La gallina de los huevos de oro agoniza en la Unidad de Cuidados Intensivos

<<Ahora que Jean-Claude Juncker es el presidente de la Comisión Europea y hemos sabido que durante sus dieciocho años de primer ministro de Luxemburgo firmó 548 acuerdos fiscales con una trama de multinacionales para defraudar al fisco de sus socios europeos, tenemos que destacar las páginas dedicadas al “paraíso fiscal de los paraísos fiscales”: El Gran Ducado, cofundador de la Unión Europea cuando se llamaba Comunidad, y cuando su siderurgia lo era todo y las finanzas no eran nada, actualmente no sería nada sin la industria financiera offshore, para no residentes (los paraísos fiscales). Gabriel Zucman en: http://www.laeuropaopacadelasfinanzas.com/2015_03_01_archive.html

<<Desde hace un año, en Estados Unidos los ánimos se exacerban ante la idea de que China, descontenta con la política exterior del presidente Barack Obama, decida, a modo de represalia, dejar de comprar bonos (deuda) del Tesoro estadounidense. Según las oscuras profecías de numerosos analistas, semejante medida provocaría un apocalipsis financiero que pondría de rodillas a la economía estadounidense>>.  Dean Baker

 

<<El burocrático y tan corrupto capitalismo de Estado chino, también se va yendo al carajo>> GPM.

 

 

01. Introducción

    

     ¿Qué significa lo dicho por Gabriel Zucman en su trabajo al destacar que las finanzas son hoy más importantes que la industria? Que la creciente desigualdad económica y política entre las clases sociales, basada en la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio, es apuntalada hoy día por el aparato financiero al permitir que los más acaudalados capitales defrauden al fisco; cuya principal palanca está en los paraísos fiscales. Pero ésta no es la principal característica que ha venido moldeando el comportamiento de la gran burguesía desde los años cincuenta del siglo pasado. ¿Qué explica, pues, semejante vuelco en la preponderancia de la relación entre la industria y las finanzas? Pasamos a explicarlo.

 

     La recesión económica mundial se prolonga, y en todo este desbarajuste sin duda están implicados los modernos sofistas, auténticos embaucadores profesionales con ínfulas de catedráticos, quienes a cambio de buenos emolumentos y prebendas trabajan en los aparatos ideológicos del sistema capitalista. Siguiendo a sus antecesores desde los tiempos que se medían en calendas griegas, tales sujetos se dedican hoy a seguir poniendo patas arriba la realidad económica por la cuenta que les trae. Sostienen, por ejemplo —con John Maynard Keynes, su maestro en el arte de disfrazar la realidad—, que el estímulo a producir riqueza no es inducido por las ganancias crecientes en cualquier empresa, sino por el aumento del consumo en la sociedad. A estos sujetos Marx les llamaba: “caballeros del ‘sencillo’ sentido común”:

<<Decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo, productivo o individual). Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no  bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, no bien aumentara su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter (realmente) una porción mayor del producto destinado al consumo. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones [objetivas] que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de las crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX. Ed. Siglo XXI. Madrid/1976 T. V Pp. 502. Lo entre corchetes nuestro)      

 

          Y en cuanto a los capitalistas que se “forran” a expensas de la penuria relativa de sus explotados, es necesario saber que el precio de las acciones o derechos de propiedad sobre las empresas que ponen a la venta esos títulos en la bolsa de valores, bajo condiciones normales varía en relación inversa con respecto a la fluctuación de la tasa de interés en el mercado del dinero prestado por los bancos. Ese precio aumenta cuando la tasa de interés desciende y viceversa. Esto es así, porque dicha tasa se nutre de la ganancia industrial, de modo que su previsto incremento en fase cíclica de expansión, acentúa el estímulo a invertir dinero adicional en la producción de riqueza— lo cual aumenta la demanda de dinero a crédito para la compra de acciones, que a su vez incentiva la tendencia moderadamente al alza de la tasa de interés. Ergo, bajo tales condiciones normales, o sea favorables al proceso productivo, es la variación de la tasa de interés bancario el factor que determina la cotización de los valores bursátiles, las llamadas acciones o títulos de propiedad sobre las empresas industriales, comerciales y de servicios en la sociedad civil de cada país; y como hemos dicho, esa cotización evoluciona en relación inversa al sentido en que varía la tasa de interés del dinero a préstamo, según la mayor o menor demanda para invertirlo en producir más riqueza con ganancias crecientes.

 

          Pero cuando las ganancias de las empresas —sin dejar de aumentar— disminuyen paulatinamente sus márgenes de aumento, el estímulo a demandar dinero adicional a crédito para invertir en aumentar la producción, se debilita [1] . Y no solo esto, sino que buena parte de esos márgenes de ganancias decrecientes huyen de la producción hacia la especulación. Es bajo tales circunstancias que la cotización de las acciones se va independizando de la tasa de interés, hasta que  pasa a regirse exclusivamente por la oferta y la demanda especulativa de tales títulos en la Bolsa, determinando así su mayor o menor “volatilidad” [2] . Tal es el síntoma que precede al estallido de las crisis financieras periódicas y la consecuente recesión económica se apodera de la sociedad. Es entonces cuando la producción de riqueza se estanca y el incumplimiento de las deudas privadas a los bancos acaba en quiebra de empresas y paro obrero generalizado. Seguidamente la deuda privada se convierte en deuda pública, porque a raíz de la semi-parálisis del aparato productivo, las ventas de las empresas privadas disminuyen y los ingresos estatales en concepto de impuestos y tasas con que normalmente se financian los servicios públicos, también se desploman. Tal era la situación por la que atravesaban los EE.UU. en julio de 2014 y que nosotros, bajo el título: “La humanidad frente al peligro de otra guerra mundial”, en el apartado 04 describíamos esos hechos diciendo:

          <<Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total, que en 2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares (60.000.000.000.000.000.000), incluyendo la pública y la privada. Los norteamericanos cabalgan, pues, sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia. 27 veces más que hace 40 años. Y como toda deuda es un límite absoluto a la libre disponibilidad del deudor —equivalente a su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude más estrecha es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su influencia, política y militar.

            A comienzos del pasado mes de julio, trascendió a los medios de prensa, que EE.UU. no sabe cómo resolverá el problema de su deuda. Esta incertidumbre surgió a la luz pública, cuando la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, planteó la pregunta a la presidenta de la Reserva Federal de EE.UU., Janet Yellen, ante lo cual la responsable estadounidense le respondió que la deuda supone un gran desafío para el Gobierno y que:

 <<Incluso después de que se introdujeran las restricciones legislativas, se conserva la probabilidad de que la situación salga del control, sin que nos demos cuenta. Eso será un gran problema para nosotros y no está claro qué hacer con ello>>

  

          Pues bien, el hecho de que desde 2008 hasta 2013 la tasa de interés en los EE.UU. se haya mantenido en torno a cero —al igual que en Europa desde 2010—, demostraba la persistencia de dos fenómenos concatenados: 1) que la tasa de ganancia industrial seguía hundida y, consecuentemente, 2) que la recurrente alternancia al alza y a la baja de las cotizaciones en la Bolsa de valores y demás mercados especulativos, es un síntoma de que la recesión económica mundial no se supera.

 

          En abril de 2014, el Departamento de Estudios del FMI hacía la previsión, de que las tasas de interés bancario en EE.UU. se irán recuperando moderadamente. Pero hete aquí que, tal como lo previera Janet Yellen, a la burguesía norteamericana le ha surgido un problema de muy difícil solución. Y es que la deuda pública de ese país ha venido aumentando peligrosamente. En el ejercicio de 2013 fue de 13.256.075.000.000. O sea: trece billones 256.075 millones de dólares. ¿Qué explica este enorme incremento? Que el gobierno norteamericano es incapaz de pagarla con los ingresos en concepto de los diversos impuestos y tasas, provenientes de las distintas actividades industriales y comerciales todavía semiparalizadas en la sociedad civil por la crisis. Bajo tales circunstancias, no ha podido hacer otra cosa que emitir dinero fiduciario sin el correspondiente respaldo en riqueza material equivalente. Esta praxis normalmente se debiera traducir en un aumento de precios internos, lo cual arrastraría inevitablemente a la sociedad norteamericana, hacia una situación de carencia y penuria general insostenibles entre las mayorías sociales. Pero no ha sido así. ¿Por qué? Pues porque ese dinero, a falta de una ganancia suficiente que justifique su inversión productiva adicional y pueda retornar a la circulación sin consecuencias inflacionarias, permanece atesorado en los paraísos fiscales cuando no es empleado especulando con materias primas (petróleo, gas, granos, minerales, etc.), a la espera de una recuperación de la economía productiva en el país. Pero mientras tanto, la deuda pública no ha dejado de crecer y en octubre de 2014, era ya de 17,9 billones de dólares.

 

          El problema tal como se ha llegado a plantear, radica en que a mediados del Siglo pasado, EE.UU. producía la mitad de la riqueza mundial y hoy solo llega a crear el 20%. ¿Qué ha pasado?

 

 

02. Aquellos vientos

 

          Acabada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos, un país que no había sufrido los desastres materiales y humanos ocasionados por ese conflicto bélico, surgió esgrimiendo su condición de primera potencia económica del Planeta, que se había enriquecido  vendiendo armas y prestando dinero a los países beligerantes. En 1945, producía en su territorio cerca del 50 % del PIB mundial empleando menos del 7 % de la población del mundo. Durante el mes de julio de 1944, tuvo lugar en la localidad de Bretton Woods —bajo jurisdicción del Estado norteamericano de New Hampshire, la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Allí se acordaron las reglas que prevalecerían en las futuras relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo, donde se decidió poner fin al proteccionismo nacionalista vigente durante el período 1914-1945, doctrina a la que en esa conferencia se le atribuyó ser la causa de los dos grandes conflictos bélicos mundiales. Y para tales supuestos fines de propender a la paz duradera en el Mundo, se consideró necesario implantar una política librecambista o de libre mercado, tal como fue concebida por los economistas clásicos en el Siglo XVIII. Así fue como se creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en el contexto de una doctrina económica ultraliberal, que no solo adoptó al dólar como instrumento de referencia en los intercambios internacionales, sino que suplantó a la Libra inglesa como moneda de reserva mundial que lo había sido desde el siglo XIX. Se aceptó el dólar como garantía de estabilidad en los intercambios, es decir, que cada dólar estuviera permanentemente respaldado por una cantidad nominal equivalente en oro contante y sonante. Desde ese momento, los dólares pudieron ser cambiados por oro, a razón de una onza por cada 35 dólares.

            Pero hete aquí, que la historia de la lucha de clases metió a la burguesía norteamericana en una guerra que se prolongó entre 1959 y 1975, y estuvo en el origen de su propia decadencia. Nos referimos a su decisión de intervenir militarmente en los asuntos del pueblo Vietnamita, cuando después de liberarse del colonialismo francés y resistirse a las asechanzas de China, intentó unificarse para vivir en un régimen socialista burocrático degenerado, apoyado por la ex URSS. Como resultado de esa injerencia militar de los EE.UU., murieron en esa guerra entre dos y seis millones de personas, de ellas 58.000 norteamericanas. Vietnam del norte perdió, además, el 70% de su infraestructura industrial y de transportes: la destrucción de puentes, carreteras y vías férreas, 3.000 escuelas, 15 centros universitarios y 10 hospitales. El medioambiente de ese país fue seriamente dañado por la utilización del agente naranja; ese y otros productos químicos convertidos en armas letales, provocaron miles de abortos prematuros, esterilidad y otros tantos nacimientos con malformaciones fetales. Extensas zonas del país quedaron sembradas de minas explosivas que siguen causando muertes todavía hoy. Y en EE.UU., la firme oposición a esa guerra se extendió entre la juventud incluso fuera del país, convertido en un movimiento mundial contra el sistema. El desastre causado hizo estragos en el espíritu colectivo de la ciudadanía norteamericana, donde miles de soldados que volvieron de aquella matanza en suelo vietnamita, se hundieron en el mundo de las drogas; y otros tantos miles fueron condenados a minusvalías de por vida, amputados, paralíticos y trastornados mentales.

          Pero las consecuencias de esa guerra, fatales para los EE.UU. como Estado nacional, fueron en gran medida de carácter económico y financiero, a raíz de que los gastos para sostenerla fueron superando a los ingresos. Hasta el punto de que ese país perdió una importante cantidad de sus reservas en oro. Y antes de que se declarara la quiebra del país, Richard Nixon decidió terminar con la convertibilidad del dólar en oro; rebajó el billete verde a la condición de una moneda fiduciaria universal —sin respaldo de valor con soporte en ningún bien material— emitida y aceptada por decreto: puro dinero de papel. Bajo tales circunstancias deletéreas para ese país y para el sistema capitalista, la burguesía norteamericana se enriqueció; especialmente los capitales dedicados a la industria bélica. Pero su capacidad financiera como Estado nacional se debilitó al extremo. Con todas las consecuencias nefastas para las mayorías más desprotegidas de su población.

          Tal deriva prosiguió, hasta que en las postrimerías de esa guerra a principios de la década de los 70 el Siglo pasado, se hizo notorio que la masa de “valor” nominal en dólares que circulaba por todo el Mundo, excedía con creces el valor en oro metálico a disposición de la Reserva Federal norteamericana:

<<Los costes financieros de la Guerra del Vietnam, alrededor de 113.000 millones de dólares, y de la Gran Sociedad (The Great Society) hicieron que el gobierno norteamericano se viese forzado a generar montañas de deuda pública. A principios de 1971, los pasivos excedían los 70.000 millones de dólares, pero el gobierno de EE.UU sólo poseía 12.000 millones en oro con lo que respaldarlos>>. (Albert Ferrer Sánchez: “La influencia de la escuela liberal  Austríaca en el proceso de integración europea” Pp. 11  

          Aquí hay que recordar que, como consecuencia de los costos de la guerra de Vietnam pesando en la economía norteamericana, fue Francia durante la presidencia de Charles De Gaulle corriendo el año 1965, el país que por primera vez alzó la voz exigiendo su oro a cambio de dólares, pues no estaban dispuestos a seguir acumulando un dinero de papel cuyo respaldo en valor real se diluía como un azucarillo en un vaso de agua. Ante esa evidencia y temiendo lo peor, es decir, que por circunstancias imprevisibles ocurriera en Fort Knox una corrida sobre el oro a cambio de dólares —que despojara totalmente a los EE.UU. de sus reservas en ese metal—, el 15 de agosto de 1971 el Presidente Richard Nixon decidió suspender la libre convertibilidad de dólares en oro sine díe. Dos años después, no se sabe cómo ni por mérito de quién, surgió una inteligente y astuta iniciativa: sustituir el oro por petróleo como soporte de valor del dólar. Y así fue como el propio Nixon durante su mandato, encomendó a Henry Kissinger en su carácter de Secretario de Estado, la tarea de acordar con Arabia Saudita —y por su intermedio con los más importantes países exportadores de petróleo— que aceptaran al dólar como moneda de referencia para realizar sus transacciones comerciales petrolíferas. En reciprocidad, EE.UU. se comprometía a ofrecer a los jeques árabes protección militar y venta de armamento. A este acuerdo se sumaron los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que permitieron a EE.UU. proseguir emitiendo dólares sin respaldo en su propia riqueza creada, a cambio de brindar seguridad militar y armamento a los países involucrados en tal acuerdo. ¿Hay duda de que fue ese un acuerdo entre mafias a espaldas de sus respectivos pueblos? El respaldo al dólar que los mafiosos norteamericanos necesitaban, lo encontraron parasitariamente no en la riqueza generada por EE.UU., sino por terceros países productores de petróleo. ¿Hay duda de que esas mafias han surgido del secreto contubernio entre representantes políticos institucionalizados y grandes empresarios?  

 

03. Trajeron estos lodos

          La balanza comercial norteamericana con el exterior, ha venido siendo sucesivamente deficitaria al menos desde el año 2.000. Es esta una situación, que sin duda presagia unas perspectivas inmediatas de futuro económico nada halagüeñas parea ese país. De hecho la tasa de interés del dinero a préstamo para inversión productiva, vino rondando el 0 absoluto por ausencia de demanda. Al mismo tiempo que la volatilidad especulativa en el precio de las acciones —de tal modo independizada de la tasa de interés— alcanzó en ese país los más altos y peligrosos extremos [3] :

<<Ni las tasas de interés cero ni negativas (que facilitan la inversión productiva) ni la flexibilización cuantitativa han acabado con la crisis, que ya dura seis años. Las inyecciones de dólares y euros han llevado a un galopante incremento del precio de las acciones, pero no estimularon ni la producción ni la demanda mundial, ni ayudaron con el desempleo real. La economía mundial se convirtió en un casino gigante. En 2008 el volumen total de derivados, los contratos especulativos de riesgo, fue de cinco billones de dólares y a finales de 2014 esta cifra alcanzará dos cuatrillones. ¿Cómo se puede resolver eso?, pregunta el autor del artículo, Konstantín Siomin>>.

 

          Es preciso aquí recordar, que el centro gravitacional desde donde se irradió a Europa la presente recesión económica internacional en julio de 2007, fue precisamente EE.UU. Y esto solo se explica por los fuertes vínculos económicos y políticos que la U.E.E. mantiene con ese país. Así las cosas, hasta que la burguesía norteamericana no salga del actual atolladero en que se encuentra, difícilmente podrán conseguirlo sus colegas europeos. Pero es que, además, estamos hablando de los llamados acuerdos económicos bilaterales de Europa con ese país, y de que ambas partes integran la alianza militar estratégica de la OTAN.

 

          Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total —entre pública y privada—, que en 2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares, cuya expresión numérica es U$S 60.000.000.000.000.000.000 Los norteamericanos cabalgan, pues, sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia: 27 veces más que hace 40 años. Y como toda deuda es un límite absoluto a la libertad del deudor —equivalente a su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude este país durante más tiempo, más estrecha es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su influencia económica, política y militar en el mundo.

 

          La debilidad económica y financiera de los EE.UU, se ha puesto de manifiesto en que no son pocos los países que se proponen abandonar el dólar como moneda de cambio y divisa de reserva. Y el país pionero que inició esta deriva fue Irak bajo la presidencia de Saddam Hussein. El 24 de septiembre de 2000, el gobierno de Saddam anunció que Irak comenzaba la transición de sus exportaciones de petróleo a la moneda del Euro, comprometiéndose a promover el euro como una moneda de competencia con el dólar. Lo hizo al notar la continua devaluación del dólar respecto del Yuan chino, el Yen Japonés y el Euro.

 

          Los más ingenuos e ignorantes se suman a los interesados, al pensar que la invasión de Irak en 2003 por la coalición entre los EE.UU., Inglaterra y España —con el apoyo de Portugal, Polonia y Australia— obedeció a la existencia en ese país de “armas de destrucción masiva”, lo cual resultó ser falso y públicamente reconocido recientemente hasta por la propia Hilary Clinton. Otros atribuyeron esa decisión a la codicia por la riqueza petrolífera en el subsuelo de aquél país, lo cual no deja de ser cierto. Pero la principal causa de esa intervención militar, no fue otra que la respuesta a la decisión política tomada por Saddam, de desafiar a los EE.UU. prescindiendo del dólar americano como  moneda de cambio y, además, el haberse propuesto impulsar tal iniciativa en el seno de la O.P.E.P. [4]

 

          Toda esta movida política liderada por EE.UU. contra Irak, es totalmente contradictoria con el reciente hundimiento de los precios del petróleo, cuya causa tampoco nada tiene que ver con la realidad económica objetiva, sino que obedece a propósitos de clara raíz política intencional, que remiten a la actual disputa por Ucrania entre Rusia por un lado y la coalición entre la Unión Europea y EE.UU. por otra. Porque ese movimiento a la baja en el precio del petróleo es sin duda parte de las llamadas “sanciones” a Rusia por su anexión de Crimea. Aunque todo ello naturalmente con fines gananciales económicos. Y en esto de la reciente sobreoferta de petróleo proveniente de los EE.UU. y Canadá mediante la técnica de fracturación hidráulica del subsuelo para su extracción, llamada “fracking”, sin duda tiene buena parte de la “culpa” en el derrumbe de los precios del petróleo y el gas [5] . Esta movida, que deprime el costo en un medio de producción como es el caso de los carburantes, por una parte tiende a la recuperación de la economía global, especialmente la de los países más desarrollados importadores netos de esas materias, como los EE.UU., cuya industria se beneficia de los bajos precios en esos insumos, dado que así presionan al alza de la tasa general de ganancia. Pero es éste un efecto contradictorio, dado que la industria de los carburantes en ese país es uno de los principales motores de su economía, de modo que la sobreoferta en ese sector lo deprime, obstaculizando la recuperación del conjunto.

 

          Todo esto no modifica el actual contexto en que se opera el creciente endeudamiento público y privado de los EE.UU., que sin ningún género de dudas obedece a causas objetivas exclusivamente económicas, nada que ver con la voluntad de nadie. Y en tal sentido, cabe preguntarse lo que sería de la economía estadounidense, si a nivel mundial se desestimara el dólar como moneda de intercambio. Sin duda causaría el derrumbe económico del país y una crisis política de consecuencias imprevisibles. Si por ejemplo fuera adoptado el Euro como moneda de intercambio, todos los países que hoy tienen sus reservas monetarias en dólares, se verían impulsados a cambiarlos por Euros. Esto produciría una estrepitosa caída del valor del dólar y una crisis económica profunda sin salida en EEUU., con serias repercusiones en países íntimamente vinculados a ese tinglado, como es el caso de Inglaterra, Italia y España en ese orden.

 

          Decíamos al principio del apartado 02 en este trabajo, que durante la Conferencia de las Naciones Unidas reunida en aquél complejo hotelero de Bretton Woods durante el mes de julio de 1944, se proclamó que lo acordado allí en materia de liberalización de las relaciones económicas internacionales, fue en aras de superar conflictos políticos entre países y garantizar un futuro de paz en el Mundo. Pues bien, la lista de los conflictos bélicos en el Planeta desde aquella solemne proclamación es la siguiente:

# Guerra de Indochina (1946-1954) # Primera guerra árabe-israelí (1948) # Guerra de Corea (1950-1953) # Guerra de Argelia (1954-1962) # Guerra de Vietnam (1965-1975) # Guerra de los Seis Días (1967) # Guerra de Yom Kipur (1973) # Primera Guerra del Golfo Irán-Irak (1980) # Invasión soviética de Afganistán (1979-1989) # Guerra de las Malvinas (1982) # Segunda Guerra del Golfo (1990-1991) # Guerra Civil Argelina (1991-2002) # Guerras yugoslavas (1991-2001) # Guerra de los Diez Días (1991) # Guerra Croata de Independencia (1991-1995) # Guerra de Bosnia (1992-1995)  # Guerra de Kosovo (1999) # Primera guerra chechena (1994-1996) # Primera guerra del Congo (1996-1997) # Segunda guerra del Congo (1998-2002) # Guerra entre Etiopía y Eritrea (1998-2000) # Guerra de Afganistán (2001) # Guerra en Irak (2003) # Segunda guerra chechena (1999-2006) # Guerra de Libia (2011) # Guerra de Siria (2011-2014) # Guerra en Ucrania (2014-2015) # Guerra de Siria (2015) # Guerra en Irak (2015).

 

Ubicación de los conflictos activos alrededor del mundo

 Febrero de 2015.

 

 

     Grandes guerras, más de 10.000 muertes al año.

     Guerras y conflictos, 1.000–9.999 muertes al año.

     Pequeños conflictos, 100-999 muertes al año.

     Escaramuzas y enfrentamientos, menos de 100 muertes al año.

 

          ¿Habrase visto jamás, semejante farsa política precursora de más y más desigualdad económico-social preñada de destrucción y muerte, que la representada en aquella conferencia de Bretton Woods por la misma camándula de explotadores y políticos corruptos que hoy nos siguen gobernando?

 

 

 

04. Y ahora China

 

       Lo más significativo de este país, no es que la cotización de las acciones en la bolsa de valores se acabara desplomado estos últimos días por una desesperada avalancha de ventas, sino un hecho que vino incidiendo como causa de tal fenómeno. Ese hecho es la caída de la actividad productiva por falta de suficiente rentabilidad económica que compense el costo de producirla. Y el caso es que desde 2010 el Producto Interno bruto (GDP) en China no dejó de disminuir, así como sus exportaciones tal como lo muestra el siguiente cuadro estadístico:

 

Correlación entre PIB de China y el crecimiento de las exportaciones de ese país a países de Asia

          Todo el capital que se retrajo de la producción en este país por insuficiente rentabilidad —y que se puso de manifiesto en la disminución de sus exportaciones— fue desviado hacia las ya tradicionales prácticas especulativas en el Mundo bajo las mismas circunstancias críticas. Y como siempre fue este un efecto demostración que esta vez se apoderó de unos 90 millones de chinos —buena parte de ellos afiliados al Partido Comunista—, quienes solicitaron créditos bancarios por 300.000 millones de Euros para invertir en bolsa montados sobre la burbuja. Contrajeron esa deuda bancaria que fue aumentando hasta multiplicarse por nueve durante los dos últimos años. Así, el índice bursátil C300 donde cotizan las 300 mayores compañías de ese país, hace un año estaba ligeramente por encima de los 1.800 puntos pero a mediados de junio de este año había llegado a los 4.540 enteros. Experimentó un tirón alcista superior al 152% en doce meses. Pero durante las últimas dos semanas desde que la burbuja especulativa reventara, la cotización cayó en 3.390 puntos: El desplome de la bolsa fue del 30%, y la ruina de millones de ilusos preparada por los pocos listos que se han forrado a su costa, monumental [6] .

 

          Pero, a todo esto, ¿qué ha venido discurriendo previamente donde se crea riqueza para rentabilizar el capital resultante de la explotación de trabajo ajeno? Que tal acumulación de ganancias ha podido progresar, sustituyendo tiempo de trabajo vivo productor de valor económico, por “trabajo muerto”, es decir, reemplazando cada vez más obreros por instrumentos de trabajo en mayor número y de progresiva eficacia [7] . Y el caso es que la más alta eficiencia técnica del trabajo incorporada a los medios de producción movidos por un cada vez menor número relativo de obreros empleados, posibilita crear más productos en menos tiempo abaratando así su valor unitario. Pero al mismo tiempo, esa productividad laboral abarata el coste de emplear a los asalariados, es decir, el tiempo de trabajo de cada jornada laboral en que producen el equivalente a sus salarios, de modo tal que, imperceptiblemente, pasan a trabajar gratis una parte cada vez mayor de esa jornada para sus patronos, quienes así obtienen un creciente plus de valor —contenido en el valor de los productos fabricados— que les permite aumentar su acervo de capital acumulado.

 

          Sin embargo, este mismo proceso de trabajo, que como por arte de birlibirloque convierte salario en plusvalor, tiene un límite histórico absoluto y radica, en que cada jornada de labor no puede exceder las 24 Hs. de cada día. Así las cosas, según el adelanto científico-técnico progresa incorporándose a los medios de producción reemplazando más y más mano de obra, el plusvalor aumenta pero cada vez menos. Hasta que según esta dinámica ocurre fatalmente lo inevitable y es, que se alcanza el momento en que la ganancia aumenta menos que el costo de producirla. Este es el punto nodal en que estalla cada crisis periódica de producción a partir del cual, partes crecientes del capital acumulado que no alcanzan a ser compensadas por la ganancia insuficiente, se vuelven supernumerarias o excedentarias y, como tales, son desviadas de la producción hacia la especulación generando la burbuja que, no menos inevitablemente, culminará en el crash financiero inmediatamente previo al inicio de la consecuente recesión económica. Tal fue el descubrimiento de Marx. Y seguidamente pudo comprobar estadísticamente, que al final de cada recesión, el sistema reinicia la recuperación de la acumulación en el siguiente ciclo de los negocios, con una composición —orgánica y técnica— del capital más altas y, por tanto, con una masa de capital en funciones mayor que al inicio del ciclo económico precedente ya superado. Así lo dejó dicho en la primera cita al principio del capítulo XXIII del primer libro de “El Capital”, señalando que:

<<El factor más importante en este examen es la composición del capital y los cambios (en sentido progresivo) que experimenta la misma en el transcurso (histórico) del proceso de acumulación>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I. Lo entre paréntesis nuestro) 

 

          Bajo tales condiciones en que la masa del capital productivo en funciones aumenta progresivamente, al mismo tiempo que progresa la productividad del trabajo, la consecuencia necesaria es que el aumento del plusvalor relativo disminuya su ritmo, de modo que el sistema llegue a una sobresaturación permanente de capital excedentario o supernumerario, que no se pueda emplear productivamente por falta de rentabilidad suficiente. Para comprender este proceso es necesario distinguir entre los conceptos de plusvalor relativo y plusvalor absoluto. El primero aumenta con el progreso de la productividad del trabajo dejando intacto el poder adquisitivo del salario. El segundo solo aumenta reduciendo ese poder adquisitivo. Según la Encuesta de Población Activa en España, hoy día uno de cada tres asalariados con un empleo es licenciado. O sea, que su trabajo es cualificado. Pero está contratado temporalmente, ejecuta tareas por debajo de su preparación, en jornada reducida y con un salario de hambre. Es el llamado subempleo y los sometidos a tales condiciones en ese país suman 2.200.0000. Una modalidad impuesta por el sistema en proceso terminal de disolución, y que parece haber llegado para quedarse hasta su previsto final.

 

          La conclusión a la que llegó Henryk Grossmann en su obra de 1929: “La Ley de la Acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista”, es que según progresa la acumulación de capital, el proceso llega a un punto en el que la masa de ganancia obtenida mediante la producción del plusvalor relativo se torna cada vez más dificultoso, dando pábulo a la formación de una sobresaturación de capital sin aplicación rentable cuasi permanente, que aletarga el mecanismo de la acumulación y anuncia su fatal desenlace:

            <<Por cierto no es ninguna casualidad que esa consecuencia de la doctrina marxiana no haya sido encontrada hasta el momento. Que la economía burguesa, en lugar de explicar el mecanismo capitalista y sus leyes de desarrollo se haya sumergido desde hace tiempo en una pura apologética (del sistema, dando por sentado que es eterno), es algo que resulta natural. El así llamado “historicismo” de la economía burguesa ha ampliado el campo de investigación sólo en una dirección: la referida a la descripción de la etapa inicial de este mecanismo, de su génesis. ¡Pero sin embargo nunca en los círculos de investigación de esta economía se admitió el problema del posible fin de este mecanismo! Ya el sólo desarrollo del problema le produjo miedo pánico. Se prefirió no hablar sobre ello. No ver el problema…

            Pero también dentro del ámbito marxista mismo, las circunstancias para la comprensión de la obra marxiana fueron extremadamente desfavorables. De la correspondencia entre Marx y Engels se puede inferir cuan penosamente vivió Marx el hecho de que los círculos partidarios alemanes mostraran una casi increíble indiferencia respecto de El Capital. El inmaduro movimiento obrero alemán de aquél entonces atendía más a los folletos de Lassalle que a la poderosa y genial obra de pensamiento de la teoría marxiana. Aun las cabezas dirigentes del movimiento obrero no estaban en condiciones de captar el núcleo propio de la teoría marxiana, y (al respecto) es característica la petición de Wilhelm Liebknecht en 1868 a Engels, para que en un artículo el órgano del partido (socialdemócrata) de aquél entonces, “aclare donde descansa verdaderamente la diferencia entre Marx y Lassalle”>> (Op. Cit. Ed. Siglo XXI/1979. Cap. 2 Aptdo. X Pp. 128. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

 

            O sea, que Liebknecht demandaba la exigencia de mostrar el abismo de conocimiento, entre aquel superficial, encubridor y chapucero reformismo burgués de Lassalle —al dar por sentado que el capitalismo no tiene fecha de caducidad—, y las profundas investigaciones de Marx que permitían probar sus límites históricos objetivos. Al final de su obra citada, Grossmann demuestra que la masa de capital supernumerario o excedentario sin posibilidades de ser rentabilizado por rendir ganancias insuficientes, es cada vez más abultada según las crisis se suceden unas a otras. Hasta que dicho proceso histórico llega a tal extremo de saturación que se torna cuasi permanente, dificultando cada vez más superar esa circunstancia. ¿Por qué causa? Pues, porque se agota la posibilidad real de obtener márgenes económica y contablemente significativos de plusvalor relativo que justifiquen su inversión productiva:

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de “sobresaturación de capital”, en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión (productiva) para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta “saturación”, y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisionalmente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la actividad “temporal” en el mercado de valores>>. (Ed. Cit. Pp. 342. Lo entre paréntesis nuestro).

 

            Si hay una razón por la que el conocimiento científico en distintas ramas del saber se ha venido ratificando, esa razón está en el carácter predictivo de los descubrimientos en cada uno de esos ámbitos, que siempre han precedido a su confirmación en la sociedad mediante la posterior evidencia empírica. Previsiones que han venido cuestionando quienes haciéndose pasar por científicos, cien años después de que, por ejemplo, Copérnico propusiera que la Tierra giraba en torno al Sol, todavía lo descalificaban sosteniendo que para probar semejante proposición debían percibirse las vibraciones de tal desplazamiento. Este mismo tapujo andrajoso es el que los intereses creados de la burguesía en el poder le han puesto al pensamiento socio-económico de Marx. 146 años después de haber probado matemáticamente su teoría de la tendencia objetiva al derrumbe del capitalismo, los aparatos ideológicos del sistema han venido alegando en su contra que no se perciben manifestaciones significativas del fenómeno. Pero desde hace décadas, para superar las crisis económicas periódicas más rápidamente la minoría social explotadora ha venido utilizando el adelanto científico técnico incorporado a instrumentos destructivos de todo tipo, para que a través de sus servicios secretos se violente sistemáticamente a la sociedad y a la naturaleza, provocando deliberadamente no solo guerras bélicas sino incluso las ya conocidas y tipificadas como guerras telúricas y climáticas, tendentes a provocar catástrofes para eliminar el capital físico y humano que la insuficiente ganancia obtenida con él, ha convertido en excedente o supernumerario. A pesar de que la ONU en 1976 aprobó una resolución para que se desmantelen las antenas del llamado Proyecto HARPP, que propenden al calentamiento global del clima, esas instalaciones todavía permanecen en su sitio, demostrando la inutilidad de tal organismo internacional. Todo ello a raíz, precisamente, de ese mismo adelanto científico técnico aplicado sobre el proceso de trabajo, que reduce cada vez más los márgenes de ganancia redituable a expensas del salario, hasta dejar al sistema sin posibilidad material de sobrevivencia. Tal es la contradicción solo resoluble acabando con el capitalismo como sistema de vida.  

 

05. El caso griego

 

 

          En los prolegómenos de su última y reciente recaída en recesión —al igual que sucediera durante la primera tras las elecciones de 2008— los partidos de la extrema derecha liberal en este país se dedicaron a incrementar los gastos públicos falsificando burdamente los datos macroeconómicos de sus cuentas nacionales. El Gobierno conservador contrató hasta a más de 100 mil nuevos funcionarios con sustanciosos salarios, lo cual incrementó el presupuesto de la nómina oficial en un 70%. Esto no se pudo hacer sino con dinero fiduciario. Tarea en la cual estuvieron comprometidos los organismos internacionales de control en Europa. Según ha reportado el periódico digital español “Público”, entre los años 2001 y 2008 tanto el Banco Central Europeo (BCE), como el Fondo Monetario Internacional (FMI) para Europa y la Agencia Griega de Deuda Pública, aportaron delincuencialmente a la tarea de “maquillar las cuentas griegas” induciendo al derrumbe financiero que comenzó en Atenas y acabó afectando a todo el territorio Europeo.

 

          La debacle financiera de Grecia dejó un agujero inicial de 110.700 millones de Euros. Una deuda que el Estado Griego hizo suya convertida así de privada en pública, endeudándose con prestamistas internacionales de última instancia como es el caso del Banco Central Europeo y el FMI, que restituyeron de inmediato a los bancos griegos ese monto en concepto de “rescate”. ¿Qué hizo el gobierno de la extrema derecha griega liberal en 2008 recién electo a cargo del Estado? Pues, descargar sin demora esa deuda sobre las espaldas y el bolsillo de las clases más desfavorecidas del país, decretando recortes salariales a los funcionarios públicos; reducción de pensiones a los jubilados; aumento de impuestos a pequeñas empresas (las medianas y grandes siguen exentas de pagar a salvo en paraísos fiscales), aumento del IVA e impuestos especiales sobre combustible, bebidas alcohólicas y tabaco. Así procedió inflexiblemente el presidente Yorgos Papandreu al frente de su partido gobernante en esos momentos.

 

          A semejante genocidio económico-social le han llamado eufemísticamente “rescate”. ¡¡Rescate a los bancos!! Teniendo en cuenta que son estas instituciones las que durante las fases cíclicas de expansión, financian con dinero a crédito el crecimiento del capital industrial y comercial que se acumula explotando trabajo ajeno. Y en los momentos de retroceso en la producción por falta de rentabilidad suficiente, los bancos también son los encargados de facilitar préstamos para operaciones puramente especulativas, que acaban pinchando la burbuja financiera precursora de la recesión económica generalizada. El capital bancario es, por tanto, el que invariablemente impulsa tanto los procesos de expansión productiva, como los que acaban en crisis financiera y recesión económica. Esto es lo que sucedió en 2010 cuando la deuda pública griega llegó a ser de 142.800 millones de Euros.

 

          No vamos pues a extendernos aquí aludiendo al siguiente “rescate” en ese país, porque ha sido más de lo mismo. Pero sí queremos poner en evidencia, el hecho de que siendo Grecia el país europeo relativamente más subdesarrollado y con la cuarta parte de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, es natural que bajo tales condiciones se agudicen allí las contradicciones sociales del sistema. Como dijera Lenin en 1915, “la cadena del imperialismo siempre tiende a romperse por su eslabón más débil”. No es casual, pues, que haya sido Grecia el país en que surgiera de su sociedad el partido político más escorado a la izquierda de la gran burguesía en toda su historia. Pero tampoco es casual que ese partido pequeñoburgués llamado “Syriza” ya en función de gobierno, se haya instalado a mitad de camino entre la imposible reforma económico-social del sistema y su necesaria ruptura política con él, sin moverse de tal despropósito ni un milímetro.

 

          Y en efecto, durante su primera semana como primer ministro, Alexis Tsipras  designó un gabinete compuesto por miembros de “Syriza” exceptuando el Ministerio de Defensa que pasó a manos del nacionalista de derechas Panos Kammenos ocasional aliado de “Syriza”.  Para los puestos económicos clave fueron designados Yannis Dragasakis como viceprimer ministro y Yannis Varoufakis en Finanzas. Durante su primer Consejo de Ministros, el gabinete presidido por Tsipras envió al parlamento una serie de medidas como la paralización de las privatizaciones, la eliminación del copago, sanidad universal, ayudas de urgencia para los griegos más pobres, reingreso de funcionarios en sus puestos y paga extraordinaria a las pensiones mínimas. Y para ello exigió una moratoria en el pago de la deuda. El jueves 29 de enero recibió al presidente del Parlamento Europeo. El lunes 2 de febrero, inició su primer viaje al exterior, visitando Chipre, donde declaró que la Ttroika debía ser sustituida. El martes 3 de febrero continuó su viaje por Europa visitando Roma, donde junto a su homólogo italiano declaró que seguía trabajando para acabar con la austeridad.

 

          Por su parte, en el contexto de la actual crisis de la deuda griega soberana, el FMI, el Banco Mundial y el Eurogrupo propusieron severas medidas de austeridad como condición para su “rescate”, lesivas para el Estado del bienestar. En respuesta, el 27 de junio de 2015, Tsipras pronunció un discurso ante el Parlamento griego, donde propuso consultar al pueblo mediante referendum, para que acepte o rechace tales medidas. En esa consulta el 5 de julio de 2015, más del 60% de los participantes votaron en contra de las medidas de austeridad propuestas por las autoridades europeas. Pero a despecho de esta voluntad democrática del pueblo griego, en la madrugada del pasado sábado 11 de julio Tsipras puso a consideración del Parlamento para su aprobación por mayoría,  el nuevo plan de reformas propuesto por el Eurogrupo. La propuesta fue aprobada por 251 votos a favor, 32 en contra y 8 abstenciones, a lo que se debe sumar la ausencia de otros 9 diputados de Syriza que no estuvieron de acuerdo con ese plan. Por su parte, Yannis Varoufakis tampoco asistió pero dejó escrita una carta que entregó a la presidenta de la cámara, diciendo que hubiese votado afirmativamente, pero su voto no fue contabilizado porque las reglas del parlamento no permiten votar a distancia.

 

          De esta manera, el Parlamento griego actuó antidemocráticamente en contra de lo decidido en el referendum, autorizando al Gobierno a negociar con los acreedores internacionales en base al programa de reformas del Eurogrupo, que les había sido presentado esa misma semana. Puso al Parlamento por encima de la voluntad popular, decretando el suicidio de la democracia en ese país. Total, que 17 miembros del gobernante Partido Syriza no acudieron o se abstuvieron de votar, incluida la presidente del Parlamento, Zoe Constantopoulou, y el ministro de Energía, Panagiotis Lafazanis, que dijeron "presente", lo cual equivale a abstenerse de votar en señal de oposición al paquete de subidas de impuestos y recortes al gasto. A pesar de estas votaciones “disidentes” por parte de miembros del propio partido de Tsipras, la propuesta de reformas nunca estuvo en riesgo y fue finalmente aprobada por los partidos opositores “pro europeos”.

 

          Antes de que se llevara a cabo la votación, en un discurso dirigido al Parlamento, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha reconocido que su Ejecutivo se ha visto forzado a tomar medidas que no estaban previstas en su programa electoral. "No estoy dejando vendidos a los griegos. Nunca pedí el 'no' para salir de Europa, sino para fortalecer nuestra capacidad negociadora", ha dicho el primer ministro, pretextando que el resultado del referéndum no le atribuía el derecho a romper relaciones con Europa.

 

          Tsipras insistió en justificarse diciendo "haber hecho todo lo humanamente posible en circunstancias difíciles", asegurando que las nuevas medidas abren el diálogo con los acreedores europeos para reestructurar la deuda griega, añadiendo que su nueva propuesta "es mucho mejor que el ultimátum recibido previamente" por parte de la 'Troika'. Pero más allá de estas palabras, a nadie se le escapa que el señor Tsipras ha optado por someterse a ese ultimátum dictatorial, traicionando la voluntad del pueblo griego democráticamente manifestada en el referendum, que él mismo convocó. 

 

          En una larga y esclarecedora carta fechada el 28 de diciembre de 1846, Marx le decía a Pavel Vasilievich Annenkov que:

<<El pequeñoburgués en una sociedad avanzada y, como consecuencia de su posición social (de clase intermedia), por una parte se hace socialista y, por otra, economista: es decir, está deslumbrado por la magnificencia de la alta burguesía y sin embargo simpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que pretende distinguirse del justo medio. Semejante pequeñoburgués diviniza la CONTRADICCIÓN, puesto que la contradicción es el núcleo de su ser>>.  (Op. Cit. “Cartas sobre `El Capital´” Editora Política. La Habana/1983. Pp. 36.)

 

          Pero si la pequeñoburguesía diviniza la contradicción social fundamental entre la burguesía en su conjunto y el proletariado, no es precisamente porque simpatice con los explotados, sino porque también usufructúa de esa relación y le interesa que perdure indefinidamente. Por lo tanto, aun bajo las condiciones más críticas que amenazan con la ruptura política entre ambas clases, es natural que la pequeñoburguesía se someta a los dictados del gran capital sobre el proletariado, dejándose seducir en perjuicio de los más pobres. Tsipras y su partido no han hecho más que confirmar este sabio aserto de Marx, como ha sido y es tradicional en todo movimiento político representativo del medio pelo burgués. Y así fue cómo actuando en contra de la voluntad política de “su” pueblo, Tsipras acabó por aceptar el más duro austericidio propuesto por la “Troika”, representativa del capital multinacional a cargo del Gobierno imperialista europeo. Lo hizo inconfesadamente para preservar al sector capitalista subalterno, el suyo, de espaldas a los dolores del pueblo. Resultó ser un falso representante que, por propios intereses creados y con todo el “dolor de su alma”, decidió sacrificar a las mayorías sociales más desfavorecidas en el altar de la alta burguesía. ¿Con qué propósito? Garantizar la estabilidad del sistema que a pequeñoburgueses como él también les favorece, y para tal fin ha impulsado la farsa del referendum: Otro nuevo engaño a los explotados que nosotros denunciamos aquí, para que éste sea el último y no volvamos jamás a delegar el poder político en ningún sitio, sino que pasemos a organizarnos para ejercerlo directamente ad hominem, como mayoría social absoluta que somos en el Mundo y única garantía de la verdadera democracia. Más claro el agua.

 

06. A vueltas con los paraísos fiscales

 

          Nadie, ni el más analfabeto de los mortales, ignora el hecho cierto de la creciente desigualdad en la distribución de la riqueza entre patronos y asalariados. Pero lo que muchos no saben, es que hay dos formas de llegar a ese resultado. Como ya hemos dicho más arriba, una forma consiste en reducir el monto del salario deprimiendo su poder adquisitivo; un fenómeno que ocurre durante cada depresión económica periódica que sigue al estallido de las crisis financieras, cuando el paro generalizado presiona los salarios de los empleados a la baja. La otra forma es inducida por el progreso tecnológico incorporado a los medios de producción en tiempos de bonanza económica, que aumenta la productividad del trabajo y abarata el coste salarial sin menoscabo de su poder adquisitivo, de lo cual resulta un relativo aumento de la ganancia capitalista sin perjuicio para el obrero. Pero en el anterior apartado 04 ya vimos que, según la demostración matemática de Marx en 1857 —confirmada experimentalmente por Henryk Grossmann en 1929—, esta otra forma de explotación menos gravosa para los asalariados con fines gananciales para la patronal, tiene un férreo límite histórico absoluto, determinado por la tendencia objetiva al agotamiento del tiempo de trabajo colectivo empleado, susceptible de ser convertido en plusvalor —a instancias de una mayor la productividad— para los fines de su acumulación.

 

          Así las cosas, la destrucción de medios materiales productivos y vidas humanas en activo, ya sea ocasionada por desastres naturales —no pocos de ellos deliberadamente provocados—, ya sea por confrontaciones militares entre países como continuación de la competencia intercapitalista por medios bélicos, al desaparecer físicamente desaparecen con ellos tanto sus efectos técnicos como sus respectivos valores, y así contrarrestan la tendencia objetiva a la extinción del plusvalor relativo que acaba con el sistema. Precisamente porque al ser aniquilados se retrotrae la relación técnica (productividad) y orgánica (valor económico) entre ambos factores de la producción, siendo lanzados hacia una etapa previa o anterior al proceso alcanzado por su desarrollo de tal modo malogrado. Es éste un macabro juego de supervivencia del sistema y de su clase social explotadora. Así es cómo la burguesía consigue alejar el horizonte previsto de agotamiento del plusvalor relativo —para que siempre se mantenga disponible— infundiéndole a su sistema de vida una nueva o renovada vida. Es algo así como en plan optimista lo de la  película de José Luis Garci: “Volver a empezar”. O como mucho tiempo antes propusiera Nietzsche: “El eterno retorno de lo mismo”.

 

           Y a esa misma finalidad contribuyen los paraísos fiscales durante las recesiones periódicas, en que para superar la retracción de las ganancias crecientes y la semi-parálisis del aparato productivo, exigen que se desplome el poder adquisitivo de los salarios ante el hecho de que la masa cada vez más numerosa de parados, hace presión sobre los empleados para que trabajen más por menos salarios. Tal como así lo dijera el anterior presidente de la Confederación Económica de Organizaciones Empresariales (C.E.O.E.), hoy encarcelado convicto y confeso: Gerardo Díaz Ferrán.

 

          Según la obtención del plusvalor relativo ha ido mermando sus márgenes de aumento a raíz del creciente progreso tecnológico, a ese mismo ritmo la gran burguesía internacional puso sus ganancias acumuladas a buen recaudo en los paraísos fiscales evadiendo el pago de impuestos. Fue, pues, el recorte de ganancias creciente la causa que estimuló la tendencia a evadir sistemáticamente sus obligaciones con el fisco y blanquear capitales. Para eso están los llamados Bancos offshore, sinónimo de paraíso fiscal, donde adquieren especial relevancia instrumental las llamadas sociedades pantalla. Recursos todos ellos que les permiten:

a) falsear los flujos financieros e, indirectamente, el flujo de inversión real susceptible de ser gravado impositivamente;

b) debilitar la integridad y la imparcialidad de las estructuras tributarias;

c) desalentar el cumplimiento tributario proporcional por parte de todos los contribuyentes;

d) modificar el nivel y la dosis deseada de impuestos con arreglo al gasto público;

e) transferir indebidamente una parte de la carga fiscal hacia bases impositivas de contribución, como el trabajo, los bienes inmuebles y de consumo;

f) aumentar los costos administrativos y la carga de aplicación de las disposiciones fiscales por las autoridades fiscales y los contribuyentes:

 

          A esta dinámica contribuye el desarrollo de la delincuencia eufemísticamente conocida por ingeniería fiscal, que permite utilizar un entramado ultra sofisticado de sociedades, cuentas bancarias y transferencias, para eliminar todo rastro fiscal del capital ocioso y sus rentas especulativas. Las sociedades pantalla son utilizadas para disimular al beneficiario verdadero de los fondos. Las transferencias entre múltiples sociedades que permiten borrar definitivamente las pistas. Todo lo cual no solo afecta negativamente a las posibilidades fiscales de los distintos Estados nacionales, sino también a la estabilidad de los mercados financieros, por la cantidad y características de los flujos de capitales que mueven, en la mayoría de los casos escapando al control de los poderes públicos. Beneficiarios directos de estas estructuras son las grandes empresas multinacionales cuya organización y actividades obedecen en muchos casos a criterios de optimización fiscal, que es posible gracias a la existencia de distintas filiales en varios países y con un considerable volumen de comercio intra-grupo, lo cual dificulta las posibilidades de los respectivos Estados nacionales para detectar y gravar los beneficios obtenidos por tales empresas dentro de sus territorios.

 

          Así las cosas, la impune utilización de los paraísos fiscales por el gran capital multinacional, tiene efectos oligopólicos perversos sobre la tan cacareada competitividad, situando a estas compañías en posición de ventaja comparativa para aprovecharse de ella en los distintos mercados —internos y externos—, de modo que sus ganancias no provienen ya tanto de la explotación de trabajo ajeno, sino cada vez más de la reducción de sus costes vía disminución de su factura impositiva. O sea, no de los márgenes de ganancia en concepto de productividad que cada vez remiten más según avanza el progreso tecnológico. Ergo: la sociedad civil en cada país bajo el dominio de las grandes empresas que cotizan en la bolsa de valores, actúa cada vez más en detrimento de su respectiva comunidad política. Por tanto, debieran ser los políticos profesionales a cargo de los gobiernos de turno en cada país, quienes pusieran a los empresarios en su sitio. Pero paradójicamente sucede al revés. ¿Por qué? Pues, porque bajo el capitalismo, el poder político real, no emana del Estado, sino del poder económico concentrado en las grandes empresas al interior de la sociedad civil. Otro contundente aserto irrebatible de Marx que explica el fenómeno de la corrupción generalizada, donde los políticos permanecen atrapados en el tejido clientelar urdido —como las arañas— por los grandes empresarios. El que paga porque tiene, ¡¡manda!!     

 

          Así, desde los años 80 mucho se ha dicho sobre los paraísos fiscales en los múltiples y distintos foros internacionales, y mucha tinta ha corrido en sus informes y resoluciones acerca de su nociva incidencia. Pero nada eficaz se ha logrado implementar para erradicarlos. En síntesis: que la existencia de estas instituciones financieras parasitarias son la demostración más categórica, de que el capitalismo no se sostiene ya sobre la producción de plusvalor relativo, sino cada vez más sobre la miseria absoluta creciente del proletariado. Así, del mismo modo que a instancias de los paraísos fiscales el gran capital actúa en la sociedad civil de cada país ejerciendo el predominio real sobre la comunidad política de su respectivo Estado nacional, asimismo el capital multinacional actúa en los mercados internacionales de los distintos países, ejerciendo el predominio real sobre la Comunidad de Estados nacionales, léase Naciones Unidas y demás instituciones internacionales. O sea, que la dictadura económica y política del gran capital —corrompido hasta la medula de los huesos—, campa por sus respetos en todo el Mundo, donde la “democracia” es una verdadera farsa.                 

         

          Explotación y corrupción son dos lacras inseparables del sistema capitalista y su democracia representativa, con que la llamada “justicia institucionalizada” —que penaliza conductas individuales dejando intacta la injusticia social—, es incapaz de acabar. Por tanto, si no se acaba con este sistema, ambas lacras seguirán formando parte constitutiva esencial del mismo aparato político al servicio de la explotación: el Estado capitalista. Y son los “catedráticos” a su servicio quienes debieran encargarse de desmentir fehacientemente a Marx, en este aserto suyo ratificado por la historia. Pero la reiterada sentencia de los hechos manifiestos que cada vez con más fuerza golpea la conciencia de los explotados, impide a los farsantes cumplir con tal cometido. No pueden. Condenados en toda su impúdica deshonestidad intelectual por la propia realidad del sistema cada vez más decadente y criminal, que tanto se afanan en conservar insistiendo en que es perfectible. Tal como antes sucesivamente procedieran —a la postre inútilmente— los intelectuales en su momento al servicio de los amos esclavistas primero, y de los señores feudales después.   

 

          Ante este categórico desiderátum que los hechos esclavizadores exigen convertir en actos humanos libertarios, no se trata, pues, de seguir pasiva e hipócritamente contemplando que la “justicia” continúe sine die, con su engañoso jueguito de penalizar periódicamente a unos pocos entre todos los corruptos, de tal modo convertidos en chivos expiatorios para que todo siga igual. Se trata de comulgar con la verdad y, consecuentemente, arrojar todas las instituciones del sistema capitalista en su conjunto —desde su origen corrupto y corruptor—, de una vez por todas al basurero de la historia. ¡¡That´s the question!!     

 

07. Epílogo

<<Los intelectuales pragmático-reformistas de la pequeñoburguesía, que como sus maestros —los filósofos burgueses— huyen de la verdad histórica porque les condena, lejos de analizar sintetizan, mezclándolo todo y confundiéndolo todo. Lo mismo que hacen al interior de sus alianzas políticas, donde tratan de confundir, de identificar los intereses de la pequeñoburguesía con los intereses del proletariado, diluyendo políticamente a estos últimos en aquellos. El abuso que hacen de palabras como “ciudadano” y “pueblo”, tan de su gusto, caracterizan el método de su discurso y la táctica embaucadora de su praxis, propia de los partidos “democráticos” de la burguesía de izquierdas —que quieren el capitalismo pero no sus necesarias consecuencias— con su inveterada e irresistible propensión sistemática a convertir todo interlocutor asalariado en cliente político permanente, para mantenerlo con los pies dentro del tiesto capitalista. Para eso se les paga y de eso viven aunque intenten disfrazarlo>>. GPM: http://www.nodo50.org/gpm/referendumUE/09.htm

 

          Hemos explicado más arriba siguiendo a Marx, para que se comprenda sin mayor esfuerzo, que bajo el capitalismo cada jornada de labor en cualquier fábrica, es al mismo tiempo un proceso de trabajo y un proceso de valorización con precisos fines gananciales. Y si consideramos sucesivas jornadas, lo apropiado es decir que tal proceso implica la producción y acumulación de plusvalor. Es un proceso de trabajo porque crea riqueza material con un determinado valor económico contenido en cada producto. Y es un proceso de valorización porque a través de la productividad del trabajo potencialmente incorporada a los medios de producción, —que cada obrero mueve trabajando en sucesivas jornadas—, abarata el coste salarial de su empleo, es decir, el tiempo en que cada empleado produce el equivalente a su jornal, pasando así el resto del tiempo a trabajar gratis para sus patronos. Semejante verdad de a puño no la pudo suscribir Keynes, porque de haberlo hecho jamás se hubiera podido enriquecer ni ser ungido con el título nobiliario de Lord. Y sus falsificaciones teóricas de la realidad tampoco estarían hoy en la sesera de sus oportunistas discípulos, que por generaciones les han sucedido a cargo de esa cátedra llamada “economía aplicada” en todos los Estados nacionales del Mundo, por la cuenta que les trae. Pero que bajo el capitalismo no puede haber producción de riqueza sin ganancias crecientes, es un aserto científico que Marx dejó por primera vez negro sobre blanco entre junio de 1863 y setiembre de 1866, en el inédito capítulo VI que tituló: “Resultados del proceso inmediato de Producción”. Una obra que junto a sus “Grundrisse” escritos entre 1850 y 1859 y sus “Teorías sobre la plusvalía” redactadas entre 1861 y 1863, constituyen el conjunto de materiales preparatorios de su obra central: “El Capital”.

 

          En la “Presentación” de la mencionada obra cuya lectura recomendamos, José Aricó dice lo siguiente:

       <<Basta una simple lectura de los “Resultados….”, para comprender que su ausencia en el Libro I de “El Capital” resta bastante coherencia a la obra, tal como fue publicada por el autor. Y esto debió comprenderlo (con mucho pesar) el propio Marx al escribirla. ¿Por qué no decidió publicarla? Quizás tenga razón el traductor de la edición italiana Bruno Maffi, al señalar que le hubiera sido imposible a Marx conseguir un editor burgués que aceptara sacar el libro con ese final políticamente tan comprometedor. Porque es claro que en este capítulo VI convergen el conjunto de problemas abordados a veces de manera abstrusa y de difícil lectura a todo lo largo del Primer Libro. El texto muestra claramente el sentido que Marx quería dar a su obra, y las razones que tenía para pensar que, con ella, asestaba a la burguesía un golpe, del que jamás podría recuperarse. (...)

        La importancia de este manuscrito reside, pues, en que al mostrar que el modo de producción capitalista no es solo producción de mercancías sino fundamentalmente producción de plusvalía y, por tanto, de capital, es imposible que dicho sistema se modifique, o se “reforme”. Que está condenado a “producir y reproducir toda la relación (de explotación sistémica) a escala ampliada”, es decir, al conjunto de las relaciones históricas y sociales de una sociedad que condena a (la mayoría absoluta de) los seres humanos (en el Planeta) a la creación de bienes que les son cada vez más ajenos. Esta sociedad debe ser abatida por las fuerzas que engendran sus contradicciones internas. Marx, en sus “Resultados del proceso inmediato de producción”, demuestra cómo surgen dentro del propio capitalismo, esas fuerzas sociales destinadas a sepultarlo>>. (Op. Cit. Ed. Siglo XXI. Decimotercera edición. México/1990 Pp. X y XI. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).

 

            Ante las profundas observaciones de Marx, da asco la escena en la que el insensato joven “economista” llamado Alberto Garzón, actual diputado en las cortes españolas por la formación política oportunista pequeño burguesa de Izquierda Unida, el pasado día 15 de julio le obsequió al liberal burgués de extrema derecha y Presidente de las Cortes, Mariano Rajoy del Partido Popular, el libro “Las consecuencias económicas de la paz” de John Mainard Keynes, donde este fabulador de la economía política sostiene, que de la humillación a los pueblos solo se puede esperar la respuesta del fascismo.

           Este gesto de Garzón ha sido obsceno y a la vez irresponsable. Obsceno, porque describe la realidad social desde una exclusiva perspectiva que es, la relación táctica siempre contradictoria pero estratégicamente conciliable, entre pequeños y grandes propietarios de medios de producción y de cambio. Una “realidad” amputada, donde por el supuesto artículo 33 parece que los asalariados carecen absolutamente de intereses económico-sociales y de razón política propia, como si fueran niños de teta. Un cero a la izquierda. Y el gesto es irresponsable precisamente por ser obsceno. Como si de la República burguesa se pudiera esperar algo esencialmente superior a la Monarquía parlamentaria. Y como si no pudiera existir otra respuesta y alternativa política que esa, la que los suyos asumen y de la que se ufana nuestro joven economista Garzón. Pero, además, como si desde los tiempos de Hitler y Mussolini, el fascismo no hubiera hundido su raíz política en la misma clase social intermedia tan inestable, la misma que hoy representa su Partido de “Izquierda Unida” y demás formaciones de idéntica extracción social pequeñoburguesa, la misma que con distintas siglas le disputa hoy el gobierno en España a sus colegas, los representantes políticos de la gran burguesía ubicados en la extrema derecha del aparato Estatal.

         

          ¡¡Hay que acabar con esta farsa!! Y para ello, insistimos:

 

1) Expropiación de todas las grandes y medianas empresas industriales, comerciales y de servicios, sin compensación alguna.

 

2) Cierre y desaparición de la Bolsa de Valores.

 

3) Control obrero colectivo permanente y democrático de la producción y de la contabilidad en todas las empresas, garantizando la transparencia informativa en los medios de difusión, para el pleno y universal conocimiento de la verdad en todo momento y en todos los ámbitos de la vida social.

 

4) El que no trabaja no come.

 

5) De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

 

6) Régimen político de gobierno basado en la democracia directa, donde los más decisivos asuntos de Estado se aprueben por mayoría en Asambleas, simultánea y libremente convocadas por distrito, y los altos cargos de los tres poderes, elegidos según el método de representación proporcional, sean revocables en cualquier momento de la misma forma.




         

         

 

 

 

   

 

           

           

 

      

 

         

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Desde 1998 hemos venido insistiendo por activa y por pasiva, en que bajo el capitalismo los sucesivos márgenes de las ganancias industriales descienden necesariamente, por efecto del progresivo aumento en la productividad del trabajo social, que consiste en el hecho de que un cada vez menor número de asalariados, pongan en movimiento un cada vez mayor número de más eficaces medios de producción por unidad de tiempo empleado en la producción.

[2] En física se entiende por “volatilidad” al desprendimiento de vapor causado por la mezcla reactiva de distintos productos químicos. En economía política se dice que los precios de las cosas se volatilizan, cuando por efecto aleatorio de la oferta y la demanda especulativa fluctúan   independizados por completo de sus valores de referencia.

[3] La producción capitalista en condiciones normales, aumenta mediante el crédito bancario a través de las letras de cambio, cuyo precio es la tasa de interés a término, que así actúa como una detracción de la ganancia (industrial y comercial) en los ámbitos de la producción y circulación de la riqueza. De tal modo que, a menor tasa de interés mayor ganancia industrial y viceversa. Justamente al revés de lo que sucede durante las fases económicas recesivas donde la producción se estanca y la tasa de interés se retrae hasta el cero absoluto, de modo que las ganancias y las pérdidas en los mercados especulativos, pasan a depender de los movimientos de la oferta y de la demanda sobre los activos y materias con que se especula. Así las cosas, el hecho de que la tasa de interés sea hoy nula e incluso por momentos negativa, explica el retroceso en la demanda de dinero para inversión adicional en el aparato productivo, impidiendo su recuperación.

[4]Desestimamos aquí referirnos a la guerra emprendida por las Naciones Unidas contra Irak en 1990 —en respuesta a su invasión y anexión del Estado Kuwaití—, dado que a los fines del presente trabajo ese episodio carece de relevancia política e histórica.

[5]Se llama “fracking” a la técnica por la cual se logra extraer el gas o el crudo atrapado entre las rocas subterráneas desde hace millones de años. Consiste en la inyección a altas presiones, de agua, arena y productos químicos a las formaciones rocosas ricas en hidrocarburos, a fin de incrementar su permeabilidad y, con ello, mejorar su extracción.

[6] Hasta marzo de este año  existía en China un solo banco privado. En junio se autorizó la existencia de cinco más y en uno de ellos su presidente ya fue detenido acusado de corrupción.

[7] A la históricamente progresiva relación económico-contable entre el valor invertido en medios de producción (c) y el salario (v) correspondiente a la masa de obreros empleados, Marx le llamó “composición orgánica del capital”, cuya  forma de manifestación “técnica” medida en términos de eficacia productiva, está determinada por el número de obreros necesarios para poner en movimiento la mayor cantidad posible de tales instrumentos al mismo tiempo.