Guerras,
experimentos con armas químicas, atentados y fracaso de la ONU a la luz de la más
reciente historia
“El
Estado miente deliberadamente…” (Albert
Einstein: Notas autobiográficas.
1947).
<<
¿Por qué miente? Porque siendo la representación político-institucional de la
clase burguesa explotadora, pues eso, que necesita justificarse ocultando su
verdadero carácter que le define como un animal de rapiña, taimado y simulador, dos “virtudes” que
trasmite e inculca en el subconsciente de su personal subalterno. Todos ellos
educados en el afán de alcanzar el poder y la opulencia exclusivista. Tal como
lo expusiera el genial ítalo-argentino José Ingenieros en el capítulo III apartado
II de su obra magistral: “La simulación en la lucha por la vida” (formas colectivas de luchas y de
simulación)>>.GPM.
01.
Introducción
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada el
24 de octubre de 1945, meses antes de que se diera por finalizada la Segunda
Guerra Mundial en enero de 1946. Anunció su nacimiento con la declamada
finalidad de garantizar la paz y la
seguridad en el Mundo. Fue un engendro pergeñado
en una reunión entre el presidente americano Roosevelt, el británico Churchill
y el soviético Stalin ese mismo año en Yalta el 11de febrero. El organismo quedó
integrado por 15 naciones1,
cinco de las cuales pasaron hasta hoy a ser miembros permanentes con derecho de veto2:
Estados
Unidos,
Reino
Unido,
República
Francesa,
Federación
Rusa y República
Popular China,
más 10 miembros no permanentes: Bolivia, Egipto, Etiopía, Japón, Italia,
Kazajstán, Senegal, Ucrania, Uruguay y Suecia.
En este trabajo nos limitaremos al análisis de conflictos
bélicos entre países, provocados por la interesada injerencia de potencias económicas
capitalistas de la cadena imperialista en países económicamente dependientes, excluyendo
las guerras civiles como fue el caso, por ejemplo, en España entre 1936 y 1939,
pero incluyendo las más recientes que acabaron comprometiendo a terceros países
hasta desembocar en conflictos internacionales. Con esta exposición queremos
contribuir a la necesaria tarea de poner en evidencia el carácter genocida, mentiroso
y embaucador de la burguesía internacional. En todas estas guerras participaron
los países más poderosos de la cadena imperialista: EE.UU, Francia, Canadá y
Gran Bretaña, dando ejemplo justamente de todo lo contrario respecto de lo que
supuestamente les indujo a crear la ONU y su “Consejo de Seguridad”.
02.
Guerra de Vietnam 1955-1975
Fue un conflicto bélico en la península de Indochina, que
tuvo lugar entre mediados de los cincuenta y mediados de los setenta y enfrentó
a los EE.UU. y el gobierno de Vietnam del Sur por un lado, contra Vietnam
del Norte y las guerrillas comunistas que actuaban en Vietnam del Sur por otro.
La guerra que se extendió también a Laos y Camboya, fue la más larga que debió
afrontar en su historia la burguesía francesa y norteamericana, una experiencia
que sin lugar a dudas acabó con el más serio fracaso militar y político para
los EE.UU. durante la llamada “guerra fría”.
El inicio de la implicación americana se remonta a inicios
de los cincuenta cuando apoyaron los desesperados intentos de Francia por
mantener su presencia colonial en Indochina frente a las fuerzas comunistas del
Vietminh. La derrota francesa y los Acuerdos de Ginebra de 1954, que
consagraron la partición de Vietnam en dos, llevaron a que Washington volcara
su apoyo al régimen anticomunista de Ngo Dinh Diem
en Vietnam del Sur, que hacía frente al Vietnam del Norte comunista de Ho Chi Minh,
apoyado por la URSS.
La corrupción de Diem hizo a su régimen crecientemente
impopular, quien finalmente fue derrocado y asesinado por sus propios militares
en 1963. Mientras tanto se había creado en Vietnam del Sur el Frente Nacional
de Liberación (FNL) donde se aglutinaba toda la oposición incluyendo los comunistas.
En 1964, la situación parecía desesperada para Vietnam del
Sur cuando EE.UU., alegando como justificación el incidente de Tonkín
contra su destructor Maddox el 2 de agosto de 1964, inició una
intervención abierta en ese territorio, pasando de 4000 soldados
norteamericanos en 1962 a casi 500.000 en 1967. Los bombardeos masivos, el uso
de agentes químicos y la crueldad de la primera guerra en Indochina retrasmitida
por los medios de comunicación, hicieron enormemente impopular la política de
EE.UU. en el Tercer Mundo, en el bloque comunista de la URSS y en partes
significativas de la opinión pública occidental. Dentro del propio país, la
oposición a la guerra se extendió entre la juventud norteamericana ligándose a
movimientos contra el sistema, como fue el caso del llamado movimiento
"hippie".
Tras la ofensiva
vietnamita del Têt en 1968, el presidente norteamericano
Lindon Johnson
decidió la progresiva desvinculación de su país en el conflicto y la búsqueda
de una solución política negociada. Tras una compleja fase de negociaciones y
enfrentamientos militares, se firmó en París en enero de 1973 un acuerdo de
paz. Y en agosto el Congreso norteamericano prohibió cualquier reanudación de
la intervención norteamericana. La retirada de las tropas estadounidenses hizo
que el régimen de Vietnam del Sur se derrumbara inmediatamente. La ofensiva
final comunista norvietnamita tuvo lugar en la primavera de 1975. El 17 de
abril, Phnom Penh cayó en manos de los Khmers Rojos y el 30 los comunistas tomaron
Saigón. La guerra había terminado.
La derrota supuso un verdadero trauma para EE.UU. con 58.000
muertos, 300.000 heridos, centenares de miles de soldados con una amplia
adicción a las drogas y serios problemas de adaptación a la vida civil en tiempos
de paz, arrastrando el orgullo de potencia mundial herido... Lo que se vino a
denominar el "síndrome de Vietnam" supuso en el corto plazo una gran
renuencia a la intervención militar exterior por parte de la potencia
norteamericana. Cfr.: http://www.historiasiglo20.org/GLOS/vietnam.htm.
03.
Primera guerra en Afganistán 1978-1992
Desde 1938 —cuando los británicos construyeron las primeras
refinerías en Irán y Arabia—, ya se sabía de la existencia de yacimientos
petrolíferos al norte de Afganistán desde 1959 explotados por los soviéticos,
quienes construyeron el primer gasoducto del país que terminaba en su
territorio de Uzbekistán.
Hasta 1966 habían perforado otros 60 pozos en el suelo afgano de Herat
y Helmand
entre otras zonas. Pero no sólo se trataba de petróleo, porque desde hacía más
de un siglo las expediciones coloniales imperiales rusas y británicas habían
descubierto allí la existencia de toneladas de oro, diamantes, esmeraldas,
cobre, hierro, uranio y otros minerales. Más tarde, fueron los geólogos
soviéticos los que realizaron un estudio minucioso sobre los tesoros afganos,
estimando su valor en 404 mil millones de dólares, el segundo depósito de oro
en el Mundo.
En 1960, gobernaba en Afganistán un
emir talibán, de la misma forma despótica que cualquier emir del siglo XV, país
donde predominaba la pobreza, el analfabetismo, la mortalidad infantil y la
esclavización de la mujer, con una economía basada en el cultivo del opio y su
comercio con las potencias coloniales de Occidente, Inglaterra
fundamentalmente. Ese gobierno yihadista fue derrocado en 1978 por una
revolución socialista que lo cambió todo en el país. Eliminó el negocio del
opio, fomentó el comercio con riqueza saludable y promovió la cultura,
equiparando por decreto los derechos de las mujeres y los hombres. Disminuyó en
pocos años el analfabetismo y las mujeres accedieron a la cultura, hasta el
punto de que llegaron a ocupar el 40% de los puestos en la educación, desde la escuela
primaria hasta la universidad.
La primera guerra de Afganistán en el
Siglo XX comenzó en abril de 1978, cuando tuvo lugar la Revolución
de Saur, que convirtió a ese país en un Estado Socialista
gobernado por el Partido
Democrático Popular de Afganistán (PDPA). En tales
circunstancias fue cuando el gobierno de los Estados Unidos
inició la llamada Operación
Ciclón suministrando armas y una amplia financiación a los
rebeldes islámicos muyahidines que
habían sido desplazados del poder y que, para recuperarlo,
desestabilizaron el país hasta tal punto que menos de un año después, el Consejo Revolucionario afgano
solicitó la intervención del Ejército Soviético en el conflicto17 18,
a raíz del cual ambos países firmaron el “Tratado de Amistad, Buena Vecindad y
Cooperación entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República
Democrática de Afganistán”, acordado y firmado por el burócrata
soviético Leonid Brézhnev
y el demócrata soviético afgano Nur
Mohammad Taraki el 5 de diciembre de 1978. Situación que
se mantuvo vigente entre enero de 1979 y diciembre de 1989, lapso durante el
cual el ejército soviético de la URSS depuso y ejecutó sumariamente al
presidente de la República Democrática de Afganistán (RDA) Jafizulá Amin,
quien previamente había mandado ejecutar de manera arbitraria al anterior
presidente y líder de la revolución Nur Mohammad Taraki. El gobierno que le
sucedió se refería a Amín como “el traidor”, al descubrirse sus contactos con
la CIA
de los Estados
Unidos.
<<En la década de los ochenta, mientras
EEUU armaba a los mercenarios liderados por Bin Laden y les llamaba “luchadores
por la libertad”, desmantelando al gobierno socialista del doctor Nayibloha, la
URSS iba a construir una refinería capaz de producir un millón de toneladas de
gas por año. La guerra de Afganistán ha
hundido sus raíces en los ricos yacimientos de petróleo y gas bajo el
territorio de ese país>>. (https://storify.com/wormholepro/afganistan-el-congo-euroasiatico).
La intervención soviética en Afganistán tuvo por respuesta
un resurgimiento de los guerrilleros muyahidines, que aun estando
divididos en varias fracciones, se embarcaron en una larga campaña militar
contra las fuerzas armadas soviético-afganas, respaldados por los suministros y
el apoyo logístico y financiero de la coalición formada por los Estados Unidos,
Pakistán, Irán, Arabia Saudí, China, Israel y el Reino Unido. Todo ello en pos
de apropiarse de los riquísimos yacimientos minerales y energéticos en ese
país. Después de más de nueve años de guerra, los soviéticos se retiraron en
1989 después de la firma de los Acuerdos
de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática
alemana (RDA). No obstante, los enfrentamientos entre los insurgentes muyahidines
y las tropas del gobierno afgano, continuaron hasta abril de 1992 cuando la disolución
de la URSS provocó el colapso económico del país afgano
y los fundamentalistas pudieron establecer lo que desde 1993 —y a instancias de los acuerdos de Peshaward—
pasó a ser un Estado
Islámico21, desde entonces
popularmente conocido como el Vietnam de la URSS.22 23.
A raíz de ese acuerdo político, todos los comunistas
y partidarios de la antigua República
Democrática que aún residían en el país, fueron
perseguidos y asesinados. La televisión, los videos y la música fueron
prohibidos completamente.6
Todas las películas conservadas en la empresa estatal afgana «Afghan Films»
fueron quemadas por orden del régimen. Sólo se salvaron las de producción
nacional que permanecieron ocultadas por los trabajadores, quienes debieron
escapar posteriormente del país.7 Las
mujeres dejaron de tener derecho alguno y fueron
obligadas a llevar burka,
en algunas regiones de color blanco (color de la bandera); esta prenda era muy
costosa y muchas mujeres debían, por ende, quedarse encerradas en sus casas.
También fue prohibido el trabajo femenino fuera del hogar (excepto unas pocas
médicas en Kabul para atender a mujeres), así como salir de la casa sin un
responsable masculino (padre, hermano o marido). Quedaron prohibidos los
estudios (salvo los religiosos), así como el uso de cosméticos y tacones,
montar en bicicleta o motocicletas, practicar deportes, llevar colores
vistosos, reír en voz alta, participar en festejos, lavar ropa en ríos o plazas
públicas, asomarse a balcones, ser fotografiadas o filmadas.6
Los talibanes continuaron con las prácticas de la lapidación y el azote público
instaurados desde 1992. Las ventanas de las casas debían ser opacas para
bloquear la vista desde del exterior. Si una mujer se pintaba las uñas, sus
dedos era cortados.8
A causa de estas represiones, el suicidio, generalmente quemándose vivas, era
muy frecuente entre las mujeres y se ha reportado que el 90% de ellas sufrían
problemas psicológicos.9
Cuatro años después de que los talibanes ocuparan
Afganistán”, durante 1996 irrumpieron en la sede de la ONU, secuestrando,
torturando, mutilando y asesinando a Mohammad
Najibullah, presidente de ese país entre 1987 y
1992, quien se encontraba refugiado allí. Además, en 1998 los talibanes
forzaron el consulado
de Irán
en Mazar-i-Sharif
y ejecutaron a los diplomáticos que allí trabajaban13.
A finales de 1996 una coalición de fracciones militares guerrilleras muyahidines
crearon la llamada “Alianza del Norte” conocida como “Frente islámico unido por la salvación de Afganistán”, cuyo
objetivo fue derrocar al régimen talibán. Esta coalición fue respaldada por
Irán, Rusia, India, Tayikistán y varios estados más, mientras que los talibanes
estuvieron respaldados por Al Qaeda
y las Fuerzas Armadas de Pakistán. Y ni que decir tiene que todo este proceso
estuvo principalmente patrocinado por
la entente pro yihadista islámica imperialista entre los EE.UU. y el
Reino Unido.
04.
Guerra Irán-Irak 1980-1988.
El conflicto hunde sus raíces en una antigua disputa
territorial sobre las márgenes del Shatt al-Arab, río formado por la
confluencia del Tigris y el Éufrates, zona rica en petróleo, y las sospechas de
Saddam Hussein sobre las posibilidades de que el régimen islámico de Teherán
alentara la rebelión entre la importante población chiíta iraquí. Saddam tuvo
también en cuenta el aislamiento internacional del régimen de Jomeini, entonces
enfrentado a EE.UU. (asalto de la embajada y toma de rehenes) y a la URSS.
En septiembre de 1980, las tropas
iraquíes lanzaron un ataque que, pese a conseguir avances en torno a 80-120
kilómetros, no fue suficiente para doblegar la resistencia de las milicias
iraníes formadas por los Guardianes de la Revolución. En adelante se inició una
dura y larga guerra en la que se utilizó abundante armamento suministrado por
países extranjeros. Iraq recibió amplio apoyo de Arabia Saudí, Kuwait y otros
estados árabes (uno de los rasgos del conflicto era el histórico enfrentamiento
entre árabes y persas) y fue tácitamente apoyado por los EE.UU. y la URSS.
Mientras, Irán sólo contó con el apoyo de Siria y Libia, estados árabes
enfrentados a Saddam Hussein.
Pese a ser visto como un freno a la expansión del islamismo
radical de Jomeini, el régimen de Saddam Hussein empezó a ser cuestionado
internacionalmente ante la evidencia de la utilización de armas químicas contra
los iraníes y contra la propia población kurda del norte de Irak.
Finalmente, las dificultades económicas acabaron por apear
a Jomeini de su negativa testaruda a cualquier tipo de acuerdo negociado. En
agosto de 1988 Irán aceptó un cese el fuego que había sido previamente
elaborado por las Naciones Unidas.
La guerra acabó en un práctico empate pero las pérdidas
humanas fueron enormes. Se habla de un millón de bajas, pero hay que fuentes
que doblan esa cifra. Quizá se pueda cifrar las muertes en medio millón de
seres humanos, con Irán como el país que sufrió más duras pérdidas.
El coste de la guerra y la búsqueda de medios económicos
para enjugarla fue uno de los elementos clave para que Saddam
Hussein atacara Kuwait en 1990. La guerra del Golfo de 1991 fue el
resultado de esa nueva agresión del dictador iraquí. Cfr.:
05.
Envenenamiento masivo en España atribuido al aceite de colza en 1981
Mientras se desarrollaban los acontecimientos bélicos en
Afganistán durante la primavera de 1981, según la Organización Mundial de la Salud
más de 5.000 personas en el Mundo —de las cuales 1.300 en España—, fueron víctimas
de una “extraña enfermedad” a la que inicialmente se le denominó “neumonía
atípica”; y los afectados que sobrevivieron a ella todavía soportan graves y
dolorosas secuelas físicas y psíquicas irreversibles. Veintitrés años después hicieron
explosión casi simultánea en cuatro distintos trenes de la línea ferroviaria de
cercanías, en Madrid, doce artefactos explosivos conteniendo 20Kg. de dinamita
cada uno, asesinando a 192 personas y heridas de distinta gravedad y
consideración a otras 1.200.
¿Qué han tenido de común estos dos actos genocidas? Que los
respectivos tribunales dedicados a juzgar los hechos, jamás probaron científicamente las respectivas causas materiales que
oficialmente dieron por válidas en uno y otro caso. Tanto en el Juzgado de
Instrucción que atendió al llamado “síndrome tóxico” como en la Vista oral del
Juicio por la masacre del 11 de marzo en 2004. Porque lo que sí se pudo
demostrar fuera de los dos ámbitos de la “justicia” española en que se “juzgaron”
los hechos, es que la naturaleza de la sustancia tóxica supuestamente causante del
envenenamiento masivo en 1981, en realidad no fue el aceite de colza, ni el
explosivo que deflagró en los trenes en 2004 fue un tipo de dinamita llamado
“Goma2” de la marca “Eco”.
Semejante cambio como por arte de birlibirloque de una
causa material presuntamente desconocida por otra supuesta, permitió acusar,
procesar y condenar, a personas que nada tuvieron que ver con los hechos que
les fueron imputados en uno y otro caso. Por el “síndrome tóxico” pagaron el
pato algunos industriales y comerciantes al por menor que habían venido
lucrándose con la producción y distribución de aceite de colza desnaturalizado absolutamente inocuo. Y en el
caso de los atentados del 11M, oficiaron de chivos expiatorios ciertos
delincuentes comunes dedicados al trapicheo con drogas y explosivos en pequeñas
cantidades —todos ellos confidentes de la policía o de la Guardia Civil— así
como unos cuantos inmigrantes de distinta procedencia que profesan la religión
islámica —como fue el caso del inocente Jamal
Zougam— seleccionados “ad hoc” por los servicios de
inteligencia policiales y de la Guardia Civil, en claro contubernio
prevaricador con el Juez de Instrucción y la Fiscalía del Estado español, tal
como se pudo poner en evidencia durante todo el proceso.
El
Juicio sobre el llamado “síndrome tóxico”
<<Durante la primera guerra de
Afganistán, en la primavera de 1981 fueron envenenados más de 60.000 españoles,
de los cuales más de 700 de ellos murieron1. Desde entonces y hasta hoy, los
gobiernos que lo fueron a cargo respectivamente de UCD y del PSOE, han centrado
sus esfuerzos en impedir que el auténtico criminal de semejante matanza salga a
la luz pública. Había que borrar por todos los medios las huellas que conducían
al foco de la intoxicación. Se llegó así a un oscuro montaje de los distintos
sectores del Poder y de los servicios de inteligencia, para conformar el efectivo
«pacto de silencio» que debía evitar que se supiera que aquí se aplicó a seres
humanos una nueva combinación química, aplicable en el futuro a una posible
guerra química.>. (Andreas
Faber-Kaiser: “Pacto
de silencio”
El primero de mayo de 1981, una enfermedad hasta entonces
desconocida irrumpió en la escena nacional española, atacando a colectivos de personas
de forma aparentemente aleatoria en las zonas centro, norte y noroeste del
país. Fue algo que las autoridades políticas sanitarias bajo el gobierno de la
“Unión de Centro Democrático”, empezaron denominando “neumonía
atípica” que atacaba las vías respiratorias de las víctimas.
Confundiendo la sintomatología o forma de manifestación de la
enfermedad con su etiología o causa que la produce, difundieron
que se trataba de un micoplasma o
especie de hongo trasmitido a los seres humanos por vía aérea, pero sin aportar
las pruebas científicas fundadas en serias investigaciones de laboratorio y
hechos empíricos estadísticamente contrastados. Una explicación muy poco
consistente, dado que el contagio se extendió a grupos reducidos de personas en
poblaciones poco masificadas, así como que se difundió con gran rapidez en
determinadas áreas geográficas distantes
unas de otras, todo lo cual permitió descartar la tesis de la
transmisión por vía aérea. Pero bastó que el Estado apelara al
ejército de periodistas venales afines al gobierno de turno
—silenciando al resto con veladas amenazas de no hacer publicidad institucional
en sus medios— para que la tesis oficial cuajara en la conciencia ciudadana.
Según lo dejó negro sobre blanco en el
capítulo 12 de su libro titulado: “La CIA
en España” —publicado en 2006—, Alfredo
Grimaldos reportó
que:
<<Todo
parece indicar que el síndrome tóxico se desarrolla en dos ondas epidémicas
diferenciadas. La primera de ellas se produce a principios o mediados de enero
de 1981. Coincide con una enfermedad no determinada que se desarrolla (por
vía aérea) en pleno invierno en la zona norteamericana de la base de Torrejón y
que afecta también a algunos militares españoles. Es probable que esta primera
onda epidémica sea consecuencia de algún escape provocado accidentalmente con armamento
bacteriológico, cuya presencia en la base es contraria a la legalidad
internacional y contraviene el tratado bilateral que permitió su creación. Un
serio inconveniente en tiempos del (slogan que corrió a cargo del por
entonces Secretario General del PSOE Felipe González Márquez: "OTAN, de entrada, no".
Con la segunda onda, mediante tomates
tóxicos tratados con productos organofosforados, se trataba de inducir una
epidemia más amplia, más extendida, cuyos signos y síntomas no sólo abarcasen
los de la primera, sino que los agravasen, de forma que al derramarse la
enfermedad no sólo en Torrejón de Ardoz, sino por una gran parte del territorio
nacional, Torrejón fuese sólo un árbol más, y sin importancia cualitativa, en
la atormentada geografía de la enfermedad. Toda la mentira generada en torno a
la investigación era precisamente para ocultar el origen de esa segunda onda
epidémica generada intencionadamente, envenenando una partida de tomates en
Roquetas de Mar." (Op. Cit. Pp. 113)
A todo esto, investigando el cuerpo de los muertos
afectados por la enfermedad, el doctor Antonio Muro y Fernández-Cavada,
a la sazón director en funciones del Hospital del Rey, comprobó en todos ellos
la existencia de una “hiperplasia”
en sus intestinos delgados, lo cual reveló de modo concluyente que la causa de
la epidemia había sido una sustancia tóxica ingerida por vía digestiva.
Una vez desvirtuada la tesis de su difusión por vía aérea,
los políticos españoles eventualmente a cargo del aparato de Estado, de un día
para otro se olvidaron de la “neumonía atípica” y la enfermedad
pasó a ser oficialmente denominada “síndrome tóxico”. Hasta que
el 10 de junio de 1981, con la misma irresponsabilidad científica y a través
del Ministro del ramo en ese momento, llamado Sancho
Rof, el gobierno decidió popularizar la enfermedad con el
nombre de “síndrome del aceite tóxico” o, más concretamente, “caso
del aceite de colza”, tesis presuntamente basada en la hipótesis de que
el mal fue producido por la anilina utilizada para adaptar el aceite
industrial de colza al consumo humano.
Un mes antes y a instancias del mismo gobierno de la
entonces UCD, el Estado español ya había puesto la investigación del
asunto en manos del “Centro para el Control de la Enfermedad” (Center Of
Disease Control) con sede en la ciudad norteamericana de Atlanta, cuyos
directivos recibieron la orden del Departamento de Estado, para que ocultaran
los estudios epidemiológicos y las encuestas realizadas que vinculaban las
causas de la enfermedad con el aceite de colza, sencillamente porque tales
“estudios” transgredieron los
principios más elementales de la metodología científica. Y por supuesto
nunca pudieron demostrar ningún vínculo entre el aceite de colza y la causa de
la enfermedad.
Si el aceite hubiera sido el agente tóxico —tal como
sostuvo el gobierno de la UCD en connivencia con TODOS los
partidos del arco parlamentario español, incluido el PCE, lo cual evidencia que
se trató de una mentira genocida de Estado— entonces la enfermedad habría
alcanzado a todos los miembros de una misma familia que inevitablemente
debieron consumirlo, dado que en la cocina hogareña española el aceite es un
producto de consumo general. Pero quedó demostrado estadísticamente que en los
hogares donde la toxicidad alcanzó, por ejemplo, a uno de sus miembros, fue muy
raro que afectara siquiera a la mitad de los demás.
La tesis de que el agente tóxico fue el aceite de colza,
tampoco permite explicar la discriminación que la enfermedad ha hecho entre una
familia y otra, pues, como es sabido, el "garrafista" ambulante
vendió el mismo producto a diversos residentes en bloques completos de pisos, y
resulta que solo hubo afectados en unas familias que lo adquirieron y en otras
no, a pesar de que las garrafas se llenaron en el mismo momento procedentes del
mismo tanque y vendidas el mismo día.
Dado que la tesis del aceite de colza fue anunciada recién
el 10 de junio —cuando la enfermedad había hecho su aparición pública el 1 de
mayo—, los hogares donde coincidió que hubo un enfermo y se consumía ese tipo
de aceite, el resto de la familia debió seguir consumiéndolo durante cuarenta
días, dado que en ese lapso de tiempo no pudieron conocer su presunta
toxicidad. Sin embargo ninguno de ellos resultó afectado.
Durante la práctica experimental con el aceite aplicado
sobre animales de laboratorio, los investigadores oficiales nunca pudieron
verificar la más mínima lesión causada por el supuesto agente tóxico. Y aunque
utilizaron dosis masivas del mismo aceite retirado de las casas donde se
registró el mayor número de enfermos, lo único que consiguieron es que los
cobayos engordaran aumentando de peso.
No deja de resultar menos paradójica la supuesta
discriminación que la enfermedad hizo en distintas regiones de España, porque
resulta que durante los mismos períodos del año 1981, el mismo aceite de colza
adulterado de composición semejante al distribuido en Madrid, fue vendido en
Cataluña. La cantidad comercializada en esa región, fue superior a 350.000 Kg.
Sin embargo, no se ha tenido constancia de que allí se hubiera registrado algún
afectado.
Lo más sorprendente es que aceite de estas mismas
características, concretamente el de la marca “El Olivo”, producido y
distribuido en Cataluña, donde no hubo ningún afectado, también fue distribuido
entre familias de Castilla, sobre todo en Madrid capital y poblaciones
colindantes. Pues bien, a la luz de la estadística de afectados, según la tesis
oficial habría de concluirse que el aceite de colza se vuelve tóxico por el simple
hecho de trasponer los límites en tránsito entre una comunidad autónoma y otra.
Todas estas evidencias fueron deliberadamente hurtadas a la
opinión pública, y el 15 de mayo de 1981 el Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada fue cesado en sus
funciones de director del Hospital del Rey. No por razones de ineficiencia y
falta de responsabilidad social en el desempeño de sus funciones, sino bien al
contrario. El secreto motivo de su cese fue, que la verdadera causa
material del “síndrome tóxico” no debía ser conocida por
la ciudadanía.
A partir del mes de julio y asumiendo ya la investigación
de forma privada, el Dr. Muro
enunció su hipótesis de que el síndrome tóxico ha sido causado por un producto
fitosanitario, un organofosforado deliberadamente
introducido en una partida de tomates o pimientos. Desde entonces y hasta su
muerte en 1985 de un cáncer de pulmón, el doctor Muro se dedicó a investigar el
fenómeno del envenenamiento masivo, reconstruyendo el proceso de la producción,
distribución y consumo de los productos envenenados. Pero lo hizo invirtiendo
su orden de sucesión económica natural, que va del productor al consumidor. Al
contrario, el Doctor Muro orientó su investigación partiendo del consumidor.
Desde allí fue al punto de venta o distribución al por menor inmediato anterior
al acto del consumo. Y de éste a la empresa distribuidora en el mercado de
abasto o distribución al por mayor, hasta llegar a individualizar a la empresa
productora.
Así fue cómo pudo descubrir que el envenenamiento tuvo su
origen en una partida de tomates cultivados en Roquetas de Mar (Almería),
previamente tratados deliberadamente con un compuesto organotiofosforado,
el fenamifos
(comercializado con el nombre de Nemacur), combinado con isofenphos
(comercializado con el nombre de Oftanol).
Cabe señalar que el isofenphos
es el producto que habría causado la característica neuropatía retardada
acusada por los afectados, y que la expresión "tio" en la
denominación del compuesto, alude a la presencia de azufre. Combinación química
por lo tanto fosforada y azufrada. Así lo dejó escrito el Dr. Muro:
<<El nematicida fitosistémico Nemacur-10, prohibido en
varios países por su alta peligrosidad, e introducido en España por primera vez
pocos meses antes de la epidemia del síndrome tóxico, es un organotiofosforado
del grupo fenamiphos (4-[metiltio]-m-toliletil-isopropilamidofosfato) que, de
no respetarse sus muy dilatados intervalos de seguridad (mínimo de tres meses),
se convierte dentro del fruto en un fitometabolito derivado extraordinariamente
agresivo —su toxicidad se potencia unas 700 (setecientas) veces— y cuya
composición exacta parece ser alto secreto militar. Las partes fundamentales de
su molécula y su acción bloqueante irreversible de la acetilcolinesterasa,
explica extraordinariamente bien, pese a los desmentidos globales de la OMS, la
patogenia y cuadro clínico observados en el síndrome tóxico. Los tomates
contaminados son semiselectos de la variedad 'lucy', razón por la cual su
consumo no afectó a clases o zonas urbanas adineradas>>.
(Andreas Faber-Kaiser: "El
Pacto de silencio"
El doctor Antonio Muro desarrolló su investigación
epidemiológica ininterrumpidamente —desde mayo de 1981 hasta poco antes de su
muerte en abril de 1985— aplicada a más de 25 regiones del territorio español,
en las cuales estudió a 1.086 personas enfermas y a 1.154 sanas; una muestra
suficientemente representativa que partió de los hábitos alimenticios de los
afectados por la enfermedad y continuó por la determinación de un producto
común en la ingesta habitual de todos ellos, hasta dar con el sitio preciso de
su producción siguiendo el entrelazamiento de los eslabones en la cadena de su
distribución comercial. Ese sitio preciso fue la localidad almeriense de Roquetas
de Mar, y el primer eslabón en la cadena de su distribución, la lonja llamada
“Agrupamar”.
Un vez fallecido el doctor Muro, a solicitud de una de las
acusaciones y de las respectivas defensas de los aceiteros imputados
—convenientemente elegidos por el Poder Ejecutivo en connivencia con el Poder
Judicial para que ejercieran de chivos expiatorios— el Tribunal nombró a los
doctores Martínez Ruiz y Clavera, para que sometieran la tesis oficial y la del
doctor Muro a una reevaluación, a fin de determinar cuál de las dos
proposiciones contenía una explicación científica sobre el origen causal y
desarrollo de la enfermedad.
Según reporta Rafael Pérez Escolar en
el capítulo IX de sus “Memorias” titulado: “Las Atrocidades de la
razón de Estado”:
<<Para ejecutar el trabajo
reevaluador, los doctores Martínez Ruiz y Clavera utilizaron técnicas
informáticas de búsqueda exhaustiva y heurística [investigativa
y descubridora], conocidas en la denominada inteligencia artificial como un
método para “la exploración de modelos y la determinación de caminos de
conexión”, en los que no pudiese incidir en forma alguna el subjetivismo
[engañoso]) del evaluador en
detrimento de las determinaciones rigurosamente objetivas (…)
Pero los datos brutos de los “casos/control” se remitieron
exclusivamente a la CDC [Centro del
control para la prevención de enfermedades] de Atlanta en EE.UU., y allí
permanecieron secuestrados sin la menor posibilidad de contraste o
reevaluación, a pesar de que fueron solicitados en repetidas ocasiones por el
tribunal, aunque, como pudo verse sobradamente, a éste no le importaba en lo
más mínimo que se incumplieran una y otra vez sus propios requerimientos, como
también le traía al fresco la “recomendación Nº 4 de la OMS [Organización
Mundial de la Salud] en el Working Group” [Grupo de Trabajo]
de 1983: Habida cuenta de la importancia de los datos epidemiológicos que
relacionan la exposición al aceite, con el desarrollo del Síndrome del Aceite
Toxico, se insta encarecidamente a que todos los datos de los nueve estudios de
casos-control sean rápidamente preparados para su publicación científica
internacional”. Lo que nunca se llevó a efecto, a pesar de la insistencia del
comité de dirección de la OMS para que se diese cumplimiento a una
recomendación tan razonable. De la reevaluación de los trabajos del doctor Muro
practicada por los doctores Martínez Ruiz y Clavera, resultó que la
discriminación familiar entre sanos y enfermos se explicaba por abrumadora mayoría
(el 98,98 por 100) mediante la ingesta de tomates, ya que los individuos que
mostraban preferencia por este fruto o cualquier ensalada que lo contuviese,
resultaron afectados por la enfermedad en forma muy significativa (el 96,4 por
100) con relación a los que no mantenían esa preferencia alimentaria. De manera
que las disposición hacia el tomate o la ensalada que lo contuviese,
determinaba en el seno de la familia afectada una probabilidad de enfermar
(factor de riesgo) 367 veces superior a los demás, y, a su vez, el rechazo de
esta misma preferencia equivalía a una probabilidad de permanecer indemne
(factor de protección) 390 veces superior>>. (Op. cit. Ed. Foca/2005
Pp. 449. Lo entre corchetes nuestro).
Ante el resultado de la investigación realizada por el
Doctor Muro y el trabajo de reevaluación por parte de los doctores Martínez
Ruiz y Clavera, cabe concluir sin ningún tipo de duda, que la epidemia del
llamado “síndrome tóxico del aceite” tuvo su causa en la ingesta de tomates
procedentes de Roquetas de Mar, y que el factor venenoso consistió en inyectarles
un compuesto órgano-fosforado. Los síntomas que acompañaron a todos los
enfermos sin excepción en las fases agudas de la dolencia: diarrea, opresión
respiratoria, inhibición de la colinesterasa
e insomnio, pudo determinarse que son los característicos de la exposición de
los seres humanos a este tipo de compuestos organofosforados.
Dicho muy resumidamente, la colinesterasa es una sustancia
neurotrasmisora contenida en los glóbulos rojos, cuya función consiste en
transmitir estímulos nerviosos a los músculos del cuerpo que funcionan
independientemente de la voluntad, como es el caso de los que rítmicamente se
contraen y relajan para permitir la respiración. Cuando por cualquier causa la
colinesterasa deja de ejercer su función neurotrasmisora, se produce la
parálisis muscular pudiendo provocar la muerte del paciente afectado, por
asfixia. Los compuestos órgano-fosforados están entre los agentes tóxicos que
inhiben la función neurotrasmisora de la colinesterasa. Un mismo compuesto
organofosforado es lo que el doctor Muro encontró en los cadáveres de miles de
afectados por la enfermedad estudiados por él.
Hay que recordar aquí, que los
compuestos órgano-fosforados forman parte de determinados gases tóxicos que
fueron sintetizados por primera vez en laboratorio como parte de la
investigación militar que el ejército norteamericano llevó a cabo durante la
Segunda Guerra Mundial en Alemania. Dado su carácter biocida,
esta sustancia también fue utilizada en la elaboración de insecticidas y
pesticidas de alto poder contaminante. Pero estos compuestos se destinaron
especialmente a la fabricación de armamento químico, que se siguió produciendo
a pesar de que ha sido prohibida por convenios internacionales convertidos así
en papel mojado. También es necesario decir que la utilización de estos
compuestos tóxicos en España —como en tantos otros países—, está sometida a un
riguroso control administrativo y solo se autoriza para muy contadas plagas en
el cultivo agrícola, de modo que cualquier otro uso es ilegal y está
severamente penado. Pues bien:
<<A lo largo de su ingente investigación, los doctores
Martínez Ruiz y Clavera procedieron a tabular los síntomas padecidos por los
enfermos pertenecientes a más de tres mil familias, todas ellas identificadas
con exactitud para hacer posible cualquier comprobación posterior por quienes
también tuviesen interés en conocer la verdad de lo sucedido. En esos trabajos
se pudo comprobar que en el 66 por 100 de los casos, los síntomas analizados
eran muy típicos de la enfermedad debida a compuestos organofosforados según se
atribuye en la bibliografía internacional más autorizada; en el 23,24 por 100
esos síntomas eran típicos, y solo en el 5,27 por 100 tenían el carácter
compatible con otros compuestos, por lo que la correspondencia de la enfermedad
con el origen organofosforado resultaba evidente>> (Op.
cit. Pp. 452)
Desde finales de julio de 1981 el gobierno español pudo
saber —y sin duda supo— que el aceite de colza desnaturalizado no fue la causa de la epidemia.
Desde ese momento debió haber puesto todos los medios a disposición del Estado
para analizar las otras alternativas existentes sobre el posible origen de la
enfermedad, que para esa fecha ya estaban sobre la mesa de quienes en ese
momento tenían a su cargo la salud pública en España. Dado que numerosos
afectados se estaban muriendo, es obvio que la necesidad de conocer el origen
del mal para atacarlo en el cuerpo de los pacientes, debió ser prioridad
absoluta para la autoridades. Todavía con más razón dado que antes de finalizar
el año 1981, el gobierno fue ampliamente informado sobre las investigaciones y
resultados acerca de qué tipo determinado de insecticida órgano-fosforado
podría haber desencadenado la nueva enfermedad. Pero se mantuvo impasible
mirando para otro lado.
Semejante insensibilidad humana por
motivaciones políticas, llegó al extremo de su complicidad con el genocidio,
<<….cuando 8 meses después de aparecer el primer caso de
síndrome tóxico, un médico militar, el teniente coronel Luis Sánchez-Monge
Montero, envió al Instituto Nacional de la Salud (INSALUD) "para que lo
leyera Valenciano" —me diría, refiriéndose con ello al Dr. Luis
Valenciano, a la sazón Director General de la Salud Pública— un informe en el
que afirmaba que el origen de la grave enfermedad radicaba en un veneno que
bloqueaba la colinesterasa, y en el que explicaba cómo había que curar a los
enfermos. Más adelante definiría este veneno como un compuesto organofosforado.
No se trataba de una aventurada teoría: el Dr. Sánchez-Monge ya había curado
para entonces particularmente a unos cuantos afectados. Lo cual quiere decir
que tal vez no todas, pero decididamente muchas de las 60.000 víctimas podrían
estar curadas desde 1982. Pero nadie reacciona en el INSALUD ni en la Dirección
General de la Salud Pública. Pero la gravedad de la inhibición oficial no
termina allí. El Dr. Sánchez-Monge envía también un informe sobre sus
evaluaciones y curaciones a la publicación especializada "Tribuna
Médica", que lo reproduce en la página 8 de su número 937,
correspondiente al 19 de marzo de 1982. Yo me imagino que el Ministerio de
Sanidad debe de estar puntualmente informado de cuantas noticias interesantes
se publican en un semanario de las características de "Tribuna Médica".
De modo que me imagino al Sr. Ministro enterado de que hay un médico que está
afirmando haber curado a una serie de pacientes de la enfermedad conocida por
síndrome tóxico, enfermedad nueva y desconocida en cuanto a su tratamiento, y
que en aquellos momentos configuraba el problema número uno planteado a la
Sanidad española con carácter de extrema urgencia permanente, hasta su total
resolución. Me imagino que en estas circunstancias el máximo responsable de la
salud de sus conciudadanos lo dejará todo para leer lo que escribe un médico
que afirma haber logrado la curación de unos cuantos afectados. Y al minuto
siguiente de concluir esta lectura, me imagino al aludido velador de nuestra
salud telefoneando al médico en cuestión, para tenerlo al cabo de una hora en
el Ministerio de Sanidad y discutir con él sus experiencias con la finalidad de
aplicarlas —en el supuesto de que realmente resultaran positivas— al resto de
la población afectada por la misma epidemia. Pues no. Nadie, ni desde el
INSALUD ni desde el Ministerio de Sanidad, se acercó a ver qué más tenía que
decir el único médico español que había logrado salvar vidas y aliviar a
enfermos de la masiva intoxicación.>> (Andreas
Faber-Kaiser: Op. cit.).
Rafael Pérez Escolar corroboró estas
observaciones de Andreas Faber-Kaiser poniendo en boca del doctor Luis
Sánchez-Monge Montero tres
preguntas que, por permanecer todavía ocultas al gran público, evidencian el
carácter despótico y genocida
del llamado “Estado Democrático de Derecho” en lo que respecta a cuestiones
esenciales de la vida social en España:
<< ¿Por qué causa no se investigó el protagonismo de los
organofosforados en la epidemia? ¿Por qué mejoran los afectados cuando les
trato con el antídoto de estos compuestos (antropina, oximas, Toxogonin)?. Y
sobre todo, ¿por qué desde la presidencia del Gobierno se ignoran estos datos,
imprescindibles para el tratamiento de la enfermedad, cuando yo los presento en
mis informes con una claridad meridiana? Unas dramáticas preguntas formuladas
por un médico militar que poseía un profundo conocimiento de la sintomatología
propia de los compuestos organofosforados>> (R.
P. Escolar: Op. cit. Pp. 453)
Hemos mencionado más arriba a los biocidas “Oftanol” y
“Nemacur” que el doctor Muro encontró en el cuerpo de los muertos por la
enfermedad. Estos dos letales productos son marca registrada de la conocida
multinacional química “Bayer”. Por tanto, la verdad sobre llamada “neumonía
atípica” demuestra que la industria química privada multinacional, es la única
sobre la cual descansa la posibilidad real de violar impunemente cualquier
acuerdo internacional sobre la suspensión de la experimentación y almacenamiento
de armamento químico semejante, y que el comportamiento cómplice del Estado
español en este caso, es otra prueba más de que, junto con la centralización de
los capitales a escala multinacional, la fusión política a
tres bandas entre los oligopolios económicos, los Estados
burgueses nacionales y los organismos internacionales,
constituyen el fenómeno más característico del capitalismo tardío
a escala mundial, demostrando la cada vez más la alta correlación
histórica efectiva entre la totalitarización del poder económico
en la sociedad civil y la totalitarización del poder político en las
instituciones estatales nacionales y supranacionales, encubierta por
las formas engañosas de la “democracia”, como medio por el cual
los políticos profesionales —de espaldas a las necesidades de las mayorías
sociales—, se reparten alternativamente la facultad de gobernar en favor de uno
u otro sector de la minoría social dominante.
En el caso del llamado “Síndrome
tóxico”, el contubernio entre las instituciones políticas estatales nacionales
y supraestatales de carácter internacional, se hizo evidente durante las
sesiones del “Grupo de Trabajo” de la ONU en Copenhague, tal como lo ha
denunciado el propio Rafael Pérez Escolar en su mencionada obra:
º<<6. Hay que aludir finalmente al
clamoroso reconocimiento hecho por el doctor Goulding cuando presidió en 1983
el Working Group auspiciado por la OMS. En la sesión de apertura no dudó
en manifestar ante los delegados elegidos por las autoridades sanitarias
españolas que los trabajos correspondientes se celebrarían a puerta cerrada.
Sin embargo, en las cintas grabadas (o, mejor dicho, en un fragmento que
casualmente no había sido manipulado o borrado), quedó constancia de estas
palabras pronunciadas por el propio Goulding: “Para ayudar a las autoridades
españolas, lo que salga al fin de esta reunión, sea lo que sea, hay que sesgarlo
[torcerlo]
políticamente”.
Lo expuesto demuestra que
no se trataba en modo alguno de perseguir la verdad mediante una investigación
objetiva. El “Working Group” de Copenhague fue diseñado y organizado de
la manera más concienzuda para ocultar lo que efectivamente había sucedido: un
inmenso fraude que desvirtuaba el verdadero origen de la epidemia, puesto que,
tal como anticipó su presidente, el tal Goulding, el resultado final tenía que
ser forzosamente del agrado de nuestras autoridades. Lo que en realidad era
como buscar la concordancia con los intereses americanos de carácter superior,
a los que se había condicionado la aquiescencia [aprobación]
de todos los partidos políticos, algo tan difícil de conseguir en un país como
el nuestro. Con este propósito, el desaprensivo sujeto tenido por hombre de
ciencia, no dudó en reconocer que a esos resultados había que “sesgarlos
políticamente”, esto es, cambiarlos por otros que ocultasen la verdad para que
resultara más conveniente a la tesis oficial. Y, a todo esto, ¿quién pensaba en
las pobres víctimas durante las doctas sesiones de “trabajo” desarrolladas en
Copenhague? En las víctimas que ya había producido la epidemia y en las que en
un futuro inmediato se verían afectadas por una actuación inconfesable. Así había
sido dispuesto por quienes ejercen el poder de manera ilimitada y en términos
absolutos>>. (Op. cit. Pp. 458-459 Lo entre corchetes nuestro).
Si las autoridades sanitarias nunca pudieron presentar
pruebas científicas sobre la causa material del “síndrome tóxico”
—que sin embargo atribuyeron al aceite de colza—, ¿cuál fue la causa
eficiente de semejante crimen de Estado? La respuesta a
esta pregunta se hizo pública en la calle, cuando multitudinarias
manifestaciones ante la base madrileña de utilización militar conjunta en
Torrejón de Ardoz, demandaron la solución adecuada a ese mal, llegando a
exigir, incluso, la renuncia del Alcalde por negarse a liderar esta demanda del
pueblo.
Pero la certidumbre que alumbró la conciencia e impulsó el
protagonismo de esas protestas, sin duda estuvo en las investigaciones del
doctor Muro, en la confirmación empírica de los trabajos realizados por los
doctores Martínez Ruiz y Clavera, y en la terapia eficaz aplicada por el doctor
Sánchez Monge Montero, verdadera vanguardia intelectual de ese movimiento. Todo
esto a despecho de la campaña oficial de descrédito que los grandes medios de
difusión hicieron recaer sobre el doctor Antonio Muro, sometiéndole al oprobio
social y al ridículo más cruel, ruin y soez que sus periodistas a sueldo
pudieron imaginar contra él.
En su prólogo a la primera edición de
“El Capital”, Marx dice que todo investigador científico libre debe enfrentarse al mismo
enemigo en todos los campos del conocimiento, y que ese enemigo está en las
formas de manifestación que invariablemente velan y ocultan la naturaleza o
verdad de cada objeto de estudio, lo cual exige y justifica el trabajo intelectual
que la desvele y alumbre al conocimiento. Y aclara que, en el caso de la
economía política:
<<La naturaleza peculiar de su objeto (las
relaciones sociales o de clase) convoca a la lid contra ella (la investigación científica libre)
a las más violentas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del
interés privado>>. (Op. cit. Ed. Siglo XXI/1978 Pp. 8-9 Lo entre
paréntesis y el subrayado nuestros).
El directo y específico objeto de estudio del doctor Muro
en su meritorio empeño por descubrir la verdadera causa material
o naturaleza del “síndrome tóxico”, como es obvio nada tuvo que ver con las
relaciones sociales, sino con la relación natural o química entre un compuesto
organofosforado y la colinesterasa
en el flujo sanguíneo de los afectados por esa enfermedad. Pero los actores políticos
de la clase dominante eligieron la causa material conveniente a
sus intereses ocultando la verdadera. Tal como el propio doctor Muro ha podido
comprobar en primera persona. Su trabajo, pues, resultó ser doblemente
meritorio: como simple trabajador intelectual por haber sabido traspasar la
opacidad natural de su objeto específico de estudio y descubrir su naturaleza;
y como científico libre porque quiso y pudo conseguir que la verdad prevalezca en su
espíritu sobre cualquier otra consideración individual, poniéndose así por
encima de los interesados condicionamientos
políticos y sociales con que intentaron doblegarle.
Con esto queremos decir que, más allá de sus posibles y más
que probables idearios sociales y políticos burgueses, este investigador se
comportó como un científico revolucionario aunque no llegara a ser consciente
de ello, ni tal vez —de haber sobrevivido a ese episodio— fuera capaz de
mantener ese mismo compromiso con la verdad científico-social por mucho tiempo.
Volviendo a la primera de las tres
preguntas que el doctor Sánchez Monge
formuló al gobierno: ¿Por qué causa no se investigó el protagonismo de los compuestos
organofosforados en la epidemia? Para responder a esta pregunta debemos
remitirnos a la situación internacional durante los últimos años de la década
de los 70 el siglo pasado, y a sus repercusiones políticas al interior del
Estado español. Como explicamos en el capítulo 08 de otro trabajo que
publicamos en octubre de 2007 titulado “La parodia golpista del 23F en España”:
<<A lo largo de
1979 se produjeron acontecimientos que irían a provocar un giro importante en
la situación mundial. En enero, fue derrocado el emperador de Irán, Reza
Phalevi, instaurándose la República Islámica. En agosto triunfó el movimiento
pequeñoburgués sandinista en Nicaragua. En noviembre, los llamados “Guardianes
de la revolución” asaltaron la embajada norteamericana en Teherán tomando un
número indeterminado de rehenes. Poco después, las tropas soviéticas ocuparon
Afganistán para responder al asedio norteamericano —a instancias de su aliado
paquistaní— sobre aquél eslabón más débil de la URSS en Asia. La CIA, en
connivencia con los sátrapas islámicos en esa región, pusieron en quiebra la
política exterior de distensión del presidente norteamericano Jimmy Carter,
quien descendió al nivel más bajo de popularidad en toda la historia presidencial
de ese país, obligándole a un mayor endurecimiento en sus relaciones con el
“bloque comunista”, a una política de “ley y orden” en sus propios dominios
internacionales, de confrontación con la otra superpotencia y de rearme.
Este giro de la política internacional
norteamericana alteró profundamente la situación interna de España, cuyo
gobierno de “consenso” (con la izquierda burguesa liderada
por el PCE) bajo la presidencia de Suárez, venía de tomar una serie de
iniciativas que le cogieron a contrapié. Justamente a lo largo de 1978 y 1979,
(para garantizar la estabilidad política del proceso de transición)
Suárez había congelado la decisión de integrar a España en la OTAN —cuestión
que no pudo ser consensuada con la izquierda¬, cuya militancia, además, acusaba
la acción de los movimientos antiimperialistas en la escena internacional,
demandando de su gobierno una mayor dimensión iberoamericana y africana de la
política exterior española.
En septiembre de 1978, Suárez había viajado
a Cuba para invitar a Fidel Castro a visitar España. Fue el primer presidente
en tomar semejante iniciativa. Un año después, Yasir Arafat fue recibido en
Madrid con honores de Jefe de Estado, siendo España el primer país europeo en
dar ese paso. Finalmente, el gobierno de la UCD envió un observador a la Cumbre
de Países No Alineados realizada en La Habana, gesto diplomático insólito en un
país tradicionalmente aliado de los EE.UU.
El rumbo de la política interior y exterior
de España, marchaba, pues, a contrapelo de las exigencias norteamericanas
derivadas de la nueva situación en ese país y en el Mundo. Lo que deseaba
Washington era una España “segura”, estable y sometida a sus dictados; una
España dentro de la OTAN, dócilmente alineada en la lucha contra la otra superpotencia
y, por supuesto, sin reflejos neutralistas o tercermundistas en su política
exterior.
Pero Suárez, hipotecado al consenso con la
izquierda burguesa del PCE en aras de la estabilidad política del Estado a
instancias de su relativa capacidad de control del movimiento de masas, estaba
cada vez menos en condiciones de cumplir con las exigencias del imperialismo
norteamericano. Esas nuevas exigencias de Washington, al mismo tiempo que las
crecientes disidencias con sus socios democristianos y liberales al interior de
UCD, fueron las que contribuyeron decisivamente a convulsionar y desestabilizar
su gobierno, acabando por erosionar su propio prestigio político personal, no
sólo de cara a la banca y los medios de comunicación que le habían catapultado al
gobierno, sino a la propia volubilidad pragmática del Monarca.
Por su parte, el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) renovado, con el instinto político carroñero que le caracterizó
desde su relanzamiento, comenzó a desmarcarse de la política de consenso con el
Gobierno, iniciando su viaje al centro para fagocitarse el cadáver de la UCD y
ocupar su puesto. Por de pronto, sintiendo la necesidad de ganarse la confianza
de la banca, de los yankys y del Monarca, en el congreso de mayo del 79 lastró
el marxismo: “Hay que ser socialista antes que marxista”, dijo Felipe González
en una de sus sesiones a los delegados. El partido se negó a seguirlo y él
renunció tácticamente a modo de presión como diciendo: “yo o el caos”. Cuando
todos —incluso la derecha civilizada de Fraga— se echaron las manos a la
cabeza, en setiembre volvió reforzado en su autoridad política personal.
Este proceso de recomposición burocrática
de los partidos políticos institucionalizados, se fue a acentuando conforme se
hacía patente —a lo largo de 1980—, que el próximo presidente norteamericano
sería el republicano Ronald Reagan. De hecho, a lo largo del año, las distintas
fuerzas más reaccionarias vinculadas al imperialismo norteamericano, empezaron
a moverse claramente con estas nuevas previsiones del gran viraje a la derecha
en las postrimerías del gobierno de Carter, y que bajo el mandato de Reagan no
hicieron más que confirmarse y profundizarse.
Finalmente, la llegada de Reagan a la Casa Blanca dio un nuevo
impulso a los preparativos involucionistas en curso desde varios meses atrás. A
poco de haber tomado posesión de su cargo, el nuevo secretario de Estado,
Alexander Haigh, declaró públicamente que: “España debe fijar de inmediato un
calendario para su integración en la OTAN”. Las promesas de una futura
integración sin concretar ni dar pasos prácticos en ese sentido, ya no son
suficientes. El golpe militar en setiembre contra el gobierno turco de Süleymán
Demirel, fue una premonición y un aviso. Un informe del coronel Quintero (agregado
militar español en Ankara) donde se valoraba positivamente el golpe, circuló
profusamente entre la oficialidad y recibió favorables comentarios. En la
prensa ultra española, los artículos amenazantes sobre el carácter “límite” e
“intolerable” de la situación, se sucedían a diario. En Euskadi, durante los
primeros días de noviembre, ETA cometió atentados con resultado de muerte
contra once dirigentes de UCD, entre militares y guardias civiles>>. (Op. cit.).
Tal fue la situación política que desencadenó los sucesos
del 23 de febrero, a raíz de los cuales cambió el curso de la política exterior
de España en favor de su integración en la OTAN. Pero este cambio solo sucedió
en las altas esferas del poder político, porque en la sociedad española siguió
predominando todavía, el espíritu de independencia o no alineación respecto de
la “guerra fría” entre soviéticos y norteamericanos por el predominio en las
relaciones internacionales, espíritu que Adolfo Suárez había abrazado como
producto del pacto con la izquierda burguesa liderada por el P.C.E. en aras de
la estabilidad política del país. Esto es lo que explica que uno de los
compromisos que adquirió Suárez al firmar ese pacto con el P.C.E., fue retrasar
indefinidamente la integración de España en la OTAN y así lo hizo.
En esas estábamos, cuando irrumpió la epidemia del
“síndrome tóxico”. Un acontecimiento que vino a poner en serio peligro aquel
apaño en las alturas del poder resultante de la parodia de golpe de Estado,
secretamente urdida por la partidocracia en el poder, de común acuerdo con el
Departamento de Estado para deshacerse de Suárez a fin de allanar el camino de
la integración de España en la OTAN. Por tanto, cabe pensar que este dramático
contratiempo del “síndrome tóxico” para los planes de integrar a España en la
OTAN fue fortuito; y lo más probable es que un escape de gas tóxico procedente de la base aérea de
utilización conjunta conteniendo algún compuesto de naturaleza organofosforada,
se produjera por accidente.
Decimos en principio, porque si bien
el primer caso de “síndrome tóxico” fue anunciado oficialmente el 1 de mayo de
1981, en realidad los primeros síntomas de la epidemia se produjeron en enero
de ese mismo año, los llamados por eso “casos tempranos”. Fue precisamente
durante los primeros meses de 1981 cuando se difundieron rumores procedentes de
la base militar de utilización conjunta situada en la localidad madrileña de
Torrejón de Ardoz, acerca de que varios militares americanos habían sido
afectados de una presunta “legionella”, siendo algunos de ellos evacuados en
aviones-hospitales a EE.UU., y otros a la base norteamericana de Wiesbaden en Alemania,
al mismo tiempo que militares españoles con desempeño en la misma base eran
ingresados en el Hospital General del Aire. En su edición del 26 de mayo de
1981, el periódico “El País” reportó que, según datos facilitados por la
Dirección General de la Salud Pública, 105 enfermos habían ingresado por
“neumonía atípica” en el Hospital General del Aire, 7 más en el Hospital
Militar del Generalísimo, y otros 19 en el Hospital Militar Gómez Ulla:
<<Eran pocos, ciertamente, pero revestían una
extraordinaria importancia, porque todo apuntaba a que los afectados en esos
primeros meses del año 1981 pudieron ser muchos más, aunque su registro fuese rechazado
(en realidad ocultado) por
las autoridades sanitarias que habían formado el “censo oficial” a su antojo,
omitiendo en esa anualidad las estadísticas relativas a la incidencia mensual
de “neumonías atípicas”, para lo que excusaron tan anómala conducta en “cambios
de criterios de apreciación”>> (Rafael Pérez Escolar: Op. cit. Pp.
461)
En efecto, el 11 de febrero de 1981 se conoció el
fallecimiento del niño Jaime Vaquero,
residente en Torrejón de Ardoz mientras era trasladado en ambulancia al
Hospital de la Paz. Los médicos solicitaron permiso a la familia del fallecido
para practicarle la autopsia, dado que por aquellos mismos días se habían
producido más casos con igual resultado de muerte. Esto indujo a que los
abogados defensores de los industriales y comerciantes encausados en el llamado
“juicio de la colza”, se pusieran a la tarea de averiguar el incremento de la
morbilidad (cantidad de casos de una misma enfermedad contraídos en un
determinado período de tiempo) durante el año 1981. Según esos datos que
obraban en el Instituto Nacional de Estadística, si en el año 1980 los ingresos
hospitalarios de varones debidos a “envenenamientos o intoxicación por otros
agentes” habían llegado a ser de 880, al año siguiente ascendieron a 19.366.
Respecto a las mujeres, en 1980 se registraron 480 ingresos, para pasar en 1981
nada menos que a 34.160.
Pero interesándose por tales datos las
defensas de los imputados pudieron sonsacar que, separadamente a la estadística
de ingresos hospitalarios por causa de ese “síndrome tóxico oficial” hubo otra
que el Instituto Nacional de Estadística tipificó no precisamente como
“neumonía atípica” sino como “neumonías”. Solamente en Madrid, los datos de
ingresos hospitalarios de varones por esta afección en 1980 fueron 44.497,
cifra que al año siguiente casi se duplicó pasando a ser de 83.804. Respecto de
las mujeres, los ingresos hospitalarios por “neumonías” que en 1980 fueron
16.627, en 1981 se cuadruplicaron pasando a ser 61.170:
<<De estos datos se deducía razonablemente que el síndrome
tóxico se desarrolló en dos ondas epidémicas. La primera a principios y
mediados de enero de 1981, coincidiendo con una amplia afección en la zona de
Torrejón, lo que, según manifestaron diversos testigos y publicaron algunos
periódicos, determinó, como ya hemos dicho, la evacuación de civiles y militares
americanos a diversos centros hospitalarios, fundamentalmente a Alemania, para
ser sustituidos por nuevas unidades.>> (Op. cit. Pp. 462)
Como hemos dicho ya, cabe pensar que la primera onda
epidémica fue fortuita y muy localizada en la misma base militar de
Torrejón de Ardoz y sus aledaños, con que de haber quedado circunscrita a esta
zona y en tanto y cuanto trascendiera a la opinión pública, la base quedaría en
evidencia como el origen del “síndrome tóxico” en flagrante violación del
tratado de amistad y cooperación entre España y EE.UU., por lo que la política secretamente pactada para
integrar a España en la OTAN, resultaría un rotundo fracaso. Cabe
señalar aquí que, en esos momentos, el grueso de la ciudadanía española todavía
era una “piña cívica" en torno a la consigna: “OTAN no, bases
fuera”.
Para evitar esa eventualidad contraria al contubernio de
intereses que estuvieron en la raíz de la parodia de golpe presuntamente
abortado por el ex Monarca Juan Carlos I de España el 23F 12 horas
después de haberse producido, se hizo imperioso crear
deliberadamente otra onda epidémica que alejara la atención pública de
su verdadero lugar de origen comprometiendo a más zonas de la geografía humana
del país, para lo cual y con la misma intencionalidad, se inventó una supuesta
causa del “síndrome tóxico” arbitrariamente atribuida a unas inocuas anilinas,
con las que se había venido reconvirtiendo al consumo humano un aceite de colza para uso industrial
desde hacía tiempo y no había pasado nada.
Esta segunda epidemia no consistió ya en la muy localizada
propagación accidental de un gas tóxico de la variedad militar organofosforada
sobre Torrejón de Ardoz, sino en la deliberada contaminación de cierta especie
de tomates con ese mismo compuesto, inoculado durante su proceso
de crecimiento y maduración en la mata, para luego distribuirlos en esa misma
localidad y otras ciudades de España —convenientemente elegidas— con destino al
consumo letal previsto. Se
buscó así dispersar la atención de la opinión pública para evitar que Torrejón
de Ardoz apareciera como el único escenario de la epidemia y la base de
utilización conjunta como su foco de irradiación genocida.
Según el registro estadístico de los
ingresos hospitalarios, esta segunda epidemia criminal deliberadamente
inducida, tuvo como causa material el mismo agente nematicida
organofosforado que se inició a mediados de abril y comenzó a remitir en la
segunda quincena de mayo. Pero el vehículo no fue la atmósfera, sino una
partida de tomates contaminados cultivados en la localidad almeriense de
Roquetas de Mar.
<<El nematicida, al ser un tóxico “sistémico” e
incorporarse al interior del fruto, generó metabolitos altamente agresivos,
mucho más que el veneno directo, al biopotenciarse su poder ponzoñoso [según
avanzaba el proceso de maduración en la mata]. Sólo bastaba vigilar
discretamente al agricultor y su invernadero para saber cuándo iba a recolectar
el fruto y llevarlo a la alhóndiga [lonja o mercado] Agrupamar, donde
tendría lugar su venta en pública subasta mezclado con el de otros
agricultores, por lo que las unidades envenenadas aparecerían confundidas de
manera aleatoria con otras perfectamente normales. Alguien en la subasta (el
dinero se esparcía a manos llenas al servicio del criminal objetivo) pujó hasta
donde resultó necesario para adjudicarse el fruto, que seguidamente sería
vendido en Torrejón, las localidades cercanas —Alcalá de Henares y Guadalajara,
entre otras—, y algunos mercadillos en el cinturón industrial de Madrid, lo que
continuó por pueblos y ciudades al norte y noroeste de la capital, hasta llegar
a Santander y Galicia, sin olvidar el empleo de otras pequeñas partidas en el
Sur y en Levante. Torrejón de Ardoz dejó así de ser el punto exclusivo en el
origen de la enfermedad>>. (Op. cit. Pp. 468. Lo entre corchetes
nuestro)
En agosto de 1981, tras la dimisión de Adolfo Suárez Illana como
Presidente del gobierno —renuente a entrar en la OTAN—, el gobierno de Leopoldo
Calvo Sotelo que le sucedió en ese cargo, pidió el
ingreso de España en esa organización bélica internacional. Y en octubre, las
Cortes confirmaron esta petición sin que se produjera contestación alguna en la
calle. Un año después, el 28 de octubre de 1982 el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) arrasó en las urnas y asumió el gobierno, desde donde su líder, Felipe
González Márquez, tras protagonizar aquella parodia con su
famoso lema “OTAN de entrada no”, organizó
la tan profusa y costosa como sutil campaña de propaganda, que acabó
convirtiendo aquel mayoritario espíritu popular y pacífico “anti OTAN” —absolutamente
mayoritario—, en su contrario.
En gran medida, esta vil y engañosa transformación
ideológica “democrática”, del franquismo con Franco en franquismo sin Franco,
no alteró su contenido esencialmente
totalitario del Estado español que todavía se prolonga. Y uno de sus
frutos fue el genocidio de Estado
envuelto en esa otra gran farsa política montada por la flamante monarquía
parlamentaria neo-franquista, que consistió en conseguir que los españoles
vivieran el drama social del “síndrome tóxico” tal cual Cervantes le hizo vivir
al Quijote aquél episodio con los molinos de viento: como si un inocente aceite desnaturalizado de colza
fuera la “endemoniada” causa material
de aquél crimen.
Una vez más la mentira deliberada del Estado había
prevalecido en la conciencia ingenua de una mayoría de ciudadanos españoles,
tanto como para que —además de aceptar complacientes el ingreso de España en la
OTAN— puedan seguir creyendo en que lo más sagrado para la “democracia” es el
tan cacareado "derecho a la vida", así como que
"el fin no justifica los medios".
06.
Guerra de Bosnia 1992-1995
98.000 muertos, un millón de desplazados y limpieza étnica
sistemática. El 6 de abril de 1992, la Unión Europea reconoció la independencia
de Bosnia-Herzegovina de la deteriorada Yugoslavia. Ese mismo día, un grupo de
serbobosnios dispararon a quemarropa frente a un grupo de manifestantes dando
inicio a la guerra más cruenta desde la Segunda Guerra Mundial. “Peor aún que
el número de muertos es el hecho de que la mayoría de las víctimas fueron
asesinados de la manera más feroz, organizada y planeada”, asegura a Efe el
director de cine bosnio Dino Mustafic.
La República Socialista de Bosnia y Herzegovina era una de
las seis repúblicas constituyentes de Yugoslavia. Dentro de sus fronteras
convivían musulmanes, serbios y croatas. Tras la declaración de independencia
de Bosnia y la completa ruptura de la antigua Yugoslavia, el ejército
serbobosnio comandado por, entre otros, el general Ratko Mladic, quien está
siendo juzgado ante el tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia
(TPIY) por genocidio, inició una campaña de acoso y derribo con la intención de
crear la Gran Serbia.
Según el Centro de Investigación y Documentación de
Sarajevo (Bosnia), 98.000 personas perdieron la vida en el conflicto bosnio
entre 1992 y 1995. De esas víctimas, el 55% era musulmán, el 35% serbio y el
resto croata u otros grupos étnicos minoritarios. No obstante, no sólo los
serbios cometieron atrocidades durante la guerra. Las tres partes contendientes
–musulmanes, serbios y croatas- crearon campos de concentración como Omarska,
Keraterm y Trnopolje, donde fueron torturadas y asesinadas miles de personas.
Los casos de violaciones y abusos sexuales fueron también
numerosos durante la guerra. El TPIY ha juzgado 18 casos por graves delitos en
relación con las violaciones en Bosnia-Herzegovina, pero el Tribunal estatal
bosnio ha condenado sólo a algo más de una decena de hombres por esos actos.
A pesar de las desgracias que sufrieron todos los pueblos
de Bosnia, 20 años después del inicio de la guerra todavía no existe el país la
disposición para iniciar un verdadero proceso de reconciliación. “La
inexistencia de una verdad sobre la guerra y la falta de disposición a juzgar
los crímenes son las consecuencias más serias del conflicto bélico que tienen
impacto en la actualidad y en el futuro”, declara a Efe el analista Momir
Dejanovic, quien lamentó que aún hay “tres o cuatro verdades”. “Los bandos no
se hacen cargo de los crímenes cometidos por los suyos”, prosigue.
Actualmente, Bosnia continúa fracturado por líneas étnicas,
sin apenas capacidad para consensuar su pasado ni afrontar el futuro. Los dos
entes autónomos que forman el país —el común de musulmanes y croatas, y el
serbio—, así como los tres pueblos, funcionan por su cuenta. Las instituciones
centrales, comunes de los tres pueblos, representan un conjunto de interés, que
casi nunca coinciden con una clara falta de cooperación.
“A muchos, me refiero a las personas en el poder, les
conviene tal situación por su incapacidad para ir adelante. No hay ideas
nuevas, no hay una nueva mentalidad ni entendimiento en la sociedad, y eso lo
veo como el problema crucial”, señala el analista Sacir Filandra, decano
de la Facultad de Ciencias Políticas en Sarajevo, que añade que los “temas
nacionales” siguen siendo los dominantes en las elecciones. “Pocos dicen que la
guerra fue innecesaria y errónea. Domina la tendencia a justificar la guerra
como una defensa ante el otro”.
La UE y la OTAN creen que Bosnia-Herzegovina ha comenzado
ha comenzado a ver la luz en los últimos meses la luz al final de un largo
túnel, tras dar una serie de pasos que parecen mostrar que las dos entidades
autónomas creen en el futuro del país. De hecho, el Gobierno de Sarajevo prevé
presentar en junio la candidatura al ingreso en la UE, así como avanzar
claramente en el proceso de integración en la Alianza Atlántica.
El punto de inflexión sucedió el pasado diciembre con la
elección del croata Vjekoslav Bvanda como primer ministro, y la aprobación de
dos leyes clave: la creación de una policía y un Ministerio de Defensa
auténticamente unidos tras muchos años de insistencia de la UE. “De la misma
forma que la UE fue muy ineficaz en evitar la guerra o en ponerle fin, ha sido
muy eficaz después”, resume a Efe un diplomático europeo, quien añade que si
bien la situación del país no permite celebraciones, “al menos sí es estable”.
A pesar de dicha estabilidad, Bosnia-Herzegovina aun
afronta graves problemas internos: las heridas de la horrible guerra civil, el
desempleo bordea el 45% y hay altos niveles de corrupción y clientelismo
político. Sin embargo, se percibe una nueva voluntad de caminar juntos
inexistente en los últimos veinte años. Esa nueva voluntad se demuestra en los
actos de recuerdo y honor a las víctimas programados a lo largo del día de hoy.
Cfr.: http://www.publico.es/actualidad/bosnia-20-anos-despues-guerra.html
07.
Segunda guerra de Afganistán 2001-2014
<<Cuando las
organizaciones terroristas existen en países donde no son en realidad el
problema político potencialmente más explosivo para el sistema —como en España
sucedió hasta cierto punto con la organización militar ETA, y en Afganistán con
el terrorismo yihadista islámico—, el Estado burgués permite que esas
organizaciones se mantengan lo suficientemente operativas, tanto como para que,
en colaboración informal objetiva con los sindicatos, los mass media y los
fabricantes de encuestas, el terror que esas organizaciones infunden en la
población, pueda ser científicamente magnificado para elevarlo artificialmente
a la categoría de principal problema político del país, mientras los patronos
practican habitualmente el terrorismo legal impune con el 70% de la masa
salarial contratada en precario, forzada a trabajar por menos de 500 dólares
mensuales bajo la amenaza permanente del despido libre en cualquier momento, y
el acoso sistemático (llamado moobing) de los jefes, que se
difunde entre el personal subalterno convertido por instinto de conservación en
acoso de unos empleados sobre otros. Finalmente, cuando las organizaciones
terroristas no existen —como todavía hoy en EE.UU— simplemente se las inventa
haciendo terrorismo de Estado encubierto contra su propia población>>. (“11S:
¿Terrorismo islamista o terror de Estado encubierto?
Esta segunda guerra en
Afganistán comenzó ocho meses después de que bajo el mandato del gobierno
presidido por George W. Bush Jr.
en EE.UU., los servicios secretos de ese país imperialista derribaran las
Torres Gemelas de New York, acusando de ese atentado a la organización
terrorista Al-Qaeda
dirigida por Osama Ben Laden.
Lo hicieron precisamente para poder justificar su intervención bélica, primero
en Afganistán y luego en Irak. Veinte años antes de aquél criminal suceso del
11S…:
<<…A
finales de los años 1980, cuando George W. Bush Jr. dirigía la Harken Energy Company —una pequeña empresa petrolera
texana—, el actual presidente estadounidense hizo fortuna llevándose el
contrato de la concesión petrolera del emirato de Bahreïn. Aquel arreglo y
falsa transacción era nada menos que la retribución de una comisión sobre las
ventas realizadas por el presidente George Bush padre en Kuwait.
La operación implicaba a diversos intermediarios de Arabia Saudita, entre
los que se encontraba Salem Ben Laden, hermano mayor de Osama Ben Laden y
accionario de la Harken Energy... Las informaciones revelan las redes
financieras desarrolladas mancomunadamente desde hace 20 años por las
familias Bush y Ben Laden. Un mundo oculto de comerciantes, traficantes de
armas y drogas. Un mundo donde se cruzan el banquero nazi Francois Genoud y antiguos directores de la CIA
y de los servicios secretos de Arabia Saudita. ¿No será que esta llamada «Guerra
contra el Terrorismo» oculta intereses inimaginables?
Los
autores de los atentados del 11 de septiembre 2001 y las personas que
estuvieron informadas de estos hechos terroristas pudieron prever, anticipar y
saber cuáles serían las repercusiones económicas del ataque. En
consecuencia, esto les permitió realizar movimientos especulativos en la Bolsa
de valores sobre las acciones de las compañías aéreas propietarias de los
aviones secuestrados, sobre las empresas que tenían una sede social en las
torres gemelas del World Trade Center y sus respectivos seguros. También
pudieron anticipar una probable baja general del conjunto de los valores
cotizados en la Bolsa. Para poder realizar todo esto sólo tenían que especular
a la baja comprando no las acciones de estas empresas, sino de
"puts", esto significa "opciones de venta".
La
identificación de los "iniciados" implicados en este delito
financiero, no representa solamente una pieza clave en materia de
fraude bursátil, sino y sobre todo un medio de establecer, directa o
indirectamente la identidad de los autores de los atentados del 11 de
septiembre 2001>>. (Thierry
Meyssan en: Voltairenet.org 16/10/2001).
La segunda guerra en
Afganistán comenzó el 7 de octubre de 2001
con el despliegue del ejército norteamericano en territorio de Afganistán,
operación a la que se llamó “Libertad duradera”,
en contubernio con la operación Herrick
del ejército británico. Estas dos fuerzas militares imperialistas fueron
secundadas por la Fuerza Internacional de Asistencia
para la Seguridad (ISAF), una misión militar aprobada por
el Consejo de Seguridad de la ONU, especialmente formada para restablecer en
Afganistán el orden social preexistente y la “seguridad”. Misión en la que
también participó el ejército español con 1.700 efectivos bajo la dirección de la
OTAN desde 2003:
<<Ni
la frialdad de las cifras deja de asustar en la guerra de Afganistán. La Misión de la ONU en ese país
asiático (Unama), ha anunciado que en 2014 hubo un
total de 10.548 víctimas civiles entre muertos y heridos. El año 2014 ha sido
el de la transferencia de la responsabilidad en materia de seguridad de la ONU
a las Fuerzas de Seguridad afganas,
que son las que actúan sobre el terreno en la actualidad.
La
cifra, que aumenta un 22 por ciento, supone un nuevo récord después de los
8.637 contabilizados en 2013 y los 7,590 de 2012. De ese total, los muertos en
2014 ascienden a 3.699, un 25 por ciento más que en 2013. Si se toman solo los niños, con 714 muertos, el aumento
es del 40 por ciento.
Se trata de las cifras más altas
desde que se empezaron a llevar a cabo este tipo de recuentos en el año 2009, informa France Presse. Desde entonces
los civiles muertos ascienden a 17.774 y los heridos 29.971.
El
aumento de las víctimas se achaca a un creciente empleo en los combates de los
morteros, las granadas y los cohetes en las zonas donde habita la población. En
todo caso, la ONU entiende que la inmensa mayoría de las víctimas (un 72 por
ciento) ha sido causada por las actividades de las fuerzas antigubernamentales,
esencialmente insurgentes talibanes,
frente a las causadas por las tropas de Kabul>>.
En enero de 2013, Exxon Mobil, la
mayor petrolera privada del mundo…:
<<….anunció
aterrizar en Afganistán y la canadiense Terraseis
haber encontrado petróleo en la provincia Faryab —frontera
natural entre Afganistán, Tayikistán,
Turkmenistán
y Uzbekistán.
Desde la ocupación de Afganistán en 2001, los países de la OTAN han perforado,
sólo en la cuenca del rio Amu
Darya 322 pozos, donde se estima que hay entre 500 y 2 mil
millones de barriles de crudo.
08.
Guerra de Irak en 2003
<<Al señor George
W. Bush Jr.
se le nota que no ha dejado de ser un "cowboy", hecho al sentido
común entre los norteamericanos de que la lucha política entre países se
concibe y explica como los conflictos interpersonales, y se resuelve según
el maniqueísmo y la barbarie bélica que inspiran casi todas las películas del
Far West, fabricadas por la industria cinematográfica de Hollywood, donde la
vida humana que no es "de los nuestros" no vale nada, y el éxito fundado
en la violencia del más fuerte y hábil lo es todo. Como es sabido, en todas
esas historias hay una secuencia argumental invariable que acaba cuando los
"buenos" matan a los "malos". Aunque desprovista de la
parafernalia vaquera, esta filosofía de la vida en sociedad ha sido extendida a
buena parte del mundo por la filmografía norteamericana moderna, la del género
"de acción" protagonizada por actores al estilo de Arnold
Swartzenaguer
y demás energúmenos seguidistas en la gran pantalla>>. (http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/05.htm).
En aquél momento, unida en la estrategia común de romper el
monopolio político del Estado nacionalista irakí sobre la explotación del
trabajo social de ese país basada en la industria del petróleo, la burguesía
internacional pudo neutralizar más fácilmente a sus clases subalternas, porque
los asalariados aparecimos divididos entre los movimientos pacifista y
antiimperialista, ambos de raíz ideológica pequeñoburbuesa, reivindicando cada
uno de ellos dos ideas políticas contradictorias: la idea genérica y abstracta
de la paz, exigiendo respetar el principio de no intervención a los dos bandos,
y la idea (minoritaria) del antiimperialismo "consecuente", inspirado en
la simpatía hacia los países capitalistas más débiles, que tomaron
partido por el régimen irakí.
En aquél momento las clases subalternas hemos aparecido
unidas en la común idea pacifista expresada en el "no a la guerra"; y
esto, desde la perspectiva histórica de los intereses de la humanidad, es un
paso adelante. No por el hecho de que el movimiento se haya unificado en esa
idea, sino porque hay en él un elemento de racionalidad revolucionaria que
trasciende o traspasa las apariencias jurídicas y morales como justificación de
los hechos políticos manifiestos. Justamente porque, esa vez, el velo de tales
apariencias ha sido desgarrado por quienes deberían cuidar que siempre se
interponga entre los explotados y la verdad de los hechos históricos,
permitiendo a los revolucionarios cumplir la necesaria tarea de esclarecimiento
con toda eficacia. Que las masas hayan entendido y expresado que esa fue una
"guerra por el petróleo", no lo dice todo, ni siquiera lo más
esencial, pero sin duda va a su encuentro.
Tratándose de un país asentado sobre las segundas mayores
reservas petrolíferas del mundo —en ese
momento 200.000 millones de barriles, probablemente más que
las disponibles por Arabia Saudí—, el hecho de estar fuertemente
determinado por la ideología nacionalista burguesa, en caso de ganarse la
voluntad política de otros países productores como Siria, Venezuela, Libia o
Méjico, la burguesía Irakí bien podía inducir en cualquier momento una crisis
de abastecimiento tratando de aumentar los precios del crudo según la
exigencias de sus intereses particulares, poniendo en peligro la continuidad
del proceso de explotación capitalista colectivo a escala mundial.
Y el caso es que Sadam Hussein no sólo llegó a eso, sino a
más y en solitario. Lo demostró invadiendo Kuwait en 1990, porque a través de
quienes fueran sus aliados en la OPEP (Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí),
los USA se negaron a aceptar la petición irakí de subir el precio del petróleo
hasta 26 dólares/barril, para compensarle por el costoso servicio prestado de
haber ahogado en sangre la revolución iraní, y que para ello debió convertir a
su ejército en el más poderoso del cercano oriente. Una reciprocidad
compensatoria que las fracciones del capital en manos de los integristas
islámicos de la zona, no estuvieron dispuestos a conceder. Pero en 2003 sí que
toleraron lo que hizo la coalición angloamericana con Irak. ¿Quién dijo que “el
capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo?. Lo hicieron bajo el falso pretexto de que ese país poseía
“armas de destrucción masiva”, tal como finalmente
semejante falsificación de la verdad se
pudo demostrar,
aunque sin poder evitar que durante los últimos años, Irak se convirtiera en
uno más de los tantos Estados
fallidos del Planeta, conocido como Estado
Islámico de Irak y el Levante. Un claro síntoma de la
tendencia creciente a la descomposición terminal del sistema capitalista.
09.
Masacre del 11 de marzo de 2004 en España
Mientras se sucedían los acontecimientos bélicos de la
Segunda Guerra en Afganistán, el 11 de Marzo de 2004 —dos días antes de las
elecciones generales celebradas el 14― a partir de las 7,30 hs. hicieron
explosión casi simultánea en cuatro distintos trenes de la línea ferroviaria de
cercanías, en Madrid, doce artefactos explosivos conteniendo 20Kg. de dinamita
cada uno.
Tras las primeras investigaciones de
rigor, el gobierno, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (CFSE), así
como los partidos de la oposición y casi todos los medios de comunicación, atribuyeron
el atentado a ETA12 al menos hasta el
mediodía de esa fecha, que fue cuando comenzaron a surgir informaciones que
apuntaban hacia una autoría distinta, la islamista,
corroboradas por las autoridades de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que
coincidieron en señalar:
1)
que la dinamita había sido sustraída de uno de los ocho “cofres de seguridad”
(cinco para el almacenamiento de dinamita y tres para detonadores) que se
encuentran dentro de la jurisdicción de la Mina “Conchita”, propiedad de la
empresa Caolines de Merillés, S.L., situada en la localidad asturiana de
Belmonte de Miranda. Los informes de la Guardia Civil enviados al juez del caso
en la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, han revelado que estos cofres de
seguridad —con una sola llave de acceso, sin vigilancia continua, situados en
zonas aisladas donde nadie acude tras acabar la jornada laboral― son muy
vulnerables a un posible robo. Dichos informes aclaran que el robo en la
fábrica o en los depósitos intermedios, se considera algo casi imposible por
las enormes medidas de seguridad dispuestas en torno a los búnkeres en los que
se guardan los explosivos. Además, las llaves de la mayoría de ellos están en
poder de la Guardia Civil, encargada de abrirlos. Los mini-polvorines, en
cambio, son como pequeñas cajas fuertes encastradas en las faldas montañosas
próximas a las bocas de las minas que albergan, con una capacidad media de 50
kilos de dinamita cada uno o 500 detonadores. Según el Juez, a esta conclusión
se llegó a raíz del análisis de la dinamita contenida en tres sitios distintos,
a saber: a) en una de las mochilas
supuestamente utilizadas en el atentado que no llegó a explosionar; b) en unos restos de explosivo y
detonadores encontrados a las 9,50 el 11 de marzo en la furgoneta Renault
modelo “kangoo” estacionada sobre la calle de acceso a la estación de Alcalá de
Henares; c) en un piso de la
localidad madrileña de Leganés, donde seis de los ejecutores de los atentados
permanecían ocultos y, al ser sorprendidos por la policía —según la versión
oficial— decidieron suicidarse haciendo volar el apartamento. Basado en los
informes periciales de la policía y de la Guardia Civil, para el juez Del Olmo
estaba claro que el explosivo utilizado en los atentados había sido
proporcionado a sus autores materiales por la trama delictiva asturiana
localizada en Avilés.
2) Que el acto de entrega de los
explosivos a los autores de los atentados habría sido gerenciada por el
ciudadano español José Emilio Suárez Trashorras, en connivencia con su cuñado,
José Antonio Toro Castro y su novia, Carmen Toro Castro, con la colaboración
necesaria del marroquí Rafá Soller. A todos ellos se les atribuye haber
participado en la negociación y venta ilegal de los explosivos a la célula
terrorista actuante el 11-M, a cambio de dinero y drogas. Se da la
circunstancia de que todos estos sujetos eran “confidentes” de la fuerzas de
seguridad del Estado, sea de la Policía Nacional, como es el caso de Suárez
Trashorras, José Antonio Toro Castro y Carmen Toro Castro, o de la Guardia
Civil, como Rafá Zouhier.
3) Que hasta el momento de la ejecución
de esa matanza, ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil, sabían nada de sus
preparativos, ni tampoco habían sido alertadas por sus respectivos confidentes
acerca del trapicheo delictivo con explosivos, ni de la identidad e intenciones
de los interesados en adquirirlos. Según consta en el auto del 18
de junio de 2004, el Juez del caso, Juan del Olmo, declaró
que la investigación de los atentados del 11-M "en modo alguno" puede
verse afectada por "la condición, supuesta o no" de confidentes
detenidos por la Policía: Rafá
Zouhier y José
Emilio Suárez Trashorras):
<<En atención a lo
que consta en las actuaciones, (dichos confidentes) en modo alguno
transmitieron datos sobre los preparativos, intenciones o actuaciones que podrían
estar realizando sus “conocidos” para la perpetración de acción alguna de
carácter terrorista>> (Op.
Cit.)
En ese mismo auto, el Juez Del Olmo
sostuvo que el comisario de Avilés —“controlador” de Suárez Trashorras— ha
declarado que antes del 11-M no le informaron sobre la venta de los explosivos
y, que Suárez Trashorras ha declarado que informó al comisario de que los
marroquíes vendían droga, pero no de que estaban tratando de comprar explosivos.
O sea, que el delincuente Suárez Trashorras podrá decir lo que quiera, que si
un policía dice lo contrario, habrá que creerle al policía. Esto es algo que
cualquier ciudadano medio suele tener muy claro, porque así se nos ha enseñado
desde pequeños. Más aun tratándose de un Juez, que se gana la vida con ese tipo
de “razones”. Pero el caso es que, a su condición de delincuente habitual, José
Emilio Suárez Trashorras llevaba adherida su función de confidente policial. Y
esto cambia mucho las cosas. Así se lo decía al periodista Fernando Múgica un
“veterano policía” en abril de 2004:
<<El
mundo de los chorros
[pequeños delincuentes] no se mueve como dicen que lo ha hecho José Emilio. No
dudo de que pueda ser capaz de vender dinamita por una cantidad razonable de
droga o de dinero. Se acababa de casar y podría necesitar más dinero. Pero lo
primero que habría hecho tras venderles el material habría sido acudir al
policía con el que tuviera más confianza para contárselo. Él sabe que esa
información es oro y que le van a deber así un gran favor. Ese tipo de personas
no tiene cuajo suficiente para callarse sin saber qué van a hacer con ese
material. Las cosas no funcionan así>>. (Los
agujeros negros del 11M”. En “El Mundo”
23/04/04).
El 08/12/2011 los
periodistas Casimiro García Abadillo y Joaquín Manso del periódico español “El Mundo”, bajo el título “Indicios
de falso testimonio contra el único condenado como autor del 11-M”,
demostraron
que para condenarle como autor material de la masacre, los magistrados a
cargo del juicio se valieron de tres testigos de nacionalidad rumana
incurriendo en claros indicios de manipulación policial y falso testimonio.
Esto planteó dos interrogantes
fundamentales:
1)
¿Qué es lo que explica esa aparente negligencia en materia de investigación
y “torpeza” operativa por parte de la Policía Nacional y la Guardia Civil,
en un país tan reconocidamente amenazado por el terrorismo etarra, al que
―tras el papel jugado por España en la guerra de Irak aliándose con EE.UU
y el Reino Unido.― debía preverse que se le sumaría la amenaza del
terrorismo islamista?
2)
¿Cómo encajar, en este caso, la lamentable actuación de unos cuerpos armados de
seguridad pública, cuyo probado celo profesional y eficacia operativa les
habían puesto a la altura de los mejores del mundo?
De ser cierto ―como dijo el presidente José Luis
Rodríguez Zapatero ante la Comisión parlamentaria de investigación por el
11M― que todo fue obra del “terrorismo islamista”, ejecutado por no más
de veinte individuos sin preparación alguna y al coste de un millón escaso de
pesetas, entonces, a juzgar por los resultados de lo que se hizo y dejó de
hacer en todo este asunto, la ya proverbial eficacia del Estado español ha
quedado muy, pero que muy por debajo de sus impecables antecedentes en la lucha
policial contra el delito y la inseguridad ciudadana; tanto, que hasta parece
haber hecho de los profesionales de la seguridad a su servicio, una malísima
caricatura de lo que en realidad han venido probando que son. Y a juzgar por
las contradicciones de la versión oficial de esos hechos, se está demostrando
que —para quienes saben cómo hacer las cosas de su especialidad—, es más
difícil simular que se lo ha hecho mal, que hacerlo bien. Porque ¿cómo es
posible creer que el Estado español haya sido burlado por una minúscula panda
de delincuentes comunes de poca monta, ocasionalmente organizados nada más que
para ese acto terrorista?
Tal es el interrogante que hubiera debido orientar las
investigaciones del señor Juez de la Audiencia Nacional, en lugar de irse a
indagar sobre un escenario parecido al que se montan ciertas aves para llamar
la atención con sus cantos, precisamente donde no tienen puestos sus huevos o
alimentan a sus crías. Pero ya se sabe que la división de poderes en que
―por desgracia creen todavía muchos asalariados y― descansa la
supuesta independencia de los magistrados, sólo funciona a la hora de juzgar a
quienes carecen de recursos y/o de influencias suficientes y seguras en la
superestructura política del sistema; más aún en casos como este, donde esperar
que un juez haga justicia según la verdad de los hechos y sin interferencias
políticas de ninguna índole, es como pedirle peras a un olmo, o como hablar de
la soga en casa del ahorcado, la soga en que ahogaría su futuro como servidor
del Estado el señor juez Juan del Olmo, de haber obrado con la independencia
política profesional que se presume de cualquier representante del poder
judicial.
En realidad, los atentados del 11M formaron parte del
problema que el Estado español trató de resolver y que, para ello, ha debido
cargarse no sólo el tan mentado concepto de “seguridad ciudadana”, sino la
supuesta independencia de los poderes, e incluso el mismísimo significado de la
palabra “democracia”. Más aun cuando este criminal desbarajuste sólo atinó a
explicarse por la supuesta “descoordinación” entre los cuerpos represivos,
aunque esto sea bien cierto por “razones” corporativas, lo cual da pie para que
barbaridades como ésta —que tienen su causa en otros ámbitos— puedan ser
todavía más factibles.
Según todos los indicios, el 11M ofrece una curiosa
similitud con el 11S (derribo de las Torres Gemelas en N. York que se llevó por
delante a más de 3.000 vidas humanas) un año antes, como dos gotas que debieran
estar rebasando el vaso de la paciencia popular para hacer tronar el
escarmiento de su propia justicia. Pero como esta hipótesis sigue siendo “sólo
tardanza de lo que está por venir”, el problema para las clases dominantes españolas,
manifiestamente divididas desde la famosa reunión del llamado “triángulo de las Azores” era
y sigue siendo otro. No es casual que el 11M ocurriera dos días antes de las
elecciones generales, donde lo que se decidía tenía muy poco que ver con la
solución a las crecientes dificultades que afrontaban día que pasaba las
mayorías sociales en España. Porque en esa jornada electoral no estaban en
juego las anunciadas y prometedoras políticas siquiera moderadamente paliativas,
respecto del paro masivo y las leyes laborales vigentes del despido libre, la
creciente disminución del salario relativo, la más absoluta precariedad en el
empleo, la inseguridad laboral y las más extremas condiciones de super-explotación
en el trabajo; y tampoco de esos falsos compromisos se podían esperar mejoras
significativas en el servicio de la salud pública, la educación en sus
distintos niveles o en el acceso a la vivienda.
En estos puntos reivindicativos de los electores ―aun
cuando estuvieran presentes en las campañas electorales de las distintas
formaciones políticas institucionalizadas― no hay ni puede haber
diferencias significativas como para poder hablar de que, en realidad, pudieran
concretarse. Y no podían, en primer lugar, porque la situación económica general del capitalismo en
descomposición a escala planetaria lo impide absolutamente. En segundo
lugar, y como consecuencia de aquél hecho básico estructural que hoy no hace
más que agudizarse, porque lo sustancial de los reclamos populares en esas
materias no es una cuestión de voluntad política partidaria; y no lo es porque
todo lo que el sistema no permite, deja de ser una política de partidos en
tanto “arte de lo posible”; y porque cuando tal reivindicación de las clases subalternas es de imposible
realización al interior del sistema, en aras del insultante fondo de consumo que
satisface exclusivamente a los explotadores, toda pretensión de ir con ella más
allá de la simple enumeración de derechos constitucionales o de promesas
electorales no cumplidas, pasa a ser una cuestión de seguridad; pero no de la
ciudadanía sino del Estado y en perjuicio de las mayorías explotadas. Tal es la
esencia de la “democracia” capitalista; y los asalariados que quieran seguirle
dando vueltas a esta cuestión buscándole el lado bueno que les muestran los
patrones, se engañan gratuita, estúpida y miserablemente.
Si con los pies en la tierra descartamos que en los
comicios del 14M estuvieron en juego las soluciones a los acuciantes problemas
que afectan a las mayorías sociales en España ¿qué es lo que quedaba para
dirimir en esa confrontación electoral? Pues, poco más que las relaciones del
Estado con la Iglesia y alguna que otra menudencia, ajena a las reales
necesidades de las mayorías. ¿O no?
Pero en ese poco más que se jugaba en los comicios, había
una cuestión de fundamental importancia para los intereses representados por las
fuerzas políticas en pugna dentro del Estado Español. Y esa cuestión era y
sigue siendo la orientación de la política exterior española tendente a
satisfacer exclusivamente los
intereses materiales y políticos de las clases burguesas dominantes. Y nadie
puede dudar de que las elecciones decidieron efectivamente sobre estos puntos, o
sea, si debía revisarse la política exterior y territorial del Estado español
tal y como había quedado atada y bien atada en la constitución de 1978. Es
decir: si España debía seguir privilegiando la relación con EE.UU y Gran
Bretaña, o pasaba a priorizar y apoyar el bloque burgués dominante en la UE
representado por el eje franco-alemán.
Nosotros estábamos y estamos entre los que piensan, que los
atentados del 11M en España, estuvieron determinados por este problema, por
esta fractura expuesta del capital internacional entre bloques de países
beligerantes. Un desideratum que la gran burguesía española oportunamente resolvió
sin vacilar, optando por sumarse al ya tradicional bloque militar conformado
entre Gran Bretaña y EE.UU., más todavía después de que los servicios secretos
norteamericanos provocaran los criminales atentados que derribaron las Torres
Gemelas de New York el 11S, que atribuyeron al terrorismo yihadista para poder
justificar la intervención militar en Irak, so pretexto de haberle falsamente
atribuido al terrorismo yihadista semejante acto de barbarie. Esta movida
rompió el frágil equilibrio entre los grandes bloques de poder que la burguesía
internacional había estado manteniendo ―cada vez más precariamente―
desde la caída del “Muro de Berlín” y la inmediata debacle del sistema
burocrático soviético mal llamado “comunista” o “socialista”, que ―tras
la muerte de Lenin― abandonó por completo esa perspectiva social y
política revolucionara, para pasar a ser sólo un híbrido perverso en franca
regresión histórica del socialismo soviético al capitalismo postrero, como así
se ha demostrado.
Poniendo la lupa del análisis de clase sobre este punto de
fractura en el espinazo de la política exterior y territorial de España —provocada
por la disputa entre los dos grandes partidos de su aparato político
institucional— entramos en el meollo de la política de andar por casa
de la burguesía internacional proyectada al interior del Estado español; se
trata de la “pequeña política”; esa que dirime las relaciones de poder entre
fracciones de una misma clase dominante al interior de un solo país, en el
contexto socio-económico capitalista a escala nacional e internacional, bajo
las condiciones de una situación de crisis
económica terminal del sistema y en ausencia de una alternativa de Gran
Política por parte de la clase estratégicamente enemiga de la burguesía, es
decir, el proletariado, los asalariados, también a escala nacional y planetaria
combinadas.
Y dado que nuestro trabajo en curso tiene por objeto
explicar lo más brevemente posible las causas y consecuencias de lo acontecido
el 11 de marzo de 2004 —un acontecimiento que como se ha visto hasta aquí, compromete
a las llamadas “fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado español” como
organismo relativamente autónomo—, esto exige que, previamente, los explotados
y oprimidos nos pongamos de acuerdo sobre el origen, naturaleza y función
política del Estado y de sus fuerzas armadas en general, particularmente del
Estado español en aquellas circunstancias.
10.
Guerra en Siria 2011-2017
Las
guerras interburguesas convencionales como único recurso de subsistencia del
sistema capitalista
<<Desde
que Jean-Baptiste Lamarck hace dos siglos se propusiera explicar la evolución
fisiológica de las distintas especies de animales naturales irracionales,
sosteniendo resumidamente que “la función hace al órgano”, nosotros también
pensamos que éste es el mismo principio activo sin el cual, es imposible comprender
y explicar la evolución de las distintas formas de organización económica, social
y política en cada etapa histórica de la humanidad. ¿Cuál es la función
específica que ha venido determinando y distinguiendo a la organización económica,
social y política bajo el capitalismo? La derivada directamente de la propiedad
privada sobre los medios de producción y de cambio>>. GPM.
De acuerdo con lo descrito
científicamente por Marx en "El Capital" se deduce que, dado
el régimen de propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio —que
hacen a la competencia entre
los distintos capitales agrupados en empresas—, según avanza el desarrollo de
las fuerzas productivas empleadas en cada proceso
económico de producción y su consecuente acumulación de ganancias, el
cumplimiento de esta lógica objetiva
se torna sucesivamente más y más
dificultoso, según el progreso científico-técnico incorporado a los
medios de producción determina, que de cada unidad de capital adicional
invertido en la producción de valores económicos, la parte correspondiente a
los salarios sea relativamente cada
vez menor. De esta realidad se infiere que:
l) El plusvalor o ganancia del conjunto de los
capitalistas se incrementa, pero cada vez menos respecto del capital global en
funciones y, 2) Consecuentemente, la
tasa general de ganancia
entendida como relación económica
entre los réditos globales obtenidos por el
conjunto de los distintos productores capitalistas asociados y el costo
de producir tales ganancias, también tiende fatalmente a disminuir.
Así, hasta llegar a un punto en que la masa de capital
invertido deja de ser compensada por
el plusvalor obtenido, de modo tal que la burguesía debe apelar, cada vez más, al ataque no ya esporádico
o cíclico, sino sistemático y permanente contra las condiciones de vida y de
trabajo de los asalariados activos, de lo cual resulta que se ve obligada a
mantener un ejército creciente de parados en lugar de ser mantenida por ellos.
Y aunque tales circunstancias críticas le obligan incluso a emplear trabajo a tiempo parcial y el
paro parece remitir, en realidad aumenta más que proporcionalmente convertido
así en históricamente creciente. Pues, bien, la humanidad ha alcanzado este
punto inmediatamente antes de la primera guerra mundial. Fue cuando la propia lógica objetiva del sistema capitalista —que no depende de
la voluntad de nadie— comenzó —sotto
voce— a insinuarle a la burguesía, que ha devenido hasta
ser convertida en una clase por completo decadente, porque ya no es capaz de
asegurar a sus esclavos asalariados las condiciones de su propia esclavitud y
que, por tanto, más tarde o más temprano deberá dejar el testigo de la historia
en manos de los trabajadores, de tal modo emancipados de su yugo social.
Y el caso es que
según esta lógica económico-social específica, la producción y venta de
armamentos ha venido fungiendo bajo el capitalismo en tiempos cíclicos de
recesión económica, como una alternativa de acumulación de capital productivo.
Es un mercado por tal causa llamado “de sustitución". ¿Cómo se explica
esto? Por hechos tan evidentes que sólo basta ponerlos en conexión teórica con
lo más básico y elemental del intelecto.
PRIMERA EVIDENCIA:
En condiciones económicas normales, la competencia intercapitalista determina
que los distintos capitalistas asociados se comporten, como si el mercado fuera
una cofradía práctica entre ellos, donde todas sus
empresas respectivas ganan aunque
unas más que otras, según la masa de capital invertido en el común
negocio de explotar trabajo ajeno, con medios de producción de diversa eficacia
técnica que hace a la distinta productividad y, por tanto, a la obtención de
una mayor o menor ganancia relativa. Pero en tiempos de crisis todos los
capitalistas dejan de ganar y la competencia se traslada de la producción a la
especulación, donde lo que unos ganan otros lo pierden. Y el caso es que una de
las formas para especular en circunstancias económicas críticas para fines
gananciales, es la fabricación y venta de armamentos cuyo costo social recae
sobre los presupuestos estatales de cada país beligerante, mientras que la
oferta es de casi exclusiva función del sector capitalista privado.
SEGUNDA EVIDENCIA:
como es sabido, el armamento moderno incorpora el más alto, oneroso,
destructivo y mortal coeficiente de adelanto tecnológico. Por lo tanto, su
fabricación y oferta sólo está al alcance de unas pocas grandes empresas de
alta centralización de la propiedad sobre medios técnicos de última generación,
en manos de relativamente pocos sujetos asociados, dueños de una enorme
magnitud de capital comprometido con tal finalidad ganancial.
TERCERA EVIDENCIA:
la mayor fuente de financiación de los presupuestos estatales en cada país,
proviene de la imposición interna al consumo y patrimonio de la mayoría
absoluta poblacional de condición asalariada.
CONCLUSIÓN:
cuando las crisis del capitalismo son tan profundas y prolongadas, hasta el
extremo de que la burguesía en su conjunto necesita la guerra entre sus
distintas fracciones nacionales para superarlas, ocurre que mientras una parte
de los asalariados en la retaguardia de los países beligerantes, contribuyen
con su trabajo y sus impuestos a enriquecer a esta mafia criminal acaudalada
fabricante de armas y demás pertrechos bélicos, al mismo tiempo sus padres,
hijos, hermanos o primos en paro, son reclutados para ir a morir en el frente
de guerra luchando por "la patria". Esto que ha venido sucediendo
desde los principios del capitalismo y ha vuelto a repetirse por enésima vez
—ahora mismo en Libia, Siria, Yemen, Irak, Sudan del Sur, Nigeria, Niger, Chad,
Camerún y Burundi—, no dejará de prolongarse mientras los pagadores en todo
este tinglado permanezcamos divididos, comportándonos sumisamente con nuestras
clases dominantes nacionales, es decir, sacrificando nuestros propios intereses
históricos como clase social explotada y oprimida —absolutamente mayoritaria—,
para los fines de que la minoría de los capitalistas puedan seguir
enriqueciéndose a expensas nuestras.
El proceso que gestó el origen de Siria como país, se
remonta a la desintegración del Imperio otomano durante la Primera guerra
mundial en 1916, cuando la gran burguesía europea de Francia y Gran Bretaña e
Irlanda en esa contienda, se repartieron aquél territorio según el acuerdo de Sykes-Picot
que trazó los límites de ese nuevo país con El Líbano, ambos bajo el
protectorado colonial de Francia. Luego, desde su independencia en 1945 tras la
Segunda Guerra Mundial, el pueblo llano de Siria debió soportar una serie de
golpes y contragolpes militares entre distintas fracciones de su clase burguesa
nacional dominante. Hasta que desde 1970 la familia de los Asad —de religión
alauita y etnia chií—, lograron hacerse con el
poder hasta hoy en un Estado nacional cuya mayoría de habitantes es de la rama sunnita.
Bajo tales condiciones, el hecho de que una minoría social explotadora haya
podido prevalecer políticamente hasta cierto punto sobre sus mayorías
explotadas, sólo se pudo explicar por el progreso económico coyuntural en la
industria del petróleo, que permitió al Presidente Bashar Al Asad en ese país,
haber podido disponer de los ingresos obtenidos vendiendo tal insumo de
petróleo crudo extraído de los pozos abiertos en su territorio, cuya magnitud
permitió momentáneamente exceder a las necesidades de su consumo interno, para
ser así exportado al extranjero. Situación que sólo se logró sostener hasta que
tales excedentes comenzaron a disminuir en 1995, al mismo tiempo que su consumo
interno aumentaba, por el hecho de que en ese intervalo de tiempo, su población
pasó de los 5 millones de habitantes en 1963, a 28,3 millones en 2.013. Así las
cosas, a partir de 2008 y en medio de la sequía de 2006 que en ese territorio se
prolongó hasta 2011, el gobierno sirio se vio forzado por las circunstancias a
subvencionar el consumo de diesel derivado del petróleo y, para ello, debió
aumentar el gasto de sus presupuestos estatales en torno a los 1.500 millones
de dólares anuales por ese concepto, al mismo tiempo que disminuían los
ingresos provenientes de la exportación de petróleo crudo. Y el caso que nos
ocupa es, que ese mismo año de 2008 en medio de la profunda recesión económica
mundial que todavía se prolonga, el gobierno sirio incapaz de seguir
solventando ese subsidio, comenzó a reducirlo provocando un incremento en los
precios del diesel —que mueve a los motores para la irrigación de los campos de
cultivo—, lo cual afectó seriamente a la producción agrícola y,
consecuentemente, aumentó el precio de los alimentos, degradando el nivel de
vida de la población con más bajos ingresos.
Como producto de esta crisis económico-social, muchos
campesinos y pequeños agricultores que así perdieron su sustento económico,
fueron forzados de tal modo a desplazarse desde zonas del noreste y el sur del
país hacia las grandes ciudades como Hama,
Homs
o Damasco,
asentándose en los suburbios y barrios periféricos precarizados, donde se
generó espontáneamente un ambiente
ideal para el estallido de un conflicto, que fue rápidamente aprovechado por
potencias regionales y mundiales. Tal fue el cúmulo de causas económicas
que dieron pábulo a la rebelión política en Siria, durante la llamada
“primavera árabe” en 2011 y que todavía se prolonga.
Tal como sucedió en Túnez, la revuelta en Siria comenzó el
17 de febrero de 2011 con una discusión en el “mercado viejo” de Hama entre un
policía y un vendedor, cuando éste fue vejado por el agente y cientos de
personas se pusieron de su lado, lanzando gritos contra la corrupción y los
abusos de poder por parte del gobierno hereditario de la familia Asad. Tal fue
el punto de partida de una cadena de protestas populares, desde que al día
siguiente la policía matara al menos a tres manifestantes en la ciudad
de Deraa cercana a Jordania. Y el viernes 19 atacó
lanzando bombas de gases lacrimógenos contra la multitud que acudió en
manifestación a los funerales de las tres víctimas. Entre los días 15 y 30 de
marzo ese año, miles de personas se manifestaron en las principales ciudades
Sirias queriendo que fueran reivindicativas y pacíficas, pero han sido
violentamente reprimidas por el régimen.
En abril se formaron los llamados “comités locales de protestas”
por parte de los grupos de oposición al gobierno. El miércoles 7 y jueves 8 de
julio, los embajadores de Estados
Unidos y Francia en Damasco, visitaron la ciudad siria de Hama, centro
de las principales protestas, en una clara intención provocadora de desafío al
presidente Bashar al Assad. Y el sábado 9 estos mismos sujetos participaron en
una manifestación, donde se pudo saber que ambos países de la cadena
imperialista —junto con las dictaduras árabes teocráticas del Golfo Pérsico—,
habían financiado con 2.000 millones de dólares a grupos armados de oposición y
resistencia al gobierno sirio. O sea, que estos dos embajadores no exigían una
mayor democracia en Siria —tal como pretendieron hacer creer los medios de
difusión interesados—, sino la imposición de un gobierno Islámico que, según lo
denunciara el masónico
y no menos corrupto Presidente ruso Vladimir Putin, esa proposición fue
patrocinada por más de 40 países, entre ellos varios del G20.
Y a fines de ese año, los distintos comités locales de protesta pasaron a
formar parte del ya existente Consejo Nacional Sirio
desde 2005, refundado en Estambul el 23 de agosto de 2011. Tras estos sucesos,
numerosas ciudades sirias fueron testigos de las mayores manifestaciones de
apoyo al gobierno de Bashar Al Asad en toda la historia del país.
Pero a mediados de 2014 y ya en plena guerra civil,
irrumpió en territorio sirio el llamado Estado Islámico, que con el respaldo de
EE.UU. pudo proyectar sus incursiones bélicas en Siria, desde la parte del
territorio Irakí conquistado tras la destitución y asesinato de Sadam Hussein
el 30 de diciembre de 2006. Estos acontecimientos se han enmarcado en el juego de
intereses económicos opuestos, entre rusos, chinos e iraníes, por un lado, y
estadounidenses, franceses, alemanes, turcos, israelíes y saudíes por otro.
Todos ellos sin excepción de acuerdo con el régimen de Bachar al Asad, en que a
ninguno les interesa una Siria próspera, libre, democrática y plural, sino que
cada fracción de esas clases burguesas dominantes procuran que ese conflicto se
salde —si fuera posible exclusivamente— en favor de sus propios intereses. Nada
más. Y en esto han coincidido también con los yihadistas. Pero no con la
inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Siria, que salieron a las
calles de ese país en la primavera de 2011 no precisamente para defender a
ningún gobierno, sino para exigir sus derechos reclamando en Siria el fin del
Estado policial y la corrupción institucionalizada. Unas lacras que es lo que
tienen de común todos los empresarios y gobiernos de cualquier país sin
excepción en el mundo entero. Tal es la contradicción que la humanidad debe
resolver necesariamente, pero que para tal propósito la clase asalariada sigue
tardando en poner manos a la obra.
¿Cuál es el significado que oficialmente suele atribuirse
con sentido peyorativo a la palabra extremismo? Toda idea o comportamiento que
tiende a desplazar una determinada realidad hacia la izquierda o la derecha,
respecto del centro político vigente, universalmente consagrado por la
burguesía para los fines de mantener la estabilidad del sistema capitalista. El
pasado 13 de diciembre, la familia de los Asad en Siria pudo recuperar
finalmente el control total del territorio que había venido ejerciendo desde
1970 en la parte oriental de Alepo, momentáneamente ocupada hasta ese día por
los milicianos rebeldes armados. Pero ayer mismo, 30 de diciembre, fue cuando
el patriarca de esa familia salió diciendo que: <<La eliminación total de
terroristas en Siria no es difícil, si Arabia Saudí, Catar y Turquía entre
otros, dejan de apoyar al extremismo>>. ¿Hubiera podido hacerlo él con
sus fuerzas armadas sin recibir el apoyo militar que le ha venido brindando su
amigo, Vladimir Putin, ese que preside los destinos de Rusia supuestamente
ubicado en el centro político dominante bajo el vigente sistema capitalista de
su país? ¡No!
¿Qué tiene que ver, pues, toda esta movida, con el mal
entendido y manoseado concepto político de extremismo? ¡Nada! ¡Absolutamente
nada! Porque toda guerra que acabe determinando un cambio de dueño territorial
en nada compromete ni puede afectar a la estabilidad del sistema vigente, a no
ser que bajo las presentes circunstancias se trate de un enfrentamiento entre
potencias nucleares, que podrían acabar con todo rastro de vida humana en la
Tierra. O sea, que si las fuerzas insurgentes en Siria, usando armamento
convencional hubieran desplazado del poder a la familia de los Asad, las
mayorías asalariadas de ese país seguirían igual de sometidas —o más, si cabe—
a las circunstancias que, como hemos venido insistiendo en demostrar, una y
otra vez, no dependen de la voluntad de nadie y serán cada vez más dolorosas de
soportar.
Lo único que puede afectar al sistema sin más consecuencias
nocivas para la especie humana, es que los explotados del Mundo lleguemos a
comprender la insensatez de seguir dividiendo nuestra voluntad política entre
las distintas fracciones de la burguesía que se agrupan en partidos políticos,
y decidir unirnos a escala nacional e internacional en torno a los principios
revolucionarios, para dar al traste con toda esta porquería de una vez por
todas. Lenin sostenía que la lógica
del oportunismo político está en la alianza entre clases opresoras y
oprimidas al margen de los principios políticos que hacen a los intereses
históricos de los explotados. Unos principios e intereses contrarios a la
dinámica belicista desplegada por los nacionalismos burgueses europeos, que
amenazaban con desatar la guerra internacional y que, contra tal amenaza,
dichos principios fueron ratificados en los congresos obreros de Copenhague
(1910) y Basilea (1912), donde la guerra fue considerada como un producto del
enfrentamiento entre los estados capitalistas que se debía impedir, y si a
pesar de todo estallaba se acordó frenarla con la huelga general y la
movilización revolucionaria.
Pero inmediatamente después de iniciada la I Guerra Mundial
en agosto de 1914, la mayoría de los partidos socialistas en el continente se
sometieron a las ambiciosas exigencias de sus respectivas burguesías nacionales
y abandonaron aquellos postulados pacifistas
revolucionarios, para ponerse al lado de sus gobiernos de turno en lo
que se llamó “la unión sagrada contra los enemigos de la nación”. En esos
momentos Lenin veía que los “socialistas” europeos de su tiempo propugnaban la
"unidad" sin principios con la pequeñoburguesía al interior de los
partidos obreros en sus respectivos países, precisamente para dividir y
debilitar las luchas del movimiento asalariado en su conjunto. Desde entonces
los socialdemócratas en todos los países jamás abandonaron esta predisposición
claudicante frente a sus propias burguesías nacionales. Tal como acaba de
proceder en España la dirección del PSOE al margen de la opinión de sus
afiliados, decidiendo burocráticamente abstenerse durante la segunda sesión
parlamentaria de investidura, que permitió al corrupto y reaccionario Partido
Popular seguir a cargo del gobierno.
El 02 de diciembre de 1914 durante la
segunda sesión del parlamento alemán (Reichstag), Karl
Liebknecht no
sólo votó contra el Presupuesto de Guerra siendo el único que lo hizo, sino que
también presentó un documento donde fundamentó su voto, cuya lectura en el
recinto fue desautorizada por el Presidente de la cámara y tampoco fue incluido
en el informe de sesiones, pretextando que provocaría llamadas al orden. El
texto fue posteriormente remitido por el propio Liebknecht a la prensa alemana,
pero ningún periódico lo publicó. Finalmente, la versión completa de su
protesta se conoció en Suiza publicada por el periódico “Berner Tagewacht”:
Tal como así lo pusiera negro sobre blanco el marxista consecuente
Liebknetch, aquella fue una guerra de rapiña genocida, de cuyo resultado casi
nunca antes el mapa de Europa se había visto tan alterado. Los Imperios alemán,
austro-húngaro, ruso y otomano dejaron de existir. El Tratado de Saint-Germain-en-Laye
aprobado el 10 de septiembre de 1919, estableció la República de Austria
formada por la mayoría de las regiones de habla alemana sustraídas al Estado de
los Habsburgo. El Imperio Austríaco cedió tierras de la corona a Estados
sucesores desde hacía muy poco establecidos, como Checoslovaquia, Polonia y el
Reino de los eslovenos, croatas, serbios y bosnios, a cuyo conjunto resultante de
un proceso que acabó con la dictadura de Alejandro I se le llamó Yugoslavia en
1929.
La otra parte de la Monarquía austrohúngara, Hungría,
también se convirtió en un Estado independiente. Pero en virtud de los términos
del Tratado de Trianon
acordado en noviembre de 1920, debió cederle Transilvania a Rumania; Eslovaquia
y Rutenia transcarpática a la recientemente formada Checoslovaquia; y otras
tierras de la corona húngara a la futura Yugoslavia. El Imperio Otomano firmó
el Tratado de Sèvres
el 10 de agosto de 1920, que puso fin a las hostilidades con las Potencias
Aliadas; pero poco después comenzó la Guerra de la Independencia Turca. La
nueva República de Turquía, establecida como consecuencia, firmó el Tratado
de Lausana en 1923, que invalidó al de Sèvres y
dividió efectivamente al antiguo Imperio Otomano.
En enero de 1918, el presidente estadounidense Woodrow
Wilson había escrito una lista de objetivos propuestos para
la guerra, a los que llamó los "Catorce puntos". Ocho de estos puntos
trataban específicamente sobre acuerdos territoriales y políticos relacionados
con la victoria de las Potencias de la Entente, incluyendo la idea de la
autodeterminación nacional de las poblaciones étnicas de Europa. El resto de
estos principios se concentró en “evitar la guerra en el futuro”, y en el
último proponía que una Liga de Naciones arbitrara futuras contiendas
internacionales. Wilson esperaba que su propuesta diera lugar a una paz justa y
duradera, una "paz sin victoria" a fin de terminar la "guerra
para poner fin a todas las guerras". Pero ya sabemos que 21 años después
todos estos aparentes propósitos se quedaron en papel mojado.
Cuando los líderes alemanes firmaron el armisticio, muchos
de ellos creían que los Catorce Puntos formarían la base del futuro tratado de
paz, pero cuando los jefes de gobierno de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia
e Italia se reunieron en París para discutir los términos del tratado, el
contingente europeo de los "Cuatro Grandes" tenía otros planes. Como
consideraban que Alemania había sido el principal instigador del conflicto, las
Potencias Aliadas europeas finalmente impusieron en el tratado, obligaciones
particularmente estrictas sobre la derrotada Alemania.
El Tratado firmado en Versalles e
impuesto a los perdedores por las potencias triunfantes en la guerra, fue presentado 7 de mayo de 1919 a los derrotados
líderes alemanes para que lo firmaran, forzándoles a que su país cediera
territorios a Bélgica (Cantones del Este), a Checoslovaquia (distrito de
Hultschin) y a Polonia (Poznan, Prusia Occidental y la Alta Silesia). Alsacia y
Lorena, anexadas por Alemania en 1871 después de la Guerra Franco-Prusiana,
volvieron a ser territorio francés. Todas las colonias alemanas de ultramar se
convirtieron en Mandatos de la Liga de Naciones, y la ciudad de Danzig, con
mayoría étnica alemana, se convirtió en una ciudad libre. El tratado exigía la desmilitarización
y ocupación por los aliados de la región del Rin, con un estatus especial para
el Saarland —territorio
seriamente devastado por los bombarderos— bajo control francés. Y el futuro de
las áreas del norte de Schleswig
en la frontera entre Dinamarca y Alemania y partes de Alta Silesia, se
determinó mediante plebiscitos. El número de muertos y desaparecidos en esa
contienda ascendió aproximadamente a los ocho millones y medio de personas.
Ninguna de ellas altos mandos de los ejércitos en pugna. Como en los tiempos
del beligerante Imperio romano en cada expedición militar de conquista, cuando
los “libres” combatientes subalternos se despedían de su imperial majestad al
grito de: “Ave César, los que vamos a morir te
saludan”:
<<Al finalizar la
guerra en 1918, las potencias victoriosas tomaron una serie de medidas
penalizadoras contra los derrotados, que se materializaron en el Tratado
de Versalles
y que consistieron, principalmente, en la entrega de los barcos mercantes
alemanes de más de 1.400 Tm de desplazamiento y la cesión anual de 200.000 Tm
de nuevos barcos, como restitución de la flota mercante perdida por los aliados
durante el conflicto; la entrega anual de 44 millones de Tm. de carbón, 371.000
cabezas de ganado, la mitad de su producción química y farmacéutica y de otros
productos industriales durante cinco años, así como la requisa de la propiedad
privada alemana en los territorios y colonias perdidos. Pero la principal
medida fue la fijación de una cantidad como indemnización en concepto de gastos
militares. La cantidad impuesta a Alemania, decidida en 1921 por la Comisión de
Reparaciones (REPKO), fue de 132.000 millones de marcos oro, una cantidad
desorbitada para la época, lo que significaba, en su momento inicial, el pago
anual del 6% del Producto
interior bruto
de este país. El sistema fiscal y monetario alemán acabó hundiéndose, por lo
que sus acreedores acabaron cobrando sólo una pequeña parte de las deudas, a
costa de que la economía internacional perdiese oportunidades de fortalecimiento
y crecimiento. Los vencedores exigían además que el pago se realizase en oro,
lo que requería, entre otras cosas, que las exportaciones alemanas superasen
ampliamente a las importaciones, pero a la vez los aliados cerraron
drásticamente sus mercados a las importaciones, elevando la protección a sus
industrias.1
Esta deuda fue una de las claves de los fuertes procesos de hiperinflación y la
crisis de la Gran Depresión, así como la subida al poder del nazismo>>. (https://es.wikipedia.org/wiki/Consecuencias_econ%C3%-B3micas_de_la_Lenin_Guerra_Mundial#Destrucci.C3.B3n_del_tejido_productivo_europeo.2C_expansi.C3.B3n_del_estadounidense).
Los costes directos de esa guerra se han valorado en unos
300.000 millones de dólares que sobrepasaron unas seis veces y media la deuda
de los Estados europeos entre finales del siglo XVIII y comienzos del XX, cuya
financiación resultó imposible de solventar.
Y durante la Segunda Guerra mundial,
las víctimas de fallecidos y desaparecidos se ha estimado que fluctuó entre los
55 y 60 millones de personas. La diferencia respecto de los muertos en la
Primera guerra se explica por la mayor eficacia del poder destructivo y
criminal contenido en los medios bélicos fabricados durante el período
comprendido entre ambos conflictos:
<<Entre
las víctimas mortales se contaron combatientes y principalmente población
civil, como consecuencia de la propia violencia de los enfrentamientos armados,
en especial durante los bombardeos sobre ciudades, pero también como resultado
de las particulares circunstancias del conflicto que llevaron a violaciones
masivas de los derechos humanos, siendo el fenómeno del holocausto su máximo exponente, junto con
la deportación y reclusión en campos
de concentración,
a lo que se añadió la desprotección de los millones de refugiados y
desplazados, sometidos a hambrunas y a los rigores del clima>>. (https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:V%C3%ADctimas_de_la_Segunda_Guerra_Mundial).
El cálculo se ha visto dificultado por
el ocultamiento y cambio de algunas cifras; por ejemplo, Stalin reconoció en
1945 que la URSS tuvo 7 millones de muertos (en la actualidad los cálculos van
de 17 a 37 millones de muertos). China, el segundo país con más muertos, tiene
problemas para calcular sus pérdidas porque en esos tiempos sufría una guerra
civil, de modo que éstas se estiman entre 8 y 30 millones2.
Alemania fue el tercer país más afectado, con cifras entre 4,5 y 10 millones de
pérdidas3 (1,5 millones de civiles
por bombardeos aliados)4.
Polonia fue el cuarto país con más muertos, entre 3 y 6 millones incluyendo la
población judía muerta en el llamado “Holocausto”.
Además hay varias cifras que no han sido incluidas porque se omitieron
deliberadamente al conocimiento de la historia, como la hambruna que la guerra
provocó en Bengala
y mató de 2 a 4 millones de indios5. El cálculo total entre
muertos y desaparecidos más alto, habla de hasta 100 millones de muertos6. Japón
tuvo 1,2 millones de soldados y un millón de civiles muertos, además de 1,4
millones desaparecidos7. (https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:V%C3%).
Y en cuanto a los refugiados como consecuencia de las recientes guerras
durante los últimos cinco años
en países como Afganistán, Siria, Somalia, Eritrea, Sudán del Sur, R. D. del Congo,
R. Sudafricana, Yemen, Ucrania, Myanmar, México (contra el narcotráfico) y
Colombia, según ha informado el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUR),
han sobrepasado los 65 millones,
la mitad de ellos niños.
11.
¿Reforma del capitalismo o revolución?
Además de los millones de condición
social subalterna muertos entre 1981 y 2016 por el accidente tóxico, atentados
y guerras mencionadas en este trabajo, ¿a qué otra causa objetiva que no sea la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio,
cabe atribuir no solo las muertes sino la destrucción
material provocada durante todo ese tiempo, sin faltar cínica y miserablemente a la verdad de los hechos?
¡That’s the question! Y la verdad es que las guerras en la era moderna
capitalista, han sido toda la vida
esencialmente un negocio, y los negocios la ocupación esencial que ha
venido haciendo a la existencia de los empresarios en todo el Mundo, dedicados
a capitalizar la creciente
distribución desigual de la riqueza. Donde ahora mismo según el “Centro de Estudios por la paz J.M.
Delás”, hay 20 millones de personas en riesgo residual de
hambruna severa.
Más arriba hemos dicho que la industria
bélica en tiempos de recesión
económica es un mercado de sustitución. Según reporta el Directorio de
la Industria Militar en España del “Centro de Estudios Para la Paz J.M. Délas”,
dependiente de la Fundación
Justícia i Pau.1 2,
en España hay actualmente más de 130 empresas de la industria armamentista Nota 1.
Entre ellas algunas de las principales compañías españolas de los sectores
aeronáutico, tecnológico o industrial, que dedican parte de su actividad a la
fabricación de armamento, piezas o componentes militares. También hay empresas
que prestan servicios con especificidades militares. Finalmente el organismo concluye
en reconocer, que “La industria militar y de defensa española es una de las más importantes del mundo”.
Y que según los informes del SIPRI3 4,
“Tres empresas españolas (Airbus Military,
Navantia
e Indra)
se encuentran entre las 100 mayores compañías mundiales del sector de defensa y
seguridad”,
Y según piensa Jordi
Calvo Rufanges, doctor en Paz, Conflictos y Desarrollo:
<<El dinero ahorrado se podría
invertir en gasto social, sin
duda más necesario. El parlamento español y el actual gobierno tienen no solo
la obligación moral, sino el
deber de reducir de manera
considerable el gasto militar”
afirma el experto Jordi
Calvo,
doctor en Paz, Conflictos y Desarrollo.
El
gasto militar debería reducirse en todo el mundo, pero
concretamente en España donde las medidas de austeridad están afectando a todos
los pilares del Estado de Bienestar, se hace más necesario, afirma Jordi Calvo
en su artículo. “Es un deber reducir el gasto militar” (para
convertirlo) en Público (al servicio
de las necesidades de los ciudadanos).
Según
el experto, en nuestro país, el militar es uno de los gastos que menos se ha
reducido en comparación con otras partidas como sanidad o educación. Tanto es
así, que casi no se ha reducido volumen de gastos con respecto a los años en
los que no nos encontrábamos sumergidos en esta profunda crisis. “La inversión en I+D militar
sigue gozando de una partida pública considerable que bien podría servir para
promover la investigación civil” que puede que sea una de las pocas salidas
para hacer frente a la pobre productividad de las empresas españolas. Se sigue
invirtiendo miles de millones de euros en armamento, hecho que el experto
considera un verdadero lastre para el presupuesto público.
Sin
las costosas y cuestionables aventuras militares en lejanas tierras, el
despilfarro en centenares de nuevos aviones de combate, barcos de guerra,
carros de combate, misiles, submarinos militares… y sin el mantenimiento de un
sobredimensionado ejército, tendríamos disponibles miles de millones para gasto
social” afirma el doctor en Paz, Conflictos y Desarrollo. Además el gasto
militar supone una dificultad más para cumplir con el objetivo de déficit
público. Por todo esto el experto considera que el gobierno tiene una verdadera
obligación moral de reducir el gasto militar y traspasarlo a gasto social, sin
duda mucho más necesario para sostener el Estado de Bienestar>>. (Lo entre paréntesis nuestro)
Todo esto es muy loable. Pero no deja
de ser un camino empedrado de buenas intenciones, que no llega a explicar cómo
tal proposición puede ser posible bajo las condiciones
objetivas del capitalismo, férreamente determinadas por la propiedad
privada sobre los medios de producción y de cambio. O sea, bajo la dictadura económico-social del capital
que así, automáticamente, se ha proyectado desde la sociedad civil hacia el
Estado, convertida de tal modo, inevitablemente,
en una dictadura política. Todo
ello naturalmente a instancias de los gestores públicos de turno en los tres
poderes —ejecutivo, legislativo y judicial— aparentemente separados y enfrentados,
pero en realidad subrepticia y
convenientemente entrelazados a su servicio, para los fines del mutuo enriquecimiento de
empresarios y políticos profesionales, que hacen a la corruptela generalizada de tales minorías sociales todavía
vigente.
Sin la propiedad privada sobre los
medios de producción y de cambio, ipso facto la explotación de trabajo ajeno que
dio pábulo a la histórica y creciente desigualdad capitalista en la
distribución de la riqueza, a las guerras de rapiña entre países y a la corrupción
política institucionalizada de empresarios y políticos profesionales en cada
país, toda esa basura histórica pierde sustento y tiende a desaparecer para
siempre. Del mismo modo que, en su momento, la propiedad de unos seres humanos sobre otros bajo la forma del “ius
utendi et ius abutendi” (uso y abuso) de los amos sobre sus semejantes
esclavizados reducidos a la condición de cosas para usufructo absoluto discrecional
de los esclavistas, Un bárbaro atributo que desapareció con la lucha de los
esclavos por su emancipación dando paso a la Edad Media feudal. En este
sentido, es significativo señalar hasta dónde ha calado el concepto de
propiedad privada en no pocos intelectuales orgánicos de la burguesía. Como si
fuera algo consustancial al género humano. Por ejemplo: los autores de “El Conflicto en el Congo” —conocido
como “La segunda guerra del Congo” entre
1998 y 2003—, atribuyen su primera causa eficiente “más profunda” no al
concepto social de propiedad privada —sin el cual esa guerra hubiera sido
imposible— sino a la cosa u objeto sobre el que distintos propietarios privados
se disputan esa propiedad:
<<Las causas profundas de las
guerras en el Congo desde el año 1996 son: 1. La riqueza en recursos naturales:
minerales, especialmente coltán, oro, uranio y diamantes y grandes
reservas de madera y de agua. 2. Los problemas étnicos, cuyo punto álgido fue
el genocidio en Ruanda de unas 800.000 personas, miembros de la etnia
minoritaria tutsi y políticos moderados de la etnia hutu en el año 1994,
provocado por el Gobierno ruandés extremista hutu>>. (https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3116444.pd.Ver Pp. 22. Subrayado nuestro).
Y dado que toda esa basura histórica de
la propiedad privada en la sociedad civil, sigue íntimamente vinculada con la
democracia representativa en las instituciones políticas estatales
pseudo-democráticas del capitalismo, desde allí será imposible acabar con esa
rémora totalitaria. Lo único que —de seguir prolongándose— podrá ocasionar ese
vínculo, es la desaparición para siempre de todo rastro de vida humana en este
Planeta. En su obra que publicó en agosto de 1917 titulada. “El Estado y la Revolución”, Lenin siguiendo
a Marx y Engels distinguió entre el parlamento burgués y el parlamento
revolucionario socialista diciendo que:
<<Decidir
una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de representar
y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del
parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales
parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas. Pero si planteamos la
cuestión del Estado, si enfocamos el parlamentarismo como una de las instituciones
del Estado, desde el punto de vista de las tareas del proletariado en este
terreno, ¿dónde está, entonces, la salida del parlamentarismo? ¿Cómo es posible
prescindir de él?
Hay
que decir una y otra vez que las enseñanzas de Marx, basadas en la experiencia
de la Comuna [de París] están tan olvidadas, que para el
“socialdemócrata moderno” (léase: para los actuales traidores al socialismo) es
sencillamente incomprensible otra crítica del parlamentarismo que no sea la
anarquista o la reaccionaria>>. (Op. Cit. Versión digitalizada Pp. 28)… <<Pero todo el quid del asunto está, precisamente,
en que esta "especie de parlamento" no será un parlamento en el
sentido de las instituciones parlamentarias burguesas. Todo el quid del asunto
está en que esta "especie de parlamento" no se limitará a
"establecer el régimen de trabajo y a fiscalizar la administración del
aparato burocrático", como se figura Kautsky, cuyo pensamiento no se sale
del marco del parlamentarismo burgués. En la sociedad socialista, esta
"especie de parlamento" de diputados obreros tendrá como misión,
naturalmente, "establecer el régimen de trabajo y fiscalizar la
administración" del "aparato", pero este aparato no será un
aparato "burocrático". Los obreros, después de conquistar el Poder
político, destruirán el viejo aparato burocrático, lo desmontarán hasta en
sus cimientos, no dejarán de él piedra sobre piedra, lo sustituirán por
otro nuevo, formado por los mismos obreros y empleados, contra cuya transformación
en burócratas serán tomadas inmediatamente las medidas analizadas con todo
detalle por Marx y Engels: 1) No sólo elegibilidad, sino amovilidad en todo momento. 2) Sueldo no superior al salario de un
obrero; 3) se pasará inmediatamente a que todos desempeñen funciones de
control y de inspección, a que todos sean "burócratas"
durante algún tiempo, para que, de este modo, nadie pueda convertirse en
burócrata.
Kautsky
no se paró, en absoluto, a meditar las palabras de Marx: "la Comuna [de
París] era, no una corporación
parlamentaria, sino una corporación de trabajo, que dictaba leyes y al mismo
tiempo las ejecutaba". Kautsky no comprendió, en absoluto, la
diferencia entre el parlamentarismo burgués, que asocia la democracia (no
para el pueblo) con el burocratismo (contra el pueblo), y el democratismo
proletario, que toma inmediatamente medidas para cortar de raíz el
burocratismo y que estará en condiciones de llevar estas medidas hasta el final,
hasta la completa destrucción del burocratismo, hasta la implantación
completa de la democracia para el pueblo. Kautsky revela aquí la misma
"veneración supersticiosa" hacia el Estado [burgués], la misma "fe supersticiosa" en
el burocratismo>>. (Ibid Pp. 68. El subrayado y lo entre corchetes
nuestro).
Pero lo que Lenin además quiso
significar implícitamente en
este pasaje de su obra, es que desde dentro
de las instituciones políticas del
capitalismo —ejecutivas, legislativas y judiciales— es imposible siquiera reformar nada
de la realidad actual tal como proponen los reformistas de la izquierda
burguesa distinta de la existente,
o sea, que favorezca a los explotados y al mismo tiempo impida la más irrisoria
merma en la ganancia obtenida por los explotadores. ¡Esto es de imposible
sostenimiento en el tiempo! Una imposibilidad que el sistema capitalista ha
venido determinando, desde que se apoderó de la sociedad humana una vez que superó
históricamente al feudalismo, para convertir a la burguesía en la clase sustituta dominante. Una
clase que tan objetivamente como nació en su momento, hoy día por la misma
causa objetiva está llegando al final de su recorrido histórico. Pero que no
desaparecerá como tal mientras los explotados sigamos sin comprender la necesidad, cada vez más imperiosa,
de cumplir con el deber de hacernos cargo de un futuro sin explotadores ni
explotados. Un deber ser que la misma historia del género humano ahora mismo nos
está reclamando.
Más aún, cuando la competencia intercapitalista derivada
de la propiedad privada sobre
los medios de producción,
aumentó sucesivamente la productividad
del trabajo sustituyendo fuerza humana por máquinas, hasta el extremo de
que hoy, la robotización técnica es una realidad que amenaza con dejar
sin trabajo a la mayoría de asalariados en el mundo. Pero que sin duda el llamado
desempleo tecnológico también
amenaza mortalmente a la burguesía como clase, dado que las máquinas no generan ganancia porque jamás han hecho
nunca ni pueden hacer otra cosa, que limitarse a trasladar su valor económico a
los productos fabricados con ellas y que, según van desgastándose por el uso en
cada proceso productivo, acaban
desvalorizándose y registran esa pérdida contablemente como amortización.
Ciertamente, la industria de la robótica exige y genera directamente nuevos puestos de
trabajo altamente cualificados relacionados con su diseño, fabricación, operación
y mantenimiento de estos equipos. Pero no es menos cierto, por el contrario,
que para lograr una mayor productividad no pocas industrias requieren unos
niveles de precisión y calidad en sus productos, que no son factibles sin el
uso de robots, como es el caso en la electrónica con la fabricación de piezas
en ordenadores y teléfonos móviles, o en las energías renovables como la solar
necesitada de células fotovoltaicas,
O sea, que lo previsto y demostrado matemáticamente por Marx en 1857-58, en
cuanto a que la creciente productividad inducida
por la competencia intercapitalista, requiere por lo general sustituir cada
vez más trabajo vivo explotado por instrumentos técnicos más y más eficaces, ya
son hechos tangibles verificados. Teniendo en cuenta que, para ello, el costo de la sustitución no debe ser mayor que el de los
salarios sustituidos.
Y en cuanto a las necesarias consecuencias sociales y políticas
objetivamente deletéreas del sistema —derivadas de la propiedad privada y consecuente competencia intercapitalista que
induce al desarrollo de las fuerzas
productivas— sus resultados económicos y políticos al revés de lo que
sucede en la industria, no podrán ser
producto de ningún automatismo. O sea que el capitalismo no podrá ser superado
exclusivamente por el propio peso de sus contradicciones
económicas sino que, para ello, tales contradicciones deberán ser políticamente resueltas por las mayorías sociales
explotadas, por la única clase social llamada a dirigir el futuro de la
humanidad: los asalariados. Y lo harán necesariamente a instancias de un proceso previo de marchas y
contramarchas que acaben finalmente con el capitalismo, alumbrando una
sociedad sin explotadores ni
explotados:
.
<
<... las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican
constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha,
vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el
principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados
flojos y de la mezquindad de los primeros intentos, parece que sólo derriban a
su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a
levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas
ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una
situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
demuestra lo que eres capaz de hacer> > (K. Marx:
"El 18 Brumarío de Luis
Bonaparte"
Cap. I).
En el curso de este proceso, mucha
tinta y saliva se ha venido gastando en torno al concepto de la palabra “corrupción”, entendida como el mal uso
y abuso de la representatividad político-institucional delictiva consciente,
para los fines del mutuo enriquecimiento personal de los representantes del
Estado y los empresarios, actuando en secreto contubernio delictivo
que, inevitablemente, ha
venido contribuyendo a la cada vez más escandalosa distribución desigual de la
riqueza en esta sociedad. Un cohecho
consustancial a la puta democracia
representativa que, a menudo y con la misma fatalidad, desembocó en las
dictaduras más genocidas, corruptas y despóticas concebibles. Tal como en su
momento así definiera a esta especie de alternancia “representativa” entre
bribones, el historiador y político inglés católico-liberal Lord
Acton con estas palabras:
<<El
poder político (individual en las democracias
representativas) corrompe, y el poder
político absoluto (de las dictaduras) corrompe
absolutamente” (Lo entre paréntesis
nuestro).
Y para poder alcanzar alternativamente
cualquiera de las dos metas posibles en esa carrera, la condición necesaria es
decidirse a participar en ella, ya sea como sujeto elector o como electo. De
ahí que por deformación profesional, el célebre criminalista Cesare
Lombroso no viera en cada individuo “más que a un
ladrón, a un criminal, a un asesino en potencia”. Es la misma deformación
profesional con que, a priori, tiende juzgar su entorno cualquier juez o policía,
lo cual explica que semejante desconfianza deba tener su hipócrita
contrapartida “moderadora” en el principio jurídico de la “presunción de
inocencia”. Pero que sin embargo no deja por eso de prevalecer la tendencia a
la mutua sospecha generalizada,
de que todos somos proclives a degenerar moralmente delinquiendo, cuyo
principio activo es falso que se le atribuya a los individuos, porque la verdad
es que anida en el fracaso de esta sociedad típica del engaño y el pillaje
mutuo, lo cual imposibilita crear las condiciones
materiales y sociales que dejen sin sentido, “la ocasión que hace al ladrón”.
Así las cosas tal como han sido
previstas por Marx y verificadas por los acontecimientos pretéritos, una vez
más la tendencia política favorable a
las contramarchas en los procesos históricos de la lucha por el poder
entre las dos clases universales antagónicas e irreconciliables, ha estado sin
excepción e invariablemente corriendo a cargo de los reformistas contumaces, medrando en las instituciones
políticas del sistema como siempre, a medio camino entre la revolución y la
contrarrevolución. O sea que, contradictoria y utópicamente, quieren el capitalismo pero no sus nocivas
y fatales consecuencias sistémicas. Por tanto, tal como se han
comportado siempre y con el mismo empeño tenaz, oportunista y rastrero, los
reformistas de la llamada “izquierda” burguesa, siguen rechazando cobardemente comprometerse
con la imprescindible y cada vez más
urgente respuesta revolucionaria. Pero tampoco dejan de aparentar que
defienden a “la gente” del más bajo escalafón, a los “explotados”. Como decía
Marx:
<<El PEQUEÑOBURGUÉS, en una sociedad avanzada
y, como consecuencia necesaria de su posición social (intermedia),
por una parte se hace socialista y, por otra, economista; es decir, está
deslumbrado por las magnificencias de la alta burguesía y simpatiza con los
dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero
interno de su conciencia, de ser imparcial, de haber encontrado el justo
equilibrio (…) Semejante pequeñoburgués diviniza la
CONTRADICCIÓN, puesto que la contradicción es el núcleo de su ser. Él no es
sino la contradicción social en acción. Él debe justificar en la teoría lo que
es en la práctica>>. (K.
Marx: “Carta a Annenkov” 28/12/1846. Lo entre paréntesis nuestro).
Pero resulta que estos
últimos días, los representantes de la pequeñoburguesía en las formaciones
políticas socialdemócratas de “Podemos” y el PSOE, parecen haber traicionado a
ese “justo equilibrio” en favor de los más desfavorecidos, decidiendo apoyar a la
más rancia aristocracia obrera
que representan los 6.156 estibadores portuarios españoles, cada uno de los
cuales han venido gozando el privilegiado régimen
salarial promedio de origen franquista, que hoy asciende a los 70.000 Euros anuales (5.833
Euros mensuales). Con el agravante de que, 14 días antes de la votación en el
Parlamento acerca de este asunto, la opinión pública española pudo saber que:
<<La reforma (de
aquél régimen laboral franquista) viene impuesta por mandato europeo,
que considera el sistema de estiba español contrario a la normativa comunitaria
y, por ello, puede imponer a España una sanción de al menos 21 millones de
euros. No obstante, el Ministerio de Fomento considera que la reforma permitirá
mejorar la competitividad de un sector fundamental para la economía. Los puertos canalizan el 86% de las
importaciones y el 60% de las exportaciones del país. (http://www.libremercado.com/2017-02-03/fomento-rompe-el-monopolio-de-los-estibadores-de-los-puertos-1276591986/.
Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).
Sin embargo y para simpatizar con esta
irrisoria y privilegiada parte de la
ciudadanía española subalterna —naturalmente en perjuicio del resto—, el
pasado día 16 del corriente mes de marzo, esas dos formaciones políticas
socialdemócratas sumaron juntas 175 votos en el Congreso de los diputados, contra
142 del derechista “Partido Popular” a cargo del gobierno que, de tal modo, no logró
modificar a la baja ese tradicional régimen salarial.
Tal es la utópica catadura intelectual
y moral de los sujetos que integran la casta
social intermedia entre capitalistas y asalariados en la etapa del
capitalismo postrero. Como si la propiedad
privada sobre los medios de producción y de cambio a instancias de la
competencia intercapitalista, a la vez que desarrollara las fuerzas
productivas que permitieran la coexistencia permanente del gran capital
centralizado cada vez más en pocas manos, sin perjuicio para el sostenimiento
de la pequeña y mediana empresa, al mismo tiempo garantizara la expansión sin límites de la producción,
con capacidad para mantener el pleno empleo y la remuneración de los
asalariados al alza. Pero lo cierto es que el resultado histórico del desarrollo de las fuerzas
productivas bajo el capitalismo en cualquier país, nada tiene que ver con esta
superchería subjetiva “ad hoc”
de los reformistas pequeñoburgueses sino bien al contrario. Y en efecto:
<<Un desarrollo de las fuerzas
productivas (en cualquier país) que redujese el número absoluto de los obreros (tal como se ha
podido verificar matemáticamente), es
decir que de hecho capacitase a la nación entera para llevar a cabo su
producción global en un lapso (de tiempo) cada vez más reducido, provocaría (a la postre) una revolución, pues dejaría fuera de
circulación a la mayor parte de la población. En esto se manifiesta una vez más
la limitación específica de la producción capitalista, y el hecho de que la
misma no es en modo alguno una forma absoluta (eterna) para el desarrollo de las fuerzas productivas y para la generación de
riqueza sino que, por el contrario, llegado a cierto punto (el sistema) entra en colisión (objetiva, es decir,
sin que nadie pueda evitarlo) con ese
desarrollo. Esta colisión se manifiesta parcialmente en crisis periódicas, que
surgen del hecho de tornarse superflua ora esta parte de la población obrera (disponible), ora aquella en su antiguo modo de
ocupación. La limitación de la producción capitalista es el tiempo excedentario
de los obreros (desplazados por medios materiales de producción
sucesivamente más y más eficaces). El
tiempo excedentario absoluto que gana la sociedad, (a la burguesía) no le incumbe en modo alguno. El desarrollo
de la fuerza productiva sólo es importante para ella, en la medida en que
incrementa el tiempo de plustrabajo (creador de plusvalor o ganancia
producida por) la clase obrera (en
detrimento de su salario), y no en la
medida en que reduce en general el tiempo de trabajo para la producción
material; de esta manera, (el capitalismo) se mueve en una antítesis (o sea en su
contra, en contra de la realización de sus propios intereses)>>. (K. Marx: “El Capital” Ed. Siglo XXI/1976. Vol.
VI. Cap. XV. Aptdo. II. “Conflicto entre
expansión de la producción y valorización”. Lo entre paréntesis nuestro).
Los
reformistas pequeñoburgueses que han venido insistiendo en su equivocación
interesada de concebir al capitalismo como eterno
y perfectible, inducidos por las formas aparentes de la realidad han
aprendido a reafirmarse, sosteniendo a la burguesía que les mantiene, así es
como proceden todos los intelectuales apologetas teóricos del sistema. Estos
defensores interesados del capitalismo —que abundan entre el "periodismo especializado"
y mayor contacto mantienen con "los ciudadanos de a pie"—, cuando
hablan o escriben por ejemplo acerca del "salario relativo", sólo
suelen referirse a ésta categoría económica como la variabilidad que
experimenta a lo largo del tiempo en función de su poder adquisitivo determinado por la productividad del
trabajo. Pero en realidad esto no es más que el salario real. Real, porque la expresión monetaria del
salario o salario nominal, puede ser la misma, pero su poder adquisitivo puede
cambiar con el tiempo. Esta forma equívoca de hablar por parte de quienes están
al servicio del sistema, obedece no precisamente a la casualidad sino al hecho
de que tienen prohibido comparar al
salario con el plusvalor, como debiera hacerse procediendo
científicamente. Y no lo hacen porque semejante comportamiento con arreglo a la
verdad, sería como "hablar de la soga en casa del ahorcado". Y es que
procediendo científicamente, diciendo la verdad que se puede comprender
simplemente comprobando cómo el creciente desarrollo tecnológico incorporado a
los medios materiales de producción, convierte partes alícuotas sucesivas de
salario en plusvalor o ganancia, pues que quienes así procedieran no podrían sinceramente
sino condenar al sistema capitalista. Por la sencilla razón de que el concepto
de "salario relativo" —no como los apologetas del capitalismo se
afanan en concebirlo y darlo a entender— pone de manifiesto el carácter
explotador de la relación entre capitalistas y obreros, es decir, describe explícita
y exactamente lo que los patronos pagan al asalariado a cambio de su trabajo,
ocultando deliberadamente lo que cada explotado produce y su explotador se
apropia. Esto explica por qué Rosa Luxemburgo entendió la lucha por el
"salario relativo" —relativo al plusvalor— como el "asalto
subversivo del trabajador explotado al carácter mercantil explotador de la
fuerza de trabajo", que no por casualidad hace a la creciente distribución desigual de la riqueza.
Al redactar un texto o pronunciar un
discurso acerca de determinados temas u objetos del conocimiento, como es el
caso de la economía política, las expresiones que denotan conceptos deben ser
unívocas y omnicontextuales, es decir, no equívocas o de distinto significado según
la eventual y oportuna conveniencia personal de quien manifiesta su pensamiento,
ajustado no precisamente a la verdad sino a su interés, ya sea individual o
colectivo. Por tanto, cuando se habla de la corrupción que se atribuye a la relación delictiva hasta cierto punto encubierta entre
empresarios y políticos profesionales institucionalizados, hay que comenzar por
comprender que el origen y difusión de toda esa podredumbre moral en la sociedad, radica en la noción
individualista y pragmática de propiedad privada —que los padres inculcan a sus
hijos más con el ejemplo que con las palabras en cada familia—, reafirmada por
las falsedades conceptuales que imparten los aparatos ideológicos del sistema
capitalista, desde la escuela primaria hasta las universidades pasando por la enseñanza
secundaria, donde se inculca que la propiedad privada en general es la principal virtud en cualquier
ámbito de una sociedad que se precie.
En definitiva, que la corrupción es el más genuino engendro del sistema
capitalista. Incluyendo al aparato estatal de la “justicia” que lo
encubre y justifica, para poder ensañarse incomprensiblemente con algunos
individuos que se dejan corromper, dejando intacta la ocasión que hace al
ladrón. O sea, que la sociedad burguesa hizo su aparición en la historia, tal como
el paraíso terrenal según la concepción cristiano-católica de la vida humana en
el Planeta Tierra, donde Dios concibió una forma de comportamiento proclive al
pecado y, seguidamente, creó a los primeros pecadores con la finalidad
puramente sádica
y vengativa de proceder a condenarlos “in
saecula saeculorum”. Un absurdo existencial en toda
regla.
Democracia y libertad. He aquí las dos
máximas cualidades de la convivencia humana que la burguesía triunfante desde
la Revolución Francesa hasta hoy ha venido consagrando. Nada que ver con la
democracia entendida como el máximo ejercicio de la libertad colectiva que Abraham
Lincoln Hanks soñó, concibió y preconizó en EE.UU., desde
que la definió durante su discurso pronunciado en Gettysburg el 19 de noviembre de 1863
con estas palabras: “el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. O sea: la democracia
directa. Y que por aspirar al cumplimiento de esa causa fue asesinado
el 14 de abril de 1865. Menuda democracia es la representativa que permite a los CEO
de las más poderosas empresas privadas multinacionales, visitar
discrecionalmente los muy bien alfombrados y amoblados despachos ministeriales
en los distintos Estados nacionales, para practicar impunemente cohecho con los
altos cargos políticos institucionales en beneficio mutuo. Desde entonces y aun
cuando en no pocos países se haya deliberadamente omitido definir la democracia representativa, así
expresamente reza el Artículo 22 de la carta magna constitucional Argentina: “El pueblo no delibera ni gobierna sino por
medio de sus representantes”. Es decir, que los ciudadanos de a pie sólo
pueden por ley, abstenerse de participar en los comicios o, en su defecto,
elegir en esas ceremonias periódicas, jerárquicas y falsarias, a quienes les
gobiernen. En cualquier caso “hecha la
ley hecha la trampa”, dado que los candidatos a gobernar sea cual fuere su
filiación política, una vez elegidos para ejercer su mandato no están obligados a cumplir sus
promesas electorales. Ergo: que bajo el capitalismo no hay democracia
ni libertad humana colectiva que valga para nadie. Ni siquiera para los grandes
empresarios y políticos institucionalizados, porque todos ellos son obligados a
comportarse con arreglo a la ley
objetiva del valor económico bajo este sistema de vida, que no depende de la voluntad de nadie
aunque a ellos exclusivamente
les haga sentirse bien. ¿Quién puede a la luz de los reiterados hechos
manifiestos demostrar fehacientemente lo contrario? ¡Nadie!
Y si esto resulta ser tan cierto como
que la verdad es el conocimiento de
la necesidad, las mayorías sociales debemos no vencer sino convencer a las minorías
capitalistas, insistiendo una y otra vez con la palabra y con los hechos, en
manifestar la verdad de que las
relaciones sociales no deben seguir siendo lo que han venido aparentando ser, o
sea ocultando lo que todavía son en realidad: relaciones entre desiguales. No se trata, pues, de que todos
seamos formalmente iguales
ante unas leyes que hunden sus raíces en la creciente desigualdad real objetivamente inducida. ¿Qué otra cosa es
si no, el contrato de trabajo
entre patronos y obreros, contrastado seguidamente con el trabajo desplegado en cada jornada de labor?: Porque en el
contrato de trabajo, el asalariado vende su capacidad de trabajar a cambio de
un salario, que le permita comprar lo necesario para reponerla, cuyo costo ha
venido siendo siempre inferior al
valor que crea trabajando durante la jornada entera para su respectivo patrón:
<<El trabajo
pretérito contenido en la capacidad (o fuerza potencial) de trabajo, y el trabajo vivo que
ésta pueda ejecutar: sus costos diarios de mantenimiento y su rendimiento
diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera
determina su valor de cambio (equivalente al salario contratado), la otra conforma su valor de uso (por el patrón durante cada jornada de
labor). El hecho de que sea necesaria media
jornada laboral
para mantenerlo vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar
durante una jornada completa. El
valor de la fuerza de trabajo y su valorización
en el proceso laboral son pues, dos magnitudes diferentes (la
segunda equivale al plusvalor o ganancia).
El capitalista (en el momento de firmar el contrato de trabajo), tenía muy presente esa diferencia de valor>>.
(K. Marx: “El Capital” Ed. Siglo XXI/1976. Libro
I Vol. I Cap. V. Proceso de trabajo y proceso de valorización Pp. 234. El
subrayado y lo entre paréntesis nuestros. Versión
digitalizada Pp. 123).
Ergo, después de más de doscientos
años conviviendo con la sistemática simulación y la mentira, la explotación y
el genocidio, para los fines de que desaparezca toda esta basura histórica, poniendo
necesariamente en consonancia la verdad y la convivencia en paz con la realidad:
1) Expropiación de todas las
grandes y medianas empresas industriales, comerciales y de servicios, sin
compensación alguna.
2) Cierre y desaparición
de la Bolsa de Valores.
3) Control obrero
colectivo permanente y democrático de la producción y de la
contabilidad en todas las empresas, privadas y
públicas, garantizando la transparencia informativa en los medios de
difusión para el pleno y universal conocimiento de la verdad,
en todo momento y en todos los ámbitos de la vida social.
4) El que no trabaja en
condiciones de hacerlo, no come.
5) De cada cual según
su trabajo y a cada cual según su capacidad.
6) Régimen político de
gobierno basado en la democracia directa, donde los más decisivos
asuntos de Estado se aprueben por mayoría en Asambleas, simultánea y libremente
convocadas por distrito, y los altos cargos de los tres poderes, elegidos según
el método de la representación proporcional, sean revocables en cualquier
momento de la misma forma. GPM.