02 Verdad y mentira

 

         En el discurso introductorio de su rueda de prensa, Rajoy siguió diciendo que, el año pasado, el crecimiento del Producto Interior Bruto fue del 0,1%, pero que en el primer trimestre de este año fue del 0,6%. “Crecemos con fuerza gracias a la competitividad de nuestra economía”, señaló enfáticamente. ¡¡Falso!! No solo el calificativo ese de “fuerza”. Porque se trata, en realidad, de un debilísimo e inestable crecimiento decimal, que tuvo su causa en la política económica de su gobierno. Política que giró en torno a la reforma laboral más profunda y antisocial nunca antes conocida en la historia de España, aprobada por mayoría absoluta en el Parlamento. Medida que abarató el despido y permitió destruir 800.000 puestos de trabajo en sus dos años de mandato, a fin de que los asalariados en paro compitan con los empleados, de modo tal que todos acaben aceptando condiciones de vida todavía más miserables, disciplinándose al slogan que, en octubre de 2010 planteó el hoy recluso —por entonces corrupto y corruptor Presidente de la Confederación Económica de de Organizaciones Empresariales (CEOE)— Gerardo Díaz Ferrán, cuando en inequívoca alusión a los explotados, sentenció que “solo se puede salir de la crisis trabajando más y ganando menos”. ¿Está claro?

 

         Cinco meses después, el 20 de marzo de 2011, Rajoy atendió a una entrevista telefónica del periódico digital elcorreo.com, donde su interlocutor volvió sobre aquella consigna que le trasladó a su entrevistado, preguntándole a bocajarro: ¿Es hora de trabajar más por menos? Confundiendo su verdadera finalidad con el método para conseguirla, tal como acabamos de explicar, así resumió Rajoy su respuesta a la incómoda pregunta, en palabras de su entrevistador:

     <<Su “convicción” parte del siguiente razonamiento: es necesario que la economía crezca para evitar nuevos recortes (presupuestarios) y, para ello, ha llegado el momento de que los españoles asuman algunos sacrificios laborales. “Trabajar más por menos”, advierte, es una proclama lanzada tanto a gobernantes como a ciudadanos. Metido en la piel de un empresario, plantea que “habrá que trabajar unas poquitas horas más o bajarnos un poquito el sueldo”>> (lo entre paréntesis nuestro)

 

         Aquí Rajoy y sus adláteres de partido, ya estaban barruntando veladamente su plan de gobierno en materia laboral. La economía capitalista todavía en trance de recesión, no puede superar ese obstáculo si las ganancias del capital no crecen más de lo que cuesta producirlas. Y aún así no puede hacerlo más que muy pausadamente. O sea, que el sistema no se mueve en el sentido de la recuperación, sin hacer previamente palanca sobre ese punto de apoyo que es el agudizamiento de la penuria relativa de los explotados, que en sus sectores más pobres se vuelve absoluta. Éste es el detalle y la tragedia social a él añadida, que nuestro Presidente solo insinuó como posibilidad obligado por su entrevistador. 

 

         Pero este planteo, a la luz de lo que Mariano Rajoy declaró en su última Rueda de Prensa, tiene bastante más tela para cortar. Porque el proyecto de ley —en preparación—, de reforma del IRPF, incluye una novedad para los contribuyentes mayores de 65 años. Se trata de introducir una nueva exención del impuesto a las ganancias patrimoniales derivadas de cualquier bien de su propiedad, que decidan convertir a la forma dinero en concepto de renta vitalicia, añadida a la ya vigente exención del impuesto inmobiliario a la vivienda habitual, favorable a este colectivo. Rajoy se ha referido a plusvalías obtenidas por la venta de segundas viviendas, inversiones en productos bursátiles y hasta en obras de arte, siempre que su importe no exceda el máximo de 240.000 Euros, en tal concepto de ingresos extras que complementen su pensión.

 

         Y explicó tal decisión dando a entender que el actual régimen jubilatorio —basado en la solidaridad intergeneracional—, se acerca a su límite absoluto, supuestamente a raíz del supuesto envejecimiento progresivo de la población, atribuido al menor número de defunciones respecto de los nacimientos. Como si los asalariados fuéramos propietarios de segundas viviendas y/o con capacidad patrimonial disponible, para invertir en bolsa y demás recursos especulativos propios de minorías relativas privilegiadas. O sea, que con semejante proposición, lo que el señor Rajoy les está diciendo a las mayorías sociales asalariadas de mediana edad en este país —desprovistas de tales recursos—, es que vayan pensando en la forma menos espantosa de suicidarse, cuando en edad de pasar a la condición de pensionistas, el actual sistema provisional agote totalmente sus posibilidades financieras de continuidad.

 

         ¡¡No, señor Rajoy!! Esta superchería que Ud. comparte con el resto de sus colegas del arco parlamentario en contubernio y al servicio de la clase social dominante, es un cuento para no dormir que solo se pueden tragar necios e incautos. Esos a quienes todos Uds. arrullan, como las madres a sus hijos impúberes, pero no precisamente para protegerles, sino para condenarles a una muerte prematura, cuando ya son inhábiles para seguir explotándoles. 

 

         Y no, señor Rajoy. Porque la causa de que el sistema jubilatorio basado en la solidaridad intergeneracional se malogre, no está en la presunta relación desigual entre nacimientos y defunciones, sino en la desigual distribución de la riqueza propia del capitalismo. En la explotación de trabajo ajeno como resultado de la relación contractual entre capitalistas y asalariados. En la “Ley General de la acumulación capitalista”; en la “Ley de la población de Marx”, señor Mariano Rajoy.

 

         Porque de acuerdo con esta Ley, según avanza el progreso científico-técnico incorporado a los medios de trabajo (edificios, máquinas, herramientas, etc.), se necesita cada vez menos mano de obra para ponerlos en movimiento. Y esto afecta al empleo, que así disminuye, respecto del personal disponible). Un progreso que bajo el capitalismo deviene en desgracia social. ¿Puede Ud. probar que esto no sea cierto? Ergo, la población asalariada en el agro disminuye absolutamente, dado que la tierra —sea como suelo nutricio o como soporte edilicio— es el único medio de producción hasta hoy limitado geográficamente, que no se puede reproducir a voluntad. Y en la industria urbana, ese progreso técnico determina que la población obrera empleada no se reduzca, sino que se incremente, aunque cada vez menos respecto de los medios que debe poner en movimiento a cambio de un salario (relación que Marx denominó “composición orgánica del capital”):

<<El aumento de la productividad del trabajo, pues, se manifiesta en la reducción de la masa de trabajo con respecto a la masa de medios de producción (que incluye la materia prima) movidos por ella, esto es, en la disminución de magnitud del factor subjetivo (mano de obra) del proceso laboral, comparado con sus factores objetivos (suelo, máquinas, herramientas…) […] Una parte cada vez mayor del capital (invertido) se convierte en medios de producción; una cada vez menor en fuerza de trabajo. Al aumentar  el volumen, la concentración (en manos de cada vez menos capitalistas) y la eficacia técnica de los medios de producción, se reduce progresivamente el grado en que estos son medios de ocupación para los obreros (y así, la población obrera empleada desciende respecto de la disponible para trabajar). Un arado de vapor, es un medio incomparablemente más eficaz de trabajo que el realizado con un arado tradicional, pero el valor de capital invertido en él es un medio de ocupación obrera incomparablemente más modesto y restringido (reducido), que si estuviera realizado por medios tradicionales>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XXIII. Ed. Siglo XXI Pp. 771-807. Lo entre paréntesis nuestro)

 

         ¿Puede Ud. o cualquier “catedrático” de economía, probar que sea esto incierto? ¿O tampoco es cierto que gracias a ese ejército asalariado de reserva, pudo dejarse sin efecto en el mundo el tradicional servicio militar obligatorio, que fue reemplazado por un ejército de reclutas  profesionales a sueldo? Así las cosas, el progreso de la fuerza productiva del trabajo por medios técnicos de creciente eficacia, determina que el tiempo de la jornada de labor, en el que los asalariados activos empleados reproducen el equivalente a sus salarios, disminuya progresivamente, aumentando el lapso en el que producen plusvalor que se embolsan sus empleadores. A mayor productividad, pues, menos empleados con menores salarios relativos y mayores ganancias para los capitalistas, aunque paulatinamente decrecientes[1]. Aquí radica el origen de las crisis periódicas de superproducción de capital. Y todo esto sería imposible sin el incremento de los nacimientos.

 

         Por tanto, según progresa la fuerza productiva del trabajo y avanza el proceso de acumulación del capital, de crisis en crisis, el número de asalariados activos empleados disminuye cada vez más respecto de los desempleados, que aumentan proporcionalmente, dando pábulo al llamado por Marx ejército industrial de reserva; al mismo tiempo que disminuye relativamente y cada vez más la magnitud de valor contenida en los salarios, que va a parar a manos de los capitalistas, devenidos así en cada vez más opulentos.

 

         Esto es lo que determina férreamente la cada vez más menguada capacidad de aporte de los asalariados activos al régimen jubilatorio estatal, Señor Rajoy. Mientras los capitalistas acumulan cada vez más riqueza, que hoy se mide ya en trillones de unidades monetarias, obtenidas a expensas de nuestro trabajo, fortuna que todavía mantienen a buen resguardo en paraísos fiscales. ¿Por qué suceden estas cosas? Pues, porque políticos profesionales como Ud., que supuestamente nos representan, mientras todo lo explicado hasta  aquí sucede, miran para otro lado. Desobedecen a las mayorías absolutas de condición asalariada —presuntamente depositarias de la llamada “soberanía popular”— que les votamos. ¡¡Obedecen a los capitalistas!! Esta es la verdad y lo demás pura superchería, señor Mariano Rajoy. Y Ud. lo sabe tan bien como nosotros. Pero miente miserablemente por la cuenta que le trae. Miente tanto como sus colegas del arco parlamentario y demás instituciones de Estado. En España y en el resto del Mundo. ¡¡Todos Ustedes están cortados por la misma tijera!!

 

         Son todos ustedes unos verdaderos farsantes, señor Mariano Rajoy. Unos vulgares charlatanes de feria y unos corruptos. Y aquí tengamos en cuenta, que corrupto no es solo aquél que acaba siéndolo en términos económicos, al aceptar sobornos del corruptor con fines ilícitos de mutuo enriquecimiento. Porque para llegar a semejante extremo, es imprescindible antes aprobar el examen de corromperse ideológicamente, haciendo propios los infundios que oficialmente pasan por ser verdades, como medio de justificarse luego a medida que se trepa por el escalafón. Ni más ni menos que como hemos advertido ya recientemente, a propósito de esa nueva formación política en España llamada “Podemos”, seguidores de las doctrinas de Lord Keynes, el maestro de todos los socialdemócratas, como tantos otros antes y después de él. Estos señores van por el mismo camino.

 

         Así debió con toda seguridad empezar Ud., aunque adhiriendo a los teóricos y políticos del ultraliberalismo burgués, como es el caso de los “chicago Boys” en la década de los años 70, cuyos antecedentes se remontan al siglo XIX con la escuela de los marginalistas. Todos al fin y al cabo hermanados y al mismo tiempo contrarios, en el mundillo ese de la supuesta “soberanía popular”, que hoy ocupan los escaños del Congreso y los despachos ministeriales en todo el Planeta, para violar esa soberanía sistemáticamente.

 

         No nos engañemos, pues, porque mientras se mantenga el maridaje entre empresarios capitalistas y altos cargos políticos en las instituciones de Estado, bajo el régimen político representativo de gobierno, por más instrumentos de control que se inventen a cargo de otros tantos burócratas, la corrupción política seguirá tan vigente como desde los tiempos de la Revolución Francesa, uno de cuyos más célebres corruptos fue Charles Maurice de Talleyrand en el Siglo XIX, quien como ministro de relaciones exteriores al servicio del Emperador Napoleón Bonaparte, en dos años de mandato logró amasar una ingente fortuna, aceptando y exigiendo todo tipo de sobornos.     

 

         Como se ha podido ver, la realidad que nosotros describimos en este texto, nada tiene que ver con el cuento de la lechera, aquél de la fábula en que Esopo se imaginó a una pobre campesina delirante, para echarle todas las culpas de su desgracia a su sueño idílico de hacerse rica en poco tiempo, inducido por su propia indigencia personal. Y no tiene nada que ver con aquél cuento, porque el sueño delirante de los asalariados hoy día, no lo fabrican ellos sino Uds., señor Rajoy. El que políticos profesionales como Ud. nos han venido contando; esa fantasía de la “democracia representativa”, como sinónimo de la “voluntad popular soberana”. Falsificando sistemáticamente la realidad, para que nos sigamos engañando con tonterías por el estilo.

 

         ¡¡A ver si los asalariados despertamos por fin de ese sueño embrutecedor pensando en nuestra propia realidad tal cual es, para transformarla, y dejamos de creer en fabulaciones de intelectuales y políticos al uso!! ¡¡A ver!! Porque de lo contrario, lo que nos sucede así seguirá ocurriendo y cada vez peor para nosotros, si es que no decidimos detener toda esta deriva. Tal como desde cuando fuéramos advertidos en 1865:

<<La población obrera, pues, con la  acumulación del capital producido por ella misma (pero del que se apropian por la cara los capitalistas), produce en volumen creciente los medios que permiten convertirla en clase relativamente supernumeraria (excedente, ociosa, desocupada e indigente). Es esta una ley de población peculiar al modo de producción capitalista>>. (K. Marx. Op. Cit. Pp. 785-786. Lo entre paréntesis nuestro)

 





[1] El incremento de una cosa en detrimento de otra, disminuye cuando paulatinamente se reduce la proporción de su incremento. Y esto en economía política sucede con el plusvalor, por el hecho de que el salario colectivo es una parte fija de la jornada de labor, cuyo tiempo no puede exceder las 24  hs. de cada día. Así, dada la tasa de  explotación determinada por la productividad del trabajo, según progresa ésta y partes del salario colectivo son convertidas en plusvalor capitalizado, los sucesivos incrementos de ganancia se ven reducidos necesariamente cada vez más, hasta llegar al cero absoluto, que es el punto crítico en el que la producción se interrumpe y estallan las crisis.