Mensaje de Sobrino: Argentina, febrero de 2002

De: Francisco Sobrino
Para: GPM (E-mail)
Enviado: viernes, 08 de marzo de 2002 20:47

Estimados amigos,
attacheo un artículo mío reciente, sobre la situación en nuestro país.
Espero que les sea de interés.

Un abrazo,

Francisco T. Sobrino

Consejo de Redacción

HERRAMIENTA, Revista de Debate y Crítica Marxista <<ARGENTINA FEBRERO 2002.rtf>>

Argentina, febrero de 2002

A partir de las jornadas de diciembre pasado, en la Argentina se ha abierto una situación inédita. Por primera vez en su historia, el pueblo derribó a un gobierno surgido de elecciones democráticas. Esto ha sido el fruto de un proceso de experiencia con dicho régimen que, si bien tiene sus raíces en el último lustro, recién tomó ímpetu y velocidad en el último año. A fines de 2000 aún se podía afirmar (con cierta falta de perspicacia):

"Las fuerzas sociales de nuestros países están lejos de conformar un núcleo capaz de organizar esa resistencia (a la globalización). No hay más que observar el panorama que esas fuerzas ofrecen actualmente en Argentina: una burguesía débil y vacilante; un proletariado disminuido y con una dirigencia atrasada y corrupta; una sociedad desencantada con grandes sectores lumpenizados".

En tan corto plazo, ha pasado mucho agua bajo los puentes. Y al torrente se han sumado afluentes en cierto modo imprevistos. La llamada clase media porteña se volcó a las calles caceroleando masivamente, y como atraída por una gigantesca fuerza magnética no paró hasta llegar a la Plaza de Mayo. Ya ha derribado a dos gobiernos. Mientras tanto, el movimiento obrero, que fuera el tradicional actor histórico en las movilizaciones, ahora debilitado por la hemorragia neoliberal-menemista y controlado por la burocracia sindical, ha brillado por su ausencia. Sin embargo, otro sujeto social ha ejercido y ejerce considerable influencia: los piqueteros, o sea el sector organizado de la clase obrera desocupada. Su metodología de lucha, con cortes de rutas y enfrentamientos con las fuerzas represivas, para poder arrancar concesiones a los distintos gobiernos, y su funcionamiento democrático en asambleas, se han contagiado a los sectores medios. Si bien el peso numérico de los piqueteros es menor al del movimiento cacerolero, su influencia real y potencial sobre el resto de los asalariados (ocupados, precarios o desocupados) es importante.

Una amplia vanguardia de este heterogéneo movimiento de las cacerolas, al que no pocos comentaristas al principio atribuían estar motivado tan sólo por el "corralito" bancario (o sea la virtual confiscación de las cuentas corrientes y los ahorros), se ha organizado en asambleas barriales, comenzando por la capital y extendiéndose al gran Buenos Aires, y crecientemente al resto de las ciudades. El programa levantado por las asambleas abarca un amplio espectro de reivindicaciones democráticas, antiimperialistas y antisistema. Esto abre la posibilidad del surgimiento de un gran movimiento popular con perspectivas que apuntan hacia el quebrantamiento de la hegemonía burguesa.

Aportes y limitaciones del movimiento

Estas nuevas alternativas que han surgido han aportado elementos de democracia directa sin precedentes en la historia argentina. El pueblo delibera y (casi) gobierna, a pesar de las disposiciones constitucionales, que otorgan esa facultad sólo a sus representantes. Hay una tendencia embrionaria pero creciente por parte de las asambleas a asumir tareas o funciones que tradicionalmente eran facultad exclusiva del estado. Hay izquierdistas que parten de una presunta caracterización social de esta llamada "clase media" en ebullición, que estaría compuesta por "pequeños patrones", cuyo proyecto político sería entonces el de una clase explotadora de trabajo ajeno. Para estos analistas este proyecto tendría limitaciones insalvables, propias de un populismo y antiimperialismo mezquinos, que terminarían claudicando ante el capitalismo global. Creemos que las premisas de este análisis son totalmente falsas.

Es verdad que en los cacerolazos de diciembre participaron también los sectores de clase media enriquecida o beneficiada por el proceso neoliberal y globalizador, cuyos depósitos bancarios quedaron igualmente atrapados. Este sector bien puede constituir la base social para proyectos derechistas y autoritarios, cuando una eventual profundización de la crisis que sacude al país decante o escinda a los afectados.

Pero los millones que integran el sector del que se nutren las asambleas, los sucesivos cacerolazos, manifestaciones y "escraches" son fundamentalmente amas de casa, jubilados, empleados estatales, de comercio y demás servicios, docentes, estudiantes, trabajadores cuentapropistas, desocupados, profesionales empobrecidos, obreros que encuentran en las asambleas la democracia que no tienen en sus organizaciones "naturales", quiosqueros y pequeños comerciantes, en fin, son aquellos que hoy viven –o intentan vivir- de su trabajo. Son millones de seres que se han rebelado contra el destino que el capital global les ha reservado: la desaparición.

Retos y roles de los partidos de izquierda

El creciente peso de la izquierda ya se había reflejado en las elecciones parlamentarias de octubre de 2001. En la ciudad de Buenos Aires la suma de los votos a la izquierda marxista y revolucionaria alcanzó un 25 % de votos válidos. De presentarse unida, habría ganado una banca senatorial. La participación de militantes de izquierda, "orgánicos", fragmentados en decenas de grupos, e "inorgánicos" (cuyo número, creemos, multiplica generosamente la cantidad de los primeros) en las asambleas barriales ha tenido un indudable peso en la radicalización del conjunto de la vanguardia que mencionamos anteriormente. Sin embargo, existe el peligro de que los viejos vicios de los grupos de izquierda (aparatismo, sustituismo, sectarismo, peleas por la manija, etc.) puedan entorpecer el desarrollo de estos organismos y de la conciencia de sus integrantes, al no respetar los ritmos naturales de maduración de los mismos. Hay que destacar que no son pocas las corrientes de izquierda que, aunque repudien de palabra a las viejas prácticas estalinistas, lamentablemente no parecen haber comprendido el profundo contenido democrático de este proceso, y continúan estrechamente atadas a la concepción de lo que Hal Draper llamó acertadamente "el socialismo desde arriba", con sus distintas variantes, la "reformista" y la "revolucionaria".

A este problema debemos sumar el pesado hándicap provocado por la caída del muro y sus secuelas. Ello hace extremadamente dificultoso levantar la bandera del socialismo como alternativa al capitalismo, y como salida a la crisis. El socialismo es identificado a nivel popular con regímenes estatales burocráticos y represivos (no es nuestra intención polemizar aquí sobre la "naturaleza" de dichos estados). Las organizaciones de izquierda deberían pensar seriamente este problema, que va más allá de lo semántico. A veces se ha hablado de una "sociedad humana", considerando que la del capital es una sociedad inhumana. No "inhumana" en el sentido de su crueldad (que ciertamente la tiene!), sino porque en esta sociedad (creada por los seres humanos, obviamente) el capital tiene un poder impersonal, y los seres humanos son meros objetos dominados por él, cuyas relaciones recíprocas toman la forma fantástica de relaciones entre las cosas. Hablar de una creación humana e inhumana suena ilógico. Si tiene un sentido contradictorio, es porque expresa la verdad de una realidad contradictoria. Entonces, quizás la bandera de una sociedad humana sea más fácil de levantar y proponer que ponerse a explicar porqué el socialismo tal como lo conoció el siglo XX no es lo que se quiere constituir: una asociación en la que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.

Particularidades del actual movimiento con otros similares del pasado

Nos interesa tratar de comparar este nuevo auge de luchas sociales que se insinúa en el flamante siglo XXI , especialmente en América Latina, con otros procesos del pasado siglo XX. El más próximo sería el de fines de los sesenta, y principios de los setenta.

Prima facie, habría una gran diferencia en lo que hace al "nivel de conciencia" en ambos procesos. El entusiasmo despertado por la Revolución Cubana, el Mayo Francés, las movilizaciones en Italia, la Primavera de Praga, la guerra del Vietnam heroico, y las movilizaciones contra la guerra en EE.UU., en nuestro país el Cordobazo, fueron elementos que representaban ante el imaginario social de la vanguardia obrera y estudiantil de aquellos años una perspectiva más o menos inmediata de una revolución socialista, tal como se la entendía mayoritariamente en aquella época, que superaría a los regímenes del llamado "socialismo real", y extendería la nueva sociedad por el mundo. Las décadas que han transcurrido desde entonces han sido testigos de duras luchas y de inmensas derrotas de los trabajadores en los países capitalistas más desarrollados, de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética y de la entronización del neoliberalismo como única alternativa para el mundo.

Si bien este panorama ha comenzado a modificarse, y el "pensamiento único" neoliberal ya no puede exhibir ese carácter "exclusivo", el pensamiento de las grandes masas no concibe claramente aún que haya una alternativa al capitalismo. No obstante, las recientes luchas contra la globalización capitalista, con los hitos de Seattle, Praga, Génova, etc., son ejemplos del creciente rechazo a ese dominio, rechazo que coexiste con tendencias que proponen la "humanización" del capitalismo y variantes parecidas. A pesar del "atraso" en el nivel de conciencia comparado con el del movimiento anterior, gran parte de quienes llevan adelante estas luchas no arrastran el pesado lastre ideológico de las direcciones y organizaciones hegemónicas de la anterior etapa, con su concepción de que el socialismo (o algo que se le parezca) lo debían otorgar ellos (partidos, movimientos, ejércitos guerrilleros) como una generosa dádiva a las masas agradecidas. Muchos de los luchadores actuales, aunque en su gran mayoría no hayan leído los estatutos de la Primera Internacional, parecen tener bien claro que "la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos".

Creemos que el actual proceso argentino demuestra que el auge de luchas en América Latina, es parte de esas luchas. Y es muy probable que debido a las características socio-culturales de nuestra población, el "caso argentino" sea un impresionante espejo donde se contemplen decenas de millones de europeos y de esta manera éstos se vean forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas actuales.

Francisco T. Sobrino

Consejo de Redacción

HERRAMIENTA, Revista de Debate y Crítica Marxista.

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