El caso albanés 1997
Es bueno recordar aquí, sin ir más lejos, las más recientes conmociones políticas similares, como las de Albania o Ecuador, en cuyos orígenes se reconocen circunstancias parecidas a lo que hoy padecen sin alternativa a la vista los explotados argentinos. En la primavera e 1997, 4 de cada cinco de los tres millones de albaneses descubrieron que habían sido miserablemente estafados. A partir de la "caída" del sistema comunista en 1991, Albania recibió por parte de Occidente más de 1,000 millones de dólares en fondos internacionales, ayuda alimentaria, donativos y préstamos para que se ensayará al capitalismo. Los albaneses aprendieron muy rápido lo que era el robo, la corrupción, los tráficos variados y las sociedades financieras que ofrecen tasas de rendimiento muy altas insostenibles a largo plazo. Vendieron todo lo que tenían: ganado, bienes, tierras privatizadas e invirtieron los dineros de sus familiares inmigrados en Grecia e Italia con la ilusión de hacerse ricos en poco tiempo. La quiebra de estas sociedades piramidales financieras a finales de 1996 representó una verdadera pesadilla para la gente, que centró su furia sobre el gobierno de Sali Berisha y su Partido Democrático cuyos miembros participaron ampliamente en la dirección de las sociedades financieras, además, la población no podía perdonarles el gigantesco fraude electoral cometido en mayo de 1996.
Dado el alcance social de la descomunal estafa, la insurrección no tuvo un definido carácter de clase; fue un levantamiento de casi toda la población contra la alianza entre la burocracia estatal dirigente y el aparato financiero fraudulento del país. Esto explica que la rebelión se organizara de modo descentralizado en asambleas populares por ciudades o municipios. Según reporta el periódico Le Monde Diplomatique", por ejemplo: en la localidad de Saranda la experiencia insurreccional operó a partir de un "consejo de insurrectos" para resolver todo lo relacionado con la defensa y la alimentación. Estaban todos poderosamente armados, preparando su defensa ante posibles ataques por parte del ejército de Berisha. "Xhevat Kopsiq, antiguo coronel del ejército y partidario de Berisha en 1990, empezó a coordinar las posiciones rebeldes "tengo una experiencia militar, una conciencia política y deseo ahorrar muertes. Los jóvenes me pidieron ser su comandante". Habló por teléfono con Berisha y le informó que el pueblo quería su renuncia.
Tal era el estado de situación en que decenas de miles de albaneses asaltaron los arsenales militares haciéndose con 650.000 fusiles de asalto, 1.500 millones de balas (unas 500 por habitante), más miles de armas y proyectiles anticarro así como granadas de mano, tanques y cañones; incluso tres barcos de guerra y más de veinte aviones MiG cayeron en manos de los insurrectos sin la menor resistencia. Por unos días, en medio de una rebelión originada al sur del país, sin más exigencias que la devolución del dinero expropiado a sus legítimos dueños y la destitución del gobierno, Albania se disolvió como nuevo Estado capitalista recién estrenado, sus instituciones políticas desaparecieron al mismo tiempo que sus fuerzas armadas, la mayoría de cuyos oficiales y soldados participaron en la rebelión.
La insurrección comenzó el 1º de marzo. Una semana
después del estallido insurreccional, Berisha solicitó la intervención
militar de la UEO para apuntalar su gobierno, pero la burguesía europea
prefirió evitar el enfrentamiento armado y se decidió por la táctica
de la contrarrevolución "democrática", aconsejando a Berisha un
"paquete" de medidas, en primer lugar que abriera su gobierno a la participación
de los partidos opositores. Berisha respondió destituyendo a su propio
primer ministro, nombrando en su lugar al máximo dirigente del Partido
Socialista en ese momento. (Fatos Nano estaba en la cárcel condenado
por corrupción) A continuación, siguiendo el consejo de sus colegas
europeos, Berisha despidió al jefe de la policía secreta y prometió
que iba a disolverla, anunciando la convocatoria a elecciones para junio. El
nuevo dirigente del gobierno, Bashkim Fino, del Partido Socialista, triplicó
el salario de la policía y solicitó asesores militares occidentales
(italianos) para reorganizar el ejército y desarmar a la población.
Luego se puso a negociar con los rebeldes ciudad por ciudad, con la esperanza
de aprovechar la fragmentación de los insurgentes entre ahora y las elecciones.
Pocas semanas después, estas medidas tácticas en el marco de las
"ilusiones democráticas" de las masas, surtieron su efecto y, sin haber
conseguido nada de lo que les había inducido a rebelarse, los insurrectos
cedieron el poder por las buenas. Debidamente aconsejada por el partido capitalista
internacional, la incipiente burguesía nacional de Albania, a instancias
del Partido Socialista de Fatos Nano (excomunista reconvertido a la socialdemocracia)
pasó así a controlar nuevamente la situación.
enero 2002
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