La unión en torno al
conocimiento y la lucha conjunta hacen la fuerza
“Reproduzca toda información esclarecedora, hágala
circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo,
oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando.
Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa
el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad.
Derrote al terror. Haga circular esta información”.
Noam Chomsky
publicó un trabajo que tituló: “Las
10 Estrategias de Manipulación a través de los medios de comunicación de masas”. Un decálogo al que los
empresarios, los políticos
profesionales y sus cómplices, los periodistas
venales, compulsivamente apelan en todos los órdenes de la llamada “cultura de masas”, para sostener el actual
estado de cosas. Aparentando estar divididos y “enfrentados” desde la izquierda
y la derecha del sistema en tales medios institucionales,
públicos y privados a los que sirven, esos agentes del capital mienten cínica y sistemáticamente.
Aunque el mérito de
esta denuncia sea solo de Chomsky, nosotros hemos querido contribuir aquí, a reforzar
la significación y profundidad conceptual de las verdades que allí dice este
lingüista norteamericano. Para ello nos hemos tomado la licencia de parafrasear
su texto, donde a continuación se podrá ver, gracias a él y de manera indubitable,
en qué consisten esas 10 estratagemas implementadas por las clases dominantes
en todo el Planeta. Cómo controlan el
comportamiento de las clases subalternas manipulando su conciencia y en qué se basan concretamente.
1. La estrategia de la distracción.
El elemento primordial para el control político-social que
practican las élites acaudaladas y sus
sirvientes sobre los ciudadanos de a pie, es la estrategia de la distracción con
que pugnan por desviar la atención pública, respecto de los problemas importantes y los cambios decididos por esas minorías.
Propósito que persiguen mediante la técnica del diluvio o inundación de
continuas novedades, sucediéndose atropelladamente unas a otras, tal como en la
publicidad radiada y televisiva, sustituyendo el pensamiento por las sensaciones. La estrategia de la
distracción consigue así, anular el interés por los conocimientos esenciales, tanto en el área de la ciencia en
general, como de la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética
en particular. Su finalidad es “mantener la atención del público distraída y lejos
de los verdaderos problemas sociales,
cautivada por temas sin importancia real”,
como es el caso de la llamada cultura
del entretenimiento. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; “de
vuelta a la granja como los otros animales”, frase extraída de un documento
secreto del Grupo Bilderberg
titulado: “Armas silenciosas para guerras tranquilas”.
2. Crear problemas y después ofrecer
soluciones.
Este método, es el llamado por Chomsky “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, es decir,
una “situación”, ya sea prevista y de la cual se sabe anticipadamente
que sucederá por causas ajenas a la
voluntad de nadie —como las crisis económicas sistémicas— o ya sea deliberadamente generada por las propias
clases dominantes. En el primer caso de situaciones o problemas objetivamente determinados, como
las crisis económicas, las clases dominantes se proponen “resolverlo” tratando
de minimizar la previsible reacción
de las mayorías explotadas ante sus graves consecuencias sociales. Y para ello ya cuentan
desde hace mucho con las condiciones
políticas apropiadas. Sin quererlo, aportó a ello René Descartes corriendo el
Siglo XVI en su “discurso del método”, cuyo
segundo precepto reza: “Dividir las
dificultades para dominarlas mejor”.
Un valioso instrumento al servicio del pensamiento racional para el descubrimiento
de la verdad científica, que la burguesía
internacional pervirtió con el propósito de asegurarse el control
político permanente sobre los estratos más bajos de la sociedad en cada país.
¿Cómo? Partiéndole al movimiento asalariado el espinazo, es decir, dividiendo su
voluntad política en tres bloques alternativos
de poder institucional: izquierda, centro y derecha. Cada uno de ellos en
disputa por el gobierno del Estado,
desde donde proponen distintas alternativas
políticas tácticas de “convivencia social”. Pero todas ellas compatibles con la estrategia de conservar el
sistema, en el cual los tres bloques políticos coinciden sin desviarse
un milímetro de lo esencial: garantizar su estabilidad. Así las cosas, en
épocas de crisis por superproducción de
capital con ganancias insuficientes, mientras los grandes empresarios tardan
en resolverla según lo que dictan las fuerzas del mercado —o sea: sembrando la
miseria entre cientos de millones que arrojan al paro—, el bloque de los políticos eventualmente a cargo del gobierno,
viendo peligrar los privilegios del conjunto ante un déficit presupuestario de
las cuentas públicas que no deja de subir, con una deuda que se dispara exponencialmente,
pues no dudan en sumir a los asalariados aun más en su miseria, aumentando la
presión impositiva hasta límites intolerables, al tiempo que para salvar al
Estado de la bancarrota intentan privatizar los servicios públicos esenciales de
salud, educación y dependencia. Mientras tanto, los otros dos bloques desde la
oposición, se dedican hipócritamente a criticarle su política en nombre de los
derechos humanos, conscientes de que ellos en iguales circunstancias
procederían de la misma forma. Y en lo que respecta a problemas generados exprofeso, se trata, por ejemplo, de permitir
que la violencia delincuencial de una minoría urbana de condición asalariada —empujada hacia ese abismo por el paro
y la creciente distribución desigual de la riqueza—, se extienda por la
sociedad e intensifique sus efectos sobre las mayorías de esa misma extracción
social, hasta el extremo de inducirles a exigir a “las autoridades” medidas policiales
represivas. Tal como está sucediendo hoy día en las “favelas” que circundan Río
de Janeiro. O alternativamente y con igual objetivo, planear y organizar atentados
sangrientos —como los del 11S de 2001 en New York, el
11M de 2004 en Madrid, o el
7J de 2005 en
Londres—, a fin de conseguir que sea el pueblo mismo, aterrorizado, quien demande
del poder constituido la promulgación de leyes represivas de sus propias libertades,
debilitando así su capacidad de respuesta ante la creciente explotación y
opresión de que es objeto.
3. La estrategia de la gradualidad.
Para conseguir que se acepte una medida inaceptable, basta con aplicarla
gradualmente, a cuentagotas durante años consecutivos. Al respecto recordar que,
tras el estallido de la presente crisis, en España tocó al gobierno
socialdemócrata del PSOE implementar esta estrategia, reduciendo en mayo de
2010 un 5% el sueldo a los empleados públicos, tras hablar telefónicamente con
Obama, quien le aconsejó “calmar a los mercados”. Una tarea que desde
principios de su mandato en 2012, se ha venido encargando disciplinadamente de
completar en todos los sectores laborales el Partido Popular. Antes ya lo
habían hecho los sucesivos
gobiernos de izquierda (Felipe González) y de derecha (José María Aznar).
De este modo, condiciones socioeconómicas expoliadoras radicalmente nuevas
(neoliberalismo), se fueron implantando durante las décadas de 1980 y 1990:
Estado mínimo, privatizaciones de empresas públicas, precariedad laboral,
flexibilidad salarial a la baja, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran
ingresos decentes. Tantos cambios que, de haberse introducido simultáneamente,
hubieran provocado una revolución.
4. La
estrategia de diferir.
Otra manera de lograr que se acepten decisiones impopulares,
consiste en prevenir anunciando futuros males posibles. Es más fácil así aceptar
la fatal perspectiva de un sacrificio futuro, porque no es requerido
inmediatamente. Pero también porque, mientras tanto, a los gobernados se nos
educa en la idea de que nuestros gobernantes velan por que todo en el sistema nos vaya a mejor. El profuso
engendro de películas precursoras de desastres
reales, como “El coloso en llamas”, certifica la
política maquiavélica que se oculta en ellas. Acostumbrarnos a que, por “mala
suerte”, pueda suceder lo más irracional y monstruoso, tal es la finalidad de
este tipo de arte cinematográfico, que se sigue proyectando sistemática y subliminalmente
sobre la conciencia colectiva de las mayorías sociales en el mundo, cuando esa monstruosa irracionalidad representada en
la ficción, ya está realmente ocurriendo, y no precisamente como las crisis: por
causas ajenas a la voluntad de nadie, sino deliberadamente, como consecuencia
de ellas y para superarlas cuanto antes. Tal como en los apartados 02, 03, 04 y
05 de nuestro trabajo publicado en marzo de 2013, hemos contribuido a difundir
la Demostración científica del
carácter destructivo y genocida del capitalismo como sistema de vida.
5. Dirigirse al público como criaturas de corta
edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público, utiliza un discurso
esgrimiendo lugares comunes pueriles rayanos con la estupidez, tan sencillos como
fáciles de asimilar y muy próximos a la deficiencia mental. ¿Por qué? “Si uno
se dirige a una persona como si tuviese la edad de 12 años o menos, entonces,
la sugestión supersticiosa que induce a la complaciente aceptación de lo
existente “porque esto es lo que hay”, tenderá con cierta probabilidad a una
respuesta o reacción también totalmente desprovista de sentido crítico, como la
de una persona de 12 años de edad o menos[1].
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más
que la reflexión.
Apelar a las emociones como pauta del comportamiento personal, es
una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional que cada
individuo debe hacer de su propia realidad, lo cual obstaculiza todo sentido
crítico en su espíritu y tiende a paralizar su acción consecuente. Por otra
parte, la utilización prioritaria del registro emocional, permite abrir la
puerta de acceso al inconsciente, para introyectar en él fobias, deseos,
temores y compulsiones, que inducen a determinados actos primitivos e
irracionales, puramente instintivos y muy fácilmente manipulables.
7. Mantener al público en la ignorancia y
la mediocridad.
El pueblo llano debe ser incapaz de comprender las tecnologías y
métodos utilizados para su control y su esclavitud. Para ello las clases
superiores cumplen estrictamente la máxima de que: “La calidad de la educación
dada a las clases sociales inferiores, debe ser la más pobre y mediocre posible”,
de forma tal que la distancia entre la ignorancia y el conocimiento de esas
técnicas de dominio, sea de imposible recorrido para las clases inferiores.
8. Estimular al público a ser complaciente
con la mediocridad.
Un propósito que se consigue a fuerza de envilecer en los hechos
el valor sagrado de la verdadera libertad y la democracia, vinculando sus respectivos
conceptos con el ejercicio de la vulgaridad, la incultura y la estupidez
política.…
9. Reforzar la auto-culpabilidad.
Induciendo en cada individuo la desmoralizadora idea de que el único
culpable de sus fracasos por no alcanzar la supuesta “excelencia” exigida es él, por su insuficiente
inteligencia, capacidad y esfuerzo. De tal modo, en lugar de rebelarse contra
el sistema decadente que prevalece en esta sociedad, de cuya raíz brotan todos
sus males al negarle toda posibilidad de alcanzar lo que al mismo tiempo se le
exige, el individuo se auto-inculpa, lo cual genera en él un estado depresivo, que
no solo le impide actuar —¡y sin acción, no hay revolución!—, sino que incluso estimula
en él la propensión a impulsos autotanáticos, ya sea exponiéndose a la estúpida
temeridad en diversas prácticas de riesgo, consumo de drogas, etc., llegando
incluso al acto del
suicidio.
10. Conocer a los individuos mejor de lo que
ellos se conocen a sí mismos.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha podido disponer de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de su forma física como psicológica. Pero que se ha utilizado para preservar la riqueza y el control del poder político en manos de las minorías opulentas cada vez más irrisorias, a través del servicio que prestan políticos institucionalizados, altos funcionarios públicos civiles, policiales y militares, periodistas especializados en diversas actividades —que hacen al mantenimiento de los secretos de Estado— y demás personal ocupado en la preservación del sistema. Todos ellos contribuyendo a un régimen social y político explotador y totalitario, “virtudes” todas ellas escondidas tras las máscaras carnavalescas de la “libertad individual” y la “democracia” del voto.
[1] Por ejemplo: Acabamos de recibir por teléfono móvil, un mensaje de nuestro servidor —una empresa multinacional de telecomunicaciones—, donde nos dice: “¿Encontrarás el amor? ¿Y trabajo? Consulta a diario tu horóscopo. Pruébalo. 1ª Semana GRATIS. Clik aquí”.