7. Reforma de las reformas y su necesaria conclusión política

Ahora volvemos a las mismas con más de los mismo dando otra vuelta de tuerca en el ajuste de la penuria relativa y absoluta para los asalariados. Este gobierno “socialista” de turno, que desde 2007 había venido proclamando no abandonar “a los más débiles” por nada del mundo, abrumado ante la grave profundización de la crisis desde mediados del año pasado, en un súbito gesto de sinceramiento acabó cediendo a las presiones del FMI, el Banco Mundial y de la UE, decidiendo por decreto congelar los ingresos a 6 millones de pensionistas, alargar la edad de jubilación a los 67 años y reducir las futuras pensiones hasta un 20% ampliando todavía más el período de cálculo. Eliminó el régimen transitorio de la jubilación parcial limitando el acceso de este tipo de jubilación a los mayores de 60 años, y suprimió nuevos contratos de relevo así como la retroactividad de las prestaciones de dependencia.

Y en cuanto a la deuda que acumula con los dependientes —la mitad de ellos mayores de 80 años— decidió que se pague a plazos durante cinco años. Además suprimió los 2.500 Euros del cheque-bebé e introdujo nuevos recortes presupuestarios a los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Abarató y facilitó los despidos, así como la flexibilidad de horarios y traslados, propiciando un descenso general de salarios por la vía de los contratos a tiempo parcial, hasta que no quede ni uno a tiempo completo, como ha de suceder en el futuro más o menos próximo.

¿Por qué? Lo repetimos: porque con cada adelanto tecnológico que incorporan, los medios de producción pueden procesar más materia prima por unidad de tiempo con un menor número de asalariados. La consecuencia social de esta realidad vista desde la lógica económica del capitalismo, se expresa en que el capital constante (máquinas, herramientas, edificios, tierra, materias primas y auxiliares), crece más rápido que la población explotada, dejando inactiva a una parte cada vez mayor de población explotable. De modo que si se trata de incrementar el empleo, el tiempo de cada jornada debe repartirse entre la población asalariada disponible, trabajando a tiempo parcial por un salario naturalmente cada vez más exiguo. Ergo: cuanto más corta sea la vida laboral y la retribución de los asalariados, menos aportarán al fondo común previsional y más miserable será su futura pensión.

Todas estas medidas, que llegaron para quedarse, no son más que el antecedente inmediato de lo que vendrá. Según la inflexible Ley General de la Acumulación Capitalista en condiciones de sobresaturación irreversible de capital, prevemos como inevitable no solo la privatización integral del servicio aeroportuario anunciado ya su inminente cumplimiento, también correrán la misma suerte los servicios de transporte, educación y de sanidad. Y como ha sucedido según todos los antecedentes, con la inevitable “racionalización” (léase rentabilidad capitalista), desaparecerán gran parte de los actuales empleados públicos en estas dos áreas del trabajo social que irán a engrosar las filas del paro. El resto pasarán a ser explotados por empresas privadas, porque así lo está exigiendo el capital sobrante en busca de aplicación redituable, convirtiendo una proporción cada vez mayor de ese trabajo, en plusvalor para los fines de la acumulación a expensas del salario; tal como antes lo exigió, hasta conseguirlo, del trabajo empleado por las antiguas empresas públicas bajo jurisdicción del ya extinto “Instituto Nacional de Industria” (INI), sobre las cuales se erigió, a mediados del siglo anterior, ese antepasado ya casi desconocido al que se le denominó “Estado del bienestar”. ¿Esto es lo que queremos? Esto es lo que tendremos.

¿Cómo soltar el necesario lastre que supone el capitalismo para el progreso de la humanidad?

1) Dejando fuera de la ley a la propiedad privada sobre los medios de producción en las grandes empresas capitalistas, poniéndoles bajo jurisdicción estatal, tanto en el campo como en las ciudades, así en la industria como en el comercio y los servicios, sometiendo su producción así como las del resto de las medianas y pequeñas empresas —que seguirán temporalmente en régimen de propiedad privada— al control democrático permanente y directo de sus asalariados en cada lugar de trabajo.[ [7] ]

2) Extendiendo el límite absoluto a la posibilidad de ahorrar trabajo —que supone todo adelanto tecnológico—, al tiempo de cada jornada colectiva entera repartido entre todos los miembros de la sociedad en edad de trabajar, lo cual permite aumentar exponencialmente la cantidad de producto, en la misma medida en que reduce el tiempo de trabajo que cada miembro activo de la sociedad, aumentando el tiempo libre para compartir entre la recreación y las tareas de fiscalización y control dministrativo en cada lugar de trabajo y en el futuro Estado socialista, así como las de interés cultural general y relaciones interpersonales.

3) Distribuyendo el fondo social del consumo según el principio: de cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

4) Reemplazando el principio de la competencia intercapitalista por el principio de la colaboración universal del trabajo y la más absoluta transparencia —garantizado por el control democratico directo de los asalariados en materia de investigación y desarrollo tecnológico, dejando fuera de la Ley todo secreto comercial, patentes de fabricación y cualquier otro copyright.

5) Distribuyendo los factores de la producción y su composición técnica para la fabricación de cada tipo y categoría de producto, según su necesidad social perfectamente previsible y calculable a priori, aplicando el principio económico axiomático del mayor rendimiento en cantidad y calidad con el menor coste y sin derroches remantes, como sucede con el capitalismo a instancias del mercado.

Como se ha demostrado en la práctica, los problemas generados por las relaciones capitalistas de producción entre las dos clases sociales universales, no pueden ser resueltos definitivamente sino por exclusiva iniciativa de una de esas dos clases: la que no está OBJETIVAMENTE interesada en mantener el actual modo de vida burgués.

De lo que se trata es, por tanto, que esa clase social COMPRENDA SU INTERÉS RACIONALMENTE OBJETIVO, que lo haga SUBJETIVAMENTE SUYO y deje de ACTUAR según lo que PIENSA ESA OTRA CLASE CUYA EXISTENCIA HA PERDIDO HACE YA MUCHO TODA RAZÓN HISTÓRICA DE PENSAR COMO PIENSA Y DE SER COMO ES.

Solo en el marco de un movimiento político de la clase social cuyo fin no es tal o cual reforma del capitalismo —sea en este o aquél país—, sino su eliminación a escala planetaria, estará la solución de los problemas de la humanidad que, como el crucial de las pensiones, la burguesía internacional no puede sino agravar históricamente, tal como acabamos de demostrar en este trabajo acerca de su fatal deriva en España, siguiendo la lógica objetiva del sistema burgués básico de vida expuesta por Marx en “El Capital”.

Pues bien, esa clase social objetivamente interesada en acabar con el capitalismo es la clase asalariada. Y su acción política conducente a la solución global de los actuales problemas de la humanidad —incluyendo a los propios burgueses como seres humanos, es decir, racionales— debe orientarse según los principios del socialismo científico: el Materialismo Histórico.

Y aquí no se trata de si ahora mismo este u otro asalariado es consciente de su propia situación o no y si quiere o no quiere hacer la revolución. De lo que se trata es que hacia ese estado de espíritu colectivo empujan inevitablemente a la sociedad entera las contradicciones del capitalismo y sin duda los asalariados acabarán procediendo en sentido revolucionario.

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[7] Con la consumación de esta medida, desaparece instantáneamente la bolsa de valores y, con ella, la posibilidad de la especulación periódica sobre capital físico y financiero causante de miseria y/o muerte masiva violenta por desestabilización política y revueltas intestinas o guerras entre países, como lo sucedido estos días en la zona septentrional africana, a raíz de la especulación con los alimentos y el petróleo que puso sus precios por las nubes.