La pequeña burguesía y el trabajo de los revolucionarios en Argentina

Sr Daniel De Santis:

Ha leido usted muy desatentamente nuestro texto sobre la actualidad argentina, o no ha ido a la website del GPM para enterarse, limitándose a comentar lo que muy sumariamente decimos en el e-mail donde anunciamos su publicación. De lo contrario, una de dos, estaría de acuerdo con nosotros en que el gobierno Duhalde expresa un "reacomodo entre las clases dominantes" de nuestro país, o no podría dejar de argumentar críticamente sobre lo siguiente:

<< Una vez que la respuesta de la pequeñoburguesía ante la crisis se llevó por delante al gobierno electo de De la Rúa, la patata caliente pasó a manos del peronismo. Después, lo que explica el cambio político-institucional entre Rodriguez Saa y Duhalde, es que éste último, de momento, parece contar con el apoyo de la burocracia sindical que sigue controlando al movimiento de los asalariados. Alfredo Atanasof, un sindicalista peronista vinculado a los llamados "gordos" -el sector más amarillo de la Confederación General del Trabajo (CGT)- ha pasado a ocupar el Ministerio de Trabajo. En este hecho está el límite de la actual correlación política de fuerzas entre burguesía y proletariado que corta el paso a una situación revolucionaria. En efecto, como hemos dicho más arriba, salvo el sector de los empleados públicos en determinadas provincias, la clase obrera como "instinto de clase relativamente autónomo", hasta el momento no ha hecho aparición en la escena política de Argentina.
Además, el gobierno Duhalde también parece contar con el apoyo explícito de buena parte de la burguesía ligada al mercado interno nucleada en torno a la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) y las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), representadas en el nuevo gobierno por José Ignacio de Mendiguren, nombrado hace pocos días ministro de la nueva cartera de "Producción".
Tal es la base social policlasista neopopulista sobre la que el gobierno de Duhalde proyecta forjar la "alianza de la comunidad productiva" contra la "alianza entre el poder político y el poder financiero" que, según, él caracterizó a los gobiernos que le precedieron en el proceso de transición a la "nueva" democracia, y en esto no se equivoca.
Así las cosas, de momento la mafia de Duhalde parece tener "todo atado y bien atado", por lo que cabe pensar que la estabilidad del sistema no puede en modo alguno peligrar por el lado de la iracundia social derivada de la confiscación de los ahorros que afecta a la clase media baja y alta, sino al contrario. En primer lugar, porque en las presentes circunstancias esa medida es el único modo de evitar la quiebra financiera del país y, ante semejante perspectiva, el resto de la burguesía está como una piña; en segundo lugar, porque la pequeñoburguesía tampoco sería capaz de llegar a ese extremo político.>> (GPM:"¿Situación revolucionaria sin participación de los asalariados como instinto de clase autónomo?"

Dice usted que la pequeñoburguesía <<ha roto la natural sujeción a su líder natural, la burguesía, y se ha comenzado a movilizar masiva y contundentemente en contra del modelo del capitalismo para los países del tercer mundo con una consigna central de profundo contenido antisistema. "Que se vayan todos y que no quede ni uno sólo">>. En primer lugar, la verdad histórica es que la pequeñoburguesía, en sí y por sí misma, jamás ha roto sus vínculos con el sistema burgués en ningún sitio, porque no está en su naturaleza social semejante posibilidad de autodeterminación. Sólo fue capaz de hacerlo alguna vez, como en la Revolución rusa, arrastrada a ello por el proletariado bajo la dirección de un partido efectivamente revolucionario, el partido bolchevique. Y el caso es que -dado el hasta hoy invariable oportunismo hegemónico reformista de su vanguardia política- el nacionalismo pequeñoburgués sigue intacto en la conciencia del proletariado argentino que dista todavía mucho de ver con buenos ojos la cada vez más necesaria ruptura radical con el capitalismo. En cuanto a la consigna: "que se vayan todos y que no quede ni uno sólo", ni siquiera expresa el desprecio por toda la burocracia política del sistema actualmente existente, sólo a la "prontuariada" por corrupción, y en modo alguno se le pasa por la cabeza rechazar el sistema social burgués, sino al contrario, como no puede ser de otra manera, dada la correlación política de fuerzas entre las dos clases universales antagónicas, actualmente por completo favorable a la burguesía.

En tal sentido, si estas movilizaciones que analizamos tienen <<un profundo contenido antisistema>>, ese contenido no está en las consignas que se gritan -como usted dice- sino en las contradicciones insolubles del capitalismo coyunturalmente agudizadas en Argentina. Y las movilizaciones de la pequeñoburguesía argentina expresan y al mismo tiempo ocultan ese contenido antisistema. Lo expresan en la explosión de su razonable aunque esencialmente irracional iracundia frente a las leyes del capitalismo. Lo encubren desviando su ira hacia los gobiernos de turo y la entidades financieras. Pero, sobre todo, se ve que lo escamotean en la total falta de alternativa contenida en sus consignas, de modo que ante la firme determinación del gobierno, en las inofensivas caceroladas y rotura de los escaparates bancarios, prevalece el común sentimiento de terror al desastre financiero y la aceptación implícita del corralito. Así, por la sesera y el ánimo de la pequeñobuerguesía en esta emergencia histórica no pasa el dilema entre capitalismo y socialismo, sino entre perder parte de sus ahorros o perderlo todo. Nada más. De modo que, no se engañe usted con la espectacularidad de los movimientos de masa de magnitud, que eso de que la pequeñoburguesía "ha roto con su lider social natural", no es ni puede ser real bajo cualquier circunstancia que excluya la intervención del proletariado autoorganizado como clase autoconsciente.

Esto, desde luego, no autoriza a pensar que "aquí no ha pasado nada". Ha pasado y mucho, en cuanto a que descalabros como éste favorecen el trabajo de concientización y organización de una parte -aunque infima- importante del proletariado, que así se torna permeable al discurso revolucionario, a la racionalidad científica que le facilite comprender las leyes del capitalismo y la necesidad de trascender política y socialmente toda esta basura histórica.

Dice usted que <<desde el punto de vista social, aunque todavía no político, están dadas las condiciones para una alianza obrero popular como nunca antes en la historia Argentina.>> Una alianza efectivamente revolucionaria, se entiende. Esto es muy cierto desde hace mucho y ahora más, pero no por lo que usted piensa, es decir, no porque la pequeñoburguesía se haya radicalizado coyunturalmente, sino porque pierde peso social específico, porque se proletariza -buena parte de ella seguramente sin retorno- pasando a engrosar así las filas del proletariado y del trabajo por cuenta propia, dándo pábulo al semiproletariado. Esto está previsto en la "Ley general de la acumulación capitalista" ("El Capital" Libro I Cap. XXIII) formulada por Marx hace casi ciento cincuenta años. Para que digan que su pensamiento está desfasado.

En un momento muy fugaz de la lectura de su carta, valoramos positivamente la preocupación por "el peligro populista", aunque enseguida vimos que, contradictoriamente, invierte usted la prelación en la tarea de los revolucionarios, porque a los fines efectivamente rupturistas con el capitalismo, lo prioritario no es precisamente construir el bloque de poder "obrero popular", esto es, la alianza entre el proletariado y la pequeñoburguesía, como usted erróneamente parece proponer. Y no se trata de eso, sino de emplear toda la energía en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento asalariado, o sea, construir el partido de la revolución socialista. Y una vez hecho esto, huir como de la peste de los frentes policlasistas. De lo contrario, no haríamos otra cosa que reeditar el populismo, diluyendo una vez más los intereses históricos del proletariado en un nueva alianza sin principios que limita sus luchas al cumplimiento de los objetivos presentes de la pequeñoburguesía.

Y unas pocas líneas más adelante, esta preocupación suya por el "peligro populista" acaba quedando en pura retórica cuando propone usted el programa <<detrás del cual se pueden movilizar millones de argentinos>>. Ese programa es: <<No pago de la deuda, nacionalización de la banca, reestatización de las empresas privatizadas, reestatización de la seguridad social, y otros puntos. Y la realización de asambleas democráticas>>. ¿No es éste, en esencia, el programa del populismo peronista que vinieron abrazando los asalariados argentinos y el grueso de su vanguardia política desde 1945 hasta hoy?

Dada la masa creciente de captial sobrante acumulado en el mundo, lo que necesita el capitalismo en su etapa postrera y expresan políticamente los representantes del capital multinacional propietarios de gran parte de esa masa de capital excedentario es, en primer lugar, debilitar social y económicamente al Estado burgués emprersario en todos los países, despojarlo de competencias en cuanto a creación de riqueza y servicios, reducirlo a ser poco más que una maquinaria represiva, convirtiendo a los asalariados de sus empresas y funciones sociales, como la salud, la educación y la seguridad social, en fuentes directas de acumulación de capital. Quieren debilitarlo, además, hasta el extremo de que no pueda impedir la instauración a nivel planetario del capitalismo oligopólico de Estado, eliminando las restricciones políticas de los Estados nacionales tradicionales a la libre circulación de los distintos capitales para la no menos libre explotación del trabajo ajeno y la proletarización de la pequeñoburguesía. Dada la naturaleza del capitalismo, mientras la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio siga vigente, es éste un proceso inevitable e históricamente irreversible, aunque de cumplimiento necesariamente interrumpido por la resistencia cada vez más débil de la pequeñoburguesía, con toda la secuela de sufrimientos humanos inútiles. Según este razonamiento, al proponer su programa se está sumando usted a esa resistencia históricamente baldía y por completo innecesaria.

Esta tendencia objetiva del capitalismo se puso por primera vez de manifiesto a principios de siglo -cuando Lenin empezó a recopilar la información que culminó en su obra: "El imperialismo, fase superior del capitalismo"- pero se acentuó paulatinamente desde la segunda post guerra. Todas las vicisitudes de la lucha de clases en Argentina, estuvieron atravesadas por el "pincho moruno" de esta tendencia histórica del capital social global. Que la vanguardia política del proletariado argentino se haya venido resistiendo a reconocer esta ley de la historia moderna, sólo se explica por su naturaleza de clase intermedia entre el proletariado y la gran burguesia.

La primer tarea política de los trabajadores como mayoría absoluta de la población -dirigida por el partido- una vez en el poder, consiste en destruir el Estado burgués y su base económica de sustentación política: la explotación de trabajo ajeno para los fines de la acumulación de capital. ¿Cómo? Reemplazando la democracia de mercado por la democracia política directa de los productores libres asociados, anulando el carácter mercantil de los medios de producción y de cambio. Lo que usted propone con su programa no es precisamente esto, sino al contrario, mantener intactas las leyes de la explotación capitalista, limitándose a resistir y retardar el cumplimiento de esas leyes encarnadas en los representantes del capital multinacional, mediante el fortalecimiento social y político del Estado burgués nacional. ¿Para qué? Pues, para apoyarse en él, en sus empresas estatales y en sus medidas arancelarias, monetarias y fiscales restrictivas a la libre actuación del capital social global, con la finalidad ilusoria de preservar o dar estabilidad al miserable proyecto político de explotar trabajo asalariado en pequeña y mediana escala.

Una cosa es que, en su lucha contra el capital multinacional, el proletariado trate de conseguir el apoyo de los pequeños patrones para consumar su revolución anticapitalista, y otra muy distinta es que, a despecho de reiteradas derrotas y sufrimiento inútiles, insista una y otra vez en enajenar esas luchas apoyando el andrajoso proyecto "antiimperialista" de la pequeñoburguesía, o sea, postergando sine die los objetivos socialistas de su lucha.

Lo hemos dicho ya muchas veces y nunca se insistirá demasiado en ello. La base material de sustentación del imperialismo es el desarrollo internacional desigual que convierte a las burguesías de los países de atraso relativo en tributarias de plusvalor en favor de los capitales localizados en las grandes metrópolis capitalistas así convertidas en imperialistas. Y el nervio, la espina dorsal del desarrollo internacional desigual es la propiedad privada sobre los medios de producción a nivel planetario, de modo que, sin esa condición de existencia, se diluye como un azucarillo en el agua.

Así las cosas, es natural y lógico que los pequeños propietarios capitalistas, en lo que de ellos depende, no puedan estar interesados en quebrar esa vertebración internacional del sistema capitalista, porque eso les supondría suicidarse como clase burguesa intermedia. Hay que ayudarles. De los contrario, dada su naturaleza de clase explotadora de trabajo ajeno, su "lucha" contra el gran capital multinacional -beneficiario principal de todo este tinglado del desarrollo internacional desigual- deriva inevitablemente en un "antiimperialismo" pacato que no puede sino conservar intacto su principio enconómico-social activo y sus mecanismos mercantiles y monetarios de funcionaliento. De esto se infiere, lógicamente, que la lucha antiimperialista consecuente no puede ser sino de naturaleza socialista y proletaria.

Dice usted que el suyo <<es un programa detrás del cual se pueden movilizar millones de argentinos>>, y es cierto. Pero entre 1918 y 1930 también pasó lo mismo; y entre el 30 y el 44; y entre el 55 y el 58; y entre el 62 y el 66; y entre el 69 y el 73; y entre el 76 y el 83. Habla y propone usted como si careciera por completo de memoria histórica, como si la revolucion socialista fuera cuestión de insistir en más de lo mismo que condujo a la derrota una y otra vez, no precisamente por falta de combatividad del proletariado argentino.

Marx previó que la lucha de clases al interior del sistema capitalista, esto es, que no rompe con él, cualquiera sea el resultado eventualmente contrario al cumplimiento de la ley general de la acumulación capitalista, a la postre sólo se encarga de ir concretando el resultado previsto por ella. La historia en general y la de Argentina en particular, no han hecho más que demostrar esta previsión científica. ¿Hay duda de que desde 1950 hasta hoy el capital trasnacional ha venido presionando en dirección al cumplimiento de la ley del valor en el mundo? ¿qué diferencia se aprecia entre resultado de esas presiones entre el período 1950-70 y el más reciente entre 1970 y 2002? Que durante el primer período la masa de capital excedente era relativamente pequeña en el marco de una onda larga expansiva, mientra que en el segundo esa masa de capital se ha vuelto enorme en el marco de una onda larga de crecimiento lento.

Esto explica que, en el primer período, los proyectos capitalistas de Estado para el desarrollo autónomo de los distintos capitales nacionales, pudieran en cierto modo "compatabilizarse" momentáneamente y coexistir con la renovada pero todavía débil tendencia a la internacionalización de los grandes capitales tras la destrucción provocada por la Segunda Guerra Mundial, mientras que durante el segundo período, la presión de esa formidable masa de capital excedente que llegó a ser en la década de los 80, se ha vuelto irresistible haciendo desaparecer la base material que dio sentido a la ideología apologética del llamado "Estado Empresario del Bienestar".

Que ahora usted y muchos que le acompañan en su impresionismo ante lo sucedido en Argentina, piensen que están dadas las condiciones para insistir con esa ideología de la ineficiencia y el atraso social, de traducirse en terminos de lucha política generalizada por los objetivos propuestos en su programa, esa lucha no podrá dar más de sí que acabando en otra salida parecida en términos de víctimas y de retroceso ideológico y político a la de 1976, lo cual confirmará, una vez más, la tendencia histórica opuesta a ese programa determinada por las leyes objetivas del sistema capitalista. La revolución socialista no consiste en romper con la propiedad capitalista sólo en parte, señor De Santis, del mismo modo que de una mujer no se puede decir que esté "un poquito embarazada". Sin una política de ruptura radical con el modo de producción capitalista, más tarde o más temprano sus leyes objetivas acaban cumpliéndose. Lo que está pasando hoy día en Argentina es parte del proceso de centralización internacional de los capitales iniciado tras la segunda postguerra mundial, y podrá ser postergado luchando por cosas como las que usted propone a costa de muchas vidas y sufrimiento inútil, pero no se lo podrá detener, porque mientras se deje intacto su principio activo: la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio, toda lucha no será más que un impasse en el proceso de cumplimiento de sus leyes.

En este sentido, tratar de salvar a los pequeños patrones capitalistas del empuje arrollador del capitalismo en Argentina y en todo el mundo hacia su centralización oligopólica, elevando la defensa de sus pequeños negocios a la condición de estrategia política de los revolucionarios y, lo que es peor, embarcar al proletariado en semejante movida, significa frenar inutilmente el desarrollo social, y engañar a los pequeñoburgueses con la ilusión de un futuro de estabilidad dentro del sistema; en lo inmediato, prepara todas las condiciones de una nueva derrota del movimiento popular. Siendo el componente humano de las fuerzas sociales productivas, el proletariado no puede luchar por la ineficiencia técnica y el atraso económico-social de proyectos políticos cuya finalidad es preservar la explotación capitalista del trabajo social en pequeña y mediana escala, como el que usted propone, sin negar su condición de clase social objetivamente comprometida con el progreso en todos los sentidos.

La pequeñoburguesía se enfrenta a dos tipos de contradicciones de clase: en primer lugar, las contradicciones con sus respectivos asalariados; en segundo lugar, las contradicciones con el gran capital. La primera contradicción crece y se desarrolla; la segunda va desapareciendo históricamente poco a poco en un proceso intermitente o discontínuo por la renovada resistencia que ofrece al avance del capitalismo, ciertamente cada vez más débil en la medida en que este sector de clase burgués intermedio -aunque no desaparece del todo- disminuye cada vez más en términos relativos (respecto de los asalariados). La ley general de la acumulación capitalista determina que este sector intermedio de clase capitalista sea muy inestable, nutriendose, por arriba, de sus estratos superiores desplazados del mercado por los grandes capitales durante las fases expansivas de los ciclos económicos periódicos, por abajo, del paro obrero durante las fases depresivas; aunque, en estas fases, son más los pequeñoburgueses que se proletarizan o pasan a la condición de trabajadores por cuenta propia, que los asalariados que se aventuran como pequeños explotadores capitalistas invirtiendo sus indemnizaciones de paro que complementan mediante créditos bancarios.

De este modo, la primera contradicción pertenece todavía al futuro; la segunda, cada vez más al pasado. En este sentido, desde el punto de vista revolucionario es un completo despropósito defender medidas de apoyo a la pequeñoburguesía susceptibles de debilitar esta segunda contradicción, porque frena el desarrollo social bajo el capitalismo (el desarrollo social del proletariado). Protegiendo artificialmente al pequeño propietario capitalista ineficiente contra el desarrollo económico del capitalismo, contra el desarrollo de la gran producción, se aleja el horizonte político del socialismo, porque la táctica de propreger económicamente a esta capa inferior de propietarios capitalistas, evita que la burguesía en su conjunto se debilite social y políticamente. Esta es la finalidad del reformismo.

Por el contrario, la lucha consecuentemente revolucionaria contra el gran capital imperialista, contra la "glogalización" capitalista, excluye lógicamente la táctica de defensa de la pequeña producción capitalista, esto es, de la obsolescencia técnica, la ineficiencia económica y el atraso social que, a cambio, brinda consenso social a la democracia formal de mercado, con sus instituciones de Estado corruptas y opresivas preparadas para la burla sistemática de la voluntad popular, cuando no aporta su base social de apoyo para la represión fascista. La lucha consecuentemente revolucionaria contra el imperialismo es tal, cuando se proyecta desde la perspectiva de la eficiencia técnica y el progreso humano alternativos en la sociedad democráticamente real de los productores libres asociados, esto es, desde la perspectiva política del proletariado.

Somos plenamente conscientes de que en el alma de los millones que piensan como usted en el mundo, que se resisten a dejar su querencia política bajo el ala de la pequeñoburguesía, anida el prejuicio muy bien alimentado por los intereses del enemigo de clase, de que los asalariados son incapaces de autodeterminarse para dirigir los destinos de la humanidad, y que frente al mercado como mecanismo de asignación de recursos productivos y riqueza no hay alternativa posible. Un infundio que arraigó todavía más en la conciencia de las clases sublaternas (pequeñoburguesía, proletariado y semiproletariado o cuentapropistas) tras la caída de la URSS, un régimen que la burocracia soviética, en su enfrentamiento-alianza con el capital imperialista, se vino encargando de hacer pasar por socialismo durante sesenta y siete años.

Y no vaya usted a creer que la presunta incapacidad del proletariado para organizar la vida social sin mercado es un embeleco burgués porque lo dicen "comunistas trasnochados" como nosotros, sino porque está más que demostrado y día que pasa se vuelve más evidente por efecto de la propia realidad actual del capitalismo tardío. Sobre este asunto nos permitimos remitirle al apartado 8 de nuestro trabajo: "Las vacas locas y la vesanía genocida del sistema capitalista", en: http://www.nodo50.org/gpm/vacaslocas/08.htm

Todos estos argumentos deben naturalmente explicitarse en un programa político de gobierno, y nosotros, haciendo memoria histórica, hemos esbozado el que, pensamos, debe servir de guía a la acción política del proletariado en la etapa actual del proceso de acumulación, en esencia el mismo que llevó a la práctica el proletariado ruso en 1917, adaptado lógicamente a la correlación fundamental de fuerzas entre proletariado y burguesía en la Argentina de hoy, a nuestro modo de ver valido para la mayoría de países en el mundo. Lo presentamos durante un acto convocado por la reciente formación política pequeñoburguesa denominada "Frente argentino contra la pobreza", realizado en la plaza madrileña de Sol el día 5 de enero ppdo. Podrá verlo formulado en: http://www.nodo50/gpm/argentina/panfleto.htm

Está claro que esta propuesta de acción política cuyos principios fundamentales hemos expuesto aquí, no puede ser apoyada por el estrato superior de la pequeñoburguesía en ningún momento. Pero seguro que sí puede serlo por el estrato inferior de este sector intermedio, cuyos componentes a duras penas se sustraen a la proletarización y que en esa lucha agónica muchas veces llegan a pensar que lo peor que les puede pasar no es morir como pequeños propietatrios capitalistas, sino sufrir humanamente como perros abandonados por aferrarse al clavo ardiendo de la vida bajo esa condición social cada vez más insoportable.

Para que estos sectores se suiciden como clase capitalista intermedia y renazcan encarnando la dignidad de los que luchan decididamente por su emancipación humana, solo es necesario hacer posible que una minoría significativa de asalariados conscientes se autorganicen políticamente en torno a los principios de la racionalidad social revolucionaria y, constituidos en partido independiente, sean capaces de trasmitirla al resto de sus camaradas de clase para tomar juntos la firme determinación de decir ¡basta!, demostrando, una vez más en la historia, como en la Revolución Francesa de 1789, que "No hay fuerza más irresistible que la de una idea cuando le llega su hora". Víctor Hugo.

Un Saludo: GPM

febrero 2002

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