Productividad, exportación de capital y emigración obrera

           

            Las crisis económicas típicas del capitalismo son crisis de superproducción de capital. Pero esto no significa que el fenómeno del exceso de capital con exceso de población —determinado por el aumento en la productividad y en su correspondiente Composición Orgánica del Capital—, se verifique solo durante las crisis y sus consecuentes depresiones, tal como está sucediendo hoy día en el mundo y especialmente en Europa. También se verifica en condiciones de acumulación normales. En 1865, durante las postrimerías de la onda larga expansiva europea entre 1852 y 1873, según H. Fawcett citado por Marx:

<<La parte mayor del plusproducto anualmente creciente sustraído al obrero inglés sin darle un equivalente, no se capitaliza en Inglaterra sino en países extranjeros….>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXII Aptdo. 5).

 

         Pero dado que esa parte mayor de plusvalor había sido creada por obreros ingleses, lo que de aquí se infiere es que, el “fondo de trabajo” comprendido en ella, al no volverse a invertir y ser exportado como capital a préstamo, dejó a la parte proporcional de esos obreros sin trabajo en su propio país, forzándoles a emigrar quebrantando su estructura familiar y que Dios les ayude, de modo que:

<<….con el pluscapital exportado de esta suerte, se exporta también una parte del “fondo de trabajo” inventado por Dios y Bentham (…) Se podrá decir que en Inglaterra no solo se exporta anualmente capital, sino que, con él, también se exportan obreros bajo la forma de la emigración (y consecuente desestructuración familiar).>> (Op. cit. Lo entre paréntesis nuestro)

 

         Este fenómeno se ha seguido reproduciendo en el mundo, agudizado periódicamente de crisis en crisis,  con un grado de dificultades progresivamente creciente para superarlas, teniendo en cuenta, como ya en otro lugar hemos dicho, que cada ciclo periódico arranca —inevitablemente— con una Composición técnica y Orgánica del capital más alta que al inicio del ciclo anterior.

 

         En lo que respecta a la contradicción entre la productividad del trabajo y la acumulación de capital que a al interior del proceso productivo se opera, sus consecuencias al exterior de ese proceso se verifican, en que el aumento incesante de la Composición técnica y Orgánica del capital, determina que la población obrera activa sin trabajo, aumente más rápido que la empleada (mayor número de nacimientos que nuevos puestos de trabajo), de modo que la merma histórica relativa de esta última, impide que el aporte de los empleados al fondo de pensiones, alcance para mantener el nivel de vida de los ya jubilados, malogrando así la solidaridad social intergeneracional del régimen jubilatorio, de tal modo sustituida por el individualismo.  

 

         Tanto la derecha política ultraliberal como sus colegas de la izquierda socialdemócrata, coinciden en sostener la falsa especie de que la insostenibilidad del sistema jubilatorio, no se debe a ese lado malo del capitalismo, sino a su lado bueno supuestamente basado en la creciente esperanza de vida que el Estado del bienestar permite a los jubilados respecto de la población activa empleada, de modo que así, el aporte previsional de esta última parezca que no alcanza para sostener el sistema jubilatorio. Tanto como para echarle la culpa a los asalariados por no tener más prole.

 

         Con esta mentira perversa, los teóricos “especialistas” en embelecos varios compiten con los políticos profesionales al servicio del sistema, no solo en escamotear la realidad del paro estructural masivo creciente, sino al mismo tiempo en justificar el sálvese quien pueda de un régimen jubilatorio alternativo basado en la capitalización de un fondo de pensiones personal, característico del tan exclusivo como excluyente sentimiento individualista burgués, consagrado por las llamadas “clases medias”; ese despreciable por mezquino, insolidario y acomodaticio medio pelo social, que todos los días no deja de ponerse frente al espejo del sistema, buscando afanosamente verse allí reflejado como el gran burgués que vive soñando ser haciéndose a sí mismo. Un sueño que las crisis cada vez más recurrentes se llevan por delante, con verdadero terror para la burguesía en su conjunto, que ve así peligrar cada vez más su estabilidad política en la conciencia social mayoritaria de la población explotada.

 

 

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