde polemizais con los argumentos y posiciones del GPM acerca del conflicto yugoslavo. En vista de que todavía no habeis contestado, interpretamos que no estais interesados en ello, por lo que hemos decidido publicar de cualquier manera ese material, eliminando toda referencia a vosotros, tanto personal como orgánica.

Saludos comunistas. GPM.