Lógica económica e historia política

Ahora bien, que la insurrección de junio de 1848 se haya producido en contra de la fuerza interna del capital a erigir a la burguesía francesa en clase dominante a nivel nacional, a los efectos de nuestra polémica demuestra que la determinación de la historia por el factor económico no es de naturaleza mecánica ni automática; que la relación entre lógica económica e historia política, entre estructura y superestructura, no se agota en el sentido unilateral de causa-efecto, como sostienen los positivistas, sino que es una relación dialéctica cuyo contenido antagónico incluye ciertas formas políticas que aun cuando no pueden anular la tendencia general, contradicen esa fuerza. Por lo tanto, esto en modo alguno autoriza en ningún momento a desvincular las formas políticas de su contenido, a explicar la historia por los conflictos sociales y a estos por las razones que las clases esgrimen y las formas de lucha que adoptan en cada momento de su desarrollo. Estos errores teóricos de interpretación son los que inducen al erróneo criterio práctico de independizar la acción política de las tendencias internas del sistema.

La dirección y el sentido de la lucha de clases no se rige por las ideas en general o por las formas políticas en que se manifiesta, ni lleva en la frente escrito hacia dónde va; no puede ser explicada contemplativamente, ni se explica por sí misma. La historia no es más que la forma de manifestación a menudo caótica y contradictoria de fuerzas materiales internas que pugnan por sintetizarse en un resultado. Los factores de la superestructura, las luchas sociales y políticas, las guerras, la legislación, las teorías políticas, filosóficas, etc., lo que hacen es modificar en el sentido de retardar o acelerar su curso. Pero lo que no pueden es anular ni la fuerza ni el sentido de esas tendencias objetivas. Por su propia situación en la historia, además de la acción política directa a través de los aparatos ideológicos del Estado, de su policía y de su ejército, e indirecta a través de los partidos políticos afines en la sociedad civil, la burguesía en la etapa del capitalismo tardío es maestra en utilizar actividades superestructurales como la filosofía en general y la filosofía política en especial, todas las ciencias sociales, así como la literatura y hasta el deporte, para ralentizar la tendencia al derrumbe de su sistema. Una de sus argucias de mayor eficacia y resultado ha consistido y consiste en haber utilizado a la intelectualidad pseudomarxista para inculcar en el movimiento político proletario la concepción idealista que conduce a sustantivar la práctica política, a independizarla por completo de la teoría revolucionaria, de la economía política marxista, a desvincular la lucha de clases de su base material. La intelectualidad pseudamarxista pugna para que el proletariado piense y se comporte en política como piensa y actúa la burguesía.

Por ejemplo, en el terreno de la economía política, es sabido que los economistas burgueses explican la ganancia por los avatares históricos del plusvalor en el mercado, es decir, en la esfera de la circulación a instancias de la competencia. Pero la circulación del capital, su historia, no explica nada sino que, como afirma Marx:

<<es el fenómeno de la competencia lo que tiene que ser explicado (...) Todas las concepciones superficiales y erróneas del proceso global de la reproducción han sido deducidas del examen del capital comercial y de las ideas que suscitan sus movimientos peculiares en las mentes de los agentes de la circulación"(91)

La competencia -incluida la lucha por el salario- es la historia de la plusvalía. Pero su principio, su fuerza, su lógica, no está ahí sino en la esfera de la producción. Ambas categorías (historia y lógica) en relación dialéctica inescindible, son objeto para la ciencia de la economía política. Pero el núcleo lógico que convierte a esta disciplina en ciencia que hace posible la intelección del capital está en la producción de pluisvalor. Tal como el principio activo de la fotosíntesis se impone a través del proceso químico de la transformación del anhídrido carbónico en azúcar, la lógica del valor se impone a través de la competencia entre las distintas fracciones del capital y de estas con la clase obrera expresada en los precios del mercado, cuyas oscilaciones permanente parecen contradecirle por completo. Pero ni la vida vegetal se explica por la transformación química de sus elementos, ni la explicación del valor y de la ganancia se agota en el comportamiento de los precios. Para la burguesía, en cambio, el valor no se crea en el acto de la producción social sino en el acto del intercambio, por eso sacraliza al mercado, a la competencia, a la ley de la oferta y la demanda, donde la ganancia aparece como el excedente del precio de venta sobre el precio de costo.

Para la determinación de la naturaleza del valor y del plusvalor, o lo que es lo mismo, del capital y de la ganancia, Marx hace abstracción de la competencia, esto es, de la materia, de la historia del capital -incluso de la lucha de clases- para quedarse con su fuerza interna, con los elementos puros de su lógica. Abstraerse de la historia del capital metodológicamente implica suponer una situación de equilibrio en el que la oferta y la demanda coinciden y, por tanto, se anulan:

<<Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente -dice Marx en el Libro III de "El Capital"- dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor de mercado, y con más razón aun nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en una suma de dinero y no en otra. Las leyes internas reales de la producción capitalista obviamente no pueden explicarse a través de la interacción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes sólo aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda cesan de actuar, es decir, cuando coinciden>>.(K.Marx: "El capital" sección Segunda Cap. X)

Sólo así se puede hallar el secreto de la explotación capitalista y el vector de su historia. Y sólo desentrañando este secreto es posible acabar cuanto antes con la historia del capital como proceso histórico natural donde el producto domina a sus productores, para iniciar la verdadera historia, la historia como proceso plenamente consciente por parte de quienes la protagonizan:

<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento -y el objetivo último de esta obra, es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna, no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto>> (K. Marx: El Capital" Prólogo a la primera edición alemana)

En suma, la competencia sólo permite ver la interacción entre las diversas fracciones del capital, cuando de lo que se trata es de descubrir y explicar el comportamiento del capital social global, del capital como totalidad estructurada. Quienes -como vosotros- se han implicado prácticamente con a burguesía dependiente serbia en lucha contra el capital multinacional coligado, han procedido como quienes exponen su capital creyendo que el valor y la ganancia surgen de su interacción con las demás fracciones del capital en el mercado. Las peregrinas elucubraciones acerca de lo que supuestamente persigue una fracción u otra del capital transnacional respecto de las demás, se quedan en los epifenómenos políticos del mercado capitalista dentro del sistema. Se pierde así así toda posibilidad de elaborar una táctica y estrategia independientes, revolucionarias, contribuyendo a ese desvarío dentro del movimiento obrero.

Ontológicamente hablando, fenómenos como los precios, las huelgas y las guerras se encuentran comprendidos en la realidad social y dan al movimiento histórico su cambiante fisonomía, en tanrto formas de manifestación de esa realidad. En este sentido "coinciden" o "concurren" con ella. Pero desde el punto de vista lógico son su antítesis o negación. El principio lógico de un objeto cualquiera está en la organización de su materia, en tanto que su forma de manifestación, "corriendo siempre por delante" de su razón, aunque parezca negarle en su mera tangibilidad deja, sin embargo, enigmáticamente, la señal de su devenir necesario. En menos palabras, la materialidad o forma en que la realidad se muestra, no es más que el devenir de su logos íntimo tendiendo a su realización. Así como el síndrome de Down tiene su principio activo en la existencia de un cromosoma 21 que sobra, los síndromes del capitalismo, sus formas superestructurales, tienen su principio activo en el doble carácter del trabajo, o lo que es lo mismo, en la existencia de una clase que sobra. Es tarea de la ciencia social hacer abstracción de todos los "influjos perturbadores" que puedan oscurecer la naturaleza del objeto investigado. Tal es el método de investigación de Marx que le ha permitido descubrir el valor oculto en la forma del valor o valor de cambio y, a instancias del descubrimiento del doble carácter del trabajo contenido en la mercancía, poder formular las leyes generales de la acumulación del capital para poder predecir así el desarrollo del capitalismo ulterior a su época. Este mismo método es el que permitió a Lenin prever para predecir lo que en su tiempo sólo era una tendencia sin pizca todavía de evidencia empírica: la multinacionalidad y unidad internacional de los grandes capitales.

Tal como ocurre con la evolución de los precios en economía política, las marchas y contramarchas de la lucha de clases tampoco explican nada, sino que son esos hechos, precisamente, los que necesitan ser explicados. Los historiadores al uso, sólo entienden la historia tautológicamente, como un proceso dinamizado por ella misma, esto es, por la sucesión de actos políticos, religiosos, culturales, raciales, etc.:

<< Por ejemplo, si una época se imagina que se mueve por motivos "políticos" o "religiosos", a pesar de que la "religión" o la "política" son simplemente las formas de sus motivos reales, el historiador de la época de que se trate acepta sin más tales opiniones. Lo que estos determinados hombres se "figuran", se "imaginan" acerca de su práctica real se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres. Y así, cuando la forma tosca con que se presenta la división del trabajo entre los indios y los egipcios provoca en estos pueblos el régimen de castas propio de su Estado y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas fue la fuerza que engendró aquella forma social>> (K.Marx-F.engels: "La Ideología alemana" Cap.II.8)

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org