Según datos actualizados al mes de abril de 2013 por la Encuesta de Población Activa (EPA), de sus 47.059.533 habitantes hay en España 22.837.400 personas en edad de trabajar (el 48,53%), de las cuales solo 16.634.700 (el 35,35%) siguen ocupadas.

 

            De estas últimas, 3.012.100 (el 6,40%) son consideradas “autónomas”. Y es aquí donde la EPA decidió esconder a las 850.900 personas (el 1,8%) que se ocupan de explotar trabajo ajeno en mediana y gran escala, junto a otras 2.023.600 (el 4,3%) que viven exclusivamente de su trabajo sin relación de dependencia y 137.600 (0,29%) medrando con “otras” ocupaciones.  

 

            Por último, entre la población activa hay actualmente 6.202.700 personas (el 13,18% de asalariados y autónomos) que han sido forzadas al paro, mientras 3.112.100 (6,40%) siguen sobreviviendo como autónomos, 10.776.800 (el 22,90%) trabajando para la patronal del sector privado y 2.845.800 (el 6,05%) para el Estado.

 

            En términos económicos puros y duros, de esta realidad se desprende que el 35,35% de la población Española —94 de cada cien con ingresos cada vez más recortados día que pasa— no pueda sostener con su trabajo al 64,65% restante, es decir, al 32,79% de la población inactiva (jubilados), al 18,68% de los menores de 16 años y al 13,18% de parados. Todo esto en medio de la peligrosa deriva del Estado hacia la quiebra de las cuentas públicas.

 

            A este drama social son completamente ajenas las grandes empresas residentes en España, que mantienen sus billonarios fondos líquidos a buen recaudo en Bancos de paraísos fiscales, eludiendo el pago de impuestos. Según la “Sociedad de Inversiones Exteriores” dependiente del Ministerio español de Industria, en los últimos diez años y al amparo de las leyes españolas, la irrisoria minoría social del 1,8% propietaria de las más importantes empresas que cotizan en el “Ibex35”, han sacado del país con destino a paraísos fiscales, más de 6.000 millones de Euros, donde permanecen inactivos. Mientras esto sucede como si no lo supiera, Mariano Rajoy dejó de lado la hipócrita y mentirosa ética idealista que todos los políticos al uso utilizan cuando aspiran al poder, para cumplir con esa parte de la verdad que el realismo práctico de su nueva responsabilidad le viene exigiendo desde hace año y medio como Presidente del gobierno. Y desde allí nos acaba de pedir a los ciudadanos de a pie, que tengamos paciencia y sigamos soportando más paro, aumento de impuestos y recortes en los servicios públicos esenciales, con el argumento de que ésta es la única alternativa posible para salir de la crisis. Lo ha dicho cruda y literalmente así:

En un período de recesión, no se crea empleo. Se destruye”

 

            Pero no por casualidad ha omitido explicar por qué sucede tal cosa. Tampoco aludió Rajoy a la evidencia de que el mayor empobrecimiento de las mayorías permite que las minorías más acaudaladas puedan no solo conservar su riqueza en épocas de recesión evadiendo al fisco, sino incluso incrementarla especulando con materias primas esenciales que elevan el precio de los medios de consumo, degradando todavía más el nivel de vida de los explotados y ni que decir tiene de quienes no cobran subsidio de paro alguno. Y para reforzar en su discurso el escamoteo de semejante realidad clasista expoliadora de las mayorías sociales, seguidamente agregó que pensar en la posibilidad de cualquier otro tipo de expectativas, no puede ser sino producto de:

“…varitas  mágicas o dislocadas políticas arbitrarias”

 

            La parte de verdad que hay en este no menos dislocado “razonamiento” de Rajoy, fue anunciada por Marx hace 145 años. Y ahora la dejó caer Rajoy forzado por la enorme presión social creada a raíz de las consecuencias desastrosas de la profunda depresión económica en curso. Y lo dijo como último recurso retórico desesperado ante los medios de prensa y las cámaras de televisión el pasado día lunes 29 de abril, en un discurso que no tiene desperdicio. Sin embargo, este señor y demás secuaces de profesión —a izquierda y derecha del arco parlamentario en todos los países del Mundo—, están demostrando, una vez más, seguir aferrados criminalmente con uñas y dientes a este ya presunto “sistema de vida”:

“Sé que la gente está frustrada, pero sabemos lo que hacemos”, siguió diciendo Rajoy.

           

            ¡¡Cómo no lo van a saber!! ¡¡Claro que lo saben!! Pero entre sus más destacados compañeros de partido, Rajoy ha pasado a ostentar el privilegio de ser si no el único, uno de los pocos líderes políticos de la burguesía a escala mundial, en traicionar sus propios intereses admitiendo que las crisis económicas y el consecuente paro masivo de magnitud semejante al actual, con su secuela de miseria, destrucción material, sufrimiento indecible y muerte masiva de seres humanos, no es ni puede ser el resultado de políticas implementadas por cualquier gobierno de turno, sino que es un hecho objetivo determinado por el propio sistema capitalista en épocas de crisis. Un sistema en el cual gentes como Rajoy, Rubalcaba, Cayo Lara y tutti quanti, se siguen prestando interesadamente a ser meros instrumentos propicios debidamente homologados y perfectamente funcionales al sistema, tal como los recambios desechables hacen a la funcionalidad de los automóviles. Pero con la diferencia de que los políticos burgueses tienen plena capacidad de reciclarse para garantizar lo que de sobra se conoce por “alternancia” en el gobierno.

 

            Ante tan osada y sorprendente alocución del señor Rajoy, ese otro destacado sicofante de la política española, el socialdemócrata liberal llamado Alfredo Pérez Rubalcaba, cómodamente ubicado ahora como jefe de la oposición bregando para que su partido pueda volver al gobierno y dar continuidad así al mismo sistema explotador genocida en la próxima legislatura, en nombre y representación mayoritaria de la izquierda burguesa atribuyó los “nefastos resultados” sociales de la realidad económica de hoy día en España, no a la crisis del sistema económico-social imperante sino a la “política” de “la derecha”. Y con inocultables propósitos electoralistas, le pidió a Rajoy urgencia en vez de paciencia:

      <<Bueno, ya dije el sábado que la situación es dramática (…) Ayer el Presidente del gobierno habló de paciencia y yo le pido urgencia. Urgencia para hacer algo. Hay que hacer algo. Hay que cambiar cosas. Hay que cambiar la política económica, porque es evidente que con esta política económica en Europa y en España vamos a una situación dramática>>.

 

            Con estas palabras, parece como si Rubalcaba hubiera elaborado este discurso evocando la Sicilia de 1860 tras el desembarco de las fuerzas de Garibaldi con sus “camisas rojas”, tan angustiosamente como cuando el príncipe Giulio IV vivió el drama que le hizo presentir el fin de su condición de aristócrata. Este sentimiento premonitorio contenido en el relato de su bisabuelo, inspiró en Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, la obra que tituló “El Gatopardo” —llevada por Luchino Visconti a la pantalla en 1963—, donde pone en acción a un oportunista sobrino del príncipe, llamado Tancredi, quien para calmar los negros presagios de su atribulado tío, le sugiere poner en práctica la consigna política de “cambiarlo todo (en apariencia) para que todo siga (esencialmente) igual”, es decir, para evitar rupturas en el status quo social de la época entre burguesía y aristocracia, como de hecho así sucedió con el cambio político de la monarquía absoluta por la monarquía parlamentaria en el nuevo Reino de Italia, donde los burgueses asumieron el poder político-institucional, sin mayor perjuicio para la remanente nobleza que, de tal modo, siguió conservando sus posesiones.   

           

            Algo parecido al vértigo del abismo que vio ante sí Giulio IV en aquellos días, es lo que parece haber experimentado Rubalcaba tras conocer la última encuesta sobre la población activa que encabeza este trabajo, en el contexto de la respuesta cada vez más masiva, airada y decidida de las mayorías sociales más perjudicadas por la crisis y la corrupción galopante que recorre la geografía española en todas direcciones.

 

            Este sentimiento fue, sin duda, lo que le inspiró la idea de proponerle a Rajoy, que afloje tensiones combinando su política de recortes en prestaciones sociales y aumento de impuestos, con políticas de empleo que faciliten el flujo del crédito a las pequeñas empresas familiares, al tiempo que los “ciudadanos más vulnerables” en paro —a quienes el PSOE tanto proclama representar—, recuperan la confianza en sus posibilidades de empleo.  

 

            Y lo hizo echando mano de la tan falsa como simplista idea unánimemente compartida por el conjunto de la burguesía desde principios del siglo XIX, que todavía insiste en explicar las crisis de superproducción de capital, como si fueran crisis del crédito. Un embrollo macabeo que confunde el síntoma con la etiología de la enfermedad, para poder concluir, engañosamente, que la causa de que el proceso productivo se interrumpa y la consecuente recesión se prolongue, es la falta de dinero prestable, cuando éste es, precisamente, el hecho que debe ser explicado:

<<La superficialidad de la economía política (de andar por casa de los “economistas”), se pone de manifiesto, entre otras cosas, en que (por arte de birlibirloque) convierte a la expansión y contracción del crédito (que es en realidad) un mero síntoma de los períodos alternos (de expansión y contracción de la producción) dentro del ciclo industrial—, en causa de éstos. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXIII Aptdo. 3. Lo entre paréntesis nuestro)   

 

            Señor Rubalcaba: Se dice actualmente —y algo de verdad debe haber en ello—, que quienes detentan la propiedad de los más poderosos conglomerados económicos europeos, mantienen inactivos u ociosos más de 18 trillones de Euros en fondos líquidos, depositados en bancos de distintos paraísos fiscales repartidos por el mundo (18.000.000.000.000.000.000 €) ¿Éste sería su comportamiento de saber esos “señores”, que su inversión productiva les reportaría ganancias de una magnitud tal que su incremento fuera proporcionalmente mayor de lo que cuesta crearlas? Pues, ¡¡NO!! El flujo de dinero a crédito actúa efectivamente como la más formidable palanca de la inversión productiva. Pero sólo en condiciones de ganancias crecientes. Y esto se verifica empíricamente sin excepción, durante todas las fases expansivas de cada ciclo de los negocios en la historia del capitalismo.

 

            Pero ese dinero prestable disponible para inversión productiva, se retrae hasta desaparecer a partir del crash, que es cuando las ganancias declinantes aumentan igual o menos de lo que cuesta producirlas. Es falso, pues, sostener que las típicas crisis capitalistas sean crisis de crédito. Son crisis de ganancias y, por tanto, crisis de superproducción de capital. Una cosa es saber por qué verdaderas causas discurren los hechos, y otra es creer las falsedades que nos tratan de inculcar personeros políticos de las clases dominantes como Ud. señor Rubalcaba.                     

           

            Ergo. Si hoy esos 18 trillones de Euros siguen estando productivamente inactivos allí donde permanecen a buen recaudo, es porque ese “algo” que Rubalcaba está proponiendo hacer bajo las condiciones actuales, todavía es de imposible realización. Y es de imposible realización —insistimos— porque para que sea realmente posible invertir esos 18 trillones productivamente, la magnitud de ganancia obtenida con su inversión, debe crecer proporcionalmente más de lo que a dichos empleadores les costaría crearla. Y como este no es todavía el caso, ningún magnate capitalista puede estar hoy dispuesto, a invertir un solo céntimo de tales fondos líquidos ociosos en producir riqueza.  

 

            Y sin el fundamental estímulo de la ganancia creciente —que aumenta más de lo que cuesta producirla— como postulado necesario para que dichas grandes empresas inviertan su capital líquido —hoy inactivo precisamente por reportar un insuficiente rédito—, tampoco hay manera de que puedan hacerlo las medianas y pequeñas empresas, que  durante las fases de expansión vegetan como las rémoras en los tiburones. Las crisis diezman a estas empresas, al mismo tiempo que inducen a la creación de otras (los llamados “emprendedores”). Pero la irresistible tendencia natural a la centralización creciente de la propiedad del capital oligopólico en cada vez menos manos, determina que la existencia de tales empresas por lo general no supere la segunda generación familiar.  

 

            Por tanto, la parte del capital físico y humano supernumerario o excedente que provocó la crisis actual y todavía impide la recuperación del sistema, debe seguir desvalorizándose y/o alternativamente destruirse. Tal como acaba de sentenciar el perplejo Rajoy emulando insólitamente a Marx. Así las cosas, la propuesta de acuerdo entre los dos grandes partidos —que acaba de lanzar el PSOE por mediación del ya declinante pope socialdemócrata Rubalcaba— no deja de ser un recurso retórico perverso y engañoso en el que las mayorías tienden así, a dejar de creer. De hecho, las estadísticas de intención de voto registran el desplome del PP. y el PSOE

 

            Pero semejante descrédito de los dos partidos mayoritarios, no significa que propuestas como la de Rubalcaba sean desechadas por los explotados, mientras su corazón colectivo una mentira les siga pidiendo. Esto explica que a esas mismas falsas esperanzas de “solución” se sumen partidos burgueses oportunistas de izquierda minoritarios, dedicados a pescar desde la misma orilla de ese río revuelto en que se ha convertido la farsa político-institucional permanente al interior del Estado español. Así es cómo se promocionan los bribones a la vez que sus escarceos dan tiempo al sistema, para que acabe de hacer lo suyo sin mayores peligros de desestabilización política general. Tal es el propósito del anzuelo que acaba de lanzar con la caña de Izquierda Unida el “compañero” Cayo Lara, prometiendo crear más de tres millones de empleos. Sin duda una oferta tentadora para consumo de incautos.         

 

            Porque lo cierto es que, mientras haya exceso de oferta en medios de producción (suelo cultivado, máquinas, herramientas, mobiliario, materias primas) y fuerza de trabajo disponible —respecto de la demanda como consecuencia de su insuficiente rentabilidad—, toda promesa de solución será como esperar  “brotes verdes” sembrando en terreno infértil. Porque allí donde impera la propiedad privada sobre los medios de producción, no hay medida de política económica que pueda fructificar, contradiciendo las férreas leyes de la economía política.

 

            Lo hemos dicho recientemente y volvemos sobre ello: La necesidad de proceder a desvalorizar y/o destruir el capital sobrante tras el estallido de cada crisis, es algo inevitable y se explica por el hecho de que acerca el horizonte de la recuperación económica en el tiempo, tanto más cuanto mayor sea la magnitud de las pérdidas, económica y contablemente cuantificables en términos de riqueza y vidas humanas, a través de un tan doloroso como innecesario sufrimiento. Todo ello para que disminuya el denominador de la Tasa General Media de Ganancia y aumente su cociente reflejado en la cuenta de resultados de la burguesía, ya sea por el propio juego de la oferta y la demanda, ya sea mediante guerras o “catástrofes naturales”, por cierto cada vez menos naturales y tanto más devastadoras, al ritmo en que progresa el adelanto tecnológico incorporado a los medios de destrucción masiva. Tal es la realidad que, a juzgar por sus propias palabras, Rajoy ha venido a reconocer implícitamente en ese reciente acto, no casualmente auspiciado por el “Foro de la empresa familiar”.

 

            Para homologar esta realidad esencial con el pensamiento de cada cual y comprender su concepto sin demasiado esfuerzo del intelecto, solo basta con prestar atención a la fórmula matemática de la “tasa general media de ganancia”, como relación entre la masa de plusvalor que se obtiene, respecto de lo que cuesta producirla según las condiciones existentes, medida en términos contablemente registrados de salarios y medios materiales de producción, desde donde no hay forma de huir por ninguna tangente ideológica interesada:

Dondep” es la masa de plusvalor obtenido;c” el valor de los medios de producción [tierra cultivada o suelo urbano consolidado; edificios; máquinas, herramientas, mobiliario, etc.; materias primas; materias auxiliares (combustibles, lubricantes)]  y v” los salarios.

 

                En esta fórmula se sintetiza toda la lógica del capitalismo, su ley general económica, sus contradicciones insolubles y, por tanto, el carácter necesariamente transitorio de su existencia como sistema social y económico de vida. Después de que nuestro genial Epicuro dijera que “todo lo que nace merece perecer”, en la Tasa General Media de Ganancia el capitalismo también lleva inscrita su propia fecha de caducidad. Y haga lo que haga vanamente la burguesía y sus lacayos intelectuales y políticos por evitarlo, solo conseguirán prolongar los dolores del tan necesario como inevitable parto socialista en transición al comunismo:

      <<Esta ley es, en todo respecto, la ley más importante de la moderna economía política (...) que pese a su simplicidad, hasta ahora nunca ha sido comprendida y, menos aún, explicada (...) Es, desde el punto de vista histórico la ley más importante…>> (K. Marx: "Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política" (Grundrisse) l857/l858 Ed. Siglo XXI México /l977 Pp. 634. El subrayado nuestro).

 

                Y si aquél “hasta ahora” que Marx dejó pendiente de resolver, se prolonga en la indiferencia general por ignorancia continuada de los asalariados —después de siglo y medio en que la humanidad se viene dando una y otra vez de bruces contra la salvaje realidad del capitalismo—, esa tardanza de lo que todavía está por venir es principalmente imputable, a la legión de presuntos “expertos” en lo que sea propicio a sus intereses personales, con tal de seguir viviendo del cuento.

 

            Sí, son esos modernos sofistas, verdaderos charlatanes con ínfulas de “catedráticos” a sueldo y prebendas de la burguesía internacional, que para eso les retribuye con el dinero que mayoritariamente los asalariados aportan a las empresas que les contratan y explotan, así como a los Estados nacionales donde residen y pagan sus impuestos. Un dinero que los grandes empresarios disponen directamente o por mediación de políticos profesionales institucionalizados, quienes “democráticamente” lo administran para tales fines “benéficos”.

           

            Todos ellos tan cómplices de la barbarie capitalista en la sociedad civil profana, como lo son cada vez más sacerdotes en la piadosa sociedad divina del Dios católico. Por ejemplo, la barbarie que según se acaba de saber, compromete al cura recién entronizado Sumo Pontífice, el argentino llamado Jorge Mario Bergoglio, bajo la forma de abusos sexuales a niños cometidos por colegas y compatriotas suyos, en dependencias de la “divina” congregación del Obispado de Quilmes. O la barbarie que comprometió a su antecesor, el ya dimisionario Benedicto XVI cuando fungía como cardenal Ratzinger, por encubrir los mismos crímenes a la sazón cometidos, por un sacerdote residente en el Estado de Wisconsin llamado Lawrence Murphy, quien entre 1950 y 1974 vino abusando continuadamente de 200 niños y adolescentes sordos.   

 

            GPM.