2) Las condiciones subjetivas

Ya lo hemos dicho e insistimos aquí: Nada indica que la conciencia social del movimiento nucleado en las "asambleas populares" tienda a una ruptura ideológica y política con las clase dominantes sino bien al contrario. La consigna que hasta ahora preside su accionar: "que se vayan todos", no sólo nada tiene que ver con un proceso de lucha antisistema, sino que es objetivamente reaccionaria. Coincide con la idea liberal burguesa tradicional de asociar la propiedad pública con la ineficiencia económica y la corrupción política, espíritu que la burguesía internacional ha venido introyectando en la conciencia de los explotados desde los tiempos de la guerra fría, pero que ha recrudecido durante los últimos veinte años como parte de la campaña para favorecer la transformación del capital sobrante ocioso de las metrópolis imperialistas, en productivo, convirtiendo a los empleados de las empresas estatales y demás servicios sociales como la educación, la salud, transportes, comunicaciones, etc., en fuentes directas de acumulación de ese capital privado sobrante o supernumerario, contrapartida social del paro. Esta campaña recrudeció especialmente en países dependientes como Argentina -entre los de mas tradición y arraigo en el culto por el Estado empresario asociado a la "independencia nacional"- donde el cambio político en sentido opuesto al populismo, necesario para dar continuidad al proceso de acumulación del capital global, fue y sigue siendo más resistido.

De entre la fauna comprometida en esta campaña contra la corrupción presuntamente provocada por el Estado-patrón, hubo y hay muchos ejemplares que destacaron. Nosotros vamos a dar cuenta sólo de uno, tal vez el más emblemático y de mayor trascendencia política en América Latina, no sólo por la falsa autoridad intelectual que le confiere su prestigio como literato, sino también -y sobre todo- por la deriva de su trayectoria política. Nos referimos al escritor peruano Vargas Llosa, ominipresente en todos los medios de comunicación de habla hispana, más aun desde que decidió seguir comprometido con los pobres del mundo haciéndose discípulo del filósofo liberal Karl Poper y admirador de la ex primera ministro británica Margaret Tatcher. Su campaña electoral a la presidencia del Perú en junio de 1989, giró en torno de la eliminación de las prácticas corruptas en el gobierno, y la privatización de las empresas y servicios del Estado. Durante una entrevista al diario español "El País", tras haber sido derrotado en las elecciones, este "traidor" al reformismo capitalista de izquierdas se ratificaba en su nuevo ideario:

<<Yo estoy por el cambio, por las reformas radicales. No creo que hoy las reformas radicales se fundamenten en el crecimiento del Estado. (...) Yo estoy a favor de la soluciones liberales y, en América Latina, ser liberal es ser revolucionario. El Estado es un monstruo corrupto, y hacerlo más eficiente y más moral, dándole la soberanía al ciudadano común, es un hecho revolucionario.>> (Mário Vargas Llosa: Op.cit. 25/06/989)

Y todavía cuatro años después, en un artículo de opinión publicado por el mismo medio en su edición del lunes 10 de octubre de 1994, vistiendo su flamante uniforme liberal, nuestro inefable "revolucionario" se dedicó a explicar la ley del desarrollo internacional desigual de la siguiente guisa:

<<No es cierto que los países ricos lo sean porque los otros son pobres y, a la inversa, que la miseria del Tercer Mundo sea resultado de la afluencia (despilfarro) del Primer Mundo. (...)
La verdad es que, hoy en día, la pobreza se produce, al igual que la riqueza, y que ambas son opciones al alcance de cualquier pueblo. Y que muchos países subdesarrollados, debido a la infinita corrupción de sus clases dirigentes, a la demencial dilapidación de sus recursos y a las insensatas políticas económicas de sus gobiernos, se han convertido en unas máquinas muy efectivas de producir esas condiciones atroces en las que viven sus pueblos.>> (M.V.Llósa: "Ayuda para el Primer Mundo". Op.cit. Pp.13.)

Como si la corrupción política no hubiera dado pábulo a la figura jurídica del "cohecho" en que, como la expresión lo indica, intervienen dos partes, y como si la parte activa de esta lacra del capitalismo en las relaciones económicas internacionales -sin duda la de mayor magnitud monetaria- no estuviera encarnada en los gestones del capital multinacional y su consetudinaria función de ir a los suburbios del sistema y sobornar con el "chocolate del loro" a los gobernantes de turno del país anfitrión, para obtener allí las mayores franquicias en el negocio de explotar mano de obra barata y repatriar libremente las multimillonarias superganancias a la casa matriz.

Pues bien, groseros infundios como el de Vargas Llosa están comprendidos en la consigna común a "caceroleros" y "piqueteros" que apunta hoy contra los políticos argentinos: "que se vayan todos y no quede ni uno sólo". Un consigna ultrarreaccionaria. Según la lógica política que se desprende de este concepto, los pequeñoburgueses y cuentapropistas que hoy tienen sus ahorros en el "corralito", deben pensar -con Vargas Llosa y tutti cuanti- que ellos están pagando el pato de la bancarrota financiera del país, producto del despilfarro, la corrupción y la ineficiencia de los gobiernos de turno en el manejo de las cuentas nacionales. Y según la misma lógica, estos sectores deberían estar dispuestos -y de hecho lo están- a impulsar una "racionalización (burguesa) profunda" del Estado, que consiste en dejar a miles de empleados estatales en el paro, prefiriendo pensar que así se solucionan todos los problemas del país. Le recordamos que durante el segundo gran "cacerolazo" que demandó la renuncia de Grosso y otros renombrados corruptos, se planteó con urgencia esta cuestión de la reforma del Estado.

La contradicción social entre los intereses históricos de los trabajadores en general y la pequeñoburguesía, salta pues, a la vista, en la consigna "que se vayan todos y no quede ni uno sólo". Sin embargo, a juzgar por lo que ocurre en las asambleas populares, marchan en frente único con ella. Teniendo en cuenta que esta consigna salió del "cacerolazo", está claro que los asalariados -activos y en paro- comprometidos en este movimiento, lejos de influenciar a la pequeñoburguesía, una vez más están siendo inducidos y liderados por ella. Para saber de qué modo y con qué previsibles consecuencias no hace falta cavilar mucho.

En efecto, "que se vayan todos y no quede ni uno sólo", significa exactamente lo que dice. Pero alguien tiene que gobernar y la pequeñoburguesía sabe, hoy más que nunca, que, en momentos de crisis profunda, como éste, ella no sirve para eso. Nunca ha servido y jamás lo ha hecho. Necesita que otros gobiernen por ella. Con tal que les devuelvan sus ahorros. Esto es lo único que le interesa a toda esta gente. Y en su desesperación, lo están pasando como en el tango: "mi corazón una mentira pide, para calmar su angustioso llamado". Esto sería para tomárselo un poco a risa si no estuviera en la posibilidad, desde luego abstracta en este momento, de un desenlace contrarrevolucionario. Pero ya se sabe que lo abstracto, cuando contiene la necesidad y la potencia de su desarrollo, anticipa su posibilidad real.

En efecto, hoy día esta lógica política de clase pequeñoburguesa permanece como una posibilidad abstracta porque, como decimos, no están dadas las condiciones para ello; precisamente porque el movimiento de protesta carece de envergadura social. Pero en tanto las causas económicas de la crisis social y política se mantienen, dada la naturaleza contradictoria del movimiento, la posibilidad abstracta de la contrarrevolución preventiva puede convertirse en posibilidad real. Esto es lo peor que le podía pasar al movimiento desde el punto de vista de los asalariados, de su lucha por el cambio en la correlación política de fuerzas sociales con el conjunto de la burguesía. Las condiciones favorables para ello se presentarían, si la pequeñoburguesía engrosara el movimiento aportando contingentes activos de significación social. En ese caso, las clases dominantes en su conjunto no dudarían en apelar a esa masa de pequeñoburgueses desesperados para restaurar el orden que haría perder al movimiento de los desempleados todo lo ganado en combatividad presidido por su conciencia negativa. Para completar la obra, bastaría con que, al día siguiente, la fracción burguesa que se hiciera cargo del "Estado de emergencia" previsto en la Constitución a instancias de las FF.AA., hiciera correr entre los del "corralito" la promesa de levantar lo que queda de él sin pérdida de poder adquisitivo, ensayando una vez más este arte de "dividir para reinar" del que son maestros consumados, poniendo a los asalariados, sin organización revolucionaria ni programa político propio, ante la emergencia de rumiar una nueva derrota y pagar los platos rotos de la crisis. Y ya se sabe cómo se hacen ahora estas cosas: "uno a uno para que no quede ninguno". Tal es la responsabilidad social y política de quienes, en nombre de la clase obrera y el socialismo, abrimos la boca para opinar y proponer. Más aun los grupos burgueses a la ultraizquierda del sistema que -como quien no quiere la cosa- dirigen de facto el movimiento.

Ahora bien, queremos insistir aquí -porque ya nos hemos referido a ello en nuestra última respuesta al señor De Santis- que el movimiento de protesta en la calle tiene cierta importancia y preocupa al gobierno porque los distintos sectores de la oposición burguesa al acecho lo usan diplomáticamente en su contra. Pero la actual relación política de fuerzas entre las dos clases universales antagónicas sigue siendo completamente desfavorable a las clases subalternas, por lo que, entre las luchas populares y un posible golpe de Estado en el corto plazo no hay aun relación alguna de causa-efecto. Otra cosa son los pretextos. En tal sentido, los ambiguos rumores y desmentidos acerca de una caída del "Estado democrático" no pueden sino formar parte del juego de presiones intercapitalistas para un reacomodo de intereses económicos al interior del aparato estatal, con o sin golpe. En este sentido, no es de descartar que todo lo que se está difundiendo a través del escritor populista Miguel Bonasso, sea obra del propio gobierno para chantajear y desinflar al movimiento que contribuyó a crear y que ya no le sirve, al tiempo que envía mensajes subliminales esperanzadores a los del "corralito", como eso de "dejar caer" el peso hasta la relación de 3x1 para que esa moneda pierda completamente la "fiducia" y así poder dolarizar la economía.

Lo que aquí está en juego, pues, no es la relación de poder estratégico entre burguesía y proletariado, sino la lucha coyuntural entre sectores de las clases dominantes para decidir cual de ellos pilotará el barco del Estado hacia el puerto del sistema favorable a sus intereses particulares, a cambio de asumir la responsabilidad política de desbaratar el movimiento de protesta y conseguir, del modo menos cruento posible, que los asalariados activos trabajen todavía más por todavía menos, que éste es el problema; en cuanto a los parados, deberán seguir buscándose la vida, como hasta ahora, presionando a los empleados para que acepten las nuevas condiciones de explotación. Para lo demás, está la policía y el ejército. Esto es lo que se le está sugiriendo a Duhalde con la exigencia de que ajuste la disciplina de los sindicatos a esta "doctrina" o rompa su alianza con ellos. El atasco de la situación política argentina está precisamente en este punto de la conducción histórica cloacal burguesa a escala planetaria. Se ratifica una vez más el aforismo de Marx, según el cual, la verdad del capitalismo no hay que ir a buscarla a las metrópolis imperialistas, donde se muestra vestida, sino a los suburbios del sistema, donde aparece desnuda.

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