08. Resultado y
perspectivas de la Revolución de 1848
Tras los bélicos sucesos acaecidos ese año y el
siguiente, la experiencia histórica desde 1789 volvió a demostrar, que la minoría social burguesa, por sí misma:
1) había sido incapaz
de reemplazar a la nobleza feudal como clase
políticamente dominante —que seguía siéndolo— y, por tanto,
2) debía ser la nueva mayoría social: el proletariado,
quien liderase políticamente esa revolución burguesa. Tal es la enseñanza que
Marx y Engels sacaron de los acontecimientos históricos entre 1789 y 1849.
Después de la derrota de los
partidos revolucionarios en Francia y Alemania, a principios de 1850 Marx puso
en conocimiento del Comité Central de la “Liga
de los comunistas”, una circular
dirigida a los demás miembros de la organización donde dijo:
<<Ya en
1848 os dijimos, hermanos, que los burgueses liberales alemanes no tardarían en
subir al gobierno y que inmediatamente volverían contra los obreros el poder
recién conquistado. Los hechos, como habéis visto, nos han dado la razón.
Fueron, en efecto los burgueses quienes se adueñaron del poder público
inmediatamente después del movimiento de marzo en 1848, utilizándolo para
obligar a los obreros, sus aliados en la lucha, a retroceder enseguida a la
anterior situación de clase oprimida. Y si la burguesía no podía lograr esto
sino coaligarse con el pardito feudal
eliminado en marzo, hasta llegar, a fin de cuentas, a traspasar de nuevo el
poder a este partido feudal absolutista, no es menos cierto que se aseguró las
condiciones que, a la larga, gracias a los apuros financieros del gobierno, pondrían
el poder en sus manos y salvaguardarían todos sus intereses, si fuese posible
conseguir que el movimiento revolucionase desde ahora, hacia lo que se llama un
desarrollo pacífico>>. (K.
Marx:”Circular al Comité Central” Ed.
FCE/1988 Pp. 355). Versión digitalizada
Y en “El 18 Brumario de
Luis Bonaparte”, publicado el 18 de mayo de 1852, Marx resumió
magistralmente aquél período entre la Monarquía constitucional de 1830 en
Francia y la contrarrevolución europea de julio en 1848:
<<A la
monarquía burguesa de Luis Felipe sólo le pudo suceder la república burguesa;
es decir, que si en nombre del rey (entre 1830 y febrero de 1848), había dominado una parte reducida de la burguesía, ahora dominará la
totalidad de la burguesía en nombre del pueblo (apuntalada por la nobleza). Las reivindicaciones del proletariado de
París (bajo estas condiciones) son
paparruchas utópicas, con las que hay que acabar. El proletariado de París
contestó a esta declaración de la Asamblea Nacional Constituyente con la
insurrección de Junio, el acontecimiento más gigantesco en la historia de las
guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su lado estaban la
aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños
burgueses, el ejército, el lumpenproletariado organizado como Guardia Móvil,
los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado del proletariado
de París no estaba más que él solo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a
cuchillo después de la victoria y 15.000 deportados sin juicio. (Op. cit.
Cap. I)
Para no repetir esta misma experiencia, en aquella
misma “Circular de Marzo a la Liga de los
Comunistas” Marx recordó las advertencias ya difundidas entre los
asalariados urbanos en ese país. Y es que, en el trance de reivindicar los
principios programáticos del “Manifiesto”,
volverían a chocar con la
burguesía. Esta vez, ese inevitable choque ocurriría en torno a la
necesidad de acabar con el feudalismo
como una cuestión histórica de
principio; y a los fines de alcanzar tal objetivo, Marx les propuso
que, frente al aparato de Estado burgués, debieran crear paralelamente sus propios gobiernos obreros
revolucionarios, “ya sea en la forma de consejos, juntas municipales,
clubes o comités obreros de barrio”. Aconsejándoles desconfiar no solo del partido
aristocrático y reaccionario vencido, sino de los propios burgueses que, hasta esos momentos habían venido
siendo aliados suyos. En fin,
se trataba de emprender un proceso de lucha, pero ahora con carácter de revolución permanente, tal como
Marx lo dejó literalmente dicho en esa misma circular con estas palabras:
<<Los obreros alemanes saben que no podrán
llegar al poder y hacer valer sus intereses de clase, sin pasar por una larga
trayectoria revolucionaria; pero esta vez tienen, por lo menos, la certeza de
que el primer acto de este drama revolucionario inminente, coincide con la
victoria directa de su propia clase en Francia, la cual lo acelerará
considerablemente.
Pero ellos mismos deberán contribuir más que nada a
la victoria final viendo claros sus intereses de clase, adoptando lo antes
posible una posición de partido independiente, no dejándose engañar un
solo momento por las hipócritas frases de los demócratas pequeñoburgueses, sin
perder de vista la imperiosa necesidad de una organización independiente del
partido del proletariado. Su grito de combate deberá ser: “La revolución
permanente”>> (Op. cit. El subrayado nuestro)[1]
Pero cuando la constitución
burguesa de la flamante República en Francia bajo la presidencia de Luis
Bonaparte, estaba ya en plena vigencia y sesionando su Asamblea legislativa, el
2 de diciembre de 1851, el propio Bonaparte ungido como Napoleón III, dio un
golpe militar haciendo saltar el baluarte político de la burguesía desde 1789,
que así se reconvirtió en el Segundo Imperio francés. Inmediatamente y por
decisión despótica, la Constitución burguesa hasta entonces vigente, fue
sustituida por otra, que volvió a concentrar todo el poder en manos de la aristocracia terrateniente y financiera
en la persona del nuevo emperador: Luis Bonaparte, con la aquiescencia a
regañadientes de la burguesía.
Lo que las guerras entre familias dinásticas
ponían en evidencia, es una situación en la que, las viejas clases dominantes
residuales del feudalismo, se hallaban en plena decadencia, pero la nueva
clase burguesa no tenía todavía envergadura suficiente, para hacerse definitivamente con las riendas
del poder en la incipiente sociedad capitalista. Y en esos momentos, el grueso
de las masas laboriosas viéndose nuevamente sometidas al poder semifeudal,
volvió a pensar que tal orden de cosas era eterno por la voluntad de Dios.
Del mismo modo que todavía hoy, una mayoría holgada de explotados, sigue pensando
bajo el capitalismo decadente. Aunque no ya tanto porque así lo quiera el
“altísimo”, sino por obra y gracia de la “naturaleza humana”. Un estúpido prejuicio según el cual, la libertad siempre será
exclusivo atributo de los pocos que mandan, porque como así ha sido, es y seguirá siendo.
[1] Ya veremos más adelante, de qué modo y manera los
revolucionarios alemanes liderados por rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht,
descuidaron esta ineludible máxima de comportamiento so pena de malograr la
revolución, como así sucedió durante los acontecimientos —de los que ellos
mismos fueron víctimas propicias en ese país— entre 1917 y 1919.