En qué se quedaron las relaciones económicas internacionales, sin garantizar todavía un futuro de paz y prosperidad en el Mundo.

 

          La recesión económica mundial se prolonga, y en todo este desbarajuste sin duda están implicados los modernos sofistas, auténticos embaucadores profesionales con ínfulas de catedráticos, quienes a cambio de buenos emolumentos y prebendas trabajan en los aparatos políticos del sistema económico-social capitalista postrero de cada país. Siguiendo a sus antecesores desde los tiempos en que las cosas esperadas resultaban ser como en las calendas griegas, tales sujetos se dedican hoy a seguir aceptando la realidad económica capitalista por la cuenta que les trae. Sostienen, por ejemplo —con John Maynard Keynes, su maestro en el arte de disfrazar la realidad—, que el estímulo para producir riqueza no es inducido por las ganancias crecientes en cualquier empresa, sino por el aumento del consumo en la sociedad. A estos sujetos Marx les llamaba: “caballeros del ‘sencillo’ sentido común”:

            <<Decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, [o sea] de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo, productivo o individual). Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda, diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, [es decir] si aumentara su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período [económico expansivo] en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter (realmente) una porción mayor del producto destinado al consumo. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues, que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad [de nadie, porque en realidad son] condiciones [objetivas] que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de las crisis>>. (K. Marx: "El Capital" Volumen 2 Cap. XX. Pag. 502, Siglo XXI España/1975. Lo entre corchetes nuestro).     

 

          Y en cuanto a los capitalistas que se “forran” a expensas de la creciente penuria relativa de sus explotados, es necesario saber que el precio de las acciones o derechos de propiedad privada de las empresas, que ponen a la venta esos títulos en la bolsa de valores bajo condiciones normales, varía en relación inversa con respecto a la fluctuación de la tasa de interés en el mercado del dinero prestado por los bancos. Ese precio aumenta cuando la tasa de interés desciende y viceversa. Esto es así, porque dicha tasa se nutre de la ganancia industrial, de modo que su previsto incremento en fase cíclica de expansión, acentúa el estímulo a invertir dinero adicional en la producción de riqueza, lo cual aumenta la demanda de dinero a crédito para la compra de acciones, que, a su vez, incentiva la tendencia moderadamente al alza de la tasa de interés. Ergo, bajo tales condiciones normales, o sea favorables al proceso productivo, es la variación de la tasa de interés bancario el factor que determina la cotización de los valores bursátiles, las llamadas acciones o títulos de propiedad sobre las empresas industriales, comerciales y de servicios en la sociedad civil de cada país; y como hemos dicho, esa cotización evoluciona en relación inversa al sentido en que varía la tasa de interés del dinero a préstamo, según la mayor o menor demanda para invertirlo en esas empresas con la finalidad de producir más riqueza con ganancias crecientes.

 

          Pero cuando las ganancias de las empresas —sin dejar de aumentar— disminuyen paulatinamente sus márgenes de aumento, el estímulo a demandar dinero adicional a crédito para invertir en acciones de esas empresas para los fines de aumentar su producción, en realidad tal estímulo se debilita[1]. Y no solo esto, sino que buena parte de esos supuestos márgenes de ganancias decrecen  porque huyen de la producción hacia la especulación. Y es que de tal modo, bajo tales circunstancias depresivas la cotización de las acciones se va independizando de la tasa de interés, hasta que  pasa a regirse exclusivamente por la oferta y la demanda especulativa de tales títulos en la Bolsa de valores, determinando así su mayor o menor “volatilidad”[2]. Tal es el síntoma que precede al estallido de las crisis financieras periódicas y la consecuente recesión económica se apodera de la sociedad.

 

          Es entonces cuando la producción de riqueza se estanca y el incumplimiento de las deudas privadas a los bancos acaba en quiebra de empresas y paro obrero generalizado. Seguidamente, esas deudas privadas se convierten en deuda pública, porque a raíz de la semi-parálisis del aparato productivo, las ventas de las empresas privadas disminuyen y los ingresos estatales en concepto de impuestos y tasas con que normalmente se financian los servicios públicos, también se desploman. Tal era la situación por la que atravesaban los EE.UU. en julio de 2014 y que nosotros, bajo el título: “La humanidad frente al peligro de otra guerra mundial”, en el apartado 04 describíamos esos hechos diciendo:

          <<Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total, que en 2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares (60.000.000.000.000.000.000), incluyendo la pública y la privada. Los norteamericanos cabalgan, pues, sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia. 27 veces más que hace 40 años. Y como toda deuda es un límite absoluto a la libre disponibilidad del deudor —equivalente a su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude más estrecha es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su influencia, política y militar.

            A comienzos del pasado mes de julio, trascendió a los medios de prensa, que EE.UU. no sabe cómo resolverá el problema de su deuda. Esta incertidumbre surgió a la luz pública, cuando la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, planteó la pregunta a la presidenta de la Reserva Federal de EE.UU., Janet Yellen, ante lo cual la responsable estadounidense le respondió que la deuda supone un gran desafío para el Gobierno y que:

 <<Incluso después de que se introdujeran las restricciones legislativas, se conserva la probabilidad de que la situación salga del control, sin que nos demos cuenta. Eso será un gran problema para nosotros y no está claro qué hacer con ello>>

 

          Pues bien, el hecho de que desde 2008 hasta 2013 la tasa de interés en los EE.UU. se haya mantenido en torno a cero —al igual que en Europa desde 2010—, demostró la persistencia de dos fenómenos concatenados: 1) que la tasa de ganancia industrial seguía hundida y, consecuentemente, 2) que la recurrente alternancia al alza y a la baja de las cotizaciones en la Bolsa de valores y demás mercados especulativos, es un síntoma de que la recesión económica mundial no se supera.

 

          En abril de 2014, el Departamento de Estudios del FMI hacía la previsión, de que las tasas de interés bancario en EE.UU. se irían recuperando moderadamente. Pero hete aquí que, tal como lo previera Janet Yellen, a la burguesía norteamericana le había surgido un problema de muy difícil solución. Y es que la deuda pública de ese país fue aumentando peligrosamente. En el ejercicio de 2013 fue de 13.256.075.000.000. O sea: trece billones 256.075 millones de dólares. ¿Qué explicó este incremento enorme de la deuda? Que el gobierno norteamericano fue incapaz de pagarla con los ingresos en concepto de los diversos impuestos y tasas, provenientes de las distintas actividades industriales y comerciales todavía semiparalizadas en la sociedad civil por la crisis. Bajo tales circunstancias, el gobierno de ese país no ha podido hacer otra cosa que emitir dinero fiduciario [ficticio] sin el correspondiente respaldo en riqueza material equivalente. Esta praxis normalmente se debiera traducir en un aumento de precios internos, lo cual arrastraría inevitablemente a la sociedad norteamericana, hacia una situación de carencia y penuria general insostenibles entre las mayorías sociales depauperadas. Pero no ha sido así. ¿Por qué? Pues porque ese dinero, a falta de una ganancia suficiente de los empresarios en la sociedad civil que justifique su inversión productiva adicional y pueda retornar a la circulación sin consecuencias inflacionarias, permanece atesorado en los paraísos fiscales cuando no es empleado especulando con materias primas (petróleo, gas, granos, minerales, etc.), a la espera de una recuperación de la economía productiva en el país. Pero mientras tanto, la deuda pública no ha dejado de crecer y en octubre de 2014, era ya de 17,9 billones de dólares.

 

          El problema tal como se ha llegado a plantear, radica en que a mediados del Siglo pasado, EE.UU. producía la mitad de la riqueza mundial y hoy solo llega a crear el 20%. ¿Qué ha pasado?

 

 

02. Aquellos vientos

 

          Acabada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos, un país que no había sufrido los desastres materiales y humanos ocasionados por ese conflicto bélico, surgió esgrimiendo su condición de primera potencia económica del Planeta, que se había enriquecido  vendiendo armas y prestando dinero a los países beligerantes. En 1945, producía en su territorio cerca del 50 % del PIB mundial empleando menos del 7 % de la población del mundo. Durante el mes de julio de 1944, tuvo lugar en la localidad de Bretton Woods —bajo jurisdicción del Estado norteamericano de New Hampshire, la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Allí se acordaron las reglas que prevalecerían en las futuras relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo, donde se decidió poner fin al proteccionismo nacionalista vigente durante el período 1914-1945, doctrina a la que en esa conferencia se le atribuyó ser la causa de los dos grandes conflictos bélicos mundiales. Y para tales supuestos fines de propender a la paz duradera en el Mundo, se consideró necesario implantar una política librecambista o de libre mercado, tal como fue concebida por los economistas clásicos en el Siglo XVIII. Así fue como se creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en el contexto de una doctrina económica ultraliberal, que no solo adoptó al dólar como instrumento de referencia en los intercambios internacionales, sino que suplantó a la Libra inglesa como moneda de reserva mundial que lo había sido desde el siglo XIX. Se aceptó el dólar como garantía de estabilidad en los intercambios, es decir, que cada dólar estuviera permanentemente respaldado por una cantidad nominal equivalente en oro contante y sonante. Desde ese momento, los dólares pudieron ser cambiados por oro, a razón de una onza por cada 35 dólares.

            Pero hete aquí, que la historia de la lucha de clases metió a la burguesía norteamericana en la guerra que se prolongó entre 1959 y 1975, y estuvo en el origen de su propia decadencia. Nos referimos a su decisión de intervenir militarmente en los asuntos del pueblo Vietnamita, en un país que cuando después de liberarse del colonialismo francés y resistirse a las asechanzas de China, intentó unificarse para vivir en un régimen socialista burocrático degenerado, apoyado por la ex URSS. Como resultado de esa injerencia militar de los EE.UU., murieron en esa guerra entre dos y seis millones de personas, de ellas 58.000 norteamericanas. Vietnam del norte perdió, además, el 70% de su infraestructura industrial y de transportes: la destrucción de puentes, carreteras y vías férreas, 3.000 escuelas, 15 centros universitarios y 10 hospitales. El medioambiente de ese país fue seriamente dañado por la utilización del agente naranja; ese y otros productos químicos convertidos en armas letales, provocaron miles de abortos prematuros, esterilidad y otros tantos nacimientos con malformaciones fetales. Extensas zonas del país quedaron sembradas de minas explosivas que siguen causando muertes todavía hoy. Y en EE.UU., la firme oposición a esa guerra se extendió entre la juventud incluso fuera del país, convertido en un movimiento mundial contra el sistema. El desastre causado hizo estragos en el espíritu colectivo de la ciudadanía norteamericana, donde miles de soldados que volvieron de aquella matanza en suelo vietnamita, se hundieron en el mundo de las drogas; y otros tantos miles fueron condenados a minusvalías de por vida, amputados, paralíticos y trastornados mentales.

          Pero las consecuencias de esa guerra, fatales para los EE.UU. como Estado nacional, fueron en gran medida de carácter económico y financiero, a raíz de que los gastos para sostenerla fueron superando a los ingresos. Hasta el punto de que ese país perdió una importante cantidad de sus reservas en oro. Y antes de que se declarara la quiebra del país, Richard Nixon decidió terminar con la convertibilidad del dólar en oro; rebajó el billete verde a la condición de una moneda fiduciaria universal —sin respaldo de valor con soporte en ningún bien material— emitida y aceptada por decreto: puro dinero de papel. Bajo tales circunstancias deletéreas para ese país y para el sistema capitalista, la burguesía norteamericana se enriqueció; especialmente los capitales dedicados a la industria bélica. Pero su capacidad financiera como Estado nacional se debilitó al extremo. Con todas las consecuencias nefastas para las mayorías más desprotegidas de su población.

                    Tal deriva prosiguió, hasta que en las postrimerías de esa guerra a principios de la década de los 70 el Siglo pasado, se hizo notorio que la masa de “valor” nominal en dólares que circulaba por todo el Mundo, excedía con creces el valor en oro metálico a disposición de la Reserva Federal norteamericana:

            <<Los costes financieros de la Guerra del Vietnam, alrededor de 113.000 millones de dólares, y de la Gran Sociedad (The Great Society) hicieron que el gobierno norteamericano se viese forzado a generar montañas de deuda pública. A principios de 1971, los pasivos excedían los 70.000 millones de dólares, pero el gobierno de EE.UU sólo poseía 12.000 millones en oro con lo que respaldarlos>>. (Albert Ferrer Sánchez: “La influencia de la escuela liberal  Austríaca en el proceso de integración europea” Pp. 11  

          Aquí hay que recordar que, como consecuencia de los costos de la guerra de Vietnam pesando en la economía norteamericana, fue Francia durante la presidencia de Charles De Gaulle corriendo el año 1965, el país que por primera vez alzó la voz exigiendo su oro a cambio de dólares, pues no estaban dispuestos a seguir acumulando un dinero de papel cuyo respaldo en valor real se diluía como un azucarillo en un vaso de agua. Ante esa evidencia y temiendo lo peor, es decir, que por circunstancias imprevisibles ocurriera en Fort Knox una corrida sobre el oro a cambio de dólares —que despojara totalmente a los EE.UU. de sus reservas en ese metal—, el 15 de agosto de 1971 el Presidente Richard Nixon decidió suspender la libre convertibilidad de dólares en oro sine díe. Dos años después, no se sabe cómo ni por mérito de quién, surgió una inteligente y astuta iniciativa: sustituir el oro por petróleo como soporte de valor del dólar. Y así fue como el propio Nixon durante su mandato, encomendó a Henry Kissinger en su carácter de Secretario de Estado, la tarea de acordar con Arabia Saudita —y por su intermedio con los más importantes países exportadores de petróleo— que aceptaran al dólar como moneda de referencia para realizar sus transacciones comerciales petrolíferas. En reciprocidad, EE.UU. se comprometía a ofrecer a los jeques árabes protección militar y venta de armamento. A este acuerdo se sumaron los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que permitieron a EE.UU. proseguir emitiendo dólares sin respaldo en su propia riqueza creada, a cambio de brindar seguridad militar y armamento a los países involucrados en tal acuerdo. ¿Hay duda de que fue ese un acuerdo entre mafias a espaldas de sus respectivos pueblos? El respaldo al dólar que los mafiosos norteamericanos necesitaban, lo encontraron parasitariamente no en la riqueza generada por EE.UU., sino por terceros países productores de petróleo. ¿Hay duda de que esas mafias han surgido del secreto contubernio entre representantes políticos institucionalizados y grandes empresarios? 

03. Trajeron estos lodos

          La balanza comercial norteamericana con el exterior, ha venido siendo sucesivamente deficitaria al menos desde el año 2.000. Es esta una situación, que sin duda presagia unas perspectivas inmediatas de futuro económico nada halagüeñas para ese país. De hecho la tasa de interés del dinero a préstamo para inversión productiva, vino rondando el 0 absoluto por ausencia de demanda. Al mismo tiempo que la volatilidad especulativa en el precio de las acciones —de tal modo independizada de la tasa de interés— alcanzó en ese país los más altos y peligrosos extremos[3]:

            <<Ni las tasas de interés cero ni negativas (que facilitan la inversión productiva) ni la flexibilización cuantitativa han acabado con la crisis, que ya dura seis años. Las inyecciones de dólares y euros han llevado a un galopante incremento del precio de las acciones, pero no estimularon ni la producción ni la demanda mundial, ni ayudaron con el desempleo real. La economía mundial se convirtió en un casino gigante. En 2008 el volumen total de derivados, los contratos especulativos de riesgo, fue de cinco billones de dólares y a finales de 2014 esta cifra alcanzará dos cuatrillones. ¿Cómo se puede resolver eso?, pregunta el autor del artículo, Konstantín Siomin>>.

 

          Es preciso aquí recordar, que el centro gravitacional desde donde se irradió a Europa y Asia la presente recesión económica internacional en julio de 2007, fue precisamente EE.UU. Y esto solo se explica por los fuertes vínculos económicos y políticos que la U.E.E. mantiene con ese país. Así las cosas, hasta que la burguesía norteamericana no salga del actual atolladero en el que todavía se prolonga, difícilmente podrán conseguirlo sus colegas europeos. Pero es que, además, estamos hablando de los llamados acuerdos económicos bilaterales de Europa con ese país, y de que ambas partes integran la alianza militar estratégica de la O.T.A.N.

 

          Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total —entre pública y privada—, que en 2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares, cuya expresión numérica es de U$S 60.000.000.000.000.000.000 Los norteamericanos cabalgan, pues, sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia: 27 veces más que hace 40 años. Y como toda deuda es un límite absoluto a la libertad del deudor —equivalente a su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude este país durante más tiempo, más estrecha es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su influencia económica, política y militar en el mundo.

 

          La debilidad económica y financiera de los EE.UU, se ha puesto de manifiesto en que no son pocos los países que se proponen abandonar el dólar como moneda de cambio y divisa de reserva. Y el país pionero que inició esta deriva fue Irak bajo la presidencia de Saddam Hussein. El 24 de septiembre de 2000, el gobierno de Saddam anunció que Irak comenzaba la transición de sus exportaciones de petróleo a la moneda del Euro, comprometiéndose a promover el euro como una moneda de competencia con el dólar. Lo hizo al notar la continua devaluación del dólar respecto del Yuan chino, el Yen Japonés y el Euro.

 

          Los más ingenuos e ignorantes se suman a los interesados, al pensar que la invasión de Irak en 2003 por la coalición entre los EE.UU., Inglaterra y España —con el apoyo de Portugal, Polonia y Australia— obedeció a la existencia en ese país de “armas de destrucción masiva”, lo cual resultó ser falso y públicamente reconocido recientemente hasta por la propia Hilary Clinton. Otros atribuyeron esa decisión a la codicia por la riqueza petrolífera en el subsuelo de aquél país, lo cual no deja de ser cierto. Pero la principal causa de esa intervención militar, no fue otra que la respuesta a la decisión política tomada por Saddam, de desafiar a los EE.UU. prescindiendo del dólar americano como  moneda de cambio y, además, el haberse propuesto impulsar tal iniciativa en el seno de la O.P.E.P.[4]

 

          Toda esta movida política liderada por EE.UU. contra Irak, es totalmente contradictoria con el reciente hundimiento de los precios del petróleo, cuya causa tampoco nada tiene que ver con la realidad económica objetiva, sino que obedece a propósitos de clara raíz política intencional, que remiten a la actual disputa por Ucrania entre Rusia por un lado y la coalición entre la Unión Europea y EE.UU. por otra. Porque ese movimiento a la baja en el precio del petróleo es sin duda parte de las llamadas “sanciones” a Rusia por su anexión de Crimea. Aunque todo ello naturalmente con fines gananciales económicos. Y en esto de la reciente sobreoferta de petróleo proveniente de los EE.UU. y Canadá mediante la técnica de fracturación hidráulica del subsuelo para su extracción, llamada “fracking”, sin duda tiene buena parte de la “culpa” en el derrumbe de los precios del petróleo y el gas[5]. Esta movida, que deprime el costo en un medio de producción como es el caso de los carburantes, por una parte tiende a la recuperación de la economía global, especialmente la de los países más desarrollados importadores netos de esas materias, como los EE.UU., cuya industria se beneficia de los bajos precios en esos insumos, dado que así presionan al alza de la tasa general de ganancia. Pero es éste un efecto contradictorio, dado que la industria de los carburantes en ese país es uno de los principales motores de su economía, de modo que la sobreoferta en ese sector lo deprime, obstaculizando la recuperación del conjunto.

 

          Todo esto no modifica el actual contexto en que se opera el creciente endeudamiento público y privado de los EE.UU., que sin ningún género de dudas obedece a causas objetivas exclusivamente económicas, nada que ver con la voluntad política de nadie. Y en tal sentido, cabe preguntarse lo que sería de la economía estadounidense, si a nivel mundial se desestimara el dólar como moneda de intercambio. Sin duda causaría el derrumbe económico del país y una crisis política de consecuencias imprevisibles. Si por ejemplo fuera adoptado el Euro como moneda de intercambio, todos los países que hoy tienen sus reservas monetarias en dólares, se verían impulsados a cambiarlos por Euros. Esto produciría una estrepitosa caída del valor del dólar y una crisis económica profunda sin salida en EEUU., con serias repercusiones en países íntimamente vinculados a ese tinglado, como es el caso de Inglaterra, Italia y España en ese orden.

 

          Decíamos al principio del apartado 02 en este trabajo, que durante la Conferencia de las Naciones Unidas reunida en el complejo hotelero de Bretton Woods aquel mes de julio de 1944, se proclamó que lo acordado allí en materia de liberalización de las relaciones económicas internacionales, fue en aras de superar conflictos políticos entre países y garantizar un futuro de paz en el Mundo. Pues bien, la lista de los conflictos bélicos en el Planeta, desde aquella tan solemne como falsa proclamación de la paz con fines de destrucción bélica, muerte y rapiña entre 1946 y 2015 fue la siguiente:

# Guerra de Indochina (1946-1954) # Primera guerra árabe-israelí (1948) # Guerra de Corea (1950-1953) # Guerra de Argelia (1954-1962) # Guerra de Vietnam (1965-1975) # Guerra de los Seis Días (1967) # Guerra de Yom Kipur (1973) # Primera Guerra del Golfo Irán-Irak (1980) # Invasión soviética de Afganistán (1979-1989) # Guerra de las Malvinas (1982) # Segunda Guerra del Golfo (1990-1991) # Guerra Civil Argelina (1991-2002) # Guerras yugoslavas (1991-2001) # Guerra de los Diez Días (1991) # Guerra Croata de Independencia (1991-1995) # Guerra de Bosnia (1992-1995)  # Guerra de Kosovo (1999) # Primera guerra chechena (1994-1996) # Primera guerra del Congo (1996-1997) # Segunda guerra del Congo (1998-2002) # Guerra entre Etiopía y Eritrea (1998-2000) # Guerra de Afganistán (2001) # Guerra en Irak (2003) # Segunda guerra chechena (1999-2006) # Guerra de Libia (2011) # Guerra de Siria (2011-2014) # Guerra en Ucrania (2014-2015) # Guerra de Siria (2015) # Guerra en Irak (2015).

               En fin, como dijera Miguel Candel Sanmartín citando a Marx y Engels en su trabajo titulado “El capitalismo y la guerra”, que publicó en “Crónica Popular” el 10 de noviembre de 2018:

               Las fuerzas productivas de que dispone [la burguesía] ya no sirven para fomentar las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, se han tornado demasiado poderosas para estas relaciones, y éstas las inhiben; y en cuanto superan esta inhibición, ponen en desorden toda la sociedad burguesa, ponen en peligro la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas se han tornado demasiado estrechas como para abarcar la riqueza por ella engendrada. ¿De qué manera supera la burguesía las crisis? Por una parte, mediante la destrucción forzada de gran cantidad de fuerzas productivas; por otra parte, mediante la conquista de nuevos mercados y la explotación más a fondo de mercados viejos”. (Cfr. K. Marx- F. Engels: “Manifiesto del partido Comunista” Ed. l’eina/1989. Pag. 42/43. Barcelona.) Versión digitalizada ver en último párrafo de Pag. 57 y el primero de Pag. 58).           

           

        



[1] Desde 1998 hemos venido insistiendo por activa y por pasiva, en que bajo el capitalismo los sucesivos márgenes de las ganancias industriales descienden necesariamente, por efecto del progresivo aumento en la productividad del trabajo social, que consiste en el hecho de que un cada vez menor número de asalariados, pongan en movimiento un cada vez mayor número de más eficaces medios de producción por unidad de tiempo empleado en la producción.

[2] En física se entiende por “volatilidad” al desprendimiento de vapor causado por la mezcla reactiva de distintos productos químicos. En economía política se dice que los precios de las cosas se volatilizan, cuando por efecto aleatorio de la oferta y la demanda especulativa fluctúan   independizados por completo de sus valores de referencia.

[3] La producción capitalista en condiciones normales, aumenta mediante el crédito bancario a través de las letras de cambio, cuyo precio es la tasa de interés a término, que así actúa como una detracción de la ganancia (industrial y comercial) en los ámbitos de la producción y circulación de la riqueza. De tal modo que, a menor tasa de interés mayor ganancia industrial y viceversa. Justamente al revés de lo que sucede durante las fases económicas recesivas donde la producción se estanca y la tasa de interés se retrae hasta el cero absoluto, de modo que las ganancias y las pérdidas en los mercados especulativos, pasan a depender de los movimientos de la oferta y de la demanda sobre los activos y materias con que se especula. Así las cosas, el hecho de que la tasa de interés sea hoy nula e incluso por momentos negativa, explica el retroceso en la demanda de dinero para inversión adicional en el aparato productivo, impidiendo su recuperación.

[4]Desestimamos aquí referirnos a la guerra emprendida por las Naciones Unidas contra Irak en 1990 —en respuesta a su invasión y anexión del Estado Kuwaití—, dado que a los fines del presente trabajo ese episodio carece de relevancia política e histórica.

[5]Se llama “fracking” a la técnica por la cual se logra extraer el gas o el crudo atrapado entre las rocas subterráneas desde hace millones de años. Consiste en la inyección a altas presiones, de agua, arena y productos químicos a las formaciones rocosas ricas en hidrocarburos, a fin de incrementar su permeabilidad y, con ello, mejorar su extracción.