03. La ruta de “Podemos” marcada por el GPS del chavismo

 

         Éste es el mismo vértigo morboso que, tal como Adán en el paraíso, pudo experimentar inconscientemente Hugo Chávez Frías, cuando en 2002 aceptó recibir del español Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) 1,5 millones de dólares. Una prebenda corruptora que le permitió financiar su campaña electoral y —aun cuando por un reducido margen de votos— auparse a la máxima magistratura del Estado venezolano. Naturalmente a cambio de que la filial venezolana de esa institución financiera, pudiera escapar a la prevista y anunciada estatización del sistema bancario en aquél país, maquinada por el propio Chávez. Y así fue cómo a poco de ser electo presidente, este hombre decidió omnímodamente, no sólo que el BBVA siguiera en poder de sus propietarios privados accionistas, sino que, además, absorbiera al Banco Provincial —la mayor entidad financiera de Venezuela—, convertido desde entonces en una filial suya. En agosto de 2.000, los accionistas del Banco Provincial aprobaron fusionarse con la entidad local Banco de Lara, que así también pasó a engrosar el patrimonio del BBVA (Ver historia).

 

         Aquí comenzó la deriva política corrupta de Chávez Frías. ¿Quién puede afirmar con total certidumbre, pues, que —como sucedió entre 1979 y 1981 con el abogado laboralista “Felipillo” y sus secuaces del P.S.O.E.—, los líderes de la muy reciente y fulgurante formación política “Podemos” hoy en España, con su frenesí por gobernar, no se estarán dejando imperceptiblemente deslizar por la misma pendiente que su admirado bisnieto de “Maisanta”?

        

         Esto se verá porque todo termina saliendo a la luz. Lo importante por ahora es demostrar, como lo haremos aquí, que el legado político de Hugo Chávez Frías pasará a la historia, por haber convertido a Venezuela en un capitalismo de Estado parasitario, burocrático y totalitario, al modo cómo, salvando las distancias, por ejemplo, hoy día lo es China, donde hay 118.000 Empresas industriales estatales, y de ellas sólo se han privatizado entre el 2 y el 5%. Un país gobernado por un relativamente reducido grupo de sátrapas políticos corruptos hasta la médula de sus huesos.

 

         En Venezuela, a mediados de 2008, no el pueblo venezolano directamente sino como cuadra a la “democracia representativa—, es decir, por mediación de una minoría irrisoria de políticos a cargo del gobierno, la ley económica del valor hacía y deshacía en ese país discrecionalmente. Una “patria” donde los burócratas electos “controlaban” dos tercios de la rama petrolera, casi el total de la producción de cemento, cuatro quintos de la telefonía fija y de la producción siderúrgica, toda la rama energética, más de la mitad de la distribución de gas doméstico, un cuarto de la banca, dos tercios de la industria de productos lácteos, el 5% de los hoteles, más de un tercio de la telefonía celular y 16% del comercio de alimentos (“El Nacional”, 24-8-08, Cp. Maingon y Welsch, 2008).

 

         En Noviembre de 2.000 Chávez decidió extender este control político a los sindicatos, emulando a los burócratas peronistas que gobernaron Argentina entre 1944 y 1955. Para tal fin, ese año convocó a un referendum anticonstitucional, que le permitió concretar esa tarea. El 12 de ese mes, el burócrata sindical, Carlos Ortega, a la sazón líder de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, llamó “la atención a los trabajadores y al pueblo de Venezuela, para que abran los ojos, despierten y reaccionen, porque la administración encabezada por Chávez nos conduce a un gobierno autoritario y totalitario. No por ser otro burócrata como Chávez, por entonces Ortega dejaba de tener razón. Aunque él, de llegar a ser Presidente del gobierno haría lo mismo en nombre de su partido: “Acción Democrática”. Todos los de esta calaña —desde Mussolini hasta Maduro pasando por el General Perón—, como buenos pequeñoburgueses intentaron emular al ya tradicional autoritarismo político bonapartista ejercido sobre toda la sociedad, para mantener en equilibrio el poder en manos de la pequeñoburguesía, debatiéndose inútilmente por evitar,  que bajo el capitalismo tardío pueda imperar uno de los dos polos de la contradicción dialéctica: el gran capital financiero o el proletariado. Pero eso sí, respetando la propiedad privada capitalista. He aquí el sentido político de medio pelo propio de individuos, como lo fue el falangista José Antonio Primo de Rivera y hoy lo son el peruano Ollanta Humala, y quieren serlo en España los dirigentes de "Podemos". Ninguno de estos hacedores de la política en sus respectivos países, han cambiado ni cambiarán esencialmente nada respecto de la herencia recibida.

 

         En síntesis, de toda esta tradición —equidistante de los dos extremos de la relación entre la gran burguesía y el proletariado—, se nutrió sin duda la última generación de jóvenes intelectuales españoles, hechos a la medida de los aparatos ideológicos del Estado capitalista en todo el Mundo, que hoy integran la formación política “Podemos”, para quienes de momento y según se recrean pregonándolo, es una tragedia que siga predominando el gran capital, pero tampoco sería bueno el comunismo. O sea, que se nos quiere remitir a los tiempos de Proudhon.

 

 

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