03. La génesis histórica del cisma entre marxismo y stalinismo

 

         Tomando por referencia la Gran Revolución Rusa, la diferencia entre marxismo y stalinismo se puso por primera vez en evidencia, durante los acontecimientos previos a la toma del poder político por el bloque histórico de poder obrero-campesino, entre febrero y octubre de 1917. La revolución democrático-burguesa de febrero fue totalmente espontánea, por eso llamada “insurrección anónima”. Tan es así, que incluso sorprendió al propio partido bolchevique. Desembocó en una situación de doble poder al interior del Gobierno burgués Provisional, dividido entre los representantes del partido constitucionalista surgido de la revolución de 1905, en alianza con los reformistas socialdemócratas mencheviques y socialistas revolucionarios, por un lado, y por otro los soviets, “auténticos parlamentos democráticos de diputados obreros elegidos en las fábricas y en los barrios de las ciudades”:

<<Desde estos dos órganos de poder político se vieron enfrentadas dos concepciones de la democracia, la representativa y la directa. Y detrás de ellas dos clases: la burguesía y el proletariado, a las que la caída del zarismo dejó de pronto frente a frente>>. (Pierre Broué: “El Partido Bolchevique” Cap. IV Ed. Ayuso/1973 Pp. 114. Versión digitalizada)

 

         Ante esta situación, los mencheviques y socialistas revolucionarios, dos partidos políticos que ostentaban la mayoría en los soviets —y en el primer congreso pan-ruso de diputados y campesinos celebrado el 22 de mayo de 1917—, no estaban dispuestos a luchar por el poder proletario-campesino, pensando que la revolución no debía pasar de ser democrático-burguesa y que, por tanto, sólo a la burguesía le correspondía ocupar el poder hasta ese momento en manos de la aristocracia zarista.  

 

         Y lo que sucedió como consecuencia de esta determinación adoptada por mencheviques y socialistas revolucionarios en alianza con el Partido burgués demócrata constitucionalista (KDT), es que ciertos dirigentes bolcheviques, entre ellos Stalin, Kámenev y Sinóviev, se dejaron arrastrar hacia esas posiciones, y durante los acontecimientos intentaron romper con la disciplina política de la organización revolucionaria. Estos disidentes promovieron la idea de que la Revolución Rusa debía recorrer el mismo camino iniciado por la revolución social burguesa de 1789, cuando la monarquía absoluta hereditaria por derecho divino de los Reyes, fue sustituida en Francia por la República. O sea, que optaron por una teoría de la revolución socialista puramente empírica, de carácter político etapista y burguesa, sin tener en cuenta las enseñanzas de la experiencia histórica posterior entre 1789 y 1871, que permitió alumbrar la concepción teórica totalmente opuesta y que Marx, en 1850, llamó “revolución permanente”.

 

         En lo que atañe concretamente a Stalin:

<<La Revolución de Febrero de 1917 lo encontró participando en un bloque con la burgue­sía liberal y en consecuencia hecho un campeón del planteo de la unidad con los mencheviques en un solo partido. Sólo la llegada de Lenin desde el extranjero puso punto final a la política independiente de Stalin, a la que calificó de caricatura del marxismo>>. (L.D. Trotsky: “Tres concepciones de la revolución rusa”

 

         A la expresión caricatura del marxismo apeló Lenin en su obra: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, escrita entre junio y julio de 1905 tras el III congreso del POSDR[1] y la conferencia celebrada simultáneamente por los mencheviques en Ginebra, a quienes Lenin tildó de liquidadores de la revolución democrático-burguesa en Rusia.[2] Para comprobar qué grano de verdad hubo en las posiciones sostenidas por Lenin durante ese período, es necesario volver con el intelecto a recorrer el camino de la experiencia política manifiesta, apelando a la memoria histórica de la lucha de clases en la sociedad moderna.

 

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[1] POSDR: Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.

[2] El hecho de que Stalin no aparezca mencionado en ese texto ni en otros de la misma época, destapa la naturaleza camaleónica del personaje. El “como si” típico de todo conspirador al acecho, aspirante a bonapartista en ejercicio totalitario del poder.