V

El mercado capitalista es el entramado de vínculos mercantiles y monetarios, que, a través de la oferta y la demanda, determina la producción y distribución de la masa de bienes y sus respectivos valores a repartir entre las clases y sectores de clase, en un proceso continuo que opera independientemente de la razón y la voluntad de nadie. De ahí que, para Marx, la circulación de los valores en el mercado, sea el fundamento absoluto de la producción capitalista, porque es ahí, en el mercado, donde se determina, también objetivamente, la distribución del producto de valor entre salario y plusvalor, y donde el plusvalor se convierte en ganancia industrial, interés del capital de préstamo, ganancia comercial, y renta. El carácter objetivo e histórico o transitorio del mercado capitalista, aparece explicado por Marx en el Libro I de "El Capital" (punto 4 del capítulo 1: "El fetichismo de la mercancía").

Es una realidad social objetiva independiente de la voluntad de quienes concurren a él. Esto es así, en virtud de que la propiedad privada sobre los medios de producción determina que cada productor de un mismo producto no pueda saber lo que hacen los demás, de modo que antes de ir al mercado con sus respectivos productos, ninguno de ellos sabe cómo y cuanto han producido los otros. En semejantes condiciones pueden ocurrir tres circunstancias: que la oferta sea equivalente a la demanda, que le exceda o que sea menor. En una economía de tales características, la oferta y la demanda jamás coinciden, y, si lo hacen alguna vez, esa coincidencia es casual y por completo inestable. Ahora bien, cuando el valor de la oferta es mayor que el de la demanda solvente, esto quiere decir que la sociedad ha despilfarrado trabajo social, ha empleado una cantidad de recursos productivos para fabricar por un valor que excede al poder adquisitivo capaz de realizarlo. El mercado se encarga de acusar ese despilfarro social y trata de corregirlo, haciendo bajar los precios de esos productos fabricados en exceso. Si, por el contrario, la demanda es mayor que la oferta: suben los precios estimulando así que los recursos productivos fluyan hacia la producción de los bienes faltantes.

Como hemos dicho ya, esto es así porque los distintos productores actúan independientemente los unos de los otros. Bajo el capitalismo, el acto de producir un mismo producto, se realiza con ausencia total de relaciones sociales entre los distintos productores (1) . Pero esta desconexión y desconcierto social a la hora de producir en la esfera económica de la producción, no sólo tienen por resultado las correcciones objetivas a cargo del mercado "ex post", ajenas por completo a la voluntad de nadie y siempre traumáticas a la hora de redistribuir los distintos recursos productivos de la riqueza creada. Y es que, las relaciones sociales en la esfera de la circulación, en el mercado, no pueden ser relaciones personales directas entre los productores de los distintos productos que ahora se ofrecen. ¿Por qué? Pues, porque, ahí, en el mercado, los productores como tales ya no existen; metamorfoseados en mercaderes desaparecen diluidos en la calidad y precio de los productos que ofrecen a la venta, se cosifican. Así, las relaciones interpersonales se convierten en relaciones sociales entre cosas. Hasta el punto de que no es el productor quien lleva su producto al mercado, sino que es su mercancía —el valor que representa y la calidad que contiene—, es "quien" en realidad le lleva a él al mercado convertido en mercader. Porta su producto pero no lo conduce. Entre otras razones porque no sabe si se va a vender, en qué cantidad y por cuanto.

Los burgueses, que no saben ni pueden saber qué va a ser de ellos al día siguiente, proceden sin embargo con el proletariado moderno respecto del mercado capitalista y la democracia formal, como las castas burocráticas dominantes en la edad del bronce con sus bases sociales subalternas respecto de las formas de vida surgidas en la Mesopotamia y Egipto, donde les ocultaban que la ciudad había surgido históricamente del campo y el Rey del Jefe de la tribu. Se trataba de inculcarles el prejuicio de que nada había cambiado jamás ni podía cambiar, y que esa institución teocrático-política de los faraones y su multitudinaria cohorte de burócratas era eterna. A pesar de que estaban plenamente justificados por la función que cumplían (2), los antiguos monarcas fueron precautoriamente elevados a la máxima dignidad y exaltación fetichista en Egipto, donde el trabajo excedente de los campesinos poseedores hereditarios de la tierra propiedad de la comunidad superior, fue convertido en trabajo necesario de esclavos que, por decenas de miles y durante varias generaciones, debieron ser alimentados sólo para levantar la consistencia pétrea de aquellas enormes formas geométricas monumentales, símbolo del poder omnímodo dimanante desde lo alto del vértice superior hacia abajo, como algo inamovible, fijo sobre la base social subalterna que le reconocía y soportaba.

En esa forma social, el desarrollo de las fuerzas productivas había conseguido que la agricultura se separe del artesanado urbano y se practicara el intercambio, pero el excedente individual era tan nimio, la división social del trabajo tan incipiente y el uso de la moneda tan limitado, que la producción no podía estar orientada hacia un mercado interior constituido y tampoco existió la figura del comerciante privado. La economía siguió siendo, por tanto, de tipo natural o de subsistencia. El tributo de las comunidades particulares a la comunidad superior permitió a ésta la acumulación de un excedente que favoreció el desarrollo de las ciudades y del comercio exterior. Pero este comercio fue ejercido no por particulares sino por funcionarios pertenecientes a esa comunidad superior.

Esta realidad empezó a desvanecerse cuando el arado de hierro permitió un excedente que preparó el pasaje de la propiedad colectiva a la propiedad privada de la tierra y, con ella, también al comercio privado interior y exterior. Desde ese momento, el arte arquitectónico de las pirámides fue perdiendo el valor político y religioso glorificador de una forma de vida social y política originalmente considerados eternos, que con el tiempo se demostraron tan provisorios como la base económica que les dio sentido en su momento. Y después, así como el arado mecánico y la energía hidráulica entraron sucesivamente en contradicción con las formas sociales esclavistas y serviles acabando por ser arrojadas al basurero de la historia, del mismo modo la irresistible tendencia a la generalización del automatismo en la producción tiende hoy día a dejar cada vez más sin sentido social a las relaciones de producción capitalistas, incluyendo el mercado y la democracia formal.

Con el progreso técnico incesante, el capital se acumula más rápido que la producción de plusvalor, agudizando las contradicciones del sistema bajo la forma de sucesivas rebeliones inconscientes de los explotados en el contexto de catástrofes humanas (económicas, bélicas, epidemiológicas, ecológicas) de frecuencia magnitud crecientes, hasta el punto de poner al proletariado ante la necesidad y la plena conciencia de su capacidad para comportarse como clase autoconciente que le impulsa cada vez con más fuerza a tomar la decisión de reemplazar la caduca forma social del mercado capitalista por la democracia de los productores libres asociados. En esas estamos.

 

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org


1 Las relaciones sociales entre los productores al interior de cada lugar de trabajo también son inexistentes, porque allí priva la voluntad del patrón. En todo caso, del reducido círculo social dirigente si la propiedad es colectiva. Otra cosa ocurre en el caso de varias fábricas de un mismo grupo empresarial dedicado a la producción de un mismo producto. A medida que opera la centralización del capital y las empresas oligopólicas se difunden, a través de la propiedad privada de los medios de producción se abre paso la necesaria relación social para la planificación racional de la producción entre las distintas empresas de cada grupo de empresas, tanto en el terreno nacional como internacionalmente. Así es cómo -desde el punto de vista del proceso productivo- el capitalismo anticipa el socialismo, del mismo modo que las modernas sociedades anónimas anticipan el socialismo dentro del capitalismo desde el punto de vista de la propiedad. volver

2 La génesis de este antecedente inmediato del Estado clasista, responde a la necesidad de grandes obras hidráulicas de servicio común, especialmente para regadíos, también para desecación, de los grandes valles aluviales de Egipto o la Mesopotamia, al igual que entre los Incas, cuya ejecución excedía los medios disponibles por las comunidades particulares. La realización de estos trabajos exigía fuerzas productivas y una dirección centralizada. Tal fue el poder de "función" que adquirieron las monarquías absolutas en base volver