Oportunismo y Sectarismo. Dos caras de la misma falsa moneda

Señor NN:

Nos requirió Ud. que dejemos de remitirle nuestros trabajos, ante lo cual ya hemos procedido a borrar su dirección informática de nuestra libreta.

Pero dado que en su escueto mensaje resumió el motivo de su decisión limitándose a calificar nuestras publicaciones de tonterías sectarias, antes de despedirnos y sin acritud ninguna —porque ignoramos de qué condición social es Ud. y, además, le suponemos una persona razonable—, quisiéramos pedirle con todo respeto que dedique unos minutos de su atención a este escrito, en mérito a que su mensaje nos ha inducido a pensar más detenidamente, acerca del significado de la palabra “secta” sin pretensiones de originalidad. Esa voluntad nuestra de ilustración propia nos ha remitido al conocido y esclarecedor episodio en la historia de la física celeste, protagonizado por el célebre matemático y astrónomo Galileo, cuando el 22 de junio de 1633 fue sometido a juicio inquisitorio en la basílica romana de Santa María sopra Minerva, acusado de herejía por haber rebatido la teoría ptolomeica del sistema solar, que por entonces consagraba la doctrina oficial de la Iglesia católica como “revelación divina”. Allí ese día —que debiera ser recordado más a menudo—, Galileo dijo ante el Tribunal del Santo Oficio lo siguiente:

Tras haber sido víctima de aquél insensato y cruel atropello del oscurantismo clerical alabado en aquél momento por la inmensa mayoría de la población católica Europea, como usted sabrá cuenta la leyenda que, al abandonar aquella iglesia, Galileo dijo entre dientes: “eppur si muove” (sin embargo se mueve). Y aun cuando todavía se discute si pronunció estas palabras en algún momento, lo cierto es que jamás dejarán de resonar como un oprobioso estigma lanzado por el pensamiento científico contra los muros de todos los monasterios católicos del mundo, incluso después de quedar convertidos en museos deshabitados como recordatorio cultural de un pasado histórico hoy casi definitivamente superado. Ni más ni menos que como desde hace ya tiempo sucede con los aristocráticos palacios medievales.

Pero lo más trascendente es saber qué hizo el firme creyente católico Galileo, después de soportar aquél injustificable quebranto moral en el nombre de Dios, preñado de amenazas. ¿Se limitó el resto de sus días a cultivar el jardín de su casa tras cumplir la condena de su confinamiento domiciliario? Pues, NO. Merced a la estricta reserva guardada por el entonces padre José de Calasanz, General de la Orden de los Escolapios, y al permiso que concedió al padre Michelini de la misma cofradía —quien había sido discípulo suyo—, Galileo ya ciego en 1637, se sobrepuso al peligro de las represalias que podrían acabar con su vida antes de tiempo, y decidió proseguir clandestinamente difundiendo su ciencia entre los más jóvenes de ese instituto religioso, en cisma oficioso con la alta jerarquía de la Iglesia.

1.400 años antes que Galileo, el astrónomo y geógrafo de origen egipcio Claudio Ptolomeo, había presentado una teoría que se limitó a confundir el movimiento aparente del Sol respecto de la Tierra con su movimiento real, al observar cómo parece que “sale” y se desplaza de Este a Oeste hasta desaparecer un día tras otro en el horizonte. Vaya por delante que Galileo nunca dijo algo parecido a que la teoría ptolomeica fuera una “tontería sectaria”. Pero no pudiendo resistirse a su pasión por la verdad científica y muy a pesar de imaginarse la peor de las consecuencias para él, aportó a la humanidad una prueba prácticamente irrebatible de razones muy eficaces, demostrando que Ptolomeo no se ajustó a la realidad de la mecánica celeste teóricamente descubierta antes que él por Copérnico.

Lo que demostró matemáticamente por primera vez en la historia Nicolás Copérnico entre 1507 y 1532, fue el movimiento real de los astros en el sistema solar. Y lo que hizo Galileo un siglo después, consistió en verificar la teoría copernicana haciendo correcciones a sus cálculos. Pero seguidamente mejoró el anteojo astronómico combinando lentes convexas con lentes cóncavas para poder prolongar la visión telescópica y precisar los cálculos. Así es como pudo confirmar la teoría de Copérnico experimentalmente. De aquí su conclusión y consejo a sus discípulos Mide todo lo que sea medible y lo que no, conviértelo en medible. Ésta fue una máxima metodológica, a la que Marx se ajustó escrupulosamente para llevar a cabo sus investigaciones.

En nuestros días, el fundamento de la teoría heliocéntrica de Copérnico no ha hecho más que ser confirmada por la moderna física cósmica, perfeccionada sucesivamente por las indagaciones de Galileo, Kepler y Newton, entre otras la demostración de que las órbitas de los planetas no son circulares como pensaba Copérnico, sino elípticas. Y también que el Sol —como los demás astros en el firmamento— tiene su propio movimiento de traslación gravitacional interplanetario, según la distinta masa de los cuerpos en el espacio sideral. Otro tanto sucedió con el progreso del pensamiento que ha venido teniendo por objeto a los fenómenos sociales, en particular, la economía política —no casualmente nacida en la etapa temprana del capitalismo— específicamente aplicada al estudio de la relación entre capital y trabajo, donde la burguesía como nueva y todavía incipiente clase dominante, gozaba de todos los parabienes ideológicos y políticos de la moderna sociedad capitalista recién estrenada. Esta exaltación del enciclopedismo explica que las obras de investigadores económicos de raíz social burguesa, antes y después de los clásicos —entre quienes destacaron Adam Smith y David Ricardo—, en su inmensa mayoría estuvieran plagadas de errores cometidos por sus espontáneos prejuicios de clase. Tal como en la antigüedad sucediera con Ptolomeo y Aristóteles en materia de mecánica celeste.

Pero después de que los clásicos sacaran a la luz la teoría que explica el valor económico por el tiempo de trabajo, sin poder explicar las causas de la primera gran crisis de 1825 de modo convincente y, sobre todo, cuando esos errores de los fisiócratas y de los clásicos fueran corregidos por las investigaciones de Marx, los intelectuales europeos de esa generación —epígonos de la burguesía—, a la vista de las primeras luchas del proletariado —como la insurrección de junio de 1848 y la Comuna de París en 1871—, respondieron poniendo de manifiesto un comportamiento deliberadamente deshonesto y perverso, para desacreditarle con el fin de seguir preservando al capitalismo en la conciencia de los explotados, como el “non plus ultra” de la convivencia humana en el mundo:

<<En el dominio de la economía política, la investigación científica libre no solo enfrenta al mismo enemigo (lo aparente de las cosas que ocultan su esencia) como en todos los demás campos del saber. La naturaleza peculiar de su objeto convoca a la lid contra ella a las más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del interés privado. La alta Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, antes perdonará el ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe que a un treintainueveavo de sus ingresos>>. (K. Marx: “El Capital” Prólogo al Libro I. 25 de julio de 1867. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros)

Sin embargo, tan cierto es lo que Marx apunta en la última parte de esta cita, como que si nadie comprara esos artículos de fe supuestamente revelados por un Dios —al que sus creyentes no han visto ni podido concebir más que a través de su propia imaginación— los curas dejarían la sotana y se dedicarían a otra cosa; como ya se está viendo en los monasterios cada vez más despoblados por la crisis de vocaciones religiosas, según avanza y se populariza impetuosamente la ciencia.

En cuanto a la burguesía, su único dogma de fe ante los explotados, fue y sigue siendo el hacerles creer que son tan políticamente libres y económicamente iguales como sus patrones, porque se supone que contratan “libre y voluntariamente” con ellos intercambiando “equivalentes” y, además, les asiste el mismo derecho constitucional a disponer cada cual de lo que es suyo. Pero en el contrato de trabajo escamotean el hecho de que se les hace trabajar creando riqueza por un valor que excede al equivalente de su salario. Y en este pillaje del intercambio real desigual es donde anida la penuria relativa de los asalariados, la desgracia general durante las crisis periódicas y la consecuente decadencia inevitable del sistema.

Desde la crisis de los años 30, esta deliberada perversión del pensamiento social burgués en materia de economía política, arreció al pretender torticeramente explicar el movimiento real del capital productivo, por el movimiento aparente de su forma dinero como medio de pago. Pero estas verdades dogmáticas —que hoy siguen cuidadosamente cultivando en la llamada opinión pública los intelectuales a sueldo y prebendas de la clase burguesa dominante bajo el capitalismo—, son de un recorrido que se acorta según los resultados de su lógica invertida se revelan tanto más falsos, cuanto más genocida se torna la lógica real del sistema según avanza el progreso técnico aplicado a la industria, al mismo tiempo que el conocimiento científico de la economía política se populariza.

Esto explica por qué la casta sacerdotal de la Iglesia católica pudo sobrevivirse a sí misma en 1992, después de haberse visto forzada por la opinión pública a retractarse de aquellas presuntas “verdades reveladas” sobre la organización del universo, algo que la burguesía no puede hacer sin suicidarse políticamente. Esto es así, porque la teoría científica sobre el universo demostró que no está organizado como predicaron los curas según las "Sagradas Escrituras", sino de otra forma, a saber, la determinada racionalmente según la Ley de la gravedad descubierta por Newton aun vigente. De modo que parezca como si Dios se guardara siempre "un as en la manga", tal como así lo dijera el genial Stephen Hawking en su conferencia titulada: "¿Juega Dios a los Dados?". Así es como la casta sacerdotal católica y su Iglesia se han venido salvando de la quema. Porque mientras a la ciencia le quede algo por descubrir dando pie a que la idea de Dios "se sostenga" en la conciencia popular, los curas podrán retrarctarse de sus infundios las veces que haga falta, sin menoscabo para ellos y el "sagrado" chiringuito que les permite seguir vendiendo su producto.

En cambio, lo que demostró la teoría científica de Marx, es que la sociedad capitalista fue organizada por un principio irracional que no le permite sostenerse indefinidamente. Y aun cuando sin fecha cierta de caducidad, es de carácter históricamente transitorio. Por eso es que la mayoría de los capitalistas e intelectuales a su servicio no pueden aceptar la ciencia sin suicidarse como categoría social y política dominante. Y para seguir usufructuando los privilegios que les reporta SU sistema de vida, siguen insistiendo en la práctica teórica del engaño sistemático, que naturalmente trasladan a cierta capa de intelectuales prominentes y —cómo no, faltaría más— a los políticos profesionales que "democráticamente" se turnan en el gobierno de los distintos Estados Nacionales.

Pero lo cierto es que hoy, como nunca antes en la historia del capitalismo, se hace cada vez más evidente que el incesante progreso científico aplicado a los medios de producción, apunta en la misma dirección y sentido que el aplicado al conocimiento de la propia sociedad capitalista. Y el caso es que ambos progresos alumbran cada vez más la necesidad humana de acabar con el capitalismo. De modo que, lo quiera o no lo quiera, este mundo deberá tomar conciencia de ello, señor NN. Porque así como sucedió con el equívoco de Aristóteles bajo el esclavismo y la posterior doctrina ptolomeica consagrada por la Iglesia católica en su condición de vanguardia ideológica sirviente de la nobleza feudal, lo mismo sucederá con el equívoco social de la burguesía y su disciplinada intelectualidad sobre este sistema de vida.

Entonces, así como el avance del pensamiento científico desacreditó a la Iglesia Católica alumbrando la verdad sobre el cosmos en la conciencia de cada vez más personas —y en progresión geométrica respecto de la simple suma aritmética de los intelectuales medios que la divulgaron—, el mismo proceso se vislumbra hoy más claramente que ha de cumplirse en la conciencia colectiva mundial respecto del sistema capitalista. Porque, a juzgar por el comportamiento históricamente contradictorio de la Iglesia, una de dos: el Dios creador que se imaginaron los curas no existe, o pensó en hacerlo de una forma y le salió de otra. De lo cual se desprende que Einstein equivocó los términos al decir que “Dios no juega a los dados”. Y en cuanto a Stephen Hawking, afirmó por si las moscas, que de momento Dios se abstiene de pronunciarse en este dilema, añadiendo que se guarda algunos ases en la manga. O sea, que ese Dios juega sucio. Algo parecido ha venido haciendo la burguesía con el paso del tiempo, a medida que la realidad del capitalismo va de crisis en crisis coincidiendo asintóticamente con las previsiones científicas teóricamente demostradas, y éstas con la conciencia de los explotados.

Sabemos que la tarea de difundir la ciencia social no está siendo nada fácil. Porque la sinrazón y astucia que guió a los "doctores de la Iglesia", es de la misma perversa naturaleza pero superada con creces —en capacidad de simulación y ebuste—, por los intelectuales a sueldo y prebendas de la burguesía. ¿Cómo lo han hecho y siguen haciendo? 1) Encubriendo la esencia de los objetos del conocimiento en las ciencias sociales, bajo rebuscadas premisas arbitrariamente convertidas en axiomas que no resisten la más elemental evidencia; 2) dificultando su aprendizaje sometido al complicado lenguaje de las matemáticas superiores y, 3) imponiendo universalmente a los estudiantes esos dos requisitos, introducidos en los planes de estudio de todas las universidades del mundo, como condición sine qua non de su promoción académica.

Pero tampoco así podrá la burguesía resistir el imparable progreso del conocimiento sobre la verdadera realidad económico-social del capitalismo, según va siendo confirmada en la práctica social por la sucesión de las crisis sistémicas, cada vez más recurrentes y reveladoras, acerca de su verdadera naturaleza:

<<Las premisas de que partimos no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas reales, de las que solo es posible abstraerse con la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con las que se han encontrado ya hechas (por la naturaleza), como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica>>. (K. Marx-F.Engels: “La Ideología alemana” Cp. I Aptdo. 2. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

El cálculo infinitesimal es, sin duda, una herramienta importante para desarrollar el conocimiento científico en general, incluso en economía política. Pero no puede sustituir al lenguaje más originario y sencillo de las palabras, en la tarea de comprender y exponer para difundir, cualquier pensamiento verdaderamente científico:

<<La mayor parte de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas, y por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje comprensible para todos>>. (Albert Einstein. El subrayado nuestro)

Así es cómo consiguió Marx alumbrar y exponer las Leyes que rigen la base económica de la sociedad actual, poniendo en evidencia el engaño consciente que han venido practicando y practican los que pasan por ser prestigiosos economistas, con su enrevesado, insensato e interesado pensamiento apologético de este sistema de vida explotador y genocida, ya caduco.

Resumiendo: sectarias lo fueron bajo el feudalismo, las ultra-minoritarias clases dominantes y sus castas sacerdotales, quienes puestas ante la verdad científicamente descubierta por el progreso del pensamiento encarnado en precursores tan brillantes como valerosos, optaron por su mullida ignorancia vinculada con el poder y la riqueza no producida por ellos. Y en ese plan de vida, lo que la Iglesia católica no le perdonó a Giordano Bruno —también acusado de herejía—, fue el haber ido mucho más allá que Galileo, renegando del Dios cristiano para abrazar el panteísmo, y prediciendo la posible existencia de muchos universos también habitados por seres tanto si no más inteligentes que los humanos. Por ese pecado mortalagravado, la inquisición católica de la curia romana le condenó a muerte y fue arrojado vivo a una hoguera el 17 de febrero de 1600, para escarmiento de quienes quisieran emular su ejemplo. Esos fueron los sectarios, señor NN. Esas minorías sociales fueron las que se han separado y aislado de la verdad histórica, inculcando en sus ingénuas mayorías creyentes doctrinas religiosa temerosa del Dios que ellos se hicieron a su propia imagen y semejanza, preñadas de ignorancia, superstición y barbarie.

Por el contrario, en modo alguno fueron sectarias las minorías estudiosas que han sido —precisamente por eso—, perseguidas y condenadas deliberadamente al aislamiento social, fabricando en torno suyo uncordón sanitario como si fueran leprosas, acusadas de cometer el sacrílego pecado de poner sus vidas al servicio de la investigación para descubrir la verdad sobre distintas realidades; ni lo fueron tampoco aquellos —como nosotros hoy— que comprendieron y difundieron esos descubrimientos. Las minorías estudiosas que defendieron la verdad científica jamás se aislaron, señor NN. Fueron deliberadamente aislados por los verdaderos sectarios que realmente lo fueron en la historia por intereses creados.

Y ¿quiénes siguiendo esa misma línea han sido y siguen siendo los sectarios en la historia de la moderna sociedad capitalista? ¿Han sido los clásicos William Petty, Adam Smith y David Ricardo? ¿Lo ha sido Marx por haber escrito “Los Grundrisse” (Fundamentos) entre 1857 y 1858, la “Historia crítica de las teorías sobre la Plusvalía” entre 1862 y 1863 y “El Capital” entre 1863 y 1867, obras maestras donde desnudó teóricamente los prejuicios de clase cometidos por numerosos economistas vulgares, a la vez que corrigió los errores en que incurrieron esos tres más destacados antecesores suyos en la materia, sin negarles el mérito de ser los precursores de esta moderna ciencia? ¿Lo somos, acaso, la ínfima minoría de individuos todavía hoy social y políticamente despreciados, arrinconados y dispersos —no precisamente por vocación personal—, como nosotros, dedicados a divulgar el pensamiento económico-social científicamente más desarrollado?

<<Ninguna idea progresista ha surgido de "una base de masa", si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como "escombros" de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un "escombro" del judaísmo. El protestantismo un "escombro" del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx-Engels surgió como un "escombro" de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los "escombros" de la socialdemocracia internacional (absorbida por la burguesía). Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masas, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos "escombros" no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana.>> (León Trotsky: "Literatura y revolución. Otros escritos sobre la literatura y el arte" T.II Ed. Ruedo Ibérico/69 Pp. 191. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Trotsky equivocó su práctica política revolucionaria de modo intermitente por períodos de años a raíz de sus propios errores teóricos, como así se lo reprochó Lenin. Pero en esto que acabamos de citar —y en muchos pasajes más de su obra— pensamos que llevó plenamente la razón como así lo ha ratificado la historia, exponiendo siempre sus ideas con exquisita elegancia estilística. No en vano recibió el apodo de “la pluma”.

Tras estos ejemplos que todavía tal vez puedan no resultar del todo convincentes para Usted, vayamos ahora brevemente a la etimología de la palabra “secta”. El lexicólogo Joan Corominas dice en su conocido libro que ese vocablo proviene del latino “secretus, en castellano, “secreto”, que significa “separado”, “aislado” o “alejado”. Participio de “secernere”, que significa “separar”, “aislar”. Como sucedió con Galileo refugiado entre los escolapios tras serle levantada la reclusión domiciliaria consentida por las mayorías sociales de su tiempo "temerosas de Dios". A ver si esto no le parece a Ud. ignominioso. De aquí nosotros discernimos que el significado de “secta” depende del punto de vista desde el cual se define cada cosa o realidad existente: si desde el punto de vista prejuicioso de la "doxa" (simple opinión) —socialmente dominante hasta determinado momento—, o desde el punto de vista de la "episteme" (ciencia).

La ciencia siempre ha puesto en evidencia la impostura de toda opinión. Por tal razón se abstrae metodológicamente de ella para descubrir la verdad que encubre. Como es sabido, en la antigua Grecia los llamados sofistas, eran unos insuperables maestros de la elocuencia que se ganaban la vida disertando en el ágora o plaza pública con argumentos rebuscados y falaces, tratando de inculcar en la conciencia de las mayorías sociales, ideas contrarias a la verdad favorables a los intereses de ricos terratenientes esclavistas que para eso les pagaban.

¿No es esto lo que siguen haciendo todos los políticos profesionales institucionalizados y periodistas especializados de hoy día, señor NN? Según dicen los pocos dirigentes del “Partido Obrero” —que ocupan cargos políticos en el Estado burgués argentino—, de lo que les paga el tesoro público de ese país donan al partido el excedente de lacanasta básica mensual que retienen para sus propios gastos personales o familiares. Pero esos señores no dejan por eso de vivir a expensas del Estado burgués. Y ya se sabe que donde se come no se caga, porque si no, el que se mueve no sale en la foto; por las buenas o por las malas.

El oportunismo político se define, por el hecho de que quienes lo profesan, siempre están con toda o parte proporcional de la misma opinión pública dominante, cuyas distintas formaciones políticas discuten sobre asuntos que no afectan al orden de cosas establecido para disputarse la tarta del poder gubernamental dentro del mismo sistema de vida. Por tanto, en las cuestiones esenciales que hacen a la estabilidad de la dictadura burguesa en cualquier parte del mundo, no vacilan ni por un momento en ponerse de acuerdo contra sectarios como nosotros. Salvo cuando la correlación de fuerzas políticas entre las dos clases antagónicas, cambia sorpresiva y radicalmente a favor de los explotados en medio de una situación revolucionaria. Como sucede con el agua que hierve a los 100º y cambia súbitamente de calidad pasando del estado líquido al gaseoso. Ahí recién es cuando buena parte estos políticos institucionalizados —cómodamente ubicados a la izquierda del sistema, abandonan oportunamente a la burguesía cambiando no menos rápidamente de trinchera, como las ratas de un barco al ver que se hunde. Esto es lo que hizo Stalin cuando las masas derrotaron a la dinastía de los Romanov asaltando el palacio de invierno, después de haber sido el único entre los demás miembros del Comité Central que votó en contra, durante la reunión del Comité Central donde se decidió lanzar la consigna de la toma del poder Y ya se sabe lo que hizo este burócrata oportunista tras la muerte de Lenin: aliarse con la pequeñoburguesía de los koljoses para implantar la dictadura paternalista burguesa de medio pelo sobre el proletariado ruso.

Finalmente, señor NN, dado que su mensaje respondió a uno nuestro donde criticamos al ya proverbial y contumaz oportunismo político afincado en el “Partido Obrero” de Argentina desde los tiempos de Nahuel Moreno, queremos añadir brevemente algo más a los fundamentos aportados aquí para probar tan ajustada calificación, naturalmente siguiendo a Marx, Engels y Lenin Lenin. Y empezamos por decir que un partido político obrero efectivamente revolucionario, se distingue de un sindicato en que este último defiende los intereses inmediatos de los asalariados, mientras que toda acción táctica emprendida por cualquier partido revolucionario que se precie, enlaza siempre indisolublemente con los intereses históricos o estratégicos de esa clase explotada y oprimida, llamada por eso a revolucionar la sociedad. Todo lo demás es puro cuento y oportunismo político. Es decir, que la táctica de un partido verdaderamente obrero y revolucionario, nunca deja de estar férreamente determinada por su estrategia para la toma del poder y la consecuente aplicación de un programa para la transición del capitalismo al comunismo. Y desde que la organización minoritaria de propaganda teórica pasa a la acción convertida en partido político, el programa en materia de estrategia nunca se modifica, si no es porque los principios políticos determinados por la teoría científica y los intereses históricos de la clase que ese partido dice representar, se traicionan en la práctica. Como hicieron los stalinistas y lo hacen hoy organizaciones como el P.O. argentino. Por tanto, cualquier táctica que se independice de la estrategia de poder objetivamente determinada, es una traición a los intereses dela clase que se dice representar.

El oportunismo invierte los términos de la prelación entre táctica y estrategia. Es decir, abandona los principios estratégicos supeditándolos a la pura táctica según los vaivenes en el escenario de la lucha reivindicativa de la clase social cuyos intereses estratégicos tales partidos políticos del sistema dicen hipócritamente representar, sin sacar los pies del tiesto burgués en ningún momento. El oportunismo es esencialmente pragmático, señor NN. Sacrifica la finalidad de la lucha según los principios teórico-científicos que deben orientar la acción política revolucionaria en cada momento, a la táctica que el sistema de vida imperante y sus clases dominantes exigen y las masas ignorantes de su situación comparten con su enemigo estratégico. Los oportunistas cultivan en sus adeptos la ignorancia en materia principios teóricos y estratégica política. Y lo hacen por simple razonamiento circular de naturaleza contrarrevolucionaria, aprovechándose de esa ignorancia general de las mayorías y en su nombre, para no perder adeptos por su izquierda y así poder medrar electoralmente en la relación institucional con sus demás colegas de otros partidos burgueses, que también aportan lo suyo a esa ignorancia. Ni más ni menos que como hizo la Iglesia católica en tiempos de Copérnico, Galileo y Giordano Bruno. Son como una veleta que cambia de posición según el sentido en que ocasionalmente sopla el viento. O como el camaleón, que cambia de color según la ocasión. Sí. El principio fundamental de los oportunistas es carecer de principios. Se ubican entre los que piensan y actúan según les va en la feria, señor NN.

O sea, que la estrategia de los oportunistas consiste en la pura táctica oportunamente adaptada a las circunstancias de la clase social en el poder, en este caso a la dictadura social de la burguesía, políticamente apuntalada de modo solapado por organizaciones como el Partido Obrero argentino. Ésta vino siendo, a nuestro juicio, la naturaleza política que define a organizaciones como ese partido prácticamente desde sus orígenes. En síntesis, que este tipo de política se resuelve en no hacer nada por impulsar la revolución, sino bien al contrario: adaptarse a las contingencias políticas de la lucha entre distintos partidos de su misma naturaleza contrarrevolucionaria, orientados a preservar el “status quo” burgués, con una práctica política determinada por la evolución de la lucha reivindicativa de los explotados al interior del capitalismo. De ahí el haberles observado nosotros que sus denuncias en torno a cuestiones políticas coyunturales —como la posible privatización del subte en la capital Argentina—, no vaya más allá de esa ocasión circunstancial propicia para los fines de las eventuales contiendas electorales. Para medrar institucionalmente al interior del Estado burgués argentino. Nada más, señor NN.

Por eso se felicitan y alegran tanto, cuando consiguen aupar algún que otro miembro del partido a la condición de concejal o alcalde de la circunscripción político-institucional en que actúan. Porque con esa notoriedad pública de los promocionados se refuerza la organización burocrática del partido ante sus bases instruidas en la pura táctica al mejor estilo del reformista político más desembozado, Eduard Bernstein, para quien el poder obrero consiste en ganar escaños avanzando electoralmente de estación en estación, hasta llegar sin contratiempos al destino final: el gobierno, con la precisión de un horario de ferrocarril dentro del Estado burgués, que no se sabe por qué tipo de sortilegio convertiría el capitalismo en “socialismo”. Así fue como definió a este célebre oportunista Rosa Luxemburgo.

Y cumpliendo ese objetivo prefijado —como única estrategia—, los oportunistas saben por puro instinto animal primitivo de adaptación al medio en que vive, que el prestigio del partido se proyecta hacia arriba obteniendo más votos para meter cuantos más militantes en las instituciones políticas del sistema, mejor. Tal es la máxima perseguida por el líder de ese partido, Jorge Altamira. Y cuanto más alto lleguen en ese escalafón político-institucional con sus dirigentes —si es posible hasta asumir el gobierno— miel sobre hojuelas. Porque el poder que confiere dirigir el Estado capitalista en cualquier país, es neesariamente proporcional a la sumisión frente a los poderes fácticos económicos y militares como condición de estabilidad en ese séquito, lo cual fortalece el poder burocrático de ese partido, es decir, la autoridad ideológica y política de esos dirigentes sobre sus bases partidarias extraviadas y, por natural extensión, así se refuerza el aparato ideológico y político del Estado burgués ante las masas explotadas en general. Y eso la burguesía sabe premiarlo, como la zanahoria que se le ofrece a un elefante de circo para que obedezca las instrucciones de su domador. Esta es la lógica política que practican todos los oportunistas, señor NN. Un secreto razonamiento de secta, que no se asimila a un silogismo de la forma típica, sino a la lógica real contrarrevolucionaria determinada por el pragmatismo, que es burgués por naturaleza social y política. Porque aisla a los explotados separándolos del saber sobre su propia situación en el sistema, alejándolos de la revolución que exige la ciencia.

La prueba más palpable y evidente del oportunismo político que practica ese partido, está en que, según las insólitas declaraciones al periódico La Nación.com" el 23/09/12, el dirigente Néstor Pitrola dice que el P.O. es marxista leninista y trotskista, para seguidamente cometer —sin darse cuenta— el revelador desliz de desdecirse de la forma más chaquetera afirmando: Tenemos un programa que se reelabora todas las semanas.

La política revolucionaria se define como la ciencia del poder en la lucha entre clases sociales para los fines objetivamente determinados de cambiar el orden de cosas existente. No para cambiar la relación de poder entre partidos políticos que se disputan el gobierno manteniendo el mismo orden de cosas existente, férreamente amarrado por las leyes de un tipo de Estado, que legalmente se reserva el monopolio de la violencia. Así es como Gramsci distinguió rigurosamente entre gran política y pequeña política. La pequeña política entre partidos sin sacar los pies del tiesto burgués, es la lucha por el gobierno dentro de un mismo sistema social dominante, es decir, la de andar por casa al interior de un Estado capitalista. La Gran Política es la que se orienta a cambiar el sistema de vida existente. Exponiéndose, naturalmente, a ser objeto del monopolio de la violencia.

Un programa político efectivamente revolucionario, según el marxismo-leninismo, se elabora el mismo día en que se constituye un partido de tal carácter para la toma del poder, de acuerdo con el resultado de la teoría científica aplicada a la base material o económica del sistema que se hace objetivamente necesario revolucionar. El programa revolucionario prescribe, pues, lo que es necesario hacer según los resultados de la investigación científica. Y en esto el partido revolucionario no se puede desviar nunca ni un milímetro sin dejar de serlo, señor NN. En tal sentido, reiteramos una vez más con Lenin que:

<<Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo, va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aun, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia, a saber: primeramente por el hecho de que nuestro partido sólo ha empezado a formarse, solo ha empezado a elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar al movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente estos últimos tiempos se han distinguido (como hace ya mucho predijo Axelrod a los “economistas” [con propensiones burguesas en el partido] ante una reanimación de las tendencias no socialdemócratas. En estas condiciones, un error [teórico] “sin importancia” a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos [en la práctica], y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años>>. (V. I. Lenin: “¿Qué Hacer?” Cap. I Aptdo. d) Engels sobre la importancia de la lucha teórica. Febrero de 1902. Lo entre corchetes nuestro)

Sin ajustarse a esta máxima del pensamiento revolucionario, modificar un programa político en cuestiones estratégicas sin justificación teórica científicamente probada es inadmisible. Por tanto, si es como el señor Néstor Antonio Pitrola confiesa, en cuanto a que el programa del P.O se reelabora todas las semanas, el oportunismo político de ese partido salta a la vista. ¿Es ésta la excusa para no darlo a conocer? Cambiar el programa de un partido político con tal frecuencia —aunque solo sea en cuestiones de táctica—, solo es posible hacerlo a “piaccere” de unos pocos dirigentes miembros del Buró político del Comité Central. Y ese es el colmo de la burocracia. ¿O es que estos señores convocan a su militancia y realizan un congreso cada siete días con el trabajo previo que ello supone? Si así es, ¿cómo lo consiguen? En fin, todo un disparate inconcebible.

Un Partido político que se dice obrero con un programa que cambia con arreglo a una táctica ayuna de toda estrategia de poder, y con arreglo al éxito en la lucha política electoralista entre partidos burgueses al interior de un Estado de naturaleza social capitalista —como es el caso en el que se ha implicado el P.O. participando dentro de la instituciones políticas de la burguesía—, es imposible que pueda llegar a ejecutar una política revolucionaria, porque se acomoda inevitablemente a la realidad política burguesa y a la conciencia naturalmente aburguesada de las mayorías sociales inconscientes bajo circunstancias no revolucionarias. Y esa política obstaculiza el camino hacia la revolñución.

Por tanto, una organización política que se amanceba dentro de las instituciones políticas de la burguesía y cuya acción política no excede o se limita a la dialéctica entre partidos de su mismo carácter pragmático, cuya práctica consiste en medrar electoralmente haciéndole concesiones ideológicas estratégicas al enemigo de clase en la conciencia de los explotados, su programa nada puede tener que ver con la lucha política entre clases sociales ni, por tanto, con una estrategia de poder de los asalariados para instaurar un Estado obrero, lucha cuyo carácter y consignas deben ajustarse a lo que la ciencia del Materialismo Histórico ha dejado determinado en las Obras de Marx y Lenin.

Y una organización política que limita sus denuncias a lo que hace determinada patronal o un gobierno que ataca los intereses inmediatos de los asalariados, así como a lo que hacen otros partidos burgueses en el ejecutivo y en el parlamento en menoscabo de los mismos intereses inmediatos que dicen defender, en modo alguno puede conducir a la ruptura revolucionaria de ese partido con la burguesía en su conjunto. Lo único que puede pasar con un partido que opta por semejante compromiso con las instituciones políticas del sistema capitalista desde la inconfesada perspectiva de un sector de la clase dominante, es que se corrompa. Porque las instituciones políticas de todo estado capitalista son corruptas y corrompen políticamente, señor NN. Eso está probado y tanto Marx y Engels, como Lenin, Trotsky, Bordiga, Pannekoek, Rosa Luxemburgo, Gramsci y tutti quanti que hayan profesado y promuevan la revolución socialista de verdad, aun con errores, no se han cansado ni nos cansaremos nosotros de decirlo y ser consecuentes con lo que decimos.

El oportunismo fué tan falso siempre, como una promesa de pago firmada en condiciones de crisis, señor NN. La participación del P.O. durante la reaccionaria marcha Blumberg en 2004, lo dice todo acerca de la desembozada naturaleza oportunista burguesa de izquierda que demuestra ese partido, deriva por la que no puede sino gravitar prácticamente por la pendiente de la contrarrevolución en nombre de la revolución.

¿Por qué le hemos criticado su oportunismo a ese partido en relación con la política de Cristina Kirchner y su acuerdo con Mauricio Macri —empresario y líder del partido político “Propuesta Republicana”— para que su gobierno a cargo de la Capital se haga con la gestión del "subte" como medida previa a la privatización de ese servicio de transporte y, en ese caso, la pérdida de puestos de trabajo y conquistas de sus asalariados convirtiéndole en un negocio para el capital privado, tal como ya ocurriera desde principios de 1994 durante el gobierno de Menem?

Nosotros obviamente no cuestionamos el compromiso del P.O. en esa lucha contra las medidas anti-obreras que se propone el gobierno de la Capital. Las consideramos necesarias para que los explotados hagan su experiencia. Pero criticamos que ese partido se inhiba de enlazar esa táctica con la imprescindible estrategia de poder obrero, diciéndoles a los explotados toda la verdad, explicándoles la naturaleza de las crisis y advirtiéndoles que si no acabamos con el capitalismo asumiendo políticamente las consignas necesarias para ello, la privatización de los servicios públicos esenciales a escala mundial será inevitable. Porque esto es lo que está exigiendo el enorme capital líquido excedentario actualmente ocioso en manos de la burguesía, que se sigue negando a aflorar lo que dejó de invertir en la producción para dedicarlo a la especulación desde 2003 hasta hoy, porque la relación matemática y contable entre la ganancia producida y lo que cuesta producirla no conviene a sus intereses, y no conviene porque el incremento de ganancia en las presentes condiciones es proporcionalmente menor al incremento de la inversión necesaria para producirla. Algo que jamás ocurriría en una economía de tipo socialista. Porque desaparecería la ganancia capitalista sustituida por el principio: “De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad”.

El problema insoluble para los políticos profesionales al servicio de la burguesía que les mantiene, es que sacralizan la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio, tal como la Iglesia sacralizó la teoría geocéntrica de Ptolomeo. Y el caso es que durante las crisis de superproducción, gran parte del dinero disponible para inversión permanece ocioso en los paraísos fiscales, en las cajas fuertes de los bancos o en los mercados especulativos, a la espera de que el capital fijo, las materias primas y, sobre todo, los salarios —que se han desvalorizado—, se desvaloricen todavía más por el aumento del paro forzoso y la consecuente presión que ejercen los desempleados sobre los empleados, para que así acepten trabajar más por menos salario, de modo tal que la masa de ganancia producida se incremente, hasta el punto en que su tasa se vea compensada. Pero mientras esta exigencia del sistema tarda prolongando la crisis y la consecuente miseria social, el capital privado excedentario todavía inactivo que se apodera de las empresas del llamado Estado del Bienestar, convierte parte de ese capital ocioso en lucrativo, a la vez que disminuye la presión del resto de capital todavía inactivo que impide la recuperación económica del sistema. Así son las cosas y esto hay que denunciarlo para que los explotados sepan realmente en qué mundo viven y que, acabando con el capitalismo hay futuro, de lo contrario habrá recurrentemente cada vez más miseria durante períodos cada vez más largos de crisis.

Impugnamos a ese Partido porque no educa a sus militantes y al proletariado en general, porque se niega a inculcarles la idea de que tras esta crisis vendrá otra y otra cada vez más catastróficas y en lapsos cada vez más y más cortos de tiempo, según se acelera el aumento de la masa de capital acumulado a expensas de los salarios, acarreando consecuencias sociales cada vez más dolorosas y prolongadas para quienes las sufren sin haberlas provocado, pero de las cuales son también ellos responsables ante sis mismos y sus descendientes, en tanto y cuanto forman parte de la relación social que las provoca. Crisis más y más difíciles de superar para los que mandan en este irracional orden actual de cosas establecido. Estas son las razones por las que condenamos el oportunismo de ese partido político, que según todas las evidencias se ha tornado desde hace ya décadas en una formación política irreversiblemente corrupta, hipotecando el futuro de los asalariados a quimeras absolutamente imposibles. Y en lo que atañe a los asalariados, insistimos en que mientras se presten a ser masa de maniobra al servicio de las distintas fracciones políticas de las clases dominantes, en ultima instancia son ellos coresponsables de su propia situación. Porque "nadie hará por ellos lo que ellos no sepan hacer por símismos"

Los líderes del P.O. incluso chantajean al proletariado pregonando el supuesto derrumbe automático del sistema sin explicar el por qué de tal infundio, para convocar a la lucha sin más objetivos políticos que las reivindicaciones inmediatas, vendiénndoles de tal guisa veladamente la esperanza de retornar a un reformismo capitalista pequeño burgués supuestamente progresista, como único remedio para evitar el presunto cataclismo. Una falsa por quimérica e imposible alternativa, que pasó a la historia de este sistema de vida con el decurso de la acumulación del capital crecientemente centralizado cada vez en menos manos, desde hace ya más de cien años.

Marx demostró en 1863 por qué el derrumbe automático del sistema capitalista es una falacia para engaño de párvulos en materia de economía política. Ese fenómeno parece revelarse como una verdad en el hecho de que cada crisis es más difícil de superar que la inmediata anterior, porque según se suceden, es mayor la masa de capital excedente comprometido que se debe desvalorizar o destruir, como requisito ineludible para iniciar una nueva recuperación. Esto significa que el supuesto derrumbe automático es sólo una tendencia, contrarrestada por cada crisis periódica. Pero también actúa como condición necesaria para la revolución, hacia la que el proletariado con su lucha será empujado por su propio sufrimiento cada vez más insoportable, que le induce a tomar conciencia de esa necesidad, a convertir esa codición necesaria en suficiente, a luchar por el poder derrotando políticamente a la dictadura de la minoría burguesa cada vez más minoritaria.

Pero para eso es objetivamente necesario que de esas mayorías explotadas, los más conscientes empiecen por poner en su sitio a oportunistas y reformistas burgueses de izquierda como es el caso de organizaciones políticas por el estilo de P.O. y su frentes policlasistas, que dicen actuar en nombre de las ideas del “marxismo-leninismo-trotskismo” pero en los hechos las traicionan, tanto cuanto más las proclaman. Lenin dedicó gran parte de sus obras completas a esta tarea de desenmascarar el oportunismo reformista, desde 1902 hasta su muerte:

<<Todo aquel que no cierre deliberadamente los ojos tiene que ver por fuerza que la nueva tendencia "crítica", surgida en el seno del socialismo, no es sino una nueva variedad del oportunismo. Y si no juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que ellos mismos se han puesto, ni por el sobrenombre pomposo que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por la clase de propaganda que llevan a la práctica, veremos claramente que la "libertad de crítica" es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses>>. [V.I. Lenin: Op. cit. Cap. I a). El subrayado nuestro]

Esta es nuestra posición y lamentamos no poder coincidir con muchos de los que actualmente piensan como Usted a juzgar por su decisión. Pero nosotros, como reza el lema que preside la página del GPM, no tememos la imposición del aislamiento y seguiremos cumpliendo con nuestra conciencia y deber, trabajando en un todo de acuerdo con Marx, Engels y Lenin, así como con las palabras de Trotsky que acabamos aquí de citar. Sin desfallecer en nuestra firmeza de principios. Pugnando por convencer a esa mayoría, en la idea de que sin teoría científica objetivamente revolucionaria y políticamente asumida, será inevitable que por su propio instinto de conservación, la bestia burguesa lleve a la humanidad por el camino más largo y penoso. Aunque no podrá evitar que la previsión económico-científica finalmente se apodere de las masas explotadas materializándose a través de la no menos inevitable revolución socialista. Nadie se puede sustraer a los designios objetivos de la prehistoria social de la humanidad hasta que entre todos los que más la sufrimos decidamos acabar con ella para hacer nuestra propia historia como seres humanos. emancipados Porque la verdadera historia es la que protagonizan los seres humanos conscientes de su propia situación, como conditio sine qua non para ejercer en plenitud la libertad, de asumir y construir libremente su propia historia como seres humanos. La historia protagonizada y escrita por una minoría explotadora en el poder —tal como ha venido sucediendo desde el fin del comunismo primitivo hasta hoy— no es la historia sino la prehistoria de la humanidad. Sí, señor NN. La historia que nos han enseñado a nosotros y a Ud. es la historia de la explotación y la opresión de unos seres humanos sobre otros. Porque siempre ha sido la historia de las clases dominantes, no la historia de la humanidad.

Del mismo modo que los prejuicios religiosos no pudieron evitar el triunfo de la ciencia en materia de física cósmica y en otros tantos ámbitos del conocimiento universal, tampoco podrán evitarlo en materia de economía política los prejuicios sociales de hoy que interesan a una minoría cada vez más minoritaria todavía en el poder. Pero tal como están las cosas en el terreno ideológico y político —merced a organizaciones contrarrevolucionarias como el P.O argentino—, esto que estamos haciendo nosotros —y no pocos aunque todavía minoritarios grupos afines ahora mismo—, es lo único que, a nuestro juicio, se debe y puede hacer para contribuir a no prolongar o abreviar, esos dolores del necesario e inevitable parto socialista, que sin duda está en trance histórico cada vez más próximo de cumplirse. Todo es cuestión de tiempo y perseverancia en la línea correcta científicamente trazada. Porque:

<<No decimos al mundo —escribía Marx ya en 1843 y cumplió estrictamente este programa—, nosotros no decimos al mundo: ‘deja de luchar, toda tu lucha no vale nada’, nosotros le damos la verdadera consigna de lucha. Sólo mostramos al mundo por qué lucha realmente; pero la conciencia es algo que el mundo debe adquirir, quiéralo o no>> (Carta de Marx a Arnold Ruge. Setiembre de 1843)

Aquí, refiriéndose al “mundo” en el sentido de que inevitablemente “deberá tomar conciencia” de por qué lucha realmente, Marx involucra a la burguesía. Prefigurando su propia desmoralización ante una realidad que, de crisis en crisis, le vuelve consciente de su propia invalidez para perpetuarse como clase dominante. Ni más ni menos que como acaba sucediendo con cada individuo a quien la muerte le llama plenamente consciente de que agoniza, convencido de que nada tiene ya qué hacer en este mundo.

Años más tarde, Marx volvió sobre esta misma idea en carta desde Londres, remitida a su amigo Ludwig Kugelmann el 11 de julio de 1868. Allí, al final, alude a que los economistas vulgares de su tiempo, puestos ante la “la estructura interna de las cosas”, creen hacer el “descubrimiento” de que, tal como esas cosas aparecen ante los sentidos o percepciones inmediatas de la conciencia, “tienen un aspecto muy diferente”. Y entonces “se jactan de su apego a la apariencia” que “consideran como la realidad verdadera”. Seguidamente, su previsión científica le proyectó hacia un futuro que él pudo imaginarse porque ya lo había previsto. Y tal como lo estamos experimentando una vez más ahora mismo los que hoy habitamos este mundo —aun cuando muchos sigan todavía cerrando los ojos ante la verdad sobre la realidad—, le acaba literalmente diciendo a su amigo lo siguiente:

<<Una vez que se ha visto claro en esas conexiones internas, cualquier creencia teórica en la necesidad permanente de las condiciones existentes, se derrumba ante el colapso práctico (del sistema durante las crisis periódicas cada vez más y más recurrentes). Las clases dominantes, pues, tienen un interés absoluto en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de ideas. De otro modo, ¿por qué se les pagaría a estos psicofantes charlatanes (a quienes en esa misma carta llama “clérigos de la economía”), sin más argumento científico que el de afirmar que, en Economía Política, está terminantemente prohibido pensar?>> (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Esto mismo es lo que Rosa Luxemburgo quiso significar a sus veinte años escribiendo "Reforma o Revolución" (1899), al señalar que la teoría científica políticamente asumida por el proletariado, derrota políticamente a la burguesía. Pero no sin que antes, la verdad teóricamente descubierta persevere tercamente en la conciencia y comportamiento de sus vanguardias, hasta que acabe prevaleciendo en las mayorías explotadas e incluso en la propia burguesía. Porque:

<<...aun continuando materialmente bajo el yugo burgués, (el proletariado) es capaz de vencer a la burguesía, al demostrarle el carácter transitorio del actual orden social y la inevitabilidad de su victoria, una vez hecha ya la revolución en el reino de su espíritu>> (Op. cit. Segunda Parte Cap. 4 Ed. Fontamara/1978 Pp.134. En la versión informática Pp. 37. Lo entre paréntesis nuestro)

Gracias por su atención. Un saludo cordial: GPM.