1) Las condiciones objetivas

Da usted a entender que los dos gobiernos anteriores a éste cayeron por la exclusiva acción mancomunada del "pueblo", un conglomerado interclasista mayoritariamente compuesto por asalariados en paro y la suma de pequeñoburgueses, semiproletarios cuentapropistas y asalariados de relativo alto nivel, afectados por la confiscación de los depósitos bancarios. Omite usted decir, que a De la Rúa no sólo le abandonó su propio partido, sino la burguesía argentina en su conjunto inducida por el FMI. Lo mismo le ocurrió al peronista Rodriguez Saa. De lo contrario, dado el control burocrático de la clase obrera, el Estado burgués administrado por cualquier gobierno, no hubiera tenido demasiados problemas para asimilar este movimiento, como está probando que está siendo capaz de hacerlo el gobierno Duhalde(1) . Las clases subalternas han podido derribar Estados con sus propias fuerzas, como fue el caso de la Rusia zarista en 1917. Pero siempre que han aparecido derribando gobiernos -electos o no- lo hicieron con el apoyo más o menos explícito, si no del conjunto de los capitalistas, al menos del sector ocasionalmente hegemónico dentro de las clases dominantes. El actual gobierno de Duhalde es el resultado de esta lógica "democrática" ciertamente perversa pero no menos efectiva, prevista por la filosofía política de la alternancia en los gobiernos, para garantizar la continuidad del Estado burgués, esto es, el poder real de clase capitalista.

Sobre este asunto acabamos de polemizar con alguien que, de acuerdo con usted, nos decía que hoy en Argentina no hay una revolución, pero tampoco un reacomodamiento entre diversos sectores de la clase capitalista al interior del sistema. Y nosotros respondimos:

<<Una vez que la respuesta de la pequeñoburguesía ante la crisis se llevó por delante al gobierno electo de De la Rúa, la patata caliente pasó a manos del peronismo. Después, lo que explica el cambio político-institucional entre Rodríguez Saa y Duhalde, es que éste último, de momento, parece contar con el apoyo de la burocracia sindical que sigue controlando al movimiento de los asalariados. Alfredo Atanasof, un sindicalista peronista vinculado a los llamados "gordos" -el sector más amarillo de la Confederación General del Trabajo (CGT)- ha pasado a ocupar el Ministerio de Trabajo. En este hecho está el límite de la actual correlación política de fuerzas entre burguesía y proletariado que corta el paso a una situación revolucionaria. En efecto, como hemos dicho más arriba, salvo el sector de los empleados públicos en determinadas provincias, la clase obrera como "instinto de clase relativamente autónomo", hasta el momento no ha hecho aparición en la escena política de Argentina.
Además, el gobierno Duhalde también parece contar con el apoyo explícito de buena parte de la burguesía ligada al mercado interno nucleada en torno a la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) y las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), representadas en el nuevo gobierno por José Ignacio de Mendiguren, nombrado hace pocos días ministro de la nueva cartera de "Producción".
Tal es la base social policlasista neopopulista sobre la que el gobierno de Duhalde proyecta forjar la "alianza de la comunidad productiva" contra la "alianza entre el poder político y el poder financiero" que, según, él caracterizó a los gobiernos que le precedieron en el proceso de transición a la "nueva" democracia, y en esto no se equivoca.
Así las cosas, de momento la mafia de Duhalde parece tener "todo atado y bien atado", por lo que cabe pensar que la estabilidad del sistema no puede en modo alguno peligrar por el lado de la iracundia social derivada de la confiscación de los ahorros que afecta a la clase media baja y alta, sino al contrario. En primer lugar, porque en las presentes circunstancias esa medida es el único modo de evitar la quiebra financiera del país y, ante semejante perspectiva, el resto de la burguesía está como una piña; en segundo lugar, porque la pequeñoburguesía tampoco sería capaz de llegar a ese extremo político.>> (GPM:"¿Situación revolucionaria sin participación de los asalariados como instinto de clase autónomo?" )

Usted y el señor De Santis, junto a una mayoría de intelectuales y militantes de la llamada "izquierda" Argentina, sacan la misma conclusión: que, en ese país, la caída de los dos gobiernos anteriores han marcado el punto de inflexión en la correlación política de fuerzas sociales hacia la ofensiva en la lucha de las clases subalternas, con una dinámica antisistema. Y no son pocos los que sostienen que ya estamos allí ante una crisis revolucionaria del sistema. La diferencia entre ustedes dos, consiste en que, para De Santis, la hegemonía del actual proceso contestatario está en manos de la pequeñoburguesía, a la que este hombre ve como habiendo cortado vínculos para siempre con su "líder natural": la gran burguesía pro imperialista. Para usted, en cambio, dada la "considerable influencia" que le atribuye, parece como si esa hegemonía perteneciera potencialmente al movimiento de los "piqueteros".

Este movimiento es sin duda importante, más por la tenacidad y persistencia en el ejercicio de sus demandas que por su magnitud social. Es una minoría, no sólo respecto del resto de parados, sino más aun de los empleados. De cualquier modo, su influencia en sentido revolucionario podría ser cierta y efectiva si lo que demandan tuviera siquiera un gramo de peso político específico antisistema. Pero no es así, sino bien al contrario, como veremos un poco más adelante. Con algunas pocas excepciones, sus luchas son claramente defensivas. Se limitan a reclamar por los planes "Trabajar" y por subsidios. Y para el análisis no es desdeñable el número de quienes, inducidos por su penuria a la que no ven salida, se han prestado a las manipulaciones clientelistas de determinados dirigentes políticos que utilizaron el movimiento para moverle el piso al gobierno de De la Rúa, y ahora para intentar desbaratarlo. A nosotros nos consta que, por lo menos en Buenos Aires, esto ha venido sucediendo desde julio del año pasado. En La localidad bonaerense de La Matanza, por ejemplo, es un secreto a voces que los piquetes han venido siendo manipulados por los sectores más diversos del peronismo. Estaban los que jugaban a esta nueva forma de lucha como un elemento más de presión para obtener partidas especiales del presupuesto y, al mismo tiempo, como un medio para alzarse contra el gobierno nacional. Tanto el Partido Comunista Revolucionario (PCR), como la Corriente Clasista Combativa (CCC), han trabajado codo a codo con los punteros del justicialismo identificados con Duhalde en la Provincia de Buenos Aires. Allí, los desocupados han venido cobrando por "trabajar" como piqueteros y recibían su retribución en la municipalidad de Ballestrini.

Al menos hasta agosto del año pasado, Carlos Alderete, de la Corriente Clasista y Luis D'Elia, de la Federación Tierra y Vivienda, son los que en esta zona tenían la voz cantante entre los piqueteros. Repetían a quien quisiera escucharlos, que el movimiento de piqueteros se maneja democráticamente y según las decisiones tomadas en asamblea, pero esto no era así. Se manipulaba sin otro propósito que el de regimentar la protesta y disciplinar el descontento. Se manejaban con un sistema de créditos según el cual los víveres, el dinero y los planes Trabajar, se repartían de acuerdo a la asistencia de los compañeros desocupados a los cortes y demás actos que ellos decidían realizar. E impidieron que exista otro sistema a través del cual pudieran canalizarse los planes asistenciales, ya que de ser así no podrían utilizarlos como base para ejercer su liderazgo con fines que muy poco tienen que ver con una "dinámica antisistema". De hecho, durante el corte del martes 31 de julio -cuando comenzó en forma escalonada y progresiva el plan de lucha de los piqueteros, con cortes de ruta en todo el país, se obligó a organizaciones reformistas como Izquierda Unida y PTS, a plegar sus banderas y pancartas. Lo hicieron por medio de "compañeros" a cargo de la "seguridad" que portaban garrotes y andaban con el rostro cubierto. Todo un símbolo mezcla de discriminación, matonaje y atraso político.

Algunos docentes que trataron de discutir esas iniciativas, se encontraron con una cortés cerrazón a todo debate sobre el asunto. Después se enteraron que uno de los argumentos con que se justificaron estas actitudes, fue que el temor a que los Montoneros, resucitados abruptamente tras las declaraciones de Firmenich en esos momentos, quisieran presentarse con sus carteles a copar la movilización. Estos dirigentes, lejos de mostrar una actitud resuelta de lucha contra la miseria, manipulan a los compañeros, denuncian su extrema pobreza para después jugarla como moneda de cambio cuando se sientan a negociar en la municipalidad, en el gobierno de la provincia o en el Ministerio de Trabajo. Pero está claro que nada se puede manipular que no sea efectivamente manipulable. El ejercicio del "instinto de clase obrera relativamente autónomo" que constituye la premisa de una situación prerevolucionaria, consiste en que las bases del movimiento no toleran este tipo de dirigentes y pasan por encima de ellos. Y esto es lo que está lejos de pasar.

¿Caben estas mismas consideraciones para todos los movimientos de piqueteros del país y para todos los dirigentes sociales, sindicales y políticos que están liderando la resistencia contra el ajuste?. Ciertamente no. Muy otras han sido las características de los cortes de ruta que tuvieron lugar en Salta, donde los compañeros, en su gran mayoría ex empleados de YPF, rechazan los planes Trabajar, exigen puestos de trabajo dignos, denuncian las ganancias siderales de Repsol y el sistemático latrocinio de quienes gobiernan la provincia. Y hay más ejemplos. En una de las primeras marchas que se hicieron contra el ajuste en la Capital Federal, los dirigentes de ATE de la provincia de Buenos Aires pusieron en un mismo plano las responsabilidades del Presidente De La Rúa, del ministro Cavallo y del gobernador Rucauf. Se logró, además, que la justicia prohibiera al gobernador pagar los salarios en bonos y se lo intimó a que explique por qué el Banco Provincia se quedó sin "plata". Mientras tanto, circulan y se multiplican las denuncias de créditos millonarios incobrables con que se beneficiaron los amigos del poder. Las columnas de trabajadores estatales, desocupados y estudiantes que partieron desde el centro de la Ciudad de La Plata hacia el camino Centenario, fueron masivas, y los pronunciamientos de los compañeros que participaron en ellas muy claros. Se ha escuchado también a trabajadores estatales y a desocupados de Rosario, tomar partido por el no pago de la deuda externa, por la expropiación y reestatización con control obrero de las empresas de servicios públicos privatizados, por la introducción de un tercer turno en los organismos estatales, la reducción de la jornada laboral a seis horas y la consecuente reincorporación de los compañeros estatales que están siendo despedidos por miles. También en Mendoza ,en Córdoba, en Cutralcó e incluso en el mismo Gran Buenos aires, se dieron movilizaciones con dinámicas diferentes a las que se dieron en La Matanza.

Pero, en términos generales, la resultante social y política de todas estas luchas es claramente defensiva, nada que ver con el antecedente del "Cordobazo" ni con las jornadas de junio-julio de 1975. En el movimiento prevalece la actitud de exigencia por fuentes de trabajo y denuncia de la corrupción, pero su conciencia política dista bastante de insinuarse como alternativa de gobierno, tal como usted y una mayoría de militantes populares plantean. Nunca en la historia del movimiento obrero internacional han podido los parados dar de sí en todo más que los empleados. Porque es de ley en la sociedad burguesa, que el cambio en la correlación de fuerzas sociales desfavorable a los explotados, se haga efectiva siempre en el aparato productivo de la burguesía, no fuera de él. Es la masa de trabajadores activos en lucha la que gravita políticamente sobre los parados residuales y no al revés. Precisamente cuando la tasa de ganancia se recupera, el paro remite y los salarios tienden al alza. Y el caso es que, en Argentina, el paro no deja de aumentar y la actual ofensiva de la patronal en los centros de trabajo es algo inaudito, sin precedentes en ese país. Últimamente, después de la devaluación y a despecho de la consecuente pérdida del poder adquisitivo de sus empleados, la patronal ha seguido bajando los salarios nominales, ante lo cual, el movimiento se muestra completamente inerme, sin capacidad alguna de respuesta, acusando claramente la presión de un paro que sigue aumentando. Y no puede ser de otra manera. Los empleados no sólo compiten con los parados por un puesto de trabajo, sino entre ellos mismos, para ver quien responde más eficazmente a las exigencias patronales respecto del aumento en los ritmos de trabajo. Y eso provoca la semiparálisis política en el conjunto. Los que piensan que pasa algo distinto están viendo visiones. Semejante prepotencia del capital sería imposible de ser verdad que Argentina está bajo una situación de doble poder presuntamente ejercido por las "asambleas populares", como piensan muchos entusiastas militantes y grupos políticos en este momento. Cierto, usted no exagera tanto, pero no deja de alentar semejantes fantasías políticas, nada que ver con el necesario aporte a que la relación política de fuerzas sociales cambie para mejor en ese país. Ningún defecto ni situación desfavorable se puede superar si no se reconoce.

Ha sido hasta ahora tradición que, tanto desde el punto de vista de su origen de clase como de sus reivindicaciones, los movimientos sociales constituyen parte del proceso histórico de la revolución socialista. De hecho, la inmensa mayoría de quienes vinieron militando en los movimientos sociales, han sido asalariados. El origen de los movimientos sociales en los EE.UU., por ejemplo, está en el 40% del total de trabajadores americanos excluídos del pacto social de postguerra concertado entre las multinacionales y los sindicatos. Este porcentaje discriminado de la población asalariada, trabaja en lo que numerosos economistas denominan "puestos de trabajo secundarios". Estos grupos están compuestos, sobre todo, por mujeres y asalariados de baja cualificación. Entre 1948 y 1966, la eficacia del pacto que el politólogo Alan Wolfe ha llamado "coalición del crecimiento" agrandó en un l5% la diferencia salarial existente entre los trabajadores del "núcleo" y los de la "periferia".

Desde el punto de vista reivindicativo, en el caso de los estudiantes -para no citar más que un ejemplo- la lucha por el ingreso irrestricto y contra los planes de estudio en la universidad de masas, es la contraparte estudiantil de la exigencia obrera del pleno empleo y de su lucha permanente contra el aumento en los ritmos de trabajo. Al menos que se demuestre científicamente que el capitalismo ha superado o puede lógicamente superar o neutralizar definitivamente la tendencia histórica objetiva al aumento en la composición orgánica del capital y al paro estructural masivo, debe admitirse que ambos sectores sociales se ven objetivamente enfrentados con el capital de modo inconciliable.

Pero el caso es que el movimiento que se nuclea hoy en las "asambleas populares" argentinas rompe con esta tradición. Gran parte de su composición social -por no decir su mayoría- es de origen pequeñoburgués. Este hecho debiera dar que pensar a quienes se dejan impresionar por ocasionales manifestaciones masivas de protesta violenta, como si toda lucha contra el poder fuera objetivamente revolucionaria.

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1.-En las actuales condiciones, lo peor que puede pasar desde el punto de vista de los intereses de la revolución, es que la izquierda populista que conduce oficiosamente todo este tinglado, acabe con este incipiente proceso de acumulación de fuerzas, provocando la respuesta violenta por parte del Estado. volver