05. El caso griego

 

 

          En los prolegómenos de su última y reciente recaída en recesión —al igual que sucediera durante la primera tras las elecciones de 2008— los partidos de la extrema derecha liberal en este país se dedicaron a incrementar los gastos públicos falsificando burdamente los datos macroeconómicos de sus cuentas nacionales. El Gobierno conservador contrató hasta a más de 100 mil nuevos funcionarios con sustanciosos salarios, lo cual incrementó el presupuesto de la nómina oficial en un 70%. Esto no se pudo hacer sino con dinero fiduciario. Tarea en la cual estuvieron comprometidos los organismos internacionales de control en Europa. Según ha reportado el periódico digital español “Público”, entre los años 2001 y 2008 tanto el Banco Central Europeo (BCE), como el Fondo Monetario Internacional (FMI) para Europa y la Agencia Griega de Deuda Pública, aportaron delincuencialmente a la tarea de “maquillar las cuentas griegas” induciendo al derrumbe financiero que comenzó en Atenas y acabó afectando a todo el territorio Europeo.

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          La debacle financiera de Grecia dejó un agujero inicial de 110.700 millones de Euros. Una deuda que el Estado Griego hizo suya convertida así de privada en pública, endeudándose con prestamistas internacionales de última instancia como es el caso del Banco Central Europeo y el FMI, que restituyeron de inmediato a los bancos griegos ese monto en concepto de “rescate”. ¿Qué hizo el gobierno de la extrema derecha griega liberal en 2008 recién electo a cargo del Estado? Pues, descargar sin demora esa deuda sobre las espaldas y el bolsillo de las clases más desfavorecidas del país, decretando recortes salariales a los funcionarios públicos; reducción de pensiones a los jubilados; aumento de impuestos a pequeñas empresas (las medianas y grandes siguen exentas de pagar a salvo en paraísos fiscales), aumento del IVA e impuestos especiales sobre combustible, bebidas alcohólicas y tabaco. Así procedió inflexiblemente el presidente Yorgos Papandreu al frente de su partido gobernante en esos momentos.

 

          A semejante genocidio económico-social le han llamado eufemísticamente “rescate”. ¡¡Rescate a los bancos!! Teniendo en cuenta que son estas instituciones las que durante las fases cíclicas de expansión, financian con dinero a crédito el crecimiento del capital industrial y comercial que se acumula explotando trabajo ajeno. Y en los momentos de retroceso en la producción por falta de rentabilidad suficiente, los bancos también son los encargados de facilitar préstamos para operaciones puramente especulativas, que acaban pinchando la burbuja financiera precursora de la recesión económica generalizada. El capital bancario es, por tanto, el que invariablemente impulsa tanto los procesos de expansión productiva, como los que acaban en crisis financiera y recesión económica.

 

          No vamos pues a extendernos aquí aludiendo a los otros dos “rescates” en ese país, porque han sido más de lo mismo. Pero sí queremos poner en evidencia el hecho de que siendo Grecia el país europeo relativamente más subdesarrollado y con la cuarta parte de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, es natural que bajo tales condiciones se agudicen allí las contradicciones sociales del sistema. Como dijera Lenin en 1915, “la cadena del imperialismo siempre tiende a romperse por su eslabón más débil”. No es casual, pues, que haya sido Grecia el país en que surgiera de su sociedad el partido político más escorado a la izquierda de la gran burguesía en toda su historia. Pero tampoco es casual que ese partido pequeñoburgués llamado “Syriza” ya en función de gobierno, se haya instalado a mitad de camino entre la imposible reforma económico-social del sistema y su necesaria ruptura política con él, sin moverse de tal despropósito ni un milímetro.

 

          Y en efecto, durante su primera semana como primer ministro, Alexis Tsipras  designó un gabinete compuesto por miembros de “Syriza” exceptuando el Ministerio de Defensa que pasó a manos del nacionalista de derechas Panos Kammenos ocasional aliado de “Syriza”.  Para los puestos económicos clave fueron designados Yannis Dragasakis como viceprimer ministro y Yannis Varoufakis en Finanzas. Durante su primer Consejo de Ministros, el gabinete presidido por Tsipras envió al parlamento una serie de medidas como la paralización de las privatizaciones, la eliminación del copago, sanidad universal, ayudas de urgencia para los griegos más pobres, reingreso de funcionarios en sus puestos y paga extraordinaria a las pensiones mínimas. Y para ello exigió una moratoria en el pago de la deuda. El jueves 29 de enero recibió al presidente del Parlamento Europeo. El lunes 2 de febrero, inició su primer viaje al exterior, visitando Chipre, donde declaró que la troika debía ser sustituida. El martes 3 de febrero continuó su viaje por Europa visitando Roma, donde junto a su homólogo italiano declaró que seguía trabajando para acabar con la austeridad.

 

          Por su parte, en el contexto de la actual crisis de la deuda griega soberana, el FMI, el Banco Mundial y el Eurogrupo propusieron severas medidas de austeridad como condición para su “rescate”, lesivas para el Estado del bienestar. En respuesta, el 27 de junio de 2015, Tsipras pronunció un discurso ante el Parlamento griego, donde propuso consultar al pueblo mediante referendum, para que acepte o rechace tales medidas. En esa consulta el 5 de julio de 2015, más del 60% de los participantes votaron en contra de las medidas de austeridad propuestas por las autoridades europeas. Pero a despecho de esta voluntad democrática del pueblo griego, en la madrugada del pasado sábado 11 de julio Tsipras puso a consideración del Parlamento para su aprobación por mayoría,  el nuevo plan de reformas propuesto por el Eurogrupo. La propuesta fue aprobada por 251 votos a favor, 32 en contra y 8 abstenciones, a lo que se debe sumar la ausencia de otros 9 diputados de Syriza que no estuvieron de acuerdo con ese plan. Por su parte, Yannis Varoufakis tampoco asistió pero dejó escrita una carta que entregó a la presidenta de la cámara, diciendo que hubiese votado afirmativamente, pero su voto no fue contabilizado porque las reglas del parlamento no permiten votar a distancia.

 

          De esta manera, el Parlamento griego actuó antidemocráticamente en contra de lo decidido en el referendum, autorizando al Gobierno a negociar con los acreedores internacionales en base al programa de reformas del Eurogrupo, que les había sido presentado esa misma semana. Total, que 17 miembros del gobernante Partido Syriza no acudieron o se abstuvieron de votar, incluida la presidente del Parlamento, Zoe Constantopoulou, y el ministro de Energía, Panagiotis Lafazanis, que dijeron "presente", lo cual equivale a abstenerse de votar en señal de oposición al paquete de subidas de impuestos y recortes al gasto. A pesar de estas votaciones “disidentes” por parte de miembros del propio partido de Tsipras, la propuesta de reformas nunca estuvo en riesgo y fue finalmente aprobada por los partidos opositores “pro europeos”.

 

          Antes de que se llevara a cabo la votación, en un discurso dirigido al Parlamento, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha reconocido que su Ejecutivo se ha visto forzado a tomar medidas que no estaban previstas en su programa electoral. "No estoy dejando vendidos a los griegos. Nunca pedí el 'no' para salir de Europa, sino para fortalecer nuestra capacidad negociadora", ha dicho el primer ministro, aclarando que el resultado del referéndum no le atribuía el derecho a romper relaciones con Europa.

 

          Tsipras insistió en justificarse diciendo "haber hecho todo lo humanamente posible en circunstancias difíciles", asegurando que las nuevas medidas abren el diálogo con los acreedores europeos para reestructurar la deuda griega, añadiendo que su nueva propuesta "es mucho mejor que el ultimátum recibido previamente" por parte de la 'troika'. Pero más allá de estas palabras, a nadie se le escapa que el señor Tsipras ha optado por someterse a ese ultimátum, traicionando la voluntad del pueblo griego democráticamente manifestada en el referendum, que él mismo convocó. 

 

          En una larga y esclarecedora carta fechada el 28 de diciembre de 1846, Marx le decía a Pavel Vasilievich Annenkov que:

<<El pequeñoburgués en una sociedad avanzada y, como consecuencia de su posición social (de clase intermedia), por una parte se hace socialista y, por otra, economista: es decir, está deslumbrado por la magnificencia de la alta burguesía y sin embargo simpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que pretende distinguirse del justo medio. Semejante pequeñoburgués diviniza la CONTRADICCIÓN, puesto que la contradicción es el núcleo de su ser>>.  (Op. Cit. “Cartas sobre `El Capital´” Editora Política. La Habana/1983. Pp. 36.)

 

          Pero si la pequeñoburguesía diviniza la contradicción social fundamental entre la burguesía en su conjunto y el proletariado, no es precisamente porque simpatice con los explotados, sino porque también usufructúa de esa relación y le interesa que perdure indefinidamente. Por lo tanto, aun bajo las condiciones más críticas que amenazan con la ruptura política entre ambas clases, es natural que la pequeñoburguesía se someta a los dictados del gran capital sobre el proletariado, dejándose seducir en perjuicio de los más pobres. Tsipras y su partido no han hecho más que confirmar este sabio aserto de Marx, como ha sido y es tradicional en todo movimiento político representativo del medio pelo burgués. Y así fue cómo actuando en contra de la voluntad política de “su” pueblo, Tsipras acabó por aceptar el más duro austericidio propuesto por la “Troika” representativa del capital multinacional a cargo del Gobierno imperialista europeo. Lo hizo inconfesadamente para preservar al sector capitalista subalterno, el suyo, de espaldas a los dolores del pueblo. Resultó ser un falso representante que, por propios intereses creados y con todo el “dolor de su alma”, decidió sacrificar a las mayorías sociales más desfavorecidas en el altar de la alta burguesía. ¿Con qué propósito? Garantizar la estabilidad del sistema que a pequeñoburgueses como él también les favorece, y para tal fin ha impulsado la farsa del referendum: Otro nuevo engaño a los explotados que nosotros denunciamos aquí, para que éste sea el último y no volvamos jamás a delegar el poder político en ningún sitio, sino que pasemos a organizarnos para ejercerlo directamente ad hominem, como mayoría social absoluta que somos en el Mundo y única garantía de la verdadera democracia. Más claro el agua.

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