13. La falacia de Marx que Böhm Bawerk quiso ver en la desviación de los precios de producción respecto de los valores.

En el punto 6 de este trabajo, presentamos el caso de cinco capitales de igual magnitud pero diferente composición orgánica en propiedad de otras tantas empresas, operando con las mismas tasas de explotación y tiempos de rotación, de lo cual resultó que cada uno de ellos produjo una desigual magnitud de valor y plusvalor respecto de los demás, según sus distintas tasas de ganancia particulares.

De semejante situación Marx dedujo la Ley de acuerdo con la tendencia general del sistema capitalista, según la cual distintos capitales de igual magnitud pero de composición orgánica desigual y tasas de ganancia particulares también desiguales, resulta que por mediación de la competencia en el mercado capitalizan ganancias de magnitud igual, según la tasa general de ganancia media resultante del proceso de transformación de valores individuales a precios de producción:

<<Esta igualdad de los precios de costo (de distintas empresas capitalistas) constituye la base de la competencia de las (respectivas) inversiones de capital, mediante las cuales se establece la ganancia media (que distribuye la ganancia total producida entre ellos, según la magnitud con que participan en el común negocio de explotar trabajo ajeno)>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. IX. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).

El problema sobre el cual han puesto la lupa todos los detractores de Marx, ha sido la diferencia entre los valores producidos por cada empresa y los precios de producción resultantes de la confrontación de sus productos en el mercado. De aquí sacaron la conclusión propia del “sano” sentido común, según la cual quedaba refutada la Ley de los valores mercantiles según el tiempo de trabajo medio simple insumido en ellos. Y el primero en salir a la palestra para denunciar esta supuesta inconsistencia lógica en el pensamiento de Marx fue, precisamente, el señor von Böhm Bawerk en su artículo: “La Conclusión de Marx” escrito y publicado en 1896:

<<La ley de valor afirma que sólo la cantidad de trabajo determina los términos de intercambio; los hechos demuestran que no es sólo la cantidad de trabajo o los factores de acuerdo con ella, lo que determina los términos de intercambio. Estas dos afirmaciones tienen entre sí la misma relación como la que hay entre afirmar algo y negarlo. Sí y No. Quien acepte la segunda afirmación —y la teoría de Marx en cuanto a los precios de producción incluye esta aceptación— contradice de facto la primera (es decir, la Ley del valor, según el tiempo de trabajo)>>. (Op. cit. Cap. III. Análisis de cómo se plantea la rentabilidad promedio en el argumento de Marx. Lo entre paréntesis nuestro)

Y más adelante:

<<De acuerdo con Marx (según lo que dejó dicho en los dos primeros volúmenes), si la oferta y la demanda no ejercen ninguna influencia en el nivel de los precios permanentes (entiéndase valores al interior de cada empresa), ¿cómo puede (luego, en el tercer volumen) la competencia, que es idéntica en su relación, ser la fuerza que cambia el nivel de los precios permanentes (es decir) del nivel del "valor" a un nivel tan diferente como es el precio de producción?
¿No vemos, acaso, en este recurso forzado e inconsistente de la competencia
(considerado ahora) como el deus ex machina que lleva los precios permanentes desde ese centro de gravitación determinado por la teoría del trabajo incorporado, hacia otro centro, una confesión involuntaria de que las fuerzas sociales que determinan la vida misma llevan en sí, y mueven a la acción, los determinantes elementales de los términos de intercambio que no pueden reducirse al tiempo laboral, y que, consecuentemente, el análisis de la teoría original que hacía del tiempo de trabajo la única base de los términos de intercambio, era incompleto y no correspondía a los hechos? (E. von Böhm Bawerk: Op. cit. Cap. IV Sección 3: El colmo de la inconsistencia en el argumento de Marx. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Sí. La metodología de investigación empleada por Marx para la determinación del valor de las mercancías según el sistema de referencia correspondiente a la etapa precapitalista del intercambio mercantil simple, ha sido rigurosamente científica y a este importante asunto ya nos hemos referido brevemente en el apartado anterior, pero que ahora, en mérito a la necesaria claridad, las circunstancias obligan a ser más exhaustivos.

Ya nos hemos referido en este mismo trabajo a la diferencia entre la esencia o razón de ser de las cosas respecto de sus diferentes y variables formas de manifestación sensible llamadas fenómenos, como por ejemplo sucede en economía política entre los precios, que varían según la productividad del trabajo, la oferta y la demanda o la cantidad de dinero en circulación, lo cual no haría más que impedir o dificultar el trabajo de descubrir dicha razón de ser que, en nuestro caso, es el valor, es decir, lo constante o científicamente necesario frente a lo voluble o contingente.

En cualquier ciencia, de lo que se trata no es mezclar para confundir los fenómenos con su concepto, es decir, lo que necesita ser explicado con su explicación. Explicar la relación de valor entre dos mercancías bajo condiciones precapitalistas de intercambio mercantil simple, es lo que hizo Marx en los primeros capítulos del Libro I de "El Capital”, lo cual exige previamente comprender que, como valores mercantiles, todas las mercancías son cualitativamente iguales y solo difieren por la cantidad de unidades en que se intercambian a uno y otro lado de la relación (Ej.: 5 lechos = 1 casa) siempre y cuando ambos términos equivalgan al tiempo de trabajo medio simple contenido en ellas. Se intercambian convirtiéndose las unas en las otras según su equivalencia en proporciones unitarias cuantitativamente determinadas, según el tiempo de trabajo promedio simple igual que contienen.

El valor de cambio entre dos mercancías supone, por tanto, la relación social de igualdad económica entre sus respectivos propietarios, repetimos, bajo condiciones tempo-espaciales de intercambio mercantil simple:

<<Un libro, que posee un determinado valor, y si una libra de pan posee el mismo valor, se intercambian entre sí, son el mismo valor (social) solo que contenido en distinto material>> (K. Marx: “Grundrisse” Primera parte. Cap. II Valor y precio. Ed. Grijalbo/1977 Pp. 63)

Pero en la realidad, lo normal es que los precios nominales de las mercancías —que vienen expresados en dinero—, difieran de sus valores según el tiempo de trabajo contenido en ellas, que varía según la productividad del trabajo que las crea:

<<Ellos (los precios nominales medidos en dinero) son constantemente diferentes y no coinciden nunca (con sus respectivos valores de referencia), o solo ocasionalmente y como excepción. El precio de cada mercancía está siempre por encima o por debajo de su valor, y el mismo valor solo existe en el up and down (sube y baja) de sus precios. La demanda y la oferta determinan constantemente los precios de las mercancías; estas no coinciden nunca o solo ocasionalmente; pero los costes de producción (según los tiempos de trabajo) determinan, por su parte, las oscilaciones de la oferta y la demanda>>. (Op. cit. Lo entre paréntesis y el sbrayado nuestros)

Esto último significa que los valores de las mercancías según los tiempos de trabajo contenido en ellas, son el referente fundamental de gravitación al cual los precios nominales deben su existencia. Por lo tanto, a los fines de la investigación teórica científica para la determinación del valor de las mercancías —como núcleo gravitatorio central determinante del movimiento de los precios nominales—, el supuesto simplificador de precios constantes y equilibrio entre oferta y demanda —tanto en el mercado de mercancías como en el mercado de trabajo— es lo apropiado. Sobre este mismo argumento Marx volvió de modo más convincente en su obra central:

<<Nada es más fácil de comprender que las desigualdades de la oferta y la demanda y la consiguiente divergencia entre los precios (nominales) de mercado y los valores de mercado. La dificultad estriba en qué debe entenderse por coincidencia entre la oferta y la demanda>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. X)

Y ya hemos visto que cuando la oferta y la demanda coinciden, gran parte de las mercancías de una misma especie se venden a un mismo valor de mercado o precio promedio llamado “de producción” fijado por la Tasa General de Ganancia media, “ni por encima ni por debajo de él”, dice Marx. Y seguidamente se pregunta: ¿por qué a ese precio y no a otro cualquiera? Ante esta perturbadora pregunta, todos los economistas vulgares se han quedado sin respuesta. Intuyen que intentar contestarla es como mentar la soga en casa del ahorcado. Porque saben que esa soga está donde Marx la fue a buscar, esto es, a la esfera de la producción, que es donde resplandece todo pensamiento libre representado en la Grecia clásica por el espíritu de Atenea.

Todos menos uno y ese ha sido von Böhm Bawerk, presentando el símil de un globo aerostático:

<<Todos saben que un globo se eleva siempre y cuando esté lleno de gas, ya que éste es más liviano que el aire. No sube indefinidamente, sin embargo, sino que sólo hasta cierta altura, donde permanece flotando hasta que algo ocurra —un escape de gas, por ejemplo, lo que alterará las condiciones. Ahora bien, ¿cómo se regula el nivel de altitud y mediante qué factor se determina? Esto es demasiado evidente. La densidad del aire disminuye mientras se eleva. El globo se eleva sólo hasta que la densidad del estrato circundante de la atmósfera sea mayor que su propia densidad, y deja de elevarse cuando su propia densidad y la densidad de la atmósfera se equilibran. Por lo tanto, mientras menor sea la densidad del gas y más alto el estrato de aire en el que encuentre el mismo grado de densidad atmosférica, mayor será la altura del balón. En tales circunstancias es obvio que la altura que alcanza el globo no puede ser explicada sino considerando la densidad relativa del globo por una parte y la del aire por otra. Sin embargo, ¿cómo se presenta el asunto desde el punto de vista de Marx? A cierta altura ambas fuerzas, densidad del globo y densidad del aire circundante, se equilibran. Por lo tanto, "dejan de actuar", "no explican nada", no afectan el grado de elevación, y si quisiéramos explicar este fenómeno, tendría que decir que se produce por "algo ajeno a la influencia de estas dos fuerzas". "Entonces", decimos, "¿por medio de qué?'' (…)
Creo que la falacia aquí es obvia, y no es menos obvio que la misma falacia está en la base de los argumentos mediante los cuales Marx descarta la influencia de la oferta y la demanda en el nivel de los precios permanentes>>.
(Op. cit.: El equilibrio de la oferta y la demanda no significa la eliminación de estos factores.)

Nuestro detractor creyó en lo que quiso estar pensando pero le salieron mal las cuentas, porque la verdad es que tanto el fenómeno del ascenso —provocado por la diferente densidad aérea que al principio pesa más al exterior del globo— como el que se produce cuando, según el artefacto asciende y el aire al exterior se enfría determinando que su densidad disminuya hasta igualarse con la de su interior deteniendo el ascenso, ambos fenómenos se explican no por la eventual contingencia de una pérdida de gas —que científicamente debe suponerse como no sucedida— sino por la altura, que disminuye el peso del aire al exterior del globo hasta que ambas se igualan. Y allí donde se igualan dejan de actuar y esa es la causa de que el globo se mantenga estático. La altura no se explica, pues, por la densidad del aire —como ha supuesto Böhm Bawerk— sino al contrario: la densidad por la altura.

Así, pues, la altura respecto de la superficie terrestre hace necesariamente al peso molecular del oxigeno en la física, lo que —a la inversa— el tiempo de trabajo medio simple hace al valor de las mercancías en la economía política. Falacia monumental es, por tanto, la que Böhm Bawerk ha cometido pretendiendo explicar el fallido fenómeno del ascenso en globo aerostático, por un fortuito escape de gas.

Esto explica que los economistas vulgares al estilo von Böhm Bawerk servidores de la burguesía, con su pensamiento férreamente amarrado a las formas de manifestación sensible de las cosas, sostengan que el valor económico está determinado por la cambiante relación entre oferta y demanda bajo el influjo de la competencia, confundiendo así al valor con sus precios medidos en dinero; como si la competencia fuera un axioma que no necesita explicación. A esto también respondió Marx según lo citado ya en el apartado 11 concluyendo en que:

<<.....la competencia debe encargarse de explicar todas las faltas de lógica en que incurren los economistas, mientras que, por el contrario, son los economistas burgueses quienes tendrían que explicar la competencia>>. (“El Capital” Libro III Cap. L)

Finalmente, para determinar la influencia de los cambios que la productividad del trabajo ejerce sobre la formación del valor y la magnitud del plusvalor contenido en las mercancías, Marx procesó su investigación suponiendo inalterado el valor del patrón monetario que por entonces era la mercancía oro y hoy es el dinero fiduciario.

Si el oro o la plata adoptados como medida de valor reuniesen la cualidad de que sus respectivos valores intrínsecos se mantuvieran inalterados frente a los cambios en la productividad del trabajo, en tal caso al estudiar la relación con arreglo a la cual estas dos mercancías-dinero se cambian por otras, podríamos muy fácil y exactamente medir las variaciones de valor de esas otras mercancías a través de su precio en oro o en plata. Esto es lo que sostuvo Samuel Bailey, quien pasó a la historia de la doctrina económica por el cúmulo de sus equivocaciones:

<<Se pone pues, de manifiesto aquí que, cualesquiera que sean las circunstancias, solo se trata de un dinero que, en cuanto medida de valores —teórica o práctica— ella misma, como mercancía, no se halla sujeta a variaciones de valor>> [S. Bailey: “A Critical Dissertation on de Nature, Measures and Causes of Value” glosado por Marx en: "Teoría Sobre la Plusvalía” Libro III Cap. XX 3 d) ?]

Bailey incurrió aquí en una contradicción en sus propios términos, porque cualquier mercancía, no por el hecho de fungir como dinero su valor es inmutable y deja de estar expuesta a las variaciones de su valor intrínseco provocadas por cambios en la productividad del trabajo que la crea, como fue y sigue siendo el caso del oro. Y es que Bailey cometió el error de confundir medida de valor con causa de valor:

<<Es, en realidad, una diferencia muy importante [la que media] entre medida de valor (en términos de dinero) y causa de valor [que Bailey pasa por alto]. La causa (creadora) de valor (es el trabajo, que no es valor pero que) convierte a los valores de uso en valor (intrínseco o inherente a cada mercancía). La medida de valor (externa o extrínseca a una mercancía que funge como dinero) presupone ya {en ella} la existencia del valor. (…) La causa del valor (es la sustancia del valor en tanto que trabajo creador de valor) y, por tanto, su medida inmanente>> (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

En el caso del dinero-papel o papel-moneda —también llamado fiduciario—, su “valor”, es decir, su poder adquisitivo es igual a la inversa del nivel de precios, que también varía o muta según la distinta productividad del trabajo de las mercancías que inciden en la formación de tales precios, o bien según la cantidad de billetes inyectada en la economía. A mayores precios de las mercancías, menor “valor” o poder adquisitivo del dinero y viceversa. Contradiciendo esta lógica, Bailey ha dicho:

<<Entiéndase bien: no niego que los valores de las mercancías se comporten entre sí como cantidades de trabajo que se necesitan para producirlas, o que los valores de las mercancías se comporten entre sí como los valores del trabajo. Afirmo simplemente que, si lo primero es cierto, no puede ser falso lo segundo>>. (Loc. Cit., Pp. 92 en Ibid.)

Lo que vino a decir aquí Bailey, es que el trabajo es una mercancía y que, como tal, tiene valor. Aquí reside el error de su razonamiento. El trabajo asalariado o fuerza de trabajo es, esfectivamente, una mercancía que los asalariados entregan a los capitalistas en el mercado laboral a cambio de un salario, es decir, al valor de las mercancías que cada asalariado debe consumir para reproducir su energía, en las condiciones óptimas que le permitan seguir trabajando para su patrón. Pero el trabajo en la sociedad capitalista, el que cada operario ejecuta durante la jornada de labor, eso no es una mercancía y, como tal, carece en absoluto de valor.

Si el trabajo fuera valor, debiera pagarse por él, es decir, tendría valor de cambio. Pero el caso es que los capitalistas no pagan un salario a cambio del trabajo que ejecutan los asalariados en sus empresas. Pagan a cambio de su fuerza de trabajo, es decir, de su capacidad para trabajar. Si pagaran por lo que sus asalariados trabajan, el capitalismo como sistema de vida social hubiera sido tan inviable como imposible la producción de plusvalor para su capitalización por la patronal:

<<Aquí reside la razón oculta de por qué Adam Smith dice que, a partir del momento en que se interpone el capital (entre los productores directos dando fin a la etapa de la producción mercantil simple) y, consiguientemente, (introduce) el trabajo asalariado, lo que regula su valor (el de los artículos que los asalariados necesitan para vivir) no es la cantidad de trabajo invertida (por los capitalistas) en esos productos, sino la cantidad de trabajo que con esa inversión (en salarios) pueden disponer (para convertirla en plusvalor sin pagar nada a cambio)>> (K. Marx: “Teorías sobre la plusvalía” Cap. XV B El problema de la plusvalía en Ricardo. Aptdo. 2: Valor de la capacidad del trabajo y valor del trabajo)

Una cosa es el tiempo de trabajo que el capitalista compra a cambio de su equivalente al salario que paga, y otra el tiempo de trabajo adicional del que dispone para producir plusvalor sin pagar nada a cambio. La conclusión que Marx extrajo de esta realidad, es que, para el trabajo asalariado como mercancía y base sobre la cual descansa la producción capitalista, NO RIGE LA LEY PRECAPITALISTA DE LOS VALORES MERCANTILES. Y sigue Marx:

<<…No gobierna, por tanto, la producción capitalista en términos generales. Hay aquí, pues, una contradicción>>. (Op. cit. Aptdo. 1 Cantidad de trabajo y valor de cambio)

¿Es ésta una contradicción imputable al pensamiento de Marx o a la propia realidad del capitalismo? ¿Por qué bajo el capitalismo no rige para el trabajo asalariado la ley del valor entre mercancías equivalentes que rigió bajo la etapa de la producción mercantil simple? Porque en el valor de las mercancías que fabrican con el concurso de sus asalariados, los patronos naturalmente incluyen el plusvalor resultante del trabajo excedente que obtienen y a cambio del cual no han pagado nada. Es decir, que entre patronos y asalariados se verifica un intercambio realmente desigual, circunstancia que no se daba en la etapa correspondiente al intercambio mercantil simple.

Efectivamente, los valores —que von Böhm Bawerk llamóprecios permanentesno sufren cambios en tanto que se producen al interior de cada empresa siempre que lo hagan en el mismo tiempo de trabajo insumido por sus respectivas estructuras productivas, que la contabilidad interna permite cuantificar y contabilizar con toda exactitud en términos de dinero, por completo a cubierto de las incidencias del mercado.

En este ámbito o esfera de la economía social, la lógica interna con la cual operan los distintos capitales en cada empresa es la siguiente: aquellos de más alta composición orgánica relativa, emplean un menor número de asalariados para mover un mayor número de medios de producción con el mismo gasto en energía laboral. Por tanto, mayor resulta ser allí la productividad del trabajo y menor el valor contenido en cada unidad de producto. Pero en semejantes condiciones, también resulta ser menor el plusvalor creado y menor la tasa de ganancia resultante de esa estructura productiva. Por su parte los capitales de igual magnitud pero de más baja composición orgánica relativa, emplean más asalariados para mover un menor número de medios de trabajo, con lo cual operan a más bajos niveles de productividad y obtienen más valor y plusvalor contenidos en cada unidad de producto elaborado a tasas de ganancia más altas.

Otra es la problemática que se plantea y los cambios o desviaciones que sufren los distintos valores contenidos en otros tantos productos elaborados por capitales de igual magnitud pero de distinta composición orgánica, cuando una vez producidos salen de los límites de sus respectivas empresas y los valores imotarios de sus respectivos productos naturalmente desiguales—, ingresan en otro ámbito, medio o sistema de referencia llamado esfera de la circulación o mercado, donde quedan expuestos a los vaivenes de la oferta y la demanda confrontados unos con otros. Allí se socializan convertidos en mercancías sin dejar de ser capitales (en el ejemplo, Marx los ha supuesto de igual magnitud para no complicar el análisis sin menoscabo de su rigor científico).

De este proceso en la esfera de la circulación o mercado al que son sometidos por la competencia los distintos capitales, resulta que los valores creados en la esfera de la producción, se transforman en precios de producción, al mismo tiempo que las diferentes tasas de ganancia empresariales sintetizan en una sola Tasa General de Ganancia Promedio, de tal modo que el plusvalor global se distribuya equitativamente entre los cinco capitales, en el ejemplo de Marx todos ellos de igual magnitud y que, por tanto, también participan por igual o equitativamente en el común negocio de explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación.

Pues bien, de esta forma de manifestación de los valores mercantiles bajo el capitalismo, von Böhm Bawerk concluyó que, al conseguir que prevalezcan los precios de producción, la competencia invalida los valores creados por los distintos capitales, dejando sin sentido la teoría objetiva del valor según el tiempo de trabajo medio simple empleado en cada empresa. Es como si por el hecho de verificarse la refracción de la luz al pasar de un medio menos denso como el aire, a otro más denso como el agua —modificando su ángulo de incidencia—, tal fenómeno dejara de verificar la propagación rectilínea de la luz en el medio aéreo.

Con esta misma grosera “lógica” subjetivista o empírica que el señor von Böhm Bawerk empleó para embestir contra la teoría objetiva del valor precisada por Marx, podría afirmarse que al ser histórica y lógicamente superado por el valor de cambio típico de la economía mercantil simple, el valor de uso propio de la economía autosuficiente quedó sin sentido, lo cual invalidaría todo el entramado de su teoría subjetivista basada, precisamente, en el referente de los valores de uso. Sin embargo, no fue ésta la conclusión que sacó nuestro aristócrata reciclado a burgués sociológico. Su deliberada omisión al mejor estilo de los sofistas griegos y romanos, fue la que le permitió formular su peregrina proposición de que el valor de una mercancía se puede calcular experimentando la utilidad marginal de su correspondiente valor de uso.

A finales del siglo XVII, Isaac Newton enunció tres leyes que revolucionarían la física. La primera ley de la inercia, establece que en ausencia de fuerzas aplicadas, un cuerpo en reposo permanecerá en reposo y uno en movimiento rectilíneo uniforme, seguirá así permanentemente. Esto también lo hizo valer para el caso de la luz. Sin embargo, supuso que la velocidad de la luz aumenta bruscamente al pasar de un medio menos denso a otro más denso y que su dirección también cambia salvo que su incidencia sea vertical. En realidad, la suposición de que la velocidad de la luz es mayor en los materiales más densos resultó ser falsa. Siendo verdad que la velocidad de la luz varía por el hecho de pasar a un medio relativamente más denso, su cambio consiste en una reducción de la velocidad no en un aumento, lo cual solo pudo verificarse recién cuando se conoció la velocidad de la luz. Posteriormente también pudo demostrarse la curvatura de la luz por efecto de la gravedad. Pero de aquí en modo alguno a nadie se le ocurrió jamás afirmar, que la propagación rectilínea de la luz quedara invalidada.

Marx explicó lo que ocurre si se incrementa la productividad del trabajo utilizando maquinaria tecnológicamente mejorada, con el mismo gasto de energía laboral, cuyo resultado es que aumenta el plusvalor relativo en la misma medida que devalúa el salario, aunque sin mengua de su poder adquisitivo.

Pero si la cadencia mecánica de la misma maquinaria se acelera y el gasto en energía laboral es mayor porque aumentan los ritmos del trabajo por unidad de tiempo empleado, las condiciones de la explotación se modifican de modo que el plusvalor relativo aumenta al tiempo que disminuye el valor de cada unidad de producto, pero el valor del producto total se mantiene constante. Marx trató este asunto de la intensificación del trabajo en “Teórías de la Plusvalía”, como consecuencia de la aplicación de la maquinaria en manos del capital sobre la base de una composición orgánica del capital constante, cuando a cada obrero se le pone a mover más medios de producción al mismo tiempo. El resultado sólo es posible si la productividad del trabajo sigue siendo la misma pero se aumenta el ritmo de funcionamiento del capital fijo poniendo a cada operario en trance de tener que ejecutar más operaciones en un mismo espacio de tiempo por un mismo salario. Por ejemplo, que en cinco horas despliegue más energía y su trabajo rinda más producto que en ocho. En este caso, si tal como hemos supuesto la productividad se mantiene constante, el producto global sigue conteniendo el mismo valor que antes; pero aumenta el número de unidades del producto mientras que la retribución salarial sigue siendo la misma; por tanto, su valor en realidad aumenta, y este aumento de valor, se traduce en un aumento del plusvalor embolsado por el capitalista. Así:

<<…El capitalista saldrá aquí ganando 3 horas, exactamente lo mismo que si aumentara la productividad del trabajo, cuando, en realidad, este no ha aumentado su productividad.>> (K. Marx: Op. Cit.).

Ahora bien, si se trata de uno o varios casos aislados en el marco de un mismo país o espacio económico de formación de valor, el mayor grado de intensidad del trabajo aplicado en estas esferas de la producción y su plusvalor resultante, se contará como trabajo simple potenciado o trabajo complejo. Pero, en realidad, bajo semejantes condiciones estas expresiones no son más que eufemismos para ocultar que se trata de una modificación de la ley del valor que permite vender mercancías por encima de su valor, esto es, que se anula la ley del intercambio entre valores equivalentes, del mismo modo que una nave espacial puede anular la ley de la gravedad al ingresar en otro sistema de referencia o bajo distintas condiciones (de ingravidez). Pero esto no hace más que confirmar la ley general vigente bajo condiciones no modificadas. Tan es así que, no bien la excepcionalidad de esos casos de mayor intensidad relativa del trabajo se generaliza en un determinado mercado nacional por efecto de la competencia, el precio de cada mercancía debe descender con arreglo a las cantidades ofrecidas en el mercado, tal como cuando la nave espacial regresa a la Tierra. Así lo dice Marx y es cierto no precisamente porque se haga falacia de autoridad:

<<Si esta intensificación del trabajo fuese general, descendería necesariamente el valor de la mercancía con arreglo a la reducción del tiempo de trabajo. El grado de intensidad se convertiría en su grado medio, en su cualidad natural. Pero cuando esto ocurre en determinadas esferas [de la industria respecto de otras], se trata de trabajo compuesto, de trabajo simple potenciado. Menos de una hora de trabajo más intensivo rendirá entonces tanto como el más extensivo y aportará el mismo valor. […] Dentro de estos límites, podemos afirmar lo siguiente: Si el capitalista no paga nada por la extensión o intensificación del trabajo, aumentará su surplus value [plusvalor] (y también la ganancia, suponiendo que no se dé cambio alguno en el value del capital constante, puesto que el modo de producción sigue siendo el mismo) —su ganancia— ha aumentado más rápidamente que su capital. No pagará no necessary labour [ningún trabajo necesario]>>. (Op. Cit. Lo entre corchetes es nuestro.) [25]

Pero mientras en el mercado internacional se mantenga el desarrollo desigual entre el centro capitalista y su periferia —fungiendo a modo de dos sistemas de referencia distintos al interior del mismo modo de producción—, como consecuencia directa del progreso desigual en la productividad del trabajo determinada por la composición orgánica del capital también desigual a escala internacional, los diversos grados de intensificación del trabajo no dejarán de ser la causa de una distribución internacional desigual de plusvalor, por efecto de un intercambio internacional también desigual. ¿Por qué? Pues, porque los distintos Estados nacionales obstaculizan el trasiego de capitales desde un espacio nacional a otro a instancias de la competencia, imposibilitando la formación de una Tasa General de Ganancia Media de carácter internacional y sus correspondientes precios de producción.

Marx vuelve sobre este mismo pensamiento en el capítulo XX del mismo Libro I de "El Capital", donde al principio se refiere a la diferenciación salarial entre distintos países como consecuencia de su desarrollo nacional desigual que no puede nivelarse mediante la tasa de ganancia media porque se trata de la formación del valor en espacios económicos distintos políticamente aislados uno de otro, como en sistemas de referencia de formación de valor diversos. Y en tanto esta realidad persista, la jornada laboral más intensa en los países de mayor desarrollo relativo, seguirá contando como creadora de mayor valor relativo, concluyendo que:

<<…La jornada laboral más intensa de una nación se representa en una expresión dineraria más alta que la jornada menos intensa de otra.>> (K. Marx. Op. Cit.)

Allí nos describe y explica, también, los diversos factores que intervienen en la determinación de la magnitud de valor de la fuerza de trabajo en distintos países, como son:

<<(el) precio y volumen de las necesidades vitales elementales —naturales e históricamente desarrolladas—, costos que insume la educación del obrero, papel desempeñado por el trabajo femenino y el infantil, productividad del trabajo, magnitud del mismo en extensión e intensidad. Incluso la comparación más superficial exige, por de pronto, reducir a jornadas laborales iguales el jornal medio que rige en las mismas industrias de diversos países.…>> (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Y seguidamente agrega, como requisito importante para la burguesía, el hecho de aplicar el método de pago a destajo o por pieza, dado que esta forma de remuneración estimula en el obrero una mayor explotación de su trabajo, y a la patronal le facilita un más exacto discernimiento entre salario y plusvalor en términos de productividad e intensidad del trabajo:

<<…Tras esta equiparación de los jornales, se debe traducir nuevamente el salario por tiempo en pago a destajo, ya que sólo este último constituye un indicador tanto de la productividad como de la intensidad del trabajo>> (Op. Cit.)

Como vemos, Marx aquí menciona los costes de formación (educación) que constituyen el llamado trabajo complejo por contraposición al trabajo medio simple. Pero seguidamente, entre todos esos factores no parece ser precisamente ése el que releva entre los que, a su juicio, intervienen decisivamente en la determinación de esas diferenciaciones salariales entre distintos espacios nacionales. Pero lo que sí observa Marx con toda nitidez como característica de las vigentes relaciones capitalistas internacionales de intercambio, es que en la mayor parte de los casos, a cambio de un precio relativamente inferior de la fuerza de trabajo que los capitalistas de los países más desarrollados pagan a sus obreros, cobran un precio relativamente más elevado del trabajo vivo incorporado a los productos que exportan a los países menos desarrollados: Así lo dice Marx:

<<En la mayor parte de los casos, encontraremos que el jornal (costo de la fuerza de trabajo) inferior de una nación (más desarrollada), expresa un precio más elevado del trabajo, y el jornal más elevado de otra nación (menos desarrollada), un precio inferior del mismo (trabajo)>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Naturalmente que el precio de la fuerza de trabajo o jornal, debe ser siempre menor que el coste de poner en movimiento esa fuerza de trabajo, ya que el trabajo incluye no solo el tiempo necesario, sino el tiempo excedente que constituye el plusvalor. Y en el caso de una nación desarrollada, la patronal capitalista no solo obtiene buena parte del plusvalor sin pagar o pagando relativamente menos a cambio de la mayor productividad de ese trabajo más intenso, sino que al poder procesar este mayor trabajo con el mismo capital fijo —aumentando sus ritmos mecánicos—, lo amortiza en menos tiempo convirtiendo así este doble ahorro en más plusvalor. Este mayor plusvalor relativo por vía de un menor coste de poner en movimiento la misma cantidad de trabajo, se acrecienta todavía más allí donde predomina el salario a destajo (por pieza) —régimen cuya intensidad del trabajo permite alcanzar la mayor productividad por unidad de tiempo aumentando el trabajo excedente, mientras el coste del trabajo por jornada se reduce todavía más, aunque el tiempo en que opere se mantenga constante, debido precisamente al mayor ritmo que se autoimponen los trabajadores sometidos a este régimen.

Es en este contexto que se hace preciso comprender inequívocamente lo que significa la expresión de Marx “precio más elevado” del trabajo en los países más desarrollados, y que, a nuestro juicio, no es ni más ni menos que un sobre precio por encima del coste real del trabajo, relativamente bastante menor en los países desarrollados, en razón de la mayor productividad e intensidad del trabajo a que son sometidos sus asalariados, es decir, del mayor plustrabajo que tiene su contrapartida en el menor coste de poner en movimiento el trabajo.

Para ilustrarlo, en este punto Marx cita a James Anderson quien, en polémica con Adam Smith a propósito de este asunto, arroja más claridad diciendo lo siguiente:

<<“No es, en efecto, el salario que se le da por día al trabajador lo que constituye el precio real del trabajo aunque sea su precio aparente. (Para Anderson, lo que el patrón compra al trabajador no es su fuerza de trabajo sino su trabajo, porque eso es lo que adquiere y usufructúa). El precio real es lo que al patrón le cuesta efectivamente cierta cantidad de trabajo ejecutado, y, desde este punto de vista, en casi todos los casos el trabajo es más barato en los países ricos que en los pobres (dado que por cada unidad de tiempo extraen más tiempo excedente o plusvalor respecto y a expensas del trabajo necesario o salario), aunque el precio del trigo y de otros medios de subsistencia usualmente sea mucho más bajo en los últimos (los pobres) que en los primeros…Calculado por días, el trabajo es mucho más barato en Escocia que en Inglaterra…(sin embargo) La tarifa de destajo por lo general es más baja en Inglaterra” (cuesta menos)>> (James Anderson citado por Marx de “N. 2079 en “Teorías sobre la Plusvalía” Cap. XIII 4. Lo entre paréntesis nuestro)

Por eso Marx aconseja —según lo citado más arriba— que para calcular el valor real creado por el trabajo en todos los casos, hay que reducir el pago de los salarios por días, a jornal por destajo, porque ahí se ve con claridad el valor que la patronal de los países desarrollados perciben por los conceptos de productividad e intensidad del trabajo, en detrimento de sus colegas en los países de menor desarrollo relativo. Cobran por un gasto en trabajo que no pagan, aunque los salarios que perciben sus trabajadores tenga un poder adquisitivo mayor que el de los países menos desarrollados.

De estas observaciones de Anderson, Marx concluye lo siguiente:

<<La jornada nacional de trabajo más intensa y más productiva, pues, en términos generales se representa en el mercado mundial en una expresión dineraria más alta que la jornada nacional de trabajo menos intensa o productiva (en los países menos desarrollados). Lo que vale para la jornada laboral se aplica también a cada una de las partes alícuotas (salario y plusvalor). Por consiguiente, el precio dinerario absoluto del trabajo puede estar más alto en una nación (menos desarrollada) que en otra (más desarrollada), aunque el salario relativo, esto es, el salario comparado con el plusvalor producido por el obrero, o su producto total de valor, o el precio de los víveres sea menor (en el país más desarrollado).>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Esto remite al análisis crítico que hace Marx en el capítulo de “Teorías de la Plusvalía” acerca de la teoría de la renta de Smith en cuanto a los efectos del maquinismo sobre el producto del trabajo social agrícola, donde viene a decir que, con el progreso técnico incorporado al capital fijo, se necesita una cantidad “mucho menor” de trabajo vivo “para producir cada unidad elaborada” aun cuando el precio de la fuerza de trabajo “tenga que elevarse muy considerablemente”. De esto concluye Smith que “la gran reducción de la cantidad” de trabajo asalariado que la producción de cada mercancía requiere, “hace que, generalmente, se compense con creces la mayor alza que pueda darse en los precios” —por el efecto de los mayores salarios— que así deberían descender (los precios de cada mercancía). Esta realidad verificable para cada unidad de producto, multiplicada por el número de productos que hacen al PBI de un país desarrollado, no puede sino revertir en un descenso de su tasa general media de ganancia. Tal es el corolario que Marx pudo sacar de este razonamiento basado en la lógica del aumento en la composición orgánica de los capitales, diciendo:

<<Por tanto, el valor de las mercancías baja al bajar la cantidad de trabajo necesaria para producirlas, y baja a pesar de aumentar el prix réel du travail (precio real del trabajo, porque, en ese caso deberá descender el plusvalor y, con él, la ganancia). Si aquí se entiende por prix réel du travail el valor [del trabajo] (es decir, su producto de valor constituido por la suma de salario + plusvalor), la ganancia tendrá necesariamente que descender con el descenso de su valor (el de las mercancías, incluida la fuerza de trabajo). Si, por el contrario, se entiende por ello la suma de medios de sustento entregada al trabajador, la tesis de Smith será exacta incluso cuando la ganancia baja. (dando a entender que los efectos de la mayor productividad del trabajo en condiciones de competencia pura imponen su ley)
Cómo A. Smith —cuando en realidad razona— llega a una definición exacta del valeur, lo demuestra también en la investigación que hace al final del capítulo sobre por qué los draps de laine
(paños de lana) eran más caros en el siglo XVI, etc.
“Costaba una cantidad mucho mayor de trabajo llevar la mercancía al mercado; y, una vez allí, podía, por tanto, necesariamente, comprar u obtener a cambio el precio de una cantidad mucho mayor de trabajo, o disponer de él”. El error, aquí —comenta Marx— se halla implícito solamente en la palabra “prix”
(que hubiera debido reemplazar por la palabra valor)>> (Op cit. Apartado 2. Lo entre paréntesis nuestro. Corchetes del traductor)

Y cuando Marx atribuye aquí a Smith ser exacto en cuanto a la teoría del valor trabajo, lo dice en el sentido de que el valor de las mercancías está determinado por el gasto de energía humana en trabajo, y que la mayor productividad del trabajo debe invariablemente traducirse en un descenso del valor de las mercancías, porque reduce el tiempo de trabajo para producirlas, a pesar del aumento en los salarios. Y dado que, la productividad del trabajo en el capitalismo está determinada por el aumento en la composición orgánica del capital, está claro cuál es la causa del descenso tendencial de la tasa de ganancia en los países desarrollados. Y el resultado de esta lógica en términos de magnitud de valor, se sobrepone a la causa contrarrestante de una mayor intensidad del trabajo inducida por el progreso tecnológico incorporado al capital fijo.

Aunque aquí no lo expongamos para abreviar la exposición, nosotros estudiamos el asunto partiendo de dos capitales "A" y "B" de igual magnitud de valor, aunque operando con diferentes composiciones técnicas y orgánicas. A partir de aquí, llegamos a la conclusión en cuanto a que: dado el mayor coeficiente económico y técnico relativo y la consecuente mayor capacidad de acumulación del capital nacional en el país más desarrollado "A", al cabo de los años estemos hablando de dos capitales nacionales de muy desigual magnitud de valor acumulado, uno de ellos: "A" de mayor peso económico específico relativo, esto es, del bando de mayor poder económico y hasta político y diplomático —que también incide en las relaciones internacionales de intercambio.

La tasa General de Ganancia Media determinante de la desviación de los precios de producción respecto de los valores creados por las distintas empresas al interior de un mismo país, tiene su correlato en los desiguales términos del intercambio entre países centros económicos y los de su periferia menos desarrollada, de modo tal que al pasar de los espacios económicos nacionales al único espacio internacional, se verifica una modificación de la Ley del valor, del mismo modo que un globo aerostático modifica la Ley de la gravedad terrestre, sin que por ello ni la ley del valor ni la ley de la gravitación universal dejen de “corresponderse con los hechos”, al contrario de lo que ha concluido tan irresponsable como torticeramente von Böhm Bawerk en 1896.

Eugen. von Böhm Bawerk pasó a mejor vida el 26 de agosto de 1914, a la edad de 54 años. Por tanto, desde 1905 —año en que Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad especial o restringida—, este señor tuvo tiempo de saber que: dados dos observadores, el tiempo que miden ambos de los eventos que cada uno experimenta en espacios inerciales distintos, generalmente no coincide, porque eso depende del estado de movimiento relativo de ambos espacios. Así, en la teoría de la relatividad, las medidas de tiempo son relativas, y no absolutas, ya que dependen del movimiento al interior de los espacios en que cada observador los mide, dando por sentado que cada espacio en movimiento supone estar pensando en dos sistemas de referencia distintos. Ni más ni menos que como sucede en economía política, donde las condiciones del sistema de coordenadas en las cuales se produce plusvalor dentro de cada empresa, difieren de las que se verifican en el sistema de coordenadas llamado esfera de la circulación en el que pasan a interactuar los distintos capitales-mercancía sometidos a la competencia intercapitalista y allí se suceden los actos de intercambio, que es donde el plusvalor global se realiza y distribuye entre los distintos capitales según determinados precios de producción:

<<Las condiciones de la explotación directa (en la esfera de la producción) y las de su realización (en el mercado) no son idénticas. No sólo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas se hallan limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad entre las distintas ramas de producción y por la capacidad de consumo de la sociedad>>. (K. Marx: “El Capital”: Libro III Cap. XV Aptdo. 1)

Parafraseando a Einstein, he aquí la "teoría materialista histórica de la relatividad especial" del valor bajo condiciones capitalistas, por lo cual vale la pena volver en este contexto a las razones que Marx expuso acerca de por qué EL TRABAJO, aun siendo la sustancia creadora de los valores, en la sociedad capitalista, resulta que carece de todo valor y, por tanto, tampoco es una mercancía susceptible de ser cambiada por sus equivalentes. Es decir, que tampoco rige para ella la ley del valor. [26]

Mercancía bajo condiciones capitalistas es la fuerza de trabajo o energía humana “libremente” disponible por el asalariado sin alternativa posible, también llamada capacidad de trabajar, único medio que tienen los asalariados para ganarse la vida a cambio de un jornal, equivalente a lo que necesitan para reproducirla en las condiciones optimas de ser usada diariamente por sus patronos que para tal fin les emplean.

Una vez que esa fuerza de trabajo pasa a poder suyo, el capitalista la usa dejando de ser simple fuerza de trabajo para pasar a ser fuerza de trabajo en acción, es decir, trabajo. Pero lo hace durante la jornada laboral pactada con el asalariado, que naturalmente excede a la parte de esa jornada en la que éste crea el equivalente a lo que necesita para reproducir dicha fuerza de trabajo en condiciones óptimas de seguir siendo usada diariamente por su patrón.

Este derecho adquirido contractualmente por el patrón al uso de la fuerza de trabajo del asalariado, implica que éste cumple con lo contratado trabajando el tiempo necesario para reproducir el equivalente a su salario, más un excedente o plusvalor que el capitalista se apropia sin contraprestación alguna. Así las cosas, el trabajo que los asalariados sin excepción ejecutan para exclusivo beneficio sus respectivos patronos CARECE DE TODO VALOR. Es un excedente de valor que permite a la burguesía engrosar su capital a cambio de nada.

Ergo: si el trabajo fuera valor, debiera pagarse por él. En ese caso el capitalismo no hubiera podido existir. Por lo tanto, el aumento histórico de la masa de valor acumulado bajo la forma de plusvalor —que tal es la razón de ser de la burguesía como clase— no es proporcional al trabajo que contiene su acervo en mercancías y dinero propiedad suya, sino al trabajo ajeno del que puede disponer sin entregar nada a cambio.

La cantidad de trabajo social que a la burguesía le cuesta producir la mercancía salario —con la cual el asalariado reproduce su fuerza de trabajo—, es siempre menor que la cantidad de trabajo que puede comprar en el mercado con el trabajo contenido en la mercancía que contribuye a crear y expone a la venta. Ambas cantidades no son iguales Así lo veía David Ricardo en el capítulo I párrafo 13 de sus “Principios de Economía Política y Tributación”. La diferencia equivale al trabajo no pagado, es decir, al plusvalor que contiene cada mercancía.

Pero seguidamente Ricardo pregunta:

<<¿En qué se distingue la mercancía trabajo de otras mercancías? (A lo cual contesta:) La una es trabajo vivo las otras son trabajo materializado. Por tanto, dos formas distintas de trabajo>>. (K. Marx: “Teorías sobre la plusvalía” Cap. XV-B. Aptdo.1)

¿Es cierto esto? No. La mercancía que tiene como contraprestación el salario pagado por el capitalista, no es trabajo vivo sino capacidad de trabajar; es energía o fuerza de trabajo que el capitalista compra en el mercado laboral antes de adquirir el derecho a convertirla en trabajo vivo. Es evidente aquí, que Ricardo confundió la categoría trabajo con la categoría fuerza de trabajo, es decir, confundió al valor de cambio con el valor de uso de la energía o capacidad de trabajo.

El valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo es trabajo materializado en la mercancía salario, equivalente a los medios de vida que el asalariado necesita para reproducir su capacidad diaria de trabajo en las condiciones optimas de uso por parte del capitalista que el asalariado le ha vendido.

El valor de uso es energía o fuerza de trabajo en acción, es decir, trabajo vivo que el asalariado a las órdenes de su patrón ejecuta, no solo durante el tiempo en que reproduce el equivalente a lo que necesita para vivir, sino durante la jornada de labor entera. Incluyendo el tiempo en que trabaja produciendo plusvalor, que el capitalista empleador se embolsa a cambio de nada.

Y Marx —que supo distinguir entre una y otra cosa— comprendió por qué la categoría trabajo en el modo de producción capitalista no es una mercancía y, por tanto, carece de valor. ¿Por qué? Pues, porque ningún capitalista la paga, porque le sale gratis. Porque la parte de ese trabajo (la equivalente a sus medios de vida que el asalariado reproduce diariamente trabajando), el capitalista ya se la compró en el mercado y, por tanto, dejó de ser mercancía para convertirse en un valor de uso en poder suyo, que la usa no solo durante la parte de la jornada de labor en la cual el asalariado reproduce trabajando el equivalente a su salario cumpliendo con su contrato, sino durante el resto de la jornada que así al capitalista le sale gratis bajo la forma de plusvalor. Por esta razón Marx corrige a Ricardo afirmando lo siguiente:

<<Y si la diferencia (entre trabajo vivo y trabajo materializado en el salario, para Ricardo) es puramente formal ¿por qué rige para (el trabajo vivo) una ley (la ley capitalista de la Tasa General de Ganancia Media) que no rige para (el trabajo materializado en las mercancías, regido por la ley precapitalista del valor o economía del tiempo de trabajo)? Ricardo no contesta a esto; ni siquiera se formula la pregunta>>. (Op. cit. Lo entre paréntesis nuestro. Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/astarita/01.htm)

Tampoco parece que von Böhm Bawerk reparara en esta minucia. Aquí Marx vuelve a poner en evidencia que el intercambio de equivalentes propio del sistema de referencia vigente con carácter universal en el espacio-tiempo correspondiente a la etapa precapitalista de la producción mercantil simple, dejó de regir con el mismo carácter general en el espacio-tiempo correspondiente a la etapa de la producción capitalista. La Ley del valor vigente en la primera, quedó históricamente modificada en la segunda etapa del proceso económico-social de la llamada modernidad que actualmente atraviesa por su fase postrera o terminal.

Si el genio y la honestidad intelectual de Einstein le indujeron valientemente al extremo de acabar abrazando el socialismo científico, para nosotros no cabe duda que lo hizo porque leyó libre y desprejuiciadamente a Marx, lo cual le ha honrado también por haberle valorado como precursor del descubrimiento en la sociedad, de la más moderna teoría de la relatividad que él descubriera en la física: http://www.marxists.org/espanol/einstein/por_que.htm.

Esto es lo que distingue intelectual, moral y políticamente, a inconmensurables talentos comprometidos con el progreso de la humanidad, como Marx y Einstein, de sujetos como von Böhm Bawerk y tutti quanti, a quienes Dios con toda seguridad tendrá en la gloria.

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[25] “Si la intensidad del trabajo aumentara en todos los ramos industriales al mismo tiempo, y de manera uniforme (en un determinado país) el nuevo grado de intensidad, más elevado, se convertiría en el grado normal social establecido por la costumbre, y dejaría por tanto de contar como magnitud de extensión.” (Op. Cit.)

[26] Para Marx el trabajo es sustancia, no en el sentido teológico de crear algo de la nada, sino de transformar distintas materias primas provistas por la naturaleza, en cosas útiles para la vida humana: “En su producción, el ser humano solo puede proceder como la naturaleza misma, vale decir, cambiando, simplemente, la forma de los materiales” (“El Capital” Libro I Cap. I aptdo. 2)