El empleado comercial de una empresa industrial

En primer lugar, hay que señalar que no por eso dejaría de ser capital comercial, sólo que no sería autónomo sino adjunto al capital industrial. Al principio sería muy pequeño en comparación con la inversión productiva, y el tiempo de circulación puede ser atendido por el propio capitalista industrial sin necesidad de que este capital comercial tenga que adquirir forma orgánica dentro de la empresa.

Pero a medida que se amplía la escala de la producción aumentan las operaciones comerciales, tanto para vender el producto como para contratar los factores de la producción. Llega un momento en que si no quisiera ver seriamente mermado su tiempo dedicado a dirigir la producción, el capitalista industrial se vería precisado a emplear personal especializado en operaciones mercantiles, asalariados que darían a este capital adjunto la forma orgánica de sección o departamento comercial. Y aquí se presenta el problema a resolver, porque resulta que la significación económica de estos salarios comerciales sufragados por el capitalista industrial difieren del capital variable invertido en los trabajadores del departamento fabril. Incrementa los desembolsos del capital empresarial sin incrementar directamente el plusvalor. Así lo dice textualmente Marx:

< <El desembolso por ellos (los empleados comerciales) aunque se lo efectúa en la forma de salarios, difiere del capital variable desembolsado en la compra del trabajo productivo. Incrementa los desembolsos del capitalista industrial, la masa del capital que hay que adelantar, sin incrementar directamente el plusvalor. Pues es un desembolso, pagado por trabajo, que sólo se emplea en la realización de valores ya creados» (Ibíd)

Fijémosnos que Marx no niega que los empleados comerciales incrementen el plusvalor del capital, dice que no lo incrementan directamente, con lo cual está significando que contribuyen de algún modo a incrementarlo. El razonamiento en que se apoya esta afirmación implícita es el siguiente:

  1. Está claro que desde el punto de vista de la producción directa, estos trabajadores constituyen una pura detracción o deducción del plusvalor generado en esa fase del proceso de acumulación. De ahí que, al mismo tiempo que trata de emplear la mayor cantidad posible de trabajadores de fárica, el capitalista industrial reduce al mínimo posible los empleados de su oficina comercial. Esta distinta relación que mantienen con su patrón, es una de las características que distingue a los trabajadores del comercio dependientes del capital industrial.
  2. Pero la sociedad capitalista consiste en la acumulación de capital, y si como es cierto que estos trabajadores cumplen una función no sólo necesaria sino imprescindible en ese proceso, la conclusión lógica es que,
  3. de algún modo contribuyen a la producción de plusvalor y al proceso de acumulación en su conjunto. ¿De qué modo? Detengámosnos un poco más en los tres puntos del razonamiento precedente: los trabajadores comerciales no producen valores; el resultado de su trabajo no se traduce en producto de valor alguno. Por lo tanto, no se trata sólo de que no producen plusvalor, sino que, con su trabajo, no aportan siquiera un sólo céntimo de valor a los medios de consumo con los que reponen diariamente su fuerza de trabajo. Desde este punto de vista, los trabajadores comerciales parecen no tener ninguna razón económica de existencia social. Pero a juzgar por lo que les dicta la ley del valor y así lo reflejan las estadísticas, la burguesía no deja de contar con sus servicios y cada vez en mayor número. Esto nos obliga a penetrar un poco más en esta aparente paradoja. Si los trabajadores comerciales no producen valor ni plusvalor alguno, su trabajo "improductivo" debe ser pagado con cargo a una parte del plusvalor producido por los trabajadores fabriles. Como el resto de los asalariados, reciben diariamente el producto de valor -digamos- de seis horas, en concepto de salario; también, al igual que los demás, trabajan ocho. Pero ni en estas dos horas adicionales ni en el resto de la jornada laboral producen valor alguno.

Los trabajadores de la sección fabril, cumplen las mismas ocho horas y también reciben como salario el producto de seis horas. Pero durante cada jornada reproducen con su trabajo tanto el valor de su fuerza de trabajo como el plusvalor para su patrón. El precio de su trabajo es de ocho horas, mientras que el valor de su fuerza de trabajo insume seis de ellas. Pero ya vimos que el trabajo, es decir, el ejercicio de la fuerza de trabajo de estos empleados -en cuanto a tensión, despliegue y desgaste- no puede exceder el valor de los medios de subsistencia que consumen para reponerla. Están, pues, en condiciones de producir plusvalor para su patrón, sólo hasta el punto en que trabajando agotan la energía o capacidad laboral que diariamente le proporcionan los medios de subsistencia de su correspondiente asignación salarial. En síntesis: el trabajo de estos empleados tiene su límite en el valor de su fuerza de trabajo.

El caso de los trabajadores de la oficina comercial es distinto. Al no producir plusvalor, el precio de su trabajo coincide con el valor de su fuerza de trabajo. Por lo tanto, el trabajo que pueden realizar -y de hecho realizan- no está limitado por el valor de su fuerza de trabajo sino por menos de ese coste. La sociedad usa y consume su fuerza de trabajo en la esfera de la circulación durante ocho horas, pero le paga por lo que representan sólo seis. No paga esas dos horas, aunque el que las cumple las gasta. Tampoco se apropia de plusproducto ni de plusvalor alguno. Pero esas dos horas que el trabajador comercial dedica a realizar el capital productivo, constituyen una reducción de los costes de circulación, que así disminuyen en 1/4, de ocho horas a seis.

Como ocurre con los asalariados de la sección fabril, lo que el empleado comercial aporta a su patrón industrial, es más de lo que le cuesta. Pero a diferencia del resto de los trabajadores productivos, ese aporte no consiste en gastar su fuerza de trabajo creando más valor que el que representa su coste de reposición o salario, sino en reducir este costo salarial del capital, abreviando con su trabajo -que resulta ser así, en parte, impago- el tiempo de las operaciones comerciales de venta y de compra, con lo que, sin producir directamente plusvalor, contribuye al aumento de su masa por unidad de tiempo empleado en cada rotación. Tal es lo que significa el párrafo siguiente:

< <El trabajador de comercio no produce plusvalor en forma directa. Pero el precio de su trabajo está determinado por el valor de su fuerza de trabajo, es decir de sus costos de producción, mientras que el ejercicio de esa fuerza de trabajo, en cuanto tensión, despliegue y desgaste de dicha fuerza, no se halla limitado en modo alguno, como en el caso de cualquier otro asalariado, por el valor de su fuerza de trabajo. Por ello, su salario no guarda relación necesaria alguna con la masa de la ganancia que ayuda a realizar al capitalista (no disminuye históricamente en relación con el plusvalor que crea, sino que está en función de la tendencia del capital a reducir los costes de circulacíón). Lo que le cuesta al capitalista y lo que le reporta son dos magnitudes diferentes (de un mismo rubro: el plusvalor creado en la producción). Le reporta algo no por el hecho de crear directamente plusvalor para él, sino porque lo ayuda a disminuir los costos de la realización del plusvalor, en la medida en la que efectúa trabajo, en parte impago (en nuestro ejemplo, 1 /4 de la jornada laboral). > > (K.Marx: lbíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

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