Libia, la revolución proletaria y el renegado Astarita

 

Introducción

<<El que se hace cargo de dirigir una sociedad sin descomponer su régimen político anterior, a la postre debe contar con ser derrocado por él>> (Nicolás Maquiavelo: "El Príncipe" Cap. V)

Respecto de la actual guerra civil en Libia, decir, en primer lugar que, tomar partido por el bando imperialista enfrentado al régimen nacionalista burgués económicamente dependiente del coronel Gadafi, con el pretexto de que “una democracia burguesa genera mejores condiciones” que una dictadura “para la organización de los trabajadores, para ejercer la crítica y desarrollar actividades de propaganda y denuncias”, como sostiene Rolando Astarita, desde el punto de vista revolucionario es tan falaz esgrimirlo, como ingenuo e idílico resulta, a la luz de la historia, el pasaje bíblico donde el profeta Isaías describe al lobo “habitando con el cordero” y al leopardo “acostándose con el cabrito”.

Más aun teniendo en cuenta que la “democracia” de los rebeldes libios alzados contra la dictadura política de Gadafi, es la que simboliza la bandera que enarbolaron y ampliamente difundieron los medios de comunicación occidentales. La que ondeó en todo el territorio de ese país durante la Monarquía Federal Independiente de Libia, cuyo trono fue ofrecido al Rey Idris en diciembre de 1950, y que éste aceptó logrando aprobar en 1951 una Constitución que le otorgó amplios poderes sobre el Parlamento y las recién creadas fuerzas armadas.

Idris formó un gobierno constituido por los líderes tribales de la oligarquía capitalista, a quienes entregó parte del poder a cambio de su apoyo para ejercerlo despóticamente sobre los explotados. Con el agravante de que durante el reinado de ese sátrapa de la tribu de los Sanussi, emir de Cirenaica, Libia no dejó de ser un protectorado británico, salvo la zona de Fezzan, que siguió controlada por Francia hasta el golpe de Gadafi en 1969. ¿Por qué los “revolucionarios” rebeldes libios prefirieron la bandera proimperialista del régimen autocrático, a la tricolor de la Federacion de Republicas Arabes, que en 1972 unió a Libia con Egipto y Siria tras la ratificación en referendos celebrados por esos tres países?

La democracia burguesa occidental jamás existió Libia. Y esto es tan cierto, como que la forma de gobierno imperante en este país fue y sigue siendo tribal, aunque de clase burguesa. Libia, junto a Yemen y Jordania, es una de las naciones donde las tribus han ejercido el poder político durante siglos. Según el historiador libio Faraj A. Najm, existen en Libia 140 tribus, de las cuales solo 30 tienen influencia política preponderante. Si bien el estilo de vida nómada y pastoril que dio origen a esa forma de organización política ha remitido en Libia notablemente, debido a la creciente urbanización impulsada por la industria del petróleo, esas estructuras de poder tradicionales siguen conservando plena vigencia política.

Si se quiere asimilar la estructura socio-política de Libia a la de países capitalistas dentro de la línea de desarrollo típica de Occidente, puede afirmarse que en esa República existen 140 “partidos políticos” donde el poder social burgués fáctico y el político se funden en una misma estructura de poder; no como en las llamadas “democracias avanzadas”, donde el Estado y la sociedad civil tienen ámbitos de actuación orgánica separados; aunque claro está que el determinante de última instancia en cuanto a lo que suceda —en y con— el gobierno del Estado, no depende de lo que hagan o dejen de hacer los partidos políticos sino de la dialéctica entre los poderes económicos fácticos. Como que —al decir de Engels— el poder político dominante es el poder económico concentrado. De aquí que el partido revolucionario del proletariado en el modo de producción capitalista, deba constituirse por completo al margen y actuar con independencia respecto del Estado burgués en cada país y de los entresijos económicos de la sociedad civil.

La “dictadura política” en Libia que tanto así se pregona, no es, pues, personal; no fue la dictadura del Rey Muhammad Idris al-Senussi, como tampoco cabe calificar hoy en sentido estricto al gobierno actual en ese país como “dictadura de Gadafi”. En todo caso fue y es la dictadura política de una alianza entre determinados clanes burgueses dominantes, cuya cabeza visible es todavía el Coronel Gadafi, sin referente institucional jurídico-político permanente de gobierno. Y enfrentado a ella, un movimiento social armado que tampoco en sentido estricto ha tenido su raíz en el autoritarismo político autocrático que aparentemente reivindica, sino en condiciones económico-sociales que ha venido sufriendo últimamente buena parte de los explotados libios por la crisis actual del sistema capitalista, cuyo descontento está siendo canalizado por intereses en principio encarnados en los clanes, hasta el momento del estallido marginados del poder real.

Por tanto, entremeter en este conflicto a supuestas “libertades democrático-burguesas” tal y como han sido legadas por la Revolución francesa, parece algo tan ajeno a la historia y a la realidad social y política de Libia, como a cualquier felino una ensalada de lechuga. Sin embargo, de que así lo parezca no debiera concluirse su imposibilidad. Dado que el arte político revolucionario consiste, precisamente, en hacer posible lo objetivamente necesario, el problema es saber si este cambio que propone Astarita en la forma de gobierno para Libia, es necesario, . Evidentemente, Astarita entiende que sí. Pero, entonces ¿por qué propone la democracia burguesa y no los soviets?

Sobre esto volveremos más adelante. De momento, decir algo que Astarita no ha contemplado, y es que democracia representativa de partidos y forma tribal de gobierno, explica la diferencia entre lo sucedido en Túnez y Egipto respecto de Libia. La democracia burguesa contempla el ejercicio de supuestas “libertades civiles”, para el cambio de color político-formal en el gobierno burgués del Estado —sin cambio alguno de sustancia social— por mediación de la consabida alternancia político-partidaria electoralista. De aquí que la situación en Libia sea potencialmente más explosiva, precisamente porque, en ausencia de democracia burguesa y de separación entre sociedad civil y Estado, toda crisis económica determine que allí la lucha fraccional por el ejercicio efectivo del poder político, tienda a resolverse por la coacción disuasoria o la violencia, tal como está sucediendo.

En este sentido y solo en éste, la correlación política de fuerzas en Libia puede cambiar y, a juzgar por declaraciones del vocero de la fracción burguesa en el poder, Mussa Ibrahim, hacia allí parecen orientarse asintóticamente las presiones bélicas del capital imperialista, es decir, hacia las cercanías de algo parecido a la salida “democrático burguesa” propuesta por el “marxista” Rolando Astarita:

<<Podremos tener cualquier sistema político, cualquier cambio, constitución, elecciones, cualquier cosa, pero el líder debe llevar adelante todo eso. Esto es lo que creemos", dijo el portavoz Mussa Ibrahim, citado por la radio del Sur

En tal sentido: ¿puede afirmarse sin lugar a equívoco, que la diplomacia secreta de la burguesía internacional fue ajena al cambio de chaqueta, que tan oportunista como precipitadamente protagonizaron no pocos ex altos funcionarios del gobierno presidido por Gadafi, hoy enfrentados a esa fracción burguesa en el poder una vez desatadas las hostilidades? Pues, rotundamente ¡NO!

 

Antecedentes económico-sociales del conflicto

Para juzgar científicamente sobre un enfrentamiento civil en cualquier país o región del Mundo bajo el capitalismo, hay que comenzar analizando la base económica sobre la cual se manifiestan políticamente los intereses de las clases comprometidas en él y la incidencia del contexto internacional. Este análisis permite determinar el carácter de la revolución, la estrategia de poder de la clase revolucionaria fundamental y la táctica política a emplear en cada momento con arreglo a tal estrategia de poder.

Hasta el fin de la Segunda guerra Mundial Libia era una colonia italiana en un territorio eminentemente rural y semidesértico, habitado por no más de un millón de personas, en su mayoría miserables y analfabetas, de las cuales menos de un 25% era urbana. En diciembre de 1951 pasó a ser un país políticamente soberano bajo un gobierno federativo constituido por tres Estados autónomos representativos de las comunidades Cirenaica, Tripolitánea y Fezzan, políticamente unidas por la monarquía del Rey hachemita Idriss. En 1969 el por entonces capitán Muhammar el Gadafi al frente de la “Liga de oficiales unionistas”, convirtió la monarquía en una autoproclamada “República Árabe Libia Popular y Socialista” inspirada en el precedente régimen populista implantado por Jamal Abdel Nasser en Egipto. Además de abolir la constitución instaurada por el Rey Idris, desmanteló las bases militares británicas y norteamericanas, nacionalizando el petróleo, la banca y todas las industrias extranjeras. Y aun cuando gestó una alianza con el bloque soviético, reprimió ferozmente a los comunistas prohibiendo toda literatura marxista en territorio libio.

El avance de la población urbana de composición social mayoritariamente asalariada, comenzó con el descubrimiento y la puesta en explotación de los recursos petrolíferos en 1953. Según el censo de 1995, pasó a ser de 4.8 millones, algo más de 3,6 censados en 1984. En 2003 siguió aumentando hasta llegar a los 5.6 millones, en cuyas progresión destacaron los inmigrantes procedentes del Magreb o del África subsahariana, en su mayoría empleados en la industria petrolífera. Se estima que actualmente, el 88% de la población vive en la franja costera, principalmente en las grandes ciudades, por lo que fuera de estas urbes, la densidad de población es inferior a una persona por Km². A fines de 1982 las estadísticas registran un total de 569.000 extranjeros, el 18% del total del país. De ellos 174.000 oriundos de Egipto, 73.582 de Túnez y 44.546 de Turquía.

Respecto a la estructura demográfica, Libia está formada por una población muy joven. Un 35% es inferior a los 15 años, un 60% se encuentra entre los 15-65 años y menos de un 5% tiene más de 65 años. La tasa de natalidad es bastante alta, en torno al 2% en los últimos datos de 2002 y 2003. Este crecimiento demográfico en Libia, vino impulsado por el progreso económico inducido desde la industria del petróleo. Así, entre 1962 y 1968, el crecimiento del índice de la renta neta nacional pasó de los 131 millones de Dinares Libios a 798 millones, y el PIB aumentó de 163 millones de Dinares a 909 millones, mientras las exportaciones de petróleo en este período se incrementaron en un 835%, lo cual representó el 51% del PIB de 1968.

En los años 70 dichos beneficios alcanzaron los 22 mil millones de U$S en 1975. Y en la década de los 80, el sector energético representó el 65% del PIB y el 99% de las exportaciones. El resto del capital se invirtió en la industria textil, metalúrgica, electrónica y de electrodomésticos. Pero mayoritariamente en la importación y comercio al por mayor y menudeo de productos de consumo final.

Efectos políticos de la crisis económica internacional

¿Cómo influyó políticamente la actual crisis económica internacional sobre Libia? A través de la creciente desigualdad social que comenzó a incidir sobre el país tras la caída de los regímenes burocráticos del llamado “socialismo real”. En 2003, el gobierno libio hizo concesiones políticas y económicas al capital imperialista, abriendo la economía a bancos y empresas —especialmente al sector petrolero— sometiéndose a las exigencias del FMI y del Banco Mundial para promover reformas económicas como la privatización de empresas estatales, reducción de los gastos sociales y de subsidios para la compra de alimentos y combustible.

En este contexto, la actual crisis política del régimen libio tuvo como detonante la presente crisis económica internacional. Libia sigue ostentando uno de los PIB per cápita más altos de África. Sin embargo, a raíz de las mencionadas reformas regresivas del régimen la distribución de esta riqueza se ha vuelto muy desigual. Tres cuartas partes de la población activa es empleada por el sector público. Pero el déficit estatal creciente determinó que los salarios hayan permanecido congelados durante casi 20 años. Por esta causa, el poder adquisitivo de la mayor parte de la población es hoy muy bajo. Para compensarlo, el Estado mantiene aun subvencionados muchos productos alimenticios (harina, arroz, azúcar, té, aceite de girasol y macarrones); el precio de la gasolina es menor a 10 céntimos de euro el litro y la mayoría de la población no paga electricidad, por lo que no se ve pobreza extrema en la calle. Pero a raíz de la privatización de 110 empresas auspiciada el año pasado por el hijo de Gadafi en medio de la crisis, el paro se situó en un 30% conformando el caldo social de la revuelta política, cultivada por la crisis internacional que desató la especulación con los alimentos.

Según el informe del “Instituto Iberamericano de Cooperación para la Agricultura” (IICA):

<<…..a finales de 2010 aparecieron noticias haciendo pensar que el excedente de liquidez se ha refugiado en los mercados agrícolas, ayudando al súbito aumento de los precios. Se ha informado, por ejemplo, que "durante el verano boreal, los especuladores financieros de la Bolsa de Chicago compraron contratos a futuro por cerca de 40 millones de toneladas de maíz. Eso es más que el consumo anual de todo Brasil">>. (Fernando Glenza. Agencia Periodística del Mercosur.

Marx explica este excedente de dinero líquido, diciendo que según avanza el progreso técnico incorporado a los medios de producción, el tiempo de plustrabajo creador de plusvalor aumenta, en todo lo que la productividad del trabajo consigue que disminuya la parte de la jornada laboral que los asalariados emplean en producir el equivalente a sus medios de vida. Y dado el límite natural de la jornada de labor individual, que no puede exceder las 24 horas del día, según se reduce el tiempo en que los asalariados producen diariamente el equivalente a sus salarios, lo que la burguesía obtiene de la venta de sus productos en concepto de plusvalor bajo la forma de dinero —según se suceden las rotaciones del capital—, aumenta, pero cada vez menos, mientras el capital que debe invertir para producirlo aumenta cada vez más. Así, hasta que se presenta una situación en la que el capital incrementado produce la misma masa de plusvalor o menos que antes de su incremento, de modo tal que, en lo sucesivo, la patronal se ve obligada a sustraer sucesivamente de la producción, partes alícuotas del plusvalor obtenido en la producción bajo la forma de dinero, que no compensa a la creciente masa de capital que debe invertir para producirlo. Tal es el “excedente de liquidez” al que se refiere el informe del “Instituto Iberamericano de Cooperación para la Agricultura” que acabamos de citar y que la burguesía invierte en los mercados especulativos de acciones, oro, divisas, suelo, obras de arte, materias primas de origen mineral o agrario, etc.

Según un informe de Lehman Brothers, la inversión especulativa en alimentos ha pasado de 13.000 millones de dólares en 2003 a 260.000 millones en 2008. Dada semejante progresión del capital comprometido, no hay duda de que ésta fue la causa de la crisis alimentaria de ese año. Los precios del Trigo y del maíz subieron de media un 25%. Se produjeron revueltas en cuarenta países y más de 130 millones de personas pasaron a engrosar la legión de hambrientos. En mayo de 2008, el relator de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, denunció que las prácticas de especulación en productos alimenticios estaban detrás de la crisis alimentaria en más de 40 países.

Multinacionales de alimentación como Bunge, Dupont, Cargill, ADM o Syngenta, controlan más del 70% de la oferta de cereales y marcan los precios que les convienen para obtener miles de millones de beneficios. Mientras Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche Bank... especulan con el precio de los alimentos y presentan esa inversión especulativa como sector seguro y rentable: Se nos habla de un derecho humano indiscutible: el derecho a la vida, a una existencia digna. Pero la realidad es que hoy, bajo el capitalismo, la especulación determina que pobreza y hambre no permitan vivir con dignidad a más de 1.100 millones de personas.

Según las cifras que se reflejan en este gráfico , la especulación con materias primas entre 2006 y 2010, incrementó el precio de los alimentos en aproximadamente un 184%. Esta realidad es todavía más dramática si se tiene en cuenta que, cuanto más bajos son los salarios, el peso específico de los medios básicos de vida es mucho mayor que el de los demás componentes de la canasta familiar.

 

Carácter de la revolución, estrategia de poder y forma de Gobierno

Estamos, pues, en presencia de un país de estructura capitalista (sin resabios sociales medievales), políticamente soberano y económicamente dependiente en la etapa tardía o postrera del capitalismo. Es un capitalismo de Estado típico cuya columna política vertebral es el ejército, en una sociedad donde los asalariados constituyen la mayoría absoluta de la población y la brecha en términos de reparto de riqueza respecto de los sectores patronales, se vuelve más ancha y honda según se asciende en la escala social.

Por tanto, en primer lugar, es necesario tener claro siendo plenamente conscientes, de que la revolución en Libia no es de carácter democrático burgués sino democrático-proletaria; en segundo lugar, la estrategia de poder es socialista; ergo: la táctica política pasa no por atender a —o entretenerse en— la falsa dialéctica burguesa entre dictadura política y democracia formal burguesas sin sacar los pies del tiesto capitalista. ¡NO! De lo que se trata es resolver políticamente la dialéctica social entre burguesía y proletariado, forjando un producto: el socialismo, la democracia real.

¿CÓMO HACERLO? Según la línea de pensamiento marxista, la primera y primordial tarea es crear un partido revolucionario todavía inexistente con influencia sobre masas asalariadas, como instrumento para la obtención de tal producto.

Y un partido revolucionario en las condiciones de Libia, no se construye con las “armas políticas melladas” del capitalismo, esto es, reivindicando ante los explotados el tradicional instrumento de dominación política por excelencia de la burguesía sobre el proletariado, como es la partidocracia burguesa, sino levantando muy alto la dictadura democrática del proletariado.

Libia no es un Estado como el alemán en el Siglo XIX ni como el ruso en el Siglo XX, con un gobierno de carácter autocrático feudal en manos de una aristocracia terrateniente con una mayoría absoluta de campesinos sometidos a relaciones de señorío y servidumbre, y donde haya por tanto tareas sociales democrático-burguesas que cumplir. Libia es un Estado capitalista del Siglo XXI, de caracter burgués políticamente organizado en tribus, con dominio sobre una mayoría absoluta de asalariados. Por tanto, la fórmula de poder es, consecuentemente, la dictadura democrática del proletariado y el gobierno de tipo soviético.

 

Teoría y práctica de la relación entre dictadura y "democracia"

Durante los primeros meses de la revolución europea de 1848-49, Marx y Engels aconsejaron al proletariado actuar como ala izquierda en las organizaciones políticas de la pequeñoburguesía. Así lo hicieron pensando que en una sociedad dominada por una ya decadente clase aristocrática terrateniente y financiera corrupta, políticamente anclada en un régimen de monarquía absoluta, donde el proletariado era todavía una isla rodeada por un mar de pequeños campesinos parcelarios, la revolución era y debía ser de carácter democrático-burgués.

Y es que la clase revolucionaria fundamental en aquel momento, era la burguesía, incluyendo naturalmente en su correspondiente bloque histórico de poder a los campesinos o pequeñoburguesía agraria. Por tanto, dada su condición de relativa minoría social en la próxima revolución antifeudal, el proletariado no debía ni podía pasar de ser un simple asistente o auxiliar de ese bloque social burgués supuestamente revolucionario.

Este planteo de Marx y Engels, inspirado en las condiciones económico-sociales de la época, —que no en las formas de dominación política del enemigo—, llevaba a una inmediata consecuencia organizativa: de momento, nada de partido proletario. De hecho, la primera organización revolucionaria de filiación asalariada en Alemania, fue la Liga de los Comunistas, no precisamente concebida por sus creadores para la acción política directa con vistas a la toma del poder por parte del proletariado, sino exclusivamente para la propaganda, entre otros objetivos, para la sustitución de la autocracia por la democracia burguesa.

¿Cómo se explica esta aparente contradicción? Aun cuando en el "Manifiesto" expusieran claramente que el objetivo inmediato de los comunistas es la <<constitución de todos los proletarios en clase>> para el <<derrocamiento de la dominación burguesa>>, lo cual sugiere sin duda la idea de crear un partido proletario independiente de toda influencia burguesa, al mismo tiempo que, contradictoriamente, Marx y Engels dicen allí que los comunistas <<no forman un partido aparte>> aunque son <<el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países>>.

En este sentido, lejos de ofrecer al proletariado una orientación precisa tendente a su inmediata unidad política de clase independiente para la toma del poder, el "Manifiesto" parece más bien reconocer su debilidad social como clase todavía inferior en número respecto del campesinado tipificado por aspirar a la propiedad de la tierra como pequeñoburguesía. Por tanto, si las condiciones económicas y sociales de esa etapa determinaban que el carácter de la revolución debía ser democrático-burgués, la clase revolucionaria fundamental era la pequeñoburguesía; ergo, en esa revolución el proletariado debía actuar políticamente como una clase auxiliar o asistencial de la burguesía en su conjunto. Nada más.

Tal fue la razón por la cual Marx y Engels desde 1845, llegaron a la conclusión de que, en el primer acto de aquél drama que fue la Revolución burguesa en Europa, los revolucionarios proletarios debían participar en las organizaciones democráticas de la pequeñoburguesía, siguiendo la propia dinámica de la revolución democrático-burguesa que esas organizaciones se propusieron programáticamente. ¿En qué consistió, pues, esa revolución, la de Febrero de 1848 en el Continente europeo? En la fraternité entre obreros, campesinos y burgueses unidos en la lucha contra la monarquía absoluta y la aristocracia feudal.

Pero una vez que, con la ayuda de campesinos y obreros, consiguió derribar todos los obstáculos que la aristocracia terrateniente le puso por delante, resultó que la burguesía europea se colocó a la cabeza de la contrarrevolución, doblegando al proletariado para implantar la dictadura de su propia clase. En Francia, donde su poder era mayor, lo hizo por sí sola derrotando al proletariado en julio de 1848. Y en Alemania, donde era más débil, se sometió cobardemente a la reacción feudal de la monarquía prusiana para evitar que la revolución democrática y popular obrero-campesina triunfe, como así sucedió.

A la vista de tales resultados, desde marzo de 1850 —fecha en que procede a reorganizar la Liga de los Comunistas— la fracción revolucionaria de la “Liga de los Comunistas” encabezada por Marx y Engels, dio por acabado el tramo del proceso revolucionario presidido por la burguesía, en cuyo trecho el proletariado se limitó a ejercer de auxiliar en la lucha contra el absolutismo. Y ante el previsto “segundo acto” de la revolución y la ya probada pusilanimidad de la burguesía alemana y la cobardía de las organizaciones políticas de la pequeñoburguesía rural y urbana socialmente mayoritarias durante el “primer acto” en 1848, Marx y Engels coincidieron en que el proletariado debía dejar atrás su condición de auxiliar de la burguesía, para asumir su papel de vanguardia de la revolución antifeudal en Alemania, y sin solución de continuidad comenzar la revolución proletaria en una dinámica de revolución permanente.

Para ello, hubo que utilizar el instrumento o medio de acción sin el cual tal pretensión es imposible. Ese instrumento fue la organización política indepen¬diente de los comunistas, cuyo cometido pasaba, a su vez, por contribuir a enriquecer la FILOSOFÍA del materialismo histórico desde los resultados de la práctica política misma. Y el requisito indispensa¬ble de tal cometido, consistió en resistir la tentación del pasado, rechazando decididamente las ofertas de unión que los demócratas pequeñoburgueses oprimidos por la reacción demandaban al proletariado, para convertirle en un apéndice de sus intereses de estatus pequeñoburgués dentro de la sociedad capitalista.

Así fue cómo el 11 de marzo de 1850, la “Nueva Gaceta Renana” publicó un documento de la “Asociación Obrera de Colonia” dirigido a las asociaciones obreras de la provincia renana, para establecer relación regular. De ahí, al parecer, salió el acuerdo para que el comité de la “Asociación Obrera de Colonia” asumiera las funciones de comité regional. Semejante responsabilidad asumida, obligó a la “Liga de los Comunistas” a empeñar todas sus fuerzas en la tarea de agrupar a las asociaciones obreras de la región, en detrimento de sus actividades dentro del movimiento democrático pequeñoburgués. Así es como se tomó la decisión de que los miembros de la Liga renuncien a sus cargos directivos dentro del “Partido Demócrata de Renania”. En la declaración que hicieron para fundamentar esta decisión se decía:

<<Estimamos que la organización actual de las asociaciones democráticas encierra en su seno demasiados elementos heterogéneos para que sea posible una actividad provechosa en relación con el objetivo que se ha fijado la causa. Consideramos, por el contrario, que una ligazón más estrecha de las asociaciones obreras es preferible porque están compuestas de elementos homogéneos, y por esta razón dimitimos desde hoy del comité regional renano de las asociaciones….>> (Cfr. F. Claudín: “Marx, Engels y la Revolución de 1848” Cap. II-6 El subrayado nuestro)

Firmaron esta declaración: Marx, Schapper, Annecke, Becker y Wolff. El sentido de este texto se precisa más con el acuerdo que adoptó al día siguiente la asamblea de la Asociación Obrera:

<<…1) Salir de la Federación de asociaciones democráticas de Alemania y afiliarse a la Federación de asociaciones obreras alemanas; 2) Encargar a su Comité de convocar en Colonia un congreso provincial de todas las asociaciones obreras de Renania y Westfalia antes de la reunión del congreso general de trabajadores de Leipzig, con objeto de estrechar los vínculos del partido auténticamente social; 3) Enviar delegados al congreso de las asociaciones obreras de Alemania que tendrá lugar próximamente en Leipzig>> (Op. cit)

Cierto es que por su propia naturaleza de clase, el proletariado tiende históricamente a sobrepasar o trascender políticamente los límites de las organizaciones que su momentánea debilidad social le obligaban a integrar. Estando vinculados a alguna forma de propiedad sobre los medios de producción, las demás clases y sectores de clase tenían y tienen una meta dentro de la sociedad constituida, mientras que, al carecer en absoluto de toda propiedad que no sea su propia fuerza de trabajo, el proletariado no tuvo ni tiene ningún fuero para reclamar; en las condiciones de existencia del obrero están anuladas todas las condiciones de existencia basadas en cualquier forma de propiedad privada sobre los medios de producción.

Por tanto, si desde el punto de vista de las formas de propiedad coexistentes en la moderna sociedad burguesa, el proletariado no tiene ningún lugar o fuero que ocupar en ella, su acción tiende objetivamente —es decir, lo quiera o no— a destruir esa sociedad, a reemplazarla por otra cuya forma de propiedad esté acorde con su naturaleza de clase.. Esa forma de propiedad es la ausencia de toda propiedad sobre los medios de producción, es decir, el socialismo:

<<Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes, trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales sino aboliendo el modo de apropiación en vigor y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente>> (K. Marx-F. Engels: "Manifiesto comunista" Cap. I. Subrayado nuestro)

Ahora bien, si el proletariado no tiene metas que alcanzar en la sociedad de clases, pero de momento no podía más que sumar sus fuerzas a la de ciertas clases subalternas de la sociedad existente que sí tenían y tienen metas que alcanzar, esto quiere decir que su lucha debe adoptar necesariamente una dinámica de revolución permanente. Aunque expresan claramente esa idea en el "Manifiesto", Marx y Engels emplearon por primera vez este término en la Circular del 10 de Marzo de 1850, donde trazaron la línea de comportamiento de los revolucionarios dentro del amplio movimiento democrático de carácter social pequeñoburgués y burgués radical:

<<Mientras que los pequeños burgueses desean que la revolución termine lo antes posible alcanzando a lo sumo las metas señaladas, nosotros estamos interesados, y esa es nuestra tarea, en que la revolución se haga permanente, en que dure el tiempo necesario para que sean desplazadas del poder las clases más o menos poderosas, el proletariado conquiste el poder y la asociación de los proletarios, no sólo en un país, sino en todos los países prominentes del mundo entero, se desarrolle hasta acabar con la competencia entre los proletarios de estos países, concentrando en manos del proletariado, por lo menos, las fuerzas decisivas de la producción. Para nosotros no se trata de modificar la propiedad privada, de lo que se trata es de destruirla; no se trata de paliar las contradicciones de clase sino de la abolición de las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente sino de instaurar una nueva sociedad.>> (K. Marx-F.Engels: "Circular del 10 de Marzo de 1850". Subrayado nuestro)

Esta dinámica de revolución permanente aparece sintetizada en el programa genérico del genérico Partido Comunista que se incluye en la parte IIª del "Manifiesto", y cuya adaptación para las condiciones de Alemania fue publicado entre el 21 y el 29 de marzo de 1848 bajo el título de: "Reivindicaciones del Partido Comunista Alemán", lo cual supone la formulación de un doble poder entre el bloque histórico compuesto por la pequeñoburguesía rural y urbana hegemonizada por el proletariado y el otro bloque enemigo conformado por los restos de la aristocracia feudal terrateniente y financiera hegemonizado ya por la burguesía.

Entre las medidas a tomar que incluyen las "Reivindicaciones", figura la declaración de Alemania como república una e indivisible; la implantación del sufragio universal; el armamento del pueblo entendiendo al ejército como un cuerpo armado y de trabajo al mismo tiempo, es decir, como una institución autogestionaria; eliminación de todas las cargas feudales (trabajo y tributos, diezmos, etc.) que pesan sobre la población, sin indemnización alguna; confiscación de las fincas de los príncipes y demás posesiones feudales; todas las tierras, minas, canteras, etc., se convierten en propiedad del Estado obrero; las hipotecas que pesan sobre los campesinos se declaran propiedad del Estado; los campesinos abonarán al Estado los intereses de esas hipotecas; en las regiones en que está desarrollado el sistema de arriendo, la renta del suelo o precio de arrendamiento se pagará al Estado en concepto de impuesto; en lugar de los bancos privados será instituido un banco del Estado cuyos títulos tendrán curso obligatorio; el Estado tomará en sus manos todos los medios de transporte, ferrocarriles, canales, barcos, caminos correos, etc., convirtiéndolos en propiedad del Estado y poniéndolos a disposición de la clase desposeída; las retribuciones de todos los funcionarios del Estado serán idénticas, salvo en los casos de familia numerosa que recibirán una retribución mayor; completa separación de la iglesia del Estado. El clero de todas las confesiones será pagado por su feligresía respectiva; reducción del derecho de herencia; implantación de fuertes impuestos progresivos y abolición de los impuestos sobre los artículos de consumo; organización de talleres nacionales. El Estado garantiza a todos los trabajadores medios de subsistencia y asume el cuidado de los incapacitados para trabajar; instrucción pública general y gratuita.

Está claro: se trata de un programa que hace desaparecer todas las relaciones de producción feudales, al tiempo que disminuye las cargas sociales que habían venido pesando sobre campesinos y demás sectores medios de la sociedad rural y urbana. Por último, la implantación de impuestos progresivos supone una especie de control obrero sobre las rentas de la burguesía, pero en modo alguno obstaculiza la acumulación del capital, aunque la limitación del derecho de herencia tiende, en perspectiva, a una confiscación paulatina de los medios de producción. Aunque este programa no trascendía el carácter burgués de la revolución alemana, sí suponía la implantación de la República Roja, que no era precisamente ese el objetivo inmediato que se proponían los revolucionarios alemanes, hasta ese momento dispuestos a colaborar con la burguesía para transformar la monarquía absoluta en monarquía constitucional, es decir, la instauración del poder político a cargo de la burguesía. La táctica consistía en dejar que la burguesía se hiciera cargo del Estado, previendo que la propia dinámica objetiva obligara al proletariado, sin solución de continuidad, a proseguir la lucha —ahora por el derrocamiento de la burguesía— para que la República roja iniciara la transición al socialismo.

En síntesis, una estrategia de poder proletario basada en un programa de transición del capitalismo al socialismo, que se comprende en el concepto de revolución permanente inspirada, a su vez, en la idea más genuina y originaria de la democracia adaptada a los tiempos modernos, una palabra que, para la nobleza todavía dominante en aquella época, era sinónimo de subversión social y cuyos más firmes paladines eran los comunistas de entonces, reconocidos por toda la sociedad como el sector más democrático, en virtud de postular la abolición de toda propiedad. Desde los tiempos de Robespierre y el revolucionario "descamisado" Babeuff, el término democracia —profundamente odiado y no menos temido por la nobleza— no se entendía más que vinculado a las aspiraciones económicas de las clases subalternas en la sociedad feudal, la burguesía, los campesinos y artesanos, a los que se fue agregando paulatinamente el proletariado rural y urbano. Durante un discurso pronunciado en noviembre de 1849, el diputado terrateniente prusiano y futuro canciller de la Alemania unificada, von Bismark, con toda naturalidad y desprecio llamaba <<demócratas>> a los miembros del partido agrario pequeñoburgués, a quienes, al mismo tiempo, tildaba de <<agitadores que alborotaban a los trabajadores de la tierra>>:

La idea de democracia estaba entonces íntimamente vinculada con las aspiraciones materiales que cada sector de las clases subalternas reclamaban a las clases económicamente dominantes dentro de aquella sociedad de clases medio feudal y medio capitalista. En este sentido, al diferenciarse de organizaciones burguesas y pequeñoburguesas proclamando públicamente el principio de la comunidad de tierras y demás medios de producción de riqueza, los comunistas eran considerados como la suprema expresión de la democracia, su forma más radical. De ahí que para Marx y Engels nadie más que los comunistas podían reclamar para sí el atributo de demócratas. Para ellos, como para el resto de la sociedad, era claro que al luchar por erigirse en clase dominante, los comunistas estaban luchando por la vigencia de la democracia en plenitud:

<<Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia.>> (K.Marx-F.Engels: "Manifiesto Comunista" Cap. I)

En ese proceso de lucha por la conquista de la democracia según su etimología, hasta cierto punto demócratas pequeñoburgueses y comunistas estaban condenados a marchar juntos en contra de sus enemigos comunes, en la conciencia y certidumbre de que la lucha consecuente por la democracia debía culminar elevando el proletariado a la condición de clase dominante. Sólo en este preciso contexto de significados es legítimo comprometer a Marx en la táctica de la lucha por la democracia como enlace estratégico con el socialismo. En octubre de 1847, Engels escribía en un artículo aparecido en la "Deutsche Brüseler Zeitung":

<<Los comunistas, lejos de provocar, en las actuales circunstancias, inútiles enfrentamientos con los demócratas, se comportan como demócratas en todas las cuestiones prácticas del partido. La democracia tiene como consecuencia en todos los países avanzados el poder político del proletariado, y el poder político del proletariado es la primera condición previa de toda iniciativa comunista. Mientras no se haya conquistado la democracia, los comunistas y los demócratas combatirán codo con codo, los intereses de los demócratas serán los de los comunistas. Hasta ese momento, las diferencias de los dos partidos tienen una naturaleza teórica y pueden discutirse perfectamente en forma teórica, sin que la acción común se vea perjudicada de alguna manera. Puede haber acuerdo también en algunas iniciativas que deberán emprenderse sin ninguna demora para la consecución de la democracia en beneficio de las clases oprimidas, tales como la gestión por parte del Estado de la gran industria, de los ferrocarriles, de la educación de los niños por cuenta del Estado, etc.>> (F. Engels: op. cit. por A. Rosenberg: ibid)

Pero la “República” surgida de ese Gobierno Provisional, no fue la que aprobaron los representantes del pueblo francés en la Asamblea Nacional el 4 de mayo, no fue aquella que soñó, por la que luchó y conquistó el proletariado en las barricadas de París, la de las instituciones democrático-sociales descritas por Engels interpretando aquellas aspiraciones de los asalariados franceses. La burguesía jamás respetó la democracia. Se inventó una para su particular uso burocrático-totalitario poniendo en valor eso de que “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”, para que “del plato a la boca se pierda la sopa”. Por eso la república burguesa del 4 de mayo dejó de ser la república democrática conquistada por el pueblo francés el 25 de febrero y no fue “ningún arma revolucionaria contra el orden burgués” sino que fue “la reconstitución política” de ese orden. Y como el proletariado no aceptó este fraude, fue necesario que la burguesía apelara a la violenta contrarrevolución de junio:

<<Por eso la verdadera cuna de la república burguesa no es la victoria de febrero sino la derrota de junio>> (K. Marx: “La lucha de clases en Francia” Cap. I)

Y en ese momento quedó claro que la institución que preparó la derrota de las mayorías sociales en junio, fue el Gobierno Provisional de la Segunda República burocráticamente instituido y dirigido por la minoría burguesa organizada en torno al periódico "Le National”. ¿Cómo? Haciendo palanca sobre la crisis económica de 1846 que acabó dividiendo a los asalariados, entre la creciente penuria relativa de los empleados, y la miseria más absoluta de los desempleados; lo cual permitió a los burgueses convertir a estos últimos en carne y espíritu de la contrarrevolución. ¿Con qué instrumento? Los Talleres Nacionales bajo jurisdicción del Estado, concebidos por el republicano socialista Louis Blanc —nombrado ministro de trabajo— para mitigar el creciente paro mediante subsidios disfrazados de empleo en obras públicas, con la ilusoria esperanza de que por ese medio se transformaran paulatina y pacíficamente las relaciones de producción burguesas en socialistas. Talleres Nacionales

Inaugurados el 27 de febrero de 1848 por el representante de la burguesía llamado Pierre Marie burocráticamente nombrado flamante Ministro de Obras Públicas, de la misma forma burocrática este señor decidió, a su vez, designar al ingeniero químico Émile Thomas para convertir dichos talleres en una institución militar:

<<La organización de Thomas, al mismo tiempo que dirigía los trabajos públicos de emergencia pagaba los subsidios. Pero lo más importante era que los desocupados estaban organizados militarmente con un sistema preciso de jefes y subjefes estudiados para esa ocasión. Se podría comparar con el “servicio de trabajo” de la Alemania posterior a 1933 (…) El fin político perseguido por los republicanos burgueses con esta organización logró plenamente una ruptura entre los que trabajaban y los desocupados. Los que trabajaban y enviaban sus representantes al palacio de Luxenburgo, eran partidarios en general de la democracia socialista; los desocupados, insertos en la organización de las fábricas nacionales, estaban por lo general a favor de la democracia burguesa.
Podría sorprender la facilidad con que los desocupados se dejaron ganar, en ese momento, para la causa de la burguesía. Pero
(ante la ausencia de un partido revolucionario) se debe considerar la confusión política general causada por la propaganda democrática de la época. Existía la república y el sufragio universal. Aparentemente en Francia “mandaba el pueblo” y el gobierno (provisional) demostraba que le interesaban mucho los problemas de los obreros desocupados y les pagaba una subvención en los momentos de necesidad, y esto parecía entonces una gran conquista social. ¿Por qué, pues, los desocupados no debían seguir a jefes como Marie y Thomas, que no hacían más que beneficiarlos. Louis Blanc y sus amigos habían perdido, en cambio, el contacto con los desocupados. Éste fue el pecado más grande que cometieron los republicanos socialistas en los meses que siguieron al 24 de febrero. El hecho de que el partido de El National fuera capaz de organizar en París un ejército de cien mil desocupados, hacía imposible cualquier acción revolucionaria de los demócratas socialistas.>> (Arthur Rosenberg: Op. cit. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Esta que se describe aquí es, sin haber cambiado un ápice, la misma tramposa y criminal “democracia” que Astarita preconiza hoy al ensalzar las elecciones periódicas e instituciones tales como el parlamento, para que se abracen a ella los asalariados Libios en colaboración informal objetiva con el accionar político y militar del capital imperialista. La esencia política que demostró encarnar la burguesía francesa entre febrero y julio de 1848, es la misma que siguen esgrimiendo sus homólogos descendientes como dos gotas de agua en cualquier latitud del Planeta

 

El punto de vista burgués vulgar y el concepto revolucionario de las palabras democracia y dictadura

Como decía Lenin en abril de 1905 —y acordamos en esto con Rolando Astarita— a la hora de combatir el despotismo de cualquier dictadura política:

<<La socialdemocracia (revolucionaria) no da la espalda a la lucha por la libertad política porque ésta sea una libertad política burguesa>> (“La dictadura Revolucionaria Democrática del proletariado y el campesinado”. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Pero decía esto entendiendo por “libertad política burguesa” a la del campesinado ruso que reclamaba la propiedad sobre la tierra, no a la de la burguesía comercial e industrial propiamente dicha representada en el Partido Demócrata Constitucionalista (KDT). Y no porque pensara que la democracia burguesa conseguida con la lucha de los explotados contra el despotismo feudal “genere mejores condiciones para la organización de los trabajadores, para ejercer la crítica y desarrollar actividades de propaganda y denuncias”, como sugiere Astarita. Como si la libertad política no tuviera porvenir más allá del capitalismo; como si fuera una exclusiva virtud de la burguesía, que es lo que de contrabando nos ha venido vendiendo la burguesía desde siempre.

Según progresa la fuerza productiva del trabajo social, los asalariados son empujados cada vez con más ímpetu y frecuencia por las leyes económicas del capitalismo, a superar políticamente el sistema de vida burgués. Ante esta inevitable realidad, para preservar su dictadura de clase los burgueses son obligados periódicamente por esas mismas leyes a negar su propia dictadura “democrática”, implantando dictaduras político-militares abiertas. ¿Cómo es posible superar el capitalismo, si a la hora de luchar contra esas dictaduras, el proletariado vuelve a poner su libertad política en el cepo de la partidocracia burguesa, tal como Astarita propagandiza a propósito de la presente guerra civil en Libia? Es necesario comprender que la alternancia entre dictadura política y democracia de partidos, es esencial a la preservación de la sociedad capitalista, a la reproducción de la dictadura social de clase burguesa sobre sus explotados. ¡¡Esta verdad es la que se impone propagandizar para contribuir a la construcción de un partido revolucionario donde no lo hay!!

Por tanto, si se trata de ejercer una libertad política que los explotados necesitan y la sociedad capitalista impide, es la realidad misma la que les induce a ello durante uno de los tantos momentos provisionales de alternancia entre dictadura política y “democracia” o viceversa, en que la burguesía tiende a contener el ímpetu de las mayorías sociales dentro de los límites de su dictadura social minoritaria. Pero solo la existencia de un partido revolucionario puede hacer comprensible a los explotados esa necesidad objetiva de su libertad política, como condición de que puedan ejercerla lo más efectiva y eficaz posible, cualquiera sea la forma política de dominación que el enemigo de clase alternativamente adopte antes del enfrentamiento decisivo, lo cual supone comprender que ambas formas constituyen de suyo un límite a esa libertad política necesariamente superadora.

Mientras tanto, ni qué decir tiene que los revolucionarios no vamos por ahí con un cartel en la frente que reniega de la libertad política dentro de los límites políticos férreamente fijados por la burguesía. Porque habida cuenta de que las necesidades sociales de los explotados siempre les acaban exigiendo ir con su lucha por la libertad más allá de tales límites políticos, tal repudio desde el punto de vista del necesario aprendizaje por la propia experiencia sería una insensatez política.

Pero otra cosa es preconizar aquerenciarse en esos límites políticos pretextando la preferencia por el “mal menor” de la “democracia” respecto del mal relativo mayor que la dictadura supone; consagrar ideológicamente el lado jurídico-político “natural” o bueno frente a su lado “artificial” o malo en que alternativamente mutan o cambian las formas políticas de dominio de la burguesía, para conservar la realidad social del sistema capitalista.

Esto que hace el profesor universitario Rolando Astarita, es puro filisteismo pequeñoburgués, como le demostró Marx a Proudhon en 1847 aludiendo a los economistas que, para justificar el capitalismo respecto del feudalismo, solían distinguir entre instituciones artificiales y naturales. Las del feudalismo eran, para ellos, artificiales, en tanto que las de la burguesía eran naturales. Y Marx dice que este pensamiento se parece al de los teólogos, quienes distinguen entre dos clases de religiones, la que ellos profesan es una emanación divina, mientras que cualquier otra es una invención humana:

<<Al decir que las actuales relaciones capitalistas son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son, en sí, leyes naturales independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que, hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay. Hubo historia porque hubo instituciones feudales y porque en estas instituciones nos encontramos con unas relaciones de producción completamente diferentes de las relaciones de producción propias de la sociedad burguesa que los economistas quieren hacer pasar por naturales y, por tanto, eternas.>> (K. Marx: "Miseria de la Filosofía"Sétima observación)

Y retomando seguidamente la filosofía particular de Proudhon acerca del lado bueno y el lado malo de cada cosa, donde proponía hacer que prevalezca el lado bueno sobre el lado malo, Marx señala que el feudalismo también tenía dos elementos antagónicos que se designan como el lado bueno y el lado malo, pero que en esa dialéctica Proudhon no tenía en cuenta que,…

<<….en definitiva, el lado malo prevalece siempre sobre el lado bueno. Es cabalmente el lado malo el que, dando origen a la lucha, produce el movimiento que crea la historia. Si, en la época de dominación del feudalismo, los economistas, entusiasmados por las virtudes caballerescas, por la buena armonía entre los derechos y los deberes, por la vida patriarcal de las ciudades, por el estado de prosperidad de la industria doméstica, por el desarrollo de la industria organizada en corporaciones, cofradías y gremios, en una palabra, por todo lo que constituye el lado bueno del feudalismo, se hubieran propuesto la tarea de eliminar todo lo que ensombrecía este cuadro —la servidumbre, los privilegios y la anarquía—, ¿Cuál habría sido el resultado? Se habrían destruido todos los elementos que desencadenan la lucha y matado en germen el desarrollo de la burguesía. Los economistas se habrían propuesto la empresa absurda de borrar la historia.>> (Op. cit. El subrayado nuestro)

Esto es, precisamente, lo que nos está proponiendo Astarita que hagamos en la superestructura política del sistema capitalista tardío ante situaciones como la de Libia: combatir entusiástica y hasta heroicamente si cabe, el lado malo del capitalismo: las dictaduras, reconquistando su lado bueno: las supuestas libertades democráticas. Y así per omnia secula seculorum. O sea, reemplazar en la conciencia de los explotados el concepto de revolución y progreso social —como síntesis resolutiva entre el lado bueno y el lado malo de cada realidad epocal—, por la reincidencia en consagrar el lado bueno dejando intacta la relación contradictoria con su lado malo. Enaltecer la permanente idiotez política que supone abrazar la estúpida, insensata y retrógrada idea, de que hasta la Revolución Francesa hubo historia pero ya no la hay.

Lo que se oculta detrás de semejante proposición, es que según progresa la acumulación y se suceden las crisis económicas, la centralización de la propiedad sobre los medios de producción es cada vez más acusada y el lado económico malo del capitalismo: el monopolio, aunque no la neutraliza, prevalece cada vez más sobre la competencia. Esto naturalmente tiene su reflejo necesario en la superestructura política, donde su lado bueno, las presuntas libertades democráticas de los llamados “ciudadanos”, son cada vez más sofocadas por el recurso a la violencia totalitaria toda vez que fracasan las formas políticas consensuadas, no por eso menos totalitarias, subrepticiamente orientadas a colonizar la conciencia de los explotados por los medios privados de comunicación en la sociedad civil, tanto como por los aparatos ideológicos del Estado, tendentes a introyectar en ella el llamado pensamiento único, como síntesis dialéctica complementaria entre el “lado político malo” y el “lado bueno” del capitalismo. Tal es el secreto ideológico reaccionario subyacente a la proposición de Astarita.

Lo que es necesario hacer puestos ante el lado político malo del capitalismo en su etapa tardía, NO es reproducir la UNIDAD DIALECTICA BURGUESA reemplazando hasta la nausea las dictaduras políticas burguesas por su “lado político bueno”: la democracia, sino ACABAR con esa dialéctica SOCIAL del capitalismo mediante la DICTADURA DEMOCRÁTICA DEL PROLETARIADO, poniendo fuera de la nueva ley jurídica de esa dictadura democrática a la propiedad sobre los medios de producción y de cambio en las grandes y medianas empresas capitalistas, a la vez que implantando el control obrero de la producción en las pequeñas empresas.

Así lo comprendió Marx el 14 de setiembre de 1848 aplicando esta misma lógica revolucionaria a las condiciones socio-económicas y políticas de la época durante la etapa temprana del capitalismo. Y así lo dejó escrito en la edición de la “Nueva Gaceta Renana”, diciendo que para superar el despotismo feudal, el bloque histórico de poder proletario-campesino debía ir más allá de implantar la libertad democrático burguesa formal durante el Gobierno Provisional, Revolucionario, imponiendo su propia dictadura interclasista (proletario-campesina) absolutamente mayoritaria y, por tanto, democrática:

<<Las condiciones provisionales de todo Estado después de una revolución reclaman una dictadura, y una dictadura enérgica. Nosotros le hemos reprochado a Kamphausen (presidente del consejo de ministros después del 18 de marzo de 1848) desde el primer momento, el no haber actuado dictatorialmente, el no haber destruido y eliminado inmediatamente los residuos de las viejas instituciones. Mientras el señor Kamphausen se mecía en sueños constitucionales, el partido derrotado (es decir, el partido de la reacción) reforzaba sus posiciones en el campo de la burocracia y en el del ejército, y hasta se atrevía a lanzarse, de vez en cuando, al combate abierto.>> (Op. Cit. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Éste fue, exactamente, el espíritu que recogió Lenin el 12 de abril de 1905 para impugnar el intento menchevique de distinguir entre gobierno provisional revolucionario y dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado, calificando tal distinción de “escolasticismo inerte”. Porque —si como es cierto— que el gobierno provisional revolucionario surgió de la revolución democrático-burguesa protagonizada por el bloque histórico de poder entre el proletariado y los campesinos, era evidente que Rusia estaba ante la dictadura revolucionaria de ese bloque de poder político democrático proletario-campesino, para destruir la maquinaria política del Estado absolutista sin retorno al Estado estamental en el que la burguesía tenía su sitio, sino implantando el nuevo gobierno democrático de los soviets de obreros, campesinos y soldados:

<<Basta con recordar esta verdad elemental para comprender que el gobierno provisional revolucionario no puede ser otra cosa que la dictadura revolucionaria democrática del proletariado y los campesinos>> (V.I. Lenin: “La Dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado”. Subrayado nuestro)

Pero una vez que la libertad política del proletariado y los campesinos ha trascendido los límites del absolutismo feudal cristalizado en dictadura democrático-burguesa institucionalizada en el gobierno provisional, el proletariado debe ejercer su libertad política en el seno del pueblo, pugnando sin solución de continuidad por convertir la revolución democrático-burguesa en revolución permanente. Nada más falso, pues, desde el punto de vista revolucionario, marxista, que meter el concepto de libertad política —referido a la revolución democrática—, en el cepo de la democracia burguesa. Sobre esto, siguiendo a Marx y Engels, alertaba Lenin en abril de 1917 tras la experiencia fallida de 1905, diciendo al respecto que la libertad política no debía quedarse en los límites de las ilusiones constitucionalistas inducidas por la burguesía rusa organizada en el Partido Demócrata Constitucionalista de Kerensky:

<<El tipo más perfecto, más avanzado de Estado burgués, es la república democrático parlamentaria: el poder se confiere al parlamento; la maquinaria del Estado, el aparato y los organismos de la administración son los usuales: el ejército regular, la policía y la burocracia, que en la práctica es inamovible, goza de una situación privilegiada, y está por encima del pueblo.
Sin embargo, a partir de siglo XIX, las épocas revolucionarias anticiparon un tipo
superior de Estado democrático, un Estado que, en ciertos aspectos —como dijo Engels— deja de ser un Estado, “ya no es un Estado en sentido propio de la palabra". Se trata de un Estado del tipo de la Comuna de Paris, una Estado en el que el ejército regular y la policía, divorciados del pueblo, son reemplazados por el armamento directo del pueblo mismo. Este rasgo es lo que constituye la esencia de la Comuna, que ha sido falseada y calumniada por los escritores burgueses, y a la que, entre otras cosas, se le atribuyó erróneamente, la intención de “implantar” inmediatamente el socialismo.
Ese es el tipo de Estado que la revolución Rusa
comenzó a crear en 1905 y en 1917, una república de sóviets de diputados obreros, soldados, campesinos, etc., unidos en una asamblea constituyente de toda Rusia de representantes del pueblo, o en un consejo de sóviets, etc.: he aquí lo que se está realizando ahora en nuestro país, en este mismo momento. Se ha realizado por iniciativa de los millones de habitantes del país, que crean una democracia propia, a su manera, sin esperar a que los señores kadetes (partido demócrata constitucionalista) elaboren sus proyectos de ley para una república parlamentaria burguesa, ni hasta que los pedantes y rutinarios de la “socialdemocracia” pequeñoburguesa, como Plejanov o Kautsky, dejen de tergiversarlas enseñanzas marxistas sobre el Estado… >> (V. I. Lenin: "Las tareas del proletariado en nuestra revolución")

He aquí, definida por Lenin, la democracia burguesa que existió en la Rusia de 1917: la dictadura democrática que el proletariado y los campesinos ejercieron sobre la aristocracia terrateniente representada por el zarismo, y la gran burguesía (comercial e industrial) representada por el Partido Demócrata Constitucionalista (KDT). La democracia de la Comuna de París y de los Soviets, no la “democracia” parlamentaria burguesa en aquel momento histórico preconizada por Kerensky, Plejanov y Kautsky, que hoy día el renegado y falsificador del marxismo, llamado Rolando Astarita, propone para Libia:

<<La pequeña burguesía, inevitable e imprescindiblemente oscilaba entre la dictadura de la burguesía (Kerenski, Kornílov, Sávinkov) y la dictadura del proletariado, porque la pequeñoburguesía es incapaz de nada independiente atendidos los caracteres esenciales de su situación económica [de clase intermedia]. Dicho sea de paso, Kautsky reniega totalmente del marxismo cuando en su análisis de la revolución rusa sale del paso con la noción jurídica y formal de "democracia", que sirve a la burguesía para disimular su dominación y engañar a las masas, olvidando que "democracia" quiere decir de hecho unas veces dictadura de la burguesía, y otras impotente reformismo de la mesocracia [gobierno de los partidos de la pequeñoburguesía estilo I.U. en España] que se somete a esa dictadura, etc.>> (V.I. Lenin: “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”. Lo entre corchetes nuestro)

¿Está claro? De todo lo actuado y puesto negro sobre blanco por Marx, Engels y Lenin entre 1845 y 1917, aplicado a las condiciones actuales de la lucha de clases, se desprende lo siguiente 1) Que la democracia burguesa en oposición al absolutismo feudal, es una dialéctica política que fue comprendida y asumida para ser resuelta por un gobierno provisional revolucionario de asalariados y campesinos. 2) Que para implantar la democracia en tanto que gobierno de las mayorías en la actual etapa tardía del capitalismo, ya no es necesario pasar con el ejercicio de la libertad política por la dictadura democrático-burguesa de obreros y campesinos, dado que la clase social absolutamente mayoritaria de la sociedad en el Mundo ha pasado a ser hoy el proletariado. 4) Por tanto, de esa dictadura democrática del proletariado sobre la burguesía a escala internacional, debe necesariamente surgir una nueva sociedad global que NO será ya burguesa sino directamente proletaria y socialista en transición al comunismo.

Lo que propone Rolando Astarita en general y para el caso de Libia en particular, no es nada de esto, sino lo que Plejanov, Kaustsky y Kerenski propusieron para la Rusia de 1917: reemplazar en este caso a la dictadura política de Gadafi por una partidocracia burguesa, dejando intacta la dictadura del capital sobre el trabajo, de modo que los asalariados libios sigan igual de explotados y tan políticamente divididos entre las diversas fracciones políticas burguesas en ese país, como en el resto del Mundo. Porque así como el cambio de capital por fuerza de trabajo permite reproducir económicamente ad nauseam la ya falaz por caduca relación de explotación entre patronos y asalariados en cada lugar de trabajo, el cambio de dictadura política por “democracia” permite reproducir políticamente la dictadura social del capital sobre el trabajo en instituciones tales como los partidos políticos interactuando en el parlamento y demás instituciones jurídico-políticas del Estado burgués.

Para acabar con esta identidad de los contrarios, pues, la primordial condición política hoy día, pasa por crear un partido revolucionario que tenga por tarea fundamental en este momento, fundir organizativamente la teoría marxista con el movimiento asalariado. Y esto no se puede hacer consagrando en la conciencia de los explotados la tramposa dialéctica pequeñoburguesa entre dictadura política y "democracia", que reproduce y conserva indefinidamente la dictadura social y política del capital sobre el trabajo asalariado.

Cierto, tanto en marzo de 1905 como en febrero de 1917, el Partido revolucionario del proletariado ruso no tuvo ningún reparo en que los asalariados rusos del campo y la ciudad acordaran luchar junto a los campesinos por el derrocamiento y la destrucción del Estado autocrático de la nobleza terrateniente y la implantación de un Gobierno Provisional revolucionario cuya revolución debía ser de carácter burgués, más precisamente, de carácter pequeñoburgués, o sea, democrático-campesina.

Pero recogiendo la experiencia de la revolución europea de 1848, Lenin también había comprendido y en esos momentos estaba diciendo que, sin solución de continuidad, el proletariado debía pasar a la ofensiva para alcanzar la revolución socialista. Estaba asumiendo el concepto de revolución permanente o ininterrumpida introducido por Marx en la Circular de marzo de 1850 a la “Liga de los Comunistas” alemanes. Por eso señalaba Lenin que aquerenciarse en semejante unidad orgánica obrero-campesina, limitada a la reivindicación democrático-burguesa, sería un fracaso desde el punto de vista socialista. Rolando Astarita conoce este razonamiento marxista. Pero, por lo visto, hace ya tiempo que dejó de reconocerse en él. Ahora está en otro negocio y es evidente que piensa y actúa condicionado.

La lucha contra la dictadura Libia desde la perspectiva democrático-burguesa, no hay duda que pugna por unir a todos los asalariados del mundo respecto del conflicto en ese país. Pero es esa una unión burguesa y, por tanto, objetivamente contrarrevolucionaria por las razones marxistas aportadas más arriba. Tanto más en cuanto que económica, ideológica y políticamente controlada por el capital imperialista como no puede ser de otra forma en la etapa tardía del capitalismo. ¿O es que Astarita ignora esta verdad de perogrullo aportada por el Materialismo Histórico y la experiencia del Estado democrático moderno al futuro de la humanidad?

El capital monopólico imperialista es incompatible con la democracia política en general, es decir, con el gobierno efectivo de las mayorías, pero no lo es con la democracia burguesa, dice Lenin parafraseando a Engels. ¿Cómo la gran burguesía concilia o “armoniza” la existencia política de la “república democrática” con el concepto económico de monopolio en la etapa del capitalismo imperialista? Forjando una alianza informal u oficiosa entre su capital disponible y el Estado capitalista, corrompiendo a los políticos de los partidos en función de gobierno y demás funcionarios de todas las instancias del Estado. En este punto Lenin interrumpe la paráfrasis que había venido haciendo del texto de Engels para decir:

<<Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como órganos del poder del Estado. Lo fundamental es saber: ¿Qué los coloca por encima de la sociedad? Ya veremos cómo esta cuestión teórica fue resuelta prácticamente por la Comuna de París en 1871 y cómo la veló reaccionariamente Kautsky en 1912.>> (Cfr.:"El Estado y la Revolución" Cap. I aptdo. 3)

Tras exponer las causas que disolvieron el antiguo régimen gentilicio y ser reemplazado por la división de la sociedad en clases, Engels dice que el Estado surgió de la necesidad de contener sus antagonismos, pero por regla general como “Estado de la clase más poderosa” o económicamente dominante que, con su ayuda, pasó también a ser la clase políticamente dominante. Según esta regla, en la mayor parte de los Estados históricos el reconocimiento de los derechos políticos de sus miembros se graduaban con arreglo a sus respectivas fortunas, donde Estado fungía como protector de la clase poseedora contra la desposeída, y esto fue una característica general, tanto en la sociedad esclavista como en la feudal y así también en los Estados capitalistas representativos modernos, donde a diferencia de los otros tipos de Estado en la antigüedad esclavista y feudal, en el Estado capitalista el reconocimiento político de los derechos según el censo de fortuna no es directo ni jurídicamente expreso, sino fáctica y subrepticiamente o “bajo cuerda”, en el secreto y la intimidad burocrática de los despachos:

<<La forma más elevada del Estado, la república democrática que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la cual puede darse la batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de lo cual es América un modelo clásico. De otra parte, bajo la forma de alianza entre el Estado y la Bolsa de valores. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más crecen las deudas del Estado (especialmente en épocas de crisis) y más van concentrando en sus manos las sociedades por acciones, no solo el transporte sino la producción misma, haciendo de la bolsa su centro (la centralización de la propiedad sobre el capital). Mientras la clase oprimida —en nuestro caso el proletariado— no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el únicamente posible y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer>> (F. Engels: "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado" Capitulo IX)

Dando cauce político a infundios y embusteras proposiciones como la de Astarita, jamás será posible construir en Libia —ni en ningún otro país— organización revolucionaria alguna. El poder político del proletariado jamás se podrá alcanzar rebuscando armas en el arsenal ideológico y político de la burguesía. Por eso es que si queremos contribuir a la revolución mundial socialista, nos vemos ante la ineludible obligación política y moral, de recusar razonamientos demócrata-burgueses, como el exhibido por el el profesor de universidad Ronaldo Astarita, a contrapelo de la tradición revolucionaria del Materialismo Histórico aplicado a la realidad del capitalismo tardío.

 

Observaciones particulares

Primera Observación

Todos aquellos que nos ubicamos en las antípodas de su posición política respecto de Libia, somos asimilados por Astarita a la fracción ultraizquierdista existente en la Rusia revolucionaria entre febrero y Octubre de 1917 diciendo lo siguiente:

<<En febrero de 1917 fue derrotado el zarismo, por un movimiento revolucionario (aunque Lenin caracterizó que se trataba de un semigolpe de Estado), a partir del cual se instala un gobierno de coalición democrática. En julio de 1917, ese gobierno, encabezado por Kerenski, desata una terrible represión contra los revolucionarios y encarcela a miles (según Trotsky) de bolcheviques. El objetivo era ahogar la revolución. En agosto se produce un intento de golpe militar, encabezado por el general Kornilov. Pues bien, si en ese momento los bolcheviques hubieran aplicado el criterio que defienden hoy algunos ultraizquierdistas [supuestamente como el GPM], habrían concluido que Kornilov era igual a Kerenski, que no había que alinearse con ninguno, y que la salida era “el gobierno de los obreros y los campesinos”>> (Astarita Lo entrecorchetes nuestro)

La conclusión política de Astarita es clara: los revolucionarios rusos debieron alinearse con las fuerzas de Kerenski, es decir, no distinguirse ideológica ni políticamente ante los explotados respecto de la burguesía, para luchar juntos contra las fuerzas prozaristas de Kornilov. Esto es, elegir entre lo que parece ser “el mal menor” para enfrentarse al “mal mayor”. Dicho en el lenguaje de Proudhon, optar por el “lado político bueno” frente al “lado malo” de la realidad social:

<<¿Es posible —dice Astarita en el mismo contexto— que alguien piense seriamente que se puede hacer política sin elegir entre diversos grados de “males”? Cuando Lenin y los bolcheviques eligieron enfrentar a Kornilov, eligieron el mal menor, a saber, que continuara el gobierno provisional. Cuando luchamos por una libertad democrático burguesa (formal), luchamos por un mal menor (continúa la dictadura del capital) frente a un mal mayor (que no haya ninguna libertad, siquiera formal)>> (Op. cit)

¡¡Esto es radicalmente falso!! Los bolcheviques no eligieron sino que se lo impusieron las circunstancia o condiciones del momento, que no es lo mismo. La opción no consiste entre hacer política o no hacerla, sino elegir entre una política efectivamente revolucionaria o lo contrario. Para los revolucionarios, la elección entre dos manifestaciones distintas de una IDÉNTICA realidad ESENCIAL, supone optar estratégicamente por ella, dejarla intacta. Semejante opción demuestra absoluta falta de principios, que es la condición de toda táctica estratégicamente dependiente del enemigo, de los momentáneos e imprevisibles cambios de rumbo que suele dar, como fue el golpe de Kornílov en agosto de 1917. Aunque parezca una cuestión teórica de matiz sin importancia, el saber adecuar todo cambio de táctica a una invariable estrategia como producto de un previo análisis teórico correcto de la realidad según su esencia, resulta ser políticamente decisivo. Esto ya lo advirtió Lenin en 1902 refiriéndose a la importancia de la teoría sobre los destinos de la acción política cuando un partido recién está en formación; más aun cuando todavía ni ha dejado rastro en la hsitoria de un país, como es el caso de Libia:

<<En estas condiciones, un error (teórico) "sin importancia" a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos (políticos), y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años.>> (V. I. Lenin:"¿Qué Hacer?". Lo entre paréntesis nuestro)

El arte político en estos casos, consiste en adoptar la táctica de lucha contra ambos aspectos o manifestaciones DISTINTAS de la MISMA O IDÉNTICA realidad política ESENCIAL a transformar según la estrategia prevista, lo cual en el contexto histórico al que nos remitió Astarita, exigió en ese momento que la forma de lucha contra Kornílov no debiera ser la misma que contra Kérensky, dado que, de cara a las masas, ambos aparecían como si fueran dos cosas opuestas. La forma de lucha contra Kornílov debió ser y fue de carácter MILITAR, en tanto que la forma de lucha contra Kérenski debió ser y fue de carácter IDEOLÓGICO Y POLÍTICO.

Y, en efecto, fijémonos al respecto en lo que Lenin dice en el apartado V de “Las enseñanzas de la revolución”, acerca de la personalidad política de Kérenski, así como de la pasividad política de la burguesía que se había hecho cargo del Gobierno Provisional. Y en el epílogo de ese trabajo prestemos atención a lo que el propio Lenin advierte sobre las intenciones de la burguesía en alianza estratégica con las fuerzas de Kornílov, presentándose ambas tácticamente como dos formas políticas distintas del enemigo común aparentemente dividido, cuando en realidad ambos coincidían en el propósito de acabar con la revolución democrática materializada en los soviets de obreros, soldados y campesinos:

<<….a fines de agosto la rebelión de Kornílov provocó un nuevo viraje de la revolución y demostró palpablemente a todo el pueblo, que los kadetes (con Kérenski a la cabeza) asociados con los generales contrarrevolucionarios (comandados por Kornílov) tienden a disolver los Soviets y restaurar la monarquía.>> (Lo entre paréntesis nuestro) Ver pie pp.114.

Quedó claro que Kornílov y Kérenski demostraron ser esencialmente la misma cosa, aun cuando hasta cierto punto de los acontecimientos, de cara a las masas explotadas, Kérenski aparentara apuntar a una finalidad estratégica distinta respecto de Konílov, lo cual dio pábulo a la confusión entre algunos bolcheviques, quienes dejándose llevar por las apariencias se deslizaron hacia la conciliación con Kérenski, como así lo expuso Lenin el 30 de setiembre en su carta “Al Comité Central del POSDR de Rusia”:

<<La rebelión de Kornílov es un viraje de los acontecimientos de lo más inesperado (inesperado por el momento y por la forma) e increíblemente brusco. Como todo viraje brusco, exige una revisión y un cambio de táctica. Y como con toda revisión, debemos ser extraordinariamente prudentes para no caer en una falta de principios (…)
No debemos apoyar al gobierno de Kérenski ni siquiera ahora. Es una falta de principios. Preguntarán: ¿No vamos a luchar contra Kornílov? ¡Por cierto que sí! Pero no es lo mismo. ; hay aquí una línea divisoria, y la traspasan algunos bolcheviques que caen en la “conciliación”
[con la burguesía políticamente comandada por Kérenski] y se dejan arrastrar por el curso de los acontecimientos.
Vamos a luchar, luchamos contra Kornílov, exactamente como lo hacen las tropas de Kérenski, pero nosotros no apoyamos a Kérenski. Por el contrario, nosotros desenmascaramos su debilidad
[frente a Kornílov y los oficiales a su mando]. Esa es la diferencia. Es una diferencia bastante sutil, pero muy esencial y no debe ser olvidada.
¿En qué consiste, pues, nuestro cambio de táctica después de la rebelión de Kornílov?
En que cambiamos la forma de nuestra lucha contra Kérenski. Sin aflojar un ápice nuestra hostilidad hacia él, sin retirar una sola palabra dicha contra él, sin renunciar a la tarea de derrocar a Kérenski, decimos: hay que tener en cuenta la situación. No vamos a derrocar a Kérenski ahora. Encararemos de otra manera la forma de luchar contra él, o más precisamente, señalaremos al pueblo (que lucha contra Kornílov) la debilidad y las vacilaciones de Kérenski. Eso también se hacía antes. Pero ahora pasa a ser lo fundamental; en esto consiste el cambio.
Además, el cambio consiste en que lo fundamental pasa a ser ahora intensificar nuestra campaña a favor de lo que podríamos llamar “exigencias parciales” que deben plantearse a Kérenski: arrestar a Miliukov, armar a los obreros de Petrogrado, llamar a las tropas de Kronstadt, de Víborg y de Helsinffors a Petrogrado, disolver la Duma
[parlamento], arrestar a Rodzianko, legalizar la entrega de las tierras de los terratenientes a los campesinos, implantar el control obrero sobre el cereal y las fábricas, etc, etc. Estas exigencias no las tenemos que presentar solo a Kérenski y NO TANTO a Kérenski como a los obreros, soldados y campesinos arrastrados por el curso de la lucha contra Kornílov. Debemos mantener su entusiasmo, alentarlos a que liquiden a los generales y oficiales que se han pronunciado a favor de Kornílov.>> (Op. cit. Cfr. pagina 119El subrayado y lo entre corchetes nuestro)

Está meridianamente claro, pues, que ni los bolcheviques distinguieron esencialmente entre Kornílov y Kerenski alineándose con este último, ni Astarita se ajustó a la verdad histórica sino que la falsificó groseramente. Lo que sucede es que, así como este señor ha demostrado confundir la esencia de la producción capitalista con sus formas mercantiles de manifestación, para despistar a sus lectores, hizo lo propio ahora confundiendo la táctica política del POSDR —presidida por su estrategia de poder proletaria durante ese breve período de la revolución—, con el cambio de forma de esa táctica a raíz de la rebelión de Kornílov. Porque si la táctica de los bolcheviques hubiera pasado por alinearse con Kérenski, eso supondría traicionar la estrategia de poder orientada según las exigencias del último párrafo que acabamos de citar.

Naturalmente, Lenin sabía que Kérenski no podía ni tenía ninguna intención de cumplir lo que el partido bolchevique le exigió públicamente, como así fue. Esto permitió que los militantes bolcheviques peligrosamente confundidos por el momentáneo espejismo, abrieran los ojos antes de que fuera demasiado tarde, lo cual unificó al partido y, a través suyo, a las masas obrero-campesinas, que así pudieron actuar con independencia política táctica respecto del Gobierno Provisional presidido por Kérenski desobedeciendo sus ordenes de proceder al "desarme de la fortaleza en el puerto de Cronstadt", cuyos efectivos "debían ser víctimas de represalias en masa" que Kérensky había acordado con Kornílov “por motivos estratégicos” compartidos, tal como así lo reconoció el propio Trotsky en su “Historia de la Revolución rusa”

<<Poco después de las jornadas de julio, el gobierno provisional había decidido suprimir la fortaleza de Cronstadt, por considerarla un foco bolchevista.>> (Op. cit. Libro II Cap. X)

Trotsky en este pasaje de su obra parece haberse equivocado. Según reporta Ida Mett en “La comuna de Cronstadt” (Ver: Pp.34 a 36), a juzgar por el texto que despachó citado por Ida Mett, los marinos destacados en aquella base del Báltico no fueron acusados por Kérenski de “bolchevistas” —que de verdad lo fueron y como tales se comportaron—, sino de "agentes al servicio del enemigo alemán". Kérenski mintió miserablemente y Trotsky en "Historia de la Revolución Rusa” le respondía:

<<Si los bolcheviques son espías de los alemanes, ¿por qué quienes difunden principalmente esas calumnias son los hombres más odiados del pueblo? ¿Por qué precisamente la prensa de los kadetes, que con cualquier motivo atribuye los más bajos móviles a los obreros y soldados, es la que en voz más alta y con mayor decisión acusa a los bolcheviques…?>> Op. cit.La resaca.

¿Por qué mintió Kérenski? Porque tenía un acuerdo estratégico tácito con Kornílov. En esencia ambos eran, pues, la misma cosa. Otra fue la idea que Trotsky adoptó en “La Revolución Española” , donde dice literalmente que los bolcheviques se disciplinaron a las directivas del Partido Demócrata Constitucionalista, aceptando el mando oficial de Kérensky:

<<Los centristas de izquierda como los incurables “ultraizquierdistas” citan a menudo el ejemplo de la política bolchevique en el conflicto Kerensky-Kornílov, sin comprender nada. El POUM dice: “Pero los bolcheviques luchaban junto a Kérensky”. Los ultraizquierdistas responden: “Pero los bolcheviques negaron, hasta frente a la amenaza de Kornílov, toda confianza a Kerensky”. Los dos tienen razón... a medias, es decir, los dos se equivocan completamente. Los bolcheviques no permanecieron neutrales entre el campo Kerensky y el de Kornílov. Aceptaron el mando oficial, mientras no fueron lo suficientemente fuertes para derribarlo.>> (Op. cit. Ver: Pp. 144)

En esto que escribió el 28 de setiembre de 1930, Trotsky no se ha ceñido a la verdad histórica respecto de lo sucedido entre julio y octubre de 1917. Porque si los marinos de Cronstadt hubieran “aceptado el mando oficial” del Gobierno Provisional presidido por Kérenski, se habrían cumplido la orden del citado despacho, la flota del Báltico habría sido desarmada, los marinos masacrados y la Revolución fracasado.

Conclusión: que a tenor de la posición que defiende hoy para Libia, de haber vivido en aquellos tiempos Rolando Astarita hubiera militado en la filas de los mencheviques junto a Plejanov, Axelrod y demás socialchovinistas enfrentados a los revolucionarios rusos del POSDR entre 1914 y octubre de 1917, haciendo frascasar la revolución en nobre de la "democracia"..

Lamentablemente, los revolucionarios no podemos llegar hoy con nuestro discurso al proletariado en ningún rincón del Mundo, tal como el Partido bolchevique sí pudo llegar al proletariado ruso entre Julio y octubre de 1917. Porque seguimos siendo una irrisoria minoría todavía dispersa, porque no existe aun ni en germen el partido revolucionario en ninguna parte. Y si en ausencia de ese arma ideológica y política revolucionaria, el proletariado permanece políticamente dividido optando por uno de los tantos bandos burgueses que se disputan el gobierno en los diversos países del Mundo —como sucede lamentablemente hoy en Libia— es porque proposiciones como la que aconseja Rolando Astarita para ese país, prevalecen todavía en la conciencia del proletariado mundial. Y con tales proposiciones resulta imposible construir ninguna alternativa verdaderamente revolucionaria en ningún sitio. That’s the question.

Cuando un partido revolucionario comprueba su declinante influencia en el movimiento asalariado, tras el reflujo que le ha impuesto la contrarrevolución, bajo determinadas circunstancias que tácticamente lo justifiquen, de poder hacerlo debería participar en las instituciones burguesas. Pero para denunciarlas como un instrumento de la más rancia reacción, así como para mantener orgullosamente vivas las mejores tradiciones revolucionarias en materia de instituciones alternativas, como fueron los soviets en Rusia. Precisamente porque la reacción burguesa trata de borrarlas de la memoria histórica de los explotados poniendo énfasis en las ilusiones constitucionalistas. Tal fue la posición de Lenin en junio de 1907 saliendo al paso de quienes, dentro del partido, proponían el boicot a la III Duma (parlamento) del Estado ruso en poder de los Demócratas Constitucionalistas:

<<No cabe duda de que las simpatías que muchos sienten por el boicot son suscitadas precisamente por esta aspiración de los revolucionarios, merecedora de todo respeto, de mantener la tradición del mejor pasado revolucionario, de avivar el desolador pantano de los actuales días grises con el fuego de la lucha audaz, franca y decidida. Pero, precisamente porque apreciamos la conservación cuidadosa de las tradiciones revolucionarias, debemos protestar enérgicamente contra el punto de vista de que mediante la aplicación de una de las consignas de una época histórica especial se puede contribuir a que revivan las condiciones fundamentales de esa época. Una cosa es guardar (en la memoria) las tradiciones de la revolución, saber utilizarlas constantemente para la propaganda y la agitación, para dar a conocer a las masas las condiciones de la lucha directa y de la ofensiva contra la vieja sociedad, y otra cosa es repetir una consigna arrancada del conjunto de las condiciones que la motivaron y aseguraron su éxito, para aplicarlas a una condiciones esencialmente distintas.
El mismo Marx, que en tan alta estima tenía las tradiciones revolucionarias y que fustigaba implacablemente a los que adoptaban frente a ellas una actitud de filisteos o de renegados, exigía al propio tiempo de los revolucionarios que supiesen pensar, que supiesen analizar las condiciones en las que pueden aplicarse los viejos métodos de lucha y que no se limitasen a repetir consignas conocidas. Las tradiciones “nacionales” de 1792 en Francia seguirán siendo, quizás para siempre, un modelo de ciertos métodos de lucha revolucionaria, pero esto no impidió a Marx, en su famoso Manifiesto de la Internacional, en 1870, prevenir al proletariado francés contra la aplicación errónea de dichas tradiciones a las condiciones de una época distinta.>> (Lenin: "Contra El Boicot" O.C. T.XIII.
El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

¿Cuáles son las condiciones esenciales existentes hoy en Libia, a las que se refiere Lenin en el pasaje de su obra que acabamos citar? Que es una guerra civil burguesa o, por mejor decir, interburguesa, donde los dos bandos miden sus fuerzas utilizando como carne de cañón al proletariado en primera línea de combate, puestos a luchar unos contra otros para dirimir qué fracción de sus explotadores se queda con el poder y la posibilidad real de capitalizar una parte alícuota mayor del plusvalor obtenido por el trabajo social explotado en ese país. ¿Quiénes son, por tanto, en esta historia, los filisteos y renegados que "se merecen ser fustigados implacablemente"? Sin duda los que toman partido por cualquiera de los dos bandos burgueses en lucha. ¿Cuál debiera ser la consigna en el caso hipotético de que actualmente hubiera el Libia una organización revolucionaria con influencia política en el movimiento de masas asalariadas de ese país? Unificarlo llamando a transformar la guerra interburguesa en guerra revolucionaria contra los dos bandos burgueses en pugna.

Lamentablemente, ninguna fuerza efectivamente revolucionaria está política ni militarmente presente en esta contienda, en las condiciones de la lucha directa, tanto como para poder emprender la ofensiva contra la vieja sociedad con perspectivas de triunfo, de modo que sería totalmente inútil proponer consignas. Pero sí cabe y es obligado, que los revolucionarios apelemos a la tradición revolucionaria, a la memoria histórica de las revoluciones pasadas en la sociedad capitalista, para poder analizar correctamente las condiciones presentes y estar capacitados en la tarea de explicar a los explotados hasta donde seamos capaces y con posibilidades de llegar, las condiciones de la lucha directa en cada conflicto interburgués que nos sorprenda.

Los reformistas transversales, obviamente no tienen este problema, porque tal como están, totalmente sensualizados por el sistema capitalista, ellos no piensan ni sienten la necesidad de subvertir nada, sino bien al contrario. Astarita se justifica diciendo:

<<Es penoso repetirlo, pero no se puede hacer política si no se parte de la realidad objetiva, y si no se comprende dónde estamos ubicados (entre otras cosas, si no se comprende que hoy los marxistas casi no influenciamos en nadie).>>

Una cosa es partir de la realidad objetiva —en el sentido esencial de la expresión— y otra muy distinta atender a sus variables formas de manifestación, como en la etapa del capitalismo tardío sucede con el cambio entre dictadura política y “democracia”, o bajo la “democracia” entre las diversas fracciones políticas burguesas que a instancias de las elecciones periódicas se disputan el gobierno, lo cual deja intangible dicha realidad esencial. Sea porque uno está cansado de “no influir en nadie” y le urge hacer política, incidiendo socialmente con ideas políticas por completo ajenas a los principios que esa realidad objetiva o esencial exige con paciencia y tenacidad poner en movimiento, sea porque consciente o inconscientemente prevalecen condicionamientos personales disfrazados de principios políticos generales.

Segunda observación.

Astarita apeló al Trotsky posterior a 1930, al brusco cambio de posición que puso de manifiesto a propósito de la guerra civil española, inmediatamente después de haber escrito “La Revolución Permanente”, donde todavía seguía levantando la dictadura del proletariado como única forma política de transformar la realidad en los países capitalistas atrasados. Fijémonos de qué modo acabó Trotsky el capítulo I de esa obra subtitulado: "Carácter obligado de este trabajo y su propósito”:

<<¿Cómo explica Radek el hecho de que los actuales teóricos y políticos del antitrotsquismo —Zinoviev, Kaménev, Stalin, Rikov, Mólotov, etcétera, etc.— adoptaran todos, sin excepción, después de la Revolución de Febrero, una posición democrática vulgar y no proletaria? Lo repito: ¿a quién podía referirse Lenin al hablar de la fusión con el bolchevismo de los mejores elementos de las tendencias que le eran más afines? ¿Y no demuestra acaso ese balance final que hace Lenin de las pasadas divergencias que, en todo caso, no veía dos líneas estratégicas irreconciliables?
Más notable aún, en este sentido, es el discurso de Lenin en la sesión del Soviet de Petrogrado del 1-14 de noviembre de 1917 (9). En dicha reunión se examinaba la cuestión del acuerdo con los mencheviques y socialistas revolucionarios. Los partidarios de la coalición intentaron también, a decir verdad, muy tímidamente, hacer una alusión al "trotsquismo". ¿Qué contestó Lenin?
“... ¿El acuerdo? Ni tan siquiera puedo hablar de esto seriamente. Trotsky dijo hace tiempo que la unificación (entre conciliadores y revolucionarios) era imposible. Trotsky comprendió esto, y desde entonces no ha habido mejor bolchevique que él".
No la revolución permanente, sino la tendencia conciliadora; he aquí lo que, a juicio de Lenin, me separaba del bolchevismo. Para que pudiera convertirme en el mejor de los bolcheviques, sólo me era necesario comprender, como hemos oído, la imposibilidad del acuerdo con el menchevismo.>>
(L. D. Trotsky: Op. cit.)

¿En qué consistió el menchevismo? En sostener que la lucha contra la autocracia zarista debería estar dirigida por la burguesía liberal, cuya expresión política era el Partido Demócrata constitucionalista. ¿Qué fórmula de gobierno proponía ese partido? La que se ajustaba a una conciliación entre la burguesía y la aristocracia terrateniente, materializada en la monarquía constitucional. ¿Qué sostenía Trotsky en 1905 por el contrario? Iba más allá de lo propuesto por Lenin, diciendo que la “dictadura democrática del proletariado y los campesinos adolecía de un defecto, y era dejar en pie la cuestión de saber a qué clase correspondería en la práctica, la dirección de esa dictadura. O sea, que ante la dialéctica entre autocracia feudal y revolución burguesa, no se le ocurrió a Trotsky proponer la forma política intermedia de la partidocracia burguesa. Optó por los soviets como la forma de gobierno ajustada a la necesidad objetiva de implantar allí la dictadura del proletariado. Esto lo seguía sosteniendo en 1930:

<<¿Cuál había de ser el contenido social de dicha dictadura? En primer lugar, implantaría en términos radicales la revolución agraria y la transformación democrática del Estado. En otras palabras, la dictadura del proletariado se convertiría en el instrumento para la realización de los fines de una revolución burguesa históricamente retrasada. Pero las cosas no podían quedar aquí. Al llegar al poder, el proletariado veríase obligado a hacer cortes cada vez más profundos en el derecho de propiedad privada, abrazando con ello las reivindicaciones de carácter socialista. (.............) En cuanto al problema de la importancia decisiva que había de tener la revolución agraria en los destinos de la revolución burguesa, yo profesé siempre, al menos desde octubre de 1902, esto es, desde mi primer viaje al extranjero, la doctrina de Lenin.
Para mí no era discutible —digan lo que durante estos últimos años han difundido versiones absurdas sobre este particular— que la revolución agraria, y, por consiguiente, la democrática en general, sólo podía realizarse contra la burguesía liberal por las fuerzas mancomunadas de los obreros y los campesinos..>>
(L. D. Trotsky: Ibíd

¿Había cambiado esa necesidad objetiva determinada por la realidad del capitalismo durante la guerra civil, en ese país históricamente atrasado llamado España, respecto de Rusia en 1905? No. Sin embargo, Trotsky retrocedió hacia su pasado menchevique diciendo en 1937 que:

<<La lucha militar en España está dirigida actualmente, de un lado por Franco, del otro por Negrín-Stalin. Si Franco representa el fascismo, Negrín-Stalin de ninguna manera representan al socialismo. Al contrario, representan un freno “democrático” que impide el movimiento hacia el socialismo. La alternativa histórica: comunismo o fascismo, no ha encontrado todavía su expresión política. Lejos de ello.
Después de julio de 1936, la revolución española ha sido empujada hacia atrás del objetivo que formulaba Nin (la dictadura del proletariado) sin comprenderlo. Pero pese a todo, la guerra civil en España sigue siendo un hecho de importancia capital. Hay que tomar este hecho tal como es, es decir como la lucha armada entre dos campos sociales, subyugados, de un lado
(el proletariado) por la democracia burguesa, y del otro (la democracia burguesa) por el fascismo bien comprobado. Se trata de encontrar una actitud justa (intermedia) con respecto a esta lucha híbrida (mixta, heterogénea, transversal, atravesada, mezclada entre dictadura y “democracia”) para transformarla desde dentro en lucha por la dictadura del proletariado. El gobierno Negrín-Stalin es un freno cuasi-democrático en el camino del socialismo, pero es también un freno, ciertamente ni seguro ni perdurable, pero por lo menos un freno, en el camino del fascismo.>> (L.D. Trotsky: "Los ultraizquierdistas en general y los incurables en particular. Algunas consideraciones teóricas” 28/09/1937. Lo entre paréntesis nuestro)

¿Cómo puede ser la democracia burguesa un freno en el camino del fascismo, siendo lógicamente —como siempre ha sido—, su caldo político de cultivo? Olvidó Trotsky que “desde dentro” de la dialéctica POLÍTICA entre dos contrarios de IDÉNTICA naturaleza SOCIAL (BURGUESA), es imposible que sintetice o resulte algo en dirección a la dictadura del proletariado, de naturaleza social AJENA al capitalismo, es decir, el socialismo. De hecho históricamente así fue. Antes de ser derrotado por el bando del General Franco, el gobierno burgués Negrín-Stalin se encargó de aniquilar a ese cuerpo extraño que desde dentro del polo democrático-burgués, en relación dialéctica de identidad social —o de clase— con el fascismo, se propuso la tarea imposible de implantar la “democracia en general”: el socialismo. Este es el razonamiento dialéctico marxista que Trotsky demostró no haber aquilatado en la década de los 30, el mismo del cual carece o bien escamotea hoy, la proposición “democrática menchevique de Astarita.

En 1934, Trotsky no solo siguió preconizando la lucha desde dentro de la dialéctica burguesa entre dictadura y “democracia, sino que como parte de esa infundada y nefasta metodología política, propuso a Nin y Andrade que practicaran el “entrismo” en el Partido Socialista del empresario Indalecio Prieto, para experimentar otro despropósito similar: construir allí “un ala revolucionaria”. Según reportan Pierre Broué y Emile Témime en “La Revolución y la Guerra de España”, ambos amigos decidieron romper con Trotsky y fusionarse con el Bloque Obrero Campesino, creando el "Partido Obrero de Unificación Marxista" (POUM). Sobre la trayectoria de esta organización política en Catalunya, ver:

Tras el rotundo triunfo de la lucha revolucionaria espontáneamente iniciada el 19 de julio de 1936 por la clase obrera y los campesinos españoles contra el golpe militar fascista, como no pudo ser de otra manera en ausencia de un gobierno que apoye la acción política independiente de los explotados, y de un partido verdaderamente revolucionario que los eduque antes de y sepa dirigirlos durante los momentos decisivos de la lucha por el poder:

<<A pesar de las magníficas perspectivas que se abrían para los oprimidos, el resultado final en la España de 1936 fue muy diferente al de Rusia en 1917. La causa fundamental de este hecho no se explica por la actitud de las masas obreras y campesinas españolas, sobradas de conciencia, preparación y decisión revolucionaria. El factor decisivo y cualitativo fue que en Rusia existía un gobierno obrero que llamaba a completar la revolución y que encabezaba la acción de las masas, dándole cobertura y fortaleciéndolas a través de la abolición de las instituciones de la legalidad burguesa, como el Parlamento (léase Asamblea Constituyente), sustituyéndolas en todo el territorio ruso por los nuevos órganos del poder socialista: los sóviets de obreros y campesinos.
En el caso de la revolución española, no existía un gobierno como el soviético ni un partido bolchevique con influencia entre las masas. El estalinismo, que usurpó la bandera del comunismo en esos titánicos acontecimientos, se comportó de una forma diametralmente opuesta a la de los bolcheviques en 1917. En la práctica, jugaron el mismo papel que los mencheviques y que los dirigentes socialdemócratas alemanes en la revolución de 1918-1919: el de enterradores de la revolución y salvadores de la burguesía.
Como los hechos indicaron en todo momento, los estalinistas no lucharon por el poder obrero ni por el derrocamiento del capitalismo. Al contrario, todos sus esfuerzos se dirigieron desde el primer instante de la revolución a constreñir la lucha de los trabajadores, tanto en el frente como en la retaguardia, a la defensa de la República “democrática”. Ello implicaba, naturalmente, la reconstrucción del Estado burgués que había sido parcialmente demolido tras el 19 de julio, y la supresión de todas las conquistas revolucionarias del proletariado y el campesinado. Y esta tarea contrarrevolucionaria fue llevada a cabo con la misma decisión y celeridad que Stalin mostró en la URSS a la hora de encarcelar y fusilar a decenas de miles de comunistas que se opusieron a su dictadura burocrática..>>
(L. D. Trotsky: “La Revolución Española 1930-1939” Selección de Escritos). aquí voy

Tercera observación

Volviendo a enfatizar sobre la diferencia entre dictadura política y partidocracia al interior de la dictadura social de la burguesía, Astarita nos quiere volver a enroscar la víbora diciendo que:

<<…por sobre todas las cosas, es inmensamente progresivo lo que se está dando en el mundo árabe desde la perspectiva de la lucha por el socialismo. Es que incluso en Rusia, donde existió la experiencia revolucionaria más profunda y extendida (formación de soviets), hubo que pasar por la democracia (¿qué fue si no el llamado a la Asamblea Constituyente por los soviets?). Esto le parecerá inaceptable al sectario, pero es el camino que siguen las masas cuando quieren tomar sus destinos en sus propias manos.>> (Op. cit.)

El carácter político de una Asamblea Constituyente, viene determinado por la naturaleza de clase del Gobierno Provisional que la convoca, y este último por la clase en el poder que lo preside. Y dado que la de Libia es una guerra civil interburguesa, en la que los asalariados libios adolecen por completo de una vanguardia revolucionaria organizada que les haya venido educando durante años en la tarea de conseguir su unidad política orgánica independiente respecto del conjunto de sus explotadores para la lucha directa efectiva por su emancipación política como clase explotada, y que esta es la causa de que hayan aceptado seguir a sus respectivas patronales burguesas enfrentadas para matarse entre sí en una guerra fratricida, ¿en qué se puede parecer una supuesta Asamblea Constituyente que bajo las actuales circunstancias pueda convocarse en Libia, a la que convocaron en 1917 los asalariados y campesinos desde el poder ejercido a través de los soviets en Rusia? ¡¡En nada!!

En la Rusia de 1905, Lenin y los bolcheviques le decían al pueblo ruso que la consigna de Asamblea Constituyente era la consigna de la burguesía monárquica, la consigna del contubernio entre la burguesía y el gobierno zarista. De estas condiciones Lenin sacaba la conclusión de que una Asamblea Constituyente verdaderamente democrática solo podía ser convocada por un Gobierno Provisional Revolucionario de naturaleza obrero campesina

<<La consigna de la lucha revolucionaria no puede ser otra que el derrocamiento del gobierno zarista y su reemplazo por un gobierno provisional revolucionario que convoque la asamblea constituyente>> (V.I. Lenin: “Las tareas democráticas del proletariado revolucionario” 04/06/1905. El subrayado nuestro)

Y al mes siguiente, en "Dos tácticas de la Socialdemocracia en la revolución democrática", sostenía lo mismo más explícita y didácticamente:

<<En los momentos revolucionarios que estamos atravesando, está a la orden del día la cuestión de la convocatoria de una Asamblea Constituyente de todo el pueblo. Las opiniones divergen cuando se trata de determinar cómo hay que resolver dicha cuestión. Se manifiestan tres tendencias políticas El gobierno zarista admite la necesidad de la convocatoria de los representantes populares, pero no desea de ningún modo permitir que esa asamblea sea de todo el pueblo y constituyente. Parece ser que se muestra de acuerdo —si se puede dar crédito a las noticias de la prensa sobre la labor de la Comisión Bulyguin —, con una Asamblea Consultiva, elegida sin libertad de agitación y de acuerdo con un sistema electoral estrechamente censatario o estrechamente corporativo. El proletariado revolucionario, por cuanto está dirigido por la socialdemocracia, exige el paso completo del Poder a la Asamblea Constituyente, tratando de conseguir con este fin no sólo el sufragio universal y no sólo la completa libertad de agitación, sino, además, el derrocamiento inmediato del gobierno zarista y la sustitución del mismo por un gobierno provisional revolucionario (de naturaleza social obrero-campesina). Finalmente, la burguesía liberal, que expresa sus deseos por boca de los jefes del llamado "partido constitucional demócrata” , no exige el derrocamiento del gobierno zarista, no propugna la consigna de gobierno provisional, no insiste en las garantías reales para que las elecciones sean completamente libres y justas, para que la asamblea de los representantes pueda ser efectivamente de todo el pueblo y efectivamente constituyente. En el fondo, la burguesía liberal, la única que constituye el apoyo social serio de la tendencia de Osvobozhdenie, trata de conseguir una transacción, lo más pacífica posible, entre el zar y el pueblo revolucionario, una transacción tal, además, que deje la mayor parte posible del Poder en sus manos, en las de la burguesía, y la parte menos considerable al pueblo revolucionario, al proletariado y a los campesinos.>> ( V.I. Lenin: Aptdo 1: Una cuestión política urgenteOp. cit. . Lo entre paréntesis nuestro)

En la Rusia económica y socialmente atrasada de entonces, la dictadura democrática que debía ejercer el Gobierno Provisional Revolucionario como garantía de una Asamblea Constituyente que expresara libremente la voluntad mayoritaria o democrática del pueblo Ruso, era de carácter obrero-campesina, es decir, burguesa, en tanto que hoy día en países de relativo atraso económico como Libia, pero donde el proletariado pasó a ser la clase absolutamente mayoritaria de la sociedad, la dictadura democrática de un gobierno provisional verdaderamente revolucionario, que garantice una Asamblea Constituyente donde se exprese la voluntad mayoritaria verdaderamente democrática de esa sociedad, debe ser de carácter proletario y directamente socialista.

Al oponer tan arbitraria y radicalmente los falsos conceptos de dictadura y “democracia” bajo el capitalismo, tal como lo ha hecho, el profesor universitario Rolando Astarita pondera la realidad política en esta sociedad desde la vulgar perspectiva de todo burgués práctico, que por sentirse muy bien representado en la “democracia”, es incapaz de verla como una dictadura política disfrazada. Como si en las supuestas “libertades” de opinión y de reunión, no prevaleciera la dictadura del pensamiento único burgués que predetermina férreamente la opinión pública, introyectada en la conciencia colectiva de los explotados por el omnipotente capital privado invertido en los llamados más media, así como por los intelectuales a sueldo en los aparatos ideológicos del Estado. Y como si en la engañosa “diversidad” de formaciones políticas —cuyos políticos profesionales representan distintos intereses particulares en disputa por monopolizar de ser posible los tres poderes del Estado—, no prevaleciera un idéntico interés general de clase minoritaria explotadora, con probada vocación política de dominio totalitario sobre la clase explotada absolutamente mayoritaria.

Toda esta basura histórica que niega radicalmente lo que significa la palabra DEMOCRACIA, se muestra y empieza a ser popularmente comprendida como lo que es, en épocas de crisis periódicas recurrentes que empujan a los asalariados en la dirección y el sentido de ruptura ideológica y política con el sistema capitalista en su conjunto.

La expresión: dictadura democrática tiene, pues su concepto y es real, en tanto que racional, aunque hoy día no exista, mientras que la supuesta contradicción entre democracia burguesa y dictadura política hace mucho ya que, por humanamente irracional y tautológicamente falsa, ha dejado de ser real, aunque todavía exista colonizando la conciencia de los explotados:

<<La tarea de los revolucionarios en semejantes circunstancias, consiste en aplicar la ciencia y mostrar paciente y tenazmente la verdad que la burguesía escamotea, para que brille lo que en la realidad actual ya se puede prever con destellos de futuro superador, usando al mismo tiempo la memoria histórica del movimiento revolucionario que nos indica la dirección y el sentido político de lo que hay que hacer y cómo (con qué formas de lucha y medios de acción) para crear con más perfección y firmeza que en el pasado, esos trazos históricos de la sociedad por venir, porque todo obstáculo que se reconoce como tal, ya marca el camino. Se trata, entonces, de contribuir entre nosotros, a esgrimir la razón revolucionaria luchando con todas nuestras fuerzas contra las “furias del interés privado” para conseguir que, entre todos, hagamos más corto el tiempo que media entre la irracionalidad esencial recurrente del capitalismo, y el trascenderla mediante la conciencia revolucionaria positiva en acción organizada, “para abreviar y mitigar los dolores del parto” socialista.>>