03. Capital productivo y capital especulativo

 

          Pues bien, éste es el momento preciso en que hace su aparición el llamado capital ficticio, esa parte del capital industrial que por llegar a ser sobrante o supernumerario, es decir, no rentable productivamente, se retira de la esfera de la producción para incursionar en el mundo de la pura especulación financiera. Y es ficticio porque al independizarse de la economía real productiva —donde bajo condiciones normales todos ganan aunque unos más que otros según la masa de capital con que cada cual participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno—, el movimiento del dinero en los mercados especulativos determina que las ganancias de unos especuladores equivalga exactamente a lo que otros pierden. Tal es la dinámica que, según se suceden las crisis y consecuentes recesiones económicas periódicas de superproducción de capital —una tras otra cada vez más largas y difíciles de superar, según crece la masa  de capital supernumerario convertido en capital ficticio—, el proceso conduce con la misma fatalidad a la centralización del capital social global incrementado, en cada vez menos manos a expensas de los perdedores arruinados en ese proceso especulativo.

 

          Así las cosas en este punto se impone hacer una aclaración: En el ámbito de la producción el capitalismo se caracteriza, por el hecho de que cada empresario produce sin saber cuánto, cómo, ni con qué tipo de organización del trabajo, calidad o eficacia de medios técnicos y materias primas producen sus competidores. Por tanto, ninguno de ellos puede tener la certeza acerca de la calidad y el precio al cual los demás ofrecerán sus productos. Y todos ni siquiera saben si podrán vender los suyos hasta que no los pongan en el mercado donde se confrontan con otros de su misma especie. Es allí donde los productores “toman conciencia” sobre la realidad de sus productos, esto es, de sus respectivos precios que el mercado ha fijado para su venta. Esos precios, determinados por la ley de la oferta y la demanda, serán los llamados precios de producción que, por lo general, diferirán unos de otros en más o en menos, respecto de sus correspondientes valores individuales o empresariales: el de su coste más el plusvalor producido por sus respectivos asalariados que los han fabricado. Y habrá productos fabricados con una determinada masa y composición orgánica del capital (COC), cuyos valores individuales coincidan con el precio de producción determinado por la Tasa de Ganancia Media, por eso llamado promedio[1].

 

          Aquellos productos cuyo valor de su producción exceda ese precio promedio —porque su capital es menor y su COC más baja—, para poder vender sus productos deberán hacerlo al precio de producción promedio, es decir, por debajo de su valor individual. Por tanto, ceden plusvalor en beneficio de otros. Y los que hayan producido con una masa y COC mayores respecto del capital promedio fijado por la tasa Media de Ganancia, podrán vender su producto por encima de sus valores individuales, apropiándose así de parte del plusvalor producido por capitales de menor masa y COC. De esta forma el mercado opera una transferencia de plusvalor producido, desde los sectores de menor masa y COC invertido, hacia los de mayor masa y COC. En esta órbita de los negocios —consistente en explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación— pues, todos los burgueses ganan, solo que unos más que otros según la distinta masa del capital con que participan en la producción del plusvalor global. Este mecanismo de la nivelación de la ganancia no fue inventado por nadie en particular; es una Ley de la economía política como resultado espontáneo de la concurrencia en el mercado de los distintos capitales, los cuales pasan de una rama de la producción a otra buscando realizar o vender su producción a su valor individual con la mayor ganancia posible:

<<Pero si las mercancías se venden a sus valores, se originan, tal como ya se ha expuesto, tasas de ganancia (empresariales) muy diversas (y distintas) en las diferentes esferas de la producción (y en sus respectivas empresas), según la diversa composición orgánica de las cantidades de capital invertidas en ellas. Pero el capital se retira de una esfera de baja tasa de ganancia y se lanza a otra que arroja mayores ganancias. En virtud de esta constante emigración e inmigración, en una palabra, mediante su distribución entre las diversas esferas, según que en una disminuya la tasa de ganancia y que en otra aumente (en virtud de la competencia de los productos ofrecidos a diversos valore en el mercado), el capital origina una relación entre oferta y demanda, de naturaleza tal que la ganancia media se torna la misma en las diversas esferas de la producción (se ponen todos los productores al mismo nivel) y, en consecuencia los valores se transforman en precios de producción. El capital logra esta nivelación en mayor o menor grado, cuanto más elevado sea el desarrollo capitalista en una sociedad nacional dada, vale decir, cuanto más adecuadas al modo capitalista de producción sean las condiciones del país en cuestión>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. X Lo entre paréntesis nuestro).

            La formación de la Tasa Media de Ganancia obedece a una Ley de la economía política, del mismo modo que la nivelación de los líquidos en unos vasos comunicantes es una ley de la hidrodinámica, según la cual los líquidos tienden al nivel superior del recipiente donde se encuentren almacenados, de modo que si se comunican dos o más envases, el líquido tenderá a su nivel máximo en ambos, quedando, por tanto al mismo nivel, independientemente de la capacidad —mayor o menor— de tales recipientes comunicados según su diámetro. Para una comprensión más profunda y precisa del proceso de formación de la Tasa de Ganancia Media y la determinación de los precios de producción, remitimos al apartado 03 de nuestro trabajo del año 2000: “La teoría del valor y el método en la ciencia social”: http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/00.htm

          Por eso Marx dice que en la esfera de la producción y bajo condiciones normales, la burguesía se presenta como una “cofradía práctica”, en castellano definida como “hermandad piadosa” o unión de personas congregadas entre sí para participar de ciertos privilegios, repartiéndose las ganancias en proporción al capital con que cada  empresa participa en ese común negocio de explotar trabajo ajeno, y que en Alemania por esta expresión se entiende a “una junta o liga de ladrones y rufianes”:

<<Pero cuando (estalla la crisis) ya no se trata de repartir ganancias (según el promedio determinado por el mercado a instancias de la Tasa General de Ganancia promedio), sino de dividir pérdidas, (circunstancia en la que) cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas y de endosárselas a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa en su conjunto). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna, entonces, en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir, entonces, el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses (generales) a través de la competencia>>. [K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV- II) Lo entre paréntesis nuestro].

 

          Tal es el espíritu de la pura  especulación que vino a quedarse y predomina en los mercados. Porque lo que se disputan hoy los explotadores en este mundo, no es ya el plusvalor producido por cada una de sus fracciones empresariales contenido en los productos que fabrican, sino el capital global de todos ellos Y no es éste precisamente un juego de azar como el de la ruleta, porque aquí también impera una ley: la del más fuerte. Y es que, en el mercado del capital productivo en condiciones normales todos los capitalistas ganan, aunque unos más que otros en proporción al capital con el que participan. Pero en los mercados especulativos, la ganancia de unos equivales a la pérdida de otros. En el mercado de productos, los que participan con mayor masa de capital ganan más que otros. Pero en el mercado especulativo, los que participan en ese juego con capitales de mayor magnitud, por lo general acaban quitándole todo a los que arriesgan apostando capitales menores.

 

          Y bajo tales circunstancias críticas, es el capital dinerario especulativo o ficticio en distintas manos, completamente independizado de la producción de riqueza, el que entra a jugar sus bazas en distintos mercados y prolonga sus efectos, incluso durante todo el tiempo en que el sistema desemboca en la tan consecuente como inevitable recesión prolongada por sobresaturación de capital, que amenaza con desbaratar por completo al sistema. Del mismo modo y tal como ya sucediera en los años treinta del siglo pasado y es el caso que se ha vuelto a repetir en este momento. Lo cual no supone que la generación de ganancias en el sector productivo de la economía se paralice, sino que dejan de aumentar. En vez de crecer a expensas del salario mediante la productividad técnica —que llegó casi ya a su límite absoluto insuperable—, a partir de ese momento sólo se pueden obtener atacando las condiciones de vida y de  trabajo de los asalariados activos. ¿Cómo? Bajo la presión competencial del ejército de parados en busca de empleo:

<<Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar…>>. (Enrique Santos Discepolo: “Yira…yira”. Tango).  

 

          Así es cómo los asalariados con empleo, para conservarlo en épocas de crisis se ven forzados a trabajar durante más tiempo y con mayor intensidad, a cambio de menos salario. De lo cual se derivan todo tipo de noxas sociales, como enfermedades y accidentes mortales de todo tipo, conflictos familiares, robos, crímenes y suicidios, etc., etc. Semejante realidad día que pasa más y más insoportable, es lo que explica hoy día el fenómeno de la escandalosa distribución desigual de la riqueza en el Planeta. Todo ello a raíz del paro masivo crónico y el hundimiento de los salarios percibidos por las mayorías sociales empleadas en los distintos países, bajo condiciones de recesión crónica. Una miseria relativa convertida en absoluta y creciente, que desploma los ingresos de sus respectivos Estados nacionales en concepto de impuestos, mientras las grandes empresas que pagan salarios de hambre, evaden al fisco impunemente poniendo su inmensa fortuna —que no deja de crecer—, a salvo en paraísos fiscales.

 

          Como lógica consecuencia, se dispara la deuda pública que, en los países de mayor desarrollo relativo, alcanza hoy extremos inauditos. Una escandalosa realidad que impide a los distintos Estados nacionales financiar sus servicios públicos en materia de salud, educación, dependencia y sistema de pensiones. Ante lo cual nuestros políticos profesionales a cargo de los gobiernos, sólo atinan a descargar todo el peso de la deuda sobre los más desfavorecidos, con sus consabidos programas de austeridad presupuestaria que desbaratan los servicios sociales del llamado “Estado del Bienestar”, tan cacareado desde los tiempos de la segunda post guerra mundial y que, al día de hoy, es un antepasado sin perspectivas ciertas de resucitar.

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[1] Marx ha llamado Composición Orgánica del Capital, a la relación de valor económico entre los medios técnicos, materias primas y auxiliares empleados en la producción, respecto del costo en salarios. Una relación de valor necesariamente creciente como condición ineludible, para que progrese la fuerza productiva del trabajo social empleado.