A modo de conclusión

Desde el punto de vista de la izquierda, vivimos un momento de desorientación extrema: la crisis de los socialismos realmente existentes o de las variantes burocráticas y estatistas, la crisis del Trotskysmo y su consignismo transicionista “al socialismo”, la crisis de las variantes socialdemócratas y de los nacionalismo populares, nos están impulsando a hacer un debate franco y abierto en pos de rearmarnos teórica y programáticamente o por lo menos, para que los más “esclarecidos” puedan echar “luz, luz y más luz” sobre toda la oscuridad que la burguesía ha derramado sobre nuestros ojos como parte de su ofensiva ideológica.

La izquierda debe ser considerada como el sector de vanguardia -no autoproclamada- que agrupa a la parte con más conciencia de la clase y cuya función principal es, tal como vimos, fundir la teoría revolucionaria -el Materialismo Histórico y la memoria histórica- con la experiencia práctica de los trabajadores, a los fines de educar a la clase para la actividad revolucionaria de masas. Esto hoy no se está logrando como resulta obvio observar y en este sentido, la izquierda revolucionaria, no sólo no consigue saldar sus cuentas “consigo misma” a nivel de lucha teórica, sino que tampoco pasa de pequeños grupos que permanecen aislados de las grandes masas trabajadoras. 

Todo esto contribuye a que los asalariados nos encontramos hoy día -como en todas las etapas de retroceso ideológico- bajo una existencia contradictoria: por un lado, estamos políticamente desperdigados y divididos entre distintos partidos e iniciativas burguesas; por otro, ligados a una misma relación de explotación: nos reproducimos como clase reproduciendo y ampliando el capital, no tenemos otra forma de obtener nuestros medios de existencia en la sociedad burguesa. Y es esta misma forma de existir valorizando capital, la que nos hace año a año, relativamente cada vez más pobres frente a la riqueza que generamos.

Transformar la sociedad exige desarrollar el polo antagónico de esta contradicción, haciendo conciente la explotación real y actuando políticamente en consecuencia. Conservarla, en cambio, exige trabajar el polo de complementariedad, conciliando los opuestos, ocultando el carácter de explotación de las relaciones sociales. Y aquí, los revolucionarios entramos en un terreno escabroso porque en esta tarea conciliatoria, no trabaja sólo la burguesía, sino también, amplios sectores de la pequeña burguesía que, como vimos, “quieren el capitalismo, pero no sus consecuencias” o “quieren acabar con el mal sin erradicar la enfermedad”. Además de un sin fin de dirigentes autoproclamados obreros que coincidiendo con estos sectores de la pequeño burguesía, sólo pretender reformar el capitalismo para que este sistema no se derrumbe.

Esto se puede ver en el sin número de expresiones que se usan en la intervención de muchos educadores(as) populares cargadas de ideología burguesa. Como por ejemplo: esta nueva moda de utilizar conceptos novedosos y que en el lenguaje nos cuela contrabando ideológico, nos hablan de “capital social”, “capital humano” intentan  sembrar la idea de que todos somos capitalistas. O estas propuestas de una economía social para aquellos que quedan “fuera” de la verdadera economía, propuesta que siembra ilusiones acerca de la posibilidad de generar desde dentro de la economía capitalista una economía social que beneficie a los “pobres”.

Aunque el histórico baluarte del reformismo sobre la cuestión de la ciudadanía justificaría la reproducción de un artículo exclusivo [27] , sólo decir que este concepto íntimamente ligado a la constitución de todos nosotros como pertenecientes-súbditos del Estado de derecho nacional-burgués, es una de las piedras angulares de la conciliación de clases que la burguesía utiliza para igualar formalmente ante su Estado de derecho la desigualdad realmente existente entre propietarios y no propietarios de medios de producción, explotadores y explotados, de modo tal que los conflictos sociales se sublimen al “interior” y la vía revolucionaria permanezca indefinidamente en la sociedad civil como una mera posibilidad abstracta en la conciencia de las clases subalternas. Y es que justamente, como parte del desarrollo de una conciencia “antagónica e irreconciliable” la vanguardia revolucionaria debe hacer visible al resto de los explotados que detrás del Estado-nación “en general” se encuentra el órgano “particular” de dominación de clase de la burguesía. Esta debe de hacer conciente el carácter de clase del Estado y enseñar a no confiar, en el sentido de no reeditar la ya probada y fracasada ilusión socialdemócrata de la transformación “socialista”, vía domesticación de las instituciones del Estado burgués. La experiencia indica que lo único que se logró domesticar fueron las mismas masas que terminaron castradas de voluntad de poder.

El marxismo nos ha enseñado ya desde hace bastante tiempo -y la realidad ha sido bastante cruel con quienes lo ignoraron- que la única forma de acabar con el contenido de clase del Estado burgués es a través del derrocamiento y desarme revolucionario de la burguesía mediante “la dictadura del proletariado”. No es posible ocupar gradualmente el edificio de la clase dominante, desalojarla trinchera a trinchera, de a “poquito” de su Estado. Es que estamos luchando contra un enemigo poderoso que ha dado muestras de su determinación para el combate toda vez que ha sentido que su negocio entraba en riesgo. Con esto, no estamos diciendo aquí, entiéndase bien, que las luchas por medidas democráticas o por reformas sean equivocadas, sino, que estamos planteando efectivamente la discusión sobre qué intereses orientan esa lucha, de manera tal que el movimiento de masas en el próximo ascenso revolucionario no caiga en las trampas e ilusiones que la burguesía ha utilizado recurrentemente durante siglos. Aprendimos con Lenin que en la lucha de clases hay sólo dos estrategias posibles en las que las distintas tácticas se inscriben: la proletaria y la burguesa.

La estrategia revolucionaria no se podrá desarrollar si los militantes seguimos repitiendo por boca de ganso toda la cantinela de prejuicios burgueses con los que se nos ha educado durante este periodo de reflujo que ya lleva más de 30 años. La burguesía parece habernos convencido de que seríamos unos autoritarios si en vez de ir a las masas para “ayudarlas” y hacerles conocer sus “derechos ciudadanos”, nos fundimos con ellas para dirigirlas de un modo resuelto a la lucha revolucionaria. Y entra dentro de la lógica natural de la burguesía que realice esta tarea porque de esto depende su continuidad como clase dominante. Lo que no es lógico es que los proletarios conscientes renunciemos vergonzantemente al Materialismo Histórico y a nuestra memoria historia transformando nuestro trabajo de vanguardia en una mera tarea de “facilitación” y “acompañamiento” de los procesos de “la gente”. Trabajo irresponsable y desclasado -que por cierto- se encuentra más ligado al de los funcionarios de las ONGs que al de los militantes de la causa socialista.

En este marco de retroceso de la conciencia de clase de los explotados, de dominio político ideológico de la burguesía cuasi-absoluto, resulta lógico que los trabajadores en general sean refractarios al discurso revolucionario. Por eso, el trabajo de la vanguardia debe estar dotado de esa paciencia de la que hablábamos al principio y de esa flexibilidad e intransigencia. Es necesario recuperar la práctica del estudio, esto es, luchar contra la holgazanería intelectual y el practicismo. A la par que se trabaja con amplitud en el movimiento de masas, celosos de no dividir la fuerza, es necesario ir formando grupos de estudio marxistas, celosos,  también, de no traicionar los principios revolucionarios.

Por todo esto, resulta fundamental recuperar el legado de Lenin para fundirlo con nuestra práctica. Esta es una tarea imperiosa que el movimiento de masas y la causa socialista nos está reclamando. Por eso, cerramos este trabajo con algunos postulados que el mismo Lenin tomó de Engels para desarrollarlos en su “¿Qué hacer?”:

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org



[27] Ver José Welmowicki  “Ciudadanía, democracia y sociedad civil: el retorno de Eduard Bernstein” En: Marxismo vivo Nº 4, Diciembre del 2001  http://www.marxismalive.org/marxismovivo4esp.HTML