El capitalismo postrero y
la necesidad de la revolución socialista
01.
Introducción
De Don Quijote a Sancho: “….sé breve en tus razonamientos que
ninguno hay gustoso si es largo”[1]. Miguel de Cervantes Saavedra: “El
Ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha” Libro I Primera parte Cap. XXI.
La concepción
del mundo adoptada interesadamente por los teóricos
liberales burgueses desde los tiempos de la Revolución Francesa, es que
el pilar básico que sostiene la idea más originaria de la palabra “democracia”,
es la “libertad”. Un andrajoso popurrí de conceptos,
según el cual los seres humanos más primitivos conviviendo en el medio natural,
no se pudieron cohesionar solidariamente porque dados los escasos recursos
existentes cada cual hacia todo lo posible para conservar su vida, no pudiendo
así evitar el conflicto con sus semejantes esgrimiendo su propia libertad. Y resulta
que por causa del enfrentamiento permanente de dichos seres humanos entre sí —tratando
de prevalecer los unos sobre los otros—, se abrió necesariamente paso la ley
haciendo posible así, la vida en comunidad de los seres humanos igualmente
libres. Todo muy bucólico.
Semejante razonamiento acerca de presuntos
individuos aislados y sin pertenencia a ninguna clase social determinada, permite afirmar la especie de que precisamente
a raíz del “estado de guerra permanente”
que no menos supuestamente ha existido entre ellos, se hizo necesaria la
ley y, por lo tanto, el Estado. Así fue cómo según esta peregrina
interpretación de la historia social, aquel ser humano genérico individual decidió
renunciar a su libertad personal, para poder vivir libremente en comunidad
respetando las leyes del Estado, lo cual hizo posible de tal modo la vida en
comunidad. Como si entre un esclavista, un señor feudal y un capitalista, no
hubiera ninguna diferencia de trato respecto a sus correspondientes súbditos explotados y
oprimidos. Y para reafirmar sus proposiciones filosóficas estos señores han
apelado a Kant donde supuestamente sostiene que:
<<El
hombre sólo es libre si tiene que obedecer a las leyes y no a las
personas>>
Pero
es un hecho incontrovertible que desde los tiempos en que la sociedad humana se
dividió en clases sociales,
dominantes y dominadas, las leyes jurídicas fueron hechas y se siguen
promulgando para favorecer a las primeras en detrimento y perjuicio de las
segundas. Lo cual presupone con absoluta certidumbre, que tales leyes han sido
concebidas y aplicadas, para que unas personas prevalezcan económica y
políticamente sobre otras. Y además lo cierto es 1) que antes de dividirse en
clases, la sociedad pasó por el comunismo
primitivo, donde la colaboración en el trabajo
prevaleció necesariamente sobre la rivalidad, precisamente por el atraso en el
desarrollo todavía muy primitivo de su fuerza productiva y 2) que una vez
divididos en clases sociales —dominantes y dominadas—, el grado de libertad entre los individuos nunca fue ni sigue
siendo al día de hoy el mismo. Por tanto, aunque desde la Revolución francesa
se venga pregonando que todos los
ciudadanos somos iguales ante la ley, los hechos manifiestos han venido
demostrando que las clases dominantes mandan y las clases subalternas siguen
sometidas a esa “libertad” clasista. Y entrecomillamos la palabra libertad,
porque la verdad es que quienes siguen prevaleciendo todavía hoy sobre sus
subordinados, no han sido ni son capaces de mandar sobre sí mismos. Tampoco
ellos pueden considerarse realmente libres, sometidos como permanecen a la ley objetiva del valor económico de
la que se han podido venir beneficiando, pero a la que jamás pudieron, pueden
ni podrán gobernar mientras el sistema capitalista siga vigente. Y al respecto
cabe recordar aquí, lo que Barak Obama le aconsejara en mayo de 2010 al por
entonces presidente español Rodríguez Zapatero
en su conversación telefónica de 20 minutos: “Hay que calmar a los mercados”,
como si fueran dioses todopoderosos.
Dicho esto y si las leyes jurídicas fueron
promulgadas según se nos enseña, presuntamente para regir el comportamiento de
las personas en igualdad de derechos
y libertades, lo cierto es que en los hechos, el comportamiento de los sujetos en la sociedad civil se
ajusta estrictamente a esa ley
económica objetiva de la oferta y la demanda, que hace a los mercados y
determina un estado de cosas totalmente contrario a ese ideal jurídico, pues resulta
que en este sistema de vida, la “libertad” y la “democracia” son palabras
totalmente vacías de contenido significante y realidad efectiva, que puedan
responder al significado que se les ha querido y pretende atribuir. Y para
demostrar esta contradicción social en sus propios términos, ahí está la
estadística que describe la creciente desigualdad exponencial en la
distribución social de la riqueza, entre las dos clases sociales universales
bajo el capitalismo: El más genuino producto resultante de la ley objetiva del
valor económico que rige férreamente el movimiento de esta sociedad. Una ley
económica totalmente a contrapelo de los ideales de libertad, igualdad y
fraternidad, que desde 1790 la burguesía ha venido tan cínica como
hipócritamente proclamando
“ad hominem” entre los seres humanos.
En su discurso pronunciado Gettysburg el
19 de noviembre de 1863 durante la guerra civil estadounidense, Abraham
Lincoln
definió a la democracia
representativa como “el gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Una consigna literalmente
contradictoria con la realidad, porque resulta que, bajo el capitalismo, los
pueblos en general votan pero no
gobiernan. Tal como es costumbre desde hace doscientos años y así reza expresamente, por ejemplo, en el artículo 22 de la
Constitución Argentina actualmente
vigente sancionada en 1853, que no fue aprobada por el pueblo de la
nación sino por los gobiernos provinciales a excepción del Estado de Buenos
Aires, que no se adhirió a ella hasta 1860:
<<El
pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y
autoridades creadas por esta Constitución>>.
Según la ley
electoral sancionada por las constituciones vigentes en los países bajo este
sistema de vida, todo lo que el pueblo haga más allá del acto de votar periódicamente
a los representantes de su predilección, legalmente carece por completo de
valor y trascendencia política efectiva. O sea, que la “democracia” contemplada
desde esa limitada perspectiva de “libertad” y atribuciones del pueblo que periódicamente
se limita a meter su voto en la urna, consiste en un simple acto de fe manifiesto al decidir delegar en terceras
personas que prometen, nada más ni nada menos que el poder político de gobernar
a su país, sin garantía ninguna de que así lo harán: <<Prometer y prometer antes de meter. Luego de
metido, olvidar lo prometido>> He aquí la verdad del precepto
constitucional argentino encubierto en ese artículo 22, que se repite a escala planetaria en el resto de
los países igualmente gobernados por la “democracia representativa”. Es el “Tocomocho” universal de la política, donde tras la
“fiesta electoral” comienza el baile de intereses
comunes entre dos tipos específicos de estafadores: por un lado los representantes políticos
electos que pasan a gobernar en sus respectivas instituciones estatales y, por
el otro, ciertos empresarios igualmente inescrupulosos actuantes en la sociedad
civil. Un negocio cuyas víctimas propicias del mutuo enriquecimiento ajeno, pasan
ser los ingenuos votantes que
se han creído el cuento de las promesas electorales.
Todo este trucaje de la realidad para
beneficio de unos pocos opulentos que todavía siguen prevaleciendo en la
sociedad, se ha venido repitiendo en todo el mundo desde la “Ilustración” hasta hoy. Y a este respecto cabe recordar
aquí el episodio de corrupción a raíz de la guerra franco-prusiana, en la que Alemania
desbarató al ejército enemigo francés que acabó capitulando, lo cual propició
el levantamiento del pueblo galo conocido como “La Comuna de Paris”. Ante
semejante situación, el 26 de febrero de 1871 Francia firmó el tratado
preliminar de paz con Alemania, comprometiéndose a solventar el gasto que le
costó a los alemanes mantener el medio millón de sus efectivos en suelo francés,
para derrocar la insurrección de su pueblo en Paris. Además del pago por indemnización
en concepto de deuda de guerra (siempre a cargo del perdedor), de cinco mil
millones de Francos, más el 5 por ciento de interés por los pagos aplazados. Entre
toda esta ceremonia de la confusión, Adolphe Thiers y demás secuaces suyos: Jules Favre, Ernesto Picard, Agustín Pouyer-Quertier y Jules Simon, gestionaron ante Alemania un préstamo adicional de
dos mil millones de francos, que estos sujetos se repartieron en concepto de
comisión, una coima que no se acordó hacer efectiva, hasta que las tropas
prusianas consiguieron pacificar París. ¿Cuántos crímenes y actos de corrupción
política perpetrados desde el ejercicio del poder —como éste—, se han podido
venir cometiendo en el mundo impunemente
en nombre de esa bendita palabra: naturaleza,
cuyo significado bajo el capitalismo tanto se parece a esta otra: facilidad?
¿Y qué cabe decir
de gobiernos plurinacionales en estos tiempos, como es el caso de la Comunidad Económica
Europea durante la última etapa de la llamada globalización
económica?
Un despotismo impune basado en la libre
e irrestricta circulación de los capitales a escala planetaria, foros donde
los pueblos no deciden absolutamente
nada y sus respectivos gobiernos nacionales permanecen supeditados, a
lo que allí deciden discrecionalmente y en absoluto secreto hacer, unos comisionados que se reparten
entre ellos las atribuciones —también al margen de la voluntad democrática de
los pueblos a los que dicen representar—
pero que sólo obedecen al dictado de las minorías sociales capitalista irrisorias,
con quienes comparten el producto de la explotación a que son sometidos los
relegados de siempre:
<<En la era de la
globalización, la eliminación gradual de la toma de decisiones en las
cámaras democráticas por parte de las élites económicas de la Unión Europea,
sirve de plan de acción para la gobernanza postdemocrática (totalitaria del gran capital) en todo el mundo. Las personas
progresistas deben ser ambiciosas y empezar a proponer ideas para un Gobierno
mundial democrático como alternativa viable.
La realidad es
que las estructuras postdemocráticas que gobiernan la eurozona, existen también
a lo ancho de la UE y son anteriores a la introducción del Euro. La Comisión
Europea no se elige. Los miembros del Consejo de Ministros y su
encarnación al máximo nivel, el Consejo Europeo, solo se eligen indirectamente
y las leyes son elaboradas en secreto durante el transcurso de sesiones,
a las que no se permite la entrada ni a la prensa ni al público. Los
legisladores habituales del Consejo no son ni siquiera ministros nacionales,
sino diplomáticos trileros del Comité de Representantes Permanentes (COREPER) y las docenas de subcomités y
grupos de trabajo que deliberan, también en secreto, (lo hacen) fuera del escrutinio de los electores.
El presidente
del Consejo Europeo —llamado a menudo ‘presidente europeo’—tampoco se elige;
se le escoge, cual papa secular, tras puertas cerradas después de horas de tira
y afloja entre jefes de Estado y de Gobierno. La única institución elegida directamente
de la fábrica de salchichas legislativa que es la UE —el Parlamento Europeo— no
tiene derecho de iniciativa legislativa; es decir, no puede proponer ni
aprobar leyes. Solo puede enmendar lo que la Comisión y el Consejo le envíen
para su conformidad. Estos poderes son importantes y los grupos de presión
de las (más
poderosas) empresas (privadas) y
de las ONG (desde la sociedad civil) sienten tanta atracción por los escaños mellizos de Bruselas y
Estrasburgo, como por los del Congreso estadounidense en Washington, pero al
estar restringido de esta manera, el Parlamento Europeo no se parece a ningún
otro Parlamento del mundo democrático.
Los europarlamentarios no son
representantes de un pueblo europeo soberano sino los ‘recogepedos’ de
los altos funcionarios de la tecnocracia en las instituciones de la UE>>.
Leigh Phillips: “El orden global postdemocrático” El subrayado y lo entre paréntesis
nuestros).
02.
La génesis del
proceso
En nuestra
publicación inmediatamente anterior a ésta, hemos vuelto a exponer sintéticamente
el proceso de producción y acumulación de valor económico bajo el capitalismo, donde
la propiedad privada sobre
los medios de producción y de cambio dio pábulo a dos principios activos fundamentales: 1) la explotación de trabajo ajeno consistente en convertir partes
alícuotas crecientes de salario en ganancia y 2) la competencia entre los distintos capitales privados asociados,
en disputa por esas ganancias contenidas en el producto de valor total, creado por el trabajo asalariado.
También hemos explicado que la articulación de estos dos principios fundamentales del
capitalismo, generan un creciente
desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social, es decir, más y
más productos de valor generados por unidad de tiempo empleado en su
fabricación. Una creciente eficacia
productiva contenida en los cada vez más eficaces adelantos científico-técnicos incorporados a los medios de
producción, lo cual ha permitido producir sucesivamente cada vez más unidades
de producto en menos tiempo y con un cada vez menor empleo relativo en mano de obra. O sea, que un cada
vez menor número de asalariados
pongan en movimiento un mayor número
de máquinas por unidad de tiempo empleado.
Y en el apartado 02 de esa misma publicación, también de modo abreviado explicamos
la vinculación entre el capital
industrial y el capital comercial
financiero, este último dedicado por los bancos a capitalizar la tasa de interés prestando dinero a crédito
por un tiempo determinado, cuyo principal y más difundido instrumento es la
llamada “letra de cambio”. Una
promesa de pago que, a instancias de los prestamistas, permite a las empresas industriales
deudoras disponer al instante
del dinero líquido necesario para una nueva inversión ampliada, equivalente a las mercancías ya producidas
que han llevado al mercado, sin esperar a que la venta se realice para
recuperarlo. Así es cómo merced al capital dinerario a préstamo concedido por
los bancos a través de las letras de cambio, los sucesivos procesos de producción de ganancias pueden sucederse unos a
otros sin solución de continuidad acelerando su capitalización, es
decir, obviando el tiempo muerto
que media entre una rotación (del capital industrial invertido) y la siguiente,
que hace a la ampliación de
la escala productiva, es decir, entre la compra de más factores de la
producción (máquinas, materias primas, auxiliares y mano de obra) y la venta de
un mayor número de productos terminados.
Pero dado el principio de la productividad laboral —que exige
una progresiva y creciente inversión en medios
materiales técnicos cada vez más
eficaces, en reemplazo de los
recursos humanos—, de esta relación creciente cuya finalidad consiste en transformar salario en plusvalor, resulta que las ganancias
del capital no dejan de aumentar en términos
absolutos, pero naturalmente cada
vez menos, según se reduce
relativamente la masa salarial explotada respecto de los medios
técnicos que ponen en movimiento; teniendo en cuenta, además, que cada jornada de labor no puede exceder las 24
horas diarias. Tal es el irrefutable fundamento
económico-matemático de las crisis
económicas periódicas típicas del capitalismo, que Marx para vergüenza
de los teóricos apologetas del capitalismo, puso negro sobre blanco en sus
manuscritos de 1857-1858 bajo el título: “Plusvalor
y fuerza productiva” (Ver:
Cuaderno III en sus “Grundrisse” (Fundamentos)
Pp. 276). Una verdad científica de
a puño sobre la cual nosotros no dejaremos de incidir a modo de palanca
revolucionaria, todas las veces que
sea necesario. Para combatir en la conciencia
manipulada de los explotados el despreciable boicot de silencio, al que los secuaces políticos de la burguesía siguen apelando hoy por sucias
motivaciones de poder y riqueza. Tal como lo hicieran todos sus antecesores, sin excepción, a cargo de los aparatos
ideológicos en las instituciones estatales del capitalismo.
03
Crisis económicas periódicas y sobresaturación
absoluta permanente de capital
Así las cosas y según se suceden las
rotaciones del capital en las distintas empresas —que no deja de acumularse—, las
ganancias aumentan pero cada vez
menos, según se reduce
relativamente la masa salarial explotada en todas ellas. Hasta que el
proceso alcanza un extremo, en el que las posibilidades de seguir transformando
salario en ganancias, deja de ser
rentable. Porque no justifican el cada vez mayor gasto imprescindible en medios técnicos para producirlas. Dicho más sintéticamente: las
ganancias aumentan menos de lo que cuesta producirlas. O sea, que ya no se
pueden seguir maximizando. Tal es el fundamento
matemático de las crisis
económicas periódicas típicas del capitalismo:
<<Si sabes
gastar menos de lo que ganas, has encontrado la piedra filosofal>> Benjamín Franklin.
Pero
en realidad este problema para la burguesía no es subjetivo
sino fundamentalmente objetivo y predeterminado, es decir, que no
depende de la voluntad de nadie. Es sistémico e inevitable. Los
capitalistas saben que no pueden impedir que así sea pero no lo
dicen. Esto explica que sus ideólogos y políticos profesionales institucionalizados,
induzcan a confundir las crisis económicas con las financieras,
como si no fueran los propios capitalistas quienes provocan conscientemente y
dan forma a las burbujas especulativas, desviando hacia esos
mercados aleatorios la parte del capital industrial supernumerario,
al que retiran de la producción por no resultarles rentable.
Así, según se suceden los ciclos económicos periódicos completos
de expansión, crisis, recesión y recuperación en los países de mayor desarrollo
económico relativo, la competencia intercapitalista recrudece acelerando
el desarrollo científico-técnico incorporado a los medios de producción, de
modo tal que, entre un ciclo y el siguiente, la masa de capital
que acaba tornándose supernumeraria y ociosa —llamada por Marx sobreacumulación
absoluta porque las ganancias obtenidas con él no compensan su
inversión productiva—, es cada vez mayor. De lo cual resulta que las
recesiones económicas que suceden inmediatamente a las crisis financieras,
sean cada vez más profundas, extensas y difíciles de superar. Hasta
que la acumulación de plusvalor entre una crisis y las siguientes, alcanza un
punto en que se produce el fenómeno de la sobresaturación al que
ya nos hemos venido refiriendo desde julio de 2015 bajo el título: “La gallina de los huevos de oro agoniza en la unidad de cuidados
intensivos”, y que desde 1929 a instancias de Henryk Grossmann en
su obra: “La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista”, se
conoce por sobresaturación permanente de capital con
semi-parálisis crónica del proceso productivo y transferencia o
desvío de ese capital sobrante, hacia países subdesarrollados y/o a esferas de
la pura especulación:
<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que
se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se
impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las
oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente
creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, (el sistema) alcanza
un estado de “sobresaturación de capital”, en el cual no existen suficientes
posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado (que se vuelve
ocioso por falta de rentabilidad suficiente), resultando (así) cada
vez más difícil la superación de esta “saturación” y, por ello, el mecanismo
capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno
natural. (Mientras tanto,) Los capitales excedentarios e improductivos
pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad,
sólo a través de la exportación de capital o mediante la “actividad” (puramente
especulativa) temporal en el mercado de valores>>. (H. Grossmann:
Op. Cit. Ed. Siglo XXI/1979 Pp. 342. Lo entre paréntesis y el subrayado
nuestros).
Una de las formas tradicionales de exportar capital excedentario
sobresaturado en los países más desarrollados, ha consistido en
instalarse como empresas de capital industrial en países de menor
desarrollo relativo. Fue éste un proceso que comenzó en la etapa
pre-monopolista del capitalismo. Y aunque al principio desempeñó un
papel secundario respecto de la exportación de mercancías, no dejó de ser
capital sobrante que pudo emigrar del centro económico mundial hacia su
periferia subdesarrollada, atraído por salarios más bajos y tasas de ganancia
nacionales consecuentemente más altas.
04. La piratería: precursora de
las empresas interpuestas y los paraísos fiscales
En
cuanto al origen de lo que hoy han llegado a ser los paraísos fiscales, se
remontan al período pre-capitalista entre 1540 y 1650, en pleno esplendor del
dominio de los mares por el imperio colonial español, cuando sus enemigos de
Francia e Inglaterra fueron los primeros en organizar expediciones corsarias, con el propósito de causar el máximo
daño posible a las posesiones hispánicas de ultramar. En
ese lapso de tiempo, de los 11.000 barcos que recorrieron el tramo marítimo entre
América y España cargando oro y plata, 519 se hundieron por causas naturales
pero 107 por ataques piratas. En 1503,
fue Francis
Drake quien tras
ocuparlas puso nombre a las Islas Caimán en 1586. Posteriormente y en virtud
del Tratado de Madrid firmado en 1670, Inglaterra tomó el
control formal de las Islas Caimán, junto con Jamaica, permitiendo que se establecieran
impunemente allí las bases de los piratas. Después de la independencia de Jamaica respecto al Reino Unido en 1960, las
Islas Caimán fueron gobernadas como una única colonia, pero con autonomía
suficiente como para ofrecer grandes rebajas impositivas. Otro tanto sucedió en
la Islas Bahamas y Belice. En los últimos años, las autoridades de las islas
trabajan para reducir la opacidad en un sistema fiscal que, durante décadas, fue uno de los lugares preferidos para defraudar
grandes sumas de capitales
y albergar la sede de empresas fantasmas, también llamadas “interpuestas” o “instrumentales” que hoy día proliferan
y se localizan en todo el mundo, como una forma en el fondo de corrupción que la “justicia” vigente hace pasar por
ser delictiva y personal, muy extendida entre ciertas minorías sociales privilegiadas.
Como es el caso entre otros muchos, por ejemplo, del conocido cantante
español Bertín Osborne. Una
infección que también compromete a no pocos políticos profesionales
temporalmente a cargo de los aparatos del Estado.
Pero, ¿es la corrupción
de carácter estrictamente personal o
subjetiva, según así lo da a entender la “justicia” del sistema? That’s
the question. Es esencialmente
sistémica, en tanto y cuanto el capitalismo se basa en instituciones empresariales que
compiten entre sí —cada una para los fines de maximizar sus ganancias—, o sea,
en la forma organizativa genérica legal
vigente de la propiedad privada sobre
los medios de producción y de cambio. Una “conditio sine qua non” que dio
vida a la sociedad civil burguesa típicamente
competitiva. Donde cada empresa antepone sus propios intereses particulares
a los intereses de las demás. Y como es sabido, el mismo comportamiento suelen adoptar
los individuos entre sí pertenecientes a esas empresas.
Por ejemplo: Durante la
década de los años 60 el siglo pasado, las compañías petroleras diseñaron un plan
operativo para evadir impuestos que, además, servía para pagar lo mínimo a los
países de donde extraían el crudo, así como para evitar el coste de posibles accidentes
en el transporte marítimo de ese producto. Y con tal propósito idearon el truco
de navegar en buques con lo que desde entonces se conoce por bandera de conveniencia perteneciente
a otros países, como es el caso de Liberia o Panamá, donde una empresa pantalla o interpuesta con
sede allí fletaba el carguero, al mismo tiempo que la Standard Oil o cualquier
otra empresa petrolera, vendía el crudo a la empresa de transportes. Así las
cosas, de ocurrir un desastre como el del buque Exon
Baldez, los
responsables pasaban a ser esas compañías fantasmas sin patrimonio y, por tanto,
inembargables. De modo tal
que las empresas petroleras evitaban sufragar gastos de seguro que hubieran
sido enormes. Y el caso es que tal sistema era permitido por las agencias
internacionales y los Estados respectivos —nacionales e internacionales—, pues
de esta forma el petróleo resultaba más barato.
Otro ejemplo: La empresa radicada
en un determinado país, crea una sociedad
interpuesta o pantalla en la Isla de Man, considerada por el FMI y la OCDE como un paraíso fiscal y el reino de
ese fruto llamado Kiwi. Allí compra una partida de 1.000 Kg. a razón de 0,50€/Kg.
y lo vende en su país de origen a razón de 1,90€/Kg.,
donde al consumidor final esa fruta cuesta 2,00€/Kg.
Ergo, merced a la sociedad interpuesta la ganancia
bruta de la empresa matriz es de 1,40€/Kg.
y la neta de 1,30€/Kg., tributando al fisco de su
país por una ganancia ficticia
de 0,10€/Kg. De no mediar esa sociedad fantasma, dicha empresa
tributaría por 1,40€/Kg. y su ganancia neta se reduciría a 0.10€/Kg. A esta defraudación fiscal se le suele llamar muy piadosa y eufemísticamente
ingeniería
financiera. En
realidad un recurso para evadir el pago de impuestos, al cual sólo pueden
apelar las empresas privadas y sus directivos o accionistas, quienes por lo
general son capitalistas asociados explotadores de trabajo ajeno. Los
asalariados no podemos recurrir a nada de esto, porque son nuestros patronos
quienes de oficio se encargan de remitir al fisco el montante de nuestros
ingresos mensuales en concepto de salarios líquidos más horas extras,
deducciones por ausencias injustificadas, aporte jubilatorio, etc., etc., para
los fines de que la hacienda pública deduzca de tales ingresos los impuestos
correspondientes.
05. Epílogo
El
pasado día miércoles 13 de abril, la edición del periódico español “El País”
salió anunciando que el FMI alerta sobre el agudizamiento del parón
económico global, desde que en agosto de 2007 la última
gran crisis financiera estallara en los EE.UU.
Y es que dadas las inevitables condiciones objetivas
actuales de sobresaturación
permanente de capital expuestas brevemente aquí, que exigen a la
burguesía como único modo de obtener ganancias crecientes, la super-explotación
del trabajo asalariado, atacando a sus condiciones de vida y de trabajo, cabe
preguntarse si BAJO TALES CONDICIONES
es posible acabar con esta lacra, así como con la corrupción económica defraudadora que suponen los paraísos
fiscales, y la corrupción política
despótica que impera en las instituciones políticas, nacionales e
internacionales, sin acabar con el
capitalismo. Y la respuesta a esta pregunta es un ¡¡NO ROTUNDO!! Porque todas estas lacras
económico-sociales y políticas, en modo alguno son la causa sino precisamente la consecuencia de tales condiciones
objetivas de vida en la sociedad capitalista.
Por lo tanto, para acabar
con la explotación en la sociedad civil, así como como con la corrupción política
y el despotismo “democrático” en los Estados nacionales y multinacionales, es
necesario poner fuera de la ley
jurídica a su verdadera causa orgánica originaria: la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio.
Porque ésta es la condición económico-social
esencial del capitalismo, que para sobrevivir llega a ser objetivamente perversa
y genocida.
Como ya hemos visto en
los anteriores apartados 02 y 03, la ley económica del valor permite sólo hasta cierto punto, que a instancias de la creciente productividad
del trabajo la burguesía pueda obtener ganancias también crecientes a expensas
del salario, sin menoscabo de su
poder adquisitivo. Precisamente porque al mismo tiempo que la
productividad permite convertir partes alícuotas mayores de salario en
plusvalor, reduce el valor y precio de los medios
de vida del obrero. Pero también hemos visto que este proceso de
conversión de salario en ganancias tiene un límite absoluto, porque cada aumento de la productividad
exige que el número de obreros empleados se reduzca paulatinamente respecto de los medios de producción
que pone en movimiento, de modo que así la burguesía no puede continuar indefinidamente produciendo ganancias crecientes a expensas
del salario, sin que el proceso llegue a un punto en que la realidad le obligue
a reducir su poder adquisitivo y, por tanto, para tal propósito los
capitalistas deban atacar las condiciones de vida y de trabajo de los explotados,
reduciendo sus salarios y aumentando los ritmos de la producción. Así las cosas:
<<Esta
ley (del valor económico) produce una acumulación de miseria proporcionada a la acumulación de capital.
La acumulación de riqueza en un polo (de la relación capital-trabajo) es el propio tiempo, pues, acumulación de
miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y
degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase (social)
que produce
su propio producto como capital>> (K. Marx: “El Capital” Libro I. Vol. III Ed. Siglo XXI/1980 Pp. 805).
<<La
pauperización es el punto conclusivo
necesario del desarrollo al cual tiende inevitablemente la acumulación
capitalista de cuyo curso no puede ser apartada por ninguna reacción
sindical por poderosa que ésta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo
de la acción sindical. A partir de un cierto punto de la acumulación, el
plusvalor disponible no resulta suficiente para proseguir con la acumulación
con salarios fijos. O el nivel de los
salarios es deprimido por debajo del nivel anteriormente existente, o la
acumulación se estanca, es decir, sobreviene el derrumbe del sistema
capitalista. De esta manera, el desarrollo conduce a desplegar y agudizar las
contradicciones internas entre el capital y el trabajo a un punto tal que la
solución solo puede ser encontrada a través de la lucha entre estos dos
momentos>> (H. Grossmann: “La
ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista” Ed. Siglo
XXI/1979 Pp. 386).
Estas son las condiciones
sociales que la ley económica
objetiva del valor vino preparando desde los orígenes del capitalismo, a
lo largo y ancho del Planeta y naturalmente, más en unos países que en otros, según
su natural desarrollo desigual.
Unas condiciones que habiendo llegado a un punto, el hecho de superarlas deje
de consistir en la lucha meramente
reivindicativa entre las dos clases universales, por mejores
condiciones de vida al interior del
sistema capitalista, porque eso ya se ha tornado realmente imposible. Esto explica que la investigación de
Marx acerca del proceso económico-social en esa relación antagónica entre
capital y trabajo, deba forzosamente encontrar su solución definitiva, no en la lucha meramente sindical sino en
la lucha política. En la
lucha por el poder. Y así fue cómo el 30 de abril de 1868 en carta a Engels, Marx
acabó diciendo:
<<En fin, dando por sentado que
estos tres elementos: salario del trabajo, renta del suelo y plusvalor como ganancia
e interés son las fuentes de ingresos de las tres clases, a saber, la de los
terratenientes, la de los capitalistas y la de los obreros asalariados, como
conclusión la LUCHA DE CLASES en la cual el movimiento se descompone y que es
el desenlace de toda esta mierda>>. (K. Marx-F.
Engels en “Cartas sobre ‘El Capital’” Ed. Política/1983. La Habana. Pp.218).
Y para todos aquellos,
que por ignorancia o intereses creados encubiertos desprecien lo dicho hasta
aquí, deben saber que los paraísos
fiscales tampoco desaparecerán por obra y gracia de ninguna institución
reformista del capitalismo,
como es el caso últimamente del llamado “Consorcio
internacional de Periodistas de investigación”, que acaba de divulgar la engañapichanga de los “Papeles de Panamá”, sin
reparar en que con fines económico-políticos se oculta tras los más poderosos
intereses privados, con la intención de reforzar
su existencia, ahora intentando monopolizarla centralizada exclusivamente
al interior del territorio de los EE.UU.: https://elrobotpescador.com/2016/04/04/que-se-esconde-realmente-tras-los-papeles-de-panama/. Muchas Gracias, Horacio.
¿Y qué decir de los servicios secretos en los más
ricos y poderosos Estados nacionales, que impunemente utilizan el desarrollo
alcanzado por las distintas ciencias naturales para manipular artificialmente
el clima, así como para mover las placas tectónicas del subsuelo terrestre o
marítimo, aquí y allá incluso en sus propios países, provocando deliberadamente supuestos “accidentes” bajo la
forma de tormentas, tornados, terremotos y tsunamis, que destruyendo riqueza ya
creada y vidas humanas, empobrecen y
retrotraen la sociedad hacia etapas de
desarrollo técnico y económico ya superadas, prolongando así la existencia
del sistema? ¿Qué hace la O.N.U. para prohibir las antenas del Proyecto
H.A.R.P.
instaladas en EE.UU., Rusia, Alaska,
Puerto Rico, Brasil, Perú, Noruega, Reino Unido, China, Japón, India y Australia?
Nada, porque esa organización mundial forma parte del mismo tinglado. Aquí está la
estadística más reciente de terremotos en el mundo. Exceptuando el último días pasados,
que acaba de destruir buena
parte de Ecuador.
En virtud de lo que hemos
venido explicando desde 1998 y lo dicho aquí, insistimos:
1) Expropiación de todas las
grandes y medianas empresas industriales, comerciales y de servicios, sin
compensación alguna.
2) Cierre y desaparición
de la Bolsa de Valores.
3) Control obrero
colectivo permanente y democrático de la producción y de la
contabilidad en todas las empresas, privadas y
públicas, garantizando la transparencia informativa en los medios de
difusión para el pleno y universal conocimiento de la verdad,
en todo momento y en todos los ámbitos de la vida social.
4) El que no trabaja en
condiciones de hacerlo, no come.
5) De cada cual según
su trabajo y a cada cual según su capacidad.
6) Régimen político de
gobierno basado en la democracia directa, donde los más decisivos
asuntos de Estado se aprueben por mayoría en Asambleas, simultánea y libremente
convocadas por distrito, y los altos cargos de los tres poderes, elegidos según
el método de la representación proporcional, sean revocables en cualquier
momento de la misma forma.