<<La cuota de ganancia es el resorte propulsor de la producción capitalista, que sólo produce lo que puede producirse con ganancia (creciente). Por consiguiente, tan pronto (…) como el capital acrecentado sólo produjese la misma masa de plusvalía (ganancia) o menos que antes de su incremento (…) una parte del capital quedaría total o parcialmente ociosa (tanto en medios de producción como en fuerza de trabajo)>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. 3. Exceso de capital y exceso de población. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

 

1. Introducción

Lo hemos venido diciendo desde diciembre de 2008: las típicas crisis capitalistas son crisis de superproducción de capital —demasiado capital acumulado para tan poco rédito— que solo se superan mediante la desvalorización y/o destrucción física del que sobra, tanto bajo la forma de capital constante fijo y circulante invertido en suelo, edificios, maquinaria, materias primas y auxiliares, como bajo la forma de capital variable invertido en seres humanos asalariados que constituimos la mayoría social absoluta de la población mundial.

El capital fijo en funciones es el que da empleo al operario y no éste último al capital fijo, de modo que cuando se queda inactivo porque la ganancia que contribuye a crear ha menguado y no justifica su uso, deja de emplear y expulsa de la producción a la mano de obra encargada técnicamente de ponerlo en movimiento. Se desencadena así un proceso en el que la cada vez más irrisoria minoría social propietaria de las grandes empresas, compran a precio de saldo empresas de medianos capitales quebradas, centralizando la propiedad del capital global en menos manos, al tiempo que buena parte de propietarios de pequeñas empresas hasta ese momento auxiliares de las grandes y medianas, desaparecen por el sumidero de la crisis. Y entre la mayoría absoluta de la población —de condición asalariada—, millones de familias víctimas del paro entran en una espiral de creciente pauperismo absoluto. En EE.UU. hay ahora mismo 13 millones de parados y 45 millones viviendo por debajo del umbral de la pobreza. En España los parados son ya casi 6 millones, 11 millones sobtreviviendo en la miseria y el 40% de los jóvenes en edad de trabajar no pueden acceder a un puesto de trabajo. A los políticos profesionales de estos dos países desarrollados que más han crecido entre 2004 y 2007, les ha explotado en las manos una exclusión social sin precedentes ante la cual, lo único que pueden y saben hacer, es actuar al dictado de sus respectivas patronales con medidas de política social que facilitan el despido libre generando más paro y exclusión social, de tal modo que los parados en busca de empleo, presionen a los empleados para obligarles a trabajar más por menos salario, demostrando asi, una vez más en los últimos 180 años de historia del capitalismo, que la burguesía:

<<...No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a sus esclavos la existencia ni siquiera en las condiciones de su propia esclavitud, porque se ve obligada a dejarles decaer hasta el punto de tener que mantenerles en lugar de ser mantenida por ellos. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación, lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la existencia de la sociedad>>. (K. Marx-F.Engels: "Manifiesto Comunista" I Burgueses y proletarios)

Sí, entre los países capitalistas de mayor desarrollo relativo en el Mundo, EE.UU. y España estuvieron a la cabeza en las tasas de crecimiento del PBI entre 2004 y 2007, por encima de sus socios de la Unión Europea y Japón, lo cual ratifica que las crisis capitalistas son crisis económicas de superproducción de capital respecto de un rédito que no le compensa, y no crisis financieras o crisis crediticias, como se nos ha venido queriendo hacer creer para escamotear su verdadera causa. A raíz del receso general de la inversión productiva en medios de producción y salarios porque no resulta redituable, disminuye la riqueza producida y se desploma el poder adquisitivo de la sociedad, lo cual provoca una drástica disminución de los ingresos fiscales en concepto de impuestos y el déficit de las cuentas públicas se dispara. Consecuentemente, el Estado central, las comunidades autónomas y los Ayuntamientos, dejan de pagar a sus proveedores, quienes así se ven obligados al incumplir sus contraprestaciones, poniendo a las distintas administraciones públicas ante un serio riesgo de quiebra y parálisis generalizada de los servicios que prestan a la población, impagando salarios a sus empleados y pensiones a los jubilados.

Se impone, pues, el ajuste duro tanto en la sociedad civil como en el Estado. Pero para tal propósito la crisis capitalista exige modificar la legislación vigente con la clara finalidad de derogar el llamado “Estado del Bienestar”: privatización de servicios públicos en materia de salud, educación, transportes, comunicaciones, etc., implantando el despido libre y el recorte de salarios. Para tal cometido está el parlamento y los políticos profesionales institucionalizados de todos los colores. Ahí están las dos últimas reformas laborales desde el estallidode la crisis en 2008, sucesivamente aprobadas en el parlamento español por los partidos mayoritarios a derecha e izquierda del expectro político, con la comparsa oportunista de las formaciones minoritarias tácticamente afines. Esta misma farsa es la que se ha venido escenificando con idéntica filosofía económica, la única conocida y aplicada en el Mundo invariablemente desde la primera gran crisis de 1825: legitimar la miseria generada por el sistema legalizando los recortes salariales y el desempleo como única opción para que la Tasa de ganancia se recupere.

Cuando a fines de 2010 el gobierno burgués de izquierda PSOE hizo aprobar en el parlamento español su reforma laboral abaratando el despido, el Partido Popular desde la oposición de derechas denunció que dicha medida iba a provocar más paro. Ahora este partido triunfante en las recientes elecciones, acaba de hacer valer su mayoría absoluta aprobando una reforma laboral que ahonda todavía más en lo mismo que le criticó al PSOE, demostrando que ambos partidos desde el gobierno no han hecho más que someterse a las exigencias de la Ley General de la Acumulación capitalista en épocas de crisis, poniendo en valor la inconfesable verdad de que la “democracia” es la dictadura del capital. Aquellos que siendo víctimas de esta política, todavía se resisten a observar la realidad del capitalismo desde esta evidente perspectiva y no asuman su compromiso con el futuro de la humanidad, les dejarán esta papeleta vista para sentencia a sus hijos que tanto dicen amar y proteger.

Todavía se pueden escuchar los ecos del clamor popular contra los bancos y el gobierno de turno al inicio del actual proceso depresivo: estos malditos canallas que ahora se niegan a prestar dinero, son los que provocaron la crisis durante la fase de euforia ofreciendo crédito barato a discreción. Para eso ellos mismos se endeudaron por más de 290.000 millones de Euros en el mercado interbancario. Y tan canallas son los banqueros como el gobierno socialdemócrata PSOE, que para salvarles de la bancarrota un año después de haber estallado la burbuja especulativa, en octubre de 2008 les prestaron 50.000 millones al l% de interés, publicitando que era para que abrieran la espita del crédito a “familias y empresas”. Luego se ha sabido que destinaron ese dinero a saldar deudas con sus acreedores colegas suyos, quienes a su vez lo prestaron al Estado Español al 2 e incluso al 3% de interés, agravando el déficit de las cuentas públicas.

Algo parecido es lo que opinan las mayorías sociales en el resto de países en crisis. Y si así piensa el común de los llamados “ciudadanos de a pie”, es porque reconocidos “expertos” en materia económica desde los medios de comunicación, les han venido educando en el sentido maquiavélico de dividir para dominar, inventándose falsos conflictos políticos y chivos expiatorios de modo tal que, de una misma realidad contradictoria como un todo, solo vean los males del sistema en una de sus partes, en este caso la banca y determinados partidos políticos en función de gobierno.

Como si las patronales de la industria, el comercio y los servicios —que han venido demandando alegremente crédito a los bancos para engordar su capital en tiempos de bonanza económica explotando trabajo asalariado—, no hubieran contribuido por igual a que las crisis finalmente se produzcan. El capital productivo y el capital bancario son como las dos hojas de una tijera con la que se dedican a recortar salarios para repartirse las ganancias. Pero cuando esas ganancias dejan de ser crecientes, el incentivo del capital productivo desaparece. Como consecuencia, parte del capital fijo hasta ese momento activo se paraliza, la materia prima que se tenía previsto convertir en producto tampoco se procesa. El receso productivo se propaga al resto de los sectores que medran con trabajo ajeno y una parte creciente de los asalariados técnicamente aplicados a poner todo ese tinglado en movimiento, son arrojados a la miseria del desempleo.

El proceso es el siguiente: dado que para ampliar la producción de lo ya producido en medios de producción y salarios se obtuvo a crédito y todavía permanece sin vender en los almacenes de los intermediarios comerciales, estos sectores patronales tampoco pueden pagar al vencimiento sus deudas con los bancos, al tiempo que sus empleados también van engrosar las filas del paro sin poder devolver lo que pidieron prestado. Al romperse la cadena de cobros y pagos, el dinero que antes se demandaba para producir más ganancias y ampliar el consumo, ahora se lo demanda para pagar deudas ante una riqueza creada que no se vende por falta de poder adquisitivo. En tales condiciones, el dinero desaparece de la circulación y el crédito es sustituido por el cruel pago al contado. A la luz de esta lógica se pone de manifiesto que la causa de las crisis no está en el comportamiento de ningún sector de la patronal en particular sino en todos ellos, es decir, en el capitalismo como sistema de vida.

Pues bien, el secreto que permite a la burguesía en su conjunto seguir ejerciendo su dominio sobre la clase asalariada para dejar el desorden de las cosas como está, consiste en conseguir que los pagadores de esta historia veamos siempre la realidad económica y política del capitalismo de forma fragmentaria o parcial, de modo tal que atendiendo al árbol, es decir, a una sola de sus partes —en este caso a ciertos representantes de la burguesía financiera que se nos pone ante los ojos como causantes de la crisis—, nunca podamos ver el bosque del sistema capitalista como un todo, que así escapa a toda posibilidad de ser comprendido. (1)

Semejante forma esquizofrénica del conocimiento deliberadamente inducida en los explotados por la burguesía, provoca una distorsión de la conciencia colectiva, una disfunción neuropsicológica que impide conocer la realidad, conduciendo al fracaso cualquier acción sobre ella. Tanto más cierto es esto, como que sin comprender su esencia o razón de ser, nada de lo existente puede ser efectivamente transformado con sentido superador de progreso humano.

Así como su instinto político de conservación le induce a distorsionar la conciencia de los asalariados respecto de lo que pasa en la sociedad civil entre el capital bancario y el capital industrial, comercial y de servicios, la burguesía propietaria de las empresas en cada uno de esos sectores de la economía capitalista, también procura conseguir el mismo propósito respecto de lo que pasa en la vida política al interior del Estado, donde la alternancia “democrática” en el ejercicio del poder a cargo del gobierno entre los distintos partidos políticos institucionalizados, merced a la engañosa táctica de generar una ficticia tensión política entre ellos, tiende a que no cambie su “status quo” como agentes todos ellos al servicio de la clase capitalista dominante, manteniendo así permanentemente dividida a la clase explotada entre las distintas opciones políticas burguesas, aparentemente opuestas pero realmente afines y complementarias en tanto que esencialmente idénticas, inconfesablemente funcionales al común sistema capitalista de explotación impetrante.

Aún en tiempos de crisis pero en condiciones normales o hegemónicas del conjunto de la burguesía sobre la clase asalariada —como es el caso en la actualidad— la clase propietaria de los medios de producción y de cambio que decide directa y despóticamente sobre todo lo que se hace y deja de hacer en sus empresas, impera políticamente a nivel estatal de un modo indirecto por medio del sufragio universal en los comicios, donde los asalariados en tanto que mayoría absoluta de la población, "decide" qué sector de la burguesía le gobierna periódicamente:

Hoy día, especialmente en los países capitalistas desarrollados, esta falsa conciencia de las mayorías asalariadas respecto del sistema capitalista, se explica, en general, por la apología que hacen de él los aparatos ideológicos del Estado burgués y los “mass media” públicos y privados, que nunca como ahora han podido sacar mayor provecho político de calificarlo como “el único posible”, después de la relativamente reciente debacle del stalinismo en la exURSS, que la propia burocracia soviética en alianza con la pequeñoburguesía agraria de los koljoses tras la muerte de Lenin, hizo pasar por comunista.

Dentro de la clase asalariada en general, hay en particular un sector de ellos, cuya falta de madurez ideológica y política se ve reforzada por sus relativamente privilegiadas condiciones de vida y de trabajo, lo cual, por un lado, les sensualiza con el poder constituido, induciéndoles a consagrar, complacientes, todo lo bueno que la burguesía pregona de su sistema de vida, huyendo como de la peste hasta de las evidencias más flagrantes que niegan semejantes supercherías; pero, por otro lado, en medio de la crisis y la inaudita profundidad de los ataques del capital a su propia condición de clase explotada, esta aristocracia obrera no deja de presentir muy cerca suyo el peligro de perder en cualquier momento la estabilidad de sus privilegios, y con esa incertidumbre por todo bagaje ideológico, asoma la protesta de clase en la intimidad de su espíritu; pero mientras esa incertidumbre tarda en cumplir su presagio, triunfa en el comportamiento de este sector su adhesión incondicional al sistema, que junto con los pequeños explotadores de trabajo ajeno constituyen la clientela política menos inestable de la socialdemocracia.

Respecto de aquellos pequeñoburgueses cuyo miedo a perder status social les lleva al máximo de la osadía política permitida por el sistema, se limitan absolutamente a no ir más allá de posicionarse a la extrema izquierda el expectro político burgués, sin sacar los pies del tiesto capitalista, chantajeando con amagar que se salen de ese límite pero nada más. Y naturalmente que los partidos reformistas institucionalizados que capitalizan sus favores políticos al interior del aparato estatal, están para eso, para que ese “nada más” no se convierta en algo más, para que no lleguen a ofrecer alternativa, para que la burguesía no pierda su condición de límite político absoluto frente a las contradicciones cada vez más insolubles del sistema, convertidos así en simples clientes políticos de la socialdemocracia corrompida hasta los tuétanos, compartiendo esa misma podredumbre moral y política con sus colegas de la derecha.

Tales partidos "de izquierda" no son más que la representación política de esos límites absolutos de la burguesía en la conciencia de sus afiliados y simpatizantes. Para ellos, esos partidos constituyen el ámbito donde abreva su interesado descompromiso hipócrita con la realidad que les reclama una alternativa política real frente al sistema burgués imperante. Mantener a ese sector de asalariados en una crítica social y política moderada, acoquinada, medrosa y conservadora del actual statu quo, atentos sólo a la servidumbre ideológica para dejar a salvo sus propios privilegios individuales. Tal es la naturaleza y el objetivo previsto por la burguesía para los clientes de estas formaciones políticas. No es casualidad que la constitución española de 1978, les haya reservado a buena parte de ellos un espacio al sol que más calienta en los ejecutivos y parlamentos del Estado, ya sea en la administración del poder central, en la comunidades autonomas y en los gobiernos locales, como alternativa a “la derecha postfranquista democráticamente reciclada":

Mientras la clase oprimida —en nuestro caso el proletariado— no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda (dejándose representar por los partidos políticos burgueses reformistas) Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige a sus propios representantes y no a los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. (F. Engels: "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado". Cap. IX).

Los individuos y grupos de individuos pertenecientes o convenientemente adscriptos a la clase social dominante, que como tales interactúan al interior de las instituciones económicas, sociales y políticas de la sociedad actual —sea en empresas, asociaciones civiles de diversa índole, sindicatos y partidos políticos—, todos ellos son agentes al servicio de una misma clase social: la burguesía, única usufructuaria de la riqueza y el poder político en este sistema de vida a expensas del trabajo asalariado. Todos ellos personifican al capitalismo y se afanan en preservarlo. Se muestran ante las clases subalternas tácticamente divididos, pero sosteniendo idénticos intereses estratégicos. Si los partidos políticos al interior del Estado aparecen confrontados entre sí con diferentes discursos y programas de gobierno, es al solo efecto de captar el favor electoral —y, de ser posible, el compromiso militante— de los explotados, impidiendo así su propia identidad ideológica y unidad político-partidaria de clase social explotada en torno a la comprensión científica de la realidad objetiva del capitalismo. La burguesía sabe que esa comprensión es su pérdida como clase dominante, en tanto que condición necesaria de un programa revolucionario y una organización política efectivamente alternativa a este sistema decadente de vida en fase terminal. De ahí que hagan todo lo posible por sembrar en sus conciencias la esquizoide ignorancia sobre los asuntos de trascendente importancia estratégica, que ellos se encargan deliberadamente de tergiversar.

A esta realidad objetiva en su conjunto, pues, es necesario que se ciña estrictamente nuestro pensamiento a la hora de analizar las crisis económicas, evitando caer en la trampa de centrar la atención en este o aquel aspecto de la realidad que lo dispersa y confunde. Solo la plena conciencia sobre la compleja y contradictoria totalidad objetiva del capitalismo, es lo que permite comprender la verdad sobre el comportamiento de cada una de sus partes y no al revés.

Por tanto, si todavía seguimos viendo la realidad del capitalismo por el revés de su trama, la responsabilidad es solo nuestra, como que la culpa no es del cerdo sino de quien le da de comer. Esperar, por ejemplo, que un banco preste dinero en época de crisis, es como pedirle peras al olmo. Por la sencilla razón de que ese dinero no serviría para que sus beneficiarios burgueses lo inviertan en la creación de empleo, sino para pagar sus propias deudas exigibles ya contraídas con terceros, una vez rota por la crisis de superproducción de capital, la cadena entre cobros y pagos, lo cual para los bancos sería tanto como no recuperar el dinero de esos préstamos jamás.

Sabemos que todavía hoy desde 2008 los banqueros prestan dinero a cuenta gotas. Pero, ¿sabemos realmente por qué no lo prestan, dado que el crédito es su razón de ser y de ello viven? El dinero es la simple representación de la riqueza. Actúa como medio de cambio y forma de pago de lo que se intercambia. Pero, ¿puede haber intercambio, cobros y pagos, sin producción de ganancias crecientes de los capitalistas e ingresos suficientes de los asalariados? ¿Pueden las ganancias crecer indefinidamente? ¿Cuál es su límite, el crédito sin medida —como sostienen los teóricos liberales de la burguesía— o la disminución de los salarios sin merma en su poder adquisitivo que provoca un crecimiento cada vez más menguado de las ganancias? Estas son las preguntas que los explotados debiéramos preocuparnos por responder si es que no queremos seguir siendo políticamente manipulados, como si fuéramos oligofrénicos.

Y para eso debemos empezar por incursionar con el pensamiento en la base económica de la sociedad, estudiarla para comprender las leyes que rigen la producción y circulación de las mercancías bajo el capitalismo, comprender qué es en realidad este sistema de vida y cuales son sus leyes de funcionamiento. Tal es la condición necesaria para poder transformar el actual estado de cosas en beneficio de la humanidad. Debemos aprender a pensar por nosotros mismos, no por lo que nos cuente la intelectualidad a sueldo y prebendas de los capitalistas, ya sean estos banqueros, empresarios industriales, comerciantes, dueños de medios de difusión, transportes y demás servicios o terratenientes. De esta necesidad ya nos hemos ocupado siguiendo a Marx y ahora volveremos sobre ello contribuyendo a poner la ciencia en materia de economía política, frente a frente con el pensamiento único burgués que todavía embrutece la conciencia de millones de estudiantes universitarios de condición asalariada en el Mundo, porque tal parece que nunca será suficiente.

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1 Esquizofrenia: del griego clásico s???e?? (schizein) que significa “dividir” o “escindir” volver