Los
secretos mejor guardados de la burguesía van saliendo a la luz pública
<<Sí. Los asalariados y trabajadores autónomos
somos educados desde pequeños, en el hábito de limitarnos a conocer poco más
de lo que se nos exige para el ejercicio eficaz de nuestras respectivas ocupaciones
laborales. Y ese poco más no pasa de ser eso que se conoce por “actualidad”,
que los periodistas en sus respectivos medios de comunicación destacan
diariamente deambulando por la superficie de los hechos manifiestos: el sensacionalismo,
es decir, lo que la realidad aparenta ser en los distintos ámbitos
de la vida social, económica, política, artística, deportiva, etc., etc. Pero
nada se nos informa sobre acontecimientos diarios de fundamental trascendencia
histórica, que permiten explicar la esencia o naturaleza de esta sociedad,
así como la de sus distintas instituciones —tanto públicas como privadas—
y quienes las dirigen. A continuación hemos de ocuparnos de esa esencia yendo
al meollo de la realidad social, económica y política>>. GPM.
01. Introducción
Por ejemplo, el suceso que pasa
desapercibido en los ámbitos de la producción de riqueza, según se agudiza la competencia entre grupos
empresariales privados. Y es que induce al avance
científico-técnico de la sociedad. Nada menos. Un progreso que se ha
venido incorporando a los más diversos instrumentos
mecánicos en general, aumentando
la eficacia productiva del trabajo humano contratado. Hasta aquí, todo
discurre a la vista y comprensión de cualquiera. Un movimiento que los
ideólogos a sueldo y prebendas de la burguesía le atribuyen a los más altos
directivos empresariales. Como si tales sujetos fueran imprescindibles por el hecho de aparecer al mando de las
empresas y crear puestos de trabajo en condiciones redituables. Cuando en
realidad tales “atributos” no emanan de sus virtudes personales, sino de su condición
social de propietarios sobre los
medios de producción y de cambio, que es lo que realmente les confiere
la exclusiva facultad de decidir qué se hace y cómo en las empresas. Un sitio
en el que los asalariados no contamos para nada más que obedecer órdenes de
arriba. Aunque en realidad el verdadero mando lo ejerce esa cosa llamada mercado, donde los empresarios siguen
fielmente sus férreas y ciegas leyes que trasmiten a sus subordinados, dando
pábulo al fenómeno de la enajenación
humana general. Una realidad a propósito de la cual Marx decía, que “los
capitalistas viven tan enajenados como los asalariados, sólo que esa
enajenación les hace sentir bien”.
Y entre todo lo que los empresarios le ocultan a los
asalariados, no está precisamente el hecho de que el progreso científico-técnico
incorporado a los medios de producción, se traduzca en un creciente abaratamiento de cada producto mercantil por unidad de tiempo empleado en
producirlo, incluidos los bienes que conforman su canasta familiar. No. Lo que han
venido escamoteando es que, simultáneamente, esa eficacia técnica creciente permite abaratar cada vez más el salario, al
reducir proporcionalmente partes
crecientes de la jornada en que cada empleado gasta diariamente su energía, produciendo el equivalente a los bienes que
necesita consumir para reponerla.
De modo tal que así, imperceptiblemente,
los asalariados van dedicando más
tiempo de cada jornada laboral, a trabajar
gratuitamente generando un plus
de valor del que se apropian por la cara sus patronos bajo la forma de
capital. Un hecho que permite explicar y conocer el creciente reparto desigual de la riqueza en el Mundo.
Pero el caso es que las consecuencias de tal proceso no acaban aquí, porque el avance científico-técnico exige que un cada vez menor número de asalariados pongan en movimiento un mayor volumen de más y más eficaces medios de producción. Y dado que las ganancias de los capitalistas surgen de la conversión o metamorfosis del trabajo asalariado en plusvalor contratado para tal fin, resulta que ese plus de trabajo diario no retribuido que se convierte en ganancia, no deja de aumentar. Pero como la eficacia del trabajo requiere que el número de asalariados activos aumente menos que el volumen de medios de trabajo funcionando, pues resulta que el plusvalor inevitablemente aumenta cada vez menos y con fatal tendencia histórica objetiva hacia su agotamiento, es decir, al derrumbe del sistema.
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