Espontaneístas revolucionarios y leninistas "talmúdicos",
¿quiénes llevan la semilla del oportunismo?

Hoy, a despecho de esta experiencia aleccionadora, el BIPR demuestra no haber cortado del todo su cordón umbilical con el centrismo. Y no sólo eso, sino que, con su propensión a ir con la retórica más rápido que con la profundidad de pensamiento, han llegado a homologarnos con "esos grupúsculos partidistasque pretenden manipular aviesamente al proletariado, "imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia", han dicho textualmente, dando a entender que todos aquellos que seguimos el ejemplo de los marxistas rusos de fines del siglo XIX en parecidas circunstancias, esto es, empeñados, como nosotros, en enseñar y aprender sin prejuicios ni veleidades para unificar a la vanguardia revolucionaria dispersa en torno al materialismo histórico, somos unos sátrapas y los más sucios mercaderes de la política. A esta forma de organización previa a la construcción del partido, el BIPR le llama "partido providencia" 

Hasta aquí nadie en sus cabales discutiría al GPM la razón que le asiste en su crítica del espontaneísmo en materia de organización. Sin embargo, el GPM se equivoca cuando incurre en la generalización de las relaciones vanguardia-masas impuestas por el retroceso político e intelectual del movimiento de clase, fenómeno que estimamos asociado, de modo notable, a la profundidad de la contrarrevolución stalinista y al consuetudinario predominio de las prácticas SD’s (Socialdemócratas) y sindicalistas. Aunque las actuales circunstancias de aislamiento de las tentativas de construcción política comunista parezcan justificar una sobreestimación del rol de la organización, no podemos soslayar el mecanismo real que origina tal estado de cosas: la momentánea desmovilización de la clase a nivel internacional y la hegemonía absoluta de la ideología burguesa y las estructuras-superestructuras capitalistas sobre las expresiones organizadas de los trabajadores. Hoy, justamente, la evolución argentina nos da una señal de alerta sobre las inevitables desviaciones que lleva consigo el hacer hincapié en el rol de la organización partidista más allá de la cuestión de la dirección política. Una acentuación semejante corrobora inequívocamente el reinado de los muertos sobre el cerebro de los vivos. Llamamos a reflexionar sobre el enorme retroceso que comportaría imponerle de nuevo a las masas en estado de orfandad política la dictadura burocrática del partido-providencia. Muchos grupos y grupúsculos “partidistas” —cuyas tendencias comunes consisten en enfatizar cada vez más la importancia del aparato partidario— sólo comprenden dificultosamente y examinan con desconfianza los gérmenes revolucionarios de origen obrero. Ellos conciben al movimiento de los trabajadores exclusivamente en función de la propia actividad y exigencias del pequeño círculo partidario. Consideran que su función estriba en conducirlo y gobernarlo desde las alturas celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a su propia acción y fines, imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia.>> (BIPR: "Directrices....) (lo entre paréntesis es nuestro)

Esta manera de debatir, por la que, a falta de argumentos políticos se presupone esto o aquello para poder descalificar -incluso moralmente- al adversario, es tradicional entre la izquierda burguesa. Por ejemplo, en el contexto de lo que acabamos de citar, se presupone que nuestro pequeño grupo "sobrestima los problemas de organización" y que este presunto talante se presupone determinado por nuestra crítica al espontaneísmo en materia de organización, inspirada en nuestra tendencia al partido providencia en función de intereses de partido por encima de los intereses de la clase. Si se acude a nuestro website, se podrá comprobar que el interés y la propensión del GPM no va precisamente en dirección de combatir las tendencias espontaneístas en materia de organización partidaria. No hemos hecho ningún análisis ni intervenido en ninguna polémica que tenga semejante tema por motivo central de polémica. Nosotros estamos preocupados por combatir al espontaneísmo -muy especialmente a su rama reformista- en sus concepciones políticas generales. Aunque bien es cierto que el espontaneísmo reformista y el voluntarista suelen darse la mano a pesar de sus diferencias en cuanto a sus respectivas formas de lucha y medios de acción.

Y ¿por qué no estamos interesados en los problemas de organización? Pues, porque pensamos que en un momento de profundo retroceso ideológico y político como éste, no están dadas aun las condiciones ideológicas y políticas como para que los problemas de la organización partidaria alcancen la actualidad que el BIPR pretende poner en nuestras cabezas. Lo hemos dicho más de una vez y lo repetimos ahora: en materia de organización partidaria, para quienes ponemos los principios del marxismo como guía para la acción, la actual correlación política de fuerzas sociales no da para poder pasar del nivel organizativo molecular, ni siquiera celular. Y los que llegan a más que eso, es porque casi con toda seguridad, están hoy día mostrando el plumero de su oportunismo político más rampante.

El BIPR, por el contrario, sostiene que los problemas de organización del partido están hoy a la orden del día. ¿Por qué? Pues, porque su referente fundamental no es la ciencia social sino el puramente social: las masas. Fue Engels quien, en un intercambio de cartas con unos militantes alemanes residentes en EE.UU. entre 1886 y 1887, les aconsejó que se constituyeran como partido e ingresaran a ese movimiento sindical, los Knights of Labor (caballeros del trabajo), para participar en una de sus secciones con el fin de llegar a dirigirla a la espera de la que preveía como "inminente e inevitable ruptura del orden natural burgués". Engels creía que esto era posible estimando que por ser un movimiento de reciente formación, era lo "suficientemente maleable" como para ser conducido según la línea revolucionaria. Para él, sólo bastaba con que el partido fuera de composición obrera, sin importar que debiera asumir un programa "confuso y muy deficiente", el del movimiento, dado que ese mal sólo le parecía "transitorio", subsanable por vía de la experiencia de lucha de los propios asalariados:

<<Es mucho más importante que el movimiento se extienda, que progrese regularmente, que arraigue y abarque en lo posible a todo el proletariado norteamericano, a que arranque y progrese desde el comienzo con una base correcta y teóricamente perfecta. No hay mejor camino para lograr una clara comprensión teórica que aprender en los propios errores, en la amarga experiencia propia (...) sobre todo en una nación tan eminentemente práctica, que desprecia tanto la teoría, como los norteamericanos. Lo importante es llevar a la clase obrera a que se ponga en movimiento como clase; una vez logrado eso, no tardará en hallar el camino seguro, y quien se le oponga, H.G. o Pouderly, será echado tranquilamente por la borda con sus pequeñas sectas>> F. Engels: "Carta a Florence Kelley-wischnewetzky"  28/12/886)

Engels reconoció en esas cartas que sus consejos a los militantes alemanes en Norteamérica estuvieron inspirados en la táctica de construcción partidaria utilizada por Marx para formar la Primera Internacional. Como es sabido, esta organización fue la síntesis organizativa heterogénea de sindicalistas, socialistas proudhonianos, anarquistas bakuninistas, etc., de donde era imposible que saliera una unidad de acción política y también se sabe ya cómo acabó todo aquello. Marx y Engels debieron empeñarse a fondo contra los mas caprichosos y absurdos subjetivismos sectarios e idealistas, hasta que tras la derrota de la Comuna, se torno imposible coexistir con todas aquellas corrientes, especialmente con los anarquistas que se negaban a que el proletariado hiciera política.

Marx y Engels hablaban de aquella fallida experiencia como de un globo demasiado inflado que debía reventar y ellos se iban a encargar de desinflar a tiempo, cosa que ocurrió tras el Congreso de La Haya en 1872. El mismo Engels, en carta a Sorge del 12 de septiembre de 1874, escribía a propósito de la I Intrenacional en vías de disolución:

<<La Internacional ha dominado diez años de historia europea y puede contemplar su obra con orgullo. Pero ha sobrevivido en su forma anticuada. Creo que la próxima Internacional será, una vez que los trabajo de Marx hayan hecho su labor durante unos cuantos años, directamente comunista e instaurará nuestros principios>>. (Op.cit)

En cuanto a las previsiones de Engels sobre la base de su caracterización del presuntamente Nobel movimiento obrero norteamericano, en realidad no se trataba de "una masa todavía bastante maleable". En ese momento estaba ya dominada por las teorías pequeñoburguesas asimiladas al lassallismo, queriendo convertir a los obreros en pequeños propietarios con subsidios del Estado. Volvemos a lo mismo en el sentido de que el movimiento obrero puramente espontáneo no se ha dado jamás.

  Las tesis del BIPR, en general también se compadecen con los consejos de Engels en 1886/87 a los militantes alemanes en EE.UU. También supeditan el carácter del partido a la evolución en el grado de conciencia de los asalariados, de modo que los problemas de organización se resuelven según las tres ideas siguientes:

1)       El partido en tanto organización independiente o por separado de la vanguardia revolucionaria, es necesario y sólo se justifica, en condiciones de retroceso ideológico y político de los asalariados.

2)       En ese momento del proceso, el partido se debe adecuar sus proposiciones políticas no más allá del grado de conciencia y compromiso de la clase.

3)        En momentos de alza revolucionaria de las masas, la necesidad del partido como organización independiente desaparece y lo necesario pasa a ser el partido de masas, no ya de la vanguardia revolucionaria, sino del proletariado en su conjunto.

Estas tres ideas en materia de organización están presididas por la idea política de que la conciencia revolucionaria o autoconciencia, es un producto del propio movimiento espontáneo, y que la organización de los revolucionarios debe estar políticamente en función de él, Y SE CONSTRUYE en y con el movimiento espontáneo. De aquí se desprende que el partido se construye con un agregado social que no tiene por qué ser consciente de su propia acción, esto es, tener conocimiento de la táctica de clase conducente a los fines estratégicos revolucionarios, sino que basta con la plena disposición para la lucha inmediata, el cumplimiento de la disciplina colectiva y completa entrega a la "causa", condiciones todas ellas comprendidas en el principio de que la sustancia que enseña y genera conciencia de clase en los explotados, no es el contenido materialista histórico de la práctica teórica aplicado a la práctica política, sino la práctica política misma. Así lo han dejado dicho en su documento de réplica:

<<Es absolutamente anti-marxista y anticomunista pretender suplir la debilidad de la clase obrera, su persistente estado de víctima de la contrarrevolución, con la voluntad de un partido, de un aparato o, de cualquier modo, de una parcial organización de hombres y mujeres. Ciertamente, conforme lo hemos puntualizado ya en otro lugar, bajo circunstancias en las que la clase en sí no ha llegado a ser todavía una clase para sí, la construcción del partido revolucionario sólo puede adelantarse en condiciones de estricta separación de la clase. Pero la inescamoteable tarea de preparar, en las circunstancias de relativo aislamiento y de minoría no dirigente, las condiciones de la dirección futura, son inseparables del impulso a la clase en el sentido de erigirse en sujeto autónomo sobre la base de sus intereses históricos independientes y revolucionarios cuando son afirmados en la acción colectiva inmediata contra el capital. Inevitablemente, bajo la situación actual, la organización que pretenda dirigir a la clase debe necesariamente adecuarse a los niveles de sujeción burguesa que la clase expresa.>>

Estas ideas reproducen bis a bis la concepción de la lucha de clases que tenían los llamados "marxistas legales" en tiempos de Lenin, a principios del siglo pasado, cuyos dirigentes conocían la teoría marxista, pero la difundían esópicamente para desvirtuarla y así poder desentenderse de ella como "guía para la acción", adecuando su política de masas a lo que le gustaba escuchar y estaba predispuesto el movimiento espontáneo sujeto ideológica y políticamente a la burguesía.

Lenin y los bolcheviques, por el contrario, sostenían que la vanguardia revolucionaria no debe jamás hacer seguidismo a la espontaneidad del movimiento asalariado. Debe necesariamente participar en él defendiendo sus intereses inmediatos, luchando a su lado por mejores condiciones de vida y de trabajo; pero no debe renunciar jamás a vincular propagandísticamente estos intereses a los objetivos políticos estratégicos, ni dejar de combatir en su conciencia las ilusiones en este sistema de vida para la solución de sus problemas, lo cual induce a la colaboración de clases. Nada de esto les parece necesario a los espontaneístas, para quienes -como así parece ser el caso del BIPR- la conciencia de clase surge natural y espontáneamente de la lucha. Y si se plantean la necesidad del partido en momentos de retroceso y trabajan para ello, no lo hacen desde el espíritu de ruptura con el capital y de unidad de voluntades políticas presididas por las exigencias del materialismo histórico, sino como un simple agregado social de seres "para sí", cuya expresión organizativa "independiente" anticipe lo que será el partido revolucionario de masas. 

Al revés de lo que el BIPR piensa que ocurre con el GPM implicándonos en una supuesta dinámica sustitucionista de las masas, nosotros también pensamos, con Lenin, que al acto de la revolución se llega a condición de que en él -aunque en distinto grado- participe el conjunto del proletariado. Una minoría relativa, como protagonista consciente, el más activo y decidido: los miembros del partido; otra parte, más numerosa que la anterior, adhiriendo y acompañando con un grado de compromiso menor; finalmente, otra de magnitud variable se mantiene al margen junto al grueso de la pequeñoburguesía, neutralizada por los movimientos de masa de magnitud en lucha contra el sistema. Con esto queremos decir que, dado el desarrollo político desigual del proletariado, la organización de los revolucionarios no puede llegar a ser el partido de las más amplias masas, como propone el imaginario espontaneísta.

En este sentido, dada la "momentánea desmovilización de la clase a nivel internacional", en absoluto se justifica "una sobreestimación del rol de la organización" política de masas. Esta tarea, insistimos, sólo puede ser hoy día motivo de preocupación, para los elementos más inescrupulosamente oportunistas y arribistas del movimiento, así como para quienes sin quererlo, se suben objetivamente al mismo carro del reformismo sin poder evitar el hacer escuela de oportunistas. De lo contrario, aquello de que "la existencia social determina la conciencia" quedaría desvirtuado por completo. Ya nos hemos referido a este tipo de desviaciones (ver nota 32), a propósito de lo que al BIRP le pareció el hecho de que hiciéramos referencia a un documento publicado en el website de los compañeros, quienes obligados por las circunstancias debieron reconocer que no comparten. Y lo peor del caso es que, acusándonos de proceder "insidiosamente", pretendieron desviar la atención del lector sobre su rasgo de oportunismo, típico de quienes se preocupan de sumar heterogeneidades políticas. Nosotros estamos en las antípodas de este método de construcción y así lo decimos en el epígrafe de nuestro "¿Qué somos?":

<<Sólo estamos dispuestos a trabajar con quienes sientan más terror al vacío ideológico en sus conciencias, que al vacío social en torno suyo>>

No se trata, pues, de si se sobrestiman o subestiman las cuestiones de organización respecto de la situación de la lucha de clases, sino si, dada determinada situación, se privilegian o no las tareas, formas de lucha y medios de acción que las condiciones de la correlación política de fuerzas exige en cada momento. Y nosotros decimos que, en este período de retroceso en las luchas, de confusión ideológica y de dispersión organizativa de la vanguardia revolucionaria, las condiciones de la lucha de clases imponen privilegiar la formación teórica y la lucha ideológica.

Con la misma carga de descalificación dirigida a lo que se quiere hacer creer que es la línea de flotación en organizaciones adscriptas al leninismo, el BIPR nos viene a acusar implícitamente de filiación stalinista, adoptando el infundio de que entre leninismo y stalinismo en materia de organización no hubo solución de continuidad. Así lo dicen explícitamente en otra parte del documento: :

<<Según lo visto en anteriores confrontaciones con organizaciones que, al igual que el GPM, pretenden representar un camino concreto de superación crítica del viejo movimiento obrero socialdemócrata y stalinista, tampoco este grupo ha encarado la dificultad mayor, la de reconocer el defecto de fondo de la izquierda mundial después del tránsito de la Tercera Internacional al campo contrarrevolucionario: ver la organización política, el partido, no como el instrumento de la política revolucionaria en la clase, sino, al contrario, como el objetivo al cual plegar la política. No es entonces —para Stalin, los estalinistas, los socialdemócratas y, por lo que parece, también para un considerable número de trotskystas y críticos radicales de izquierda— la política del partido la que se plega al programa revolucionario, sino el programa (las posiciones políticas, los objetivos, los instrumentos  organizativos) el que se plega al partido, a su misma existencia y fuerza[54]. Su punto de referencia no es la clase, sus problemas, su condición; sino el partido>>.

Como si la concepción organizativa de un partido revolucionario no estuviera en función de los intereses históricos de la clase, de su estrategia de poder y de su programa político. Como si en todas estas cuestiones, entre el leninismo y el stalinismo no hubiera ninguna ruptura ideológica y política. El carácter general de clase de la acción política partidaria bajo el stalinismo, fue de raíz social esencialmente burguesa, particularmente basada en el statu quo entre la pequeñoburguesía y el proletariado soviético convertido en clase subalterna explotada; esta política interna tuvo su proyección al exterior de la URSS en la diplomacia del Kremlin tendente al statu quo con el imperialismo. De ahí que la estrategia de poder del stalinismo consistiera en garantizar el bloque histórico de poder entre la dirigencia burocrática que cristalizó en la URSS tras la muerte de Lenin, y la pequeñoburguesía rural y urbana. Su programa fue la diáfana expresión política tendente a consolidar ese bloque social de poder a expensas del proletariado.

Pues, bien, ni la concepción clasista de la acción política leninista al frente del Estado soviético, ni su estrategia de poder ni menos aun su programa, tuvieron nada que ver con el stalinismo. La práctica del partido bolchevique en vida de Lenin, demuestra que su carácter de clase fue netamente proletario. La resultante de su política exterior estuvo señalada por el vector ideológico del internacionalismo proletario; lo mismo cabe decir de su estrategia de poder tendente a la revolución mundial. 

                Habiendo logrado aparecer al mismo tiempo como albacea testamentario y heredero del leninismo, el stalinismo pudo invertir el signo de la revolución rusa, empezando por la naturaleza misma de la organización partidaria, tanto en el PCUS como en la Internacional. La camarilla burocrática presidida por Stalin, empezó rompiendo el espinazo de la concepción organizativa de los bolcheviques basada en el materialismo histórico, la teoría revolucionaria, como guía de la acción política partidaria y de la democracia interna, esto es, de la idea marxista de autoorganización del proletariado autoconciente en el partido, y desde el partido hacia el conjunto de la sociedad en tránsito al socialismo. Sólo mediante una paciente y tenaz labor de educación política basada en el materialismo histórico, es posible dejar sin aire al espíritu de la burocracia y hacer realidad la plena y activa participación de los cuadros revolucionarios en la vida del partido, y de los ciudadanos en la sociedad. El stalinismo fue y sigue siendo la negación de todo esto.

                Rosa Luxemburgo y Trotsky, que tanto criticaron la concepción organizativa de los bolcheviques denunciando que el centralismo democrático conducía a la centralización despótica del poder en manos de un grupo de intelectuales, debieron reconocer posteriormente que el grado de burocratización de un partido y, por extensión, de una sociedad dada, es directamente proporcional a la carencia de cultura política revolucionaria de sus miembros. Como Marx decía de los economistas burgueses que explicaban el valor por el espontaneísmo económico de la competencia, las luchas elementales de la clase deben encargarse de explicar "todas las faltas de lógica" en que incurren los espontaneístas políticos, cuando debieran ser ellos quienes se encargaran de explicar el fenómeno de la lucha de clases elemental, en vez de explicar la autoconciencia por la lucha de clases. Y por más vueltas que se le de al asunto, no hay otra forma de explicar la lucha revolucionaria que no sea por los contenidos del materialismo histórico en tanto guía para la acción política. Entonces se vienen abajo "todas esas faltas de lógica" que velan el fenómeno de la burocracia permitiendo ver que no radica en una determinada forma de organización, sino en una determinada forma de hacer política: el irracionalismo espontaneísta. Como que el nacionalismo que inspira la teoría del socialismo en un solo país, tanto como el statu quo entre pequeñoburguesía y proletariado que conforma la teoría de los frentes policlasistas, es la expresión política de la lucha de clases más elemental que no saca los pies del tiesto burgués.  

                La relación entre el "partido-providencia" y sus bases sociales reducidas a "rebaño", no es, pues, producto de la concepción leninista del partido, sino precisamente de su versión espontaneísta, que niega la importancia de la teoría como sustancia de la conciencia revolucionaria y del centralismo de su acción colectiva. Así, procediendo según el principio mecanicista de que la autoconciencia surge directa y espontáneamente de la lucha de los explotados, o, mejor dicho, de las contradicciones objetivas del sistema, una mayoría de militantes carentes de las herramientas fundamentales del materialismo histórico para poder pensar por sí mismos, se vuelven incapaces de aportar a la línea política del partido, delegando no menos espontáneamente esta tarea en sus líderes devenidos así en burócratas.

El antecedente más originario de la división burguesa del trabajo y de la burocracia partidaria en el movimiento proletario políticamente organizado, no fue, pues, el partido bolchevique tras la muerte de Lenin, sino la socialdemocracia alemana y demás partidos obreros integrados en esa corriente internacional reformista, donde una caterva de dirigentes partidarios al mismo tiempo funcionarios del Estado burgués, se limitaban a usufructuar políticamente la integración de sus clientelas políticas asalariadas al capitalismo, a instancias de la ley del valor, así convertidas en masa de maniobra absolutamente incapaz no ya de producir ideas políticas revolucionarias sino de comprenderlas y asumirlas, porque cuando se dio el momento propicio para ello, revolucionarios como Rosa Luxemburgo y Liebnekcht obraron según la creencia de que la conciencia revolucionaria surge de la lucha elemental de las masas, producto, a su vez, de las contradicciones explosivas en la base material del sistema. Stalin, quien, al parecer, aprendió mucho de esa lección,  no hizo más que copiar ese modelo de partido; pero la consolidación de esta nueva realidad partidaria -como en Alemania durante los veinte años previos a la revolución de l918/19- no fue la causa, sino la consecuencia lógica de la sociademocratización de la vida social y del Estado en la URSS.

                El partido bolchevique fue la negación de todo esto. Un partido no de masas, sino de cuadros[55] políticos conscientes y activos, verdaderos "tribunos del pueblo" producto de una disciplina de estudio y ejercicio político de la teoría revolucionaria por parte de los aspirantes, como condición para elevarse a la categoría de militantes de la organización, capacitados así para participar en los debates internos y decidir con conocimiento de causa sobre las pautas de acción, tanto como para trasmitir a las masas de asalariados sin partido los elementos racionales básicos que hacen a la autoconciencia de clase. Sobre esta base ideológica y política, la centralización de los actos imndividuales del partido o unidad de acción, era necesariamente el resultado de la libre discusión y el respecto a la democracia interna a la hora de decidir qué se hacía y cómo. Pero a condición estatutaria de que:

1)       el debate tenga por común denominador de análisis el método materialista histórico y la memoria política del movimiento.

2)       se respeten las decisiones aprobadas por mayoría en los congresos partidarios.

                Estos principios de funcionamiento han sido norma que el partido bolchevique cumplió e hizo cumplir en todo momento. La determinación por luchar sin concesiones contra el espíritu conspirativo de las camarillas, fue una regla permanente del partido bolchevique, formado por fuertes personalidades políticas, no por militantes de espíritu maleable. Los métodos conspirativos y las tendencias a la burocratización, sólo pueden cristalizar en partidos donde esos militantes de base, carentes de formación teórica, son mayoría. Y éste no fue, en general, el caso de los bolcheviques desde 1903 hasta finalizada la guerra civil que siguió a la toma del poder en noviembre de 1917. Además, los militantes bolcheviques siempre tuvieron bien claro que el centralismo en las decisiones a golpe de ucase, es todo un despropósito a los fines revolucionarios. En este contexto, la prueba de la práctica política pasa a ser el criterio absoluto de verdad. Y si para hacer esa comprobación respecto del leninismo nos quitamos antes las gafas del puro formalismo organizativo, veremos que la resultante política en todo ese período confirma el carácter netamente democrático del espíritu de partido demostrado por los bolcheviques. De hecho, las veces que Lenin quedó en minoría no fueron una ni dos. Y si no llegaron a ser muchas más, ello se debe a su insuperable conocimiento del herramental marxista -que contribuyó como nadie a enriquecer- y a su descomunal talento a la hora de analizar las distintas situaciones, así como a su no menos enorme capacidad didáctica y genio polémico.

Por otra parte, del mismo modo que sin univocidad en las categorías no puede haber discurso científicamente significativo, sin centralidad o sentido unívoco de la acción colectiva, tampoco puede haber práctica política definida y efectiva. Y este principio organizativo es válido para todo partido, cualquiera sea el signo ideológico de clase que lo anime. Además, como se ha dicho ya, de nada vale contar con instancias organizativas de decisión política "democrática", si quienes deben decidir en ellas no tienen pensamiento propio ni elementos de análisis para juzgar con certidumbre acerca del pensamiento ajeno. Por lo tanto, el criterio de identificar leninismo con stalinismo por la forma organizativa, es una completa falacia.

Respecto de la observación que nos hizo el BIPR cerca de que, a la vista de los sucesos de 1905 Lenin habría arrojado el lastre de su concepción "talmúdica" respecto de la relación vanguardia-masas y del partido (Ver "Directrices...."  cita al pie Nº 1), decir que, en efecto, lo que esa revolución (y posteriormente la de 1917) vino a demostrar es que lo dicho por Lenin en el capítulo 2 de su "¿Qué hacer"? en cuanto a que el proletariado espontáneo no puede por sí mismo superar su conciencia sindical, está claro que, desde entonces, fue desmentido por la historia, lo cual el mismo Lenin reconoció en su discurso ante el II Congreso del POSDR "Sobre el programa del partido" (22/07-04/08 de 1903), así como en el "Prólogo a la recopilación '12 años' " escrito en noviembre de 1907. En ese discurso ante el II Congreso, antes de la revolución de 1905, se justificó diciendo que para "enderezar el palo" de la idea sobre el carácter del proletariado espontáneo, había que torcerlo en igual medida pero en sentido contrario respecto de cómo lo tenían torcido los "economistas" en la opinión pública:

<<Hoy todos sabemos que los "economistas" se han pasado a un extremo. Para poner en claro las cosas, alguien debía ir hacia el otro, y eso fue lo que hice. Estoy convencido de que la socialdemocracia rusa tratará siempre de enderezar enérgicamente todo lo que ha sido torcido por el oportunismo de todo tipo, y que gracias a ello nuestra línea de acción será siempre la más recta de todas y la más adecuada para actuar.>> (V.I.Lenin: "Discurso...."

En efecto, lo que las dos revoluciones rusas han venido a demostrar, es que las luchas espontáneas del proletariado pueden ir más allá de lo puramente tradeunionista o sindical. De hecho, los soviests no fueron organizaciones sindicales sino instrumentos políticos de doble poder. En este sentido, la afirmación de Lenin quedó recusada.

Pero es falso que desde entonces Lenin haya abandonado su tesis “talmúdica” del "¿Qué hacer?". Aquí, el BIPR intenta emular a Martov, Axelrod y Larin en aquello de torcer el “palo” hacia las posiciones oportunistas. En realidad, con aquella rectificación, Lenin y los hechos históricos hasta hoy, dejaron en pié lo esencial de esa obra respecto de la relación vanguardia-masa, especialmente todo en cuanto a que, en sí y por sí, las luchas del proletariado espontáneo no pueden trascender los límites de las relaciones capitalistas de producción, porque esas luchas no logran independizarle de las estructuras fetichizadas del proceso de valorización sobredeterminadas por los aparatos ideológicos del Estado burgués.

La prueba histórica de que Lenin se ratificó en los fundamentos incontrovertibles de su concepción materialista histórica del partido expuesta en su “¿Qué  hacer?”, está en su lucha contra la propuesta menchevique de convertir el POSDR en un partido policlasista o “amplio”, compuesto también por eseristas, además de comunistas (socialdemócratas), en el que a estos últimos se les ofrecía el anzuelo de participar como “organizaciones de propaganda”. Aunque a iniciativa del menchevique Axelrod, esta idea fue desarrollada  por su colega Larin en un folleto titulado: Un amplio partido obrero y el congreso obrero”, que Lenin analizó en “La crisis del menchevismo” (7 dic. 1906). Allí Lenin calificó al “congreso obrero” de “mezquina aventura oportunista”...:

<<...Mezquina, porque no la sustenta ninguna gran idea, sino simplemente el fastidio del intelectual, cansado ya de la lucha tenaz por el marxismo. Oportunista, por la misma razón, y, además, porque ingresarían en el partido miles de pequeñoburgueses, que no tienen, ni con mucho, opiniones asentadas. Una aventura, porque en las condiciones actuales, semejante tentativa no aportará la paz, ni una labor positiva ni la colaboración entre los eseristas y los socialdemócratas –a quienes Larin atribuye amablemente el papel de “asociaciones de propaganda dentro de un partido amplio”- sino sólo una infinita agravación de la discordia, diferencias, las  divisiones, la confusión ideológica y la desorganización práctica>> (V.I. Lenin: Op. Cit.)

Como se advierte claramente, aquí Lenin se ratifica en la idea de que el centralismo democrático, esto es, la unidad de acción partidaria, no es un problema organizativo sino teórico-político, donde la teoría se asume como guía de la práctica. Y lo significativo para este debate, está en que Larín decía no querer diluir el partido en la clase, sino agrupar o cohesionar a la vanguardia. La misma preocupación que hoy compartimos con el BIPR. La diferencia está en la elección del ligamento para realizar esa cohesión. Para el BIPR el ligamento es la lucha elemental de los asalariados, mientras que, para el GPM ese ligamento es la teoría revolucionaria, el materialismo histórico aplicado a la realidad. De ahí que al BIPR no le inquieten las “diferencias de matiz” que preocupaban a Lenin a principios del siglo pasado y hoy nos preocupan a nosotros. Para el BIPR, estas "sutilezas" pertenecen al “leninismo talmúdico”.

En este punto, a modo de testimonio ilustrativo estimamos pertinente traer nuevamente a colación el incidente en torno al documento que el BIPR expone en su website, titulado: “El movimiento de los piquetes”. El incidente se produjo a raíz de que varios de cuyos pasajes han sido objeto de crítica por nuestra parte, actitud que a los compañeros del BIPR les pareció “insidiosa”, por considerar que esas no son sus posiciones[56]. En efecto, cuando lo leímos por primera vez, este documento estaba firmado por una organización llamada: “Circulo comunista de América Latina”. Al estar publicado en el website del BIPR, nuestra lógica “talmúdica” nos dio a entender que ese pensamiento era compartido. Una vez publicada nuestra crítica, recibimos un e-mail de la Organización de Obreros Comunistas, sección inglesa del BIPR, donde se nos comunicó que "El movimiento de los piquetes" no es un documento oficial del BIPR, por tanto, las opiniones vertidas allí no deberían haberse considerado como objeto de debate.

En ese escrito, los compañeros chilenos "tuercen el palo" más allá del extremo hacia donde lo llevaba torcido el propio BIPR. Ahora, ese trabajo de los chilenos sigue apareciendo en el mismo website, pero las siglas de su organización ya no figuran al pié del documento, que así se presenta como un documento del BIPR. Tal parece que, gracias al debate con el GPM, antes de lo previsto el BIPR ha pasado a ser una organización más "amplia", donde se refuerza la idea de que la línea política es lo de menos, porque la brújula de la organización revolucionaria está en las luchas elementales de la clase. ¿Qué será el oportunismo para estos compañeros?

Como hemos dicho ya, el BIPR nos ha puesto entre quienes cultivamos una versión de partido leninista "adaptada y ajustada al horizonte político burocrático-dictatorial del stalinismo". No será porque venimos siendo escrupulosamente respetuosos y leales respecto a facilitar y difundir en todo lo posible la polémica con nuestros eventuales interlocutores; tampoco porque huimos como de la peste de los viejos métodos sofistas, que del discurso de sus adversarios sólo consideran las partes de donde pueden sacar el mejor partido polémico para sus posiciones, pasando de puntillas sobre las demás. Pero los métodos del oportunismo político moderno superan a la sofistería de los antiguos escolásticos en que no sólo se limitan a polemizar sobre lo que les conviene, sino que, además, impiden o no facilitan que sus clientes políticos -efectivos y potenciales- conozcan las opiniones del ocasional adversario con el que sus jefes dirimen diferencias. Dan a conocer esas opiniones, pero pasadas por el filtro del “Buró” o del Comité Central, como ha sucedido en este caso. Y en la medida en que se da de patadas con sus argumentos y su práctica política, tratan al materialismo histórico como a cualquier otro enemigo ideológico. De ahí que para la formación teórica de sus militantes, se limiten exclusivamente a la literatura del partido.

Como hemos podido ver más arriba comentando un pasaje de su "Directrices...", el BIPR nos atribuye la política tendente a consolidar la división jerárquica del trabajo en el partido. Dado que estamos también para aprender, quisiéremos saber como se concilia el método y la tarea de superar esta rémora en el movimiento revolucionario, con la idea de que la autoconciencia del proletariado surge de su lucha elemental, sin el recurso a la lucha ideológica al interior de su conciencia falsa  y por completo al margen de la función directriz del partido en esas luchas. Espontaneístas políticos y leninistas "talmúdicos": ¿quién es stalinista?

GPM, marzo de 2003. 

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notas

[54] En la Respuesta a Luis Bilbao escribíamos:
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Al anteponer los intereses y la sobrevivencia política de la organización y, particularmente, de su equipo dirigente, a la clase, el partido político, pese a seguir llamándose "obrero" o "comunista", procuró mantenerse siempre sobre el terreno del juego político institucional que le proporcionaba la posibilidad de cogestionar, como un rodaje más de los mecanismos político-ideológicos de reproducción burguesa en sus funciones de control social y de fabricación del consenso, una sociedad dominada absolutamente por el capital; en este proceso, los partidos Socialdemócratas primero y, poco después, los partidos comunistas ligados a la Tercera Internacional, terminaron adecuándose al capitalismo y renunciando a sus originales intenciones revolucionarias. De manera gradual, el programa histórico, los principios y metas del proletariado, fueron abandonados por el tradeunionismo, el corporativismo, el economicismo y la adaptación democraticista. La misión y la naturaleza del partido se transmutaron en su contrario: sus esfuerzos, intereses, preocupaciones y medios ya no fueron orientados a la revolucionarización del proletariado, sino a ganar un espacio en la sociedad burguesa y a sacar provecho de su fuerza e influencia social y política para obtener una posición respetable en el Estado, gestando un movimiento social que alentaba la utopía reaccionaria acerca de la posibilidad de resolver los problemas y contradicciones intrínsecos a las relaciones de clase dentro de la sociedad de clases. Por su parte, la organización existía sólo en función del aparato, el cual, a su vez, era controlado por una casta de funcionarios profesionales, entre cuyos miembros surge de modo natural el interés de acomodarse y conservar el capitalismo. >>

[55] La decisión de aburguesar al partido bolchevique, comenzó a ejecutarse con la llamada "promoción Lenin" consistente en permitir el acceso al partido sin condiciones, dejando sin sentido la disciplina consensuada de la formación teórica, como paso previo al vaciamiento de los contenidos que hacen a la polémica interna, al enriquecimiento de la misma teoría, y a las decisiones realmente democráticas de la vida política partidaria.

 

[56] Uno de esos pasajes alude a la experiencia de intercambio informal a raíz de la falta de dinero, ante la cual los compañeros chilenos sacaron la conclusión de que el movimiento piquetero ha tomado conciencia de la necesidad superadora del mercado capitalista. En sus "Directrices  metodológicas..." que dan sentido al presente documento, el BIRP se muestra sorprendido y nos pregunta que dónde han sacado ellos semejante conclusión (Ver nota al pie Nº 1). Está implícita en el siguiente párrafo de "El movimiento de los piquetes": "No obstante el carácter todavía tosco y rudo de su conciencia, el movimiento de los piquetes tiende instintivamente hacia el comunismo. Cuando juzga que la aptitud de cada trabajador para intercambiar socialmente no debe obedecer al mercado ni a los ciclos económicos del capital, sino a las necesidades humanas....."