07. De la nacionalización
a la internacionalización de los capitales nacionales
¿Cómo y en qué grado de magnitud ha
evolucionado históricamente la “intromisión” del capital multinacional
imperialista en la economía nacional argentina durante las
últimas décadas? ¿Se ha hecho Ud. esta pregunta? Según datos del Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la participación de las grandes
empresas transnacionales extranjeras en el producto bruto argentino,
aumentó de manera sostenida en la década de los 90, pasando del 45% en 1993 al
63% en 2001. Ahí han quedado las privatizaciones de más de 100 empresas
estatales durante el gobierno peronista de Menem, acompañado por el profundo
ataque a las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados argentinos.
Al amparo de ese gobierno, Gregorio
Pérez Companc, un argentino dueño de Molinos Río de la Plata —que le compró a
Bunge y Born—, se convirtió en holding comprando trigo a precio alto, que
procesaba y vendía como harina más barata, para arruinar a las pequeñas y medianas
empresas de ese sector. Así son los paradigmas de la revolución nacional que
Ud. proclama, señor Schiavoni. Y así fue como este insigne prócer llegó a ser uno
de los magnates más poderosos del Mundo, con un patrimonio de 1.500 millones de
dólares. En 1973 su grupo estaba formado
por diez empresas; al terminar la dictadura de Videla y Galtieri, pasaron a ser
53; al promediar la presidencia de Alfonsín 84; y durante la primera
presidencia de Menem llegaron a ser 149. [¿Qué
ha hecho, pues, la burguesía nacional supuestamente patriota en Argentina? Codearse
con el gran capital extranjero, fusionarse con él hasta desaparecer como
“capital nacional”, para que sus personeros puedan así seguir medrando
como capital multinacional, dentro y fuera del país.
Y en cuanto a las llamadas clases
medias bajas, un fenómeno que Marx y Engels también habían observado en
1848:
<<De todas las clases (burguesas subalternas) que hoy encontramos cara
a cara con la burguesía, solo el proletariado es una clase realmente
revolucionaria. Las otras clases van degenerando y finalmente desaparecen con
el desarrollo de la industria moderna; el proletariado, en cambio, es un
producto peculiar (como clase no puede degenerar ni desaparecer, porque es
el sustento social esencial de la burguesía y lo único que tiene para perder
son sus propias cadenas) La clase media baja, el pequeño fabricante, el
comerciante, el artesano, el campesino, todos estos luchan contra la burguesía,
para salvar de la extinción su existencia como fracciones de la clase media.
Por lo tanto no son revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son
reaccionarios, porque intentan hacer retroceder la rueda de la historia.
Son “revolucionarios” tan sólo a la vista de su inminente proletarización;
son sectores de clase burguesa subalterna sin futuro, incapaces de hacer
historia por sí mismos>> (Op. cit. Cap. I. El subrayado y Lo entre
paréntesis nuestros)
Tal es el sentido político anacrónico,
reaccionario y engañoso de la supuesta lucha por “la patria común” contra el
imperialismo; un sueño embrutecedor para entretenimiento político de incautos, que
el proceso de acumulación capitalista subrepticiamente se lleva por delante sin
escrúpulos. Una realidad que se ha visto universalmente confirmada
y fue rigurosamente prevista por Marx y Engels en 1848.
Las presentes circunstancias bajo el
capitalismo tardío, se caracterizan no por la simple tendencia a la unidad
internacional de los capitales —como en los tiempos de Marx—, sino por
su concreción real y efectiva
a la vista de cualquiera que no cierre los ojos ante ella o mire para otro lado.
Y a este resultado se ha llegado, precisamente,
a caballo de los conceptos burgueses de soberanía
política nacional y libertad de comercio, llevados a la práctica por la
Ley económica capitalista del
valor. Sin necesidad de guerras de conquista, colonias ni semicolonias.
Marx y Engels se adelantaron a esta realidad actual del capitalismo con
asombrosa capacidad científica previsora
en pleno apogeo del colonialismo, vislumbrando sin contar con indicios tangibles de ninguna índole, una
realidad para ellos todavía distante: la unificación de los capitales nacionales
que acabaron por unificarse a escala continental, como en los EE.UU., la
Commonwealth inglesa y la Comunidad Económica Europea:
<<El desarrollo de la
burguesía mediante la libertad de comercio, el mercado mundial, la uniformización
de la producción industrial y de las correspondientes formas de vida, va logrando
que se esfumen paulatinamente los aislamientos y antagonismos nacionales.
El dominio del proletariado acelerará esa extinción. Su acción conjunta, por lo
menos la del proletariado de las naciones más civilizadas, es una de las
primeras condiciones de su liberación (social,
como clase explotada)>>. (Op.
cit. Cap. II. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)
Cierto, Lenin no desdeñaba la
importancia de la lucha contra los restos del colonialismo. Por ejemplo, en
abril de 1919, el emir Amanullah que había tomado el poder en Afganistán,
denunció un tratado semicolonial que Gran Bretaña le había impuesto a los
anteriores gobernantes de ese país, y emprendió acciones para enfrentar
militarmente al imperialismo que buscaba volver a la antigua condición. Lenin
caracterizó entonces a Afganistán como "el único Estado musulmán
independiente en el mundo" que podría encabezar la lucha de los pueblos
musulmanes por la libertad e independencia. Pero Lenin dijo esto cuando la tendencia
a la internacionalización del capital y al entrelazamiento con las burguesías
nacionales en casi todos los países dependientes todavía no era un hecho, como
lo fue a partir de la segunda postguerra mundial. Lenin hablaba claramente de
una lucha burguesa de liberación en la etapa de transición hacia la
internacionalización del capital, cuando el pasaje de las semicolonias a la
condición de Estados independientes era un tránsito previo, progresivo,
necesario y obligado, hacia lo que hoy es ya una realidad. Bajo estas nuevas
circunstancias, la resistencia que opuso a la OTAN el régimen dominado por la
Liga socialista yugoslava en 1999, constituye un anacronismo en toda regla,
tanto desde el punto de vista burgués como desde el punto de vista de la
necesaria unidad política del proletariado a nivel mundial.
Así las cosas, quienes en esa guerra
se inclinaron por la defensa incondicional de Yugoslavia, desde el punto de
vista marxista no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués tendente a defender al débil
frente al fuerte, anteponiendo un antiimperialismo
burgués dependiente y pacato necesariamente
perdedor, al compromiso efectivamente
revolucionario con una eficaz
estrategia de poder que, por su naturaleza social, solo puede estar al alcance del proletariado. Y el primer paso
de esa estrategia proletaria, debe consistir en una política conducente a su unidad internacional, que ya
tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital global.
Esta realidad nada tiene que ver con
la estrategia del nacionalismo pequeñoburgués colonialista que esgrimió el
régimen yugoslavo sometiendo a Kósovo, ni con el que todavía sueñan los
nacionalistas argentinos respecto de las Malvinas, escondiendo el hecho de que
así someten la voluntad política de sus actuales habitantes. Y menos aún tiene
que ver con el neutralismo pacifista. Sí le incumbe al proletariado, en cambio,
la conversión de cualquier guerra
interburguesa de rapiña, en guerra civil revolucionaria contra el capitalismo,
tal como lo hemos dicho y volvemos repetir aquí, porque tal parece que nunca
será suficiente:
<<En las guerras modernas las mayorías explotadas siempre han servido como simple carne de cañón y, por tanto, en modo alguno deciden provocarlas, emprenderlas, dirigirlas ni sacar beneficio de ellas. Bien al contrario, son sus víctimas propicias. No solo porque crean un excedente económico en disputa que no disfrutan y, además, ponen los muertos y heridos de guerra en ambos bandos, sino porque a uno y otro lado de las trincheras, encima son los que cargan con el grueso de sus costes materiales (pagando impuestos). La supuesta “guerra entre países” —como tantas otras expresiones que suele acuñar la burguesía en la conciencia enajenada de los explotados— sirve para ocultar la verdad que subyace a ella>>. "¿Guerras entre países o guerras entre las clases dominantes de esos países”
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