Autonomía relativa de la superestructura

Volvamos al análisis de Marx en "El 18 Brumario..." . Desde la puesta en práctica del código napoléonico que liberó al trabajo agrícola del yugo feudal, hasta la insurrección de junio de 1848 habían pasado dos generaciones. En todo ese tiempo, el despliegue de la lógica del capital había llevado la ruina al moderno campesino parcelario:

<<Después de que la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos en propietarios libres de su tierra, Napoleón consolidó y reglamentó las condiciones bajo las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les acababa de asignar, satisfaciendo su afán juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de propiedad consolidada en Francia por Napoleón. (...) Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado inevitable: empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del agricultor>> (K. Marx: Op.cit. Cap. VII)

Marx describe las mayoriatrias condiciones miserables de vida en el campo: dieciseis millones de campesinos (inclluyendo las mujeres y los niños) vivían en cuevas, una gran parte de las cuales con sólo una abertura, otra parte dos y las "privilegiadas" tres:

<<Por tanto, el interés de los campesinos no se halla ya, como bajo Napoleón, en consonancia sino en contraposición con los intereses de la burguesía, con el capital. Por eso los campesinos encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués>> (ibíd)

Sin embargo, en la insurreción de junio el campesinado francés dio la espalda al proletariado. ¿Por qué? Por la autonomía relativa de la superestructura ideológica; en este caso, jurídica y política. Los campesinos pobres habían visto todas las posiblidades de su emancipación social no en sus propias luchas sino en su producto: el Código napoleónico y el Imperio. Procedieron según quienes profesan la religión, que se hacen a la creencia de un Dios creador para luego afirmar que Dios les creo a ellos. Las condiciones materiales que a instancias de las luchas sociales determinaron la emancipación política del campesinado habían desparecido, pero las formas jurídica y política en que esa emancipación se expresó seguían vigentes. Por tanto, vigente también la creencia de que el Código de Napoleón y el Imperio darían solución a sus males.

Según el materialismo histórico, este mecanismo ideológico se explica mediante el siguiente razonamiento: El derecho privado, tanto en la sociedad esclavista como en la sociedad feudal, era un privilegio del que sólo gozaban quienes eran reconocidos hereditariamente como amos o señores. Esta aparente determinación política del derecho a la propiedad, conformó un tipo de Estado en el que los intereses económicos aparecían confundidos con las funciones políticas exclusivas de las clases dominantes. El acceso a la propiedad estaba condicionado políticamente y las relaciones sociales lo eran de dependencia política directa de una clases sobre otras y de los individuos entre sí. El propietario de una cosa no lo era por su libre y directo derecho sobre ella sino por la condición de tal que el Estado confería políticamente a unos y negaba a otros según una estricta jerarquía social fijada de modo hereditario. De este modo, el Estado era la representación de determinados intereses particulares propios de una parte de la sociedad, de las clases dominantes. Era un Estado excluyente y parcial.

La revolución burguesa consistió en establecer la propiedad privada pura, libre de todo vínculo o condicionamiento político. Este hecho transformó las relaciones sociales de dependiencia política directa de unos sobre otros, en relaciones sociales materiales, esto es, mediadas por cosas, donde cada cual tiene derecho a disponer libremente de lo que es suyo. Esto es lo que el Código Napoleónico hizo entrar por la mollera del campesinado en relación con la tierra.

El derecho humano a la propiedad privada es, pues, el fundamento burgués de la libertad. Es el derecho a que cada cual se dedique a disfrutar de su patrimonio libre y voluntariamente sin preocuparse de los demás. Pero en tanto que el derecho individual al libre ejercicio de la propiedad no descansa en la unión de las personas sino en su separación, en el hecho de que cada cual trata de ejercer su libertad en provecho propio, se plantea aquí un conflicto entre la libertad de unos y otros, porque en semejante concepción del mundo y de la vida, cada persona encuentra en la otra no la realización sino la limitación de su propia libertad. De ahí la máxima del derecho burgués moderno: la libertad de cada uno termina donde comienza la libertad de los demás.

Estos límites los fija la ley que regula el ejercicio de la libertad entre los individuos que componen la sociedad civil, según el peso específico o montante dinerario de su propiedad, del mismo modo que el valor de los productos se calcula según el tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en ellos. Y en tanto todos los individuos aceptan esta ley reguladora se igualan ante ella, en cada situación tal como cada mercancía con sus equivalentes a través de una medida común de valor: "Tanto monta monta tanto". Finalmente, quien corre a cargo de promulgar las leyes y administrar justicia es el Estado, que así aparece a la conciencia colectiva como el representante de los intereses generales y la instancia donde todos los individuos en tanto ciudadanos se igualan entre sí.

De este modo, la sociedad quedó funcional y orgánicamente separada o dividida entre el Estado o esfera de los intereses generales y la sociedad civil o esfera de los intereses particulares, donde el Estado formalmente igualitario se convirtíó en incumbencia no sólo de algunos sino de todos los individuos de la sociedad convertidos así en ciudadanos, mientras que el funcionamiento de la sociedad civil siguió esencialmente sin ser incumbencia de nadie, quedando al ciego e incontrolable arbitrio de la ley del valor.

Con el desarrollo progresivo de la sociedad, la legislación se extiende a un número cada vez más complejo de situaciones y conflictos en que se expresan las incomprensibles condiciones economicas de vida de la sociedad . Siendo el reflejo de un reflejo, es decir, la expresión compendiada y codificada de distintas expresiones, cuanto más compleja se vuelve la sociedad, el discurso jurídico se aleja cada vez más de las ya incomprensibles condiciones económicas de vida de la sociedad. En medio de esta creciente opacidad del entendimiento, el hecho de que la ley se cumple aparece a la conciencia colectiva -sobre todo de las clases subalternas- como que la legislación, la política y el Estado son el fundamento de la sociedad civil y no al revés:

<<Los hombres olvidan que su derecho se origina en sus condiciones económicas de vida, como han olvidado que ellos mismos proceden del reino animal. Una vez la legislación se ha desarrollado y convertido en un conjunto complejo y extenso, se hace sentir la necesidad de una nueva división social del trabajo: se constituye un cuerpo de juristas profesionales, y con él, una ciencia jurídica. Ésta, al desarrollarse, compara los sistemas jurídicos de los diferentes pueblos y de las diferentes épocas, no como un reflejo de las relaciones económicas correspondientes, sino como sistemas que encuentran su fundamento en ellos mismos.>> (F. Engels: "Contribución al problema de la vivienda" 3ª parte II)

La comparación se hace reduciendo toda la legislación comparada a un común denominador: el derecho natural tan caro a la pequeñoburguesía. Y esa media por la que se dictamina lo que pertenece o no al derecho natural es lo que se entiende por justicia . A partir de aquí, la vigencia del derecho, en nuestro caso el Código de napoleón, reside...

<<En la aspiración aproximar cada día más la condición de los hombres, en la medida en que está expresada jurídicamente, al ideal de la justicia, a la justicia eterna >> (F.Engels: op.cit).

Por lo visto, esa ilusoria aspiración a ser beneficiarios de la justicia eterna pudo más en los campesinos parcelarios de 1848 que la terrible experiencia directa de las miserables condiciones reales de vida a las que habían sido arrojados por la lógica del capital prevista en el propio Código de Napoleón. Esas condiciones de existencia le impulsaban a plegarse a la revolución proletaria. Pero su conciencia, la que ganó con sus luchas contra el yugo feudal pero enajenó en el concepto de justicia eterna representada por el Código de Napoleón y el Estado burgués naciente, pudo más, y eso determinó el triunfo de la república burguesa:

<<A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeñoburgueses, el ejército, el infraproletariado (lumpenproletariat) organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población rural. Al lado del proletariado de París no estaba más que él sólo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportafdos sin juicio. Con esta derrota, el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria>> (K. Marx. Op.cit.)

¿Qué tenía que haber hecho el proletariado francés de entonces: renunciar al intento de vencer la resistencia ideológica del campesinado a completar su revolución agraria integrando sus aspiraciones en la lógica de la revolución socialista? Esta pregunta es ociosa porque fue contestada por la historia, y nosotros, con Marx, nos congratulamos de contar con ese grandioso patrimonio político en la memoria histórica del movimiento obrero revolucionario. Nada que ver con el estrecho y andrajoso patrimonio nacionalista burgués por el que que acaban de inmolarse los asalariados serbios y albanokosovares, enfrentados de modo tan sangriento como absurdo en este conflicto.

Acabamos de decir que el Estado bajo Luis Bonaparte alcanzó la máxima autonomía que el poder político puede alcanzar sobre el poder económico de la sociedad en el sistema capitalista: la que confiere la forma política del golpe militar bonapartista. Ahora bien, en primer lugar, todo poder político, independientemente de la clase a la que represente, ha descansado siempre sobre una función económico-social de carácter general o público y ha existido mientras cumplió con eficacia esa función.

En segundo lugar, la creciente separación o autonomía del poder político fue hasta cierto punto producto del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo y de su división dentro de la sociedad. Cuanto mayor es la fuerza social productiva del trabajo, mayor y más diverso es el excedente de riqueza y más compejo el entramado economico, social y político de la sociedad. El excedente hace necesario y a la vez posible, que una parte creciente de la población se separe de la producción directa para ocuparse exclusivamente de atender los asuntos generales de la sociedad.

En tercer lugar, la separación y relativa autonomía del poder político se explica en razón de que el desarrollo alcanzado por la fuerza productiva del trabajo no deja tiempo libre a los que realmente trabajan para ocuparse de hacer política, por lo que deben delegar esa función a una parte de la población liberada del trabajo real que resuelva esas cuestiones: la burocracia estatal.

Pero la acción política sólo tiene justificación, eficacia y vigencia histórica mientras vaya en el sentido que marcan las leyes del desarrollo real. En el caso de la primera Revolución francesa, por ejemplo, lo decisivo no estuvo en las circunstancias que llevaron a los interregnos del terror y del imperio napoleónico sino en determinar por qué ninguna de esas dos alternativas pudieron conservar el poder, del mismo modo que al lanzar un falso dado, lo decisivo no es que se mueva en una u otra dirección sino el hecho de que siempre se detiene sobre su base más pesada. ¿Podía la fracción política del Terror -basado en la exaltación de las virtudes cívicas de los esclavistas romanos- estabilizar su poder y presidir el proceso histórico de una época movida por la energía del vapor, y donde la ética o "sentido común" ciudadano estaba ya firmemente implantado en la práctica del contrato mercantil, en una formación social de hombres "libres" y formalmente iguales, algo que nada tenía que ver con las bases enconómico-sociales, jurídicas y políticas del esclavismo?

 

<<Qué los hombres revolucionarios sean romanos>> exigía Saint-Just a los encargados de dirigir el nuevo Estado, evocando los ejemplos de Codro, Licurgo, César, Catón, Catilina, Bruto, Antonio y Casio. ¿A qué resultado podía conducir una política que pretendía combatir a la burguesía en nombre de "los pobres" con una moral espartana, al mismo tiempo que aceptaba unos derechos humanos que eran la expresión de una convivencia basada en la propiedad privada pura y el mercado capitalista?

<<....Robespierre, Saint-Just y su partido perecieron por haber confundido la antigua comunidad realista democrática basada en la real esclavitud, con el moderno Estado representativo espiritualista-democrático que descansa sobre la esclavitud emancipada, sobre la sociedad burguesa. ¡Qué gigantesca ilusión, la de tener que reconocer y sancionar en los Derechos del hombre la moderna sociedad burguesa, la sociedad de la industria, de la competencia general, de los intereses privados que persigue libremente sus propios fines, de la anarquía, de la individualidad natural y espiritual enajenada de si misma y, al mismo tiempo y a posteriori, anular en los individuos concretos las manifestaciones de vida de esta sociedad a la manera antigua!

Esta ilusión cobra tintes trágicos cuando Saint-Just, el día de su ejecución, apuntando al gran cartel sobre los Derechos del Hombre colgado en la Conciergerie, exclama con orgulloso amor propio: "C'est pourtant moi qui ai fait cela" (Y, sin embargo, soy yo quien ha hecho eso). En aquel cartel se proclamaba precisamente el derecho de un hombre que no puede ser el hombre de la comunidad antigua, del mismo modo que sus relaciones económicas e industriales no son ya las de la antigüedad...>> (K.Marx-F.Engels: "La Sagrada Familia".)

En cuanto al imperio de Napoleón Bonaparte, a diferencia de Robespierre que luchó contra la burguesía en nombre de ideales anacrónicos, Napoleón se vio enfrentado a ella porque en lugar de poner el Estado al servicio del interés privado, pretendió que los intereses privados se pusieran al servicio del Estado, al que consideró como un fin en sí mismo. Napoleón no era un iluso como Robespierre. Había comprendido y aceptado todas las consecuencias de que la sociedad capitalista se rija por el interés privado y estuvo siempre dispuesto a defenderla de las tentaciones revolucionarias. Pero al mismo tiempo quería convertir a esa sociedad en sirviente del orgullo nacional francés que vio simbolizado en el Estado Imperial y en su propia persona, algo que, a la postre, fue a contrapelo de las crecientes necesidades de valorización del capital en ese país. Con su política dio satisfacción al nacionalismo francés. Pero sus prolongadas y costosas guerras acabaron lesionando los intereses no sólo políticos, sino también económicos de la burguesía. Fue así como se llegó a una situación en que los agiotistas provocaron una crisis de desabastecimiento de tal magnitud que obligaron a Napoleón a demorar en cerca de dos meses su campaña contra Rusia, lo cual hizo que ésta fuese lanzada en una época militarmente desfavorable, preparando su derrota y posterior caída:

<<Es cierto que Napoleón había sabido penetrar ya en la esencia del Estado moderno y comprender que éste tiene como base el desarrollo sin trabas de la sociedad burguesa, el libre juego de los intereses privados, etc. Napoleón se decidió a reconocer estos fundamentos y a protegerlos. Él no era ningún terrorista fanático y soñador. Pero al mismo tiempo, Napoleón seguía considerando al Estado como un fin en sí mismo y veía en la vida burguesa solamente un tesorero y un subalterno suyo, que no tenía derecho a poseer una voluntad propia. Y puso por obra el terrorismo, al sustituir la revolución permanente por la guerra permanente. Satisfizo hasta la saciedad el egoísmo de la nacionalidad francesa, pero reclamó también el sacrificio de los negocios, del disfrute, de la riqueza, etc. de la burguesía, siempre que ello fuera necesario para alcanzar las finalidades políticas de la conquista. Reprimió despóticamente el liberalismo de la sociedad burguesa -el idealismo político de su práctica cotidiana- pero sin preocuparse ya tampoco de sus intereses materiales más sustanciales, del comercio, ni de la industria, cuando estos entraban en colisión con sus intereses políticos. K.Marx-F.Engels: "La Sagrada Familia")

En 1878, Engels volvió sobre este asunto de la Revolución francesa a propósito de las ideas de un tal Dühring quien, como vosotros según habeis procedido, también creía en la autonomía de la política, hasta el extremo de afirmar que <<la situación política es la causa decisiva de la situación económica>>. Engels respondió diciendo lo siguiente:

<<Todo el mundo sabe que lo que ha ocurrido es lo contrario. El estamento burgués, inicialmente tributario de la nobleza feudal, compuesto de vasallos y siervos de todo tipo, ha conquistado una posición de poder tras otras a lo largo de una duradera lucha contra la nobleza, y en los países más desarrollados ha acabado por tomar el poder en vez de ésta; en Francia lo hizo derribando a la nobleza de un modo directo; en Inglaterra, aburguesándola progresivamente y asimilándola como encaje ornamental de la burguesía misma. Mas, ¿cómo ha conseguido eso la burguesía? Simplemente, transformando la "situación económica" de tal modo que esa transformación acarreó, antes o después, voluntariamente o mediante lucha, una modificación de la situación política- La lucha de la burguesía contra la nobleza feudal es la lucha de la ciudad contra la tierra, de la industria contra la propiedad rural, de la economía monetaria contra la natural, y las armas decisivas de los burgueses en esa lucha fueron sus medios económicos en continuo aumento, por el desarrollo de la industria, que empezó artesanalmente para progresar luego hasta la manufactura, y por la extensión del comercio. Durante toda esta lucha el poder político estuvo de parte de la nobleza, con la excepción de un período en el que el poder real (la monarquía) puso a la burguesía contra la nobleza para mantener en jaque a un estamento por medio del otro; pero a partir del momento en que la burguesía, aun impotente políticamente, empezó a hacerse peligrosa con la nobleza a causa de su creciente poder económico, la monarquía volvió a aliarse con la nobleza y provocó así, primero en Inglaterra y luego en Francia, la revolución de la burguesía. (F. Engels: "Anti-Dühring" Secc. II cap. IV: "La teoría de la violencia y el poder")

Si observamos el proceso histórico de la humanidad en su conjunto, es cierto que habiendo empezado descansando en determinadas funciones económicas, a medida que se fueron disolviendo las comunidades primitivas y la sociedad se hizo más compleja por efecto del desarrollo de la fuerza productiva y la creciente división del trabajo, el consecuente excedente económico permitió mantener a una burocracia improductiva de gestores y administradores de las funciones sociales colectivas. Es así como en los aledaños de la economía nace la política. Luego, en todo el período que va desde el despotismo oriental hasta las monarquías absolutas feudales -excepción hecha de las democracias esclavistas antiguas- ese poder político se "independizó" frente a la sociedad <<convirtiéndose de servidor en señor>>. Es entonces cuando el poder político puede actuar en dos sentidos:

<<O bien lo hace en el sentido y la dirección del desarrollo económico objetivo, en cuyo caso no existe roce entre ambos y se acelera el desarrollo económico, o bien obra contra este desarrollo, y entonces sucumbe, con pocas excepciones al desarrollo económico...>> (F.Engels: Op. cit.)

Y Engels cita brevemente entre estas excepciones casos aislados de conquistas en que los salvajes conquistadores más atrasados destruyen los avances de las fuerzas productivas del país conquistado porque no saben qué hacer con ellas. Tal es lo que hicieron los cristianos españoles con la mayor parte de las obras de irrigación tras su conquista de la España musulmana. No obstante, <<en la inmensa mayoría de los casos de conquista duradera>>, el conquistador más atrasado termina adaptándose a la situación económica más desarrollada del país conquistado. Y en especial referencia a la revolución francesa de 1789 y a la alemana de 1848 Engels afirma:

<<Pero cuando -aparte de los casos de conquista- el poder estatal interno de un país entra en contraposición con su desarrollo económico, como ha ocurrido hasta ahora, alcanzando cierto estadio, con casi todo poder político, la lucha ha terminado siempre con la caída del poder político. Sin excepciones e inflexiblemente, la evolución económica se ha abierto camino. Hemos citado ya el último ejemplo categórico: la revolución francesa. Si la situación económica y, con ella, la constitución económica de un determinado país dependieran, como quiere el señor Dühring, simplemente del poder político, no podría entenderse por qué, a pesar de su "magnífico ejército" no consiguió Federico Guillermo III, luego de 1848, injertar los gremios medievales y otras manías románticas en los ferrocarriles, las máquinas de vapor y la gran industria de su país, en pleno desarrollo...>> (F.Engels: ibíd.)

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