Derrotar a la burguesía cortesana en Colombia y hasta en el mundo entero

Fernando Dorado

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27/03/2015

Los demócratas y revolucionarios colombianos hemos fallado en el conocimiento de nuestra realidad. Hemos copiado teorías producidas para otras naciones o pueblos sometidos al capitalismo. Se ha tratado de encuadrar la realidad haciéndola coincidir artificialmente con teorías preconcebidas. Se han idealizado sectores sociales y personas explotadoras, para apegarnos a ellos y a sus ideas, sin asumir posiciones críticas transformadoras de nuestro pensamiento y acción revolucionaria. Y por ello, nos hemos equivocado.

  Uno de los problemas serios que no hemos logrado resolver es el de identificar con claridad una estrategia que nos permita unificar a las fuerzas del cambio. No hemos logrado desentrañar la doble naturaleza corrupta y criminal de la oligarquía. Por ello construimos e incentivamos falsas ilusiones en supuestos comportamientos “democráticos”, “progresistas” y/o “nacionalistas” de parte de algunos sectores de las clases dominantes. Y esa idea nos ha dividido.

  Hoy estamos en la antesala de un hecho histórico: la superación —así sea parcial— de un conflicto armado que nos ha consumido durante 69 años, si tomamos como referencia las primeras embestidas violentas de los chulavitas [1] contra los campesinos que en 1946 se expresaban organizadamente por el acceso y la distribución democrática de la tierra.

  Lo especial del momento es que si no tenemos claro quiénes son sinceramente los presuntos amantes de la Paz y de la democracia, podremos repetir experiencias que en el pasado nos condujeron a enormes derrotas, basadas —fundamentalmente— en la división de los sectores populares. Comprender la naturaleza de la burguesía internacional y especialmente la colombiana, es vital para construir la unidad de las fuerzas democráticas en el mundo y diseñar una política correcta para poder avanzar hacia la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los seres humanos. ¡¡Sin distinción de naciones!!

La naturaleza antinacional y antidemocrática de la burguesía colombiana

  La burguesía colombiana nació en el seno de la oligarquía terrateniente en ese país. Es la hija menor del gran latifundio colombiano. Además, creció a la sombra del poder de los imperios. Primero, a la cola del imperio británico. Después, bajo la tutela del imperio estadounidense o gringo [2]. Por ello, no es una burguesía nacional. ¡Nunca lo será!

  A diferencia de lo ocurrido en Brasil, Uruguay y Argentina, en donde durante el siglo XIX arribaron migrantes europeos que traían el espíritu emprendedor y la iniciativa creadora de una burguesía en ascenso, en los países andinos —Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia— las burguesías nativas heredaron el espíritu aristocrático y colonial en sus respectivos países. Aunque adoptaron las costumbres burocráticas parasitarias, y el comportamiento clientelar de las elites españolas.

  Reconocer la naturaleza de esa clase capitalista, su condición dependiente, su carácter débil, su esencia cortesana, su ideología reaccionaria, su cobardía genética, es fundamental, determinante y decisorio para resolver el problema que tenemos entre manos: terminar el conflicto armado e iniciar la construcción de una verdadera Nación independiente y en democracia.

  Esa burguesía —a pesar de los atisbos progresistas de algunos industriales antioqueños [3]— nunca fue capaz de enfrentar a sus primos mayores, los grandes terratenientes. Tímidamente planteó en 1936 y 1968, unas limitadas reformas agrarias que fueron frenadas sin mucho esfuerzo por la clase latifundista. Sólo a finales de los años 80s del siglo XX, la burguesía dio muestras de algún grado de dignidad y coherencia —a través de un solitario Luis Carlos Galán Sarmiento, enfrentándose aisladamente al imperio y a la corrupta oligarquía en el terreno de la lucha contra las mafias narcotraficantes. Por eso lo mataron.

Las erradas lecturas de la izquierda

  La izquierda colombiana durante el siglo XX se equivocó varias veces en esta materia. La primera, cuando el Partido Comunista en la década de los años 30, se puso a la cola de la “revolución en marcha” de Alfonso López Pumarejo siguiendo las orientaciones de construir los llamados “Frentes Populares contra el Fascismo”. Se creyó por entonces en la supuesta voluntad reformista de un sector de la burguesía. ¡Grave error!

  La desgracia es que ese error fue continuado con acomodaticias interpretaciones sobre la existencia de una burguesía democrática y otra reaccionaria. Ello se presentó debido a que durante el período del Frente Nacional (1958) se fortaleció una burguesía burocrática —en su mayor parte liberal— que utilizó el discurso de Gaitán para engañar al pueblo, con promesas de cambio social y el chantaje del fascismo conservador. Hernando Agudelo Villa fue el adalid teórico de esa corriente política que finalmente claudicó ante la burguesía trans-nacionalizada durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano.

  Otra, cuando Francisco Mosquera, fundador y principal dirigente del MOIR interpretó dogmáticamente la estrategia de la Nueva Democracia de Mao Tsé Tung (válida para China donde efectivamente existía una burguesía nacionalista) y demostró equivocadamente —para sí mismo y para su partido—, la existencia de una “burguesía nacional”. Su demostración como tal burguesía la hizo a partir de análisis eminentemente económicos que desconocieron en forma determinista los aspectos históricos, las influencias culturales coloniales, los amarres ideológicos conservadores y los entrelazamientos que siempre han existido, entre burgueses y grandes latifundistas en nuestro país.

  La burguesía colombiana ha tenido numerosas contradicciones y motivos para enfrentarse con el imperio estadounidense. Pero nunca lo hizo. Siempre agacharon la cabeza y llenaron sus bolsillos con pequeñas dádivas imperiales. Primero, cuando los estadounidenses segregaron a Panamá y nos pagaron una miserable compensación. Luego se apoderaron del petróleo a través de las ventajosas concesiones otorgadas por gobiernos entreguistas. Y más adelante nos impusieron el paquete neoliberal iniciado con la apertura económica. Simultáneamente aprobaron la “guerra contra las drogas” y ahora, a la sombra del Tratado de Libre Comercio, imponen condiciones onerosas a la economía nacional, que impiden cualquier desarrollo autónomo y llevan a la quiebra a numerosos sectores industriales y agrarios.

  La naturaleza servil, parasitaria y entreguista de la burguesía colombiana, siempre se condicionó para que después de algunas quejas lastímeras y pataleos efímeros —que al final demostraron ser simples pantomimas para engañar al pueblo fingiendo actitudes nacionalistas— terminara negociando con el imperio y aceptando sus imposiciones. Esta fue una realidad inocultable que ha sido demostrada por la historia.

  “Pacho” Mosquera lo preveía y decía en 1978: “Esta burguesía le teme más al pueblo que al imperio” [4]. Pero posteriormente —en la década de los años 80s—, olvidó esa verdad. Fue así como concertó alianzas con sectores profundamente reaccionarios (Hernando Durán Dussán y J. M. Arias Carrizosa) que fueron los precursores de Uribe en su lucha, no contra el imperio estadounidense sino contra el “social-imperialismo soviético” y las FARC, consideradas por el teórico del Movimiento Obrero independiente y Revolucionario (MOIRISTA) como los principales enemigos de la humanidad y de la Nación colombiana. Así, de ésta manera, profundizó su error.

¿Qué importancia tiene ahora este tipo de análisis?

  Mucha y grande. Las izquierdas en Colombia están divididas precisamente por las diversas interpretaciones que hay de ese problema.

  El MOIR mantiene su posición de que existe una burguesía nacional y ha mostrado —después de la muerte de su fundador en 1994— gran disposición a entablar alianzas sobre todo con la burguesía agraria, levantando la consigna de la “defensa de la producción nacional”. En el pasado durante el Movimiento Nacional Agrario de 2013, actuando a través de las “Dignidades Agropecuarias”, privilegió la unidad de acción con la burguesía agraria encabezada por Uribe, por encima de cualquier acuerdo con las organizaciones campesinas que luchaban por una reforma agraria democrática. Pero lo más grave, es que cedió ante los intereses de los grandes productores agrarios (cafeteros, especialmente) que privilegiaban la concertación con el gobierno de subsidios y otras prebendas económicas, renunciando a la lucha por la revisión del TLC (Tratado de Libre Comercio) en asuntos urgentes y graves para el sector agropecuario.

  Por otro lado, los Progresistas, encabezados por Gustavo Petro, consideran a Juan Manuel Santos como un “burgués progresista” por el hecho de estar impulsando el llamado “proceso de Paz” con las FARC y porque se enfrentó a Álvaro Uribe Vélez. Esa teoría se construyó desde los tiempos de los acuerdos que el M19 con Álvaro Gómez Hurtado en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente, en donde se hablaba de una burguesía decente y otra militarista y autoritaria. Es así como en junio de 1992 Antonio Navarro, Camilo González Posso y Gustavo de Roux, —a nombre del AD-M19 y a la luz de esa teoría— integraron el gobierno de César Gaviria como Ministros de salud pública, y legitimaron la reforma neoliberal de esa función estatal denominada Ley 100 de 1993, que fue calificada como una verdadera traición.

  Y finalmente otros sectores de izquierda y demócratas, consideran que la “burguesía burocrática” que últimamente han encabezado políticamente, el ex-presidente Ernesto Samper Pizano y Horacio Serpa Uribe, es potencialmente “revolucionaria” porque en sus discursos y planteamientos abogan por un Estado interventor, donde se han destacado por la “defensa de los derechos humanos”, la superación del conflicto por la vía política negociada y el respeto de los procesos de cambio que adelantan los pueblos vecinos. Pero esta “burguesía burocrática” nunca ha enfrentado con seriedad la política neoliberal. Fueron incluso blandos con Uribe. Serpa representó a ese gobierno ante la OEA y Samper ha dado muestras de enormes vacilaciones frente a las políticas antipopulares de Santos.

  ¿Qué nos dice la experiencia de los países que tienen características similares a las nuestras, por ejemplo hoy en España? ¿Qué podemos aprender de ellos?

<<Que esa experiencia en la tarea de acabar con el capitalismo, fue negado absolutamente o se lo fundamentaba en forma voluntarista como dependiendo de factores políticos extraeconómicos. Tampoco fue elaborada una demostración económica de la necesidad de su derrumbe parte de los representantes teóricos de este pensamiento; Eduard Bernstein inclusive sostenía que semejante demostración era imposible. No obstante, tal como destacaron con acierto, Bernstein en 1899 y Después Tugan-Baranovski en 1905 este problema posee una significación extraordinaria para la comprensión general del marxismo.

Desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, la totalidad del desarrollo social está determinado por el desarrollo económico. No es la conciencia de los hombres la que provoca las revoluciones sociales, sino las contradicciones de la vida material, los conflictos entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. . “Para demostrar la necesidad del derrrumbe de la economía capitalista y la inevitabilidad de la sociedad socialista, es necesario presentar en primer lugar un prueba rigurosa de la imposibilidad económica de que el capitalismo, llegado a determinada fase, pueda sobrevivir. Una vez establecida esa imposibilidad, está demostrada también la necesidad de la transformación del capitalismo en su contrario, y que el socialismo haya pasado felizmente del reino de la utopía al de la ciencia.

Es éste el razonamiento lineal seguido por Marx y Engels cuando trataron de fundar sus concepciones socialistas sobre la base de sus concepciones histórico-filosóficas. La tarea principal sería la de establecer claramente la imposibilidad puramente económica de la supervivencia del capitalismo.

¿Realizó Marx esto? Tugán Baranovsky, Hilferding y Kautsky, lo niegan. Pero en el transcurso de esta investigación mostraremos, empero, que Marx efectivamente brindó todos los elementos para esta demostración.

Desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, la totalidad del desarrollo social está determinado por el desarrollo económico. No es la conciencia económica de los hombres la que provoca las relaciones sociales, sino las contradicciones de la vida material, los conflictos entre las fuerzas colectivas sociales y las relaciones de producción. “Para demostrar la necesidad del derrrumbe de la economía capitalista y la inevitabilidad del pasaje a la economía socialista, es necesario presentar en primer lugar una prueba rigurosa de la posibilidad económica de que el capitalismo, llegado a determinada fase, pueda seguir sobreviviendo. Una vez establecida esa imposibilidad, estará demostrada también la necesidad de la transformación del capitalismo en su contrario, y el socialismo pasará felizmente del reino de la utopía al de la ciencia.

Es éste el razonamiento lineal que han seguido Marx y Engels cuando trataron de fundar sus convicciones socialistas, sobre la base de sus concepciones histórico-filosóficas. La tarea principal sería la de esclarecer claramente la imposibilidad puramente económica de la supervivencia del capitalismo.

Los elementos esenciales de la teoría marxiana del empeoramiento creciente y del derrrumbe capitalista, no fueron desarrollados en el Manifiesto del partido Comunista sino recién por Marx en su obra: “El Capital”. Marx pudo hacer esto al mismo tiempo que admitía el hecho de que la mejora de la situación de la clase obrera, porque no extrajo la necesidad del empeoramiento creciente de esta bajo el capitalismo por las circunstancias imperante en Inglaterra durante los años 40 del siglo XIX, sino que lo hizo recorriendo un procedimiento deductivo a partir de la “naturaleza del capital”, a partir de la naturaleza de su ley de la acumulación. La creciente miseria de la clase obrera y el ejército de reserva en constante aumento no constituyen en ningún caso para Marx acontecimientos primarios. Se producen más bien en cierta fase del capitalismo como consecuencia necesaria de la acumulación de capital; esta representa la causa primera que está conduciendo finalmente al colapso económico en el actual nivel de su desarrollo, debido a la valorización insuficiente del capital acumulado.

La experiencia de los países andinos

  Las revoluciones democráticas en marcha en América Latina, han mostrado el carácter de las burguesías locales y nos enseñan claramente qué camino seguir. En Venezuela, Ecuador y Bolivia, fueron los sectores populares los que se levantaron contra las oligarquías y desencadenaron los procesos revolucionarios, unos más profundos que otros, pero todos con la constante de que las burguesías de esos países se plegaron a los intereses de las oligarquías entreguistas y mostraron su naturaleza antinacional y antidemocrática.

  En Venezuela sólo un sector minoritario de los liberales —encabezados por Luis Miquelena se colocó del lado de Hugo Chávez pero rápidamente, en 2002, con ocasión del golpe de Estado, retroceden y se pasan al lado de la burguesía parasitaria y del imperio estadounidense. En ese país fue el núcleo popular apoyado por militares nacionalistas el principal eje social y político del proceso revolucionario triunfante y en desarrollo.

  En Bolivia, en donde se presenta el proceso de resistencia más avanzado contra el neoliberalismo, son las masas populares encabezadas por los habitantes de la ciudad de El Alto y de la provincia de Cochabamba, acompañadas por movimientos campesinos, mineros e indígenas, quienes derrocan al presidente Lozada y derrotan políticamente a la oligarquía boliviana. La burguesía boliviana, ubicada principalmente en el departamento de Santa Cruz, se opone a la revolución y solo 10 años después, ha concertado una especie de tregua con el gobierno de Evo Morales, pero su intención es frenar el proceso revolucionario y pactar nuevos acuerdos con el sub-imperialismo brasileño que tiene gran influencia en esa región.

  En Ecuador la situación es similar. La “Revolución Ciudadana” tiene sus bases sociales entre campesinos, indígenas y población pobre y de clase media de las grandes ciudades, cansadas de la politiquería tradicional y de la entrega de los recursos naturales a las grandes transnacionales extranjeras. La burguesía siempre estuvo con la oligarquía y el imperio.

  En Perú y Colombia la interferencia de la lucha armada —degradada por el imperio y por las posiciones militaristas de la insurgencia— han impedido que los sectores populares impongan su hegemonía social y política y arrastren a la izquierda hacia verdaderos y profundos procesos de cambio y transformación.

Otros sectores sociales potencialmente revolucionarios

  Por otro lado, es importante destacar la existencia de tres sectores sociales que tienen en Colombia una importancia primordial. Uno es, el de los pequeños y medianos empresarios y productores industriales y agrarios. No son propiamente burgueses, son pequeños burgueses. Este sector se puede unir a las masas populares alrededor de un programa contra la corrupción, la politiquería, el clientelismo, la falta de transparencia y la ineficiencia político-administrativa de la casta política. Ya se han expresado de diferentes maneras pero la izquierda los asusta con sus posiciones nacionalistas estrechas y con sus predicamentos “estatistas”. Este sector social —en esencia pequeño-burgués— defiende el capitalismo y le teme a lo que fue el socialismo en el siglo XX en Rusia. Sin embargo, es una fuerza potencialmente revolucionaria y democrática.

  Otro sector es el de los trabajadores del Estado (educación, salud y servicios). Estos trabajadores son los que mantienen —precariamente— al movimiento sindical. De ser vanguardia de las luchas populares durante las décadas de los años 70s y 80s del siglo pasado, hoy están a la defensiva ante la ofensiva privatizadora que ha desarrollado la burguesía trans-nacionalizada. Es el sector de clase más propicio a entablar alianzas con la “burguesía burocrática”, con la que coincide en construir un Estado interventor, paternalista y asistencialista. Para que estos trabajadores retomen la iniciativa, debe impulsarse una especie de reingeniería mental y política, para involucrarlos en un proceso que rompa con la ilusión remota del “Estado de Bienestar” y los integre a las nuevas corrientes de cambio. En Ecuador y Bolivia están enfrentados con los gobiernos de Rafael Correa y Evo Morales respectivamente. Pero

  Y finalmente están los “profesionales precariados”, la Nueva Clase Trabajadora, el “nuevo proletariado”, los “proletarios con título” y los “proletarios con emprendimiento”. Son millones de profesionales y técnicos que a pesar de su capacitación profesional están cada vez en condiciones similares o peores a la de los trabajadores asalariados. La mayoría no son propietarios de medios de producción o si los tienen —ej., un pequeño emprendimiento— están completamente subordinados y al servicio de las grandes transnacionales y de la burguesía financiera. En su mayoría dependen de un salario, trabajan con la mente, el conocimiento y la información, y sus ingresos se reducen año tras año. Sus condiciones laborales cada día se hacen más difíciles. La constante son los contratos temporales bajo la modalidad de “contratos de prestación de servicios”. Los que tienen una pequeña empresa trabajan 14 o 16 horas diarias, viven endeudados y pagan altos impuestos. Muchos se encuentran desempleados o hacen parte del subempleo estructural que existe en Colombia.

  Estos tres sectores pueden jugar un papel importante en esta fase de la revolución colombiana pero se debe entender que los pequeños productores y los “profesionales precarizados” no son totalmente nacionalistas, al estilo de las revoluciones en el siglo XX. Son conscientes de la globalización de la economía y de una u otra manera sobreviven en medio de ella, tienen una mentalidad cosmopolita y global, están desarrollando otra visión del desarrollo económico, empiezan a madurar nuevos métodos para romper el monopolio de las grandes transnacionales, aspiran a contar con la ayuda del Estado pero no en términos de expropiaciones y control estatal de la economía como ocurre en Venezuela. Ya empiezan a mostrar nuevas dinámicas económicas (pro-común colaborativo, economía de equivalencias, solidaridades transversales, prácticas de “bienes comunes”, manejos novedosos del internet y las comunicaciones) que requieren de nuevas miradas y concepciones políticas adecuadas por parte de los demócratas y la izquierda.[5]

La nueva estrategia y la coyuntura electoral de la Alcaldía en Bogotá

  Los demócratas colombianos y particularmente la izquierda bogotana, tienen la oportunidad de desarrollar una nueva estrategia política en la actual coyuntura electoral de 2015, para gobiernos locales y regionales.

  Esa estrategia consiste en hacer los máximos esfuerzos por unificar a todos los sectores independientes, alternativos, socialdemócratas, liberales sociales, progresistas y de izquierda, alrededor de una candidatura políticamente viable.

En esta contienda la teoría del enemigo principal Uribe no la aplica. La contradicción principal está entre quienes quieren profundizar los cambios y transformaciones de tipo social, y aquellos que desean regresar la rueda de la historia para colocar la administración capitalina al servicio de los partidos políticos corruptos, aliados de todo tipo de monopolios y mafias. Poco a poco los que se lucran de la propiedad de la tierra, los dueños de los grandes negocios de la construcción, los que controlan el manejo y van por la privatización de las empresas de servicios públicos, los que impulsan un modelo de ciudad al servicio del gran capital y, en general los que están jugados por derrotar la política de la “Bogotá Humana” se están unificando, muestran su verdadero rostro y tratan de aprovechar algunas falencias gerenciales del actual alcalde Petro para derrotar a la Izquierda.

  Por ello la prioridad para las fuerzas democráticas es la unidad entre el Polo Democrático Alternativo, los Progresistas-petristas, los Progresistas de Alianza Verde, la gente de la ASI y otros sectores ciudadanos organizados, que recogen numerosos sectores de la población que luchan por conquistar espacios democráticos como las mujeres, los ambientalistas, los LGTBI, los animalistas, los ciclistas ecológicos, los trabajadores de la cultura, y en general la juventud capitalina. Hay mucho por explorar en esa unidad que no debe limitarse a los partidos políticos organizados. El potencial es enorme si se mira más allá de las estructuras tradicionales, y se exploran las llamadas “nuevas ciudadanías” [6].

  Rafael Pardo podrá presentarse como “progresista” pero siempre ha demostrado que está al servicio de las políticas neoliberales. Además está preso de las fuerzas más corruptas de la Unidad Nacional. Y por otro lado, así llegara a acuerdos con la izquierda, muchos de sus votantes van a preferir votar por un candidato de la derecha, así sea un uribista. Es mejor que Pardo canalice individualmente esos votos e impida que el “frente contra la izquierda”, que empuja Enrique Peñalosa y Carlos Fernando Galán, se convierta en una realidad.

  La unidad de las izquierdas y el centro-izquierda puede ser la antesala de un Gran Frente o Coalición Democrática para el 2018 que garantice el triunfo de las fuerzas democráticas.

  ¿Cómo hacerlo? Básicamente entendiendo la urgencia de la unidad y la pertinencia de llegar a acuerdos. Clara López debe entender que el proyecto político de la “Bogotá Humana” tiene elementos de máxima importancia que deben defenderse. Y Petro debe comprender que la única forma de darle continuidad y mejorar ese programa, es con la izquierda unida en su conjunto.

  Descartar las ilusiones en los supuestos sectores “democráticos”, “progresistas” y o “democráticos” de la burguesía, es el aspecto principal. Derrotar los egos y las prevenciones, es parte de esa tarea. Precisar los contenidos de los programas para tener bases ciertas para los acuerdos es el paso siguiente e inmediato. Definir procedimientos, nombrar compromisarios de gran experiencia y credibilidad, y de frente a la población, reconocer los errores que se hayan cometido, son pasos fundamentales para retener la Alcaldía de Bogotá en cabeza de los sectores democráticos y de izquierda, en beneficio de la mayoría de los bogotanos.

  Si lo hacemos de esa manera, daremos un paso importante en el camino de llegar al gobierno nacional en 2018.

Idea estratégica por desarrollar

  Acceder al gobierno local, departamental y nacional no es suficiente para resolver los problemas que ha generado la política neoliberal y para enfrentar la crisis sistémica y ambiental que es el resultado catastrófico del modo de producción capitalista vigente. Se requiere paralelamente desarrollar un proceso de construcción de Democracia Directa. Álvaro García Linera habla de la “democracia de la calle”, de la “democracia plebeya” pero la reduce a una especie de ayudante de la democracia representativa, para garantizar una “nueva gobernabilidad” [7].

  En Colombia se puede y debe construir una corriente anti-sistémica (anti-capitalista y post-capitalista) que haga parte del “movimiento democrático”, que actúe con “paciencia estratégica” [8], Ayude a derrotar a los partidos tradicionales, construir verdadera Paz y desencadenar un proceso de democratización del país.

  Ese será el tema de un próximo artículo: ¿Pueden y deben los revolucionarios anti-capitalistas hacer parte del “movimiento democrático”?

 http://arañandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2015/03/derrotar-la-burguesia-cortesana.html#.VRXMNfmG8mM

Notas

[1] Chulavitas: fuerzas armadas —oficiales y paramilitares— que utilizó el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez contra los campesinos que luchaban por la tierra.

[2] Gringo: Palabra utilizada por el pueblo mexicano ante la invasión estadounidense de su territorio. “Greengo”, o sea, “verdes váyanse”, era la frase utilizada durante la guerra de los EE.UU. contra México, que despojó a éste último país de lo que hoy son los estados de California, Nuevo México, Arizona y Texas.

[3] La excepción de esos industriales fue Hernán Echevarría Olózaga, pero el conjunto de la burguesía antioqueña demostró ser profundamente reaccionaria.

[4] Francisco Mosquera. “Lecciones de táctica y de lucha interna”. 1978

[5] Jeremy Rifkin. “La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo”. Editorial PAIDÓS – Estado y Sociedad. Barcelona, España.

[6] García Abello, Yezid. “Las nuevas ciudadanías”: https://yezidgarciaconcejal.wordpress.com/2015/03/26/las-nuevas-ciudadanias/

[7] Álvaro García Linera: http://www.telam.com.ar/notas/201503/97925-garcia-linera-bolivia-america-latina.html

[8] Fernando Dorado. “Paciencia estratégica”: http://alainet.org/es/active/79309 https://www.alainet.org/es/articulo/168574



Con el permiso de Fernando Dorado y de https://www.alainet.org/es/info-revistas, queremos aportar al conocimiento de la realidad actual según el siguiente comentario del GPM:

<<La acumulación capìtalista —dejó dicho Marx— produce de manera constante, antes bien y precisamente, en proporción a su energía y a su volúmen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorizaciones del capital y por tanto supérflua”. (Das Capital, I p. 646 [t.1/3, p. 784). Del ejército industrial de reserva se dice que “crea, para las variables necesidades de valorización del capital, el material humano explotable y siempre disponible” (Ibid., p. 646 t 1/3, 9 786*) Véase también ibid., pp. 650, 654 [t. 1/6, pp. 787 791], etc. No es la expulsión de asalariados por causa de la máquina sino por insuficiente ganancia explotando trabajo humano, lo cual constituye el núcleo de la teoría marxiana de la acumulación de capital. Marx no ha dejado nunca de resaltar la oposición entre el hecho técnico natural de la sustitución de trabajo humano por maquinaria relacionando medios de producción MP y fuerza de trabajo FT en su forma específica capitalista. “Si la ley según la cual el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo humano ha sido sustituida por la maquinaria, (ibid., pp. 663 [t. 1/3 Pp. 804]), ha sido así en razón de que bajo el capitalismo es decisiva “la necesidad de incrementar capital”. Tal es “La ley de la producción capitalista que se reduce sencillamente a lo siguiente: “la relación entre capital, acumulación y tasa del salario no es otra cosa, sino la relación entre el trabajo impago transformado en capital y trabajo humano suplementario requerido para poner en movimiento el capital adicional invertido para fines gananciales. En modo alguno se trata, pues, de una relación entre dos magnitudes recíprocamente independientes —por una parte la magnitud del capital, por otra el número de población obrera disponible— en última instancia nos encontramos, por el contrario, ante la relación entre el trabajo impago y el trabajo pagado a la misma población obrera”. (Ibid., p. 637 [t. I/3, p. 770n]). ¡La relación pv : v, o sea la tasa de plusvalor, es asi, pues, un problema de valorización! Que según el pensamiento marxiano la crisis, la perturbación y en fin, el derrumbe del capitalismo se provoca por la insuficiente valorización, que no puede tampoco negarlo Rosa Luxemburgo. “En todo el capítulo donde Marx trata sobre la población obrera y su crecimiento —escribe—, se refiere constantemente a las ‘necesidades de colocación’ [valorización del capital]. A éstas se acomoda el crecimiento de la población obrera y de eso depende el grado de la demanda de obreros, para que el nivel de los salarios de modo que la coyuntura, sea brillante o apagada, es decir, que haya prosperidad o crisis. ¿Pero qué son estas necesidades de colocación de las que Marx habla constantemente y a las que Bauer no alude siquiera en su ‘mecanismo’?” (“Antikritik” p. 117 [AC., p. 440 e IAC., p 82]). Rosa Luxemburgo responde a esta pregunta unas páginas más adelante (Ibíd.., p. 442 e IAC., p. 85]) donde dice que la acumulación (de capital) se acomoda a “sus necesidades de acumulación variables, esto es, a las posibilidades del mercado”. ¡Aquí tenemos al fin el gran descubrimiento! ¡Solo es en todo caso notable que Marx hable “contínuamente” de valorización, cuando se refiere a las posibilidades del mercado”. Como si Marx hubiese tenido un miedo morboso a llamar las cosas por su nombre, y hubiese querido cubrirlas con un velo y decir siempre “b” cuando quería decir “a”. Dificilmente se pueda superar la insípida escolástica de Rosa Luxeburg. Que en el sistema marxiano la valorización, y por cierto la valorización insuficiente, desempeñe un mecanismo decisivo en el fracaso del mecanismo capitalista, lo ha debido admitir también Bujarin. Así, él dice que “el movimiento de la ganancia” es la “máxima propulsora de la economía capitalista” (Der imperialismus…cit., p. 122 [p.204]. Pero Bujarin, quien no advirtió que la insuficiente valorización se presenta inmediatamente como consecuencia necesaria de las leyes internas del modo capitalista de producción y, con ello, al igual que en el caso de Rosa Luxeburg el fracaso es remitido a circunstancias puramente casuales y exteriores, a saber: que la guerra acarrea la ruina económica (Ibid p. 123 [pp. 204-205]). Es cierto pues que la guerra puede provocar la ruina y es cierto que la valorización puede fracasar si no existe consumo alguno, pero con tal formulación se oculta la verdadera problemática, la cual consiste en mostrar cómo puede desaparecer la ganancia, la valorización, aunque se presuponga el caso más favorable para el capitalismo, o sea un estado de equilibrio en el que siempre aparece asegurado un consumo incesante de las mercancías, donde ninguna guerra puede actuar destructivamente desde el exterior sobre el mecanismo y donde, en fin, el derrumbe de la valorización se presenta pues necesariamente a partir del cuerpo interno del mecanismo.


En síntesis: que según el pensamiento de Marx que ha continuado enriqueciéndolo el propio pensamiento revolucionario de Henryk Grossmann:

<<La dialéctica es un proceso de cambio permanente, del cual no está exento el capitalismo, de ahí que para la burguesía es posible concebir que necesariamente va a ocurrir una decadencia de lo existente para dar paso a algo radicalmente nuevo en la forma de llevarse a cabo las relaciones sociales para incrementar ganancia. Sin este "matiz" los revolucionarios, que se encontraban en disputa contra los burgueses, con conceptos como el de "evolución" no podían evitar caer en esa misma posición que criticaban. Es también cierto que la de Grossmann constituiría una posición más "cómoda" respecto al marxismo que le antecedió, un marxismo propiamente militante, mientras que el marxismo, digamos, académico, estudiado y elaborado en su mayor parte en un escritorio, sin embargo, esto no demerita su trabajo y el conjunto de sus propuestas. En primer lugar, porque el trabajo científico no implica una posterior lucha" práctica", militante, o de aplicación inmediata; esto no es posible (la realidad no salta de los libros, sino a la inversa, decía Marx en la Introducción de 1857), sino que el hecho del conocimiento y manifestación del objeto que se conoce, es ya el principio —por lo menos en términos sociales—, de una posición revolucionaria, si es llevada a cabo en la plenitud de la crítica y la creatividad, como hemos venido señalando; la teoría económica que Marx llamó vulgar, por ejemplo —y que fue la que más criticó Grossmann por su parte—, hace las veces de un señor de un taller, intentando arreglar el objeto descompuesto, con la intención de" renovarlo", y al elaborar sus discursos aparentan arreglarlo todo, pero funcionan por coincidencia, es decir, su teoría no tiene nada que ver con la realidad, no capta el objeto, no lo conoce y ni lo describe como es y, a partir de ello, lo que será, sino como le gustaría que fuera —pero sin tomar en consideración la legalidad del objeto, para decirlo con Hegel l4—, creyendo e intentando hacer creer que sus propuestas son las extraordinarias medicinas para curar y las herramientas indispensables con las que se hará marchar bien aquello que se encuentra en problemas, en decadencia, y esperan que la casualidad les de la "razón", que todo vuelva a ser como antes, se atienen al azar.

No quieren ver que no se trata de "reparar'', porque ni siquiera puede repararse, es decir, no se puede hacer eterno aquello que no puede serlo, en otras palabras, no tienen noción del desarrollo. No tocan para nada el objeto que pretenden hacer creer que tocan, por lo tanto, ni lo conocen, ni saben con precisión que herramientas se requieren para trabajar con ellas, ni mucho menos, lograr su transformación. La ciencia debe ser creativa, tocar el objeto, describirlo, idear —si es que no existen las herramientas con que se transformará lo que se pretende y luego transformarlo.

La economía política, por su parte, se habría quedado en el proceso del conocimiento (a donde ni siquiera ha llegado la economía vulgar), Marx avanzaría respecto de ella en el descubrimiento y la elaboración de las herramientas de transformación, y sólo pudo lograr la transformación en proyecto, es decir, en teoría, en idea, en el discurso, y de una manera inacabada, sin pulir, lo que se desprende de que los dos últimos libros de su obra magna hayan quedado incompletos.


La obra de Grossmann

La principal obra de Grossmann, La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, que ya citáramos, constituye un esfuerzo, decíamos, de creatividad basada en la crítica, y surge en un momento muy oportuno para que por lo menos se le echara un vistazo, dado que el segundo gran fracaso (el primero fue la primera guerra mundial) de la modernidad hacía su aparición: la gran crisis económica de 1929. Lo malo es que se trataba de una obra presentada por un académico, judío, polaco y crítico al sistema. La teoría del desarrollo de Grossmann, por otra parte, pretende ser crítica, negativa, a la teoría "evolucionista" marxista y a la "supurativa" al estilo de la economía vulgar, que le antecedió y a la que le era contemporánea. Pero para poder llevarla a cabo tuvo que volver a Marx, demostrando que éste iba más allá de sus propios seguidores y de la economía política, y que dejaba como herencia los elementos fundamentales para la construcción de esta teoría del desarrollo, particularmente del sistema de relaciones sociales capitalistas.

Y es que a un teórico del desarrollo le tocaba tomar al objeto sobre el que teoriza y describirlo esencialmente, es decir, ponerlo de manifiesto tal y como es, tocando todos los puntos que le son esenciales, de tal suerte que todos esos puntos que aparecen fenoménicamente ante los ojos de todos (la intervención del Estado en la economía, el mercado mundial, el desarrollo de las fuerzas productivas —o desarrollo tecnológico y mano de obra capacitada—, el desempleo, las crisis, la inflación, la lucha obrera por reivindicaciones sociales, etc.), ya no son casuales, accidentales, sino que forman parte y son necesarios a ese cuerpo total. Así, el gran esfuerzo que realiza Grossmann en su libro principal es un intento por explicar de manera total los elementos fundamentales y esenciales al sistema capitalista desde la teoría de Marx, y, por otra parte, intenta avanzar sobre aquellos aspectos críticos que 186 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999, aparentemente Marx habría dejado de lado, trabajo que puso de manifiesto en escritos posteriores y aun paralelos a la Ley de la acumulación, tales como los ya citados relativos a la conversión de los valores en precios, la reconstrucción de la hoja faltante al libro segundo de El Capital, la crítica a las teorías de las fases del desarrollo del capitalismo o las teorías evolucionistas, o aquellas que tratan sobre el socialismo y el fetichismo9•


Detengámonos aquí un momento a revisar, aunque de manera muy rápida y sintética estos escritos, principalmente aquellos que aparecen en el multicitado libro titulado:


Ensayos sobre la Teoría de las Crisis

Con el fin de hacer un reconocimiento a nuestro autor y dejar a la consideración de los lectores el pensamiento de Hennrik Grossmann y, en el fondo, el de Marx, en el primero de estos artículos (según aparecen en los Ensayos), publicado por primera vez en Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeitrbewegung, bajo la dirección de Carl Grümberg, en 1929, y que se titula "Modificación del plan originario de la estructura de El Capital” de Marx y sus causas" , Grossmann expone lo que él considera como las partes esenciales que debe contener el método de investigación y exposición de cualquier objeto real por estudiarse, para darle a esos estudios precisión científica, y en particular, expone el método que Marx habría utilizado en sus investigaciones. Para Grossmann, el cambio de plan originario de la obra cumbre de Marx, no significa que éste haya desechado los temas que antes le ocuparían un libro cada uno, sino Véanse los escritos que aparecen en Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit." El discurso crítico de Marx encuentra en Grossmann un culminador, un completador, en el entorno y de acuerdo a las condiciones del capitalismo que le tocó vivir''. Bolívar Echeverría, op. cit, p.174. En este texto, Bolívar Echeverría da un tratamiento sumario de los artículos de Grossmann que aparecen en Ensayos sobre las teorías de las crisis y constituye un texto introductorio a un seminario que impartiría en la Facultad de Economía de la UNAM -del cual, desgraciadamente, no poseemos testimonio alguno-, y advierte que en esta ocasión dejará para después la exposición de la obra principal de Grossmann: La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema Capitalista. Comparto en general la posición de Echeverría, por lo que se verá en el desarrollo de este artículo.

Que Marx decidió exponerlos de otra manera, obteniendo como resultado los tres tomos de El capital y las Teorías sobre la plusvalía. Este cambio en el plan de la obra de Marx es, para Grossmann, un giro metodológico "íntimamente ligado con el descubrimiento del esquema marxiano de la reproducción."1º El esquema de la reproducción constituye, para Grossmann, el nexo metodológico necesario de todos los problemas que trata Marx en El Capital” y le permite a Marx formularse el problema que consiste en cómo medir el valor de cambio y la valorización, que constituye el fin inmediato de la producción capitalista. De esta forma, en este artículo, Grossmann supone el doble carácter del trabajo dentro del capitalismo, según el cual la producción capitalista no es sólo producción de valores de uso, sino también y sobre todo, producción de valor y plusvalor (ganancia). El segundo artículo de estos ensayos fue publicado por vez primera en la Zeitschrift für Sozia/forschung, en 1929, que fue la publicación del Institut für Sozia/forschung (Instituto de Investigación Social) en Francfort (llamado también, Escuela de Francfort), cuando éste se encontraba ya bajo la dirección de Max Horkheimer, y es titulado: "La transformación de los valores en precios en Marx y el problema de las crisis". En este ensayo, Grossmann plantea que el esquema de la reproducción, es sólo el punto de partida de la historia capitalista y por lo tanto lo debe ser del análisis de este sistema. Sin embargo, en la realidad capitalista el regulador de la producción y circulación actual son los precios de producción, razón por la cual el análisis del capitalismo, en un segundo momento, debe partir de los precios de producción y no de los valores, momento este que constituye el complemento esencial necesario para comprender en su totalidad el fundamento del desarrollo capitalista.

El tercer artículo de los Ensayos, fue publicado por primera vez en Festchrift für Carf Grümberg zum 70 Geburtstag, en 1932, y se titula 10 "Modificación del plan originario de la estructura de El Capital de Marx y sus causas". En Ensayos sobre la teoría de la crisis, cit., p. 48. 188 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999 11. La producción del oro en el esquema de reproducción de Marx y Rosa Luxemburg". Aquí Grossmann hace una crítica a Rosa Luxemburgo, quien consideró que debido al extravío de una hoja del segundo tomo de El Capital, referida al esquema de la reproducción, Marx no habría contemplado el dinero en dicho esquema, lo cual lo dejaba incompleto.

Ella trata de arreglar el esquema y le incluye un tercer sector, en donde estaría contemplado el dinero. Grossmann, por su parte, hace un intento de reconstrucción de esa hoja perdida siguiendo la lógica del texto de Marx 11, y llega a la conclusión de que Marx no contempló al dinero en el esquema, por no tratarse de un producto productivo ni de consumo, sino que sólo es un medio de circulación. En todo caso, si al dinero se le identifica con el oro, cuando el oro se produce con fines productivos, entonces deberá incluirse en el sector I del esquema, si se produce con fines consuntivos, se incluirá en el sector 11. Pero si la producción del oro no contempla ninguno de estos fines, sino que se produce con el fin de que aparezca como dinero entonces II la producción del oro significa una reducción de la escala de producción de las mercancías" 12•

El cuarto artículo se publicó en Archiv für die Geschichte des Sozíalismus und der Arbeíterbewegung, en 1928, y se titula II: Una nueva teoría sobre el imperialismo y la revolución social". Se trata de un artículo escrito directamente contra, y sirve a Grossmann para plantear una crítica a los teóricos que encontraron supuestas deficiencias en la obra de Marx, y pretendieron superarlas sin éxito, deformándola. Sternberg además, habría deformado la teoría de Rosa Luxemburgo, a pesar de querer seguirla. Tanto en Marx como en Luxemburgo, el capitalismo produce las condiciones para la existencia del socialismo, y estas condiciones tienen su base en la economía que 11 De hecho, Grossmann habría conseguido esa reconstrucción según Bolívar Echeverría, como apuntamos más arriba, lo cual nos da mayores argumentos para esa 'vuelta a Grossmann" que Echeverría propone.

Estas condiciones basadas en la economía, imposibilitan que la clase capitalista se mantenga en el poder, y entonces el proceso revolucionario se fortalece. Sternberg alude a cuestiones de partido, intelectuales, el socialismo "depende de la 'elección' del momento en que ha de estallar, de la actitud tomada por los intelectuales y 'de la justa conciencia' independiente de la lucha de clases."13 Para Grossmann, el considerar a la economía en la base del desarrollo capitalista, es identificar a este sistema históricamente; ahí se encuentra la especificidad histórica del capitalismo, y por lo tanto es comprender la concepción materialista de la historia de Marx; con esa base también se puede comprender con precisión científica el derrumbe del sistema capitalista.

Por último, el quinto artículo de esta serie, se publicó en Nueva York en The Journal of Politica/ Economy, en 1943 (el original está en inglés), y se titula "La reacción evolucionista contra la economía clásica". Aquí, Grossmann hace un poco de historia sobre la formación del concepto revolucionario de desarrollo del capitalismo en Marx, concepto que provendría de tres teóricos franceses socialistas: Condorcet, Saint-Simon y Sismondi, y "de ciertos elementos de la filosofía de la historia de Hegel". 14 Sir James Steuart es el primero que intenta "enfocar de una forma evolucionista los problemas económicos"; en su opinión el investigador debe utilizar la deducción y la inducción, basado en la observación, sin concretarse a la mera descripción, "debe 'convertirse en un ciudadano del mundo"', universal 15. Richard Jones, atacó de los economistas "duramente sus intentos por deducir leyes económicas válidas para todas las épocas y para todos los países"16. Los teóricos franceses que aquí considera Grossmann, se "oponían al 13 "Una nueva teoría sobre el imperialismo y la revolución social», Ver en Ensayos sobre la teoría de las crisis”, cit., p. 156.


La Ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista.

Principales postulados


Grossmann elaboró esta obra durante los años en que guardaba magníficas relaciones con la Escuela de Francfort donde fungieron como colaboradores además de Hegel, Marx y Freud su director, Carl Grümberg. Por la correspondencia que Henrryk Grossmann mantuvo con Paul Mattick entre 1931 y 1937, publicada en español en los Ensayos sobre la teoría de las crisis, sabemos que aún tenía pensado publicar la referida obra. En junio de 1931, desde Francfort le escribe Grossmann a Mattick: "El compañero todo lo cual pudo ser la causa de que ese "segundo libro" no se publicara. Por ejemplo, el 17 de junio de 1933, según escribe Kristen Suanum Grossmann desarrolla también... la cuestión de las contratendencias. ¿Son capaces de superar las crisis siempre que aparecen? Yo no he dejado de plantearme esta pregunta ha dicho Grossmann. En parte ya la he respondido en mi libro, en parte la incluiré en el segundo libro." Cartas de Henrryk Grossmann a Pau Mattick sobre la acumulación, en Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit., p. 251. Sin embargo, también en esta colección epistolar, Grossmann le refiere a Mattick problemas que le acarrearon el fascismo y su economía personal, además de trabajos urgentes, Grossmann a Mattick: "Usted sabe que en Frankfurt, me confiscó la policía dos cajas llenas de manuscritos muy valiosos, fruto de 1O años de trabajo. Sólo ahora he logrado, gracias a unas intervenciones diplomáticas, que me las devolvieran. Espero que me lleguen en unas dos semanas". /bid., p. 261. No se sabe a ciencia cierta si esta devolución se concretó. Un año y medio después, el 2 de octubre de 1934, le escribió Grossmann a Mattick: "Hace poco escribí para nuestra revista (Grossmann se refiere a la Zeitschrift für Sozialforschung, de la Escuela de Francfort, a la cual hiciéramos referencia más arriba; un ensayo titulado: El capitalismo del renacimiento y los comienzos de la mecánica moderna. En Belgrado ya estaba en prensa. La modificación del plan de Marx en El Capital, que debía publicarse al mismo tiempo que la traducción del segundo libro. También el manuscrito de 50 alfos de lucha estaba listo y debía aparecer en septiembre. Pero esta semana se hizo una requisa en la casa de la señorita Mare Fran; no la arrestaron, pero confiscaron mi correspondencia con ella, las pruebas de imprenta y los manuscritos." /bid., p. 269. En otra carta, poco más de cuatro meses después, el 19 de febrero de 1935 desde París, Grossmann se refiere también a un segundo libro, al cual tenía abandonado: "... a esta altura quisiera volver a dedicarme a mi 11 volumen sobre la reproducción simple. Al realizarlo no centraré tanto mi atención sobre la sistemática, y en el apéndice quisiera 1] abordar el problema de la crisis mundial; 2] tratar también algunas críticas importantes que han hecho a mi libro." /bid., p. 272. En fin, la obra principal que Grossmann promete, es un misterio.

Al igual que los socialistas que le precedieron y los de su tiempo, Grossmann pensaba que el capitalismo se derrumbaría, esto es lo se propuso demostrar en La ley de la acumulación, enfrentándose a toda aquella teoría y también a la no socialista, desde la perspectiva de la teoría de la ley del valor de Karl Marx, a la que consideraba "teoría del derrumbe".

La discusión sobre el derrumbe del capitalismo comenzó 30 años antes de que se publicara el libro de Grossmann. Heinrich Cunow24 y Eduard Bernstein 25 comenzaron esta discusión en 1898; algunos autores como Paul Mattick 26 o Karl Korsch 27, consideraban que esta discusión fue iniciada por Engels; la Segunda Internacional se debatió al respecto al igual que los llamados "consejistas", etc. De los pensadores más reconocidos de aquel tiempo, algunos como Rosa Luxemburgo, creían junto a Cunow en el derrumbe básicamente económico del sistema, como producto de su propia naturaleza. Por otro lado, estaba la gran mayoría del pensamiento revolucionario de la época, quienes, junto a Bernstein, pensaban que económicamente no se derrumbaría el sistema, sino —en todo caso— mediante el movimiento revolucionario consciente de la clase obrera. Las distintas concepciones, se debatían entre estos dos aparentes extremos, teniendo como punto de referencia el derrumbe del capitalismo; de uno y de otro lado, la discusión no lograba unir ambos factores. Por un lado, Cunow y Luxemburgo, principalmente, sostenían que el sistema se derrumbaría por problemas de realización del plusvalor, tomado como problema, pues, la circulación del plusvalor: basta con que el capitalismo ya no encuentre espacios de realización del plusvalor para que se derrumbe, este sería un problema propiamente económico al fin. Del otro lado Bernstein, Karl Kautsky, Tugan-Baranovski, Otto Bauer, etc., no consideraban esta posibilidad como la causa irremediable de dicho derrumbe, por el contrario en lo económico siempre veían "progreso" y aumento del bienestar, por lo que, en todo caso, el derrumbe sería consecuencia de una decisión obrera que, a pesar del progreso, llevaría a cabo un proceso revolucionario para derrumbar al sistema. En resumen, los que pensaban que el derrumbe del capitalismo tendría causas económicas, daban razones "objetivas", mientras que la otra posición, la del movimiento obrero, le otorgaba al fenómeno del derrumbe, causas "subjetivas" 28. Estas posiciones dieron a pensar que la existencia y desarrollo contradictorio del propio sistema, apareciera como mera intuición de los pensadores de la época, o peor, como un puro dogmatismo, por no llamar necedad al pensamiento sobre el derrumbe29. Grossmann pretende situar su teoría más allá de estas concepciones. En él el sujeto y el objeto están unidos, pero su relación social está mediada por la ley del valor y la de la acumulación, y le interesa demostrar que es ésta la posición de Marx en su obra y permite comprender mejor el desarrollo del sistema capitalista, a diferencia de la gran mayoría (si no es que en todos los casos) de los pensadores militantes de su época: "Mientras que en el campo marxista —escribió Grossmann— hay una literatura abundante sobre la revolución política, cuyo aspecto económico de la cuestión fue descuidado en el plano teórico y el verdadero contenido de la teoría marxiana del derrumbe, no fue comprendido".

¿Por qué? Veamos: Si el desarrollo de las fuerzas productivas ha completado su progreso técnico a instancias de usar la maquinaria en demérito del trabajo humano empleado, ha sido por que se decidió sustituir esa fuerza de trabajo humano empleado por maquinaria 31. La unidad existente alternativa de estos dos factores de la producción, constituyen la única alternativa de que una u otra de las dos fuerzas productivas sea utilizada, es decir, que al mismo tiempo se pueda llevar a cabo el proceso del trabajo humano y el de la maquinaria. Pero el capitalismo rompe con esta unidad entre los seres humanos empleados y sus medios materiales técnicos de producción según la mejor satisfacción de las necesidades económicas, si esta ruptura se produce cuando los medios técnicos materiales —la maquinaria— sustituyen a los medios físicos humanos y esta separación alternativa entre el trabajador humano sustituido por maquinaria está determinado por el capital dinerario empleado para tal finalidad. Es ahí donde se consigue que el valor imponga su ley. ¿Cómo? Una vez que la fuerza de trabajo humano se convierte en mercancía, es el medio de obtención de valor y, mediante su explotación, produce cada vez más valor, es decir, plusvalor. Pero el valor humano y el capital sólo llegan a imponer su ley y a dominar el desarrollo de las fuerzas productivas, cuando se lleva a cabo el siguiente proceso productivo sobre esa base, es decir, cuando el trabajo humano se valoriza. O sea, que la incorporación de fuerza humana de trabajo en el proceso de la producción, posibilita al capital la obtención de plusvalor (explotándolo). Pero si por las circunstancias que fueran la maquinaria sustituyera al trabajador, éste dejaría de ser empleado fungiendo el mecánico sin pérdida ni ganancia de valor ninguno.

Así es cómo se ha operado mecánicamente la expulsión de fuerza de trabajo humano por maquinaria] sin más ni más. Y así para Grossmann —en cuanto el capital no pueda ya valorizarse, dejará de dominar, el capitalismo se derrumbará y es este un proceso en el que se encuentran incluidos tanto los medios técnicos de producción sin ganancia y una fuerza de trabajo sustituida gratuitamente. Es este el concepto de fuerzas productivas que le ha permitido a Grossmann no perder de vista la importancia del proceso terminal capitalista, tanto de uno como de otro elemento alternativo del proceso. De la actualidad de la teoría de Grossmann, el sistema deja de ser así económica y socialmente dominante.

Uno de los mayores problemas es el de su caracterización sobre todo teniendo en cuenta que la multiplicidad de los fenómenos que lo constituyen hacen que o se dé por sentada la propuesta marxista de que es la ley del valor y del desarrollo la que explica el conjunto del sistema capitalista, o hay que buscar otra ley y otra forma de asumirlo. Grossman pensó, tratando de rescatar la obra de Marx, que todos estos fenómenos encuentran su explicación y su razón de ser fundamentalmente en la ley del valor, que garantiza la existencia del capitalismo como forma general de desarrollo social de la humanidad en tanto conjunto de relaciones sociales entre individuos singulares y particulares: donde mientras haya capitalismo existirá la ley del valor determinando su existencia. En esta discusión se enmarca, además, la posibilidad de un planteamiento alternativo al sistema.

No es la posición de Grossmann, ni lo fue la de Marx imponer cualquier teoría, es decir, convertida en doctrina. Quienes estén de acuerdo con ella o quienes no lo estén, tendrán que demostrar por qué sí o por qué no lo están. Si no se demuestra, mediante un esfuerzo tan gigantesco como el que ellos desarrollaron, tendremos teóricos "vulgares", repetidores, que no "piensan por cuenta propia", como dijo Marx. Grossmann hizo un gran esfuerzo por demostrar la vigencia de la teoría de Marx, de la del valor.

Bolívar Echeverría ya habló de la importancia de "volver" a Grossmann 35, y no se trata, como decíamos, de otorgar a una teoría de mayor valor del que posee, haciéndose miembro de una asociación política, por ejemplo, y poniéndole su nombre, sino de conservar o, si no se tiene, adoptar una actitud crítica y creativa. Por supuesto que para comprobar el planteamiento de Marx, tendremos que volver la vista hacia nuestra vida diaria, la laboral, y buscar en ella sus postulados: ¿fuimos contratados capitalistamente? Si somos burócratas o profesores, ¿se nos extrae plustrabajo, o esto sólo acontece en la industria? y si sólo ocurre en la industria, ¿es la industria determinante para la existencia de un conjunto social y para individuos como nosotros? y, por lo tanto ¿tiene validez la teoría del valor y el conjunto de los planteamientos de Marx? ¿Qué ocasiona el desempleo, la migración, la pobreza en las comunidades indígenas, por ejemplo? ¿La ley del valor? ¿Qué ocasiona la contaminación de los lagos, la corrupción de los gobernantes o de las policías, el narcotráfico? ¿El valor, que ha impuesto su ley? ¿Continúa el dinero funcionando como medio general de obtención de la riqueza, es decir, continúa mediando el valor?, etc.

Este no es un problema nuevo. Desde qué perspectiva Bernstein proclamó la revisión de la obra de Marx —porque hubo que hacer múltiples aclaraciones sobre el método que Marx habría utilizado para desarrollar su obra—, y entre todo aquello que se puso en cuestión, está la ley del valor, algo sobre lo que Engels tuvo que discutir, una vez que no quedó sino él para defender a Marx con propiedad. La “ley del valor"—escribió—, "tiene para la producción capitalista una significación mucho mayor y determinada que la de una mera hipótesis, para no hablar de una ficción, aunque fuese necesaria( ... ). Ni Werner Sombart ni Schmidt ...toman suficientemente en cuenta que no sólo se trata aquí de un proceso puramente lógico, sino de un proceso histórico y su reflejo explicativo en el pensamiento, de la consecución lógica de sus conexiones internas"36 . Esto seguramente se opondrá, por lo menos formalmente, a la concepción del método de Marx, pero tampoco demerita los resultados generales de las investigaciones de Grossmann. En resumen, Grossmann, constituye un buen punto de partida para estudiar al capitalismo en su conjunto, como una totalidad que se mueve de acuerdo con leyes generales, aunque éste aparezca de manera desordenada, dada la multiplicidad de fenómenos que constituyen y esconden su verdadera esencia, para que, para decirlo con Hegel, se vea lo esencial de la apariencia, y todos esos fenómenos ya no aparezcan oscuros, nebulosos, sino con una claridad que sólo el proceso creativo puede dar, en el que Grossmann tiene un lugar privilegiado.


Economía y Socíedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999

Según Grossmann: "Para Georg Wilhelm Friedrich Hegel la historia del mundo ha consistido en desarrollar la idea de libertad, igualdad y fraternidad en la conciencia de los ciudadanos de a pie colombianos y del resto del mundo, siendo precisamente este desarrollo en la conciencia revolucionaria de los explotados, el que ha venido determinando los cuatro niveles principales alcanzados por los diferentes pueblos: el mundo oriental, el griego, el romano y el germánico", que para Marx y Engels ese desarrollo es un proceso objetivo de la historia en el que cada estructura social está marcada por tendencias objetivas específicas, puestas de manifiesto por la naturaleza de los instrumentos tecnológicos y por la organización social del trabajo en el uso de dichos instrumentos".

Estos tratados temáticos, fueron concebidos por Henrick Grossmann en el curso de sus investigaciones que lo llevaron a completar su obra principal, donde no sólo recogió el pensamiento de Marx y Engels sin desviarse un milímetro de su contenido sustantivo, sino que después de haber acabado sus investigaciones con la publicación de La ley de la acumulación, y del derrumbe del capitalismo, también podemos leer en la introducción de ese libro, que La ley de la acumulación forma parte" de una obra más extensa", dirigida a plantear la tendencia del desarrollo del capitalismo", según Henrick Grossmann entendió" la teoría marxiana" 20. Sin embargo, problemas de carácter político no le permitieron concluir su proyecto, por lo cual nos tenemos que sentir reconocidos y considerados.

Un saludo: GPM.


Consideraciones finales

I

Nada provoca mayor desconsuelo e insatisfacción, que el estado actual de las concepciones oficiales y la crítica en el ámbito de la teoría marxiana del salario en el curso del derrumbe capitalista, tanto si nos referimos a la teoría burguesa como a la literatura marxista misma.

A pesar de que la teoría del salario no parece constituir, ni mucho menos el punto fuerte de la economía burguesa1, observamos que entre sus filas existe un desmedido desprecio respecto de la teoría marxiana del salario, tanto si nos referimos a la teoría burguesa como a la teoría marxista misma, observamos entre sus filas que existe un desmedido desprecio respecto de la teoría marxiana del salario. Desprecio que, por cierto, en la mayoría de los casos se halla en relación inversa al conocimiento que los mencionados críticos poseen de Marx. Y cuando de “superar críticamente”.

Desprecio que, por cierto, en la mayoría de los casos, se halla en relación inversa al conocimiento que los mencionados críticos poseen de Marx. Y cuando de “superar críticamente” la formulación marxiana se trata, resulta extremadamente difícil imaginar alguna nueva adulteración que no haya sido expuesta co anterioridad, resulta extremadamente difícil imaginar alguna nueva adulteración que no haya sido expuesta con anterioridad. Así, la lumbrera de la ciencia europea, el profesor Gustav Cassel , sostiene que si el socialismo marxista no se halla empeñado en sostener el socialismo europeo, es porque no se halla empeñado en explicar los hechos (el nivel de los salarios) sino que, más bien, los condena por motivos morales, limitándose a presentar con respecto al nivel de los salarios, meros postulados. La realización del derecho al producto íntegro del trabajo [¡]2, sería pues, el aspecto esencial del programa de los socialistas. “El socialismo, pues, condena por inmoral todo el sistema de salarios actual, puesto que se trata al obrero como un objeto de explotación con fines gananciales. […] En oposición a esta regulación del salario por el mercado, el socialismo exige [!] para los obreros, un ingreso que se halla determinado por fundamentos éticos objetivos […]. Los principios según los cuales se determina el ingreso de los obreros son, en general poco precisos y estables […] Por otra parte, las concepciones básicas de los socialistas son atacadas en su punto más débil por cualquier alusión, en el sentido de que habría que conceder cierta importancia a la influencia que ejerce la oferta y la demanda de algún tipo de trabajo en especial, sobre la fijación de los salarios”.3

Pero la teoría del salario de Marx también suele ser presentada como una teoría que se monta sobre los fundamentos brindada por la ley del salario de los clásicos y las consecuencias de estas, es decir la teoría de la miseria creciente, que, como es sabido, a la vez que admite el deterioro de la clase obrera, excluye la posibilidad de una elevación del nivel de los salarios. Supuestamente ello obedecería a que, como afirma la teoría de Marx establece que el salario obrero no obtiene más que lo absolutamente necesario indispensable para el sostén de su vida corporal […] Y puesto que todo obrero se halla ante el peligro de morirse de hambre, siempre estará dispuesto a aceptar trabajo por un salario miserable, o sea por un salario que lo proteja ajustadamente de morirse de hambre. Esta es la ley de bronce de los salarios que si bien fuera deducida a su manera por Marx, en lo que respecta “a los resultados obtenidos que no difieren sustancialmente de las fórmulas anteriores”.4 Por la misma época. Schulze-Gavernitz— afirmaba que el socialismo radicalizado constituye una verdad insoslayable, en el sentido de que al obrero le está vedada toda posibilidad de ascenso, pues se halla aherrojado irremediablemente según el mínimo exigido para los fines de la mera subsistencia”.5. Y en efecto, el socialismo radicalizado se apoya en la concepción según la cual, “el desarrollo económico moderno condena al obrero a permanecer sujeto a un mínimo indispensable para su supervivencia y, mientras perdure esta base económica debe descartarse toda posibilidad de mejora progresiva de su situación; porque un ascenso de salarios resulta particularmente improbable6. Schulze Gavertitz se empeña en demostrar la carencia de fundamentos de la doctrina sustentada por un cierto pesimismo social, según el cual “el desarrollo económico moderno conduce al derrumbe o a una disyuntiva de naturaleza tal, que solo puede ser resuelta a plomo y fuego”.7

GPM

Durante la etapa histórica en que la propiedad de la tierra y el trabajo esclavo han sido esas dos fuerzas productivas fundamentales de la humanidad, entendiendo al esclavo como una posesión animada bajo el poder omnímodo de todo propietario de tierra, tal ha sido la definición aristotélica de la esclavitud. Aquella idea por entonces de que haya seres humanos desposeídos de toda libertad, hoy nos parece aberrante e insostenible. ¿Pero no hay acaso hoy una fuerte contradicción ética en el fenómeno de la explotación de trabajo ajeno, cuando por el hecho de que un sujeto sea propietario de otro a raíz de un contrato de trabajo, se le haya permitido abusar de él hasta el extremo de causarle la muerte? Posteriormente bajo el sistema feudal en Europa entre los siglos IX y XV, el vasallaje que consistió en la relación de dependencia entre dos sujetos libres a través de la ceremonia del homenaje, ¿no es cierto acaso que aquél vasallo mantuvo una relación de sometimiento con su respectivo señor, mediante el pago de impuestos, fidelidad y otras relaciones de dependencia extraeconómicas, a cambio de que el señor le protegiera?

¿Y qué decir del ascenso de la burguesía a finales de la época feudal, cuando fue asimilándose paulatinamente a la importancia de la propiedad no ya tanto sobre la tierra sino sobre cosas, que permitieron a esa clase social ya dominante, ejercer un poder limitado sobre personas dependientes que dieron origen al moderno proletariado? Al principio del capitalismo ya casi no existía una regulación de la propiedad sobre la tierra, su agricultura, transmisión y herencia de sus propiedades personales. Pero aquella la creciente clase media que había venido acumulando riqueza territorial agrícola-ganadera, esa propiedad fue paulatinamente sustituida para fines gananciales de producción industrial de sus empresas con sus respectivos medios técnicos de producción. Así las cosas, la burguesía industrial y comercial incipiente tras haber acabado con el absolutismo político de la monarquía dinástica decadente durante la Revolución francesa en 1789, propugnó el establecimiento de un gobierno republicano democrático, difundiendo en 1791 por el mundo, los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y soberanía popular. También divulgó primordialmente el conocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Pero desde ese momento emprendió el proceso de auparse pugnando por alcanzar su condición de la más moderna y poderosa clase social industrial, comercial y bancaria dominante bajo el capitalismo y, dado el proceso productivo con tales fines gananciales, convirtió aquel originario lema de la Revolución Francesa en papel mojado hasta todavía hoy.

Y ¿qué pensar precisamente en estos momentos bajo el capitalismo postrero, de quienes por ser propietarios de medios técnicos de producción y dinero bancario, tras firmar con sus empleados el contrato de trabajo, pasaron a ejercer sobre ellos un dominio personal cuasi absoluto hasta todavía hoy, en virtud de esa propiedad privada? Y es que desde los orígenes del capitalismo, la magnitud del salario percibido por cualquier obrero a instancias del contrato de trabajo con su respectivo patrón: 1) permanece en relación dependiente con la medida económica inversamente proporcional a la plusvalía o ganancia obtenida por su empleador, es decir, que al aumentar la ganancia del patrón empleador disminuye relativamente el salario de su empleado 2) Que el límite mínimo del salario, está determinado por el mínimo histórico de los medios de vida, que el obrero necesita para reproducir su energía y fuerza diaria de trabajo, en condiciones de uso óptimo, necesidades que varían en cada momento y lugar. Pero hay más, porque 3) Bajo tales circunstancias, el límite máximo del salario también está objetivamente determinado por el poder que los patronos ejercen sobre sus subordinados, a instancias de la propiedad privada sobre sus medios de producción y el dinero bancario, de modo que cualquier aumento del salario, sólo es posible, en tanto y cuanto no disminuya la masa de plusvalor producido, que haga descender relativamente esa ganancia y el capitalista entre en pérdidas e inicie el proceso de desinversión productiva material, dejando a sus asalariados en el paro que les genera la miseria relativa más absoluta. Tal como así ha venido sucediendo.

Dicho esto con más precisión, la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales del trabajador empleado, encuentra su límite máximo en el mínimo plusvalor o ganancia de su patrón, compatible con la rentabilidad del capital vigente en el mercado, mientras que el mínimo salario relativo del empleado, está determinado por el costo laboral compatible con el mayor rendimiento de su trabajo en términos gananciales. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la relación entre las dos clases sociales universales, en pugna por la participación en la productividad del trabajo dentro del sistema capitalista. Teniendo en cuenta todos estos elementos, siguiendo a Marx comprobaremos que durante cada jornada de trabajo, el valor de la fuerza desplegada por el asalariado y la plusvalía obtenida por el patrón, fluctúan dentro de unos márgenes estrictamente acotados. Si nos salimos de ellos en cualquier supuesto con visos de realidad, estaremos violando las leyes objetivas del propio capital y los resultados a que lleguemos serán engañosos, totalmente faltos de toda veracidad científica para explicar el cambio desigual permanente que se ha venido verificando desde un principio entre las dos partes, explotadoras y explotadas. Así, es cómo las consignas entre patronos y obreros de “libertad, igualdad y fraternidad” se han quedado efectivamente en papel mojado.

 

Pero es que, además, un procedimiento de la patronal burguesa para aumentar la plusvalía capitalista, ha consistido y todavía consiste, en extender la jornada de labor haciendo trabajar al obrero durante más tiempo, a cambio del mismo salario. A esta forma de aumentar la producción de riqueza que se apropian los capitalistas en perjuicio de los trabajadores, se la denomina plusvalía absoluta porque crece respecto de sí misma, produciendo más valor del equivalente al salario. Dicho de otra forma, consiste en que el asalariado trabaje más tiempo que el contenido en los medios de vida equivalentes a su salario percibido a cambio, acordado en el contrato de trabajo. En la etapa infantil o temprana del capitalismo, los patronos sólo podían aumentar la plusvalía haciendo trabajar durante más horas a sus empleados, o bien aumentando el número de éstos, es decir que el incremento de la plusvalía total apropiada por los patronos capitalistas, se producía como consecuencia de la extensión de la jornada total o colectiva de labor. Porque como acertara en decir Marx:

<<El trabajo pretérito [potencial o anterior a su ejercicio] contenido en la capacidad energética de cada obrero, que le permite trabajar para su patrón, y el trabajo vivo que esa capacidad puede ejecutar, sus costos diarios de mantenimiento y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera determina su valor de cambio [acordado en el contrato de trabajo] la otra conforma su valor de uso. Así las cosas, el hecho de que sea necesaria media jornada de labor para mantenerlo vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor de la fuerza [contenida en el salario o capacidad de trabajo] y su valorización [rendimiento] en el proceso laboral [diario del que de hecho se apropia el capitalista] son, pues, dos magnitudes diferentes [y esto malversa el concepto de igualdad en los intercambios]. El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo [firmando el contrato]. Su propiedad útil, la de hacer hilado o botines, era sólo una conditio sine qua non, porque para formar valor es necesario gastar trabajo de manera útil. Pero lo decisivo fue el valor de uso de esa mercancía [llamada trabajo], el de ser fuente de valor y de más valor que ella contiene [comparada con el valor contenido en el salario contratado]. Es éste el servicio específico que el capitalista esperaba de esa relación [la mercancía trabajo desarrollada por el trabajador y el salario a cambio de ese procede, al hacerlo, conforme a las leyes [que él supone] eternas del intercambio mercantil [desigual haciendo trabajar a sus empleados durante más tiempo respecto del acordado en el contrato]>>. (K. Marx: “El capital” Libro I Cap. V: “Proceso de trabajo y proceso de valorización”. Ed. Siglo XXI/1978. Pp. 234. El subrayado y lo entre corchetes nuestro).

GPM.

La Ciencia de la Mula Francis

Nota dominical: ¿Por qué Albert Einstein fue considerado un procomunista?

Por Francisco R. Villatoro, el 25 noviembre, 2012. Categoría(s): Ciencia • Historia • Personajes • Science 10

La revolución de noviembre de 1918 llevó a Alemania desde la monarquía del Reich a la República democrática de Weimar. Y un tal Carl Einstein (1885-1940), historiador y crítico de arte pero además anarquista militante, el 1 de enero junto con Rosa Luxemburgo. Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck fundaron en Alemania el Partido comunista (KPD), tras el levantamiento espartaquista (Spartakusaufstand) ese mismo año. La policía ferroviaria en Bamberg, Baviera, detuvo el 14 de junio de 1919 a ese tal Einstein, cuando viajaba desde Berlín a Nuremberg con pasaporte falso. Toda la prensa documentó el caso. El apellido Einstein estaba en boca de todos, pero no fue el caso de Albert Einstein (1879-1955), sino el de un tal otro sujeto de nombre Carl, quien tampoco fue familiar de Albert. Sin embargo, los antirrelavistas (relativistas) alemanes Paul Weyland (1888-1972) y Ernst Gehrcke (1878-1960) aprovecharon la propaganda comunista asociada al apellido de Einstein para criticar por el frente político al gran físico judío —de nombre Albert— quien a partir de entonces nunca más pudo quitarse aquél sambenito de procomunista, falsa filiación política que le acompañó hasta su muerte.

El 13 de noviembre de 1918 Albert Einstein impartió una conferencia a favor de la revolución de noviembre, en la que advirtió con rotundidad su oposición a la que el llamó tiranía de la izquierda comunista por su violencia y falta de democracia. Pero unos meses más tarde la prensa decidió acusarle de “rojo,” comunista y anarquista. En diciembre de 1919 decidió escribir un artículo en el periódico Neues Wiener Journal, para aclarar sus ideas políticas: En varios periódicos —dejó dicho— que “soy retratado como un simpatizante de los comunistas y anarquistas, obviamente debido a una confusión con alguien que tiene mi mismo apellido. No hay nada más alejado a mi pensamiento que las ideas anarquistas”. Obviamente, su artículo no sirvió de nada. Las repetidas apariciones del presunto “comunista” Carl Einstein en la prensa berlinesa, muchas veces omitiendo el nombre de pila, fueron las causantes de la reputación “roja” de quien recibiría el Premio Nobel de Física en 1922.

Como consecuencia de semejante confusión, Albert Einstein tuvo problemas para obtener una plaza de profesor honorífico en la Universidad de Leiden, Holanda, que había sido gestionada por Hendrik A. Lorentz (1853-1928). Su mujer Elsa Einstein-Löwenthal, le llegó a escribir en mayo de 1920: “¡Así que nadie te quiere por tus creencias socialistas! ¡Incluso en Holanda! Hazme un favor y no actúes como un socialista furioso. (…) Por favor, pon punto y final a estos rumores estúpidos que te consideran un violento revolucionario. (…) Ya es bastante malo que no vayas a recibir el Premio Nobel por ello. Deberías poner fin a esta situación cuanto antes. ¡Un espíritu crítico como tú no puede ser un comunista!”

Las ideas revolucionarias de Einstein en ciencia, hicieron que su apellido se asociara con el adjetivo de “revolucionario”, en una época en la que en Berlín ser “revolucionario” era sinónimo de ser comunista y anarquista. Ya en Estados Unidos, el FBI le abrió un expediente acusándole de procomunista. Cierto es que Einstein defendió en público a sus amigos que también fueron acusados de comunistas (algunos entre ellos estaban afiliados al Partido Comunista, entonces ilegal). De hecho, el número del 5 de abril de 1949, la revista “Life” mostró un retrato de Albert Einstein dentro de una serie de fotografías de personajes famosos acusados de comunistas.

Ya para acabar me gustaría recordar que Carl Einstein tiene una relación con España, fue portavoz del Grupo Internacional de la Columna Durruti y fue herido en combate durante la Guerra Civil Española. Tras la victoria de los militares franquistas, Einstein continuó con su ideal de la lucha en España intentando ayudar a los refugiados anarquistas en Francia, donde el gobierno de Vichy le internó en un campo de refugiados, por su origen judío y por venir exiliado desde España. Ante el acoso de las tropas nazis escapó del campo, suicidándose antes de caer prisionero en manos de los fascistas en 1940.

PS: Sobre este tema recomiendo leer a César en, “Einstein y… el comunismo” Experientia Docet, 25 Jul. 2010. Un extracto para abrir boca: “Einstein tenía unas ideas políticas muy claras y las expresaba sin ambages. Sin embargo no le gustaba “pertenecer” a nada, por lo que permanecía en la periferia de cualquier grupo al que respaldase, a menudo criticándolo tanto como lo alababa. Nunca fue miembro del partido comunista, pero sus ideas de izquierdas le hicieron frecuentar la compañía de numerosos grupos de tendencias comunistas. (…) En mayo de 1949, escribió para Monthly Review un artículo titulado “¿Por qué socialismo?” en el que describía los problemas que él veía en el mundo, desde el racismo a la pobreza, y cómo el socialismo podía representar una vía de solución (aquí, el original en inglés; aquí, la traducción al español). Este artículo atrajo la atención del FBI, que ya tenía un expediente sobre las actividades relacionadas con el comunismo de Einstein abierto en 1932.

Retomando «¿Por qué socialismo revolucionario?»

Albert Einstein


Chris Gilbert

Boltxe / Trinchera



¿Por qué optar por el socialismo? Es común alegar que el socialismo será más justo y equitativo que el capitalismo, pero esto no resuelve el problema ya que las personas no siempre se sienten motivadas por la justicia social. Por otra parte hay que considerar cuán exigente y desafiante es el proyecto socialista: ¡el objetivo es cambiar toda la sociedad! En proyectos de tal naturaleza las intenciones y los impulsos operativos no son necesariamente racionales. También está la difícil cuestión de la longevidad en las motivaciones, la cuestión de si el compromiso individual (mientras dure), coincidirá con el de otros que comparten el objetivo socialista durante el tiempo necesario para que el proyecto cuaje.

Cabe señalar también que, mientras el socialismo fue comprendido como consecuencia necesaria de un desarrollo histórico inexorable, no hubo necesidad de preguntar ¿Por qué socialismo? En el período posterior a la muerte de Karl Marx y hasta la primera mitad del siglo pasado, el socialismo habitualmente se entendió como algo tan inevitable que, para algunos pensadores, podía verse como poco deseable para la humanidad, pero sin embargo parte de un futuro ineludible (básicamente la postura del economista austriaco Joseph Schumpeter entre otros) [1].

Tal vez aquí nos encontramos con la verdadera importancia del artículo «¿Por qué socialismo?» de Albert Einstein [2]. Más que por su contenido que incluye argumentos interesantes —por ejemplo el planteamiento de que solo una economía socialista planificada puede superar la mutilación del individuo que impone el capitalismo—, este breve ensayo de 1949 constituyó un hito por adoptar una postura original: la de conceder que el socialismo no es inevitable y debe ser anhelado. Efectivamente, el texto de Einstein reconoce que el socialismo debe ser buscado activamente.

Sin duda, el interés de Einstein en la cuestión fue el resultado de la crisis general de 1914 a 1945, que sacudió profundamente la fe en el progreso abstracto y en los esquemas de la historia universal. Las lecciones de aquella crisis todavía definen la época actual; el determinismo histórico, fuera de los claustros académicos del marxismo analítico [3], tiene pocos adeptos hoy día. Más aún, la crisis sistémica que comenzó alrededor de 1970 y ha continuado hasta el presente, ha sido tan eficaz como la anterior en su pulverización, una vez más, de la fe en el progreso inevitable. Por estas razones, la pregunta por qué socialismo —por qué hay que desear y luchar por el socialismo— permanece tan vigente como lo fue en el momento que Albert Einstein la dejó planteada. 

Un rastro textual en Marx

Por lo general, Karl Marx dejó de lado la pregunta ¿por qué socialismo? qué motiva al individuo o al colectivo a trabajar por la sociedad socialista (el comunismo). Esto se debe en parte a que su obra nace como un esfuerzo por responder «científicamente» a las quimeras del socialismo utópico, cuyos partidarios habían dominado el debate. Otro factor es que Marx no siempre fue ajeno al determinismo de su momento y, en ocasiones parecería pensar que el efecto acumulativo de las luchas sindicales y el crecimiento numérico del proletariado, serían suficientes para formar un sujeto revolucionario [4]. Aun reconociendo estas dos trabas en Marx, existe sin embargo una cadena de claves literarias en su obra, que apunta a la cuestión crucial, «existencial», del empuje subjetivo por el socialismo; las razones para hacer la revolución.

Marx ha empleado dos figuras para significar la revolución comunista: el espectro del Manifiesto comunista y el topo del 18 Brumario de Luis Bonaparte, ambas provenientes del Hamlet de Shakespeare. Las referencias son alusiones al primer acto de la obra, en el que el fantasma del viejo rey visita las murallas del castillo Elsinor. Cuando el fantasma está sobre la superficie es «espectro» —también «aparición» y «espíritu»—, pero cuando está bajo el escenario lo llaman «topo». Bien dicho, topo viejo. ¿Cómo puedes cavar la tierra tan rápido? ¡Diestro minero! comenta Hamlet cuando el fantasma, en ese momento subterráneo le pide el juramento que así comienza:

<<Un fantasma recorre Europa; el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: El Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses, y los polizontes alemanes.

¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por los adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios el epíteto zahiriente de comunista?

De este hecho resulta una doble enseñanza:

Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.

ya es hora de que todos los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio partido.

Con este fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han redactado el siguiente manifiesto, que será publicado en inglés, francés y alemán, Italiano, flamenco y danés>>

Con frecuencia se considera Hamlet como obra constitutiva de la conciencia moderna. La obra cuenta la historia del personaje epónimo que lucha por restaurar el orden perdido, usurpado por su tío Claudio, quien asesinó al viejo rey y padre de Hamlet. Puesto que el aventurero Claudio toma las riendas de su propio destino (como haría otro usurpador shakesperiano, Macbeth) y es un «hombre que labra su propio éxito», se le puede comparar con un burgués. Así, en este drama que data de los inicios del capitalismo europeo, el protagonista lucha contra el nuevo orden burgués, y su inspiración proviene de una figura que es vieja: la figura paterna. Se trata de un viejo topo, un viejo fantasma, una voz del pasado [5].

¿Cómo interpretar esta voz shakesperiana del pasado, de la que Marx se apropió no solo una vez sino en múltiples ocasiones [6]? Así mismo, ¿por qué tantos textos marxistas, incluyendo textos actuales, emplean las figuras del espectro y del topo para referirse a la promesa del socialismo, con aquel presagiando el posible advenimiento del socialismo y éste representando una fuerza revolucionaria que estalla irresistiblemente en el presente? La mejor explicación es que el uso de estos tropos de Shakespeare por Marx y Engels —y más importante, su persistencia en la tradición marxista viva— implica que hoy todavía consideramos que el llamado al socialismo viene del pasado y no de un futuro abstracto, ni se inspira en la necesidad abstracta de progreso.

Vale la pena señalar que esta forma de interpretar el discurso marxista —con la mirada puesta en el pasado y buscando allá las razones de la revolución socialista— no es nueva. De hecho, es un tema central en la obra, influida por el romanticismo, de Walter Benjamin. Benjamin afirmó crípticamente en su Sobre el concepto de historia (1940), que la revolución no se hará por envidia del futuro, sino más bien por una felicidad que es esencialmente pretérita: la revolución redime las vidas del presente y del pasado. En consonancia con esta obligación de redimir el pasado, Benjamin apunta a la «débil fuerza mesiánica» conferida a las generaciones vivas, a las cuales el pasado tiene derecho de dirigir sus reclamos. Como el propio Hamlet, Benjamin reconoce que las demandas que tiene el pasado sobre el presente «no se satisfacen fácilmente» [7]. 

Algo «viejo»: el valor de uso la poesía de Baudelaire

Sea cual fuere el papel asignado al pasado y sus mensajeros fantasmales en los textos de Marx, Benjamin y Shakespeare, hay que reconocer que la idea de que el pasado proporciona el impulso para el socialismo, es profundamente contraintuitiva. ¿Por qué, desde la modernidad, se insiste que el motivo o el llamado al socialismo proviene de una época anterior? Si el socialismo se va a construir en el futuro, ¿por qué no procede el llamado desde el propio futuro? De hecho, las respuestas a estas preguntas tienen mucho que ver, con la construcción de la modernidad capitalista y más específicamente con su calidad fantasmagórica.

En «El fetichismo de la mercancía y su secreto», sección clave de El Capital, Marx muestra cómo el mundo de las mercancías, con su abstracción del trabajo humano en la forma fetichista de valor, es esencialmente fantasmagórico: en una palabra, es un mundo futurista. El reino «sensorialmente suprasensible» al que Marx se refiere en esta sección de El Capital” anticipa el mundo de los centros comerciales de hoy y su incesante presentación de productos y encantos novedosos; este es un mundo que busca excluir la muerte al asumir paradójicamente el rigor mortis de las superficies duras y brillantes de las mercancías. Dada la naturaleza excesivamente moderna y futurista del universo de las mercancías, cualquier ruptura con este ámbito debe provenir de una voz subterránea o de un espacio metafórico que contrasta, por su carácter «viejo» o unheimlich, con la alienación futurista del capitalismo [8].

Este espacio metafórico, comparable en cierto modo a la condición espectral del padre de Hamlet, es la esfera del valor de uso en la modernidad capitalista. Como faceta suprimida de la mercancía, el valor de uso se representa a menudo en el arte, en la filosofía e incluso en la política como algo perteneciente a una especie de paraíso perdido [9]. Por ejemplo, en la poesía de Baudelaire y, un poco más adelante, en los cuadros de Paul Gauguin y Henri Matisse, el reencuentro con valores y placeres elementales se proyecta sobre una tierra exótica o más primitiva de «luxe, calme et volupté». En la filosofía, de la misma forma en que los pensadores liberales apelan a la «posición original» y al «estado de naturaleza», para decidir cuestiones fundamentales de justicia social —ubicando el valor transhistórico en un espacio que se imagina primordial—, también Martin Heidegger apela a contextos campesinos arcaicos para evocar un mundo más auténtico, (regido por la utilidad) anterior a las pseudoconcreciones del capitalismo [10].

En el ámbito político, el proyecto de recuperación de valores históricos e ideales comunes —valores del pasado que subyacen en el presente— se percibe claramente en la lucha abertzale vasca que se lleva a cabo en nombre de un pueblo milenario que mora a ambos lados de los Pirineos. Este proyecto es esencialmente socialista a pesar de estar enmarcado en el rescate de lo que alguna vez existió. Otro ejemplo similar es el proyecto socialista bolivariano que, debido a su dimensión continental, depende de la reactivación de una nación latinoamericana primordial que se halla sepultada bajo la modernidad balcanizada y capitalista del continente [11]. En ambas luchas, que se cuentan entre los esfuerzos más vibrantes por superar el capitalismo y crear un nuevo mundo socialista, el proyecto se construye sobre la redención de lo que hay «detrás» y «antes de» las pseudoconcreciones fetichizadas del capitalismo. 

El Socialismo como obligación

Que el llamado al socialismo viene del pasado lo confirma también la forma en la que comúnmente utilizamos los términos y conceptos. Es decir, la mayoría de la izquierda revolucionaria plantea el socialismo no como simple opción, sino como obligación, y no existen obligaciones con el porvenir excepto en forma figurativa. Una actitud revolucionaria hacia el futuro sería la de preparar el camino y mantener la esperanza: «optimismo del espíritu» (a contrapelo de lo que dijera Antonio Gramsci). Por el contrario, el motivo de la lucha socialista se acerca más al cumplimiento de una promesa. Es una promesa hecha al pasado y a las generaciones pretéritas.

¿Cómo debemos concebir a aquellos del pasado a quienes nos amarra esta obligación? Podemos imaginar un largo cortejo de antepasados —como haría José Martí en un discurso muy propio de 1893— cuyos proyectos están aún por realizarse. Martí evoca al rebelde paraguayo José de Antequera y al líder indígena Túpac Amaru, quien también rememora a José Antonio Galán y a Juan Francisco Berbeo, ambos comuneros colombianos [12]. Nuestros referentes en las luchas del pasado pueden diferir hoy dependiendo de la situación política concreta. Sin embargo, lo esencial aquí es que cuando tendemos la mano, como lo haría Martí, a las generaciones anteriores, es porque concebimos la humanidad como proyecto.

Pasando revista a esta idea constatamos que, si bien se vislumbra el proyecto de la humanidad en el humanismo renacentista, solo se consolida en el siglo XVIII como ideal normativo. El proyecto constituye la base que sostiene tanto la Declaración de los Derechos del Hombre como el esquema de «paz perpetua» que Immanuel Kant imaginó como posible efecto de la creciente adhesión al liberalismo [13]. Un siglo después, Simón Bolívar y el propio Martí tuvieron el mérito de haber luchado por una patria latinoamericana, pero sus luchas siempre estuvieron informadas por la ambición de una patria humana; así vemos que la idea de la humanidad, de un proyecto humano, todavía persiste como sustrato del proyecto de construcción nacional. En el siglo XX, el proyecto de la humanidad apenas se mantuvo a flote en una época turbulenta de guerras mundiales y genocidios, pero sobrevivió cuando menos en la ideología del socialismo real, tanto en su modalidad de «lucha final» como en la forma posterior de «convivencia pacífica». También persistió como horizonte en las luchas anticoloniales y antiracistas.

En relación con estas generaciones anteriores y su visión de la humanidad como proyecto digno de lucha, nuestra generación ha dado un enorme paso atrás, un paso que expresa una terrible pérdida de ambición y compromiso [14]. Por regla general no hemos retomado sus luchas ni mantenido el ideal humano que les dio horizonte y alcance. Esta es una pérdida tremenda incluso si nuestro abandono, nuestra evasión de responsabilidades, es inconsciente o resultado de la ignorancia. Así, hoy en día se presentan dos opciones para nuestra generación. O persistimos en este estado «caído» o recuperamos los proyectos pretéritos escuchando el pasado y sus legados de lucha. Para hacer esto tenemos que recuperar una visión de la humanidad que rebasa la suma de individuos aislados y verla de nuevo como proyecto con una larga trayectoria de lucha y sacrificio.

Por supuesto, es importante dejar claro que, en lo que concierne a las luchas clave de nuestro pasado —incluso las que no fueron explícitamente socialistas, como los proyectos de Simón Bolívar, José Martí y Martin Luther King, Jr.—, la única forma de mantenerlas vivas hoy y darles una base coherente es el socialismo. En nuestro tiempo, dado el desarrollo de la historia, solo el socialismo puede garantizar una sociedad pacífica, libre de racismo y justa. Por supuesto, esto se debe demostrar. Más argumentos de peso abundan, como los que se desarrollan en el ensayo del propio Einstein, quien nos muestra que, entre otras cosas, una economía capitalista necesariamente conduce al caos, a la inseguridad laboral y a múltiples formas de injusticia. La conclusión, entonces, es que uno es o un traidor al pasado y a su legado, o elige luchar y asumir el proyecto que representa la continuación de estos esfuerzos anteriores: el proyecto del socialismo. 

Un giro cultural (en positivo)

Esta manera de ver las cosas se ilustra con un giro importante en la producción cultural previo a la última vuelta de siglo. Hasta mediados de los años setenta la tendencia que dominaba la literatura y el cine, sobre todo en la vertiente de la ciencia ficción, era la de representar futuros nuevos y cada vez más avanzados. Esto es lo que se transmitió, a menudo con un toque de escepticismo, en la tradición que se extiende desde Julio Verne y H.G. Wells hasta Isaac Asimov y Arthur C. Clarke. Sin embargo, a mediados de los setenta, esta postura orientada hacia el futuro se agotó, y la ciencia ficción dio un salto sorprendente: volvió su mirada hacia el pasado.

La película clave en este viraje es La guerra de las galaxias, que se estrenó en 1977 con el memorable texto de apertura: «Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana». Esta sorprendente película de ciencia ficción proclamó relatar acontecimientos sucedidos en el pasado, y tenía una clara deuda con el romanticismo que se evidencia en los caballeros, princesas y magos que poblaron sus escenarios. Sin duda alguna, la película es mediocre en casi todos los sentidos, pero la primera entrega de La guerra de las galaxias marcó un punto de inflexión. Se inició una corriente romántica y nostálgica que sigue siendo dominante en gran parte de la cultura de masas, como demuestra el éxito de las recientes producciones El Señor de los anillos y Juego de tronos.

Este viraje hacia el pasado, que tuvo lugar en el cine y en la televisión en la década de los setenta, podría ser (y ha sido) interpretado como un hecho negativo. Es decir, se podría interpretar La guerra de las galaxias como simple evidencia de la degeneración de la actual cultura capitalista y su carencia de ideas (como parecen confirmar la miserable interpretación y los crudos reciclajes cinematográficos de la película). Sin embargo, dada la naturaleza epocal del giro cultural que se evidenció en aquel momento, nos vemos obligados, cuando menos, a tomar en serio la estructura temporal de La guerra de las galaxias. De hecho, la película puso de manifiesto la apreciación esencialmente correcta entre las audiencias populares, de que el mito progresista había fracasado y que hoy la fe en un futuro predestinado superior [en materia cinematográfica que valga la pena esperar] es insostenible.

Esto es precisamente lo que La guerra de las galaxias, junto con la ciencia ficción romántica que sigue sus pasos, representa. Por un lado, la primera película de la serie, dirigida por George Lucas, reconoció que no hay ninguna garantía de que la humanidad vaya a progresar hacia un ideal luminoso, reconocimiento que también se expresa en las películas casi contemporáneas Blade Runner (1982) y Brazil (1985), con sus escenas distópicas del futuro. Por otro lado, los guionistas y las audiencias de La guerra de las galaxias entendieron que no hay nada que obligue en la visión progresista de la vida: no hay compromiso alguno y por lo tanto no hay aventura.

Regresando tan solo una década encontramos una producción radicalmente diferente, una serie de ciencia ficción que coincidía con la tendencia hasta entonces dominante en su género, la que miraba hacia el futuro. Nos referimos a Star Trek, la serie de culto que se transmitió inicialmente entre 1966 y 1969. Aunque superficialmente similar a La guerra de las galaxias, esta serie televisiva tenía, de hecho, un argumento contrapuesto. Encarnaba una cosmovisión progresista que —en paralelismo estrecho con los ideales positivistas de la Segunda Internacional— predecía una nueva sociedad superior como producto del desarrollo histórico inexorable. Entre otros logros civilizatorios que se representan como faits accomplis en Star Trek, nos encontramos con una federación inter-planetaria a la manera del foedus pacificum inter-nacional de Kant. En Star Trek la Ilustración triunfa. 

Walter Benjamin versus James Tiberius Kirk

Por el contrario, La guerra de las galaxias de Lucas, operó en un registro totalmente diferente: James Tiberius Kirk, y su mensaje entra en profunda contradicción con el pensamiento de la Ilustración. Con una exótica mezcolanza que recicla las fórmulas del western y de la leyenda medieval, la narrativa por lo demás débil de la película hollywoodense se sostuvo sobre dos poderosos argumentos: el primero es que hay que luchar por el cambio y el segundo que hay una misión de larga data —un proyecto humano que se remonta muchas generaciones atrás— que la generación actual ha abandonado. La película le transmite a la audiencia —como el propio fantasma shakesperiano que Marx había adoptado para el Manifiesto Comunista que uno debe elegir entre participar en esta misión heroica (llámese la misión de emancipación o del socialismo) o ser un traidor a ella...

Esto nos lleva de nuevo a Walter Benjamin y sus tesis sobre la historia. Muchas personas de inclinación académica han luchado con este texto difícil, que resultó ser el último testamento teórico del escritor alemán. Una de las referencias más misteriosas en el texto de Benjamin, es la afirmación sobre la presencia de una «débil fuerza mesiánica» en la presente generación (afirmación que hemos mencionado brevemente más arriba). Justo antes de esta extraña frase, el texto menciona el «eco de aquellos que han sido silenciados» en las «voces a las que prestamos nuestros oídos hoy en día», y también alude a la sorprendente idea de una «cita secreta entre las generaciones del pasado y la nuestra» [15].

Esta sección de Sobre el concepto de historia de Benjamin es en verdad enigmática. ¿Por qué es la «fuerza mesiánica» en la generación actual considerada «débil»? Y por otra parte, ¿qué variante excéntrica de la historiografía materialista propone Benjamin (puesto que posiciona su texto como una vertiente crítica del materialismo histórico)? Una respuesta completa a estas preguntas está fuera del alcance de este ensayo. Sin embargo, para captar la esencia de esta tesis de Benjamin no es necesario ir más allá de una de las primeras escenas de La guerra de las galaxias, en la que el protagonista se encuentra en el planeta Tatooine con una figura envejecida que es portadora de un mensaje del pasado. Es Obi-Wan Kenobi, pero en su lugar podemos imaginar a Simón Bolívar, Karl Marx o incluso Hugo Chávez. En esta escena de La guerra de las galaxias tenemos una representación dramática de la «cita» de Benjamin entre el pasado y las generaciones presentes. La generación anterior, representada por Obi-Wan, interpela a la generación presente a una aventura diciendo: Hay una misión difícil y de vieja data; debes aprender sobre ella y serle leal.

La misión, la lealtad y la aventura... tal vez estos aspectos del proyecto humano son difíciles de expresar de forma convincente fuera de la literatura y del arte, y no encajan fácilmente en el contexto del ensayo teórico. Aun así son esenciales para el socialismo. Hay que comprender que el proyecto del socialismo comunista —una aspiración tanto explícita como implícita en un gran número de generaciones pretéritas— no es una opción sino una obligación. La misión que hemos heredado del pasado, la de alcanzar el socialismo revolucionario, exige lealtad y valentía si no queremos traicionarla. ¿Esto resulta excesivo? Solo si el gris-sobre-gris del capitalismo hubiera terminado por apoderarse de la imaginación humana colectiva, podría considerarse excesiva la afirmación. De hecho, el socialismo y su proyecto sería decepcionante si no operase —al menos parte del tiempo— en este registro heroico que es el comunismo basado estratégicamente basado en la propiedad comunal sobre los medios de producción y de cambio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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Cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento


“La historia es nuestra pero la hacen los pueblos”: como ha sido el caso de Salvador Allende médico y político de “Chile, presidente de esa República entre 1970 y 1973. “Y es que la intención, la paciencia y el tiempo, hacen a la postre más que la fuerza y la violencia”, tal como fue: Jean De La Fontaine poeta, escritor y fabulista francés entre 1621 y 1695, quien en 1683 se convirtió en miembro de la Academia Francesa. La Revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la Revolución pasa por las grandes masas; la Revolución la hacen los pueblos; la Revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores”. “La paciencia es el alimento de la comprensión”. “La Paciencia es una prenda histórica revolucionaria que nunca se ha desgastado. Es amarga pero su fruto es dulce”: Jean Jacques Rousseau escritor, filósofo y músico franco-helvético, definido como un ilustrado entre 1712 y 1778, que así fue Considerado el padre del socialismo en España, y su figura reivindicada y mantenida por la Fundación Pablo Iglesias como Geoffrey Chaucer en su libro: En sus Cuentos de Canterbury” confesó haber dicho que “me aburrí de mí mismo, de mi propia paciencia”. Pero seguidamente señaló que “la virtud de la paciencia corona la perfección de la escritura”. Por su parte Mario Benedetti en su libro: La tregua, supo sobrellevar aquél trabajo suyo con paciencia y estoicismo”. Ken Follett en su escrito titulado: “La caída de los gigantes”, señaló que “la prisa es del diablo y la paciencia es de Dios”.

Y finalmente “Charles Lamb (1775 – 1834): “Sin fuentes pero Paciencia de Dios, se cree que sufrió de viruela durante sus primeros años, lo cual lo llevó a permanecer en estado de convalecencia. Luego de este periodo de recuperación, el mismo Lamb comenzó a tomar lecciones con la Sra. Reynolds, una mujer que vivía en Temple y que según se cree, era la antigua esposa de un abogado. La Sra. Reynolds debe haber sido una institutriz, porque Lamb mantuvo una relación con ella a lo largo de su vida y se sabe que asistió a fiestas llevadas a cabo por Mary y Charles en la década de 1820. E.V. Lucas sugiere que en una ocasión en 1781, Charles abandonó a la Sra. Reynolds y comenzó a estudiar en la Academia de William Bird.

El tiempo que pasó con William Bird no fue muy extenso, ya que en octubre de 1782 Lamb comenzó a trabajar en Christ's Hospital, una escuela dominical apadrinada por el rey Eduardo VI en 1552. Christ's Hospital era una escuela dominical tradicional de Inglaterra; desoladora y llena de violencia. Su director, el Sr. Boyer, adquirió fama por sus enseñanzas de latín y griego, pero también por su brutalidad. Lamb describe detalladamente los eventos de Christ's Hospital en varios de sus ensayos, además de en la autobiografía de Leigh Hunt y la Biographia Literaria de Samuel Taylor Coleridge, con quienes Charles tuvo una amistad que duraría hasta el último día de sus vidas. A pesar de la brutalidad Lamb pasó buenos momentos en Christ's Hospital, debido en parte, tal vez, al hecho de que su hogar no estaba lejos de la escuela, a diferencia de muchos otros niños, por lo que podía regresar rápidamente a la seguridad del hogar. Años más tarde, en su ensayo "Christ’s Hospital Five and Thirty Years Ago," Lamb describió estos eventos, hablando de sí mismo en tercera persona, llamándose L. (https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Lamb.).


Así las cosas El 09 de diciembre de 1925 el político español llamado Pablo Iglesias Pose de ideología marxista​, fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT), pasó a ser considerado como el Padre del socialismo en España, y su figura pasó a ser reivindicada y mantenida por la Fundación Pablo Iglesias, como el Fundador de la Unión General de Trabajadores (UGT).


En los trabajos relacionados con dicha Exposición se había empleado a miles de personas en tareas de construcción, que realizaban su trabajo en duras condiciones, lo cual había generado cierta conciencia de la necesidad de organizarse para defender sus intereses. En la segunda sesión, Pablo Iglesias Pose, un tipógrafo de origen gallego, propuso que la organización nacional de sociedades obreras que pretendían crear, se denominase Unión General de Trabajadores.5

La UGT nació en íntima relación con el socialismo marxista, a pesar de su apoliticismo estatutario.

Hasta su XIX Congreso de 1920 ese presunto socialismo marxista no asumió la lucha de clases como principio básico necesario de la acción ugetista. Aunque nunca llegó a establecer un órgano mixto de conexión institucional con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el sindicato sí estuvo relacionado con el partido desde su nacimiento, ya que hasta la década de los '80 la sindicación a UGT suponía la afiliación al PSOE y viceversa.

En el periodo de la I Guerra Mundial se produjeron tácticas de acercamiento y unidad de acción con los anarcosindicalistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Se interrumpieron bruscamente durante el advenimiento de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en la que la UGT colaboró con el régimen, mientras que la CNT era prohibida y perseguida.

Durante la época de la II República la UGT rebasó el millón de afiliados y, con Largo Caballero al frente apoyó la revolución de 1934.

Concentración convocada por la Federación de Servicios Públicos de UGT en 1982 para reclamar la Ley de Libertad Sindical.

Durante la Guerra Civil, el periódico Las Noticias, fundado por Rafael Roldós, ejerció de portavoz de la UGT. Tras el exilio forzado por la represión franquista, las actividades de la central obrera pasaron de la clandestinidad durante la dictadura, a su resurgimiento en el marco de la transición democrática, junto con Comisiones Obreras (CCOO), constituyéndose como la mayor afiliación en la España democrática. Desde la Transición hasta 1994 su secretario general fue el histórico sindicalista Nicolás Redondo; a quien le sustituyó Cándido Méndez reelegido en 1995, 1998, 2002, 2005 y 2009.

¿Qué es la libertad? Aquella cuyo ejercicio no menoscaba o restringe la libertad de los demás, diferenciada de comportamientos que no respetan los derechos ajenos, vigentes hasta hoy desde el reinado de Luis XV entre febrero de 1710 y mayo de 1774, que todavía permanecen bien encubiertos para que no lo parezca. Así las cosas, para que la libertad sea un ejercicio efectivo y real entre los seres humanos, se impone que la igualdad sea la misma para todos. Para demostrarlo remitámonos ahora a la más radical de las constituciones burguesas, la de 1793, que mucho más tarde inspiró la Declaración Universal de los DD.HH. en 1948. Allí se dice que los llamados derechos humanos atañen a las personas en tanto que individuos: los droits de l’homme. Tal como aparecen literalmente consagrados en el artículo 2 de la mencionada Constitución francesa de 1793, "Ces droits, etc. (les droits naturels et imprescriptibles) sont: l’égalité, la liberté, la sûreté, la proprieté" [Estos derechos, etc. (los derechos naturales e imprescriptibles son: la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad)].

  La propiedad privada se considera como una atribución o prerrogativa del individuo que según se afirma proviene del orden natural, entendido como aquel estadio en el que todos los sujetos son libres e iguales por naturaleza. El dominio es un derecho natural inherente a la persona humana, del que el individuo goza y representa la exteriorización y proyección de la personalidad del propietario sobre las cosas que le pertenecen. El ius utendi es el derecho de uso sobre una cosa. Y servirse de la cosa propia da lugar al interés, ya sea personal o colectivo sobre esa cosa. Y de acuerdo con la función social del derecho, el interés resulta ser legítimo siempre y cuando esa conducta no viole preceptos legales ya establecidos, o viole derechos de otros propietarios. Por ejemplo, bajo el principio del ius utendi no podría el propietario de un bien inmueble justificar la tenencia de una plantación de marihuana, al estar prohibida por la mayoría de los ordenamientos jurídicos. De la misma forma, un empresario no puede justificar bajo este principio ruidos excesivos típicos de una actividad industrial en una zona residencial, que hagan intolerable la vivencia de sus vecinos.

El ius fruendi es el derecho que ostenta el propietario de una cosa, a gozar y disponer de ella sin más limitaciones que las establecidas por las leyes. Además, esta facultad de goce se extiende a los frutos o productos que pueda producir la cosa propia. Así, por ejemplo, tratándose de un manzanar, las manzanas no son productos fabricados sino frutos naturales. Y el fruto civil que percibe el propietario del manzanar, es la renta que obtiene por haber dado ese manzanar en arrendamiento al inquilino que se apropia de las manzanas. Tratándose de dinero, el monto que percibe el propietario del manzanar es en concepto de alquiler.

Veamos ahora el fruto civil percibido por el propietario de unas cosas —en este caso medios técnicos de producción— que los cede día que pasa y por tiempo determinado a otros sujetos de condición asalariada, para que los usen produciendo con ellos determinados productos, de los cuales ese propietario se apropia, a cambio de un salario que acuerda con ellos a instancias de un contrato de trabajo, como es el caso bajo el capitalismo entre el propietario de las esas cosas llamadas herramientas o maquinarias instrumentales, y sus asalariados dependientes encargados de utilizarlas para fabricar dichos productos.

A continuación demostraremos aquí, una vez más, que históricamente, la propiedad privada capitalista se ha encargado de enterrar en el mundo las virtudes de la igualdad, la libertad y la seguridad de las personas. Y ni que decir tiene donde fue a parar la fraternidad entre ellas.

  ¿Qué es la igualdad para la doctrina de los DD.HH bajo el capitalismo? Según el artículo 3 de la constitución francesa en 1795: "La igualdad consiste en que la ley es la misma para todos, así en cuanto protege como en cuanto castiga". Tal es el espíritu y la letra omnipresentes en todas las constituciones burguesas desde entonces hasta hoy. ¿Qué es lo que norman, rigen, regulan y consagran las leyes vigentes bajo el capitalismo? El comportamiento de los seres humanos como almas propietarias. O sea, su relación social contractual por mediación de la cual, por ejemplo, los propietarios privados de medios de producción desde los orígenes del capitalismo hasta hoy, ofrecen dinero en forma de salario a cambio de trabajo asalariado:

<<Para que perdure esta relación es necesario que el poseedor de la fuerza de trabajo la venda siempre por un tiempo determinado [durante jornadas diarias de la misma duración] y nada más, ya que si la vende toda junta de una vez para siempre, se vende a sí mismo, se transforma de hombre libre en esclavo, de poseedor de mercancía (su fuerza potencial de trabajo) en simple mercancía. Como persona [el asalariado] tiene que comportarse constantemente con respecto a su fuerza de trabajo, como con respecto a su propiedad [sobre ella] y, por tanto, a su propia mercancía [para que su patrón la utilice sumando riqueza y ganancia en los productos fabricados durante cada jornada laboral], y únicamente está en condiciones de hacer eso, en la medida en que la pone a disposición del comprador —se la cede para su consumo— sólo transitoriamente cada día y por un tiempo determinado [según lo acordado en el contrato de trabajo], no renunciando, por tanto, a su propiedad sobre ella [sobre su fuerza de trabajo]>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. IV Aptdo. 3 Compra y venta de la fuerza de trabajo. Ed. Siglo XXI/1978 Cap. IV Pp. 204. Lo entre corchetes nuestro).

Este galimatías dialéctico basado en la igualdad formal que figura en la normativa jurídica y en los contratos de trabajo, desfigura la realidad cuando por ejemplo en ese acto, parece supuestamente que se intercambian equivalentes, pero a la postre resulta ser éste un intercambio desigual, porque la ganancia capitalista crece sin cesar a expensas del salario, paradoja que tiene su fundamento no precisamente en el ámbito de la relación contractual sino en el trabajo efectivo y real ¿Dónde ha venido radicando la desigualdad entre patronos y obreros en favor de los primeros? Para descubrir el secreto de este galimatías, hay que comenzar por decir que la fuerza o capacidad de trabajo en todo individuo vivo, está contenida en su cuerpo y para ejercerla en forma de trabajo, necesita esencialmente a cambio cierta cantidad de medios de subsistencia:

<<Por tanto, el tiempo de trabajo necesario [previo] para la producción de la fuerza [potencial] de trabajo [desplegada posteriormente en cada jornada de labor por el obrero en cualquier fábrica de propiedad privada burguesa], se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para la producción de los medios de subsistencia o, dicho de otra manera, el valor de la fuerza de trabajo [potencial del asalariado] es el valor contenido en los medios de subsistencia necesarios para la conservación del poseedor de aquella>>. (Ed. Siglo XXI/1978 Cit. Libro I Cap. IV Pp. 207. El subrayado y lo entre corchetes nuestro).

<<Considerándolo según su forma real, el dinero —esa parte del capital que el capitalista gasta para adquirir capacidad de trabajo— no representa nada más que los medios de subsistencia existentes en el mercado o lanzados en él en ciertas condiciones (within certain terms) que entran en el consumo individual del obrero>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. VI (inédito): “Resultados del proceso inmediato de producción” 13ª. Edición. Ed. Siglo XXI/1990 Pp. 12).

 

Pero no basta con esto, porque la reproducción potencial de la fuerza de trabajo en un individuo, también exige determinada formación técnica previa que justifique el monto del salario percibido según su mayor o menor cualificación para los fines de su empleo rentable, incluyendo el necesario gasto personal en medios de subsistencia para el consumo de sus descendientes en su familia: medios de vida, vestimenta, mobiliario del hogar, etc., que se consumen en distintos lapsos de tiempo, unos más prolongados que otros. Dicho esto, hay que tener en cuenta, además, que la fuerza de trabajo desplegada por el obrero no se paga por adelantado sino cada semana o mensualmente, después de que esa fuerza ha sido utilizada como trabajo efectivo por el patrón, durante cada jornada de labor acordada en el contrato. Esto significa que el asalariado adelanta al capitalista el valor de uso de su fuerza de trabajo, gastándola trabajando para su patrón antes de percibir a cambio el salario acordado con él:

<<En todas partes, pues, el obrero adelanta al capitalista el valor de uso de su fuerza de trabajo, antes de haber recibido el pago de su precio (salario) correspondiente. En todas partes es el obrero el que abre crédito al capitalista>> (Ed. cit. Libro I. cap. IV Pp. 212).

 

Así las cosas, el capitalista se vale del asalariado para los fines de producir un valor de uso útil, cuyo valor de cambio sea rentable. Producir una cosa para venderla por un precio equivalente o menor al costo de producirla, carece para él de sentido. Quiere producir una mercancía destinada a la venta, cuyo valor de cambio supere al de los salarios. Teniendo en cuenta que el valor de los medios técnicos de trabajo utilizados por el asalariado para tal fin —como máquinas materias primas y auxiliares (combustibles y lubricantes), necesarios para la producción— es trasladado al producto fabricado. ¿De dónde sale, pues, la rentabilidad del capitalista que justifique comercialmente la fabricación de un producto para su venta en el mercado? De la diferencia entre el valor de cambio creado por el trabajo del obrero empleado, respecto del relativamente menor valor de uso de ese trabajo pagado por el capitalista bajo la forma de salario. Por ejemplo:

<<El hecho de que sea necesaria media jornada laboral para [producir los medios de vida del asalariado cuyo consumo permite] mantenerlo vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor [de uso] de su fuerza [potencial] de trabajo [contenido en el salario contratado] y su valorización en el proceso laboral [de producción] son, pues, dos magnitudes diferentes [la segunda necesariamente mayor que la primera]. El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando [al firmar el contrato] adquirió la fuerza de trabajo>>. (K. Marx: “El Capital” Ed. Siglo XXI/1978. Libro I. Cap. V. Pp. 234. Lo entre corchetes y el subrayado nuestros) […….]

[……]<< ¿Qué es una jornada laboral?”. ¿Durante qué espacio de tiempo el capital tiene derecho a consumir la fuerza de trabajo cuyo valor diario ha pagado?”. ¿Hasta qué punto se puede prolongar la jornada laboral más allá del tiempo de trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo misma?” A estas preguntas, como hemos visto, responde el capital: La jornada laboral comprende diariamente 24 horas completas, deduciendo las pocas horas de descanso sin las cuales la [propia] fuerza de trabajo [por cansancio] rechaza terminantemente la prestación de nuevos servicios. Ni qué decir tiene, por de pronto, que el obrero a lo largo de su vida no es otra cosa que fuerza de trabajo, y que en consecuencia todo su tiempo disponible es, según la naturaleza y el derecho, tiempo de trabajo, y que en consecuencia todo su tiempo disponible, tiempo de trabajo, perteneciente por tanto [a su patrón], a la autovalorización del capital. Tiempo para la educación humana, para el desenvolvimiento intelectual, para el desempeño de funciones sociales, para el trato social, para el libre juego de las fuerzas vitales físicas y espirituales, e incluso para santificar el domingo —y esto en el país de los celosos guardadores del descanso dominical—, ¡puras pamplinas! Pero en su desmesurado y ciego impulso, en su hambruna canina de plustrabajo [para los fines de su enriquecimiento], el capital no solo transgrede los límites morales, sino también las barreras máximas púramente físicas de la jornada laboral. Usurpa el tiempo necesario para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de la salud corporal [de sus asalariados]. Roba el tiempo que se requiere para el consumo de aire fresco y luz del sol. Escamotea tiempo de las comidas y, cuando puede, las incorpora al proceso de producción mismo, de tal manera que al obrero se le echa comida como si él fuera un medio de producción más, como a la caldera carbón y a la maquinaria grasa o aceite. Reduce el sueño saludable —necesario para concentrar, renovar y reanimar la energía vital, a las horas de sopor que sean indispensables para revivir un organismo absolutamente agotado>> K. Marx: El capital” Libro I Cap. VIII. Ed. cit. Apartado 5. “La lucha por la jornada normal de trabajo. Leyes coercitivas para la prolongación de la jornada laboral Pp. 318 [……]

[….,..]<<La producción capitalista, que en esencia es producción de plusvalor, absorción de plustrabajo, produce por tanto, con la prolongación de la jornada laboral, no sólo atrofia de la fuerza humana a la que despoja —en lo moral y en lo físico de sus condiciones normales de desarrollo y actividad. Produce el agotamiento y muerte prematuros de la fuerza de trabajo misma. Prolonga durante un lapso dado, el tiempo de producción del obrero reduciéndole la duración de su vida>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. VIII: La jornada laboral. Apartado 5: “Leyes coercitivas para la prolongación de la jornada laboral, desde mediados del Siglo XIV a fines del Siglo XVVII”. Pp. 318 a 320 [……]

Como han hecho los terratenientes en los tiempos del esclavismo, algo parecido han venido haciendo los burgueses bajo el capitalismo con sus trabajadores. “Libertad, igualdad y fraternidad”. Tal fue el lema de la República francesa en 1793, que en el siglo XIX, se convirtió en el grito de republicanos y liberales a favor de la democracia y el derrocamiento de gobiernos feudales opresores y tiránicos de todo tipo. Los “próceres” de aquella revolución retomaron ese lema sin que la Monarquía de Julio lo adoptara. Fue establecido por primera vez como lema oficial del Estado en 1848, por el gobierno de la Segunda República francesa. Prohibido durante el Segundo Imperio, la Tercera República francesa lo adoptó como lema oficial del país en 1880, ratificado posteriormente por las constituciones francesas de 1946 y 1958). Durante la ocupación alemana de Francia en la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de Vichy sustituyó ese lema por la frase Travail, famille, patrie (“Trabajo, familia, patria”), para ilustrar el nuevo rumbo del gobierno. Desde los tiempos de la Primera república francesa hasta el día de hoy, bajo este falso lema la burguesía internacional ha venido escamoteando el verdadero fundamento de su sistema de vida. Absolutamente nada que ver con ninguna de las tres virtudes humanas a las que todavía tan hipócrita, cínica y criminalmente se sigue abrazando.

¿Qué es la libertad? Segun el artículo 6 de la Constitución en 1793, es "el poder de todo ser humano que haga lo que no atente contra la libertad de los demás". Pero según hemos visto, la libertad del capitalista que se apropia del valor de cambio contenido en el producto fabricado por el obrero, no es la misma que al obrero le permite el salario que, a cambio de su trabajo recibe de su patrón. O sea, que la relación social entre patronos y obreros supone dos distintos grados de libertad, como resultado del embeleco que contiene oculto la palabra “igualdad” (formal) montado expresamente, para beneficio del timador burgués contenido de modo engañoso en los términos del contrato de trabajo. Y si como es cierto que los patronos en realidad son más libres que los asalariados, es falso que sus respectivos derechos civiles, económicos y políticos puedan ser iguales, de lo cual se infiere la imposibilidad de que entre estas dos clases sociales, puedan germinar las virtudes humanas de la libertad, la igualdad y la fraternidad. O sea, que como le dijera Marx a Engels en abril de 1868:

<<...En fin, dando por sentado que estos tres elementos: salario del trabajo, renta del suelo y ganancia son las fuentes de ingreso de las tres clases, a saber: la de los terratenientes, la de los capitalistas (ya sean industriales, comerciales o financieros) y la de los obreros asalariados —como conclusión LA LUCHA DE CLASES, en la cual el movimiento (de la sociedad burguesa) se descompone y es el desenlace de toda esta mierda…5. [16].

Cuanto mayor sea la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y vigor de su crecimiento y por tanto, también la magnitud absoluta de la población obrerab y la fuerza productiva de su trabajo, tanto mayor será la pluspoblación relativa o ejército industrial de reservac. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud proporción del ejército industrial de reserva, pues, se acrecienta a la par de las potencias de la riqueza. Pero cuanto mayor sea este ejército en proporción al ejército activo, tanto mayor será la masa de la pluspoblación consolidada sin trabajo o las capas obrerasd cuya miseria está en relación inversa a la tortura de su trabajo. Cuanto mayor sean, finalmente, las capas de la clase obrera formada por menesterosos enfermizos y el ejército industrial de reserva carente de trabajo, tanto mayor es el pauperismo oficial. Esta es la ley general absoluta, de la acumulación capitalista. En su aplicación, al igual que todas las demás leyes, se ve modificada por múltiples circunstancias, cuyo análisis no corresponde efectuar aquí. (K. Marx: “El Capital”. Volumen 3: Crítica de la economía política. Libro primero. Del proceso de producción del capital III. Capítulo XXIII. La ley general de la acumulación capitalista 1. Apartado 4:

Diversas formas de la sobrepoblación relativa sin trabajo en numerosos países, han desembocado en la miseria recayendo sobre grandes masas de individuos, familias y clases sociales enteras de la sociedad. Pobre es el que tiene poco; indigente quien no posee nada y el pauperismo es la existencia de colectividades, que carecen de los bienes económicos y aun de la posibilidad de adquirirlos, o se hallan a cada paso expuestas a caer en esa situación.


Notas


[1] Joseph A. Schumpeter: Capitalismo, socialismo y democracia, Folio, Barcelona, 1996.

[2] Albert Einstein: «Why Socialism?», Monthly Review (mayo 1949).

[3] Gerard A. Cohen: La teoría de la historia de Karl Marx: una defensa, Siglo XXI, Madrid, 1986, pp. 177-182.

[4]  Daniel Bensaïd: La política como arte estratégico, Oveja Roja, Madrid, 2013, p. 34.

[5] El carácter paternal del fantasma se enfatiza doblemente en la lectura de Hamlet que expone Stephen Dedalus en el episodio 9 de Ulises de James Joyce. Dedalus mantiene que Shakespeare, que tenía un hijo llamado «Hamnet», interpretó el papel del fantasma del padre (el espectro) en representaciones contemporáneas de la obra. Es interesante que Macbeth, una obra un poco más tardía, pone la historia del usurpador «burgués» en el centro del argumento.

[6] Otro ejemplo es Karl Marx: Speech at Anniversary of the «People's Paper», 1856 (www.marxists.org/archive/marx/works/1856/04/14.htm).

[7] Walter Benjamin: Tesis sobre la historia y otros fragmentos, edición y traducción de Bolívar Echeverría, Desde Abajo, Bogotá, 2010.

[8] Sigmund Freud: «Lo ominoso», Obras completas, volumen XVII (1917-1919): «De la historia de una neurosis infantil» y otras obras, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1978, pp. 217-225. Siguiendo a Julia Kristeva podemos captar el sentido de la palabra unheimlich, que a menudo se traduce como «ominoso», con la frase «inquietante extrañeza».

[9] Herbert Marcuse: Eros y Civilización, SARPE, Madrid, 1983, p. 33: «Y el pasado sigue imponiendo exigencias sobre el futuro: [el inconsciente] genera el deseo de que el paraíso sea creado otra vez sobre la base de los logros de la civilización... La recherche du temps perdu llega a ser el vehículo de la futura liberación».

[10] Martín Heidegger: «El origen de la obra de arte», Arte y Poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1973. El término «pseudoconcrección» viene de Karel Kosik: Dialéctica de lo concreto. Estudio sobre los problemas del hombre y del mundo, Grijalbo, México, 1967.

[11] Este es el argumento de Jorge Abelardo Ramos en Historia de la Nación Latinoamericana, Continente, Buenos Aires, 2012.

[12] José Martí: «Bolívar» (Discurso en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana del 28 de octubre de 1893), Política de Nuestra América, Fondo Cultural del ALBA, La Habana, 2006, p. 145.

[13] Immanuel Kant: Sobre la paz perpetua, Tecnos, Madrid, 1985.

[14] Esta pérdida de compromiso con el proyecto humano la registra Einstein con una anécdota en «Por qué socialismo?» sobre el «hombre inteligente y bien dispuesto» que se pregunta por qué hay que estar preocupado por la desaparición de la humanidad.

[15] Walter Benjamin: op. cit., véase la tesis II.

[16] En fin, dando por sentado que estos elementos a saber: renta del suelo, ganancia comercial, industrial y bancaria más las diversas remuneraciones mensuales a empleados, son las cuatro fuentes de riqueza y dinero a repartir, entre terratenientes, comerciantes, industriales, banqueros y asalariados —de todo lo cual y como conclusión LA LUCHA DE CLASES— en la cual el movimiento se descompone y es el desenlace de toda esta mierda.5 La mayor parte de las cuestiones a que se hace aquí referencia, fueron desarrolladas por Marx en el Libro III de “El Capital”.