El intercambio desigual entre capitalistas y asalariados

Marx sostiene —con toda razón científica— que la circulación es el fundamento absoluto de la producción capitalista. Con esto quiere significar, primordialmente, que la condición de existencia de la sociedad burguesa es el intercambio de equivalentes entre el dinero de la patronal y la fuerza de trabajo de los asalariados. Sin este requisito que se verifica en la circulación de la riqueza social (oferta y demanda), no puede haber creación de plusvalor y acumulación de capital.
Pero, si en la sociedad capitalista se intercambian mercancías de la misma magnitud de valor, ¿de dónde procede el plusvalor, la ganancia de los patronos? Marx dice que, para dilucidar este problema, el originario burgués comercial encontró en el mercado una mercancía M encarnada en los originarios artesanos y campesinos expropiados, convertidos así en modernos proletarios, cuyo uso crea más valor que el que cuesta comprarla. Este plusvalor como diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio de esa mercancía, es lo que al burgués comercial le permitió convertirse en moderno burgués industrial, dando pábulo a la forma social del capital.
Esta mercancía peculiar o singular es la fuerza de trabajo o trabajo virtual, la única entre las demás que circulan en el mercado, cuyo uso crea valor (las demás, con el uso se destruyen), con lo cual, la sociedad dio el salto histórico desde el intercambio mercantil simple hasta el intercambio capitalista. ¿Qué encierra este intercambio mercantil singular o específico bajo el capitalismo? Marx lo explica en el punto 3 correspondiente al capítulo IV de “El Capital”. Allí define el concepto de fuerza de trabajo diciendo que:

<<Por fuerza de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. IV punto 3)

Y para que estas capacidades naturales de todo ser humano puedan cumplir su cometido de transformarse en capital, es necesario que la persona —a la que por naturaleza pertenezcan esas propiedades físicas y mentales—, pueda venderlas en el mercado, es decir, enajenarlas, pasando así a ser algo social, esto es, mercancía susceptible de convertirse en capital variable no bien el obrero la ofrece a cambio de cierta cantidad de dinero en poder del burgués comercial, convertido desde ese mismo momento en capitalista industrial(1). Pero esto supone que quien ofrece esa mercancía —tanto como el que la demanda— deben ser ambos considerados propietarios jurídicamente libres e iguales; libres porque pueden disponer irrestrictamente de lo que es suyo; iguales, en tanto ambos aceptan los términos de la ley que les define así como tales, y cuya igualdad formal resulta de la relación de intercambio entre valores iguales o equivalentes contenidos en sus respectivas mercancías. Como se ve, es éste un supuesto de carácter formal netamente jurídico burgués, en tanto que la relación de intercambio entre personas jurídicamente iguales está consagrada por ley, y los objetos que se intercambian contienen el mismo valor. La forma económica originaria y preexistente del intercambio de equivalentes entre personas libres e iguales, es, pues, el fundamento material del derecho burgués. Pero al consagrar ideológicamente la ficción jurídica de la igualdad entre personas realmente desiguales, y al organizar el funcionamiento de sus relaciones en la sociedad civil arbitrando en la resolución de sus conflictos de interés, el derecho burgués viene a ser la condición de existencia —hasta cierto punto pacífica y “civilizada”— de la forma económica basada en el supuesto del intercambio de equivalentes:

<<El (virtual) asalariado y el poseedor del dinero se encuentran en el mercado (esfera de la circulación) y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores (en realidad, propietarios) de mercancías dotados de los mismos derechos, y que sólo se distinguen por ser el uno vendedor y el otro comprador; ambos, pues, son personas jurídicamente iguales…>> (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado son nuestros)

De aquí se desprende que este presupuesto jurídico como reflejo de la igualdad económica formal, permite consagrar el derecho a la propiedad que hace a los sujetos formalmente “libres” e “iguales”. Tal es la premisa jurídico-formal del intercambio económico entre equivalentes materializado en las mercancías objeto de intercambio dentro de la esfera de la circulación, que se supone en equilibrio entre la demanda y la oferta de la fuerza de trabajo.
Ahora bien, en los primeros capítulos del Libro I, Marx mantiene este supuesto de la igualdad jurídica entre personas como premisa de la igualdad económica expresada concretamente en el intercambio de equivalentes y en el equilibrio entre oferta y demanda del mercado de trabajo. Pero lo hace solo para demostrar que, aún bajo la vigencia de este prejuicio burgués de la igualdad que resplandece en todo intercambio económico, se produce la creación de un plusvalor que niega esa supuesta equivalencia e igualdad entre los sujetos portadores de ambas mercancías. Y Marx demuestra, además, que la inequivalencia subyacente a las formas supuestamente equivalenciales de todo intercambio entre proletarios y burgueses, es lo que está en la raíz de las crisis y la tendencia al derrumbe del sistema. Por eso dice que el plusvalor, esto es, el capital, “no puede surgir de la circulación y sin embargo surge de ella”. No puede surgir de la circulación porque allí se pretexta que se intercambian equivalentes, pero surge de ella porque esa forma jurídico-económica que se manifiesta en la categoría mercantil fuerza de trabajo, encierra —y a la vez escamotea— la contradicción entre valor de uso y valor de cambio de la fuerza de trabajo —presente aun cuando subyacente en el mercado laboral, esto es, en la esfera de la circulación, en el contrato de trabajo—, forma de la cual surge precisamente el contenido de la relación o su concepto: el trabajo y el plustrabajo, ocultos bajo la relación de intercambio entre equivalentes, a saber: el dinero por parte del patrón capitalista, y la fuerza de trabajo por parte del asalariado:

<<Hemos visto que el plusvalor no puede surgir de la circulación, que, por tanto, al formarse tiene que ocurrir algo a espaldas de la circulación, algo que no es visible en ella misma(2). ¿Pero el plusvalor puede surgir, acaso, de otro lado que no sea la circulación?>> (Op. cit. Punto 2)

Aquí Marx se inspira en Ramsay, quien tiene plena razón cuando dice que la inequivalencia de la ganancia capitalista no se obtiene en el momento de formalizar el contrato de trabajo, pero no es menos cierto que si no estuviera potencialmente allí, en la esfera de la circulación, tampoco podría existir después, en la esfera de la producción. ¿Y donde se encuentra ese “otro lado” de la circulación si no es en el doble prejuicio burgués de las formas que ocultan los contenidos de la relación entre clases sociales, esto es, en la presunta igualdad jurídica de sujetos desiguales que permite explicar tramposamente el intercambio económico de equivalentes?
¿Existe, en realidad, intercambio económico de equivalentes entre capitalistas y asalariados? Esta pregunta la contesta Marx en su crítica a la concepción de David Ricardo sobre la plusvalía, distinguiendo entre la cantidad de trabajo contenida en dos mercancías que se intercambian, y la cantidad de trabajo que costó a cada uno de los dos propietarios de estas mercancías disponer del trabajo total contenido en ellas:

<<Es evidente que la cantidad proporcional de trabajo contenido en dos mercancías A y B no resulta afectada en lo más mínimo por el hecho de que los obreros que producen esas mercancías obtengan una remuneración más o menos grande por el producto de su trabajo. El valor de A y B se determina por la cantidad de trabajo que su producción cuesta (a los asalariados), y no por lo que el trabajo les haya costado a los owens (propietarios) de A y B. Cantidad del trabajo y valor del trabajo (fuerza de trabajo) son dos cosas distintas. La cantidad de trabajo que se contiene respectivamente en A y en B nada tiene que ver con cuanto hayan pagado los propietarios de A y B ni tampoco con cuanto trabajo ejecutado por ellos mismos se contenga en estas mercancías. A y B no se cambian en proporción al trabajo pagado (salarios) que en ellas se contiene, sino en proporción a la cantidad total de trabajo contenida en ellas, tanto el pagado como el no retribuido.>> (K. Marx: "Teorías de la Plusvalía” Cap. XV – 5B1. Lo entre paréntesis nuestro)

Y esto, hablando en plata, quiere decir que lo que el burgués intercambia con el obrero cuando se firma el contrato de trabajo, no es X valor en cantidad de dinero por X valor en fuerza de trabajo sino X cantidad de dinero por X + Y cantidad de trabajo; donde X representa el tiempo de trabajo necesario para reponer la fuerza de trabajo del asalariado, e Y el plusvalor o trabajo excedente que se apropia el capitalista en cada jornada de labor. Es decir que, en realidad, a diferencia de las demás mercancías, el trabajo vivo no se cambia por el tiempo en que se ejecuta para producir valor durante la jornada entera, sino por la parte de ella que constituye el coste en salarios para el patrón, equivalente a lo que el asalariado produce y necesita para reproducirse como asalariado, para reproducir su fuerza o capacidad de trabajo. O sea que, desde el punto de vista del contenido económico de la relación social capitalista, el cambio entre patronos y obreros no es lo que parece desde el punto de vista de su forma; no es, pues, un intercambio entre equivalentes sino un intercambio de más trabajo por menos trabajo, de más valor por menos, intercambio cuya forma de aparente igualdad o equivalencia, encubre su contenido, el hecho de que es un intercambio desigual.
Aquí está el secreto de esa aparente contradicción que Marx formula diciendo que el plusvalor o tiempo de trabajo excedente surge y al mismo tiempo no surge de la circulación; dice que surge virtualmente de la circulación cuando ambas partes “libres e iguales” firman el contrato de trabajo y el patrón de hecho se apropia del trabajo excedente potencial, aunque éste realmente surja o se materialice “post festum”, no en el ámbito espacio-temporal de la circulación, que es cuando virtualmente se lo apropia, sino en el sitio y momento de la producción o proceso de trabajo:

<<De otra parte, cuando {un burgués} compra una fuerza de trabajo —o el uso diario (por ejemplo de 12 horas) de una fuerza de trabajo— con una suma de dinero equivalente al producto de seis horas de trabajo, le pertenece el trabajo de las doce horas, [este trabajo] es apropiado por él antes de realizarse. Se transforma en capital mediante el mismo proceso de producción. Pero esta transformación es un acto posterior a su apropiación.>> K. Marx: op. cit. Cap. XXIII – 3. Lo entre llaves y el subrayado son nuestros. Lo entre corchetes del traductor)

Por tanto, el trabajo asalariado de uno es la mercancía cuyo tiempo de uso por otro determina el valor de las demás y rige su intercambio según la ley de los equivalentes. Pero para ella misma, para el trabajador, para el trabajo asalariado como mercancía, no rige esa “ley de los valores”; de lo contrario el capitalismo carecería de razón histórica de ser y no hubiera existido. Y esto, para Adam Smith —y también para Marx—, es “un problema” una “contradicción” contenida en la forma de valor, en la forma del intercambio entre equivalentes. Un problema insoluble para el capitalismo que sólo puede ser resuelto por el proletariado, consiguiendo que los contenidos de la economía del tiempo de trabajo se liberen de la forma burguesa, enajenada y enajenante del valor y de su aparente intercambio entre equivalentes:

<<Ahora bien, el trabajo asalariado es una mercancía. Y es, incluso, la base sobre la que descansa la producción de los productos como mercancías. No rige con él la ley de los valores (el intercambio de equivalentes). No gobierna, por tanto, la producción capitalista en términos generales. Hay aquí, pues, una contradicción. Éste es, para Smith, uno de los problemas.>> (K. Marx: Op. cit. Cap. XV – B-1. Lo entre paréntesis y el subrayado son nuestros)

Más claro el agua: el intercambio de equivalentes no gobierna en términos generales la producción capitalista. El otro problema —derivado de éste— que Marx ha visto a través de Smith, es que la valorización de las mercancías objeto de intercambio, no se determina por el trabajo que contienen, sino por el trabajo de que disponen al socializarse o realizarse mediante el cambio. Dado que bajo el capitalismo no se trata de cambiar valores de uso sino valores, y no sólo valores sino plusvalor para su capitalización, lo que prima en el comercio no es el trabajo contenido en cada mercancía, sino el plustrabajo que se obtiene cambiándola por otra. Tal es, según Marx, la ley del intercambio de mercancías como capital:

<<El segundo (problema) que más adelante encontraremos desarrollado en Malthus, [es el de que] la valorización de una mercancía (como capital) no es proporcional al trabajo que encierra, {no consiste} en que contiene trabajo sino en que puede disponer de trabajo ajeno, en que manda sobre más trabajo ajeno del que en ella se contiene. Y esto [es] in fact un segundo motivo secreto para afirmar [que], con la aparición de la producción capitalista, el valor de las mercancías no se determina por el trabajo que éstas contienen, sino por el trabajo vivo de que disponen, es decir, por el valor del trabajo. {…} “No son iguales” [dice Smith] la cantidad de trabajo que se emplea en producir una mercancía y a la cantidad de trabajo que puede comprarse con ella. Se contenta con registrar este hecho. Pero, ¿en qué se distingue la mercancía trabajo de otras mercancías? La una es trabajo vivo, las otras, trabajo materializado. Por tanto, dos formas distintas de trabajo. Y si la diferencia es puramente formal, ¿por qué rige para una (el trabajo materializado), la ley que no vale para la otra (el trabajo vivo)? (K. Marx: Op. cit. Lo entre paréntesis nuestro).

Sencillamente porque si el intercambio de equivalentes rigiera para el trabajo vivo, el capitalismo desaparecería. En este ámbito fundamental de la circulación, pues, no hay intercambio de equivalentes. Ni siquiera hay un intercambio, porque, en realidad, el capitalista no da al obrero nada a cambio de su trabajo. Porque a los asalariados se les paga por trabajo ejecutado. Tanto la materia como el valor objeto de ese presunto intercambio, salen, pues, del trabajo del obrero:

<<…Toda esta transacción revela, por consiguiente, con toda claridad, que los capitalistas y terratenientes se limitan a entregar al trabajador, por su trabajo de una semana, una parte de la riqueza que han recibido de él, del trabajador, la semana anterior, lo que equivale exactamente a no entregarle nada a cambio de algo…La riqueza que el capitalista parece entregar a cambio del trabajador no ha sido creada ni por el trabajo ni por la riqueza del capitalista, sino que debe su origen al esfuerzo del trabajador, apropiado por aquél, día tras día, gracias a un sistema fraudulento de cambio desigual. Toda transacción entre productor y capitalista es un fraude manifiesto, una pura farsa.>> (John Francis Bray: “Labour’s Wrongs and Labour’s Remedy, etc”. Leeds, 1839 Pp 49. Citado por Marx en Op. cit. Cap. XXI - 4)

El intercambio fundamental o fundacional de la sociedad burguesa entre capitalistas y asalariados es, según este razonamiento —que compartimos—, un intercambio desigual, determinado por la diferente condición material de la patronal respecto de los asalariados al interior de la formación social capitalista., Es decir, la relación entre el capital global en funciones y la masa de asalariados, supone que la patronal detenta la posición de monopolio social o de clase burguesa sobre los medios de producción y, por tanto, de dominio sobre su contraparte asalariada. Tal es el trasfondo social del intercambio desigual entre patronos y obreros que la burguesía hace aparecer como intercambio entre equivalentes.

1 “La naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otra personas que simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación en modo alguno pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relaciópn social común a todos los períodos históricos” (K. Marx: Ibíd) ¿Por qué Marx llamó “capital variable” al salario? Porque según los términos de cada contrato de trabajo respecto de la distinta remuneración, de la especifica cualificación del trabajador, de la extensión de la jornada laboral y a la intensidad en los ritmos, así como de la mayor o menor eficacia relativa de los medios de trabajo, depende que este capital pueda convertirse en una mayor o menor magnitud de plusvalor o capital adicional. De ahí el calificativo de “variable”.

2 Aquí Marx cita a Sir George Barth Ramsay en “Un ensayo sobre la distribución de la riqueza”, donde dice: “La ganancia, en las condiciones habituales del mercado, no se obtiene por medio del intercambio. (Pero) Si no hubiera existido previamente, tampoco podría existir después de esa transacción. (op. cit. Pp. 184. Lo entre paréntesis nuestro)

 

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