Los límites de la acumulación extensiva de capital y el genocidio
( ¿quién es responsable?)

<<Qué hace un ladrón cuando es puesto ante un un juez? Silencio, no confiesa el delito, deja en manos del magistrado la comprobación de su responsabilidad en el hecho, pero él no dice nada. Nadie está obligado a declarar contra sí mismo, dicen las leyes. Los medios de comunicación tampoco. Tal vez haya llegado el momento de que la sociedad se encargue de comprobar la responsabilidad que tienen en los hechos.>> Horacio Pelman

Señor Horacio Pelman:

Hay que felicitarle por la singular agudeza periodística en mostrar que la moral pública inducida por la consagración jurídica del derecho burgués a no declarar contra sí mismo, está en la raíz de una sociedad fundada sobre la simulación, el engaño y el pillaje mutuo. Y vemos que en su escrito referido al desfondamiento financiero en Argentina, acusa usted de ésta que a usted le parece una perversión ética, a los medios de comunicación, que silencian la complicidad entre los gobernantes de turno y los bancos en el asunto de la debacle financiera. Finalmente, concluye su denuncia a modo de conciliación personal con su conciencia política y profesional, diciendo que:

<<<<Los argentinos no estamos "acorralados", no estamos en un "corralito", estamos presos por decir la verdad, por confesar nuestra lealtad a la esperanza, por creer en la fuerza de nuestro trabajo, por estar convencidos de que el hombre se dignifica cuando al llegar a su casa pone un pan sobre la mesa y mira con amor los ojos de su hijo, que lo respeta y admira.>>

¿Está usted seguro de que no silencia nada en torno a todo este tinglado?. Carecemos de datos precisos sobre la composición social de los principales afectados por la confiscación de los depósitos bancarios, pero todo indica que, en su mayor parte, pertenecen a lo que queda de la llamada burguesía nacional, esto es, los estratos superior e inferior de los pequeños explotadores de trabajo ajeno y, en menor medida, la llamada aristocracia obrera. Para contribuir a contestar con cierto rigor la pregunta que le acabamos de formular, a nosotros nos parece necesario hacer un poco de memoria histórica, desde el período entre 1950-1955, cuando la lucha contra el capital imperialista -una vez consumada la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial- fue protagonizada por el bloque de poder "alternativo" entre el proletariado y la llamada burguesía nacional, de mayoría social pequeña y mediana nota 1 , cuya síntesis política fue el "Estado justicialista". Desde entonces, los límites históricos de este bloque de poder hegemónico estuvieron determinados por:

  1. el agotamiento del proceso de acumulación capitalista nacional subsidiado por la confiscación parcial de la renta agraria, y,
  2. la creciente presión del capital multinacional excedentario que las metrópolis imperialistas exportan hacia la periferia del sistema en busca de fuentes alternativas de acumulación directa.

Nos explicamos. Mientras Argentina pudo compartir con unos pocos países más su ventaja internacional comparativa de la feracidad de la tierra en la Pampa Húmeda, la renta territorial se expandió de forma directamente proporcional a la demanda interna y externa de productos agrarios; la primera, generada por la extensión del sistema capitalista de explotación del trabajo a expensas del remanente poblacional dedicado a la producción mercantil simple; la segunda, por el crecimiento demográfico en las grandes urbes capitalistas de ultramar.

La última etapa del proceso de conformación del mercado interno capitalista en Argentina, estuvo protagonizado por la llamada "burguesía nacional" liderada por el partido peronista que, en función de gobierno entre 1945 y 1955, lo aceleró mediante la confiscación parcial de la renta agraria, posibilitando su capitalización por parte de la burguesía nacional. Esta trasferencia de plusvalor hacia la burguesía industrial, comercial y de servicios al interior del país, consistió en:

  1. Establecer el monopolio estatal de demanda primaria sobre los principales productos primarios producidos en el país, fijando un precio de compra por debajo del vigente en el mercado internacional.
  2. Vender esos productos para el consumo interno a este mismo precio institucional.
  3. Exportarlos al precio vigente en el mercado internacional.
  4. Congelar los arrendamientos rurales.
  5. Fijar un tipo de cambio con las divisas extranjeras favorable a la moneda nacional para abaratar la importación de maquinaria y materias primas.
  6. Establecer un régimen de precios máximos para garantizar el abaratamiento de la fuerza de trabajo y, al mismo tiempo, aumentar el nivel de vida de los asalariados.

Estas medidas político-institucionales del llamado "Estado del bienestar", favorecieron tanto a la burguesía nacional en su conjunto, como a sus asalariados, porque abarataron el coste del empleo -aumentando, por tanto, el plusvalor y la ganancia- a la vez que permitieron elevar el poder adquisitivo de los salarios en general. Tal fue la base material artificialmente construida sobre la que se erigió la ideología de la conciliación de clases y el poder político-sindical del peronismo, constituido en dirigente del bloque interclasista de poder hegemónico entre el proletariado y la burguesía nacional a expensas de los terratenientes.

Treinta años antes de que el peronismo se hiciera cargo del Estado argentino, el capital adicional en funciones era todavía insuficiente para apoderarse de toda la población argentina explotable, y miles de familias permanecían al margen del sistema de trabajo asalariado, dedicadas a sobrevivir vendiendo sus servicios y/o lo que ellas mismas producían en lo que se conoce por producción mercantil simple. Esa realidad determinó que la acumulación del capital fuera al principio muy lenta, aumentando tanto por la contratación de nuevo personal explotado, como por la superexplotación de los ya existentes.

Este proceso de acumulación del capital global argentino por la extensión de su base social explotable, se vio acelerado por la política económica del Estado justicialista. Sus medidas confiscatorias de la renta diferencial consiguieron proletarizar a decenas de miles de pequeños campesinos del interior y artesanos de la ciudad, al comprobar que los salarios sobrepasaban el poder adquisitivo de sus menguados ingresos como trabajadores independientes. La diferencia se notaba en que no sólo había que considerar el salario nominal, sino también el llamado "salario indirecto", correspondiente a prestaciones sociales gratuitas, como la educación, la salud, etc., con cargo a los presupuestos estatales también financiadas en gran parte por la renta diferencial parcialmente confiscada a los terratenientes. Así, el aumento en la masa de asalariados contentos incrementó la magnitud del plusvalor capitalizable por la burguesía nacional en su conjunto, no sólo la industrial, sino también la agraria, la comercial y la de servicios ligadas al mercado interno. Este medio ambiente económico favorable a la explotación del trabajo también permitió que parte de aquellos trabajadores bajo el régimen de autoempleo pasaran a tupir el tejido social de los pequeños patrones.

Esta base económica políticamente creada, comenzó a mostrar sus limitaciones e inviabilidad histórica en los primeros años de la década de los cincuenta, por la combinación de causas económicas de orden nacional e internacional, internas y externas

Causas internas

En pleno tránsito de completar el mercado interno capitalista convirtiendo en asalariada a buena parte de la masa social que vivía trabajando bajo modos precapitalistas de producción, las medidas políticas para el enriquecimiento fácil educaron a la burguesía argentina en el espíritu de la molicie instalándose en el "modus vivendi" adoptado en 1945, de modo que la escala del proceso de explotación del trabajo asalariado para los fines de la acumulación de capital, siguió económicamente limitado, en gran medida, por la expansión y contracción de la renta territorial, de cuya magnitud dependió la ampliación de su base social creadora de plusvalor. Esta dinámica objetiva no sólo impidió que la burguesía nacional pudiera vencer la inercia del desarrollo internacional desigual, sino que le creó una moral de adaptación al subsidio, lo cual le tornó incapaz de utilizar la capitalización de la renta territorial para intentar siquiera modificar progresivamente la estructura productiva no agraria del país, poniéndose en condiciones competitivas de trascender los límites del ámbito nacional de rotación de su capital en funciones, realizando algunos de sus productos industriales en el mercado mundial.

Instalada entre la imposibilidad material y la renuncia, cuanto más aumentaba su capital acumulado y más ampliaba su base social explotada, más fuerte se volvía su dependencia del mercado mundial y más acuciante su necesidad de acudir a él para adquirir los medios de producción (máquinas y materias primas) que requería ese empleo adicional de fuerza de trabajo "libre". Por otro lado, cuantos más asalariados incorporaba al proceso de producción capitalista ampliando la escala de su producción de plusvalor, mayor era la parte necesaria de productos agrarios para atender la demanda adicional de bienes de consumo directo de esos nuevos empleados, lo cual achicaba los saldos exportables y, consecuentemente, la magnitud de la porción de renta confiscada para financiar la expansión de ese capital industrial.

Causas Externas:

El pago de la renta por parte del arrendatario capitalista, resta fondos de inversión al proceso de trabajo en el agro, con lo que el desarrollo tecnológico y la acumulación del capital en este sector se enlentecen respecto de la industria urbana. Esto explica el histórico retraso de las fuerzas productivas y de la acumulación del capital en la agricultura respecto del resto de actividades industriales. Cuando la creciente masa de capitales excedentarios en los principales países imperialistas comenzó a invertirse en la agricultura, el consecuente desarrollo tecnológico aplicado al trabajo social agrícola aumentó su productividad, tendiendo a convertirlo en un proceso industrial puro, independiente de su base natural, con lo que la ventaja comparativa determinada por la cualidad superior de ciertas porciones de tierra cultivable disminuye con tendencia a desaparecer y, con ella, la renta diferencial y absoluta. Esta es una de las consecuencias de la sobreasaturación de capital global que caracteriza al capitalismo en su etapa postrera.

Según reporta E. Mandel en El Capitalismo Tardío" (Cap. XII), Durante el período 1950-70 Alemania Occidental registró un incremento cuádruple en la productividad bruta del trabajo en la agricultura (producción bruta por unidad de trabajo), de la productividad neta del trabajo (producto neto por unidad de trabajo), y de la "productividad efectiva del trabajo" (creación de valor por unidad de trabajo). Esta tasa de crecimiento fue mucho más alta que la de la industria. Durante el período 1937-48, hubo en EE.UU. un crecimiento anual del 3,8% en la producción agrícola por unidad de trabajo, frente al 1,9% registrado en la industria urbana; un crecimiento del 7,5% contra el 2,6% entre 1949-57, y de 6% en el período 1955-70.

Sin llegar en ese período a cumplirse del todo la tendencia prevista por Marx (Véase: "Teorías sobre la plusvalía" Cap. VIII), el rápido crecimiento de la productividad del trabajo en la agricultura de los principales países imperialistas, está induciendo a un descenso secular generalizado en el precio de los alimentos y a un cambio en la jerarquía de las necesidades, pasando a relevarse el gasto de los ingresos salariales en bienes de uso durable, ocio, cultura, etc., frente a los de consumo final de origen agropecuario. Esto explica la tendencia al descenso histórico absoluto de la renta territorial, no sólo por la caída en el precio internacional de los alimentos derivado de la creciente productividad del trabajo agrario en los principales países tradicionalmente importadores, sino también por vía de un descenso relativo de la demanda de alimentos en los países desarrollados y de desarrollo medio, como es el caso de Argentina. Esta tendencia del capitalismo, más que una causa de inmediata incidencia en la realidad de aquellos años, fue el indicio de un futuro hoy más a la vista, que cercena bajo los pies del modelo populista toda posibilidad histórica de estabilidad.

Pero no fue necesario esperar tanto, porque el peronismo implosionó desde sí mismo, ardió en la hoguera de la contradicción entre la lógica política o subjetiva de su proyecto nacional y la lógica objetiva o económica de la ley general de la acumulación capitalista. En efecto, en una economía industrialista de tal modo acelerada por imperativo político, financiar el creciente valor de las importaciones de bienes de capital como consecuencia de un aumento en el volumen de la producción industrial, sumado al valor incrementado de la demanda interna de alimentos para consumo de una población urbana en expansión, sólo fue posible mediante la realización en el mercado mundial de crecientes saldos exportables en productos primarios. Esto quiere decir que los límites históricos relativos del proyecto político peronista nota 2 estuvieron determinados por los cambios en la masa de valor histórico global de la renta diferencial del país como variable dependiente de las exportaciones primarias, en gran medida de la demanda internacional de alimentos. Dicho más explícitamente, la condición de existencia del "proyecto de desarrollo autosostenido del capital nacional" tan cacareado por los peronistas, fue la oligarquía terrateniente, lo cual desmiente de modo terminante la presunta dialéctica irreconciliable del "movimiento popular" con esta clase social parasitaria.nota 3

Así, ante la caída de las exportaciones, el deterioro económico del bloque de poder popular en Argentina se puso de manifiesto en 1948, con el primer déficit registrado en la balanza de pagos del país desde 1945 y, cuatro años después, con el llamado "plan económico" promulgado por el segundo gobierno peronista en 1952, como parte de su segundo plan quinquenal. Su aplicación supuso que, en el país del trigo por excelencia, para mantener las exportaciones de este cereal sus habitantes debieron empezar a consumir pan de centeno.

La llamada "Revolución Libertadora" protagonizada por la dictadura militar del general Aramburu en el contexto internacional caracterizado por la sobresaturación de capital internacional en busca de fuentes alternativas de acumulación, hizo visible la tendencia dominante del capitalismo en su etapa tardía, todavía hoy no definitivamente consolidada. Por momentos (como el actual), esta tendencia a la centralización e internacionalización de los capitales en Argentina parece debilitarse, pero mientras la forma del capital se mantenga intangible, su cumplimiento sólo es cuestión de tiempo y desgracias humanas inútiles. Económicamente, esta tendencia se expresó desde 1955 en un cambio de forma en la explotación del trabajo; social y políticamente, en el cambio de representación política de las clases y sectores de clase al interior del Estado.

En el plano económico, la forma extensiva de producción de plusvalor basada en el aumento de la jornada colectiva de labor por medio de un mayor empleo de fuerza de trabajo (plusvalor absoluto), cambió a la forma intensiva basada en una mayor producción del trabajo empleado por unidad de tiempo (plusvalor relativo). La base de esta forma de explotación es el desarrollo científico-técnico aplicado a la producción. Y el propietario de las cosas (medios de producción) en que se materializa este desarrollo bajo el capitalismo, es el capital imperialista. En el plano de la representación social del Estado, en la medida en que la forma de explotación basada en el plusvalor relativo se consolida y la burguesía nacional se disuelve en el capital multinacional, el bloque de poder entre el proletariado y la burguesía nacional tiende a ser cada vez más contingente y ficticio para los fines de la acumulación del capital en la periferia del sistema, mientras que el bloque de poder entre la burguesía nacional, el capital internacional y los terratenientes se torna cada vez más necesario y real. La efímera e intrascendente existencia del gobierno radical de Illia, la del tercer gobierno de Perón y ahora éste último presidido por Duhalde, demuestran que las recurrentes experiencias de poder nacionalistas burguesas, cada vez más débiles, condicionadas y esporádicas, no son más que desviaciones temporales de la tendencia histórica general a la centralización e internacionalización de los capitales.

Como hemos dicho ya, la alianza entre el capital nacional y el extranjero se explica por el cambio en la forma de explotación que, a su vez, exige cambios en la composición del capital global invertido en la industria, con un mayor componente en capital fijo tecnológicamente progresivo, en detrimento del empleo de fuerza de trabajo, y esto va de la mano del capital multinacional. En cuanto al tercer componente de la nueva alianza de clases en el poder, los terratenientes, este sector de clase capitalista, aunque cada vez menos, sigue siendo necesario en la medida en que la renta territorial a instancias del valor de las exportaciones agrarias no ha dejado de ser el límite efectivo de la industrialización del país.

Entonces, si el principal protagonista y beneficiario de la acumulación del capital industrial en la Argentina postperonista pasó a ser el tandem constituido por la gran burguesía nacional "traidora" nota 4 y el capital imperialista, este proceso debió cumplirse, y así se hizo en gran medida, a expensas de la base social mayoritaria subsidiada por el "Estado benefactor justicialista", esto es, el conjunto del proletariado -especialmente del empleado por la fracción del capital de menor desarrollo tecnológico relativo- y, la pequeñoburguesía. Este proceso de creciente centralización del capital, desagregación social de la pequeñoburguesía y pauperización del proletariado, se agudizó a partir de 1976.

En sus primeros años de gestión, la Dictadura de Videla cabalgó sobre uno de los tres grandes períodos de más alta demanda internacional y crecimiento espectacular de las exportaciones de materias primas agrarias. El crecimiento de la renta territorial le permitió articular una política económica basada en la sobrevaluación del peso. Aunque implantó un impuesto nacional que gravó la renta de la tierra, el montante de este impuesto no se destinó a subvencionar menores precios de los alimentos, sino a financiar el gasto público. Privados de poder capitalizar la renta por vía de un abaratamiento en el valor de la fuerza de trabajo, los capitales nacionales desnacionalizados debieron compensar este lucro cesante haciendo caer los salarios por debajo de su valor.

Por otra parte, la posibilidad de acceder a los mercados externos de préstamo a interés, permitió a la burguesía nacional capitalizar parte de la renta territorial. ¿Cómo? Utilizando una serie de recursos previstos al efecto, como el seguro de cambio asociado a la contratación de préstamos en moneda extranjera. Bajo esta modalidad de crédito, cualquiera sea la magnitud de la devaluación real sufrida por la moneda local durante el plazo del préstamo en que el deudor ha hecho uso productivo del capital-dinero obtenido a crédito, el tipo de cambio al que va saldando su deuda se mantiene constante o aumenta menos que la depreciación monetaria. De este modo, la tasa de interés que paga el deudor, positiva al momento de contraer la deuda, tiende a convertirse en negativa, tanto más cuanto más se deprecia la moneda local respecto del dólar. En cuanto al uso productivo de la deuda, puede hacerse de dos formas: convertirlo en capital industrial para obtener el correpondiente plusvalor, o reinvertirlo como capital a préstamo en el mercado interior.

Ahora bien, cualesquiera sean las formas de capitalizar o valorizar en el mercado nacional argentino las deudas privadas comprometidas con el exterior, todas acaban como deuda pública externa. Se contraen mediante la conversión de múltiples deudas externas privadas en dólares, a internas privadas en pesos sobrevaluados, y se pagan convertidas todas a deuda externa pública en dólares. Mediante el seguro de cambio, el deudor se embolsa la diferencia entre el tipo de cambio al momento de contratar el crédito y los tipos de cambio más altos por el efecto inflacionario de la moneda local según se suceden los plazos de la amortización del crédito. Por su parte, el acreedor, recibe el montante íntegro de su capital prestado en dólares. En última instancia, es el Estado quien carga con la emergente pérdida de poder adquisitivo de una deuda privada contraída en dólares pero pagada en pesos devaluados.

A esto se le llama estatización de la deuda privada externa, cuya parte correspondiente a la fatal devaluación creciente del peso se queda entre los dedos del deudor: grandes, medianos y pequeños capitalistas argentinos. "Plata Dulce" a expensas del trabajo asalariado a precios de miseria desde los tiempos de Martinez de Hoz, mientras los "grupos de operaciones" de la FF.AA. hacían el trabajo sucio que, con total impunidad, permitió franquear las puertas del país al capital multinacional prestable, (década de los 80), para después capitalizar la deuda impagable -según el Plan Baker- apropiándose de las empresas estatales a precios de saldo durante el gobierno de Menem. Según el estudio de Jaime Poniachik publicado en la revista del diario "LA NACION" correspondiente a la edición del 6-5-01, pág. 22 a 24, a fines de 1983 en que la Dictadura acabó su "mandato" bajo el gobierno de Bignone, la deuda que el Estado argentino mantenía con el extranjero era de 45.100 millones de U$S. En ese momento, el precio que el tamden burguesía nacional-burguesía oligopólica exigió pagar a cada habitante de extracción asalariada por los 30.000 desaparecidos, era de 1.500 dólares. Tras el gobierno de Menem, en el año 2000, esa deuda que se está pagando ahora pasó a ser de 147.700 millones de la misma moneda, y el precio del genocidio se elevó a 3.800 dólares per cápita.

En medio de todo este proceso, una parte significativa de pequeños y medianos capitalistas industriales de origen nacional que no pudieron resistir los bajos precios de las mercancías libremente importadas, siguieron beneficiándose de recursos como éste de los seguros de cambio, reciclándose al comercio y los servicios tras haberse desentendido de sus antiguos empleados que fueron a engrosar las filas del paro. De estos medianos y pequeños capitalistas, sin duda cómplices del genocidio, que hasta ahora se habían venido salvando de la ruina, ¿cuántos son los que hoy sufren la "injusticia" de ver sus menguados ahorros en el "corralito", miles, decenas de miles? Sólo se sabe que en conjunto ellos son una cifra: 26.000 millones de dólares amasados con la sangre de los 30.000 desaparecidos y el sudor de sus asalariados.

Esto es lo que nosotros vemos que falta en sus reflexiones sobre el derecho burgués a no declarar contra sí mismo. Y no es que se lo vengamos a echar en cara, porque no tenemos razones para pensar que su omisión fue deliberada. Sólo hemos querido contribuir a precisar, por descarte, qué parte de la sociedad argentina está en condiciones morales y políticas de "tirar la primera piedra" y hacer lo necesario para acabar de una vez para siempre con toda esta mierda.

En tal sentido, cabe una última observación. Para nosotros, para los que, como usted dice, "no estamos en el "corralito", tanto los que están allí, como los encargados por la historia de la acumulación en Argentina de ponerles en él, no son responsables de nada. Aunque por el hecho de mandar sobre sus asalariados parezcan regimentar el movimiento de la sociedad capitalista, los burgueses y los políticos profesionales no son productores sino producto de ese movimiento, son la simple encarnación humana de leyes sociales objetivas independientes de su voluntad, que ellos no han creado ni controlan.

En realidad, no son los burgueses como individuos quienes venden lo que producen, sino que son sus productos los que "se venden". Y es el mercado quien, por completo ajeno al conocimiento previo y arbitrio de los "vendedores", determina cuanto de ese valor producido es socialmente real porque se realiza o liquida en el mercado, y qué cantidad se queda en puro valor social ficticio o virtual, en trabajo social despilfarrado porque se queda sin vender.

Quienes vivimos en la sociedad burguesa no somos propiamente personas en tanto sujetos libres socialmente incondicionados, sino que, según lo que hacemos, nos revelamos como la subrogada o contingente personificación de categorías económicas, sociales, jurídicas y morales, determinadas por la objetividad de relaciones sociales vigentes en la sociedad capitalista. Del mismo modo que el "pensamiento" y la acción de determinados animales están férreamente condicionados por la naturaleza de su respectiva especie, el pensamiento y la moral de los burgueses, como individuos, están sujetos al interés material específico de su clase. En esencia piensan como piensan y hacen lo que hacen porque no pueden pensar ni hacer algo contrario a lo que manda su naturaleza social predadora. Y de darse alguna excepción, confirmaría la regla, entre otras razones porque la ley del valor no perdona a ningún transgresor. Y aquí sí que no hay excepción que valga. En este sentido, la historia del capitalismo no es historia propiamente humana sino, todavía, historia natural, prehistoria de la humanidad:

<<Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico social (del capitalismo), menos que ningún otro (proceso) podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él, sigue siendo socialmente una criatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas.>>
nota 5 (K. Marx: "El Capital" Prólogo a la primera edición alemana)

Según este razonamiento, responsabilizar a cualquier burgués o político profesional del sistema -y, por extensión, a la clase que personifica- de no haberse puesto por encima de su propia naturaleza social, de sus propios intereses de clase, es como pedirle peras al olmo.

Completando esta conclusión científico-social de Marx, y tras describir el proceso que culminó con la emancipación relativa del poder político respecto del sistema de relaciones sociales que constituye su condición de existencia, aludiendo a los mismos contextos y personajes históricos, Engels dijo que:

<<Luego, cuando el poder político se ha independizado ya frente a la sociedad, transformándose de servidor en señor, puede actuar en dos sentidos. O bien lo hace en el sentido y la dirección del desarrollo económico objetivo, en cuyo caso no existe roce entre ambos y se acelera el desarrollo económico, o bien obra contra este desarrollo, y entonces sucumbe, (...) al desarrollo económico.>> (F. Engels: "Anti-Düring" Sección 2 Cap. IV)

Y el caso es que, actuando "como señor" de la sociedad capitalista en los últimos veinticinco años, el Estado burgués argentino bajo la Dictadura de Videla y el gobierno "democrático" de Menem, favorecieron enormemente el desarrollo económico estratégico de la sociedad burguesa argentina, esto es, la acumulación capitalista. El primero, provocó el genocidio que debilitó enormemente las trabas políticas recurrentes a ese desarrollo por parte de la conciencia populista traducida en acción contestataria; el segundo -tras la contramarcha del gobierno Alfonsín- avanzó en el proceso de desarrollo tecnológico y centralización de los capitales, diezmando todavía más la base económica y social de apoyo al anacronismo económico del proyecto nacionalista pequeñoburgués de acumulación nota 6 . Los que hoy están en el "corralito" constituyen esa base económica diezmada; representan lo que la masa de capital internacional excedentario ha dejado ya sin posibilidad histórica de realización en ningún sitio. Son los que más se entretuvieron con la idea de la "Argentina potencia" basada en el presunto autodesarrollo del capital nacional, y que ahora parecen despertar de ese largo sueño embrutecedor. Los hechos demuestran que no puede haber desarrollo capitalista de término medio.

Bajo el capitalismo no hay, pues, una subjetividad histórica parcial o particular determinante que permita hablar de "responsables" individuales o colectivos, de tal modo que "haciendo justicia" con ellos se acaba con el problema para siempre. El hecho de que según la moral y el derecho burgués no haya más que responsabilidades individuales, es decir, particulares -y así se juzga y penaliza la inmoralidad y el delito- es la manera más idónea de dejar intangible el sistema de relaciones sociales vigentes.

Ninguna sociedad funciona por mor de individuos ni de corporaciones sino a través de ellos; ocurre como en la fisiología y en la mecánica, donde, la función hace a las células y al órgano de todo ser vivo, así como el principio activo del motor hace a sus autopartes. Entonces, aquí no cabe engañarse con paños calientes buscando chivos expiatorios: o estamos a favor del capitalismo con todo lo que ello supone, o estamos por otra cosa, de naturaleza social distinta y superior nota 7. Insistimos una vez más en la imposibilidad de evitar que la sociedad capitalista pueda llegar a ser tan explotadora, opresiva y genocida, del mismo modo que una mujer no puede quedarse un poquito embarazada.

Un saludo: GPM

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  1. Que el peronismo desarrollara una política de frente único entre el proletariado y la pequeñoburguesía industrial, comercial y de servicios, eso no quiere decir que este sector de clase burgués le apoyara. De hecho, en las elecciones de 1945 votó en bloque a Tamborini, el candidato de la Unión Democrática, un frente electoral ultrarreaccionario liderado por los partidos de la tradicional oligarquía, al que se sumó el radicalismo "krausista", el Partido Comunista y los socialdemócratas de la IIª Internacional. volver
  2. Ya vimos que el límite histórico absoluto de este proyecto de acumulación, está determinado por la tendencia secular a la conversión del trabajo social agrícola en un proceso industrial puro, totalmente independizado de su base natural como factor productivo específico.volver
  3. Delatando su carácter de clase intermedia, el populismo peronista se quedó a medio camino entre la revolución proletaria y la contrarrevolución liberal, de ahí su incapacidad para proceder con los terratenientes argentinos como aconsejaron los economistas clásicos: expropiarles. Se limitaron a confiscar una parte de su renta dejando intacta su propiedad, esto es, su capacidad de decidir qué y cuanto producir en sus tierras. Esta fue la mayor debilidad del proyecto. volver
  4. Así llamó Mao Tse Tung a la burguesía nacional china cuando rompió su alianza con el proletariado para echarse en brazos de la reacción oligárquico-imperialista. "Traidora a nuestras ilusiones", contestó Trotsky desmitificando la desastrosa ideología frentepopulista del PCCH. volver
  5. Cuando Marx dice esto último piensa en "transgresores" de su tiempo, como Robespierre, Saint Just o Napoleón, cuyas trayectorias personales tuvieron de común el error de haber puesto la subjetividad de cada uno por encima de las objetivas relaciones sociales dominantes en sus respectivas épocas. Los dos primeros, porque pretendieron que la incipiente sociedad burguesa que triunfó políticamente por primera vez en Francia -año 1789- abrazara los valores espirituales de la antigüedad romana. El segundo, porque vio en el Estado imperial un fin en sí mismo y en la sociedad civil burguesa "un tesorero y un subalterno suyo". Hitler y Mussolini, que también pusieron al Estado por encima de la sociedad civil, fueron los "transgresores" por antonomasia del capitalismo tardío.volver
  6. En 1998, Argentina estuvo entre los cuatro países de mayor crecimiento en el mundo. Después de registrar una tasa promedio del 0% entre 1961 y 1990, entre 1991 y 1996 la economía creció a una tasa de +14,4 y el año siguiente subió a +26,5. En el primer trimestre de 1998 respecto de igual período en 1997, la Argentina creció +21,5%. Estas altas tasas de progreso económico tuvieron su principio activo en la inversión directa de capital extranjero. De 700 millones de U$S entre 1981y 1989, pasó a 3.500 entre 1990 y 1996, a 10.500 en 1997 y a 13.500 entre 1998 y 2000. En 1998, las importaciones totales crecieron el 12%. De ellas, el 24% correspondieron a bienes de capital, casi 10 veces más que en la década de los 80: U$S 15.000 millones contra U$S 1700 millones. (Confrontar: http://www.mecon.gov.ar/cnce/publicaciones/conferencias/1-argentina-guadagni.htm) Pero este crecimiento siguió atado a la renta territorial vía expansión de la exportaciones. Tomando como base 100 los valores promedio del período 1956-77, entre 1990 y 1996 las exportaciones primarias argentinas aumentaron al doble. Uno de los mayores períodos de expansión de la renta en todo el siglo pasado. Cfr.: www.jinigo/pag_laca/AcapiArg/AcapiArg.htm volver
  7. Marx decía de Prudhon que era el filósofo por excelencia de la pequeñoburguesía, porque nadie como él había conseguido enredar el intelecto en la contradicción insoluble que supone aceptar la propiedad privada capitalista pero no sus necesarias consecuencias.volver