El espontaneismo oportunista
en la relación vanguardia-masa

Eso de hacer política poniéndose a la grupa del movimiento espontáneo es tan fácil como nefasto, y la historia de la lucha de clases está plagada de ejemplos. Uno de ellos es el seguidismo más o menos embozado o vergonzante que la autoproclamada vanguardia revolucionaria Argentina ha venido haciendo con el nacionalismo pequeñoburgués desde el último ascenso revolucionario de las luchas sociales en ese país. Lenin comprendió desde muy joven, que, cuando la mayoría de los asalariados en cualquier sitio no quiere asumir la razón revolucionaria porque aún no la comprende, es inútil que una minoría, por más inteligente y revolucionaria que sea, pretenda imponer sus deseos a esa mayoría. Y tanto o más inútil que eso es pretender conseguirlo por el mero hecho de ponerse a la cabeza de las luchas espontáneas. Esta dificultad de la dialéctica entre lo que el proletariado quiere hacer en determinado momento y lo que la historia le exige que haga, es, precisamente, la justificación de existencia y el reto de toda intelectualidad revolucionaria que se precie. Y su función consiste en conseguir que el proletariado haga lo que debe hacer cuanto antes. Una de las dos pruebas que la vanguardia revolucionaria debe superar para acreditarse como tal más allá de su autoproclamación, pasa por aprender a ser minoría durante mucho tiempo, insistiendo tenaz e inteligentemente en explicar a la vanguardia amplia de los asalariados el punto de vista revolucionario, para convertir la razón histórica necesariamente minoritaria en circunstancias normales, en mayoría absoluta de la sociedad en circunstancias excepcionales. La otra prueba, ya en representación de la mayoría, consiste en dirigir con total eficacia las luchas por el poder. En este criterio está, además, la esencia de la democracia, ya que, sin convertir la razón revolucionaria en voluntad política mayoritaria democráticamente expresada, no puede haber socialismo realmente posible. De ahí el irresistible peso específico de verdad social gravitatoria que hay en la máxima de Lenin: "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario". Lamentablemente, hoy día y desde hace ya muchos años, se sigue dando la paradoja de que la inmensa mayoría de las organizaciones de "izquierda" que pregonan y proponen cada una lo suyo en nombre de Marx y de Lenin, están en las antípodas de esta línea de pensamiento político marxista-leninista.

Desde luego que, de seguir predominado en el movimiento análisis políticos y criterios tácticos como los que presenta y propone la LSR, el próximo proceso objetivamente anticapitalista de las luchas en este país, estará nuevamente signado por la contrarrevolución violenta no se sabe si a un costo humano todavía superior a la derrota anterior. Esta previsión se ve confirmada por la recurrencia en formular propuestas de acción fundadas en el sólo hecho de que pueden ser asumidas por las masas, aunque sus objetivos queden dentro de los límites de la sociedad capitalista y en la etapa tardía de la acumulación no tengan ya futuro alguno. Para los oportunistas, la lucha elemental o espontánea del proletariado es "en sí" y "por sí" revolucionaria. Por lo tanto, cualquier propuesta de acción que el proletariado no esté dispuesto a sumir en determinado momento es descartada por innecesaria, "sectaria" y contrarrevolucionaria. Y, al parecer, este es el criterio que siguen muchas organizaciones como la LSR:

<< Hay que construir otro poder, éste sí democrático y para combatir al gran capital, sus dueños, personeros y su estado y establecer un gobierno de los trabajadores y el pueblo.>> (Propuesta de la LSR)

Este es el tipo de discurso populista inconsistente y ambiguo al que el proletariado argentino ha venido siendo acostumbrado desde 1944. Decirle al proletariado lo que está dispuesto a escuchar y no más de lo que está dispuesto a hacer. Evoca los mismos entretenimientos de Frondizi cuando decía antes de las elecciones de 1958 que, en Argentina, había que hacer "una reforma agraria profunda e integral" . Los oportunistas de derecha siempre hablan vagamente de "democracia popular" de "combatir al capital" y de la necesidad de un "gobierno de los trabajadores y el pueblo", pero se cuidan muy bien de no mostrar sus cartas, de no explicar lo que con eso quieren decir. Y si se les pregunta ¿cómo se traduce esto de "construir otro poder" distinto al existente en términos de medidas concretas de gobierno?, contestan que no hay necesidad de traducir nada porque eso surge de la propia lucha ¿Por qué vuestra organización no va por la vida con su programa político por delante, como hicieron siempre los verdaderos comunistas? Porque el proletariado no necesita que nadie le haga propuestas concretas para nada, responden. Y, claro está, la burguesía, frente a esto, muy agradecida.

Pero el hecho de que la propuesta que comentamos aquí vaya dirigida a una "Coordinadora de organizaciones de izquierda", trasciende el espontaneismo revolucionario de Rosa Luxemburgo para recalar en el oportunismo reformista de derecha más desembozado, porque denota claramente que la estrategia política de esta gente no va más allá de aprovechar el aluvión de luchas espontáneas ideológica y políticamente reaccionarias, como las de Argentina de estos últimos días, para insistir en la filosofía del frente popular que deje intangible el antiimperialismo nacionalista pequeñoburgués en la conciencia del proletariado. Pero, eso sí, un frente "revolucionario", con marca de la casa. ¿Acaso esta táctica difiere en algo respecto de la que Stalin oficializó en 1935 con arreglo a su estrategia de mantener la lucha de clases internacional en el statu quo con el imperialismo? ¿Se puede negar con fundamento que no es la misma que abrazó la IVª Internacional bajo la dirección de Pablo y Mandel hasta su disolución?

Lenin sostenía que la lógica del oportunismo está en la alianza de clases. Él veía que los oportunistas de su tiempo pregonaban la "unidad" sin principios con la pequeñoburguesía al interior de los partidos obreros para dividir y debilitar las luchas del movimiento en su conjunto. Y se ratificaba en esta afirmación analizando la crisis provocada en el movimiento socialista internacional por la primera guerra mundial ante el comportamiento de los socialistas alemanes al votar los créditos de guerra:

<< El arma más poderosa del proletariado en lucha por la revolución socialista es la unidad. De esta verdad indiscutible se deriva de modo no menos indiscutible, que, cuando al partido proletario se adhieren en gran número elementos pequeñoburgueses que pueden obstaculizar la lucha por la revolución socialista, la unidad con estos elementos, es perjudicial y funesta para la causa del proletariado. (...) Los oportunistas son los enemigos burgueses de la revolución proletaria, que, en tiempos de paz, realizan furtivamente su labor burguesa incrustándose en los partidos obreros, pero que en la épocas de crisis se revelan al punto como francos aliados de toda la burguesía unificada, desde la conservadora hasta la más radical y democrática, desde la librepensadora hasta la religiosa y clerical. Quien no haya comprendido esta verdad después de los acontecimientos que hemos vivido, se engaña sin remedio a sí mismo y a los obreros.>> (V.I. Lenin: "¿Qué hacer ahora?" 09/01/915)

Con los "frentes populares" tras la muerte de Lenin, Stalin inauguró una nueva forma de oportunismo: la colaboración de clases no ya al interior de los partidos obreros, sino entre partidos obreros y partidos pequeñoburgueses, para limitar la lucha del proletariado a los intereses de la pequeñoburguesía dentro del sistema. El combate contra esta variante stalinista del oportunismo debió ser responsabilidad de la Oposición de Izquierdas. Y quien allí supo hacerlo con mayor eficacia política y tenacidad revolucionaria, enmendando su errónea trayectoria anterior a la revolución de febrero, sin duda fue Trotsky. Pero estos señores, que se hacen llamar Trotskystas, en vez de esgrimir la teoría revolucionaria y la memoria histórica del movimiento para educar a los asalariados en la tarea de ponerse al frente de las luchas populares, proceden al revés, renuncian a todo eso contribuyendo a que el proletariado siga bajo el ala de la pequeñoburguesía, alentando la filosofía política stalinista del frente popular en Argentina. Un signo elocuente de los tiempos difíciles que corren para optimizar los esfuerzos que aporten al desarrollo político de los explotados.
enero 2002

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