Justificación del capitalismo y necesidad de la revolución

         Los reformistas políticos pequeñoburgueses, que repelen el marxismo —tanto como se aferran al capitalismo—, justifican ante la opinión pública su existencia como burócratas eventualmente a cargo de las instituciones del Estado capitalista, vendiendo la idea de que los lados malos de la economía política en la sociedad civil capitalista, se pueden eliminar conservando sus lados buenos. ¿Cómo? A instancias de la política económica que, cuando están en la oposición, ellos siempre prometen aplicar y llaman “planificación”. [1] Pero cuando les toca ser gobierno y desde la sociedad civil sienten las presiones de sus mandantes gran burgueses —que ahora pasan por ser “los mercados”—, entonces para justificar el incumplimiento de sus promesas, amputan quirúrgicamente la máxima de Benjamin Disraeli, diciendo que: la política es el arte de lo posible [2] .

         La única  política económica posible para este tipo sujetos en función de gobierno y bajo condiciones políticas “democráticas”, es la que desde la sociedad civil y en cualquier circunstancia económica, le dictan los más poderosos lobbies económicos, que ellos obedecen disciplinadamente por la cuenta que les trae. Como hizo el “socialista” Zapatero durante su última presidencia de gobierno a cargo del PSOE, tras la comunicación telefónica que mantuvo con su colega, el actual presidente norteamericano Barack Obama el 10 de mayo de 2010, poniéndose de acuerdo con él en que "hay que calmar a los mercados": La “democracia” es la dictadura política del capital.

          Nosotros no te decimos “deja de luchar, toda tu lucha no vale nada”. Nosotros te damos las verdaderas consignas por las que, siendo objetivamente necesario, vale la pena luchar.

Lo que Marx ha querido significar con estas palabras, es que, dentro de la sociedad capitalista, los asalariados no tienen nada que reivindicar salvo su existencia como clase explotada. Por lo tanto, si esta clase de alguna forma participa en un gobierno queriendo dejar de ser explotada, pero carece del conocimiento veraz acerca de su propia realidad, es decir, desconoce las verdaderas causas por las cuales existe como clase explotada, le será imposible saber por qué razón y cómo dejar de serlo para recuperar su propia humanidad.

 

Y si no lo sabe, o si lo que quiere carece de sustento racional que justifique su aspiración, tampoco tendrá moral para luchar por ello. Porque no sabrá lo que es necesario hacer para conseguir aquello a lo que íntimamente aspira. Por lo tanto, tampoco podrá convencer a quienes necesita que le acompañen: los pequeñoburgueses rurales y urbanos. En ese caso, su función de gobierno será nula y cualquier decisión que se adopte no será suya, sino de aquella fracción de la clase explotadora que alternativamente lidera la acción de gobierno.

Porque, para actuar, los explotadores no necesitan conocer las leyes que presiden el movimiento de la sociedad actual. Simplemente actúan según esas leyes, porque les hacen sentir bien. Por eso dice Marx que si algo enseña la experiencia obrera participando en gobiernos burgueses como el del “Partido Socialista Democrático” en su época —emulado por la socialdemocracia de hoy día—, es lo que pasa "cuando se alcanza demasiado pronto el poder", es decir, cuanto todavía no se conoce la necesidad de actuar en determinado sentido y no en otro cualquiera. Lo cual nos remite al mismo aforismo de Marx: “La libertad es el conocimiento de la necesidad”:

<<Una araña ejecuta operaciones que se asemejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar su construcción, la proyecta en su cerebro>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. V “El proceso de trabajo”. Subrayado nuestro)

 

                Tal ha sido y sigue siendo, precisamente, el cometido de todos nuestros trabajos: convencer de que todo lo que hasta cierto momento existe es necesario, hasta que deja de serlo cuando a fuerza de volverse contraproducente para la vida, la necesidad o razón de ser de una realidad superior que todavía no existe, se fija en el pensamiento social mayoritario pugnando por que pase democráticamente a existir realmente.

 

         Y si tal como se ha demostrado ser cierto, que los sistemas económico, político y judicial bajo el capitalismo en el mundo han venido cometiendo cohecho continuado, para mantener un status quo social absolutamente inhumano cada vez más insoportable, nosotros insistimos en proponer con total certidumbre:

  

1) Expropiación de todas las grandes y medianas emprersas sin compensación alguna.

2) Cierre de la Bolsa de Valores.

3) Control obrero permanente de la producción y de la contabilidad en todas las empresas.

4) De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

5) Viva la lucha en España de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH).

6) Viva la lucha de los estafados por los bancos mediante acciones preferentes y subordinadas.

7) Viva la lucha del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT).

8) Viva la lucha de la “marea blanca” contra la privatización de los servicios públicos esenciales de salud, educación y dependencia.

9) Viva la lucha de los asalariados de astilleros.

10) Viva la lucha de los asalariados mineros.

11) Viva la lucha de los asalariados que no luchan.

12) El proletariado hará la revolución, lo quiera hoy o todavía no lo quiera. 

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[1] Uno de los más importantes acuerdos entre la izquierda y de la derecha española que hicieron posible aprobar la Constitución vigente desde 1978, aparece reflejado en el artículo 131 referido, precisamente, a la planificación de la economía “para atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución. ¡¡Mentira!! Bajo el capitalismo no puede haber distribución justa posible.

[2] El aristócrata y político de la derecha británica, Benjamín Disraeli, definió a la política como “El arte de hacer posible lo necesario”.  Y entendió por necesario a lo objetivamente determinado por las leyes económicas del sistema capitalista. Pero no precisamente por esto, sino porque naturalmente tales leyes favorecen el interés e ideología de los explotadores de trabajo ajeno ¿Dónde se queda, pues, la lucha por la justicia social en un sistema de vida que se presupone mejorable? Es éste un interrogante frente al cual, los hipócratas oportunistas de la izquierda burguesa carecen de argumentos. Para salir del atolladero, amputaron quirúrgicamente la máxima de Disraeli, redefiniendo a la política como “el arte de lo posible”. Pero se quedaron igualmente con el trasero al aire.