El caso de la emergente pequeñoburguesía intelectual española

<<El pequeñoburgués en una sociedad  avanzada y, como consecuencia necesaria de su posición social, por una parte se hace socialista y, por otra, economista; es decir, está deslumbrada con la magnificencia de la alta  burguesía y simpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia, de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que  pretende distinguirse del justo medio. Semejante pequeñoburgués diviniza la contradicción, puesto que  la contradicción es el núcleo de su ser. Él no es sino la contradicción social en acción. Él debe justificar en la teoría lo que es en la práctica>>. (Carta de Marx a Annenkov. 28/12/1846 en “Cartas sobre ‘El capital’” Ed. Política. La Habana/1983 Pp. 36-37).

 

01. Podemos como estrategia del Estado y del capital

 

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Texto escrito y publicado en la Web el domingo 10 Enero de 2016 a las 13:04 hs., por Esteban Vidal:

          Resulta conveniente recordar que el Estado es una organización compleja que aglutina a una considerable cantidad de personas en diferentes ámbitos institucionales, como pueden ser los departamentos ministeriales, los organismos reguladores, los poderes judicial y legislativo, etc. En el caso del Estado español, nos encontramos con que su personal integrante lo componen en torno a 3 millones de personas en los diferentes ámbitos territoriales y funcionales. Las dimensiones que ha adoptado el Estado moderno, han hecho de éste un espacio en el que se desenvuelven una innumerable cantidad de relaciones de diverso tipo, así como contradicciones fruto de la existencia de intereses contrapuestos entre diferentes facciones. Así pues, el Estado no es un ente monolítico, sino que más bien abarca e integra en su seno una importante diversidad de intereses y grupos que contienden entre sí, para aumentar sus cuotas de poder.

          En los regímenes parlamentarios los diferentes intereses que integra el Estado, adoptan en ocasiones una expresión política en la forma de partidos que concurren a las elecciones. En este sentido puede comprobarse que es relativamente frecuente, encontrarse a miembros del funcionariado a la cabeza de dichas formaciones políticas. Por decirlo de algún modo, los partidos políticos y más en particular los que juegan un papel relevante en la política estatal, constituyen diferentes expresiones del Estado en el desarrollo y concreción de su estrategia, para garantizar sus intereses vitales. En líneas generales puede comprobarse, que las divergencias de los diferentes partidos políticos gravitan en torno al modo de gestionar el Estado y, por tanto, a desarrollar su propia política en torno al sistema de poder que representa el propio Estado, como institución central de la sociedad.

          En el caso de “Podemos”, descubrimos que se trata de una formación política detrás de la que se encuentran importantes funcionarios del Estado. Basta con comprobar que sus principales dirigentes proceden del profesorado universitario, pero a esto se suma la presencia de altos mandos militares como el caso del general José Julio Rodríguez, antiguo Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), quien dirigió las diferentes intervenciones imperialistas del ejército español en Irak, el Índico, Libia, y que ha trabajado para la inteligencia militar. Pero también es notable la presencia del guardia civil Juan Antonio Delgado, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. A esto hay que sumar la presencia de una considerable cantidad de altos funcionarios pertenecientes al aparato del Estado, y que han mostrado un decidido apoyo a esta nueva organización política.

          Pero el lanzamiento de “Podemos” como formación política no sólo responde a los intereses del Estado, y por tanto de una facción considerable de su elite dirigente, sino que también responde a la intervención de la clase empresarial y de la banca. De este modo el gran capital financiero ha dado un inusitado respaldo al despegue de este partido político, al haber facilitado su aparición en los diferentes medios de comunicación de masas, fundamentalmente televisivos, de los que es propietario. Así, nos encontramos con que la banca ha hecho una multimillonaria inversión al haberle cedido más espacio televisivo a Pablo Iglesias que a los restantes candidatos a las elecciones europeas. No puede olvidarse que estos espacios en los medios televisivos representan decenas de millones de euros a precios de mercado, lo que en la práctica constituye una subvención indirecta ejecutada por el gran capitalismo financiero y mediático que ha servido para publicitar a esta nueva formación política. Pero algo similar cabe decir sobre las restantes elecciones, especialmente generales, en las que “Podemos” logró una gran cobertura mediática que sirvió para reanimar a dicho partido como opción política que ya en septiembre de 2015 daba claras muestras de decrepitud. Juntamente con todo esto no puede pasarse por alto la presencia de Jesús Montero, secretario general de “Podemos” Madrid, como representante en “Podemos” de los intereses de la familia Botín, quien no dudó en afirmar que los dueños del Banco Santander no son casta, sino que forman parte de una cultura empresarial que quiere contribuir al bienestar social[i].

          El apoyo que “Podemos” ha recibido de la clase empresarial se manifiesta en su discurso político con la defensa de sus intereses. Salta a la vista la distinción hecha por los principales jerarcas de esta organización, entre los empresarios buenos y los empresarios malos, y por lo tanto la diferenciación entre un capitalismo malo y un capitalismo bueno que supuestamente cumple con ciertas funciones sociales en el desarrollo del bienestar de la población y en la aminoración de las desigualdades. En lo que a esto respecta son importantes las declaraciones de Pablo Iglesias en defensa de las PYME, lo que no deja de ser una forma de reproducir el discurso del sistema establecido que afirma que este tipo de empresas son el motor económico del país. Así, a juicio del propio Pablo Iglesias son los pequeños y medianos empresarios quienes sacan el país adelante, no los millones de trabajadores que están empleados en unas inmisericordes condiciones de explotación en dichas empresas. Por este motivo conviene recordar de qué se está hablando realmente cuando se hace alusión a las PYME.

          En primer lugar hay que señalar que las PYME no son un segmento homogéneo y que el propio término de PYME resulta problemático. El criterio que se ha impuesto es el del tamaño de la empresa según el número de trabajadores empleados, que va de 0 a 249 asalariados. Pero este criterio olvida otros aspectos como la organización del trabajo, la productividad, la composición orgánica del capital, etc. Además de esto el término PYME suprime la diferencia específica que a nivel de clases sociales se da entre la pequeña burguesía y la clase capitalista. En el fondo constituye un término ideológico que pretende encubrir una serie de relaciones de dominación y explotación, al poner dentro de una misma categoría a empresas como el comercio de una familia en la que trabajan entre todos para sostenerlo, o una cooperativa de trabajadores, y empresas con 250 trabajadores a su cargo que facturan millones de euros al mes.

          No hay que perder de vista que en enero de 2013 había en el Estado español 3.142.928 empresas, de las cuales 3.139.106 (99,88%) son PYME. Así es como del total de los 13,5 millones de asalariados, las PYME (“micro”, de 0 a 9 asalariados; “pequeñas”, de 10 a 49; y “medianas”, de 50 a 249) emplean a 8.504.902 (el 62,8%). Entre las “pequeñas” y las “medianas”, emplean un 32,6% del total[ii]. De este modo descubrimos que en la práctica más de la mitad de las empresas catalogadas como PYME en el Estado español son en realidad empresas capitalistas hechas y derechas, que explotan nada menos que a 4.414.500 trabajadoras y trabajadores en unidades de producción o servicios que van de 10 a 249 asalariados.

          Además de lo señalado hay que destacar que en las PYME se dan unos niveles de sobreexplotación, bajos salarios y precariedad laboral inauditos. Esto se debe fundamentalmente al hecho de que el grado de organización de los trabajadores en estas empresas es escaso o inexistente, lo que contrasta con los grandes conglomerados del gran capitalismo donde, a pesar de todas las pegas que puedan ponerse a las imperantes burocracias sindicales, existe una mayor organización de los asalariados que hace que los jefes empresariales no puedan actuar tan libremente como ocurre en el seno de las PYME. A esto se suma el hecho de la lógica de la competencia capitalista de tal manera que estas empresas descargan en sus asalariados las presiones que reciben de las grandes corporaciones, todo ello mediante reducciones de personal, flexibilización de tareas, aumento de los ritmos de trabajo, extensión de la jornada laboral, el pago de peores salarios, subcontrataciones, trabajo negro o el recurso al muy lucrativo negocio de las pasantías. De este modo las PYME tratan de asegurar niveles aceptables de productividad para sobrevivir en el mercado. Todo esto son capaces de llevarlo a cabo en gran medida gracias a que no encuentran oposición ni resistencia entre una mano de obra desorganizada y dividida, en donde la casi totalidad de los trabajadores no están sindicados.

          Fueron los máximos representantes de las PYME los que abrazaron de un modo entusiasta la última reforma laboral, y especialmente en sus detalles más picantes como la vía libre para hacer despidos colectivos (EREs), o poder despedir por faltas de asistencia al trabajo con sólo 20 días por año, o la reducción de la cuantía en los despidos improcedentes. Se trata de un sector que históricamente ha abogado por facilitar el despido con el propósito de ahorrarse las consecuentes indemnizaciones. Por tanto, todo esto pone de manifiesto que Podemos, a través de su discurso político en el que defiende a los pequeños y medianos empresarios, defiende lo sustancial del sistema capitalista en el Estado español, y los presenta como aliados naturales del resto de la población. “Podemos” ha desarrollado un discurso político que no sólo niega la lucha de clases, sino que responde a una estrategia política con el propósito de establecer un nuevo consentimiento social sobre el que articular la cooperación entre los asalariados y la clase empresarial. La llamada a la unidad popular es, entonces, una llamada a una unión con la clase empresarial a la que “Podemos” defiende descaradamente con su discurso político.

          Tal y como se ha indicado antes “Podemos” no sólo es un instrumento al servicio del Capital, tanto grande como pequeño, sino que también lo es del Estado. En lo que a esto se refiere hay que poner de manifiesto el desarrollo de un discurso político patriotero y españolista hasta el punto de llamar a sus oponentes políticos “traidores a la patria”. En este contexto se encuadran los vítores dados por Pablo Iglesias, en un mitin en Málaga, a la policía, la Guardia Civil y el ejército. Inevitablemente todo esto se conjuga con la presencia de altos mandos militares del ejército dentro de “Podemos”, o la existencia de círculos compuestos exclusivamente por miembros de las fuerzas armadas, así como las diferentes reuniones mantenidas entre los jefes de “Podemos” y los representantes de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME). Esto muestra claramente el discurso profundamente reaccionario de “Podemos” en su defensa de las fuerzas que mantienen el sistema político, social y económico actual, y por tanto los garantes de que las relaciones de explotación puedan seguir reproduciéndose en el futuro. Indudablemente esto se encuadra en una política de Estado dirigida a una normalización de la imagen popular del ejército que ha sido pergeñada por los altos mandos militares en conjunción con el Ministerio del Interior y el CNI. Se trata de presentar al ejército como una institución normal y necesaria, como un servicio más del Estado que brinda a la ciudadanía, al mismo tiempo que trata de implantar en la conciencia colectiva la importancia de que la defensa del Estado constituye un deber cívico al que el conjunto de la sociedad debe estar dispuesta a contribuir. En esencia se trata de cambiar esa vetusta imagen del ejército que una gran parte de la sociedad todavía conserva al identificarlo con el fascismo y con los elementos más reaccionarios que, en 1936, se revolvieron contra el pueblo para imponerle una sanguinaria dictadura que duró 40 años, para sustituirla por una imagen muy diferente en la que el ejército es un garante de los derechos y libertades del actual sistema constitucional y parlamentario.

          Lo cierto es que “Podemos” ha hecho del Estado el eje central de toda su formulación política en torno a la que giran sus propuestas programáticas, lo que ha hecho que haya adoptado una clara posición socialdemócrata cuyos líderes, con Pablo Iglesias a la cabeza, no han dudado en reivindicar. En el marco del discurso político de “Podemos” el Estado se ha convertido en el principal agente encargado de reordenar la sociedad y la economía mediante un nuevo impulso al capitalismo de Estado, o lo que desde la izquierda se ha denominado como lo “público”, en el que las empresas estatales han cobrado una importancia estratégica, lo que se encuentra unido a un incremento de la carga fiscal sobre la población. Esto se debe fundamentalmente a la adopción del keynesianismo como doctrina económica fundamental para impulsar un nuevo proceso de acumulación con el que implantar formas más agresivas de capitalismo, y de esta manera competir con éxito frente a potencias emergentes como ocurre con el caso de China. Además de esto hay que resaltar los encuentros que el propio Pablo Iglesias mantuvo en EEUU con los máximos representantes intelectuales actuales del capitalismo keynesiano, como es el caso de Joseph Stiglitz, a lo que se suman los numerosos elogios realizados por el jefe político de “Podemos” a la política económica estadounidense, y más en particular al papel de la Reserva Federal en el desarrollo de medidas expansivas.

          El keynesianismo constituye una vieja fórmula consistente en impulsar la presencia del Estado en la economía mediante el gasto estatal y un aumento de las regulaciones. Por esta razón no resulta nada extraño que en la elaboración de su propuesta económica los líderes de “Podemos” recurrieran a dos insignes profesores universitarios socialdemócratas y keynesianos como el politólogo Vicenç Navarro y el economista Juan Torres. Así, comprobamos que en lo esencial el planteamiento de “Podemos” gira en torno a un aumento del gasto estatal con inversiones dirigidas a relanzar a las empresas españolas mediante contratos gubernamentales, créditos y subvenciones. Todo esto se combina con propuestas dirigidas a emular los ejemplos escandinavos de Estado de bienestar en los que el ente estatal, a través de una fuerte política asistencial, controla la práctica totalidad de las esferas de la vida del individuo al mismo tiempo que extiende una gran carga fiscal sobre el conjunto de la sociedad. Asimismo, hay que recordar que el modelo de capitalismo keynesiano que plantea “Podemos” es en esencia idéntico al puesto en marcha por Franklin D. Roosevelt en los años 30 del pasado s. XX a través de su “New Deal”. Programa que sirvió a los EEUU para prepararse de cara a la inminente guerra mundial que estaba gestándose en Europa. Por este motivo cuando se habla de keynesianismo se habla también de capitalismo de guerra, y por tanto de la misma estrategia económica de expansión del Estado para preparar y hacer la guerra tal y como lo hizo la Alemania nazi. Las políticas económicas expansivas del keynesianismo han facilitado la movilización del conjunto de las fuerzas productivas que han permitido la reactivación de la economía, lo que se enmarca en el contexto internacional de competición entre los diferentes Estados y la permanente amenaza de guerra económica y militar entre países.

          En otro lugar no menos importante hay que apuntar a las conexiones de “Podemos” con el imperialismo estadounidense, el mismo que históricamente se ha caracterizado por desarrollar un inusitado intervencionismo en la política española, tal y como se desprende de los acontecimientos ocurridos durante la transición política[iii]. En lo que a esto respecta parece que la embajada estadounidense en Madrid, al igual que en otros momentos decisivos para la historia del Estado español, está desempeñando un papel importante en la articulación de una alternativa socialdemócrata de tintes populistas en torno a “Podemos”. Esto es lo que parece indicar a tenor de una reunión mantenida entre Pablo Iglesias y el embajador de EEUU James Costos a iniciativa de este último. No trascendió el tiempo que duró dicha reunión ni tampoco demasiados detalles acerca de lo hablado habiendo sido calificada por el propio Pablo Iglesias como un encuentro “útil, cordial e interesante”.

          Tampoco puede pasarse por alto la innegable conexión de los líderes de “Podemos” con el régimen bolivariano de Venezuela, una distopía militarista que ha sumido al pueblo en un Estado policial en el que las masas son sistemáticamente reprimidas, al mismo tiempo que son relegadas a la miseria con una terrible carestía de productos básicos. El chavismo ha creado una opulenta y obesa oligarquía compuesta por militares y burócratas que han crecido a la sombra del Estado, de sus empresas y sobre todo de la venta de petróleo y minerales preciosos, al mismo tiempo que ha relegado al pueblo a una cada vez mayor miseria material y moral. El carácter eminentemente dictatorial de este régimen, que no duda en aplacar por la fuerza toda oposición política y social, ha creado una imagen negativa del mismo que ha hecho que los líderes de “Podemos” se hayan querido distanciar voluntariamente de tan bochornoso ejemplo práctico de sus ideas políticas. Sin embargo, no ocurre lo mismo en su “partido hermano” de Grecia: “Syriza”, cuyos líderes no han dudado en mezclarse y hacerse ver con los principales dirigentes de “Podemos”, al mismo tiempo que estos últimos le han prestado apoyo moral y político. De este modo, “Podemos”, la “Syriza” española, no ha dudado en identificarse con una organización, cuya práctica política ha demostrado ser un instrumento de los poderes fácticos internacionales, y más concretamente de la Troika compuesta por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, al haber seguido sus dictados a pies juntillas, tal y como pudo comprobarse después del referéndum que tuvo lugar en aquel país.

          No menos reseñable es el apoyo mediático y económico otorgado por el régimen iraní a los dirigentes de “Podemos” al haberles dado cobertura a través de sus principales medios de comunicación exteriores para la emisión del programa Fort Apache. Resulta bastante indicativo comprobar las afinidades que se dan entre la dictadura que hoy impera en Irán, país recientemente reconciliado con los EEUU, y la falta de escrúpulos mostrada por los dirigentes de “Podemos” para aceptar su apoyo, y con ello valerse del régimen clerical iraní como soporte para la socialización de su propio discurso político.

          El populismo de “Podemos” que se ha envuelto en una firme devoción por el Estado, que es presentado como un justiciero capaz de proteger al pueblo del Capital, unido a su entusiasmo por el capitalismo estatal tildado de público, ha logrado socializarse entre las masas gracias a una habilidosa estrategia mediática. Así, vemos que se ha producido una importante coalición de intereses entre elementos estratégicamente ubicados en las altas esferas del Estado y del capitalismo español, que son los que han facilitado la cobertura mediática de esta nueva formación con la que ha logrado difundir masivamente su mensaje político populista entre la sociedad. Este contexto mediático ha sido muy funcional para efectuar una manipulación psicológica e ideológica de las masas, lo que los propios dirigentes de “Podemos” reconocen al afirmar que han recurrido a las emociones como elemento catalizador con el que crear entre una parte considerable de la población un estado de ánimo que ha facilitado su adhesión a este partido. Este efectismo ha conseguido fanatizar a una parte importante de sus seguidores, lo que se ha visto reforzado por el creciente culto al líder que ha sido puesto en marcha como mecanismo propagandístico. Todo esto ha servido para que importantes franjas de la población hayan quedado secuestradas por sus propias emociones artificialmente inducidas por la más ensordecedora propaganda. Gracias a este gran proceso de manipulación han hecho aparición una innumerable cantidad de incondicionales de este partido político que a día de hoy constituyen su principal fuerza de choque.

          Lo esencial del programa político de “Podemos” es reivindicar más recursos monetarios y más servicios del Estado. El dinero constituye un elemento central de su discurso político al mismo tiempo que se reivindica, tal y como afirman sus dirigentes, un capitalismo que funcione y que sea responsable. “Podemos” persigue construir un “capitalismo humano” que guarda semejanza con una sociedad granja en la que el Estado lo gestiona y domina todo, mientras la sociedad se limita a laborar y a consumir gustosamente. En este sentido lo que el partido “Podemos” pretende, es realizar lo puesto en práctica en países como Suecia, Noruega o Dinamarca donde el disfrute generalizado de los bienes materiales ha traspasado ampliamente el límite de lo superfluo, en el ámbito de un sistema social caracterizado por la presencia de una corrupta, obesa y satisfecha (incluso aunque el alcoholismo y los suicidios tengan una incidencia destacada) burguesía de masas, ofuscada y embrutecida por un estupefaciente materialismo práctico mucho más absorbente socialmente que el llamado “socialismo real”. “Podemos” persigue regresar a los niveles de consumo de los años previos a la crisis económica al mismo tiempo que relanza el capitalismo español y la gran empresa multinacional para, a su vez, aumentar la productividad y los rendimientos para competir con éxito frente a otras potencias.

          Las propuestas económicas y sociales de “Podemos”, de claro carácter socialdemócrata, han sido elogiadas por los principales voceros del capitalismo mundial como son los periódicos Financial Times y New York Times[iv], a lo que hay que añadir las coincidencias mostradas entre esta formación política en torno a la cuestión de los eurobonos y la sostenida por el importante plutócrata y miembro del Council on Foreign Relations George Soros. Tampoco han pasado desapercibidas las declaraciones de Antonio Garrigues Walker, ex–presidente de la CEOE y miembro del comité ejecutivo de la Comisión Trilateral fundada por David Rockefeller, quien no dudó en señalar lo positivo de la aparición de “Podemos” en el panorama político español[v]. Lo cierto es que las propuestas de “Podemos” se enmarcan en el contexto internacional de una profunda reorganización del capitalismo occidental, con el propósito de crear unas condiciones mejores que permitan competir con éxito frente a las potencias emergentes, y más en particular frente a China. Por esta razón resulta comprensible que desde las altas esferas del capitalismo mundial se valore positivamente a “Podemos” en tanto en cuanto propone llevar aquellos cambios sociales y económicos dirigidos a crear un capitalismo más eficaz, y por tanto más agresivo, capaz de situar al Estado español junto a sus aliados occidentales, en una posición internacional más favorable frente a la amenaza que, en la lucha por la hegemonía mundial, representan otras potencias como el grupo de los BRICS.

          El discurso político de “Podemos” gira de un modo exclusivo en torno al papel de lo económico, y más concretamente en torno al dinero como elemento central. De esta manera el dinero es convertido en la principal aspiración e inquietud humana que, como un bien absoluto, ocupa una posición hegemónica en los planteamientos políticos de este partido. Esto encaja perfectamente con las principales preocupaciones de los máximos dirigentes de “Podemos”, a quienes les mueve una codicia sin límites, un afán predatorio y unas desmedidas ansias de poder que son el fiel reflejo de su mentalidad y naturaleza arribista en un contexto de descontento y malestar entre la población. Su populismo, consistente en repartir dádivas a través del asistencialismo estatal, se encarga de encubrir parcialmente la voracidad de los jerarcas “podemitas”, que se vislumbra en su afán de protagonismo y en su deseo de más poder a costa de lo que haga falta. Prueba de este oportunismo populista son los discursos de sus líderes que no dudan en afirmar una cosa y en desdecirse de la misma afirmando la contraria con tal de satisfacer al público y medrar electoralmente, tal y como se percibe claramente en la deriva de su mensaje y programa político que desde principios de 2015 sufrió una progresiva derechización.

          A todo lo anterior se suma el carácter hiper jerarquizado que ha adoptado “Podemos” en su organización interna, de tal manera que el asamblearismo constituye más un mito que una realidad. Así, de la práctica asamblearia inicial utilizada por “Podemos” para atraer a un sector de la población preocupado e interesado por la política, con ganas de participar y de ser el protagonista en un ámbito del que históricamente ha estado excluido, se ha pasado rápidamente, y sobre todo tras su congreso fundacional, a un modelo organizativo burocrático y jerarquizado en el que se da un férreo sometimiento del conjunto de la organización a la ejecutiva dirigente, y más concretamente a la figura que encarna Pablo Iglesias como caudillo de este nuevo movimiento político. La consecuencia directa de esta jerarquización interna no ha sido otra que un descenso drástico de la participación de los afiliados en la vida interna de la organización, y que con ello las asambleas hayan quedado relegadas a una mera condición auxiliar respecto a los órganos directivos del partido. A día de hoy no queda nada del asamblearismo inicial de “Podemos” que ha hecho de los denominados círculos una mera correa de transmisión de la estrategia política de la dirección central. De esta manera ha sido sacrificada la democracia interna a favor del principio de eficacia en la lucha por la conquista del poder.

          Podemos”, como creación del propio sistema de dominación, y por tanto como estrategia de poder del Estado y del Capital, ha venido a desempeñar dos funciones fundamentales en relación a la política española. La primera de ellas, mediante la imitación de los métodos asamblearios utilizados en los movimientos sociales y contestatarios que emergieron con el 15M, fue la de canalizar el descontento social hacia las instituciones del orden constituido. De esta manera “Podemos” está desempeñando una labor muy funcional para el actual sistema de dominación al desactivar la protesta y contestación social en la calle, y con ello ha ayudado a crear unos elevados niveles de paz social. Así es como la disidencia política no sólo ha sido aplacada sino sobre todo ha sido reconducida y canalizada a través de este partido que, así, se ha nutrido de este amplio sector social como base electoral para instalarse en las instituciones oficiales.

          La segunda función estratégica desempeñada por “Podemos” es la dirigida a crear una nueva legitimidad en torno al Estado español al introducir, de un modo completamente demagógico y electoralista, la noción del carácter plurinacional de este y con ello el reconocimiento del derecho a decidir de las naciones que lo componen. Indudablemente todo esto obedece a una operación de ingeniería política de gran envergadura que va a tener como consecuencia inmediata la desactivación de los movimientos nacionalistas e independentistas en la periferia del Estado español, y con ello su definitiva integración en dicho Estado como realidad plurinacional que reconozca la existencia en su seno de diferentes nacionalidades. En lo que a esto se refiere “Podemos” plantea un modelo de Estado que formalmente reconozca a dichas nacionalidades pero que en la práctica no supone la desaparición del efecto homogeneizador, tanto en el terreno cultural como político y social, que este desarrolla con la permanente españolización de estas mismas nacionalidades.

          El eventual reconocimiento del derecho de autodeterminación por parte del Estado español sólo puede ser calificado de demagógico e ilusorio. Si entendemos que el ejercicio del derecho de autodeterminación consiste en que los pueblos que no se sienten, y no son, españoles, puedan decidir el tipo y naturaleza de las relaciones que desean mantener con el resto de España ello es imposible dentro del marco político que representa el Estado español, en el que dichos pueblos no son libres al no ser soberanos. Por este motivo un referéndum de autodeterminación realizado dentro del actual Estado español, y sometido a la supervisión de su intimidante cuerpo represivo y armado sería una verdadera parodia, pues su amenazante presencia empujaría a que amplios sectores del cuerpo electoral votasen sin libertad interior ante el temor de una agresión armada a gran escala en caso de que el resultado fuese adverso al ente estatal español.

          Además de lo anterior hay que tener en cuenta que el ejercicio del derecho de autodeterminación debería incluir la idéntica posibilidad real de escoger entre el mantenimiento de la unidad política, en la que la forma de soberanía fuese igual para todos los pueblos en cada uno de sus respectivos territorios, la secesión hasta la independencia plena y fórmulas intermedias en un marco de cálida comprensión mutua, fraternidad y afecto entre los diferentes pueblos. Por tanto, la libre autodeterminación únicamente podría efectuarse en un contexto de libertad política razonable en el que no existiese el Estado español como tal, y en el que se contemplasen todas las opciones posibles a la hora de ejercer el libre derecho a escoger el tipo de relaciones que se desean mantener con los restantes pueblos peninsulares.

          En otro lugar no menos importante hay que apuntar que un referéndum dentro del marco político del Estado español, tal y como lo plantea “Podemos”, implica la existencia de una serie de graves condicionantes en el terreno de la libertad de conciencia que afectarían de un modo decisivo al resultado final del proceso. Esto es, el sistema de propaganda a gran escala de los más importantes medios de comunicación de masas, todos ellos subvencionados por el Estado español, así como la existencia de un poder cultural e ideológico integrado en las estructuras de dominación del Estado, todo lo cual haría que el resultado final no fuese otro distinto del deseado por las elites políticas radicadas en Madrid. El abrumador peso de la propaganda utilizada por el propio Estado para manipular la opinión pública y con ello la decisión final de la sociedad únicamente serviría para confirmar el carácter paródico de un proceso de estas características. Así pues, la voluntad de “Podemos” de someter a un referéndum la permanencia de Cataluña en el Estado español obedece, en lo más fundamental, al deseo de desactivar definitivamente cualquier veleidad independentista al partir de unas condiciones culturales e ideológicas que, de entrada, son favorables para el Estado español. En lo que a esto respecta es preciso decir que Cataluña, al igual que otros pueblos peninsulares, está lo suficientemente españolizada como para que su población no desee independizarse. De este modo, en caso de llevarse a cabo un referéndum únicamente serviría para enterrar políticamente al independentismo y crear una nueva legitimidad que lograse satisfacer, al menos parcialmente, a una facción considerable del nacionalismo mediante el reconocimiento formal del carácter plurinacional del Estado español. Mientras tanto la acción homogeneizadora y españolizadora del Estado continuaría de manera implacable hasta acabar diluyendo las identidades nacionales de los diferentes pueblos que abarca.

          Por otra parte no hay que olvidar que el referéndum constituye un recurso político empleado por las elites políticas de los Estados para confirmar su voluntad, y con ello legitimar decisiones y estructuras políticas. En esencia el referéndum es la forma de represión dictatorial máxima y más dura al restringir la expresión de la voluntad popular a una pregunta que sólo admite como posibles respuestas un Sí o un No, lo que, a su vez, impide la justificación de cualquiera de ambas respuestas y con ello explicar qué quiere cada persona que se manifiesta en un sentido o en otro. Además de esto se trata de una elección entre unas opciones preestablecidas por la propia elite dirigente, y que obedecen en última instancia a su intencionalidad política. Asimismo, hay que añadir que históricamente el referéndum ha sido un recurso político utilizado por las más grandes dictaduras, desde Napoleón hasta los regímenes parlamentarios del mundo occidental, pasando por la Alemania nazi, la España franquista, el Zimbabwe de Robert Mugabe, etc. Debido a todo esto cabe concluir que un referéndum en Cataluña, o en cualquier otro territorio del Estado español, no sería una solución al problema nacional sino simplemente una forma de enterrarlo políticamente.

          Podemos” representa hoy por hoy, una gran operación política puesta en marcha por una parte considerable de la elite dominante con la finalidad de españolizar a los pueblos de la periferia e integrarlos definitivamente en el Estado español. En este sentido lo que se persigue es debilitar hasta finiquitar políticamente a los nacionalismos periféricos que hasta la fecha han sido un instrumento del Estado español, por medio de sus secciones territoriales encarnadas por las comunidades autónomas, para gobernar sobre su periferia. Los nacionalismos periféricos han estado integrados en las instituciones del Estado español en nombre del cual han gobernado en sus respectivos territorios, pero como el propio Bertrand de Jouvenel explica, el poder tiende de manera natural a un permanente crecimiento y expansión que hace que periódicamente sea necesario poner término a las viejas formas de dominación para sustituirlas por otras nuevas y más eficaces[vi]. En lo que a esto respecta los viejos nacionalismos son obsoletos e ineficaces, un estorbo político para una mayor centralización de la autoridad del Estado. Inevitablemente esto exige su desmantelamiento político arrebatándoles su respectiva base social mediante su integración en un Estado que formalmente se declare plurinacional, y que en el terreno de lo simbólico reconozca la existencia en su seno de diferentes naciones. Se trata de una manera de crear unas condiciones políticas, que permitan la integración de las naciones periféricas mediante su reconocimiento formal, de manera que se cree una nueva legitimidad que facilite a dichos pueblos sentirse representados por el Estado español para, así, ser españolizados completamente. Todo esto vendría a confirmar las palabras de Maurice Joly: “En todos los tiempos, los pueblos al igual que los hombres, se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias, no piden nada más. Es posible entonces crear instituciones ficticias que responden a un lenguaje y a ideas igualmente ficticias”[vii].

          Puede concluirse, por tanto, que “Podemos” es en esencia una creación del Estado, y más concretamente de los altos funcionarios de los ministerios así como de los mandos militares y de los jefes de los servicios secretos, pero también de la clase empresarial y de la banca. Históricamente la izquierda ha demostrado ser muy funcional a la hora de servir a los intereses del capitalismo, y con ello para impulsar y desarrollar formas más agresivas de explotación en todos los ámbitos. Hoy “Podemos” es una nueva fuerza política que aspira a establecerse como una nueva socialdemocracia que desempeñe una función hegemónica en la izquierda como en el pasado lo hizo un PSOE que hoy está políticamente amortizado. De este modo descubrimos que las dos funciones estratégicas para las que “Podemos” fue concebido está cumpliéndolas de modo exitoso, por un lado aplacar la protesta social y por otro españolizar a los pueblos que integran el Estado español. Asimismo, el carácter oportunista y arribista de los jefes de “Podemos”, para quienes la política únicamente es acumular poder, es garantía suficiente para saber que si llegan al gobierno harán lo mismo que “Syriza” en Grecia, o que el chavismo en Venezuela. Pero también son la garantía de que el actual sistema de dominación sea reformado y relanzado en una forma mucho más agresiva y brutal, con vistas a satisfacer las ansias de poder y riqueza de altos funcionarios, empresarios, banqueros, políticos y militares.

Esteban Vidal

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[i]No todos los empresarios son iguales”, afirma. “Hay dos culturas empresariales. Una es casta, la otra quiere contribuir al bienestar social, como la familia Botín en el Banco Santander”. ¿Habla en serio? “¡Sí! Yo estoy convencido de que hay empresarios de buena voluntad. Hay sectores del capitalismo emprendedor que saben que necesitan un país con menos desigualdad social, que entienden que así expanden su mercado. Seguro que Ana Botín [presidenta del Banco Santander] se vería con Pablo Iglesias y hablarían de estas cosas”. http://politica.elpais.com/politica/2015/01/27/actualidad/1422384264_753104.html Consultado el 6 de enero de 2016. Merece la pena recordar que Jesús Montero cobra un sueldo casi idéntico al del presidente del gobierno, lo que deja bien claro su pertenencia a esa casta a la que Pablo Iglesias tanto critica.

[ii]Subdirección General de Apoyo a la PYME, Retrato de las PYME 2014, Ministerio de Industria, Energía y Turismo, Madrid, 2014.

[iii] Grimaldos, Alfredo, La CIA en España: espionaje, intrigas y política al servicio de Washington, Debate, Madrid, 2006.

[iv] http://www.elmundo.es/espana/2014/11/24/54732110ca47410f1b8b4579.html Consultado el 7 de enero de 2016.

[v] http://www.jotdown.es/2014/12/antonio-garrigues-walker-el-auge-de-podemos-es-absoluta-y-radicalmente-logico-y-positivo/Consultado el 7 de enero de 2016.

[vi] Jouvenel, Bertrand de, Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento, Unión Editorial, Madrid, 2011.

[vii][vii] Joly, Maurice, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, Barcelona, El Aleph, 2002, p. 141

02. La deriva del artículo 135 en la constitución española

         Aprobada por las cortes en sesión plenaria del Congreso de los diputados y del senado celebradas el 31 de octubre de 1978, fue ratificada en referendum el 06 de diciembre y sancionada por S. M. el Rey Juan Carlos I el 27 de ese mismo mes.

Artículo 135

         1) El gobierno habrá de estar autorizado por ley para emitir deuda pública o contraer crédito.

         2) Los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado, se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la ley de emisión.

 

            En 1986 España decidió adherir a los tratados de la naciente Unión Económica y Monetaria Europea, que marcó límites dentro de los cuales debía operar la política económica de cada país miembro. O sea, que cuestiones tales como la fiscalidad, los tipos de interés, el tipo de cambio, la emisión monetaria, el techo de déficit público alcanzable y el sistema de pensiones, desde entonces quedaron teóricamente fuera del rango de acción autónoma del Estado nacional español, de sus gobiernos y del Parlamento. 

          En octubre de 2008 los efectos de la crisis que había estallado un año antes en EE.UU se extendió a Europa. Bajo tales circunstancias el gobierno español del P.S.O.E., al mismo tiempo que bajó un 5% el salario de los empleados públicos y congeló las pensiones, puso en marcha el espectacular llamado “Plan E”, que movilizó más de 50.000 millones de Euros destinados a inversión pública, para absorber el paro que estaba generando el gran capital privado por falta de relativa rentabilidad suficiente. Siguiendo la teoría anti-cíclica de Keynes, el presidente Zapatero emuló la política económica del Gobierno de Roosevelt en los EE.UU. tras el estallido de la gran crisis mundial en 1929, con el propósito de “fomentar el empleo” y la “modernización de la economía”.

          A propósito de tal episodio histórico, hay que recordar aquí que aquél dispendio de 480 mil millones de Dólares que Roosevelt malgastó, para financiar el empleo a instancias de la inversión pública en obras de infraestructura, ayuda a los bancos y subsidio a los parados, acabó en 1934 generando la quiebra presupuestaria y el impago de la deuda interna del país. Una situación insostenible, que ni siquiera pudo ser superada mediante la política de convertir la industria civil norteamericana en industria de guerra entre 1937 y 1941, exportando material bélico a los países beligerantes que preparaban la Segunda Guerra Mundial; una recesión económica que sólo pudo superarse a instancias de la destrucción bélica de riqueza creada y más de tres millones de vidas, entre soldados y civiles muertos, además de 1,2 millones de desparecidos en aquél conflicto bélico.

          En setiembre de 2011 y raíz de la profunda recesión que siguió a la última gran crisis de 2008 en Europa —todavía hoy en curso—, sin consultar al pueblo español ni al resto de las formaciones políticas menores, el izquierdista PSOE a cargo del gobierno de Zapatero y en acuerdo con el derechista PP, decidieron modificar el artículo 135 de la constitución con arreglo a las estrictas directivas de austeridad aprobadas por la UEE:

http://ep01.epimg.net/politica/imagenes/2011/09/01/actualidad/1314908434_185525_1314964243_noticia_normal.jpg

 

          He aquí retratados los principales protagonistas de la reforma.

 

¿Qué había pasado entre noviembre de 2008 y setiembre de 2011? Que el martes 11 de mayo de 2010 por la mañana, el Presidente norteamericano Barack Obama ordenó concertar una comunicación telefónica con el por entonces Presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, pretextando interesarse por el estado de salud del ex Rey Juan Carlos, quien acababa de ser sometido a una intervención quirúrgica. En realidad el interés de Obama por ese contacto telefónico surgió, a raíz de lo que Zapatero había conversado tres días antes con el vicepresidente norteamericano Joe Biden, acerca de la necesidad o no de reformar el sistema financiero internacional, tema que se tenía previsto abordar en la próxima reunión del G-20 —y que tuvo lugar ese mismo año el 26 y 27 de junio en Toronto—, cuyo tema de discusión giró en torno a las decisiones políticas para estimular la recuperación económica mundial, con vistas a superar políticamente la recesión todavía hoy en curso.

 

          Es muy fácil comprender la preocupación de Obama por lo que la delegación española pudiera proponer en ese cónclave, teniendo en cuenta lo que Zapatero había dicho en agosto de 2007, aquello de que “España está a salvo de la crisis financiera”, o ese otro exabrupto con el que se superó a sí mismo en su mediocridad intelectual el 14 de enero de 2008, sentenciando que “La crisis es una falacia, puro catastrofismo”. Llegando al colmo de su irracionalidad política el 10 de setiembre de 2009, al proclamar que: “el gobierno ha situado a España en la Champions League de las economías del mundo”.

 

          Pero lo cierto es que, al momento de sostener esa conversación telefónica con Obama, la semi-parálisis del sistema económico en los países de la cadena imperialista —uno de cuyos eslabones más débiles sin duda es España— la recesión ya era mundial y se había trasladado a los distintos aparatos de sus respectivos Estados nacionales, convertida en una crisis presupuestaria cuyos déficits fiscales crecientes, amenazaban peligrosamente con paralizar su funcionamiento por carencia de fondos líquidos, afectando a sus más importantes instituciones ministeriales, como es el caso de las que hacen a los servicios de salud, educación, dependencia y hasta el propio régimen jubilatorio.

 

          ¿Qué le sugirió el histriónico yanky Barack Obama al despistado español Zapatero en esa conversación ante tales circunstancias? Lo resumió en seis palabras: “Hay que calmar a los mercados”. O sea, a la gran burguesía internacional. Como si los actuales gobernantes de los países fueran aquellos sacerdotes del antiguo Egipto al servicio de los Faraones, quienes al desconocer las causas de fenómenos naturales como los movimientos telúricos y climáticos, temerosos atribuían esas fuerzas destructivas personificadas en dioses, a los que rendían culto celebrando pomposos ceremoniales, para ofrecerles en sacrificio vidas humanas creyendo que así lograban sosegar sus furiosas embestidas.

 

          La función de un sacerdote mitológico. Tal es el papel que se sintió representando Barack Obama en el teatro de la recesión mundial, cuando le largó aquél mensaje telefónico a Zapatero. Y para preservar las “bondades” del sistema, entendió que se imponía sacrificar a cientos de millones de personas en el Planeta —inconscientes de su propia situación—, convirtiéndoles así en víctimas propicias de esa liturgia cósmica genocida; ya sea por múltiples hambrunas en los países más pobres; ya sea en el resto de naciones de desarrollo medio y alto a raíz de las más diversas consecuencias derivadas de la crisis, lanzadas de tal modo al holocausto del paro, la miseria, la inseguridad social a raíz del paro y la muerte prematura por desahucios y enfermedades curables —somáticas y psicosomáticas— a quienes se les negó el derecho al trabajo, a la educación gratuita, a la vivienda digna y a la preceptiva atención médica y la seguridad personal, en una sociedad preñada por la crisis de conflictos laborales, familiares e interpersonales, con infinidad de crímenes, suicidios y muertes masivas por aparentes “causas” de diversa índole, con perdida de riqueza material y vidas humanas en catástrofes supuestamente “naturales” y guerras deliberadamente provocadas. Toda esta destrucción material y desgracias sociales inducidas por cada recesión económica mundial periódica, se han vuelto a repetir en el Mundo desde que la última gran crisis estallara en EE.UU. corriendo el mes de agosto de 2007, para extenderse seguidamente al resto del Mundo.

 

          Bajo tales circunstancias, el despropósito encubierto por su propia ignorancia de este otro falsificador profesional más de la realidad, llamado José Luis Rodríguez Zapatero, llegó a ser, por entonces, efectivamente de campeonato. Presumía de ser su gobierno un garante del Estado del Bienestar, al mismo tiempo que decidía por decreto congelar los ingresos a 6 millones de pensionistas, alargando la jubilación a los 67 años. Suprimió la retroactividad de las prestaciones por dependencia y los 2.500 Euros del “cheque-bebé”. Recortó el presupuesto de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Abarató los despidos propiciando un descenso general de salarios por la vía de los contratos a tiempo parcial. Precisamente por esos días de mayo en 2010, comenzamos nosotros la redacción del trabajo publicado en junio bajo el título: “Nueva fase de la crisis mundial: del salvataje bancario a la bancarrota fiscal”, donde contribuimos a poner en evidencia el decadente sistema capitalista de vida y la necesidad de acabar con él.

 

          ¿En qué consistió la política financiera que acordaron adoptar en aquella reunión de Toronto los países del G.20 para salir de la recesión? En que como hiciera ese otro arribista llamado Roosevelt en 1933, se destinaran miles de millones para rescatar a los bancos, dejando a las mayorías sociales en manos del Dios de los mercados, para que a buena parte de ellos la recesión se los lleve al otro barrio, tras ser sometidos a los preceptivos tormentos que anuncian para millones de desgraciados, ese viaje a la nada sin retorno. Así es cómo los políticos profesionales institucionalizados de hoy día, siguen cumpliendo su función de gobierno actuando engañosamente al servicio de los capitalistas. Emulando el mismo ceremonial macabro que cumplieron aquellos sumos sacerdotes egipcios al oficiar sus rituales de culto, en cuyos altares sacrificaban a cierto número de súbditos escogidos entre los sustratos más bajos de la sociedad, a modo de chivos expiatorios para calmar la supuesta ira de sus dioses; sin advertir que, en realidad, actuaban al servicio de sus respectivos monarcas parasitarios en el ejercicio del poder real. Pero con la diferencia de que las víctimas propicias de aquellos sacrificios no pasaban de ser unos pocos, mientras que las de hoy se cuentan por cientos de millones en el Mundo. Así está el “patio” bajo el capitalismo, un sistema de vida que, según se nos dice desde las alturas del poder económico y político constituido, es “el mejor de los mundos posibles”.

 

          Pero hay más, porque cuando su colega Obama empleó ese mismo lenguaje místico de nuestros más primitivos antepasados, obviamente Zapatero no se creyó el cuento de que los mercados sean etéreos espíritus superiores. Ambos saben que se trata de realidades tangibles muy concretas, donde determinadas fracciones del capital social global se disputan intereses compitiendo unos con otros, que todos ellos consagran y representan. ¿Ignoran esta verdad los pequeñoburgueses intelectuales de hoy con ínfulas de gobernar, preparados por las usinas ideológicas de los aparatos estatales? ¡¡La esconden bajo engañosas palabras en los discursos que pronuncian por la cuenta que les trae!! Y es que la corrupción política que consiste en el pingüe negocio entre políticos institucionalizados y empresarios a expensas del erario público, tiene su antecedente inmediato y posibilidad de existencia real en la corrupción ideológica de las mentes.

 

          Es el ya tradicional fenómeno extendido a escala mundial que palpita en el sistema capitalista, dando pábulo a la perversa relación lucrativa entre determinados sujetos inescrupulosos actuantes en la sociedad civil de cada país, acordando con otros tantos pragmáticos y arribistas políticos en las dependencias de su correspondiente Estado nacional, que tiene su causa formal predeterminante en la corrupción ideológica de las llamadas “ciencias políticas y sociales, impartidas “urbi et orbi” en todos los aparatos ideológicos de cada Estado nacional, donde la gran burguesía internacional se ha encargado de que impere el llamado “pensamiento unidimensional” a escala planetaria. Bajo tales condiciones, para promocionarse al interior de esos aparatos en cualquier Estado nacional del mundo, es imprescindible aceptar ese pensamiento único. Y es en este tipo de ámbitos donde han venido “educando” su intelecto los futuros dirigentes de la izquierda pequeñoburguesa, agrupados en torno a organizaciones como en España lo son, formaciones políticas tradicionales por el estilo del PSOE, Izquierda Unida y más recientemente “Podemos”.  

 

          Una vez cumplido este requisito ideológico perverso y dada la relación entre políticos institucionalizados y empresarios, por una parte esa oligarquía organizada en partidos políticos permite que, cuando cualquiera de ellos consigue triunfar en las elecciones y le toca ser gobierno, asume disciplinadamente la ética de las responsabilidades, cuyo cometido es ejecutar las políticas de Estado determinadas por leyes que hacen a los intereses de los explotadores en su conjunto, cumpliéndolas y haciéndolas cumplir a cualquier coste; aunque ocasionalmente —hecha la ley hecha la trampa—, suelan violarlas procurando privilegiar a unos explotadores —su clientela política ocasional— más que a otros, dando paso así a la corrupción política, que para eso está la discrecionalidad burocrática del alto funcionario estatal, que desde la exclusiva intimidad de sus muy bien amueblados y alfombrados despachos, pueden  convertir la cosa pública en cosa privada objeto de negociación, para mutuo usufructo personal compartido; tanto más cuanto mayor sea su nivel jerárquico y poder político discrecional de decisión. Tal es la causa formal del cohecho, delito consustancial a la democracia representativa —entre políticos institucionalizados y empresarios—, al tiempo que de cara a los explotados tratan de inculcar eso de que “la política es el arte de lo posible”, dando por imposible, naturalmente, todo lo que no sea medrar a expensas del trabajo ajeno, un negocio propio de toda esa minoría —pública y privada— de explotadores.

 

          Mientras tanto, a los partidos políticos de la oposición les está reservado actuar desde la ética de las ideas, cuya función específica consiste en criticar al partido o coalición de partidos gobernantes, proclamando como posibles de satisfacer todas las necesidades de los explotados, que el gobierno de turno desatiende y de las que sus opositores prometen ocuparse para hacer “justicia”, tanto como para mantener a las masas explotadas cautivas de la ilusión en el sistema, con vistas a ganarse su favor político en los próximos comicios. De este modo, por ejemplo, la causa objetiva formal y esencial del sistema capitalista en cuanto a que los asalariados participen cada vez menos en el producto de su trabajo, es transformada por los partidos políticos de la izquierda subjetiva pequeñoburguesa en causa eficiente injusta, de la que invariablemente responsabilizan a ciertos y determinados grandes empresarios coaligados con los partidos políticos de la derecha, dejando de tal modo intangible al sistema, que de esto se trata para todos ellos.

 

          Pero el caso es que durante las recesiones periódicas y como medio de política económica supuestamente eficaz para superar el paro masivo, estos señores proponen subir los salarios, suponiendo que el aumento del consecuente consumo incentiva la demanda empresarial de trabajo, coadyuvando de tal modo a la recuperación de la producción. Por eso es que en su función de partidos de la oposición a los gobiernos de la derecha, la izquierda pequeñoburguesa está en contra de las políticas de austeridad, del control del gasto público y del equilibrio presupuestario, argumentando que ante todo priva la necesidad de los más desfavorecidos. O sea que, según su criterio, la recesión económica no está determinada por la ganancia decreciente relativa de los capitalistas respecto de lo que les cuesta producirla, sino por el insuficiente consumo de los asalariados. Si así fuera, ¿cómo explicar bajo tales circunstancias críticas, el cada vez más desigual reparto de la riqueza entre empresarios en general y sus empleados a favor de los primeros? Olvidan estos contumaces reformistas del capitalismo al mejor estilo del gatopardismo lampedusiano, que bajo condiciones de recesión y paro masivo, ese reparto desigual de la riqueza viene determinado por la presión de la competencia, que desde fuera de la producción ejercen los parados, para que los empleados trabajen más y con mayor intensidad por menos salario, como “conditio sine qua non” de conservar sus puestos de trabajo. Todo ello rigurosamente cronometrado:

<<Resulta, pues, sumamente ventajoso hacer que los mecanismos funcionen infatigablemente, reduciendo al mínimo posible los intervalos de reposo: la perfección en la materia sería trabajar siempre. (…) Se ha introducido en el mismo taller a los dos sexos y a las tres edades explotados en rivalidades, de frente y, si podemos hablar en estos términos, arrastrados sin distinción por el motor mecánico hacia el trabajo prolongado, hacia el trabajo de día y de noche, para acercarse cada vez más al movimiento perpetuo>>. (Barón Dupon a la Cámara de Paris, 1847. Por Benjamín Coriat en: “El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo y el fordismo”.  Ed. Siglo XXI/1982 Cap. 3 Pp. 38).

  

          Es el consabido ataque de la burguesía sobre las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados. Una realidad férreamente determinada por la economía política —agravada durante las crisis económicas periódicas—, donde la subjetiva política económica de los políticos gobernantes nada tiene que hacer, porque la bolsa social mayoritaria del trabajo asalariado disponible, no está en el Estado sino en la sociedad civil; y allí la política del empleo corre por cuenta exclusiva del empresariado privado, que tampoco es subjetivamente discrecional, sino que discurre con arreglo a lo predeterminado por la Ley objetiva o sistémica del valor vigente bajo el capitalismo en los mercados.

 

          Lo mismo sucede respecto de la corrupción gubernamental, convertida —a instancias de los partidos que aspiran al gobierno—, en causa jurídica eficiente de su ocasional función opositora. Este jueguito “democrático” que se traen los grandes partidos políticos burgueses, alternando desde la Revolución francesa en las instituciones del Estado, por un lado como partidos opositores —que denuncian la corrupción— y por otro en función de gobierno —que la ejecutan—, todo sucede a instancias de los comicios periódicos, lo cual permite que aquellos partidos a cargo del gobierno funjan en las campañas electorales como fusibles del sistema, es decir, chivos expiatorios señalados por la oposición como “culpables” de la corrupción, el paro y demás noxas sociales, cuando en realidad esas conductas son producto de una causa objetiva o sistémica, determinada por la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. Una causa eficiente perversa que —por mediación de la causa jurídica eficiente— queda sustraída a la conciencia de los explotados so capa de atribuirles tales daños sociales al comportamiento delictivo de determinados individuos, agentes corruptos de los partidos políticos en el gobierno, que negocian con sus clientes del empresariado a costa del erario público; donde la justicia penal desplaza, sustituye y malogra la justicia social distributiva. O sea, consagra la desigualdad creciente del reparto de la riqueza.

 

          Mientras tanto, las necesidades de las mayorías sociales absolutas, con y sin trabajo, quedan postergadas sine die, lo cual permite al sistema sostenerse permanentemente intangible. Así las cosas, la “democracia” representativa en cada Estado nacional, se combina perfectamente con la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio en la sociedad civil, de tal modo que bajo tales condiciones nadie pueda impedir el cohecho subrepticio, permanente y sostenido, entre una irrisoria minoría de políticos y empresarios, ejecutado sistemáticamente por completo a espaldas de las mayorías absolutas ciudadanas. Todo ello a instancias de los comicios que hacen a la alternancia periódica de los distintos partidos políticos en recurrente periplo de ida y vuelta —como en cualquier tiovivo— entre su descenso al purgatorio de la oposición y su ascenso a las más “altas esferas” celestiales del poder estatal ejecutivo, legislativo y judicial.

 

03. El Dios capital los cría y ellos se juntan: El caso de Grecia

 

          La debacle financiera de este país en los últimos tiempos, dejó un agujero inicial de 110.700 millones de Euros. Una deuda que el Estado Griego hizo suya convertida así —como en los demás casos— de privada en pública, endeudándose con prestamistas internacionales de última instancia como es el caso del Banco Central Europeo y el FMI, que restituyeron de inmediato a los bancos griegos ese monto en concepto de “rescate”. ¿Qué hizo el gobierno de la extrema derecha griega liberal en 2008 recién electo a cargo del Estado? Pues, descargar sin demora esa deuda sobre las espaldas y el bolsillo de las clases más desfavorecidas del país, agudizando la explotación y decretando recortes salariales a los funcionarios públicos; reducción de pensiones a los jubilados; aumento de impuestos a pequeñas empresas (las medianas y grandes siguen exentas de pagar a salvo en paraísos fiscales), aumento del IVA e impuestos especiales sobre combustible, bebidas alcohólicas y tabaco. Así procedió inflexiblemente el presidente Yorgos Papandreu al frente de su partido gobernante en esos momentos.  

          A semejante genocidio económico-social le han llamado eufemísticamente “rescate”. ¡¡Rescate a los bancos!! Teniendo en cuenta que son estas instituciones las que durante las fases cíclicas de expansión, financian con dinero a crédito el crecimiento del capital industrial y comercial que se acumula y engrosa explotando trabajo ajeno. Y en los momentos de retroceso en la producción por falta de rentabilidad suficiente, los bancos también son los encargados de facilitar préstamos para operaciones puramente especulativas, que acaban pinchando la burbuja financiera precursora de la consecuente recesión económica generalizada. El capital bancario es, por tanto, el que invariablemente facilita los procesos de expansión productiva, que acaban en crisis financiera y recesión económica. Esto es lo que sucedió en 2010 cuando la deuda pública griega llegó a ser de 142.800 millones de Euros. 

          No vamos pues a extendernos aquí aludiendo al siguiente “rescate” en ese país, porque ha sido más de lo mismo. Pero sí queremos poner en evidencia, el hecho de que siendo Grecia el país europeo relativamente más subdesarrollado y con la cuarta parte de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, es natural que bajo tales condiciones se agudicen allí las contradicciones sociales del sistema. Como dijera Lenin en 1915, “la cadena del imperialismo siempre tiende a romperse por su eslabón más débil”. No es casual, pues, que haya sido Grecia el país en que surgiera de su sociedad el partido político más escorado a la izquierda de la gran burguesía en toda su historia. Pero tampoco es casual que ese partido pequeñoburgués llamado “Syriza” ya en función de gobierno, se haya instalado a mitad de camino entre la imposible reforma económico-social del sistema y su necesaria ruptura política con él, sin moverse de tal despropósito ni un milímetro.

          Y en efecto, durante su primera semana como primer ministro, Alexis Tsipras  —colega y, al parecer, amigo íntimo del español Pablo Iglesias Turrión—  designó un gabinete compuesto por miembros de “Syriza” exceptuando el Ministerio de Defensa que pasó a manos del nacionalista de derechas Panos Kammenos.  Para los puestos económicos clave fueron designados Yannis Dragasakis como viceprimer ministro y Yannis Varoufakis en Finanzas. Durante su primer Consejo de Ministros, el gabinete presidido por Tsipras envió al parlamento una serie de medidas “progresistas”, como la paralización de las privatizaciones, la eliminación del copago, sanidad universal, ayudas de urgencia para los griegos más pobres, reingreso de funcionarios en sus puestos y paga extraordinaria a las pensiones mínimas. Y para ello exigió una moratoria en el pago de la deuda. El jueves 29 de enero recibió al presidente del Parlamento Europeo. El lunes 2 de febrero inició su primer viaje al exterior, visitando Chipre, donde declaró que la Ttroika debía ser sustituida. El martes 3 de febrero continuó su viaje por Europa visitando Roma, donde junto a su homólogo italiano declaró que seguía trabajando para acabar con la austeridad.

          Por su parte, en el contexto de la actual crisis de la deuda griega soberana, el FMI, el Banco Mundial y el Eurogrupo propusieron severas medidas de austeridad como condición para su “rescate”, lesivas para el Estado del bienestar. En respuesta, el 27 de junio de 2015 Tsipras pronunció un discurso ante el Parlamento griego, donde propuso consultar al pueblo mediante referendum, para que acepte o rechace tales medidas. En esa consulta el 5 de julio de 2015, más del 60% de los participantes votaron en contra de las medidas de austeridad propuestas por las autoridades europeas. Pero a despecho de esta voluntad democrática del pueblo griego, en la madrugada del pasado sábado 11 de julio Tsipras puso a consideración del Parlamento para su aprobación por mayoría, el nuevo plan de reformas propuesto por el Eurogrupo. La propuesta fue aprobada por 251 votos a favor, 32 en contra y 8 abstenciones, a lo que se debe sumar la ausencia de otros 9 diputados de Syriza que no estuvieron de acuerdo con ese plan. Por su parte, Yannis Varoufakis tampoco asistió pero dejó escrita una carta que entregó a la presidenta de la cámara, diciendo que hubiese votado afirmativamente, pero su voto no fue contabilizado porque las reglas del parlamento no permiten votar a distancia.  

          De esta manera y por mediación de Tsipras, el Parlamento griego actuó antidemocráticamente en contra de lo decidido en el referendum, autorizando al Gobierno a negociar con los acreedores internacionales en base al programa de reformas del Eurogrupo, que les había sido presentado esa misma semana. Puso al Parlamento por encima de la voluntad popular, decretando el suicidio de la democracia en ese país. Total, que 17 miembros del gobernante Partido Syriza no acudieron o se abstuvieron de votar, incluida la presidente del Parlamento, Zoe Constantopoulou, y el ministro de Energía, Panagiotis Lafazanis, que dijeron "presente", lo cual equivale a abstenerse de votar en señal de oposición al paquete de subidas de impuestos y recortes al gasto. A pesar de estas votaciones “disidentes” por parte de miembros del propio partido de Tsipras, la propuesta de reformas sugerida por el Eurogrupo nunca estuvo en riesgo y fue finalmente aprobada por los partidos griegos opositores “pro europeos”. 

          Antes de que se llevara a cabo la votación, en un discurso dirigido al Parlamento, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha reconocido que su Ejecutivo se ha visto forzado a tomar medidas que no estaban previstas en su programa electoral. "No estoy dejando vendidos a los griegos. Nunca pedí el 'no' para salir de Europa, sino para fortalecer nuestra capacidad negociadora", ha dicho el primer ministro, pretextando que el resultado del referéndum no le atribuía el derecho a romper relaciones con Europa.  

          Tsipras insistió en justificarse diciendo "haber hecho todo lo humanamente posible en circunstancias difíciles", asegurando que las nuevas medidas abren el diálogo con los acreedores europeos para reestructurar la deuda griega, añadiendo que su nueva propuesta "es mucho mejor que el ultimátum recibido previamente" por parte de la “Troika” europea. Pero más allá de estas palabras, a nadie se le escapa —y menos aún al actual candidato español Pablo Iglesias—, que el señor Alexis Tsipras con tal de mantenerse como adjunto a la casta social burguesa que ha seguido ejerciendo el poder político en Grecia, optó convenientemente por someterse a ese ultimátum dictatorial traicionando así la ilusión del pueblo griego democráticamente manifestada en el referendum, que él mismo convocó para luego abandonar sus promesas electorales. Así se ha venido escribiendo la historia política de la pequeñoburguesía, desde la toma de la Bastilla en julio de 1789.

04. La peligrosa perspectiva general

          Ya lo hemos dicho y volvemos a insistir aquí: Tal como sucediera el Siglo pasado a fines de la década de los años veinte, el capitalismo atraviesa hoy por las mismas circunstancias económicas en fase terminal capitalista, hacia su descomposición como sistema de producción y de vida. Dos experiencias históricas que han obedecido a las mismas condiciones objetivas, en que discurrió el proceso de desarrollo de las fuerzas sociales productivas, contenido en el incesante adelanto científico técnico incorporado a los medios de producción, a los fines de seguir acumulando capital en todo el mundo a expensas de los explotados.

          Para demostrar si esta proposición es falsa o verdaderamente científica, y dado que el dinero no es más que la forma de manifestación del valor contenido en cada producto del trabajo social llamado mercancía, será necesario suponer que la capacidad adquisitiva de cada unidad de este medio monetario de cambio mercantil fiduciario, se mantiene constante. Así, según se suceden unas a otras las llamadas “rotaciones del capital” en cada empresa —durante el tiempo que transcurre entre la producción y la venta de sus respectivos productos con una determinada ganancia—, la competencia general entre empresas induce al desarrollo científico-técnico materializado en sus respectivos medios de producción, con arreglo a una creciente productividad del trabajo que abarata la producción en general y, específicamente, el valor de cada unidad de producto. Ergo, aumenta el poder adquisitivo del salario:

<<En estas circunstancias, una magnitud de valor constante del salario en dinero, representa una masa siempre creciente de mercancías, es decir, un salario real creciente de año en año>>. Henryk Grossmann: “La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema  capitalista” Ed. Siglo XXI/1979 Pp. 385).

 

            Pero desde el punto de vista del empresariado y la perspectiva de sus intereses económicos, cada adelanto científico-técnico y su consecuente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, permite a cada operario poner en movimiento más medios técnicos para fabricar más unidades de producto por unidad de tiempo empleado en cada jornada de labor. O sea, que la mayor productividad, al mismo tiempo que abarata las unidades de cada producto, también abarata el valor real de la mercancía fuerza de trabajo, es decir, el salario. Ergo, aumenta el plusvalor, es decir, el equivalente mercantil del tiempo de cada jornada, en que el asalariado trabaja sin compensación alguna, produciendo ganancia para el capitalista.       

 

          Ahora bien, esta dinámica de la creciente productividad del trabajo con fines gananciales, supone que la inversión en medios de producción (capital constante) cada vez más eficaces, aumente sucesivamente más que la contratación de operarios (capital variable). O sea, que periódicamente aumenta la composición orgánica del capital como relación entre la sucesiva y creciente fracción del plusvalor reinvertido en medios de producción y la menguante en salarios. Y teniendo en cuenta que el capital invertido en medios de producción se limita a trasladar al producto el equivalente a su desgaste (por eso llamado capital constante), mientras que la fuerza de trabajo (capital variable) traslada al producto no sólo el equivalente al salario, sino además un plus de valor que los patronos burgueses se apropian, ocurre necesariamente que según aumenta el cociente de la relación entre capital constante y capital variable, el plusvalor también crece a expensas del salario, pero necesariamente cada vez menos y con tendencia matemática  irresistible al cero absoluto. Porque la creciente productividad del trabajo, exige invertir relativamente cada vez más en capital constante:

<<Por consiguiente, cuanto más desarrollado sea ya el capital, cuanto más plustrabajo haya creado (y capitalizado a  expensas del trabajo necesario contratado para tal fin, con una composición orgánica cada vez más alta), tanto más formidablemente tendrá que desarrollar la fuerza productiva [invirtiendo relativamente más y más en capital constante (maquinaria, materias primas y auxiliares)], para valorizarse a sí mismo (aumentando) en (una cada vez más) ínfima proporción, vale decir, para agregar plusvalía, porque su barrera (límite) es siempre la relación entre la fracción del día —que expresa el trabajo necesario (equivalente al salario)— y la jornada entera de trabajo (equivalente al salario + el plusvalor y que no puede exceder las 24 Hs.)>>. (K. Marx: "Grundrisse". Primera mitad. Cuaderno III. Ed. Siglo XXI/1971 Pp. 283-284. Lo entre paréntesis  y el subrayado nuestros: GPM.)

            Tal es la lógica objetiva inevitable que permite explicar y comprender las crisis periódicas de superproducción de capital, a raíz de que el valor acumulado e invertido en suelo, maquinaria de última generación, materias primas y auxiliares, aumenta cada vez más al tiempo que los incrementos de la ganancia obtenida merman sistemáticamente, hasta que la masa de capital invertido se vuelva económicamente no rentable y la escala de la producción retrocede, buena parte del capital constante —hasta ese momento en funciones— se deteriora y desvaloriza por falta de uso, al tiempo que el paro obrero se acrecienta en todas las ramas de la producción.

          Para contrarrestar esta tendencia objetiva al derrumbe del sistema por insuficiente rentabilidad, buena parte de los grandes capitales con alta tecnología incorporada invertido en los principales países de la cadena imperialista, emigran hacia la periferia del sistema global recalando en los países de menor desarrollo relativo. Este comportamiento se explica tanto por la necesidad de garantizar la rentabilidad creciente de las grandes empresas en la geografía del centro imperial, como por la necesidad de prolongar la supervivencia del sistema en el mundo. Y en efecto, dada la cada vez más alta composición técnica y orgánica de la masa de capital industrial invertido en los países centros económicos, cuanto mayor sea la población obrera en la periferia subdesarrollada del sistema que cae bajo su dominio, mayor será la masa de plusvalor que la burguesía podrá seguir acumulando en los países más desarrollados, sin alcanzar el punto de la sobresaturación. Por ejemplo, lo sucedido en los países llamados "tigres asiáticos" durante los últimos cuarenta y cinco años, donde gran parte de su población abandonó la pequeña producción mercantil agraria y urbana, para vivir de un salario trabajando al servicio del capital imperialista excedentario invertido allí, constituye una prueba categórica de la tendencia universal del capitalismo tardío a alejar en todo lo posible el horizonte de su crisis definitiva. En 1996, la masa de capital supernumerario en las principales metrópolis imperialistas, que desde la década de los años 70 se trasladó a la economía subdesarrollada de los países periféricos subdesarrollados, fue de 93.000 millones que se sumaron a los 47.000 invertidos en 1994 y 70.000 en 1995. Estos hechos confirman con total rotundidad las crecientes dificultades de la burguesía en su etapa tardía, para superar los actuales niveles de sobresaturación de capital acumulado:

<<...en estas economías (de los países subdesarrollados) entró más dinero (para financiar la compra de maquinaria con tecnología de última generación) del que podía ser (normalmente) invertido de forma rentable a un riesgo razonable>> (Alan Greenspan, presidente de la reserva Federal de EE.UU. "El País": 08/02/98 Lo entre paréntesis nuestro).

 

          Ya en 1977, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas, exportaron productos industriales puros para consumo final (no productivo) por un valor de 61.000 millones de dólares, tanto como Francia. Esta cifra fue superior en un 560% a la de 1970. Tal fue la válvula de escape que pudo sacar del atolladero al sistema capitalista tras la segunda guerra mundial, retardando así la deriva hacia una nueva sobresaturación permanente de capital, como la que resultó de la crisis en 1929. Pero la exportación de medios de producción tecnológicamente más desarrollados desde el centro capitalista imperial hacia su periferia menos desarrollada, tiene un límite marcado por la geografía física y económica del Planeta, de modo que la deriva hacia las recesiones periódicas con tendencia a la sobresaturación absoluta no se puede impedir.  

 

          Y según Marx, la ley de la acumulación bajo condiciones de recesión se manifiesta en una obligada detracción del uso de la maquinaria instalada y demás insumos para la producción, así como en el consecuente desempleo masivo de asalariados; dos fenómenos combinados a los que Marx llamó superproducción absoluta de capital, lo cual prescribe o determina que, tanto la maquinaria en venta como los salarios, se deprecien por exceso de oferta, a raíz de la semi-parálisis del aparato productivo debido a una insuficiente masa de ganancia respecto al costo de producirla. Bajo semejantes condiciones críticas la producción no se paraliza pero se retrae. Y para sobrellevar semejante circunstancia, el sistema presiona en dirección a que todas las ramas de la producción incrementen la intensidad del trabajo empleado, aumentando los ritmos de la maquinaria que exigen un mayor esfuerzo a los operarios por unidad de tiempo empleado en cada jornada de labor, para obtener así un plus de valor adicional, recursos ambos que también están objetivamente determinados y debilitan la tendencia al derrumbe del sistema:

<<Y así es cómo en general se ha  demostrado, que las mismas causas que provocan la baja de la tasa general de ganancia, suscitan acciones de signo contrario que inhiben, retardan y en parte paralizan dicha caída. No derogan la ley pero debilitan sus efectos. Sin ello resultaría incomprensible no la baja de la tasa general de ganancia (entendida como relación entre el plusvalor obtenido y el gasto en capital invertido con tal fin), sino, a la inversa, la relativa lentitud de esa disminución. Es así como la ley sólo obra en cuanto tendencia, cuyos efectos sólo se manifiestan en forma contundente bajo determinadas circunstancias y en el curso de períodos prolongados>>. (K. Marx: El Capital” Libro III Cap. XIV. Ed. Siglo XXI/1976 T.6 Pp. 305-306. Subrayado nuestro).

 

            O sea que, según Grossman y de acuerdo con Marx, inhibir y enlentecer no significa anular la tendencia al agravamiento de las contradicciones en el sistema capitalista:

<<La reducción del salario por debajo (del valor) de la fuerza de trabajo (empleada) crea nuevas fuentes de acumulación (que generan plusvalor). “De hecho, una parte del fondo para el consumo necesario del obrero, se transforma así en fondo (de ganancias) para la acumulación de capital”. Sólo cuando se visualiza esta relación, puede apreciarse toda la superficialidad de aquellos “teóricos” sindicalistas (la misma superficialidad que siguen ostentando los catedráticos de economía aplicada y los políticos institucionalizados reformistas de hoy día), que proponen el aumento de los salarios como medio para superar la crisis, aumentando el “consumo” interno. ¡Como si para la clase social de los capitalistas, la finalidad de la producción no fuera la valorización de su capital, sino la venta de sus productos!>>. (Henryk Grossmann: “La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista” Ed. Siglo XXI/1979 Pp. 206. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro).

 

          Pero según se suceden las crisis de superproducción de capital unas a otras, cada vez más largas y difíciles de superar, dado que la masa de capital acumulado supernumerario aumenta de crisis en crisis —debido precisamente  al progreso histórico de las fuerzas productivas del sistema—, llega un momento del proceso de acumulación en que alcanza la condición de sobresaturación permanente de capital. Y en efecto, tal como ya sucediera en los años treinta del siglo pasado, la prueba de que hoy día el sistema capitalista haya llegado por segunda vez al extremo de alcanzar la sobresaturación permanente de capital, es que ocho años después del estallido de la última crisis en agosto de 2007, la consecuente recesión no muestra signos de haberse superado sino al contrario. Y aquí es preciso recordar que de aquella instructiva experiencia tras el estallido de la crisis en 1929, la burguesía internacional sólo pudo salir a instancias de la más enorme destrucción de riqueza y el más horrible holocausto en la historia de la humanidad, provocados por la Segunda Guerra Mundial, un recurso para perpetuar el sistema, convertido en el único medio eficaz al que la burguesía ha debido apelar, para sacar al sistema de aquél atolladero.

 

          Tal como se está volviendo a insinuar peligrosamente hoy, fue aquella una guerra de rapiña entre coaliciones de países representativos de la misma clase social gran burguesa, cuya mutua destrucción masiva de riqueza material y vidas humanas, permitió al sistema capitalista en su fase postrera retrotraer las condiciones de producción en tiempos de paz, hacia etapas históricas precedentes de su desarrollo, empobreciendo a la sociedad y a sus sobrevivientes para prolongar así el vigente sistema de vida explotador, corrupto y criminal.  De hecho, en los años previos al desenlace de aquella gran guerra, las medidas de política económica keynesiana  “anticrisis” del llamado “New Deal” —ensayadas durante su primer mandato por el presidente Franklin Delano Roosevelt en los EE.UU— como se ha visto fracasaron rotundamente.

 

          Así las cosas, la iniciativa de la burguesía internacional que le permitió trascender históricamente su recesión económica sistémica de sobresaturación permanente de capital a partir de 1929, fue la Guerra Mundial desencadenada durante el segundo mandato de Roosevelt, el 1 de setiembre de 1939, y en la que los EE.UU. decidieron participar en 1941 antes del ataque japonés a la base de Pearl Harbor, cuando los servicios secretos americanos hacía tiempo que ya estaban alertados de sus preparativos y deliberadamente permitieron que se consumara, para justificar así la presencia de sus fuerzas armadas en el escenario de ese conflicto bélico. Todo un negocio —como así han venido siendo todas las guerras en el capitalismo—, preparado y organizado por la diplomacia anglo-norteamericana coaligada, después de que la industria y la banca de esos dos países imperialistas se lucraran produciendo y financiando el armamento con destino a la Alemania Nazi, todo ello naturalmente con fines gananciales, tal como así sucedió.

 

          Y ahora, el hecho de que estos jóvenes y no tan jóvenes nobeles políticos de la pequeñoburguesía intelectual emergente, callen sobre la verdadera naturaleza del sistema de vida capitalista global en su etapa postrera, limitándose a llamar la atención casi sólo en materia de política interior —prometiendo cambiarlo todo para que todo siga esencialmente como está—, es la prueba más elocuente de su miserable y criminal complicidad con el gran capital, nacional e internacional, cuyos conflictos competenciales en medio de una recesión que no logran superar económicamente, amenazan con resolverlos, una vez más, por el recurso a las armas. Conscientes de semejante perspectiva, estos contumaces encubridores apelan a su engañoso parloteo dirigido a quienes ellos de modo ambiguo y confuso han dado en llamar “la gente”, dispuestos a cohesionar un conglomerado policlasista en diversos sectores sociales de la población española —desde asalariados hasta banqueros, pasando por las clases intermedias de trabajadores autónomos y pequeños empresarios—, cuyos heterogéneos y contradictorios intereses mezclados y superpuestos en un “totum revolutum”, se supone que darán vida a un amplio movimiento “democrático” anti casta gobernante con fines alternativos electoralistas, como es el caso que se proponen los dirigentes de la formación política  “Podemos”, en alianza con el PSOE y los residuos militantes del extinto Partido Comunista, hoy aglutinados en “Izquierda Unida”.  

 

          Así es cómo estos líderes carismáticos pretenden trepar hacia las más altas esferas del poder político institucional constituido, exclusivamente interesados en pasar a ejercerlo por completo a espaldas de los peligros letales que, una vez más, se ciernen sobre la humanidad. La verdad de la realidad aquí expuesta y al alcance de cualquiera que se proponga ver más allá de sus propias narices, descubre que semejante amenaza de terrible destrucción material y muerte masiva, a estos taimados sujetos oportunistas les importa un carajo, que para eso están quienes por encima de ellos, han venido decidiendo proceder en anteriores circunstancias. Así es cómo estos líderes carismáticos pretenden trepar hacia las más altas esferas del poder político institucional constituido, exclusivamente interesados en pasar a ejercerlo por completo a espaldas de los peligros letales que, una vez más, se ciernen sobre la humanidad. Y a juzgar por lo que no dicen, la verdad de la realidad aquí expuesta y al alcance de cualquiera que se proponga ver más allá de sus propias narices, descubre que semejante amenaza de terrible destrucción material y muerte masiva, a estos taimados sujetos oportunistas parece importarles un carajo, que para eso están quienes, en este sistema capitalista de vida, por encima de ellos han venido decidiendo proceder en anteriores circunstancias.

 

          Y dado que: 1) a las armas las carga el diablo; 2) que, a estas alturas del proceso histórico, el desarrollo científico-técnico aplicado a la industria militar ha dado pábulo a la "doctrina de la destrucción mutua asegurada" y, 3) que desde mayo de 1982 España pasó a integrar la OTAN —decisión ratificada por referendum en 1986 durante el gobierno del PSOE presidido por Felipe González—, cabe preguntarse, pues, qué hace el General José Julio Rodríguez en la formación política “Podemos” y, lo más importante: qué hará él con esa organización y, a través de ella en España, teniendo en cuenta que la guerra es un negocio, y que la industria militar en este país es una de las más importantes del mundo. ¡¡Viva la democracia representativa!! ¿Sí o No? That’s The Question.