Obreros sin trabajo, y la necesidad de la lucha del ser para sí de TODOS por la revolución.

 

          El fuerte aumento del desempleo laboral en América Latina y el Caribe, deja a millones de asalariados sin ingresos. A todo esto la tasa de desocupación podría subir entre 4 y 5 puntos porcentuales, elevando el número de desempleados en la región al record histórico de 41 millones de personas. Si la crisis se acentúa la situación laboral podría empeorar, amplificando las desigualdades sociales. Este panorama fue tema de análisis en el Evento regional de las Américas, convocado en el marco de la Cumbre Mundial de la (Organización Internacional del Trabajo). Noticia que se ofició el pasado 1 de julio de 2020).

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          En Lima la pandemia de la COVID-19 ha tenido y tiene un impacto inédito en los mercados de trabajo de América Latina y el Caribe, donde ya se registra un fuerte aumento en la tasa de desocupación, que deja sin empleo y sin ingresos a millones de personas, lo cual causará un aumento de la desigualdad y la pobreza en la región, de acuerdo con un análisis de la OIT divulgado.


          La tasa de desocupación promedio de la región, que a fines de 2019 era de 8,1%, podría subir entre 4 y 5 puntos porcentuales más según los datos recopilados hasta el momento. Pero si la crisis continúa profundizándose la situación podría empeorar, destacó un análisis de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe titulado: Panorama Laboral en tiempos de la COVID-19: Impactos en el mercado de trabajo y los ingresos .


          “Ese aumento sin precedentes en la tasa de desocupación laboral regional, implica un récord histórico de 41 millones de desempleados, lo cual repercutirá sobre la estabilidad económica y social de nuestros países”, explicó el Director de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro.


          El análisis destaca que el más reciente pronóstico del Banco Mundial, estima una caída en el crecimiento económico del 7,2%, lo cual llevaría la tasa de desocupación hasta el 12,3%, mientras que si se consideran los últimos datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), una contracción de 9,4%, en los niveles de desempleo llegarían hasta el 13%.

         

          En números absolutos, esas tasas implican un aumento en el número de personas que buscan empleo y no lo consiguen, llegando a ser de 26 millones antes de  la pandemia a 41 millones a fines del presente 2020, comentaron los especialistas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) durante la presentación del documento, en una rueda de prensa virtual hace poco realizada. Además que se enfrenta el deterioro de la calidad de los puestos de trabajo, y de la reducción de los ingresos de los trabajadores.


          “Una característica de esta crisis, ha sido la velocidad del impacto que se ha traducido en un colapso inmediato de los ingresos laborales y familiares, de un conjunto muy amplio de la población”, destacó también Pinheiro. “Esto puede amplificar las desigualdades sociales, dado que los ingresos laborales en promedio, aportan alrededor del 80%, de los ingresos totales familiares en la región”.


          El análisis de la OIT destaca que “la masiva destrucción del empleo, no se refleja por completo en incrementos de la tasa de desocupación, debido a que una parte significativa de los trabajadores que pierden su empleo, ha salido de la fuerza de trabajo” como consecuencia de las medidas de confinamiento y distanciamiento, o de la falta de oportunidades laborales, que se encuentran en situación de inactividad.

          Esta inactividad podría amortiguar el aumento de situaciones, como la desocupación o el trabajo en condiciones de informalidad, y por lo tanto podrían observarse nuevos incrementos en estas estadísticas, cuanto más se flexibilicen las medidas de contención social y las personas necesiten salir a generar ingresos.


          Por otra parte el documento dice que en la región aproximadamente un 40% del total del empleo, se desarrolla en sectores económicos de alto riesgo frente a la crisis detonada por la pandemia, mientras que un 17% lo hace en sectores de riesgo medio-alto. Así las cosas “alrededor del 60% de los ocupados en América Latina y el Caribe, se encuentran expuestos a significativas pérdidas de empleo, de horas trabajadas y de ingresos laborales”.

          Algunos de los sectores de actividad de alto riesgo, como por ejemplo servicios de alojamiento o de comidas, o comercio, son mano de obra intensivos, especialmente de aquella con menores niveles de calificación.

          En el otro extremo de la clasificación, una muy baja proporción de los trabajadores —inferior al 20%— están ocupados en actividades de bajo riesgo, siendo la administración pública y los servicios de educación y de salud las ramas de actividad más importantes cuantitativamente dentro de este segmento.

    

          Además el documento de la OIT alerta de que ante la enorme reducción de empleos y la pérdida masiva de ingresos laborales, “el desafío para las políticas de respuesta a la crisis es mayúsculo, requiriendo que los gobiernos junto con los actores sociales del mundo del trabajo, logren consensuar programas de respuesta efectivos”.


          La OIT ha propuesto que las estrategias y las políticas para reconstruir los mercados de trabajo, deben apoyarse en cuatro pilares: estimular la economía y el empleo; apoyar a las empresas y los ingresos de los trabajadores; proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo, y lograr soluciones eficaces mediante el diálogo social.


          La respuesta a la crisis será un tema fundamental de las discusiones que se llevarán a cabo en el marco de un Evento regional de las Américas  convocado este jueves 2 de julio, con la presencia de ministros del Trabajo y representantes de organizaciones de empleadores y de trabajadores.


          El Evento forma parte de la Cumbre Mundial de la OIT sobre la COVID-19 y el mundo del trabajo, que abarca todas las regiones del planeta y cuyas sesiones globales se llevaron a cabo del 7 al 9 de julio.

 

          Etiquetas: mercado de trabajo, desempleo, trabajadores, economía, ingreso, gestión de la seguridad, Caribe, América Latina Regiones y países cubiertos: Américas.

 

Señor Sobrino:

          Cierto: Es la primera vez en la historia de Argentina, que un gobierno burgués comicialmente legítimo, aparece derribado por la acción directa de un movimiento socialmente heterogéneo de sus clases subalternas, comprendidas en el vocablo "pueblo". También es verdad que el componente activo de extracción social obrera —piqueteros en paro y semiproletarios cuentapropistas— contribuyen sin duda a incentivar el "instinto de clase autónomo" en la parte ocupada de los asalariados. Y que además de servir como centros políticos revolucionarios, reivindicativos en una serie de aspectos de la penosa realidad por la que aún atraviesan los explotados argentinos en general, las llamadas "asambleas populares" deben y pueden ser ámbitos de discusión y esclarecimiento político revolucionario colectivo. De ahí la importancia de este debate. Pero de aquí a conferirle perspectivas revolucionarias a corto plazo, hay un abismo de incomprensión acerca de la actual correlación política de fuerzas, entre las dos clases universales antagónicas en la Argentina de hoy día.

 

Engels decía —dice porque sigue vivo aun ya muerto— que "los seres humanos hacen su historia siempre bajo condiciones no elegidas por ellos"…De lo contrario la lucha de los explotados sería cuestión de "coser y cantar". De este axioma político se desprenden dos exigencias que hacen a la eficacia de todo ser político revolucionario:

1)    capacidad para reproducir en el pensamiento las condiciones de su propia acción, único modo de que ese accionar sea conducente a la modificación de esas condiciones según los objetivos proclamados, y,

2)    proponer un programa de lucha coincidente con los fines conscientemente proclamados.

 

          Y el caso es que el grueso de la llamada izquierda "revolucionaria" argentina, que hegemoniza las "asambleas populares" —no nos engañemos— se debate hoy una vez más, en una doble contradicción:

1)    Entre las condiciones objetivas de la lucha de clases en este momento, y las creadas por sus deseos políticos proclamados, en modo alguno es producto realizado de la racionalidad revolucionaria. O sea:

2)    Que de entre las condiciones subjetivas del movimiento y las que ésta izquierda se ha inventado, nada efectivo y eficaz ha podido surgir de la proclamación abstracta de sus deseos y sus propuestas de acción programática.

     

1) Las condiciones objetivas

 

          Da usted a entender que los dos gobiernos anteriores a éste, cayeron por la exclusiva acción mancomunada del "pueblo", un conglomerado interclasista mayoritariamente compuesto por asalariados en paro y la suma de pequeñoburgueses semiproletarios cuentapropistas y asalariados de relativo alto nivel, afectados por la confiscación de sus depósitos bancarios. Omite usted decir, que a De la Rúa no sólo le abandonó su propio partido, sino la burguesía argentina en su conjunto inducida por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo mismo le ocurrió al peronista Rodriguez Saa. De lo contrario, dado el control burocrático de la clase obrera, el Estado burgués administrado por cualquier gobierno, no hubiera tenido demasiados problemas para asimilar este movimiento, tal como está probando que se siente capaz de hacerlo el gobierno Duhalde[1]. Las clases subalternas han podido derribar Estados con sus propias fuerzas, tal como así lo ha podido demostrar el caso durante la Rusia zarista en 1917 en https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_durante el gobierno de Ignacio Mendiguren. Pero siempre que han aparecido derribando gobiernos —electos o no— lo hicieron con el apoyo más o menos explícito, si no del conjunto de los capitalistas, al menos del sector ocasionalmente hegemónico de las clases dominantes. El actual gobierno de Duhalde es el resultado de esta lógica "democrática" ciertamente perversa pero no menos efectiva, prevista por la filosofía política de la alternancia en los gobiernos, para garantizar la continuidad del Estado burgués, esto es, el poder real de la clase capitalista.        

          Sobre este asunto acabamos de polemizar con alguien que, de acuerdo con usted, nos decía que hoy en Argentina no hay una revolución, pero lo cierto es que tampoco un reacomodamiento entre diversos sectores de la clase capitalista al interior del sistema. Y nosotros respondimos:

<<Una vez que la respuesta de la pequeñoburguesía ante la crisis, se llevó por delante al gobierno electo de De la Rúa, la patata caliente pasó a manos del peronismo. Después, lo que explica el cambio político-institucional entre Rodríguez Saa y Duhalde, es que éste último de momento pareció contar con el apoyo de la burocracia sindical, que siguió controlando el  movimiento de los asalariados. Alfredo Atanasof, un sindicalista peronista vinculado a los llamados "gordos" —el sector más amarillo de la Confederación General del Trabajo (CGT)— que ha pasado a ocupar el Ministerio de Trabajo. En este hecho estuvo el límite de la correlación política de fuerzas entre burguesía y proletariado que cortó el paso a una situación revolucionaria. En efecto, como hemos dicho más arriba, salvo el sector de los empleados públicos en determinadas provincias, la clase obrera como "instinto de clase relativamente autónomo", no ha hecho aparición en la escena política de Argentina.

Además, el gobierno de Duhalde también parece contar con el apoyo explícito de buena parte de la burguesía, ligada al mercado interno nucleada en torno a la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) y las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), represen-tadas en el nuevo gobierno por José Ignacio de Mendiguren, nombrado hace pocos días ministro de la nueva cartera de "Producción".

Tal ha sido la base social policlasista neopopulista, sobre la cual el gobierno de Duhalde proyectó forjar la "alianza de la comunidad productiva" contra la "alianza entre el poder político y el poder financiero" que, según, él caracterizó a los gobiernos que le precedieron  en el proceso de transición a la "nueva" democracia, y en esto no se ha equivocado.

Así las cosas, de momento la mafia de Duhalde parece tener "todo atado y bien atado", por lo que cabe pensar que la estabilidad del sistema no puede en modo alguno peligrar, por el lado de la iracundia social derivada de la confiscación de los ahorros, que no solo afecta a la clase media baja y alta, sino al contrario. En primer lugar, porque en las presentes circunstancias esa medida es el único modo de evitar la quiebra financiera del país y, ante semejante perspectiva, el resto de la burguesía está como una piña; en segundo lugar, porque la pequeñoburguesía tampoco sería capaz de llegar a ese extremo político>>. (GPM:"¿Situación revolucionaria sin participación de los asalariados como instinto de clase  autónomo?”.

 

          Usted y el señor Pablo De Santis, junto a una mayoría de intelectuales y militantes de la llamada "izquierda" Argentina, sacan la misma conclusión: que, en ese país la caída de los dos gobiernos anteriores han marcado el punto de inflexión, en la correlación política de fuerzas sociales, hacia la ofensiva en la lucha de las clases subalternas, con una dinámica antisistema. Y no son pocos los que sostienen que ya estamos allí ante una crisis revolucionaria de tal sistema. La diferencia entre ustedes dos, consiste en que, para De Santis, la hegemonía del actual proceso contestatario está en manos de la pequeñoburguesía, a la que este hombre ve como habiendo cortado vínculos para siempre con su "líder natural": la gran burguesía pro-imperialista. Para usted, en cambio, dada la "considerable influencia" que le atribuye a De Santis, parece como si esa hegemonía perteneciera potencialmente al movimiento de los "piqueteros".

 

          Este movimiento es sin duda importante, más por la tenacidad y persistencia en el ejercicio de sus demandas, que por su magnitud social efectiva. Es una minoría, no sólo respecto del resto de parados, sino más aun de los empleados. De cualquier modo, su influencia en sentido revolucionario podría ser cierta y eficaz, si lo que demandan tuviera siquiera un gramo de peso político específico antisistema. Pero no es así, sino bien al contrario, como veremos un poco más adelante. Con algunas pocas excepciones, sus luchas son claramente defensivas. Se limitan a reclamar por los planes "Trabajar" y por subsidios. Y para el análisis no es desdeñable el número de quienes, inducidos por su penuria a la que no ven salida, se han prestado a las manipulaciones clientelistas de determinados dirigentes políticos, que utilizaron el movimiento para moverle el piso al gobierno de Fernando De la Rúa y ahora para intentar desbaratarlo. A nosotros nos consta que, por lo menos en Buenos Aires, esto ha venido sucediendo desde julio del año pasado. En la localidad bonaerense de La Matanza, por ejemplo, es un secreto a voces que los piquetes han venido siendo manipulados por los sectores más diversos del peronismo. Estaban los que jugaban a esta nueva forma de lucha como un elemento más de presión, para obtener partidas especiales del presupuesto y, al mismo tiempo, como un medio para alzarse contra el gobierno nacional. Tanto el Partido Comunista Revolucionario (PCR), como la Corriente Clasista Combativa (CCC), han trabajado codo a codo con los punteros del justicialismo, identificados con Duhalde en la Provincia de Buenos Aires. Allí los desocupados han venido cobrando por "trabajar" como piqueteros y recibían su retribución en la municipalidad. 

 

Al menos hasta agosto del año pasado, Carlos Alderete, de la Corriente Clasista y Luis D'Elia, de la Federación Tierra y Vivienda, son los que en esta zona tenían la voz cantante entre los piqueteros. Repetían a quien quisiera escucharlos, que el movimiento de piqueteros se maneja democráticamente y según las decisiones tomadas en asamblea, pero esto no era así. Se manipulaba sin otro propósito que el de regimentar la protesta y disciplinar el descontento. Se manejaban con un sistema de créditos según el cual los víveres, el dinero y los planes “Trabajar”, se repartían de acuerdo a la asistencia de los compañeros desocupados a las cortes y demás actos que ellos decidían realizar. E impidieron que exista otro sistema a través del cual pudieran canalizarse los planes asistenciales, ya que de ser así no podrían utilizarlos como base para ejercer su liderazgo, con fines que muy poco tienen que ver con una "dinámica antisistema". De hecho, durante el martes 31 de julio —cuando comenzó en forma escalonada y progresiva el plan de lucha de los piqueteros—, con cortes de ruta en todo el país, se obligó a organizaciones reformistas como Izquierda Unida y PTS, a plegar sus banderas y pancartas. Lo hicieron por medio de "compañeros" a cargo de la "seguridad", que portaban garrotes y andaban con el rostro cubierto. Todo un símbolo mezcla de discriminación, matonaje y atraso político.

 

Algunos docentes que trataron de discutir esas iniciativas, se encontraron con una cortés cerrazón a todo debate sobre el asunto. Después se enteraron de que uno de los argumentos con que se justificaron estas actitudes, fue que el temor a que los Montoneros, resucitados abruptamente tras las declaraciones de Firmenich en esos momentos, quisieran presentarse con sus carteles a copar la movilización.

 

Estos dirigentes, lejos de mostrar una actitud resuelta de lucha contra la miseria, manipulan a los compañeros, denuncian su extrema pobreza para después jugarla como moneda de cambio cuando se sientan a negociar en la municipalidad, en el gobierno de la provincia o en el Ministerio de Trabajo. Pero está claro que nada se puede manipular que no sea efectivamente manipulable. El ejercicio del "instinto de clase obrera relativamente autónomo", que constituye la premisa de una situación prerevolucionaria, consiste en que las bases del movimiento no toleran este tipo de dirigentes y pasan por encima de ellos. Y esto es lo que está lejos de pasar.   

 

¿Caben estas mismas consideraciones para todos los movimientos de piqueteros del país, y para todos los dirigentes sociales, sindicales y políticos que están liderando la resistencia contra el ajuste? Ciertamente no. Muy otras han sido las características de los cortes de ruta que tuvieron lugar en Salta, donde los compañeros, en su gran mayoría ex empleados de Yacimientos Prolíficos Fiscales (YPF), rechazan los “Planes Trabajar”, exigen puestos de trabajo dignos, denuncian las ganancias siderales de Repsol y el sistemático latrocinio de quienes gobiernan la provincia. Y hay más ejemplos. En una de las primeras marchas que se hicieron contra el ajuste en la Capital Federal, los dirigentes de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) en la provincia de Buenos Aires, pusieron en un mismo plano las responsabilidades del Presidente del gobierno nacional Fernando de la Rua, del ministro Cavallo y del gobernador Rucauf. Se logró, además, que la justicia prohibiera al gobernador pagar los salarios en bonos y se lo intimó a que explique por qué el Banco de la Provincia de Bs. As., se quedó sin "plata" (dinero).

         

Mientras tanto, circulan y se multiplican las denuncias de créditos millonarios incobrables, con que se beneficiaron los amigos del poder. Las columnas de trabajadores estatales desocupados y estudiantes, que partieron desde el centro de la Ciudad de La Plata hacia el camino Centenario, fueron masivas y los pronunciamientos de los compañeros que participaron en ellas muy claros. Se ha escuchado también a trabajadores estatales y a desocupados de Rosario, tomar partido por el no pago de la deuda externa, por la expropiación y reestatización con control obrero de las empresas de servicios públicos privatizados, por la introducción de un tercer turno en los organismos estatales, la reducción de la jornada laboral a seis horas y la consecuente reincorporación de los compañeros estatales que están siendo despedidos por miles. También en Mendoza, en Córdoba, en Cutralcó e incluso en el mismo Gran Buenos Aires, se dieron movilizaciones con dinámicas diferentes a las que se dieron en La Matanza. 

 

          Pero, en términos generales, la resultante social y política de todas estas luchas, es claramente defensiva nada que ver con el antecedente del "Cordobazo", ni con las jornadas de junio-julio de 1975. En el movimiento prevalece la actitud de exigencia por fuentes de trabajo y denuncia de la corrupción, pero su conciencia política dista bastante de insinuarse como alternativa de gobierno, tal como usted y una mayoría de militantes populares plantean. Nunca en la historia del movimiento obrero internacional han podido los parados, dar de sí en todo más que los empleados. Porque es de ley en la sociedad burguesa, que el cambio en la correlación de fuerzas sociales desfavorable a los explotados, se haga efectiva siempre en el aparato productivo de la burguesía, no fuera de él.

 

          Es la masa de trabajadores activos en lucha la que gravita políticamente sobre los parados residuales y no al revés. Precisamente cuando la tasa de ganancia se recupera, el paro remite y los salarios tienden al alza. Y el caso es que, en Argentina, el paro no deja de aumentar y la actual ofensiva de la patronal en los centros de trabajo es algo inaudito, sin precedentes en ese país. Últimamente, después de la devaluación y a despecho de la consecuente pérdida del poder adquisitivo de sus empleados, la patronal ha seguido bajando los salarios nominales, ante lo cual, el movimiento se muestra completamente inerme, sin capacidad alguna de respuesta, acusando claramente la presión de un paro laboral que sigue aumentando. Y no puede ser de otra manera. Los empleados no sólo compiten con los parados por un puesto de trabajo, sino entre ellos mismos, para ver quien responde más eficazmente a las exigencias patronales respecto del aumento en los ritmos de trabajo. Y eso provoca la semiparálisis política en el conjunto. Los que piensan que pasa algo distinto están viendo visiones. Semejante prepotencia del capital sería imposible de ser verdad, que Argentina está bajo una situación de doble poder presuntamente ejercido por las "asambleas populares", como piensan muchos entusiastas militantes y grupos políticos en este momento. Cierto, usted no exagera tanto, pero no deja de alentar semejantes fantasías políticas, nada que ver con el necesario aporte a que la relación política de fuerzas sociales cambie para mejor en ese país. Ningún defecto ni situación desfavorable se puede superar si no se reconoce.

 

          Ha sido hasta ahora tradición que, tanto desde el punto de vista de su origen de clase como de sus reivindicaciones, los movimientos sociales constituyen parte del proceso histórico de la necesaria revolución socialista. De hecho, la inmensa mayoría de quienes vinieron militando en los movimientos sociales, han sido asalariados. El origen de los movimientos sociales en los EE.UU., por ejemplo, está en el 40% del total de trabajadores americanos excluídos del pacto social de postguerra, concertado entre las multinacionales y los sindicatos. Este porcentaje discriminado de la población asalariada, trabaja en lo que numerosos economistas denominan "puestos de trabajo secundarios". Estos grupos están compuestos, sobre todo, por mujeres y asalariados de baja cualificación. Entre 1948 y 1966, la eficacia del pacto que el politólogo Alan Wolfe ha llamado "coalición del crecimiento", agrandó en un l5% la diferencia salarial existente entre los trabajadores del "núcleo" y los de la "periferia".

 

          Desde el punto de vista reivindicativo, en el caso de los estudiantes —para no citar más que un ejemplo— la lucha por el ingreso irrestricto y contra los planes de estudio en la universidad de masas, es la contraparte estudiantil de la exigencia obrera del pleno empleo y de su lucha permanente contra el aumento en los ritmos de trabajo. Al menos que se demuestre científicamente que el capitalismo, ha superado o puede lógicamen­te superar o neutralizar definitivamente la tendencia histórica objetiva, al aumento en la composición orgánica del capital y al paro estructural masivo, debe admitirse que ambos sectores socia­les se ven objetivamente enfrentados con el capital de modo inconciliable.

 

          Pero el caso es que el movimiento que se nuclea hoy en las "asambleas populares" argentinas rompe con esta tradición. Gran parte de su composición social —por no decir su mayoría— es de origen pequeñoburgués. Este hecho debiera dar que pensar a quienes se dejan impresionar, por ocasionales manifestaciones masivas de protesta violenta, como si toda lucha contra el poder fuera objetivamente revolucionaria.

 

2) Las condiciones subjetivas

 

          Ya lo hemos dicho e insistimos aquí: Nada indica que la conciencia social del movimiento nucleado en las "asambleas populares", tienda eficazmente a una ruptura ideológica y política con las clases dominantes sino bien al contrario. La consigna que hasta ahora preside su accionar: "que se vayan todos", no sólo nada tiene que ver con un proceso de lucha antisistema, sino que es objetivamente reaccionaria.         Coincide con la idea liberal burguesa tradicional de asociar la propiedad pública con la ineficiencia económica y la corrupción política, espíritu que la burguesía internacional ha venido introyectando en la conciencia de los explotados desde los tiempos de la guerra fría, y que ha recrudecido durante los últimos veinte años como parte de la campaña, para favorecer la transformación del capital sobrante ocioso de la más tradición y arraigo en el culto por el Estado empresario, asociado a la supuesta  "independencia nacional" —donde el cambio político en sentido opuesto al populismo, necesario para dar continuidad al proceso de acumulación del capital global, fue y sigue siendo más resistido.

 

          De entre la fauna comprometida en esta campaña contra la corrupción presuntamente provocada por el Estado-patrón, hubo y hay muchos ejemplares que destacaron. Nosotros vamos a dar cuenta sólo de uno, tal vez el más emblemático y de mayor trascendencia política en          América Latina, no sólo por la falsa autoridad intelectual que le confiere su prestigio como literato, sino también —y sobre todo— por la deriva de su trayectoria política. Nos referimos al escritor peruano ominipresente Mario Vargas Llosa, en todos los medios de comunicación de habla hispana, más aun desde que decidió seguir comprometido con los pobres del mundo, haciéndose discípulo del filósofo liberal Karl Poper y admirador de la ex primera ministra británica Margaret Tatcher. Su campaña electoral a la presidencia del Perú en junio de 1989, giró en torno de la eliminación de las prácticas corruptas en el gobierno, y la privatización de las empresas y servicios del Estado. Durante una entrevista al diario español "El País", tras haber sido derrotado en las elecciones, este "traidor" al reformismo capitalista de izquierdas se ratificaba en su nuevo ideario:

<<Yo estoy por el cambio, por las reformas radicales. No  creo que hoy las reformas radicales se fundamenten en el crecimiento del Estado. (...) Yo estoy a favor de las  soluciones liberales y, en América Latina, ser liberal es ser revolucionario. El Estado es un monstruo corrupto, y hacerlo más eficiente y más moral, dándole la soberanía al ciudadano común, es un hecho revolucionario>>. (Mário Vargas Llosa: Op.cit. 25/06/989).

 

          Y todavía cuatro años después, en un artículo de opinión publicado por el mismo medio en su edición del lunes 10 de octubre de 1994, vistiendo su flamante uniforme liberal, nuestro inefable "revolucionario" se dedicó a explicar la ley del desarrollo internacional desigual de la siguiente guisa:

<<No es cierto que los países ricos lo sean porque los otros son pobres y, a la inversa, que la miseria del Tercer Mundo sea resultado de la afluencia (despilfarro) del Primer Mundo. (...)

La verdad es que, hoy en día, la pobreza se produce, al igual que la riqueza, y que ambas son opciones al alcance de cualquier pueblo. Y que muchos países subdesarrollados, debido a la infinita corrupción de sus clases dirigentes, a la demencial dilapidación de sus recursos y a las insensatas políticas económicas de sus gobiernos, se han convertido en unas máquinas muy efectivas de producir esas condiciones atroces en las que viven sus pueblos.>> (M.V.Llósa: "Ayuda para el Primer Mundo". Op.cit. Pp.13.)

 

Como si la corrupción política no hubiera dado pábulo a la figura jurídica del "cohecho" en  que, como la expresión lo indica, intervienen dos partes, y como si la parte activa de esta lacra del capitalismo en las relaciones económicas internacionales —sin duda la de mayor magnitud monetaria— no estuviera encarnada en los gestores del capital multinacional,  y su consuetudinaria función de ir a los suburbios del sistema, para sobornar con el "chocolate del loro" a los gobernantes de turno del país anfitrión, para obtener allí las mayores franquicias en el negocio de explotar mano de obra barata, y repatriar libremente las multimillonarias superganancias a la casa matriz.

 

Pues bien, groseros infundios como el de Vargas Llosa están comprendidos en la consigna común a "caceroleros" y "piqueteros" que apuntan hoy contra los políticos argentinos: "que se vayan todos y no quede ni uno sólo". Una consigna ultrarreaccionaria. Según la lógica política que se desprende de este concepto, los pequeñoburgueses y cuentapropistas que hoy tienen sus ahorros en el "corralito", deben pensar —con Vargas Llosa y tutti cuanti— que ellos están pagando el pato de la bancarrota financiera del país, producto del despilfarro, la corrupción y la ineficiencia de los gobiernos de turno en el manejo de las cuentas nacionales. Y según la misma lógica, estos sectores deberían estar dispuestos —y de hecho lo están— a impulsar una "racionalización (burguesa) profunda" del Estado, que consiste en dejar a miles de empleados estatales en el paro, prefiriendo pensar que así se solucionan todos los problemas del país. Les recordamos que durante el segundo gran "cacerolazo" que demandó la renuncia de Grosso y otros renombrados corruptos, se planteó con urgencia esta cuestión de la reforma del Estado.

 

La contradicción social entre los intereses históricos de los trabajadores en general y la pequeñoburguesía, salta pues, a la vista en la consigna "que se vayan todos y no quede ni uno sólo". Sin embargo, a juzgar por lo que ocurre en las asambleas populares, marchan en frente único con ella. Teniendo en cuenta que esta consigna salió del "cacerolazo", está claro que los asalariados —activos y en paro— comprometidos en este movimiento, lejos de influenciar a la pequeñoburguesía, una vez más están siendo inducidos y liderados por ella. Para saber de qué modo y con qué previsibles consecuencias no hace falta cavilar mucho. 

 

En efecto, "que se vayan todos y no quede ni uno sólo", significa exactamente lo que dice. Pero alguien tiene que gobernar y la pequeñoburguesía sabe, hoy más que nunca, que, en momentos de crisis profunda, como éste, ella no sirve para eso. Nunca ha servido y jamás lo ha hecho. Necesita que otros gobiernen por ella. Con tal que les devuelvan sus ahorros. Esto es lo único que le interesa a toda esta gente. Y en su desesperación, lo están pasando como en el tango: —"mi corazón una mentira pide, para calmar su angustioso llamado"—. Esto sería para tomárselo un poco a risa si no estuviera en la posibilidad, desde luego abstracta en este momento, de un desenlace contrarrevolucionario. Pero ya se sabe que lo abstracto, cuando contiene la necesidad y la potencia de su desarrollo, anticipa su posibilidad real.

 

En efecto, hoy día esta lógica política de clase pequeñoburguesa permanece como una posibilidad abstracta porque, como decimos, no están dadas las condiciones para ello; precisamente porque el movimiento de protesta carece de envergadura social. Pero en tanto las causas económicas de la crisis social y política se mantienen, dada la naturaleza contradictoria del movimiento, la posibilidad abstracta de la contrarrevolución preventiva, puede convertirse en posibilidad real. Esto es lo peor que le podía pasar al movimiento desde el punto de vista de los asalariados, de su lucha por el cambio en la correlación política de fuerzas sociales con el conjunto de la burguesía. Las condiciones favorables para ello se presentarían, si la pequeñoburguesía engrosara el movimiento aportando contingentes activos de significación social. En ese caso, las clases dominantes en su conjunto no dudarían en apelar a esa masa de pequeñoburgueses desesperados, para restaurar el orden que haría perder al movimiento de los desempleados todo lo ganado en combatividad presidido por su conciencia negativa. Para completar la obra, bastaría con que al día siguiente, la fracción burguesa que se hiciera cargo del "Estado de emergencia" previsto en la Constitución a instancias de las FF.AA., hiciera correr entre los del "corralito" la promesa de levantar lo que queda de él, sin pérdida de poder adquisitivo ensayando una vez más este arte de "dividir para reinar", del que son maestros consumados poniendo a los asalariados, sin organización revolucionaria ni programa político propio, ante la emergencia de rumiar una nueva derrota y pagar los platos rotos de la crisis. Y ya se sabe cómo se hacen ahora estas cosas: "uno a uno para que no quede ninguno". Tal es la responsabilidad social y política de quienes, en nombre de la clase obrera y el socialismo, abrimos la boca para opinar y proponer. Más aun los grupos burgueses de la ultraizquierda del sistema que —como quien no quiere la cosa— dirigen de facto el movimiento.

 

Ahora bien, queremos insistir aquí —porque ya nos hemos referido a ello en nuestra última respuesta al señor De Santis—, que el movimiento de protesta en la calle tiene cierta importancia y preocupa al gobierno, porque los distintos sectores de la oposición burguesa al acecho lo usan diplomáticamente en su contra. Pero la actual relación política de fuerzas entre las dos clases universales antagónicas, sigue siendo completamente desfavorable a las clases subalternas, por lo que, entre las luchas populares y un posible golpe de Estado en el corto plazo, no hay aun relación alguna de causa-efecto. Otra cosa son los pretextos. En tal sentido, los ambiguos rumores y desmentidos acerca de una caída del "Estado democrático", no pueden sino formar parte del juego de presiones intercapitalistas para un reacomodo de intereses económicos, al interior del aparato estatal con o sin golpe. En este sentido, no es de descartar que todo lo que se está difundiendo a través del escritor populista Miguel Bonasso, sea obra del propio gobierno para chantajear y desinflar al movimiento que contribuyó a crear y que ya no le sirve, al tiempo que envía mensajes subliminales esperanzadores a los del "corralito", como eso de "dejar caer" el peso hasta la relación de 3x1, para que esa moneda pierda completamente la "fiducia" y así poder dolarizar la economía.

 

Lo que aquí está en juego, pues, no es la relación de poder estratégico entre burguesía y proletariado, sino la lucha coyuntural entre sectores de las clases dominantes para decidir cual de ellos pilotará el barco del Estado hacia el puerto del sistema favorable a sus intereses particulares, a cambio de asumir la responsabilidad política de desbaratar el movimiento de protesta y conseguir, del modo menos cruento posible, que los asalariados activos trabajen todavía más por todavía menos, que éste es el problema; en cuanto a los parados, deberán seguir buscándose la vida, como hasta ahora, presionando a los empleados para que acepten las nuevas condiciones de explotación. Para lo demás, está la policía y el ejército. Esto es lo que se le está sugiriendo a Duhalde con la exigencia de que ajuste la disciplina de los sindicatos a esta "doctrina" o rompa su alianza con ellos. El atasco de la situación política argentina está precisamente en este punto de la conducción histórica cloacal burguesa a escala planetaria. Se ratifica una vez más el aforismo de Marx, según el cual, “la verdad del capitalismo no hay que ir a buscarla a las metrópolis imperialistas, donde se muestra vestida, sino a los suburbios del sistema, donde aparece desnuda”.  

 

3) Las propuestas de acción programática

 

El programa político que el activismo del movimiento ha conseguido que las "asambleas populares" adoptaran de buen grado, es de carácter nacionalista burgués presuntamente antiimperialista. Abreva en el proyecto de desarrollo autónomo del capital nacional, que fue funcional al sistema en numerosos países de América Latina entre las décadas de los treinta y cincuenta del siglo pasado, erróneamente concebido como una etapa necesaria de tránsito al socialismo. Desde fines de la década de los sesenta, aunque sólo se pudiera apreciar a nivel de los avatares de la lucha de clases (en Argentina, entre 1955 y 1976) estos proyectos de acumulación pasaron a ser cada vez más anacrónicos e inestables, para revelarse "ad oculos" como definitivamente imposibles a partir de la década de los ochenta. Habiendo desaparecido la base material que la hizo posible como alternativa a la gran burguesía dentro del sistema, la concepción stalinista-peronista de la revolución por etapas, sólo conserva hoy un valor contrarrevolucionario instrumental puro, en tanto siga hegemonizando la conciencia de los explotados a instancias de la intelectualidad pequeñoburguesa. Y esto es lo que está pasando ahora mismo con lo que se decide hacer en las "asambleas populares", es decir, nada que suponga un accionar efectivamente revolucionario, sino bien al contrario. 

 

Ya lo hemos dicho por activa y por pasiva. En la actual etapa del capitalismo tardío, la sobresaturación permanente de capitales, su enorme presión sobre las estructuras de los Estados empresarios y las políticas económicas de los distintos gobiernos, para dejar de ser ociosos y convertirse en productivos, se expresa en la necesidad de convertir toda la masa de trabajo efectivamente explotable que todavía escapa a sus dominios directos, en fuente de acumulación. Esta tendencia histórica del capital social global es incompatible con las empresas estatales y sus servicios públicos, del mismo modo que es cada vez más incompatible con la dimensión de masas de la pequeñoburguesía. Ante un capital abultado y supernumerario, es necesario que los asalariados del Estado pasen a convertirse en fuentes de acumulación directa del capital privado, y que el grueso de los pequeños patrones se convierta en asalariados. Tal es la realidad que anticipa la "ley general de la acumulación capitalista". Por lo tanto, en la medida en que se hace realidad, esta tendencia histórica torna imposible la estabilidad de esos proyectos populistas de acumulación. Y dado que estos proyectos no trascienden el sistema, su ideología sirve sólo a los efectos de cumplir una función política contrarrevolucionaria temporal.

 

Respecto de la tendencia del capital a la sobresaturación en los países imperialistas, dado que la contrapartida de este fenómeno es el paro en esos mismos países, el sentido común puede objetar: ¿por qué en vez de emigrar a la periferia, los capitales excedentarios de las metrópolis no se aplican a ganar dinero empleando a sus propios parados? Marx ha contestado a esta pregunta en "El Capital", Libro I Sec. 7 Cap. XXIII Libro III, Sec. 3 Cap. XV. Y no precisamente en el sentido de que los capitales emigran por la diferencia en las distintas tasas de explotación entre países pobres y ricos. Nosotros creemos haber facilitado la comprensión científica de este fenómeno del exceso de capital con exceso de población, en: http://www.nodo50.org/gpm/1crisis7.htm.

 

Una explicación de semejante trascendencia política se puede comprender mediante un ejemplo de escolares. Sin embargo ha sido sistemáticamente ignorada con desprecio por la enorme masa de militantes asalariados populistas, muchos de ellos dispuestos a dar su vida por semejante despropósito político. ¿Por qué? Porque entre los militantes prácticos del movimiento ha prevalecido la idea de que, en la sociedad, como en el fútbol, se trabaja y se lucha para ver quien es el mejor, pero en cada club competidor, en cada país, es la lucha política interna lo que decide qué y como se hacen las cosas. Esto no es así. En la realidad, no es el resultado de la lucha entre las fuerzas políticas internas de cada país lo que determina el funcionamiento económico-social de cada país, sino el principio organizativo u orgánico general de la sociedad global, internacional, en este caso, la ley general de la acumulación capitalista. Esta es la verdad que encierra el secreto a voces de que el principio de no intervención no existe y que ha sido proclamado para violarlo. Desde Aristóteles se sabe que el todo informa a las partes y no al revés, como manda todavía el prejuicio que las clases dominantes capitalistas han venido convirtiendo en "sentido común" basado en la consagración de lo individual y lo particular, frente a lo universal. Pero ahora, ante el atraso ideológico y político del proletariado internacional, empujada por la realidad de la centralización internacional de los capitales, la burguesía anticipa el socialismo dentro del capitalismo subvirtiendo de hecho la tradicional prelación de lo particular sobre lo universal, facilitando así, paradójicamente, la tarea de los revolucionarios en orden a introducir la racionalidad socialista en la conciencia del proletariado, sin velos políticos como el romanticismo de "la patria", que siempre animó a los proyectos populistas de todo pelaje.  

 

Y el caso es, en efecto, que la ley del valor, la organización del capital social global, ha excluido del campeonato político mundial a formas de vida económico-social homólogas a la definida por el programa de las "asambleas populares". Esto explica la caída de regímenes políticos defensores de estos proyectos de vida, de esencia social pequeñoburguesa, a mitad de camino entre la gran burguesía internacional y el proletariado. Esto es lo que ha venido ocurriendo en países con regímenes económico-sociales aparentemente distintos pero de esencia social idéntica, como la URSS y Egipto (el de Nasser), Alemania del Este y Argelia (la de Ben Bela), Checoeslovaquia y Argentina (la de Perón), Polonia y Chile (el de Salvador Allende), Bulgaria y Méjico el de Lázaro Cárdenas), Rumania e Indonesia (la de Sukarno), Albania y Corea del Norte, etc. Hace dos años, esa "razón" esgrimida por la coalición internacional capitalista, desbarató el régimen populista Yugoslavo. Ahora, armada por los EE.UU, esa misma "razón" acaba de derrocar el régimen integrista islámico en Afganistan. Sin olvidar que la ley del valor ha venido conspirando también política y militarmente contra Irak y Libia, recrudeciendo en estos días. Actualmente esta amenaza se cierne igualmente sobre Corea del Norte y Siria, extendiéndose a países amenazados por la corriente islámica radical de Al Qaeda, como Filipinas, Yemen, Indonesia y Paquistán, integrismo religioso absolutamente incompatible con el capitalismo (ver: http://www.nodo50.org/gpm/1guerra2001_91.htm.)

 

 Pasar otra vez por estas vicisitudes catastróficas, esto es en lo que se han vuelto a embarcar sin darse cuenta de ello, los asalariados que luchan por el proyecto populista en las "asambleas populares". Competir para ganar un trofeo que representa un valor político, un proyecto de vida en esta sociedad burguesa, que la organización del campeonato —la ley del valor— ya no reconoce y rechaza por todos los medios, como ha venido sucediendo desde 1955 hasta hoy en Argentina. Que, a despecho de las evidencias históricas, los asalariados de ideología nacionalista burguesa que integran las "asambleas populares" insistan en el error de volver a jugar para ganar el trofeo de la "Argentina potencia", un campeonato y un trofeo que ya no están en juego, porque las leyes del capitalismo les han sacado del circuito de competiciones, por incompatible con la explotación del trabajo ajeno en la actual etapa de la acumulación del capital, demuestra categóricamente que, en modo alguno, están dadas las condiciones subjetivas para una revolución socialista en Argentina.

 

Así las cosas, si los parados y los empleados no queremos romper con la propiedad privada capitalista y nos seguimos negando a combatir para ganar el campeonato que la moderna ciencia social y el interés histórico de los asalariados han estatuido "a priori", el de la sociedad de los productores libres asociados, entonces habrá que resignarse a sufrir, como en el inmediato pasado, las terribles consecuencias políticas y humanas de la ley del valor en la etapa —por eso llamada— tardía o postrera del capitalismo. Si, por el contrario, se quiere de verdad acabar con el capitalismo, tal como se proclama, entonces el anacrónico, ineficiente y ficticio modelo populista, estatista o estatalista y proteccionista de la acumulación del capital a pequeña y mediana escala, sobra, como el cromosoma 21 en los enfermos afectados por el síndrome de down, con todo el respeto humano por quienes todavía vienen al mundo soportando la desgracia de padecer este mal.

 

Queda claro que, con lo dicho hasta aquí, que nosotros no negamos sino que reconocemos el sincero deseo de querer contribuir a la lucha por el socialismo de parte suya y de los asalariados en paro que han aprobado el programa adoptado por las "asambleas populares". Pero insistimos en señalar y hemos aportado argumentos, en el sentido de que, esa aprobación ha sido una acción errónea y, por tanto, inconsciente. Porque encierra la lógica de una lucha cuyo despliegue conduce a un completo despropósito, en tanto encarna la contradicción insalvable entre unos deseos clasistas legítimos, y un compromiso político que conduce a otra derrota segura.     

 

Muchas gracias, señor Sobrino.

Fraternalmente: GPM.   

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De: Francisco Sobrino

Para: GPM (E-mail)

Enviado: viernes, 08 de marzo de 2002 20:47

 

Estimados amigos:

Attacheo un artículo mío reciente, sobre la situación en nuestro país.

Espero que les sea de interés.

Un abrazo,

 

Francisco T. Sobrino

Consejo de Redacción

HERRAMIENTA, Revista de Debate y Crítica Marxista <<ARGENTINA FEBRERO 2002.rtf>>

 

4) Argentina, febrero de 2002.

 

          A partir de las jornadas de diciembre pasado, en la Argentina se ha abierto una situación inédita. Por primera vez en su historia, el pueblo derribó a un gobierno surgido de elecciones democráticas. Esto ha sido el fruto de un proceso de experiencia con dicho régimen que, si bien tiene sus raíces en el último lustro, recién tomó ímpetu y velocidad en el último año. A fines de 2000 aún se podía afirmar (con cierta falta de perspicacia):

 

          “Las fuerzas sociales de nuestros países están lejos de conformar un núcleo capaz de organizar esa resistencia (a la globalización). No hay más que observar el panorama que esas fuerzas ofrecen actualmente en Argentina: una burguesía débil y vacilante; un proletariado disminuido y con una dirigencia atrasada y corrupta; una sociedad desencantada con grandes sectores lumpenizados”.[2]

 

          En tan corto plazo, ha pasado mucha agua bajo los puentes. Y al torrente se han sumado afluentes en cierto modo imprevistos. La llamada clase media porteña se volcó a las calles caceroleando masivamente, y como atraída por una gigantesca fuerza magnética no paró hasta llegar a la Plaza de Mayo. Ya ha derribado a dos gobiernos. Mientras tanto, el movimiento obrero, que fuera el tradicional actor histórico en las movilizaciones, ahora debilitado por la hemorragia neoliberal-menemista[3] y controlado por la burocracia sindical,  ha brillado por su ausencia. Sin embargo, otro sujeto social ha ejercido y ejerce considerable influencia: los piqueteros, o sea el sector organizado de la clase obrera desocupada. Su metodología de lucha, con cortes de rutas y enfrentamientos con las fuerzas represivas, para poder arrancar concesiones a los distintos gobiernos, y su funcionamiento democrático en asambleas, se han contagiado a los sectores medios. Si bien el peso numérico de los piqueteros es menor al del movimiento cacerolero, su influencia real y potencial sobre el resto de los asalariados (ocupados, precarios o desocupados) es importante.

 

          Una amplia vanguardia de este heterogéneo movimiento de las cacerolas, al que no pocos comentaristas al principio atribuían estar motivados tan sólo por el “corralito” bancario (o sea la virtual confiscación de las cuentas corrientes y los ahorros), se ha organizado en asambleas barriales, comenzando por la capital y extendiéndose al gran Buenos Aires, y crecientemente al resto de las ciudades. El programa levantado por las asambleas abarca un amplio espectro de reivindicaciones democráticas, antiimperialistas y antisistema. Esto abre la posibilidad del surgimiento de un gran movimiento popular con perspectivas que apuntan hacia el quebrantamiento de la hegemonía burguesa.

 

5) Aportes y limitaciones del movimiento.

 

          Estas nuevas alternativas han surgido aportando elementos de democracia directa sin precedentes en la historia argentina. El pueblo delibera y (casi)  gobierna, a pesar de las disposiciones constitucionales, que otorgan esa facultad sólo a sus representantes. Hay una tendencia embrionaria pero creciente por parte de las asambleas, a asumir tareas o funciones que tradicionalmente eran facultad exclusiva del estado. Hay izquierdistas que parten de una presunta caracterización social de esta llamada “clase media” en ebullición, que estaría compuesta por “pequeños patrones”, cuyo proyecto político sería entonces el de una clase explotadora de trabajo ajeno. Para estos analistas este proyecto tendría limitaciones insalvables, propias de un populismo y antiimperialismo mezquinos, que terminarían claudicando ante el capitalismo global. Creemos que las premisas de este análisis son totalmente falsas.

 

          Es verdad que en los cacerolazos de diciembre participaron también los sectores de clase media enriquecida o beneficiada por el proceso neoliberal y globalizador, cuyos depósitos bancarios quedaron igualmente atrapados. Este sector bien puede constituir la base social para proyectos derechistas y autoritarios, cuando una eventual profundización de la crisis que sacude al país, decante o escinda a los afectados.

 

          Pero los millones que integran el sector del que se nutren las asambleas, los sucesivos cacerolazos, manifestaciones y “escraches”, son fundamentalmente amas de casa, jubilados, empleados estatales, de comercio y demás servicios, docentes, estudiantes, trabajadores cuentapropistas, desocupados, profesionales empobrecidos, obreros que encuentran en las asambleas la democracia que no tienen en sus organizaciones “naturales”, quiosqueros y pequeños comerciantes, en fin, son aquellos que hoy viven —o intentan vivir de su trabajo. Son millones de seres que se han rebelado contra el destino que el capital global les ha reservado: la desaparición.

 

6) Retos y roles de los partidos de izquierda.

 

          El creciente peso de la izquierda ya se había reflejado en las elecciones parlamentarias de octubre de 2001. En la ciudad de Buenos Aires la suma de los votos a la izquierda marxista y revolucionaria alcanzó un 25 % de votos válidos. De presentarse unida, habría ganado una banca senatorial. La participación de militantes de izquierda, “orgánicos”, fragmentados en decenas de grupos, e “inorgánicos” (cuyo número, creemos, multiplica generosamente la cantidad de los primeros) en las asambleas barriales ha tenido un indudable peso en la radicalización del conjunto de la vanguardia que mencionamos anteriormente. Sin embargo, existe el peligro de que los viejos vicios de los grupos de izquierda (aparatismo, sustituismo, sectarismo, peleas por la manija, etc.) puedan entorpecer el desarrollo de estos organismos y de la conciencia de sus integrantes, al no respetar los ritmos naturales de maduración de los mismos. Hay que destacar que no son pocas las corrientes de izquierda que, aunque repudien de palabra a las viejas prácticas estalinistas, lamentablemente no parecen haber comprendido el profundo contenido democrático de este proceso, y continúan estrechamente atadas a la concepción de lo que Hal Draper llamó acertadamente “el socialismo desde arriba”, con sus distintas variantes, la “reformista” y la “revolucionaria”.

     

          A este problema debemos sumar el pesado hándicap provocado por la caída del muro y sus secuelas. Ello hace extremadamente dificultoso levantar la bandera del socialismo como alternativa al capitalismo, y como salida a la crisis. El socialismo es identificado a nivel popular con regímenes estatales burocráticos y represivos (no es nuestra intención polemizar aquí sobre la “naturaleza” de dichos estados). Las organizaciones de izquierda deberían pensar seriamente este problema, que va más allá de lo semántico. A veces se ha hablado de una “sociedad humana”, considerando que la del capital es una sociedad inhumana. No “inhumana” en el sentido de su crueldad (que ciertamente la tiene!), sino porque en esta sociedad (creada por los seres humanos, obviamente) el capital tiene un poder impersonal, y los seres humanos son meros objetos dominados por él, cuyas relaciones recíprocas toman la forma fantástica de relaciones entre las cosas. Hablar de una creación humana e inhumana suena ilógico. Si tiene un sentido contradictorio, es porque expresa la verdad de una realidad contradictoria. Entonces, quizás la bandera de una sociedad humana sea más fácil de levantar y proponer, que ponerse a explicar por qué el socialismo tal como lo conoció el siglo XX no es lo que se quiere constituir: una asociación en la que el libre desenvolvimiento de cada uno, será la condición del libre desenvolvimiento de todos.

           

7) Particularidades del actual movimiento en relación con  otros similares del pasado.

 

          Nos interesa tratar de comparar este nuevo auge de luchas sociales que se insinúa en el flamante siglo XXI, especialmente en América Latina, con otros procesos del pasado siglo XX. El más próximo sería el de fines de los sesenta, y principios de los setenta.

 

          Prima facie, habría una gran diferencia en lo que hace al “nivel de conciencia” en ambos procesos. El entusiasmo despertado por la Revolución Cubana, el Mayo Francés, las movilizaciones en Italia, la Primavera de Praga, la guerra del Vietnam heroico, y las movilizaciones contra la guerra en EE.UU., así como en nuestro país el Cordobazo, fueron elementos que representaron ante el imaginario social de la vanguardia obrera y estudiantil de aquellos años, la perspectiva más o menos inmediata de una revolución socialista, tal como se la entendía mayoritariamente en aquella época, que superaría a los regímenes del llamado “socialismo real”, y extendería la nueva sociedad por el mundo.

 

          Las décadas que han transcurrido desde entonces han sido testigos de duras luchas, y de inmensas derrotas de los trabajadores en los países capitalistas más desarrollados, de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética y de la entronización del neoliberalismo, como única alternativa para el mundo.

 

          Si bien este panorama ha comenzado a modificarse, y el “pensamiento único” neoliberal ya no puede exhibir ese carácter “exclusivo”, el pensamiento de las grandes masas no concibe claramente aún, que haya una alternativa al capitalismo. No obstante, las recientes luchas contra la globalización capitalista, con los hitos de Seattle, Praga, etc., son ejemplos del creciente rechazo a ese dominio, rechazo que coexiste con tendencias que proponen la “humanización” del capitalismo y variantes parecidas. A pesar del “atraso” en el nivel de conciencia comparado con el del movimiento anterior, gran parte de quienes llevan adelante estas luchas, no arrastran el pesado lastre ideológico de las direcciones y organizaciones hegemónicas de la anterior etapa, con su concepción de que el socialismo (o algo que se le parezca) lo debían otorgar ellos: partidos, movimientos y ejércitos guerrilleros como una generosa dádiva a las masas agradecidas. Muchos de los luchadores actuales, aunque en su gran mayoría no hayan leído los estatutos de la Primera Internacional, parecen tener bien claro que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”.

 

          Creemos que el actual proceso argentino demuestra que el auge de luchas en América Latina, es parte de aquellas luchas. Y es muy probable que debido a las características socio-culturales de nuestra población, el “caso argentino” sea un espejo impresionante donde se contemplen decenas de millones europeos, que de esta manera, se vean forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas actuales.

 

Francisco T. Sobrino

Consejo de Redacción

HERRAMIENTA: Revista de Debate y Crítica Marxista. fsobrino@herramienta.com.ar.

 

 

 

 



[1] En las actuales condiciones, lo peor que puede pasar desde el punto de vista de los intereses de la revolución, es que la izquierda populista que conduce oficiosamente todo este tinglado, acabe con semejante e incipiente proceso de acumulación de fuerzas, provocando la respuesta violenta por parte del Estado.

 

[2] Carlos Gaveta: “Notas sobre el sujeto histórico”, Actual Marx 2000, Vol. III, Buenos Aires, noviembre 2000.

[3] Según datos del INDEC, el proletariado industrial disminuyó desde 1.500.000 de trabajadores en 1975, a menos de 1.000.000 en 2001.