A propósito de lo que es irresponsable y obsceno

Otro sí digo a lo que sugerimos en el Epílogo de nuestro trabajo anterior

<<Pero la revolución va hasta el fondo. Ahora (en 1869) está pasando todavía por el purgatorio. Cumple su tarea con método. Hasta el 02 de diciembre de 1851 había terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección el poder parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a la perfección el poder ejecutivo, lo reduce a su más pura expresión, lo aísla, se enfrenta con él, como único blanco para concentrar todas sus fuerzas de destrucción. Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantará y gritará jubilosa: “¡bien has hozado viejo topo!”[1]>>. (K. Marx: “El 18 brumario de Luis Bonaparte” Capítulo, VII Ed. Ariel/1982 Pp. 141. Lo entre paréntesis nuestro) Versión digital Pp. 103

 

          Marx en aquel momento identificó a ese pequeño mamífero excavador, de hábitos subterráneos y sin sentido útil de la vista, con la ciega ley objetiva del valor económico bajo el capitalismo, que no depende de la voluntad de nadie en particular y que, según también previó con indiscutible razón científica, acaba dejando al sistema sin su recurso vital: el plusvalor. Nada que ver  con lo que desde mucho antes de la etapa post-franquista en España, quisieron entender los reformistas de la izquierda burguesa hasta hoy en todo el Mundo, Puestos ante los sucesivos descalabros económicos y la barbarie política a la que la gran burguesía internacional dominante se ha visto arrastrada para sobrevivir, todavía estos sujetos de medio pelo siguen atados y bien atados a esa deriva terminal, como si nada esclarecedor de importancia trascendental estuviera sucediendo, allí donde el Viejo topo sigue haciendo lo suyo. Como si el capitalismo fuera eterno por suponerlo reformable.

 

          Esto explica el trabajo recientemente publicado hace unos días, donde acabamos aludiendo a determinados gestos que, expuestos a la verdad científicamente revelada sobre la realidad del capitalismo, resultan ser tan obscenos como irresponsables. Pero previamente comenzamos esa exposición citando a Marx en el pasaje de su obra central, donde impugna el tan recurrido e interesado como andrajoso criterio, de los que él llamó economistas vulgares” en su tiempo. Como Joseph Proudhon —pasando entre otros por John Maynard Keynes hasta hoy—, quienes han venido sosteniendo la especie según la cual, el estímulo a producir riqueza en cualquier empresa capitalista, no responde a la segura previsión y exigencia de obtener ganancias crecientes, sino al piadoso aumento de los salarios y la demanda efectiva o solvente de productos para el consumo humano en la sociedad. Precisamente para ocultar el verdadero móvil explotador del sistema. Así lo explica Marx en dicha cita que repetimos aquí, porque tal parece que nunca será suficiente:

   <<Decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de la carencia de  consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo, (productivo o individual). Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no  bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, no bien aumentara su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter (realmente) una porción mayor del producto destinado al consumo. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues, que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones [objetivamente determinadas] que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de las crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX. Ed. Siglo XXI. Madrid/1976 T. V Pp. 502. Lo entre corchetes nuestro)          

 

          Y efectivamente, la realidad económico-social del capitalismo ha venido demostrando, invariablemente,  que los momentos culminantes del auge económico en cada ciclo de los negocios —inmediatamente previos al inicio de las recesiones periódicas— coincide con el movimiento especulativo en el ámbito de la circulación de dinero y de productos, como sucede en la Bolsa de valores con las acciones de las compañías, y en el mercado inmobiliario con las viviendas, que siempre acaban cada ciclo periódico en crisis financiera. Donde se ha vuelto a confirmar que, en su inmensa mayoría, las víctimas propicias de todo ese movimiento especulativo criminal acaban siendo de clase media y asalariada, estos últimos bajo condiciones de jornales al alza sin excepción en todos los países. Un proceso que comienza cuando por falta de rentabilidad suficiente que justifique la inversión productiva en la industria —fenómeno que precede inmediatamente a las crisis financieras—, sucesivas masas de plusvalor convertidas en dinero permanecen inactivas en los bancos, que así son desviadas hacia tradicionales mercados especulativos, como la bolsa de valores o la compra masiva de viviendas. La compra de acciones en el mercado bursátil —tanto como la de viviendas en el mercado inmobiliario—, es incentivada por la gran burguesía financiera ofreciendo créditos baratos. En el caso de las viviendas mediante la concesión de préstamos hipotecarios con fecha de cancelación a largo plazo y en cuotas mensuales relativamente accesibles en los momentos culminantes de plena euforia económica, a modo de señuelo. Tanto como para inducir a la compra oportunista en los incautos que ignoran cómo suelen acabar estas movidas en los momentos previos al estallido de las llamadas “burbujas”.

<<Ello hace que el grueso de los pequeños capitales fragmentarios se vean lanzados a los carriles de la aventura: la especulación, las estafas crediticias y accionarias, las crisis>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. III Ed. Siglo XXI/1976 T. 6 Pp. 322)   

 

          Y aquí sí que interviene la previsión malévola y ambiciosa de la voluntad humana clasista dominante. La del expoliador gran burgués en posesión de grandes masas monetarias. Unos episodios de los cuales el gran capital en manos de unos pocos, salió más centralizado y fortalecido, sembrando la ruina, la desesperación y la muerte entre los estratos más bajos de la sociedad, a instancias de los desahucios por impago de los compromisos adquiridos con los bancos. Y para eso están los jueces, quienes por tradición y de antemano tampoco ignoran lo inevitable y se prestan solícitos a participar en ese banquete mafioso. Según la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en España desde 2007 hasta 2012 fueron ejecutados judicialmente 400.000 desahucios. Todo ello como secuela del paro masivo que siguió al estallido de la burbuja, imposibilitando a los deudores cumplir regularmente sus obligaciones con los prestamistas, lo cual provocó millones de suicidios en el Mundo. En realidad crímenes perpetrados por el capital bancario en contubernio con los tres poderes presuntamente separados en cada Estado nacional; incluyendo en tales estafas a no pocos notarios que a la hora de contratar los préstamos, se ponen de acuerdo con los prestamistas en su calidad de reconocidos buenos consejeros de los prestatarios, para posibilitar la consumación del engaño. Un negocio entre truhanes que vino prosperando, primero a lo largo de la historia clásica del capitalismo temprano, y luego a cargo del gran capital financiero excedentario y genocida en su etapa postrera imperialista, que Lenin definió como la fusión entre el gran capital bancario y el  gran capital industrial, actuando en los momentos previos al estallido de las burbujas especulativas. Ni más ni menos que como se preparan las guerras. Experiencias que se han venido repitiendo y corroboran lo que Marx afirma en la cita sobre la que acabamos de volver aquí.

 

          Y para ilustrar acerca de la verdad de la realidad económica sobre la cual cabalga toda esta barbarie, es necesario comprender el espontáneo modus operandi comprometido en cada proceso cíclico de acumulación ganancial discurriendo según una lógica que acaba en crisis periódicas, unas detrás de otras. Y donde cada proceso de acumulación describe las siguientes tres fases descritas  por el propio Marx en su obra central de la siguiente forma:

 

Mp.   

           D­­­­­­M<……..P……..M’D’ = (D+Δd)

Ft.        

Aquí todo comienza con una determinada masa de dinero D que es cambiada por determinadas mercancías M conformando  el primer acto o fase de intercambio: D—M, que permite a los capitalistas obtener los medios de producción Mp. y contratar la fuerza de trabajo Ft. necesaria (asumida también como una mercancía más). A este hecho le sigue la fase o proceso de producción……P……., donde tanto el valor de los medios técnicos adquiridos como el de los salarios correspondientes a la fuerza de trabajo contratada —ambos factores representados por la letra M—, se trasladan durante ese tiempo de producción P al producto M’, a la vez que una parte del salario colectivo se trasmuta en un plus de valor creado en el mismo proceso productivo bajo la forma Δm contenida en los productos M fabricados (donde el símbolo convencional matemático Δ significa incremento), de modo que así resulta el producto  M’ = (M + Δm), donde Δm representa el plusvalor o ganancia contenida en ese producto. Finalmente tiene lugar la tercera fase —segunda de intercambio— donde el producto fabricado se vende en su respectivo mercado para convertirse en dinero según la forma M’—D’. En síntesis: la masa de dinero D que da origen al proceso de rotación del capital, se recupera en D’ donde está contenida la ganancia obtenida y cuya forma resultante es: D’ = (D + Δd.).      

La fórmula expresada en lenguaje algebraico significa, pues, que cada proceso de acumulación (rotación) consta de tres momentos. En el primero se procede a intercambiar una determinada cantidad de dinero D por su equivalente en mercancías M consistentes en Medios de producción (Mp.) y Fuerza de trabajo (Ft.) en sus respectivos mercados. Este primer momento es sucedido por el proceso productivo……P……durante cuyo transcursorepresentado por los puntos suspensivos—, se crea el llamado “valor del producto” M’ = (M+Δm), donde Δm representa al plusvalor o ganancia obtenida. Y finalmente tiene lugar el tercer momento (de intercambio) que cierra lo que se conoce por rotación del capital, donde el valor del producto M’ = (M+Δm), se reconvierte a la forma originaria de capital-dinero D’ = (D+Δd), donde Δd representa al plusvalor o ganancia que se suma a la masa de dinero D invertido al principio de la rotación para tal fin[2].

 

Así, una vez que las mercancías M’ se han vendido convertidas en dinero D’, se inaugura la siguiente rotación del capital, con una masa de dinero-capital incrementada en la magnitud de plusvalor Δd, que permite reiniciar el siguiente proceso productivo en escala ampliada, equivalente a la parte de ese plusvalor, que sus propietarios decidan incorporar sumada a la masa originaria del capital invertido. Y así se demuestra que todo esto no depende, en absoluto, de que esas mercancías sean adquiridas por el consumidor final. Por ejemplo, tan pronto como se vende una partida de hilo fabricado por el capital así acumulado en base a este producto, el ciclo productor de valor-capital que ese hilo representa, puede reiniciarse cualquiera sea la suerte que corra, el hilo ya vendido a los intermediarios comerciales. Mientras el productor capitalista venda su producto fabricado, todo se sigue desarrollando normalmente. El ciclo productivo del valor del capital, sigue su curso aunque ese hilo —ya sea como tal o convertido en tela— no haya sido comprado por los consumidores finales. Y si este proceso se amplía por efecto de la productividad —lo cual supone que se amplíe también el consumo productivo de más medios de producción—, esta reproducción ampliada del capital puede ir acompañada por una demanda y un consumo individual ampliado de los obreros. De este modo, la producción de plusvalía y, con ella, también el consumo individual del capitalista en esa rama de la acumulación de capital, pueden crecer y hallarse en el estado más floreciente durante todo el proceso de reproducción. Y sin embargo, existir una gran parte de mercancías, que sólo aparentemente entran en la órbita de su consumo final y que, en realidad, permanecen todavía invendidas en manos de los intermediarios comerciales, es decir, en el mercado:   

<<Por eso, el hecho de que quien compra M’ sea el consumidor final o el comerciante (al por mayor o al por menor) que quiere revenderla, no cambia nada, directamente, los términos del problema. Lo que determina el volumen de las masas de mercancías producidas por la producción capitalista es la escala de esta producción y su necesidad de expandirse constantemente, y no un círculo (supuestamente) predestinado de oferta y demanda, de necesidades (propias de consumidores finales) que hay que satisfacer>>. (K. Marx: “El Capital” Libro II Cap. II Aptdo. 1.  El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Así las cosas, dentro de ciertos límites el proceso productivo en el tiempo, puede desarrollarse sobre la misma escala o sobre una escala ampliada, sin que las mercancías creadas entren realmente en la órbita del consumo individual ni en la del consumo productivo (gasto en medios de trabajo y energía laboral), mientras permanecen en los almacenes de los intermediarios comerciales.  El consumo final no productivo, pues, no modifica para nada el ciclo del capital industrial productor de riqueza y ganancias.

Pero lo importante y decisivo en todo esto, es que como resultado de los sucesivos procesos productivos en el curso de un mismo ciclo económico, una oleada de mercancías producidas sigue a la otra, hasta que se comprueba que la oleada anterior no ha podido ser consumida más que en apariencia, porque permanece todavía sin vender en los almacenes de ciertos comerciantes mayoristas. Y es que los distintos capitales dedicados a producir y vender las mismas mercancías, se disputan unos a otros el lugar que ocupan en el mercado. Y los comerciantes rezagados, para vender más de una vez deben hacerlo con pérdidas. Así, cuando aún no se han liquidado las oleadas anteriores de mercancías en manos de unos intermediarios comerciales, ocurre que les vencen los plazos para pagarlas, de modo que así se ven obligados a declararse insolventes o a venderlas a cualquier precio por debajo de su valor, urgidos por sus acreedores bancarios a pagar las deudas que han contraído a crédito para poder adquirirlas Y el caso es que todas estas vicisitudes no tienen absolutamente nada que ver con el verdadero estado de la demanda solvente de los consumidores finales. Tienen que ver únicamente con la demanda de pago por parte de los bancos a los comerciantes prestatarios “rezagados”, que se han endeudado a plazo fijo para adquirirlas, pero no han podido venderlas a tiempo. Nada más. Por tanto, esta demanda de pago….:

<<Se hace patente no en la disminución inmediata de la demanda consumidora, de la demanda para consumo individual (por parte del consumidor final), sino en la mengua del intercambio entre un capital (industrial o  productivo) y otro (comercial, o bien entre un comerciante al por mayor y otro al por menor), en la merma del proceso de reproducción del capital>>. (Op. Cit. Lo entre  paréntesis nuestro)

 

Bien. Esto último suele suceder en condiciones normales de explotación de trabajo ajeno. ¿Pero, qué pasa bajo condiciones inmediatamente previas al estallido de las crisis financieras? ¿En qué momento comienza esta mengua en el valor de los intercambios? Pues, ocurre cuando en el ámbito fundamental de la actividad económica: el de la producción, a raíz de sucesivos progresos científico-técnicos incorporados a los medios de producción para la fabricación de X productos, se produce con un cada vez relativamente menor número de operarios que así hacen al creciente aumento de la productividad en su trabajo. Pero el cada vez menor número de obreros empleados respecto de los medios técnicos —que ponen en movimiento, para trasformar en producto final las materias primas—, todo ello determina que el plusvalor aumente, aunque cada vez menos respecto de los gastos en capital invertido para producirlo, es decir, por el aumento en su composición orgánica, de lo cual resulta que la Tasa General de Ganancia disminuye. “Es la economía, estúpidos”, le decía el socialdemócrata Clinton en 1997 a George H. W. Bush (padre) y al conjunto de los republicanos durante su último mandato. “Es la Tasa de Ganancia” le decíamos nosotros a Clinton en diciembre de 2008.

 

¿Y qué es la Tasa de Ganancia? La relación temporalmente variable entre la masa de plusvalor obtenido y el capital gastado en producirlo. Un cociente matemático entre dos cifras de contenido económico preciso. Como es norma general que rija el comportamiento de los miembros en cualquier casa de familia, y de cuya evolución nos hemos ocupado más ampliamente ya en nuestra página. Es una fórmula muy sencilla, pero a la cual los intelectuales de la burguesía tienen terminantemente prohibido aludir. Y más aún explicar las causas de su tendencia histórica decreciente, que Marx también descubrió y expuso con carácter de Ley universal rigurosamente fundamentada. Tan prohibido tienen todo esto, como mentar la soga en casa del ahorcado. Incluyendo entre quienes están rigurosamente obligados a respetar esta prohibición, naturalmente a nuestro joven economista español de filiación política pequeñoburguesa, Alberto Garzón —y demás correligionarios suyos de otras formaciones políticas afines en ese país—, como es el caso hoy día de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero,  Íñigo Errejón etc., etc. Y como no, también Alexis Tsipras en Grecia, junto al ejército de colegas suyos diseminados por todo el Planeta:

<<Esta es, desde todos los puntos de vista —decía Marx entre 1857 y 1858—, la ley más importante de la economía política moderna, y la más esencial para  comprender las relaciones más difíciles. Desde el punto de vista histórico es la ley más importante. Es una ley que a pesar de su simplicidad, nunca ha sido comprendida hasta la fecha y aún menos conscientemente expresada>>. (K. Marx: “Líneas Fundamentales de la Crítica de la Economía Política” (Grundrisse). Ed. Grijalbo México/1978. Segunda mitad. Cuaderno III. Pp. 136).

 

Una Ley que la más acaudalada élite económica privilegiada del sistema ha comprendido perfectamente, mucho antes de asociarse hoy al muy selecto Club Bilderberg. Y es por esta misma causa que esa minoría opulenta siga custodiando celosamente las usinas ideológicas del sistema totalitario capitalista. Para mantener a los explotados en la ignorancia sobre estas decisivas cuestiones. Precisamente para garantizar la vigencia del pensamiento único burgués en su conciencia enajenada. Para que no conozcan la verdad sobre la realidad del capitalismo. Todos los empresarios y políticos institucionalizados que participan medrando en el negocio de explotar trabajo ajeno, todos sin excepción son discípulos aventajados de Hermes, el Dios de los esclavistas dominantes en la antigua Grecia. La de los ladrones, charlatanes y mentirosos; astutos tanto en las palabras como en las acciones; hábiles así en el fraude como en el perjurio y la inclinación al robo.  

 

A todo este repertorio de “virtudes ciudadanas” han venido estando expuestos los jóvenes universitarios, desde que inician sus estudios superiores en ciencias sociales. Sometidos al chantaje de ese pensamiento único institucionalizado, bajo el lema que últimamente hizo popular el inefable sociata Alfonso Guerra: “el que se mueve no sale en la foto”. Hasta que con su título de catedráticos egresan para hacer carrera en las instituciones políticas del sistema, postulándose para gobernar en “democracia” a quienes ellos gustan llamar “la gente”, supuestamente contra “la casta”. Pero sin duda van por la misma senda de sus antecesores fieles adoradores de aquél Dios. Son los que hoy, en la etapa terminal o postrera del capitalismo, se comprometen ante sus tan ignorantes como fácilmente ilusionados electores. ¡¡Pero solo de palabra!! Porque una vez en el poder acaban como siempre, disciplinándose a los dictados del gran capital, según lo que prescribe férreamente la Ley objetiva de la tendencia históricamente decreciente de la Tasa General de Ganancia en cada país. Dictando decretos y aprobando leyes que durante las crisis cada vez más más prolongadas y difíciles de superar, hambrean y envilecen hasta el extremo a los asalariados que dicen representar. Y si no, que se lo pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero, quien debió cumplir con su obligación ante el gran capital durante su último mandato presidencial, siguiendo el consejo de su colega Barak Obama: “Hay que calmar a los mercados”. Ni más ni menos que como Alexis Tsipras, Yannis Varoufakis y demás representantes políticos parlamentarios del partido “Syriza”, acaban de confirmarlo en Grecia.

 

He aquí la verdadera SUSTANCIA de vuestra “sensibilidad” por los pobres, señores aspirantes a representar la tan cacareada “soberanía popular”. ¡¡Pura hipocresía!! Porque no ignoráis LA VERDAD de que el sistema capitalista os haya convertido en unos FARSANTES, cómplices de los magnates explotadores, mentirosos, ladrones y genocidas. Estáis protagonizando el más despreciable papel en una historia que se viene repitiendo desde los tiempos bíblicos. Pero solo porque una mayoría de explotados en el Mundo, siguen sin escarmentar e incomprensiblemente no queriendo asumir, de una vez por todas, la responsabilidad GENUINAMENTE DEMOCRÁTICA de preocuparse por conocer la esencia del capitalismo, que es la condición de eficacia en la luchar para hacer valer su AUTOGOBIERNO. Todavía no han llegado a comprender su verdadera realidad, y por eso no se atreven a rebelarse contra la decadente —por falsa y e impostora— “democracia” representativa, desvelando ante sí mismos su condición de mayorías absolutas conscientes, para proponerse imponer su voluntad política y conquistar la verdadera democracia.

 

Pero el “viejo topo” ha hecho bien su trabajo y está cada vez más cerca de cumplirse esa trascendental decisión emancipadora de los explotados, en el camino hacia la realidad del ser humano genérico sin distinción de clases sociales. Donde todos los ciudadanos son iguales, no sólo ante la ley de los burgueses. Porque día que pasa y según se suceden los acontecimientos que agudizan inevitablemente las contradicciones del sistema, también se acerca el horizonte del todavía no que será. Mientras tanto:

 <<Por sus frutos les conoceréis. Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces>>. (Lucas: Cap.6 versículos 43-44).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      

 

  

               



[1] Shakespeare: “Hamlet”, acto I, escena quinta.

[2] Aquí el vocablo invertir alude inequívocamente al primer proceso de intercambio, en el que por mediación del intercambio, el Dinero se convierte por su equivalente en medios de producción y fuerza de trabajo, con la precisa finalidad de producir y acumular un plus de valor explotando trabajo ajeno.