3. Doble carácter de la mercancía fuerza de trabajo como fundamento del plusvalor

Según hemos dicho más arriba, los bienes directamente provistos por la naturaleza y que no pertenecen a nadie, como el aire, las tierras vírgenes y el agua, en tanto que no son productos del trabajo social carecen de valor y tampoco tienen precio. Pero desde el momento en que alguien se los apropia, si bien siguen sin contener valor alguno al no ser productos del trabajo social, tienen precio bajo la forma de renta capitalizada. Los demás bienes que son productos de específicos trabajos sociales concretos y hacen de cada especie productos lo que son como valores de uso, simultáneamente adquieren la virtual condición de convertirse en valores mercantiles. Para que tal condición virtual se haga realidad solo basta que se vendan en el mercado.

Así las cosas, si de esa forma elemental de la riqueza llamada mercancía, abstraemos —o dejamos metodológicamente a un lado— el trabajo cualitativo concreto que le confiere su carácter como valor de uso, ¿qué queda por decir de ella? Que es producto del trabajo social conteniendo X cantidad de trabajo abstracto, es decir, simple despliegue de energía entendida como gasto de músculo, nervio, cerebro, etc. específicamente humanos, en las condiciones normales de producción vigentes y según el grado promedio de destreza e intensidad, medido en unidades convencionales de tiempo por eso llamado tiempo de trabajo socialmente necesario. Dichas condiciones normales vienen determinadas por el mercado, que es lo que confiere realidad social a cada valor de uso convertido en mercancía. Tal es, según el Materialismo Histórico, lo que explica el doble carácter del trabajo contenido en cada mercancía, donde el trabajo abstracto constituye la sustancia social creadora de su valor mercantil, que hace a su esencia o razón de ser como tal mercancía según la magnitud promedio de esa sustancia contenida en ella:

<<Un valor de uso o un bien, por ende, solo tiene valor (y es mercancía) porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente humano (disociado de su carácter útil o concreto). ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de “sustancia generadora de valor” —por la cantidad de trabajo— contenida en ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día etcétera>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. I. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Dicho esto, Marx se pregunta cuál es la condición de que la producción de mercancías sea posible bajo el capitalismo. Y se topa con el hecho de que está necesariamente precedida por el intercambio de una mercancía especial: la fuerza de trabajo por dinero (salario), a instancias de la relación contractual entre personas jurídicamente “libres e iguales”, que deciden intercambiar cosas de su propiedad equivalentes. Quienes formalizan este acto jurídico previo como conditio sine qua non de la producción de mercancías son, por una parte, los propietarios de los medios de producción y, por otra, los propietarios de su fuerza de trabajo. Mediante el contrato laboral, una de sus partes contractuales, el asalariado, se obliga a entregar la mercancía de su propiedad llamada fuerza de trabajo al capitalista, para que éste la use diariamente por tiempo determinado. A cambio de ello, el capitalista se compromete a entregar al vendedor de su mercancía, una cantidad de dinero llamada salario, equivalente a lo que necesita para reproducir diariamente dicha fuerza en las condiciones óptimas de uso.

Pero hete aquí que la fuerza o capacidad de trabajo, es la única mercancía cuyo uso realiza la virtualidad de crear más valor del que ha costado emplearla. Y éste es el servicio específico que de ella espera el capitalista lucrarse sin contraprestación alguna:

<<Y, al hacerlo, éste no se desvía ni un ápice de las leyes eternas del cambio de mercancías. En efecto, el (asalariado) vendedor de su fuerza de trabajo, al igual que el de cualquier otra mercancía, realiza su valor de cambio y enajena su valor de uso. No puede obtener el primero sin desprenderse del segundo. El valor de uso de la fuerza de trabajo, o sea, el trabajo mismo, deja de pertenecer a su vendedor, ni más ni menos que al aceitero deja de pertenecerle el valor de uso del aceite que vende. El (capitalista) poseedor del dinero paga el valor de un día de fuerza de trabajo: le pertenece, por tanto, el uso de esta fuerza de trabajo durante un día, el trabajo de una jornada. El hecho de que la diaria conservación de la fuerza de trabajo no suponga más costo que el de media jornada de trabajo, a pesar de poder funcionar (es decir), trabajar, durante un día entero; es decir, el hecho de que el valor creado por su uso durante un día sea el doble del valor diario que encierra, es una suerte bastante grande para el comprador, pero no supone, ni mucho menos, ningún atropello que se cometa contra el vendedor (en tanto y cuanto se intercambian equivalentes)>>. (Op. cit. Cap. V Aptdo. 2. Lo entre paréntesis nuestro)

Bien. ¿Qué supone e implica el excedente o plusvalor resultante de la diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio de la mercancía fuerza de fuerza de trabajo? Lo que distin-gue a la fuerza de trabajo de las demás mercancías bajo el capitalismo respecto de anteriores etapas del desarrollo social, es el hecho de que su uso crea valor, más valor del que ha costado reproducirla. Y lo que acuerdan los asalariados en todo contrato laboral, es la enajenación de su fuerza de trabajo para que sea usada por sus patronos a cambio de un salario, durante más tiempo del que al asalariado le insume producir su equivalente y cuyo resultado es el plusvalor perfectamente cuantificable que su patrón se embolsa a cambio de nada:

<<Lo que hay de mejor en mi libro es: 1. (y sobre ello descansa toda la lucidez de los hechos), el haber puesto de relieve desde el PRIMER capítulo, EL DOBLE CARÁCTER DEL TRABAJO, según se expresa en valor de uso o en valor de cambio; 2. El análisis de la PLUSVALÍA, INDEPENDIENTEMENTE DE SUS FORMAS PARTICULARES: ganancia, interés, renta de suelo, etc. Es sobre todo en el segundo volumen donde todo esto aparecerá. El análisis de estas formas particulares [del plusvalor] en la economía política clásica, que las confunde contantemente con la forma general [del trabajo no pagado], es una olla podrida[5]>>. (Carta de Marx a Engels: 24/08/1867.)
<<1. Me opongo a toda la economía anterior que, de entrada, trata como dados los fragmentos particulares de la plusvalía, con sus formas fijas de renta, ganancia e interés; yo trato, primero que nada, de la forma general de la plusvalía, donde todavía todo ello se encuentra mezclado, por así decirlo, en solución [diluido en esa forma general que explica sus partes] Una cosa muy simple ha escapado a todos los economistas sin excepción y es que, si la mercancía tiene el doble carácter de valor de uso y valor de cambio contenidos en cualquier mercancía, es preciso que [la mercancía] fuerza de trabajo posea también este doble carácter […] Éste es, en efecto, todo el secreto de la concepción crítica [de la economía política clásica]>>. (Carta a Engels: 08/01/1868. El subrayado y lo entre corchetes en las dos citas es nuestro)

Según Marx, el valor de una mercancía cualquiera M = Cc + Cv + Pv . Y su precio de costo PC = Cc + Cv. Ergo M = PC + Pv. La suma de estas dos partes del valor de la mercancía expresa, por tanto, el carácter específico de la producción capitalista. El costo capitalista de la mercancía, se mide por el trabajo contenido en las mercancías (Cc + Cv) equivalente inversión de capital para producirlas; en cambio, el costo social real de la mercancía se mide por el trabajo total empleado en producirla. El precio de costo capitalista de la mercancía difiere, por tanto, cuantitativamente, de su valor, es decir, de su precio de costo social real; El precio de costo capitalista es menor que el valor de la mercancía, o sea, menor que su precio de costo social real pues si M = PC + Pv, luego PC = M – Pv. De lo contrario, el capitalismo carecería de toda razón de ser y existir, porque supondría tanto como negar la existencia de la clase social sobre cuyas espaldas pesa la parte del costo social que constituye el beneficio capitalista, o sea, el plusvalor. Y empeñarse en esto es, precisamente, lo que ha venido haciendo la intelectualidad burguesa para explicar el beneficio capitalista, intentando hacerlo pasar como la diferencia entre el precio de venta y el precio de costo de la mercancía, ninguneando al proletariado.

En realidad, la categoría del precio de costo empresarial no tiene absolutamente nada que ver ni con el valor social contenido en la mercancía, ni con el proceso de valorización del capital. Supongamos la estructura de producción siguiente: 400Cc + 100Cv + 100Pv = 600€. Sí se sabe que 5/6 de ese producto de 600€ —o sea, 500€—, sólo representan el equivalente al valor destinado a reponer el capital de desembolsado en medios de producción y salarios, es decir, su coste empresarial = 400Cc + 100Cv —que sólo alcanzan, por tanto, para reponer los elementos materiales de este capital—, esto no dirá cómo se han producido estos 5/6 del valor de la mercancía que constituyen su precio de costo, ni la sexta parte restante, que representa su plusvalía = 100Pv. Sin embargo, la investigación demostrará que, en la economía capitalista, el precio de costo reviste la falsa apariencia de una categoría propia de la producción mundial en este modo de vida.

Gracias al carácter útil y adecuado a un fin del trabajo invertido en la producción, los medios de producción consumidos en concepto de medios de trabajo, materias primas y auxiliares (combustibles, lubricantes, etc.) por 400€, en la medida en que los primeros se desgasta y los segundos se consumen, su valor se transfiere al producto fabricado. Por tanto, este valor antiguo reaparece como parte integrante del valor del producto que contribuyen a crear. Pero ese valor no se genera o crea en el proceso de producción de la nueva mercancía. Si existe ahora como parte integrante suya, es porque ya existía antes como parte integrante del capital desembolsado, producto, a su vez, de un proceso productivo anterior ya capitalizado. De ahí su nombre: capital constante

Por consiguiente, el capital constante de 400€ invertido o desembolsado, es trasladado por el trabajo de los asalariados al valor de la nueva mercancía. Este elemento del precio de costo tiene, pues, un doble sentido: por un lado entra en el precio de costo de la mercancía por ser parte integrante del valor de la nueva mercancía en la que el trabajo repone el capital desembolsado o invertido en su producción. Por otro lado, sólo forma parte integrante del valor de la mercancía, por representar el valor del capital desembolsado, o porque los medios de producción cuestan tanto o cuánto, en este caso 400c.

Todo lo contrario es lo que ocurre con la otra parte integrante del precio de costo, es decir: la fuerza de trabajo empleada en la producción. El empleo de esta fuerza durante el proceso productivo crea un valor nuevo. Una parte de este trabajo (100€) se limita a reponer el capital variable desembolsado o invertido por el capitalista para el nuevo proceso productivo, o sea, es el precio de la fuerza de trabajo contratada, que debe computarse como costo del trabajo empleado en la formación del nuevo valor añadido (plusvalor), aunque no entra en modo alguno en su formación.

Ahora bien, pensados como desembolso o inversión de capital, los 100€ invertidos en la compra de nueva fuerza de trabajo, cuentan como parte del valor del nuevo producto, pero una vez dentro del proceso de producción, estos 100€ funcionan o actúan como creadores de valor. En el acto de la nueva producción, el valor-costo de la fuerza de trabajo que figura como capital desembolsado, cede su puesto dentro del capital productivo en el proceso real y efectivo de funcionamiento, a la misma fuerza de trabajo viva en acción, es decir al trabajo creador de valor. Dejemos ahora de parafrasear a Marx para que hable por sí mismo prestando especial atención a lo dicho:

<<La diferencia entre estas distintas partes integrantes del valor de las mercancías que forman en conjunto el precio de costo, salta a la vista tan pronto como se presenta un cambio en cuanto a la magnitud del valor del capital constante desembolsado en un caso, y en otro del capital variable invertido. Supongamos que el precio de los mismos medios de producción o capital constante aumente de 400€ a 600€ o disminuya, por el contrarío, a 200€. En el primer caso, no sólo aumentará el precio de costo de la mercancía de 500€ a 700 = (600Cc + 100Cv), sino que el mismo valor de la mercancía aumentará de 600€ a 800 = (600Cc + 100Cv + 100Pv. En el segundo caso, no sólo disminuirá el precio de costo de 500 libras a 300 = (200Cc + 100Cv), sino que disminuirá también el mismo valor de la mercancía de 600€ a 400 = (200c + 100Cv + 100Pv). Como el capital constante desembolsado transfiere al producto su propio valor, el valor del producto, en igualdad de circunstancias, aumenta o disminuye a la par con la magnitud absoluta de aquel valor–capital. Supongamos, por el contrario, en igualdad de circunstancias, que el precio de la misma masa de fuerza de trabajo aumente de 100€ a 150 o, por el contrario, que disminuya a 50. Es indudable que en el primer caso, el precio de costo aumentará de 500€ a 550 = (400Cc + 150Cv); y que, en segundo caso, disminuirá de 500€ a 450 = (400Cc + 50Cv), pero el valor de las mercancías permanecerá invariable en ambos casos = 600€; la fórmula, en el primer caso, será (400Cc + 150Cv + 50Pv) = 600€; y en el segundo (400Cc + 50Cv + 150Pv) = 600€. El capital variable desembolsado no añade al producto su propio valor. Su valor es sustituido más bien en el producto, por otro valor nuevo creado por el trabajo. Por consiguiente, los cambios que se produzcan en la magnitud absoluta de valor del capital variable, siempre y cuando que sólo expresen cambios en cuanto al precio de la fuerza de trabajo, no afectan en lo más mínimo a la magnitud absoluta del valor de las mercancías, puesto que no alteran para nada la magnitud absoluta del valor nuevo creado por la fuerza de trabajo en acción. Estos cambios sólo afectan a la proporción de magnitudes entre las dos partes integrantes del valor nuevo, una de las cuales representa la plusvalía y la otra repone el capital variable, entrando (esta última), por tanto, en el precio de costo de la mercancía>>. (K. Marx: "El Capital” Libro III Cap. I. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

En la más moderna técnica contable, el concepto de costo de producción comprende:

<<…el valor del conjunto de bienes y esfuerzos en que se ha incurrido o se va a incurrir que deben consumir los centros fabriles para obtener un producto terminado. Este indicador constituye un importante índice generalizador de la eficiencia de la empresa, que muestra cuanto le cuesta a la empresa la producción de determinados artículos o la prestación de deter-minados servicios. En el costo se refleja el nivel de productividad del trabajo, el nivel técnico, el grado de eficiencia de los Activos Fijos tangibles, así como el ahorro de los recursos materiales, laborales y financieros.>> (http://www.gerencie.com/generalidades-de-la-contabilidad-y-sistemas-de-costos.html)

O sea, que la burguesía computa contablemente como “costo de producción”, no solo el tiempo de cada jornada en que un asalariado reproduce trabajando el valor de su salario, sino además el tiempo de trabajo excedente durante cuyo transcurso “incurre en el esfuerzo” de trabajar gratis para el capitalista. [6] Supongamos, por ejemplo, que una jornada social media de trabajo de ocho horas, se materialice en una masa de dinero en concepto de salarios de 50€[7]. En este caso, el desembolso de capital variable de 550€ mensuales, será la expresión en dinero de un valor producido en 11 de las 22 jornadas de trabajo mensuales. Pero este valor de la fuerza de trabajo comprada por el capitalista —que figura como desembolso de su capital en salarios— no es el capital que realmente pondrá en movimiento. Es lo que a él le cuesta ponerlo en funciones. A partir de aquí las circunstancias cambian. Porque en el proceso de producción, es la fuerza viva de trabajo la que ocupa su lugar. Si el grado de explotación es, como ocurre en nuestro ejemplo, del 100%, esta fuerza se gastará en 22 jornadas de ocho horas y añadirá, por tanto, al producto, un valor nuevo de 1.100€, compuesto por 550€ en concepto de costo y otros 550€ en plusvalor. Pero el desembolso de capital variable de 550€ que figura como capital invertido en salarios equivalente a 11 jornadas de ocho horas, el capitalista lo hace pasar como precio del trabajo ejecutado durante 22 días, a razón de ocho horas diarias. De esta forma, dividiendo 1.100€ entre 22 días, obtenemos como precio de la jornada de trabajo de ocho horas la cifra de 50€, equivalente a 4 horas de trabajo.

Comparando ahora el capital desembolsado por una parte, y por otra el valor de la mercancía, llegamos al siguiente resultado:
I.) Desembolso de capital de 950€ = 400€ de capital invertido en medios de producción + 550€ de capital invertido en salarios, a cambio de 22 jornadas de trabajo de ocho horas.
II.) Valor de las mercancías de 1.500€ = precio de costo de 950€ (400€, precio de los medios de producción invertidos + 550€, costo de las 22 jornadas de trabajo empleadas) + 550€ de plusvalía.

En esta fórmula, la parte de capital invertida en fuerza de trabajo sólo se distingue de la parte de capital invertida en medios de producción, por el hecho de que se destina a pagar un elemento de producción materialmente distinto, pero no, ni mucho menos, porque desempeñe un papel funcionalmente distinto en el proceso de creación de valor de la mercancía y, también, por tanto, en el proceso de valorización del capital. El precio de los medios de producción reaparece en el precio de costo de la mercancía tal y como figuraba ya en el capital desembolsado, y reaparece precisamente por el empleo útil y adecuado a un fin que se da a estos medios de producción. Del mismo modo reaparece en el precio de costo de la mercancía el precio de la fuerza de trabajo o salario, y por la misma razón exactamente, porque esta masa de dinero se invierte en una forma útil y adecuada a un fin. Aquí sólo vemos valores existentes, acabados —las partes de valor del capital desembolsado que entran en la formación del producto de valor—, pero no se ve ningún elemento creador de valor nuevo que así, ha desaparecido o, por mejor decir, la burguesía lo ha hecho desaparecer en los libros de contabilidad.

La diferencia entre el capital constante y el variable también ha desaparecido. El costo de producción global de 950€, tiene ahora la doble significación siguiente: 1) es la parte del valor–mercancía de 1.500€ que repone el capital de 950€ gastado en la producción de la mercancía; 2) este elemento de 950€ como parte constitutiva del valor–mercancía, existe, a su vez, sólo porque existía antes como costo de los elementos que intervinieron en su producción —medios de producción y fuerza de trabajo—, es decir en tanto que desembolso de capital productivo. El valor–capital de 950€ reaparece, pues, como costo de producción en el valor de la mercancía = 1,500€, porque ha sido gastado como valor–capital, y en la medida que lo fuera.

Por tanto, según lo demostrado por la teoría materialista histórica del valor-trabajo, la ganancia del capital, surge de la esfera de la producción como diferencia entre el valor social de la mercancía y su precio de costo empresarial. La Ley del valor-trabajo, contradice la ideología dominante de que el capital invertido bajo la forma de medios de producción y salarios, es la fuente creadora de valor y de más valor del que por si encierra. Sostiene y demuestra incontrovertiblemente, que esta cualidad sólo es propia del tra¬bajo vivo, de la fuerza de trabajo en acción.

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[5] En castellano en el original. Se refiere a un plato nacional español: la olla podrida burgalesa. Marx utiliza esta expresión como queriendo decir sarta de disparates.

[6] Werner Sombart, en “El apogeo del capitalismo”, dice que el año 1202 es el “punto de viraje de la historia mundial, el “año de de nacimiento del capitalismo moderno, porque ese año apareció el libro de contabilidad de Leonardo Pisano, que aporta consigo el fundamento teórico de la característica más importante del capital”, esto es, la posibilidad de cuantificarlo. Es que con anterioridad al siglo XII no se llevaban libros de contabilidad. Toda la documentación de la actividad comercial era llevada por el notario. (Cita de Henryk Grosmann en: "La Ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista” Cap. 2 Aptdo. 1. Ed. Siglo XXI 1979 Pp. 58)

[7] Aproximamos el valor de los salarios a la realidad actual, manteniendo los demás valores correspondientes a los medios de producción, tal como Marx lo ha planteado en el pasaje citado.