8. Consideraciones finales

Al señor Astarita —ex apreciado compañero— se le nota ostensiblemente la molestia que siente ante nuestra costumbre de citar a Marx y comprendemos tal estado de ánimo. Pero es que, como ya le hemos dicho, nosotros no presumimos de ser investigadores sociales, sino simples propagandistas del Materialismo Histórico, interesados en que nuestros lectores se animen a estudiar esta ciencia —la única disciplina del pensamiento que tiene por objeto a la sociedad y merece tal calificativo— acudiendo a las obras de primera mano.

Y para ese cometido políticamente decisivo, pensamos que la nuestra no es una manera más de conseguirlo sino la mejor. Así es que seguiremos “amontonando" en nuestra página pasajes de Marx, sin pedirle permiso a nadie, ejerciendo nuestro derecho a la libertad de expresión sin pretensiones de “copy right”, precisamente porque según se profundiza la crisis terminal del capitalismo, no pocos como Astarita se atreven por distintas causas o motivos —que no razones— a dudar públicamente de que este gigante del pensamiento económico llamado Karl Marx tenga “coherencia lógica” y siga más vivo que nunca.

Esta virtud científica es lo que Astarita debiera exigirse a sí mismo, sobre todo después de haber escrito su libro titulado: "Valor, mercado mundial y globalización", donde llegó a sostener con alfileres que, en el mercado internacional, las mercancías se venden por sus valores. Malo y más que malo pésimo, es no citar a Marx porque ni siquiera se le ha leído con la enjundia necesaria para comprender lo que ha significado su obra. Aunque resulta peor atribuirle pensamientos y conceptos que no ha formulado, como eso de que la Tasa de Ganancia se calcula en base al valor del capital fijo gastado, un paradigma de comportamiento muy parecido al del “ilustre” italiano Achille Loria y el médico norteamericano Dr. George C. Stiebeling, según reporta Engels en su prólogo al Tercer Libro de “El Capital”.

Vemos también que este señor parece haberse incomodado, porque publicamos la polémica con él sin haberle consultado previamente. Sabe de sobra —o debiera saber—, que toda polémica tiene un carácter necesariamente público, así como nos consta haberle notificado inmediatamente después de “colgar” el texto en la Web al mismo tiempo que al resto de nuestros interlocutores habituales.

¿Que la ciencia es “algo distinto” de lo que hacemos nosotros? Como ya quedó expuesto más arriba, Astarita explica el movimiento de la Tasa General de Ganancia por la competencia a instancias de la oferta y la demanda en la esfera de la circulación del capital global, que hace variar los precios del mercado; tal como lo ha hecho en su última intervención, esto es, remitiéndose al ejemplo del apartado IV correspondiente al capítulo XV del Libro III, donde un capital particular en una rama de la industria introduce una mejora tecnológica en sus medios de trabajo que le genera una ganancia extraordinaria; pero cuando la competencia socializa dicha mejora, esa ganancia extraordinaria desaparece; y según esto mismo sucede en las demás ramas de la producción, la continua transferencia de capital de un sector a otro de la misma rama o de una rama a otra —donde la ganancia individual está por encima del promedio— resulta que a través de la variación de los distintos precios del mercado se origina un movimiento de la Tasa General de Ganancia Media, con tendencia a fijarla en un precio de producción promedio, necesariamente por debajo del nivel anterior. Hasta que alguien introduce una nueva mejora y vuelta a empezar. Tal es el método al cual Astarita se aferra para explicar la realidad económica. Pero como no le interesa saber lo que pasa en la esfera de la producción, afirma —naturalmente en contra de Marx— que una vez generalizado el adelanto tecnológico, la Tasa General de Ganancia Media sube en vez de bajar. Esa es toda su “ciencia”. Pero nada dice acerca de la metodología que le permitió llegar a semajante conclusión, más allá del llamado "sentido común" burgués, "que no es malo tenerlo" —según palabras del propio Astarita—, como no puede ser de otro modo en una sociedad donde las clases dominantes convierten su filosofía de la vida precisamente en eso, como dijera sabiamente Gramasci inspirado en Marx:

<<Naturalmente, el envarado penco del sentido común burgués se detiene perplejo ante la zanja que separa la esencia de las cosas de sus manifestaciones, la causa, del efecto; y, si uno va a cazar con galgos en los terrenos escabrosos del pensar abstracto, no debe hacerlo a lomos de un penco>> (F. Engels: "Reseña del libro de Carlos Marx: 'Contribución a la Crítica de la Economía Política' " .

Otra muy distinta es la metodología de Marx adoptada por nosotros, que ya hemos expuesto y sobre la que abundaremos aquí porque tal parece que nunca será suficiente. En tal sentido, hay que empezar por decir que en los dos primeros libros de "El Capital", analiza el movimiento económico de la sociedad burguesa ajustándose a dos supuestos: ficticios que las mercancías se intercambian por sus respectivos valores y que el mercado se encuentra en condiciones de permanente equilibrio entre oferta y demanda. Es decir, se abstrae por completo desentendiéndose de lo que pasa en el mercado. Estos dos supuestos son irreales porque las mercancías no se intercambian por sus valores sino por los precios de mercado, que fluctúan permanentemente según los desequilibrios entre la oferta y la demanda: cuando la oferta excede a la demanda los precios descienden por debajo de su valor de mercado (valor de la oferta) y viceversa cuando ocurre lo contrario. Esto es lo evidente y para la "ciencia" económica burguesa no hay más explicación de lo evidente que la evidencia misma.

La evidencia dice que la divergencia entre los precios de mercado y los valores se explica por la inadecuación de la oferta a la demanda y sólo cuando la oferta de un producto coincide con la demanda, el producto se realiza o vende a un precio de mercado. Pero el caso es que en una sociedad NO regulada ex ante por sus productores —es decir, conscientemente o planificada— y donde, por tanto, la propiedad privada sobre los medios de producción determina que los distintos capitalistas produzcan independientemente los unos respecto de los otros —para más "Inri" amparados por el secreto comercial—, las cantidades de productos producidas y ofertadas es totalmente aleatoria o fortuita, de modo que precios de mercado o de oferta puede haber muchos con los que la demanda solvente o efectiva pueda eventualmente llegar a coincidir, pero que normalmente no coinciden y si alguna vez lo hacen es por pura casualidad.

Pero, ¿qué es lo que determina la cantidad de dinero en que se expresan los precios de los distintos productos cuando la oferta y la demanda coinciden, y por qué se expresan en esa cantidad de dinero y no en otra cualquiera? Esta es una pregunta para la que el mercado y los economistas burgueses no tienen argumentos. ¿Por qué? Pues, porque cuando las fuerzas de la oferta y la demanda coinciden, neutralizan sus efectos, el mercado se paraliza y queda mudo, perplejo y sin respuesta ante el hecho de que el precio de mercado que en cada caso colma la demanda solvente de una mercancía X, se exprese en una determinada masa de dinero:

<<Si dos fuerzas actúan de igual manera en sentido opuesto, se anulan mutuamente, no tienen acción exterior, y los fenómenos que ocurren bajo tales circunstancias deben explicarse de otro modo que mediante la intervención de esas dos fuerzas. Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente, dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor de mercado, y con más razón nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en esta suma de dinero y no en otra.>> (Op. Cit. Libro III Cap. X)

Toda metodología científica respeta rigurosamente una premisa de la que sólo puede uno desentenderse por ignorancia o intereses creados, y consiste en que lo evidente de la realidad económica es una interioridad, esencia o ley de comportamiento, que se manifiesta en los distintos objetos de estudio por sus sus disciplinas específicas, en nuestro caso los objetos o categorías de la economía política, según determinadas condiciones externas que ocultan o escamotean a la percepción reflexiva ese núcleo esencial. La realidad es, pues, una unidad de esencia y fenómeno propia de cualquier objeto del conocimiento, donde la voluble o cambiante accidentalidad de su existencia se explica por la inmutabilidad invariable de su esencia. Siempre según el sistema de referencia propio de cada realidad. De ahí que, por ejemplo, la Ley de la gravedad no se cumpla con la misma intensidad en planetas de distinta masa o en el espacio interplanetario, y que la Ley del valor fuera inexistente en la etapa social del comunismo primitivo.

Ergo, para la comprensión científica de la evidencia empírica o en la existente realidad de las cosas bajo el sistema de referencia capitalista (en la economía política la fluctuación de los precios según la relación entre oferta y demanda), es necesario, previamente, conocer el comportamiento de su realidad sustancial (que en la economía política es el trabajo creador del valor contenido en las mercancías) libre de las condiciones perturbadoras (accidentes) en que esa sustancia social se manifiesta en los precios según las circunstancias exteriores del mercado, es decir, de la oferta y la demanda. Por eso Marx a la hora de descubrir la sustancia creadora de los valores económicos —que constituyen el objeto esencial de la economía política como ciencia—, insistimos en que supuso una situación de equilibrio donde la forma de manifestación de los valores a instancias de la oferta y la demanda dejan de actuar.

En segundo capítulo del Libro III Marx dice que la relación entre el plusvalor y el capital variable o salarios, es la tasa de plusvalor; y la relación entre el plusvalor y el capital global invertido es la Tasa de Ganancia. Dos mediciones diferentes de la misma magnitud: el plusvalor, cuyo origen es necesario averiguar como condición necesaria para conocer científicamente su relación con el capital variable —que es de donde brota— y el capital invertido —con el que se lo en produce. Y de aquí Marx sacó la siguiente conclusión:

<<El plusvalor y la tasa de plusvalor son, relativamente hablando, lo invisible y lo esencial que hay que investigar, mientras que la tasa de ganancia y, por ende, la forma (de manifestación) del plusvalor en cuanto a ganancia, se revelan en la superficie de los fenómenos.>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Esta investigación es tanto más imprescindible cuanto más se da por entendido como si fuera verdad, que la ganancia surge de la diferencia entre el precio de venta y el precio de costo, sea por encima o por debajo de su valor. En realidad, la diferencia entre el valor del producto y el precio de costo, tiene su tiempo y lugar en el proceso de producción. Que luego ese producto se venda a un precio por encima o por debajo del valor realmente producido por el capitalista en cuestión y contenido en ese producto, es cosa del mercado, que así le parece a su vendedor, como si tal excedente emanara del proceso de circulación mercantil y no de la producción, como efectivamente ocurre, de modo tal que:

<<…la forma originaria en la cual se relaciona el capital con el trabajo asalariado (en el acto de la producción), resulta encubierta por la intromisión de relaciones (mercantiles y dinerarias) aparentemente independientes de ella; el propio plusvalor aparece no como producto de la apropiación de tiempo de trabajo (que al capitalista no le cuesta nada), sino como excedente del precio de las mercancías sobre su precio de costo, por lo cual éste último se presenta, fácilmente, como su valor intrínseco [valeur intrinsèque], de modo que la ganancia aparece como excedente del precio de venta de las mercancías por encima de su (presunto) valor inmanente (que en realidad es su precio de costo)>>. (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Tal es el método que ha empleado Astarita para poder llegar tan igual de fácil a la conclusión que la Tasa de Ganancia sube.

El método de investigación marxista, que se sustrae intencionalmente a la evidencia empírica del mercado, es irreal, pero sin embargo universalmente aceptado en otras ciencias como el único método verdaderamente científico para aprehender la verdad del objeto estudiado en su complejidad. Normalmente, la gravedad actúa en condiciones físicas sometidas al campo gravitatorio de la Tierra. Sin embargo, desde Galileo hasta hoy, en la física se procede a analizar la caída de los cuerpos en la irrealidad del vacío. Del mismo modo, en la economía política el trabajo social actúa condicionado por la oferta y la demanda, a instancias del mercado. Pero para analizar su comportamiento y descubrir las leyes que presiden su movimiento en la sociedad burguesa, es necesario, pues, empezar por suponer una situación similar al vacío absoluto para el estudio de la libre caída de los cuerpos), suponiendo que la demanda y la oferta coinciden.

En las ciencias naturales, como en la física, la química o la biología, las condiciones para el estudio científico o conceptual de su objeto específico libre de interferencias, se crean experimentalmente. En las ciencias sociales, lo que sustituye a las bombas de vacío, al microscopio o a los reactivos químicos, es el ejercicio intelectual de la abstracción. Esta capacidad humana para el ejercicio mental de la abstracción en la ciencia social, permite analizar, es decir, separar lo sensible o dado directamente a los sentidos, como los precios, la tasa de interés, tipos de cambio, etc., respecto de lo inteligible o sustancial como causa de lo esencial (en economía política el valor) que, a su vez, mueve a lo sensible o forma de manifestación de lo inteligible aunque no lo parezca, del mismo modo que a través del microscopio es posible aislar una bacteria para estudiarla tal como es esencialmente, separada del medio o condiciones de existencia en que se comporta y desarrolla:

<<Cuando analizamos las formas económicas (...) no podemos servirnos del microscopio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces de uno y de los otros>> (K. Marx: Op. Cit. Prólogo a la primera edición)

En la economía política, semejante condición de vacío o aislamiento que permite observar la esencia o valor económico en toda su pureza, también hay que crearla; pero con el propio pensamiento; suponiendo una situación permanente de equilibrio en el mercado, creando una atmósfera irreal donde la oferta y la demanda coinciden y dejan de actuar, de modo que las mercancías se intercambian por sus respectivos valores creados en el ámbito de la producción. “Mide todo lo que sea medible y lo que no, conviértelo en medible”, decía Galileo. Este es el método —tan poco estudiado y menos comprendido— que Marx empleó para descubrir la intimidad básica o económica, el supremo valor humano de la sociedad burguesa, cuyos apologetas a sueldo se han venido empeñando en ocultar o mistificar:

<<Las leyes internas reales de la producción capitalista, obviamente no pueden explicarse a partir de la interacción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes sólo aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda cesan de actuar, es decir, cuando coinciden. De hecho, la oferta y la demanda jamás coinciden, o si lo hacen en alguna ocasión esa coincidencia es casual, por lo que hay que suponerla como científicamente = 0, o considerarla como no ocurrida (...) ¿por qué? Para considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, a su concepto, es decir, para considerarlos independientemente de la apariencia provocada por el movimiento de la oferta y la demanda.>> (Op. Cit. Libro III cap. X)

La consecuencia inmediata de considerar inexistentes las fuerzas del mercado respecto del comportamiento del trabajo social en los intercambios, es la ausencia de precios de mercado, lo cual supone dar por válido que las mercancías se intercambian permanentemente por sus valores. Si esto es lo que a tenor de sus propias palabras parece molestar al señor Astarita, es decir, que citemos y sigamos disciplinadamente el método científico de Marx, pues, decir que no lamentamos nada en absoluto esa molestia. Porque sin un método rigurosamente adecuado al objeto especifico de investigación, no puede haber pensamiento científico que muestre respeto alguno por la verdad. ¿Cuál es el método de Astarita?

Nuestra polémica con este señor acerca de la Tasa General de Ganancia Media, tal como dejamos testimonio en la introducción, comenzó a raíz de un correo que nos remitió el 10/12/09. Allí nos informó que, según sus “investigaciones”, de las cuales no ha revelado en qué consistieron ni con qué método,

<<…hoy estoy convencido de que con solo el cambio tecnológico "ahorrador de trabajo" (esto es, que baja el valor de los medios de producción y de consumo), y con salarios constantes (en términos reales), la tasa de ganancia no puede bajar, una vez que se generaliza la innovación tecnológica (…)>>

Pero ha demostrado su total incapacidad para rebatir los argumentos de Marx al respecto, porque para eso hay que empezar por comprender lo que se rebate según lo que su autor efectivamente ha dicho en sus obras. Cuando nos sorprendió por segunda vez afirmando lo que acabamos de citar sin exponer metodología ni fundamento alternativo alguno, con la misma “convicción” ayuna de certeza científica acabó pontificando que:

<<…la competencia por plusvalías extraordinarias, y el cambio tecnológico que trae aparejado, impulsan al sistema a la sobrecapacidad, y esto influye en la caída de los beneficios, y por consiguiente en el estallido de la crisis posterior…>> (Ibíd).

Marx demuestra que la sobrecapacidad es una consecuencia de la aceleración de la acumulación que se verifica con el descenso de la Tasa de Ganancia Media, a raíz de que el plusvalor aumenta menos que lo invertido en producirlo. Ahora tal parece que este señor ha llegado a otra conclusión, porque en este último trabajo al que contestamos aquí, sostiene que la Ley de la tendencia decreciente de la Tasa de Ganancia con los presupuestos de Marx no se cumple, aunque sí se cumple “en períodos de intensa acumulación y aumento de la productividad”, concluyendo en que:

<<…La cuestión se resuelve si además del cambio tecnológico que abarata la producción del mismo bien, agregamos el cambio tecnológico que produce mercancías cada vez más complejas, como he explicado en la discusión sobre el teorema de Okishio.>> (Op. cit)

En fin. Finalmente, respecto de si el señor Nobuo Okishio es un postmoderno, después de suponer que el capital fijo no existe como un factor económico a la hora de determinar el movimiento de la Tasa de Ganancia Media, cuando se sabe que al año 2.000 solo en Europa Occidental, su valor en funciones ascendía a 13 billones de dólares Internacionales Geary-Khamis de 1990, pues, si no estamos ante un discípulo aventajado de Nietzsche, para quien no hay ni puede haber verdades objetivas sino ilusión y engaño —pura interpretación subjetiva de los hechos según a cada cual le va en la feria—, a ver quiénes son los que aquí pecan de mala fe. Para dar una idea de la progresión alcanzada por el acervo de capital fijo en esta parte del mundo desarrollado, decir que entre 1880 y 1930 creció un 70%; entre 1930 y 1980 el 833%, y entre 1980 y 2000 el 120%.

 

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